octubre 29, 2010

Maldita delicia. Capitulo V

¡Hola lectores! :D

Lindo viernes... sip. Nublado, con frió, rico como a mi me gusta. Mis mejores días son los nublados y friolentos. A mi la verdad no me alegra el sol.

Por otro lado, de aquí en adelante, los capítulos corresponderán a cada una de las protagonistas. Empezaremos por Lunática, Luna Phellan. Así conoceremos la vida y obra XD de cada una de ellas. ((Me pico un puto mosquito y me da mucha comezón! D:))
Hoy vi a mi Cricri! (: Aun estoy feliz!! Oh mi Cricri, sabes que te amo muchote :3

Saludos y sin más, enjoy!
Ah si si, y feliz Jalowin XD jaja
Oh mi disfraz de Freddy y de el Sombrerero Loco tendrán que esperar ;(

5. El ombligo del mundo

Luna Phellan

El repentino dolor que la pequeña mentira de Renata me hizo sentir en el pecho, fue evaporado por el hecho de que yo no tenía nada que ver con William. No lo conocía, pero sabía en el fondo de mí, que no era el hecho de que a ella le gustara William, lo cual era más que notorio. Era el hecho de que ella no confiara en mí para confesarse.

Para mi fortuna, arreglamos nuestro pequeño dilema en un tris-tras. Con la ayuda de Jack, mi hermano, entendí que a veces las personas ocultan cosas para no lastimar a los demás, pero que una vez que las mentiras salen a la luz, porque siempre salen, es doloroso.

Cuando salí corriendo de la cafetería, abandonando a mis amigas para no empezar a vociferar molesta, mi única salida era mi hermano. Jack estaba en su taller, con Lex, como siempre. Ambos se estaban tomando un descanso.

Jack al verme en la entrada del negocio familiar. Dejo su comida a un lado y corrió a abrazarme. Su confort y su cuidado me hicieron llorar. Después, sus sabias palabras me hicieron entender. Y finalmente me dijo que yo no era el ombligo del mundo, lo cual entendí perfectamente, ya que nunca me había sentido el ombligo de nada ni de nadie. Incluso en ocasiones me sentía invisible en el mundo. Lo cual a veces era bueno y otras no tanto.

Hoy era uno de esos días, en lo que no era bueno ser invisible. Era miércoles, día del cine al dos por uno. Habían pasado ya tres semanas desde que deje corriendo la cafetería. Habían pasado tres semanas desde que le dije a Renata mi atracción por el hijo de mi jefa. Tristan… Hasta si mentalmente decía su nombre, por defecto tenia que suspirar, hundir las manos en mi cabello y reclamarme la atracción por él.

Eran cerca de las dos de la tarde, se acercaba mi hora de comer. Pero para nada que tenia hambre. Hace unos minutos, él había desfilado delante mío, dejando una estela de su aroma, que muchas de las chicas que hacían los reportajes para la revista habían asomado sus cabezas sobre sus pequeños y ridículos cubículos.
Todas sin excepción habían suspirado. Podía oler el vaho de sus alientos cuando bajaron la cabeza mirando extasiadas el monitor de su ordenador. Él causaba eso en todas, y me enfermaba que lo causara en mí.

No había tenido muchos hombres en mi lista. Solo Evan, mi primer amor y él último. Después de él…
Simplemente los hombres no eran mi punto fuerte, es decir. Era tan tímida que pocos sabían que me gustaban.

Aceptare que después de unas copas a una se le suelta la lengua, pero en mi caso no pasaba de un delicioso toqueteo detrás de los bares. No podía pasar a algo más. Tenia que hacer click para poder empiernarme con alguien.

Deje caer la cabeza sobre las carpetas en mi escritorio, mismo que ahora estaba tapizado por fotografías de chicas flaquísimas y si, feas, pero gracias a la maravilla de la tecnología, podíamos convertir en Venus hermosas.

No se cuanto tiempo paso, los ojos se me cerraron poco a poco.

-Toc, toc – una voz áspera y masculina llamo a la puerta entreabierta.

Estire la mano, apagando los pequeños altoparlantes de mi ordenador. Quite la música de fondo. El soundtrack de Marie Antoinette dejo de sonar. Alce la cabeza, esperando que fuera Neal.

Lo que me encontré fue…
-Hola, Lu. ¿Me preguntaba si querías comer conmigo? – Tristan entro por completo a mi oficina.

Se puso detrás de la silla frente a mi escritorio. Su cabello largo sobre sus hombros fuertes, caía despeinado. En una mano llevaba su casco negro con detalles rojos. Subí la mirada por ese brazo musculoso, me tope con sus bíceps bien formados y trabajados, su piel bronceada me hacia palidecer. Por fin, si… por fin llegue a su rostro. Ese rostro perfecto y hermoso.

Sus labios estaban hechos una sonrisa. Sus ojos pardos me miraban atentos.
-Yo…
-Ok. Estas ocupada. Entiendo. Mi madre te tiene así… Será otro día. Buena tarde – alzo su casco a modo de despedida y salio de mi oficina.

Torpe.

Mis tripas ahora se comían unas a las otras. Menee la cabeza y deje que pasaran otro par de minutos antes de salir de mi oficina, él podría estar aun deambulando por ahí, haciendo suspirar a las demás.

Tome mi bolso, lo cruce sobre mi pecho. Cerré mi oficina. Bajaría por el elevador. No sabía si podría bajar las escaleras sin estar tentada a caer de rodillas y maldecir mi suerte. Aquella había sido la oportunidad de conocerlo, pero… por otra parte estaba mejor así. Su madre quizá le había mencionado que salía a comer sola, que no tenia amigas en el trabajo –No me hacían falta, tenia a cuatro muy buenas- , que me mataba trabajando, que talvez necesitaba salir un poco y platicar de cosas que no fueran empleo. Solo por educación, claro. Complacer a su madre por sobre todas las cosas.

Tome la calle que me llevaría a mi restaurante favorito, un pequeño local donde vendían arroz mixto y empanadas de carne deliciosas.


-Hey, Luna – alguien a mi lado me llamo. Gire. -¿Te llevo? – ofreció quitándose el casco. Era Tristan.
-Si – conteste de inmediato. Mi lado irracional lo hizo, estoy segura. Me tendió su mano y me ayudo a subir.
-Tus manos aquí – dijo. Jalo mi mano y la coloco sobre su delgada cadera.

De inmediato temblé. Eso se sentía tan bien.
-No tengas miedo, seré cuidadoso – dijo mirándome de reojo. –Toma – me dio su casco.

Esa frase. “No tengas miedo, seré cuidadoso”, inmediatamente me recordó a Evan. Y la primera vez en la que estuve con él. Sonreí para mis adentros.

Ir abrazada de Tristan era totalmente diferente a abrazar a Evan. Creo que hasta era mejor Tristan.

Claro que es mejor, no seas torpe.

No supe en que momento se detuvo ni cuanto tiempo pasó. Baje de su motocicleta aun con las piernas tensas. Sus poderosas extensiones musculares no dejaron de estar duras mientras mis muslos las rozaban.

-¿Te gusta la pasta? – pregunto bajando de su moto magistralmente.
-Ajá – atine a responder, devolviendo su casco.
-Por cierto, tuve que raptarte. No quería que rechazaras de nuevo mi invitación a comer.
-Yo no te rechace – mi voz volvió a mi.
-Si lo hiciste. Me miraste como si fuera un jodido fantasma. No estoy preparado para que me dijeras que no. No es anda de ego, solo que… Luna, no quiero que me rechaces. No podría soportarlo.

¿Qué? ¿Rechazarlo? Ja, ni en mis más asquerosos sueños.

-No entiendo. No me dejaste ni hablar…
-Estaba nervioso de que dijeras que no, por eso salí como un cobarde –me interrumpió.
-Ok – asentí. Ahora nada de lo que decía tenia sentido para mí. Nada.
-Luna… me gustas, me encantas, me vuelves loco – se acerco tanto que choque con su enorme moto.
-¿Yo-te-gusto? - era una pregunta pero no sonaba como tal. Yo tartamudeaba y él, en todo sentido de la palabra, estaba caliente.
-Si. Y mucho, más de lo que puedo aceptar.

Sonreí. Como una tonta claro.

Sus manos volaron hábiles a mi rostro, ladeo el suyo y fue cuando mi mundo cobro sentido.


-Hey Luna, Luna, Luna – algo toco mi hombro, justo en el momento en que Tristan iba a besarme.


Gire la cabeza molesta. Era Neal. ¿Qué hacia Neal aquí? Ok, si él estaba aquí…

-Despierta Luna Phellan – movía mi hombro molesto.

Esto era un sueño. Bufe. La cara perfecta de Tristan se desvaneció como el agua entre los dedos.

-Ya, estoy despierta – le dije. Estire mis brazos.
-Agradece Luna, que fui yo quien te encontró dormitando y no Dorothea.
-Ok, gracias – voltee los ojos.
-Cuida esa actitud, niña. Te costara el empleo – me señalo.
-Lo se, Neal. Lo se… - me tape los ojos frustrada.

Claro que lo sabia. Más si seguía mirando a su hijo a hurtadillas como las demás chicas. Incluso Lizi la asistente, estaba que babeaba por Tristan. Joder.

-Es hora de tu comida, Luna – dijo Neal. Su voz sonó como si le hablara a su mascota.
-Si ya. Iré a comer con mis amigas.


Como en mi sueño, me puse de pie, tome mi bolso, mis llaves. Cerré mi oficina y baje a la calle. Afuera, Renata me esperaba con un par de paquetes de comida.

-¿Lista?
-No… - alce los hombros.

Caminamos juntas hasta un pequeño parque cerca de los edificios donde trabajábamos. No le conté mi sueño, me daba vergüenza. O quizá era algo que quería guardar para mí. Después en un día de borrachera se lo contaría y ambas o quizá las cuatro, estallaríamos en risas. Siempre pasaba eso.

Renata me relataba la salida a cenar con William, sonaba muy emocionada y a mi me alegraba que ella por fin me contara todo de sus días con Will, como le llamaba.

Sentadas en unas banquitas de piedra, comenzamos a comer.
Renata me miraba y sonreía cuando la atrapaba mirándome.

-Dime que te traes, Renata – la ataje.
-Nada. Solo… Ya vi a tu motorista. Dios…
-Si, Dios… - exhale.

Comiendo era la única forma en la que dejábamos de hablar como locas. La única forma de mantenernos calladas.

Terminamos la comida. Con dificultad, ya que fantaseábamos con la motocicleta de Tristan, y de cómo nos encantaría subirnos a ella, con los brazos – y las piernas, ¿por qué no? – rodeando el cuerpo de infarto del hijo de Dorothea. Cuando por fin terminamos de babear por él, acompañe a Renata a su edificio.

-Suerte con Will.
-Ok, igual con tu motorista – sonrío sonrojada.

Alce las cejas. Ojala así fuera. Fácil. Camine de camino al trabajo. No quería llegar. Ya solo faltaban 3 horas más y saldría. Seria libre de poder mirar sin remordimientos.

Tome el teléfono móvil del bolsillo de mi pantalón, le mandaría un mensaje a mi mejor, mejor amigo. Chuck. Lo conocí en la secundaria y desde siempre fue mi otro hermano. Él trabajaba en una empresa donde importaban y exportaban vinos. Gracias a él, tenia mi dotación de vinos.

Estaba por mandarle un mensaje cuando algo duro me tiro de nalgas al piso.
-Auh – sobe mi trasero.
-Luna, lo siento, lo siento – Era Tristan.

Mi corazón se paralizo. Me ayudo a levantarme, quise evitar tomar sus manos, pero fue imposible.

-No te vi, lo siento.
-Yo tampoco – le devolví la sonrisa. No era tan radiante como la de él. La mía era una mueca de dolor con una pizca de vergüenza y otra más de estúpida al verlo frente a mí.
-Tu teléfono – lo levanto del asfalto y me lo tendió.

Lo metí con rapidez a mi pantalón. Después le mandaría el mensaje a Chuck.

-Tengo que…
-Si.

Asentí y prácticamente corrí. Apreté los botones del ascensor, pero parecía que la porquería no quería obedecer. Apreté una vez más desesperada.

-El ascensor no sirve desde hace una media hora – dijo Tristan a mis espaldas.
-Ah.
-Tendremos que subir las escaleras – se encamino al lado del elevador.
-Ya qué – suspire. Lo malo no eran los cinco pisos hasta la revista, sino el tener que subirlos a su lado.


Error. No eran a su lado sino detrás de él. Donde tenía una vista espectacular de su trasero envuelto en esos jeans que le ajustaban perfecto. Mis manos me pedían estirarlas y verificar si su culo era tan firme como mi mente clamaba.

No, quietas manos. Quietas.

Cerré los ojos. Me detuve en un descanso de las escaleras en una curva antes de empezar un tramo nuevo de las mismas.

-¡Vamos! Aun faltan 3 pisos – Tristan sonrío. Una mano en el pasamanos y una pierna flexionada. Trague con dificultad.

Maldición, no sonrías.

-Si, solo… creí que me llamaban por teléfono – tome mi móvil y lo agite frente a mis ojos.
-Oh… ok.
-Sube, no quiero retrasarte.
-Bien, no tardes – continuo subiendo y yo deleitándome con la vista.

Suspire cuando lo perdí de vista. Vamos jodido teléfono, suena, suena. Lo mire como posesa, como si con eso hiciera que sonara…

¡Dios! El móvil empezó a vibrar en mis manos. Pegue un grito. Casi lo suelto. Presione el botón verde.

-¿Hola? – pregunte. El número era desconocido. Quizá era algún primo o hermano perdido, querían pedir rescate o quizá me secuestrarían. Ojala.
-Luna… - esa voz.
-¿Jensen? - mi pecho dolió.
-El mismo. Espero que no te moleste. Chuck me pasó tu número. El muy bastardo me hizo rogarle. Prometí comprarle una docena de botellas de vino con tal de obtener tu número. Ahora tendrás que ayudarme a beberlas.
-Me encantara – eso lo dijo mi lado irracional, ese que despertaba al recordarlo.
-Lo se, siempre dije que eras hija de Baco… - recordó. El Dios del vino.

También lo pensaba. Pero me daba gracia que mis amigos lo recordaran. Más él.

-Ok.
-¿Dónde te recojo? Quiero verte ya mismo – Eso se escucho como una exigencia.
-Ham, ¿recuerdas el lugar en donde siempre te reías de las fotografías de chicas anoréxicas y decías que ninguna era tan buena en la cama? - ¿Por qué demonios le daba la dirección? ¿Por qué?

Después de una larga carcajada que me trago buenos recuerdos y unos no tan buenos. Jensen hablo de nuevo.

-Oh si, la tonta revista esa… ¿Cuál era el nombre? Sput…
-Spotlight – corregí.
-Ah, eso. Si, si recuerdo. ¿Trabajas por ahí?
-Trabajo ahí.
-¿De verdad? ¿Ahora tú eres la que limpia las copiadoras? – Comenzó a reírse de su chiste.
-Ríete Jensen. Ahora hablas con la fotógrafa de la revista.
-¿De verdad? – Pregunto incrédulo, parando en su burla.
-Si. Hace dos semanas soy la fotógrafa.
-Menos mal. Ahora si serán fotografías buenas, no la mierda que siempre veo en las portadas de porquería. ¿Pero qué digo? Lunática, tú nunca te has vestido a la moda. Apuesto que bajaste la mirada a esos botines negros y llevas tus jeans rotos de los bolsillos traseros, con esa playera blanca que tiene un agujero en el dobladillo de la manga.


Si, llevaba puesto todo lo que describió. También baje la mirada a mis botines. Odiaba que me conociera tan bien.

-Antes de que me gruñas por teléfono. Llévate ese mechón rebelde detrás de la oreja por favor.
-¿Qué? ¿Acaso me estas espiando? – me asome por el barandal a ver si veía a Jensen y la cara burlona que tendría justo ahora. Mire hacia arriba y tampoco vi a nadie.
-Solo diré que te conozco como la palma de mi mano, Luna. Y que aun recuerdo como es que te…
-Calla. Tengo que irme. Salgo a las seis. ¿Vale? Adiós.

Colgué.

Corrí escaleras arriba. No necesitaba la descripción de Jensen. No ahora.

-Luna, Dorothea quiere verte – informo Lizi una vez que llegue al piso de la Revista.
-Vale… - no logre evitar que el labio me temblara.

Aun tenía ese poder sobre mí. Ese poder que me hacia temblar.
-¿Me llamaba, señora?
-Si… Quiero que veas esto.

Rodeo su escritorio. De un archivero saco un sobre amarillo. Saco un par de fotografías. Las coloco sobre el escritorio.
-Ella es Samantha Woods, una modelo que puede que pose para nuestro próximo numero. Dime… ¿crees que puedas hacerle una sesión?

¿Me estaba preguntando si podía? Joder. Obvio que podía. Ahora conocía a la tal Samantha. Era hermosa, rubia, cabello largo y en ondas. Labios hermosos, ojos azules, sonrisa angelical. Piernas largas y estilizadas. Vaya…

-Si, si puedo.
-No quiero que entre a mi revista y pueda sacarme información, tú sabes. Ella trabajo para la competencia.
-Entiendo. Un estudio ajeno a la revista – asentí.
-Así es. No hay disponibles esta semana. Semana de la moda y todo eso, ¿sabes?
-Oh – No, no tenia ni idea que era semana de la moda. ¿En que mundo vivía?
-Supongo que no sabias. Luna, tienes que estar al día.
-Si, es… lo tendré en cuenta. Tengo un pequeño estudio en mi casa. Veré si puedo terminar de arreglarlo.
-Perfecto. Le llamare y confirmara contigo.
-Vale.
-Es todo, gracias.

¿¡Gracias!? ¡GRACIAS! Esta mujer me amaba, estoy segura.

-No es nada.

Conteste con nervio en la voz. Camine de regreso a mi oficina. Neal estaba recargado en el marco de la puerta.
-Así que… eres la favorita de Dorothea.
-¿Cómo dices?
-Lo que oyes, niña. Te ganaste a Dorothea, créeme.

Dicho eso camino con elegancia a su despacho.

Esa frase me dio como una bomba.

El tiempo que restaba para mi salida, me la pase con una sonrisa estúpida en el rostro. Tenia que contárselo a alguien. Llame a mi Renata.

-Renata Cotty…
-Soy Luna. ¿A que no sabes?
-Haaam, nop.
-Neal me dijo que soy la favorita de Dorothea.
-¿Qué? ¿En serio? – empezó a gritar. Separe el teléfono de mi oreja.
-Si, eso me dijo.
-¡¡Wow!! Era de esperarse. Eres muy buena. Seria una estúpida sino eres su favorita. Luna esa mujer es el Diablo en persona, pero… siempre es bueno estar del lado del Diablo.
-Si, creo. Gracias. Tenia que decírselo a alguien. Haaam, Jensen me llamo.
-J-J- ¿Jensen? – tartamudeo.
-Sip.
-¿Y?
-Y pues… no se. Dijo que vendría por mí.
-Uuuuy, así que… hoy me regresare a casa sola – seguro que hizo un puchero.
-No sola, tengo entendido que William vive de camino al departamento. A mi no me engañas – contraataque, esquivando las preguntas que me haría de Jensen, no quería entablar una conversación del pasado, al menos no por teléfono y sin helado de chocolate cerca.
-Me descubriste. Si, vive a dos estaciones. Pero…
-¿Pero qué? No me salgas con que no le gustas. Porqué me enojare, Renata – amenace.
-Ok, no lo diré, pero ya lo sabes.
-Solo se, que puedes mostrarle ese par de piernas tuyas. Y seguro cae a tus pies con esos tacones de aguja que tanto adoras. No puedes negarme que luces como Lisa Cody… - Sugerí.
-Ya va… esta bien. Hey, tengo que irme, me llama William – rió bajito.
-Vale, suerte…
-Para ti también, te amo.

Colgamos al mismo tiempo.

Para matar las dos horas y diez minutos que restaban para mi salida. Revise las fotografías pendientes del próximo número. Edite un par y deseche un poco más que un par. En parte no quería pensar en la mirada de Jensen, no quería recordar nada de él. Fue un error mío cargar en mi bolsillo mi teléfono móvil, siempre lo llevaba en el fondo de mi bolso, así, si tenían suerte miraba los mensajes de texto. Seguro que este no era mi día, volver a verlo, eso me helaba la sangre.

-Adiós, Luna – Se despidió Neal, unas horas más tarde. Mientras me sumía en los pensamientos más horrorosos de mi pasado. Espante a las musarañas con la interrupción de Neal a mi oficinita.
-Adiós, Neal – conteste sonriendo.
-Anda, se niña buena y despídete de tu jefa.
-Siempre me despido de ella aunque solo me mire alzando una ceja.
-Es su forma particular de decir “adiós” – explico con naturalidad.
-Supongo – Alce los hombros. –Que tengas una linda noche.
-Seguro que si. Cuídate, nos vemos.

Cerro la puerta tras de si. Neal era un tipo interesante. No me cabía duda de que era gay, pero no lucia como uno. O quizá parecía gay y no era uno. Ya no sabía. Era guapo si. Maduro. Quizá unos 40 años.

Divague en como él siendo un hombre apuesto, no tenia novia. O quizá si tenía una o uno. Diablos, quería saber si era gay.

Mi teléfono móvil sonó. Numero desconocido.

-¿Hola?
-¿Aun no registras mi numero, Luna? Joder que eres despistada.
-Jensen – intente que no sonara como un gemido.
-Ya no aguanto para que sean las seis – ronroneo.

A pesar de estar sentada, mis piernas se aflojaron, temblaron como gelatina. Como cuando era una adolescente, como cuando… Oh vamos, ¿a quién engaño? Me sentía como una adolescente de 15 años.

-Ya solo faltan veinte minutos. No desesperes – quise sonar despreocupada, pero no podía. Tenía miedo de volver a verlo.
-Apuesto a que tú también quieres verme.

No supe que decir.

-Vamos Luna, somos amigos. No tienes porqué enmudecer.
-No enmudecí. Me llamo mi jefa – defendí.
-Claro. Ya estoy en la calle. Te espero – colgó.

Dios. Jensen Wyngarden era un… amigo. Él era amigo de Chuck; cuando conocí a Chuck, me hice amiga también de Jensen. Primero los veía como dos monos, pero conforme uno crece, la mente también, la mía era… la mía era peligrosa.

Jensen y Evan se odiaban a muerte. Ambos jugaron futbol Americano en equipos contrarios en la preparatoria. Se daban duro cuando eran rivales. Chuck era más neutral. Después de cortar con Evan al entrar a la Universidad, Jensen y yo… ya saben, “la despedida”. Una no se puede resistir a esa mirada.

Baje nerviosa a la calle, las manos me sudaban, me mordía los labios, me tronaba la los dedos.

El atardecer se podía ver con esos rayos rojos atravesando los ventanales de los enormes edificios. Como si el sol y Jensen hubieran confabulado contra mis sentidos, él quedaba justo delante de dichos rayos rojos. Su auto, mi gran sueño dorado, un impala estaba detrás de él. Jensen recargaba ese cul… Jensen descansaba recargado con los brazos cruzados sobre su pecho.


-¡Por fin! – exclamo levantando los brazos al cielo. –Anda, tengo una larga noche para ti – estiro su mano y la tome.

octubre 22, 2010

Maldita delicia. Capitulo IV

Hola, queridos lectores (:
Como cada viernes, si, como cada Viernes! :D

Seeee, ¡viernes!

Feliz cumple a mi amiga Juanis por su vigesimo primer cumpleaños, ahora si ya es legal en todo el planeta.

Por eso hoy celebraremos :P


Yupiti-yuuu! XD

Ok, aqui les dejo el 4to capitulo de Maldita delicia. Les queria subir una nueva portada del la Historia con los bombones de cada una, pero aun no la termino y... aun no conocen a todos los bombones asi que eso terminaria por ser Spoiler ;(

Por eso mejor las dejare en ascuas, si soy mala persona, por eso me voy a poner alcoholizada esta noche, neh, solo porquito :3 Sin más, enjoy ^^





4. Mis secretos son tus secretos

Emily Wildest

-¿Por qué no dejas de engañarme Emily?

Voltee los ojos ante la tonta pregunta de Dorian. Parecía un novio de secundaria, por favor, estaba ya por cumplir treinta y ese tonto quería un noviazgo de mano sudada. No, eso no iba conmigo.

-¿Engañarte? – alce una ceja. –Dorian, las cartas te las puse sobre la mesa. Tú y yo, solo nos divertimos. Es delicioso lo que haces con esa lengua, pero tú y yo no somos nada. No confundas el amor con lo que tenemos, bebé.
-¿Qué? – exploto. Ay no por favor.
-Eso – di media vuelta, camine hacia mi camioneta.
Mi gran sueño cumplido, mi Lincoln Navigator blanca.

-Hey, mírame… -Dorian jalo mi codo para que quedáramos frente a frente en el estacionamiento de la Universidad.
-Te miro, Luka.
-Dime que fue lo que paso entre nosotros, dímelo.
-Nada, solo fue sexo. Solo eso. Dorian, vamos… Somos adultos. No eres nada para mí. Solo sexo. Uno muy bueno – si que era genial.
-Ok, entiendo. – Soltó mi brazo, sonrío con amargura, sus ojos azules estaban derrotados.

Se alejo de ahí con un caminar resuelto. Miro hacia donde yo estaba antes de entrar a la Universidad.

No podía sentir nada por él. Solo éramos… no éramos nada, ni amigos, nada.

No me permitiría un nuevo error en mi vida. No. No desde que Logan me dejo por esa linda chica de piernas largas y rubia.

“Ella si es comprometida”, dijo antes de dejarme. Idiota. Comprometida mis… ¡Idiota!

Subí a mi camioneta, hoy tenia un par de asuntos en el bar donde Luna y yo éramos inversionistas. Era mi turno de ir a las juntas con los nuevos proveedores y esas cosas.


Entre al bar. Tenía varios sofás por todo el lugar. Me encantaba eso, siempre fue mi sueño tener un lugar así, me dejaban entrometerme en la decoración y en varias cosas más. Prácticamente el lugar ya era nuestro. Era genial.

-Buenas tardes, señorita Wildest – saludo el gerente del bar, Arthur.
-Hola, Artie – con la mano me invito a sentarme. La sala de juntas estaba sobre la barra del bar. Desde ahí se veía toda la pista de baile, a los lados el piso VIP del bar.
-Ya que estamos todos aquí, - decía Artie con voz profunda – me permito presentarles a, el señor Lacrosse.
-¿Qué? – grite. Grite como una histérica.

Logan.

-Hola Emi, me doy cuenta que no me has olvidado – dijo con esa jodida voz sensual.
-¿Cómo olvidarte, imbésil? – escupí. -¿Qué mierda haces aquí?
-Señorita Wildest… él es el nuevo inversionista… - dijo Arthur bajito, intentando calmarme, algo que jamás lograría.
-¿El nuevo inversionista? – pregunte como si mis oidos me fallaran.
-Si – confirmo bajito.
-Púdrete, no te quiero en mi bar, no te quiero…
-Lo siento linda, pero esa no es tu decisión. Es del señor Deline – dijo altanero.
-No – gruñí.

Me comportaba como una niña, pero…
¿Cómo pudo aparecerse en mi vida? Se había ido a California con su perfecta prometida, a procrear niños como conejos.

Mis entrañas estaban echa nudo; mi cara, roja seguro; mis manos en puños dispuestas a partirle la cara a ese cretino; y de suerte no tenia colmillos que sino… Su carne ya estaría esparcida por todo el lugar.

-Señorita Wildest – murmuro Artie con miedo.
-¿Qué? – lo mire, parecía más pequeño.
-El señor Lacrosse…
-¿Él qué? ¿Este hijo de puta que hace en mi bar?
-Uy, ¿con esa boquita comes? – soltó sonriendo, Logan.
-Con esta boquita te mandare al infierno – lo señale. – Lárgate de mi bar o yo misma me asegurare de que te comas tus bolas.

Salí echa una fiera del salón de juntas, baje veloz las escaleras.

-Oh, señorita Wildest – el señor Deline me intercepto antes de salir del bar.


Él era un hombre genial, muy listo. No se dejaba engañar por nadie. Solo había algo que le disgustaba: Que lo llamasen Jimmy. Para todos era James.

-Hola, Sr. Deline – le di mi mejor sonrisa.
-Imagino que ya conoció a mi nuevo inversionista – dijo con naturalidad.
-Imagina bien.
-¿Qué le parece?
-Me cago en su puta madre. Sr. Deline, no puedo seguir un minuto más aquí, lo siento… - alce la mano para callar cualquier palabra que me tranquilizara.

El Sr. Deline, podía calmar a la fiera dentro de mí. Pero hoy no quería estar calmada, quería estallar, quería romperle la cara a ese infeliz. Ese bastardo me había dejado, ¡¡a mi!! Me dejo para casarse con la “señorita perfecta”. Una que era la novia sumisa. Yo no seria esclava de nadie. Menos de él, aunque le amara como nunca antes ame.

Al verlo de nuevo, mi estúpido corazón quería saltarle a los pies, pero no. Ya no.

Recargue la cabeza en el volante de mi camioneta. Y empecé a llorar desconsolada.

Como si lo pidiera, mi teléfono móvil empezó a sonar. Era Jennifer. Enjugue mis lágrimas.

-¿Pasa algo, Jen?
-Oh no, solo para saludar… ¿tienes algo? ¡Estas llorando! – lo ultimo no era una pregunta.
-Yo…
-Oh, si lo haces. ¿Qué paso? ¿Paso algo en la Universidad?, ¿Te hizo algo el bastardo de Dorian?, ¿Te despidieron?, ¿Qué pasa, dime? – grito como loca.
-Logan… - solloce.
-¿Qué? Pero, pero… ¿él no estaba en California con “Doña perfección”?
-Estaba… ahora es inversionista en el bar.
-¿¡¡Qué!!?
-Si, así como lo oyes. Ahora mismo se burla de mí, de mi falta de control emocional.
-No, no le des el gusto Em. Regresa ahí y dile que ya no lo necesitas… - ese silencio era porque sí lo necesitaba. Lo necesite cada segundo en esos 4 años que no estuvo conmigo.
-Tienes razón – ataje sus palabras de ayuda. –Iré ahí y… - tome aire – vera que soy…
-Una mujer independiente, sin necesidad de un hombre, que eres feliz… sin él – termino con duda.

Yo también lo dudaba. Lo dudaba y mucho.

Verlo ahí, con ese traje oscuro, con esa barba, tal y como me gustaba, con su mirada caliente, que me mojaba, con… con todo el porte de un hombre que jamás fue ni será mío.

-Te veo más tarde, Jen. Gracias – colgué.

Seque mis lágrimas en el camino al bar.

Arthur, el Sr. Deline y ese asqueroso bastardo, aun estaban en la oficina.

-Hola, deben disculparte chicos. Sr. Deline, lo siento, Artie, Ann, Josh - dije refiriéndome a los abogados – los demás – dije y tome mi sitio, al lado del Sr. Deline –síndrome premenstrual, ya saben.

Ann Cohen, mi abogada sonrío asintiendo. Era una abogada perfecta, perra cuando tenía que serlo, justo mi tipo de abogada.

Retomaron la charla.

Un par de anotaciones más para las medidas legales. Por fin la junta había terminado, me levante despidiéndome de mano de los abogados, del Sr. Deline y de Arthur. Baje las escaleras hasta la salida. Me sentía derrotada, pero no le daría el gusto a Logan de verme de nuevo abatida, ese bastardo no tendría más de mi. No.

-Hey, Emily – su voz me seguía hasta el estacionamiento.

Lo ignore, desactive el seguro de mi camioneta. Dispuesta a subirme y olvidar esto, tendría que volver a verlo el próximo mes pero eso era lo de menos podía aguantar otros treinta días más sin él, sin su mirada oscura sobre mi piel, sin sus manos grandes y fuertes recorriéndome, sin sus labios carnosos y suaves besándome, sin sus dientes devorándome, sin él… amándome.

Vamos, pase 4 años sin él. Sin sus caricias, besos y miradas. Podía estar más tiempo sin él.

-Hey, Emmy – grito de nuevo y me adelanto el paso.
Cerró la puerta con su mano.
-Lamento…
-No lamentas nada, Logan – lo ataje. –Quítate, llevo prisa.
-Siempre tan evasiva.
-Dame permiso, Logan – le dije lentamente, intentando calmarme.
-Emmy, ¿podemos tomarnos un café?
-Solo si es cianuro y te lo tomas tu. Quítate – grite.
-Bien - quito su mano pero ésta fue a mi muñeca. –En verdad lo siento, Em. Yo… tuve que volver.

La voz que siempre me enchino la piel ahora parecía triste. No tenía ese tono de satisfacción que siempre tenia.

-Si, ajá – voltee los ojos. No había querido ver directo a esos oscuros ojos, porque sabía que me perdería en ellos. Subí con miedo la mirada. No me gusto lo que vi.
-Se que no importara, pero… Nada olvídalo – sonrío con tristeza y se alejo de mi.

Mi cuerpo pedía a gritos su confort. Se lo negué. No le daría el gusto, nunca más.

Subí y arranque la camioneta.

Pronto estaba frente a nuestra cafetería, esa donde ahora las chicas seguramente estaban discutiendo el primer fin de semana de Luna como la fotógrafa de Dorothea Van Gulick. Eso al menos me distraería un poco.

Practique mis sonrisas para que se vieran naturales al entrar, esperando que las chicas no se enteraran nunca de lo que paso con Logan, solo Jennifer lo sabia y así se quedaría. Aun así ella no conocía toda la historia. Me daba vergüenza contarle que estuve a nada de casarme con él, pero mis miedos estúpidos me dejaron a nada del altar.


¿Qué esperaba Logan? Apenas tenia 23 años. ¡¡Carajo!! Ni yo misma sabía que quería de mi vida, él quería una esposa de planta y yo quería conocer el mundo. Conocer mis posibilidades, mismas que no tenía ahora. Cada chico con el que había estado, me había dicho que dejara de engañarme, de engañarlo. Así como hoy Dorian. Los dejaba con facilidad por miedo a enamorarme de ellos. Por miedo a desear algo más que un acoston con ellos.



**
Jennifer Lamb

Después de que Emily colgara. Recibí una llamada de Renata, decía que teníamos que vernos urgentemente en el lugar de siempre. Obvio iríamos al lugar de siempre, pero ella decía que primero quería estar a solas conmigo. Ok, eso era sospecho.

Salí de la tienda, donde trabajaba del medio día a las 5 de la tarde. Muchas visitas de muchachos pubertos curioseando por la tienda. Nada relevante.

Llegue a la cafetería, Renata estaba ahí, con un café americano, pedí un capuchino.
-Listo, ¿que querías decirme?
-Algo muy serio. Y no quiero que lo sepa Luna.

Abrí la boca y no emití sonido. ¿Por qué no quería que Luna supiera? ¿No eran ellas tan amigas que no tenían secretos?

-Lo se, lo se, suena feo, pero… no pude evitarlo Jen, no pude. Caí rendida ante esa mirada azul, esa sonrisa, ese porte, esa elegancia, ante ese hombre – suspiro.
-No entiendo nada, Rens, dime que pasa.
-El viernes pasado, Luna y yo, nos topamos con un hombre guapísimo. Él le dio su numero a Luna, ella no le llamo, con la noticia de su empleo y eso, imagino que lo olvido. Entonces… el lunes, mi jefa – mientras contaba su historia, Renata empezaba a ponerse más nerviosa – mi jefa me dijo que tenia una propuesta para mi. Accedí, pensando que era mi nuevo puesto en el trabajo. Lo cual era casi cierto. Mi jefa quería que trabajara para una Asociación.
-¿Qué asociación? – presione al ver que Renata tomaba aire, ahora más nerviosa.
-Una Asociación que… la verdad no entendí bien, pero el punto es que él trabaja ahí. Él es uno de los fundadores.
-¿Quién es él?
-Oh, el hombre que conocimos en el tren. El que cortejaba a Luna y…
-Te gusta.
-Si… Yo se que Luna no se molestara, pero me siento mal al ocultárselo.
-Pues no le mientas. Dile que te gusta, no creo que ella se moleste. Luna no es celosa, mira que si me quitaras a Rosty si me pondría fiera – acepte con un rubor en mis mejillas.
-Lo se. No se que hacer.
-Dile la verdad. Ella no se molestara por eso.
-Pero si lo hará cuando sepa que le he mentido por una semana entera cuando me pregunta como va el trabajo. Cuando me pregunta cuando me darán un puesto mejor, cuando me dice a que se debe la sonrisa estúpida que llevo por el tren hasta llegar a casa. – soltó muy a su pesar.
-Mira… yo…

Iba a decirle que pensaba y en eso apareció Luna. Renata la miro con vergüenza, Luna nos sonrío a ambas y pidió lo de siempre, un café frío.

-Que día tan pesado el de hoy, en realidad todos son pesados. ¿Pasa algo?

Nos miro recelosa.

-Nada – sonreí.
-Ok – frunció los labios. –Ustedes me ocultan algo… - nos señalo.
-Nada – volví a decir.
-Bien.
Su café llego y aun seguíamos en silencio.

Renata se oculto tras un periódico, Luna estaba distraída leyendo una revista de cine que no se percato de que el periódico era de ayer.

Entonces de la nada, como siempre ocurren las cosas malas, un hombre rubio entro a la cafetería.

-Oh, Rens, que bueno que te encuentro. Me dijeron en la oficina que venias para acá – decía mirando a mi amiga, que estaba sentada mirando al ventanal de entrada.

Como si lo viera en cámara lenta, Luna abrió los ojos y la boca ligeramente, dejo sobre la mesa la revista. Renata miro fugazmente a Luna y después le regalo al hombre una sonrisita nerviosa. Yo no sabía si reírme o cubrirme por la bomba que había caído.

-Ho-hola Sr. Northman – dijo Renata intentando sonar respetuosa, el hombre hizo una mueca.
-Ya te dije que solo William.
-Ok.

Luna y yo continuamos en silencio. Al parecer el hombre no se percataba de nosotras. Solo tenía ojos para Renata. Luna miro a Renata, ahora si fue una mirada penetrante, sus ojos grises decían muchas cosas en esa mirada. Se percato del compañerismo con el que solo William miraba y saludaba a Renata.

-Will- William – corrigió veloz Renata. Un pequeño desliz y Luna se enteraría que no era solo William sino que ahora era Will. –Luna, ¿recuerdas a William? – pregunto con voz temblorosa.
-Si – dijo Luna poniéndose de pie.
-¡Luna! - exclamo el hombre. Sonrío como si un rayo de sol lo iluminara. –Jamás pensé volverte a ver. Tu amiga me dijo que estabas fuera de la ciudad.

Uh, una mentira. Pero ahora ya no sabía cuantas llevábamos.

-Volví – continúo Luna con la mentira de Renata.
-Me alegro. ¿Y dime qué tal has estado? Espere tu llamada como un tonto… - ahora el hombre empezaba a divagar, Luna estaba por contestar su pregunta y su reproche, cuando Renata interrumpió.
-¿Para qué me buscabas, William? – Ahora si uso su nombre completo. Remedio su desliz.
-Ah, cierto. Si, para unos asuntos de la empresa. Solo serán unos minutos, después te dejare de molestar – aseguro mirando de nuevo a Luna.

Renta asintió. Saco dinero de su bolso y se alejo de la mesa.
-Salgamos – lo invito y el hombre sonrío.
-Claro. Solo será unos minutos- insistió mirando a Luna.

Luna asintió. Ambos salieron de la cafetería. Caminaron lejos del ventanal, desde donde bien podríamos mirarlos. Renata estaba muy nerviosa y ya veía el porqué de sus nervios. El tipo era todo un adonis. Alto, fuerte, caballeroso, con elegancia. A nadie más que a él le sentaba tan bien el peinado de ladito. A nadie, lo juro.


Mire a la mesa, donde descansaban un par de billetes verdes y monedas. Luna tomo de nuevo su lugar, miro de nuevo la revista.
-¡Demonios! – grito de repente. –Tengo que ir a mi oficina.

Saco dinero también y corrió hacia la salida. Ahora si había explotado la bomba, porque una cosa era que cayera y otra que explotara como había pasado apenas Luna corrió a la calle.
No me dio ni tiempo de decir una palabra. Las ondas oscuras de su cabello brincaban en la dirección contraria al edificio de su trabajo. Estaba destrozada, lo sabía. Así como Renata lo estaba.

Mire la mesa. El dinero de Luna siempre estaba hecho una bola en sus jeans, el de Renata, estaba doblado por la mitad. Luna cargaba un pequeño monedero en forma de cajita delgada en su bolso cruzado estilo cartero, Renata un bolso muy elegante y su monedero de piel negra.

Ambas eran diferentes, pero a la vez parecidas. A ninguna le gustaba mentir ni que le mintieran. Ahora parecía que sus visiones habían cambiado. Solo esperaba que su amistad no. Ver a esas dos enojadas no era nada bueno. Nada.

Termine mi café y espere. A los 20 minutos más o menos de la partida inesperada de Luna, regreso Renata con el hombre detrás.
-¿Dónde esta Luna? – jadeo Renata.

El nudo en su garganta era muy notorio, parecía a punto de llorar.

-Dijo que olvido algo en la oficina – Después de todo no era una mentira, ¿o si?
-Lastima – suspiro William. –Me hubiera gustado tomar un café con ella. Será para después –agrego con esperanza. –No olvides lo de mañana, ¿de acuerdo Rens?

Renata negó con la cabeza y sonrío tímida. En despedida William le dio un beso en la mejilla, al igual que a mí.

-Mucho gusto… - William quedo en silencio, dejando un espacio para mi nombre.
-Jennifer – sonreí.
-Hasta luego Jennifer, que tengan una linda tarde – dijo y salio de la cafetería.

Renata se desplomo en la silla y marco de inmediato a Luna. Ella no contesto. Intento de nuevo y así tres veces más, y en cada uno de los intentos no hubo respuesta por parte de Luna.

-Me odia…
-No, ella no te odia, odia la mentira, Ren. Y tu…
-Mentí. ¿Qué tenia que hacer? Lo has visto, es un Vikingo, vamos, ¡es de Islandia! – grito. – Su voz, su acento, sus ojos…. No pude resistirme.
-Si, te entiendo… pero porque dijiste que Luna salio de la ciudad, ¿ah? – No quería hacerla sentir mal, pero…
-No se, no se… - meneo la cabeza. –Me invadió el monstruo. Una parte de mi quería venganza…
-¿Venganza? ¿Hacia Lunática? Ella no es muy… coqueta que digamos.
-Ella… ella intento seducir a Lex – dijo.
-Oh.

No sabía ahora que más pensar ni que decir. Lo cierto era que Luna no era lo que digamos una experta en el ligue, era muy tímida, las demás no lo éramos tanto. ¡Vamos! Si a mi me dan su numero yo marco y después me hago del rogar. Eso todas lo saben. Al menos no Luna, que solo le conocimos un novio y un par de tontos papaloteando su contorno. Nada que necesitemos explicar ni contar.

-Soy una mala amiga – sollozo Renata.
-Bueno, solo un poquitín mentirosa – bromee.

Renata no entendió mi broma y empezó a llorar.

-Oh, vamos. No llores. Además el hombre te invito a salir mañana, ¿ah?
-S-si…
-¿A dónde?
-Una cena. Por parte de la empresa. Será en honor al padre de él. Seré su pareja.
-Bien.
-No, no lo esta. Mentí de nuevo diciendo que… que… que Luna tenia compromisos y que… bueno, él casi me lo pidió porque yo le negué a Luna.
-Ay, Ren.
-Pero… ¿Acaso no dicen que en la Guerra y en el Amor, todo se vale? – pregunto con esperanza.

Quise contestar. Solo sonreí de lado. No se si esa ley aplicara para las amigas de toda la vida. Esperaba que si, sino ya estábamos jodidas.


**
Renata Cotty

¿Pero que había hecho?

Ahora Luna seguro me odiaba.

-Mejor me voy a casa, tengo que hablar con ella – me puse de pie.

Tome un taxi hasta el departamento. No tenía tiempo de caminar las 5 manzanas que eran al tren y así perderme de ver a Luna, y explicarle lo que había pasado con el Vikingo.

El taxi no tardo mucho en llegar, supuse que Luna no había llegado al departamento, porque las cartas aun estaban en al pie de su puerta. Espere en el pasillo hasta que la vi llegar.
-Lu…
-Hola, Ren. ¿Cómo te va?
-Yo… ¿podemos hablar?
-Estamos hablando – sonrío.
-Si, quiero hablar de William.
-¿Qué tiene? A ti te gusta… - alzo los hombros.
-Si, pero…
-Ya, mira. Mentiste, ¿por que?… porque él te gusta. Y creo que esta bien. Él es un guapísimo hombre, de eso estamos las dos seguras – camino a su puerta, levantando las cartas de su tapete de entrada.
-Luna… yo…
-Esta bien, Ren, todo bien. Que te diviertas – dijo y entro a su departamento.

No hubo portazo, ni gritos, ni miradas profundas ni acecinas. Pero yo aun me sentía culpable.

Toque su puerta y ella abrió de inmediato.

-¿Qué pasa? – dijo con voz suave. Ella no podía ocultar el enojo, porque estaba molesta.
-Tú dime que pasa.
-Nada, eso pasa. Renata, me lastimo que me hayas mentido… por él. ¿Por qué no me dijiste que por él era la sonrisa? Yo no iba a quitártelo, ni se como hacerlo. ¡Santo Dios! No soy una bruja… no lo soy. Soy tu amiga… o eso creía que era.
-No, Luna, somos amigas.
-Ahora no lo se. Me traicionaste. Dijimos que no habría mentiras entre nosotras. Y mira… - por su mejilla rodó una lágrima. Ella bajo la mirada.
-Perdóname… - tome su mano.
-Ok, esta bien – limpio sus lagrimas. –Yo solo… no quiero mentiras. Sabes que odio eso – sus labios temblaron, ella dejo de hablar.

Sabía que ella lo odiaba, así como yo. Ahora también lloraba.

-Me siento fatal, Lu. En verdad.
-Si… yo también mentí ¿sabes? Pero no a ti, a mí. Porque… porque soy una tonta. Ahora ya, ya todo esta hecho. Mira, te amo, lo sabes. No quiero que nada cambie entre nosotras.
-Yo también te amo. Oh, Luna, en serio, perdóname. – Me avente a abrazarla, rogando que ella no me rechazara. No lo hizo.
-No soy la victima, Ren – dijo aspirando su nariz.
-No quería mentir, pero enserio que William me gusta.
-Si, entiendo. Mira – se separo del abrazo y limpio su rostro –no más mentiras, ¿ok? Te diré mi mentira, aunque no se si sea una mentira como tal.
-No más mentiras – jure. –Ahora dime…

Mordió su labio inferior.

-Vamos, entremos. No quiero que la vecina escuche.

Al entrar cerró la puerta y puso la cadena, dejo las llaves a un lado de la puerta. Camino a la cocina y de la nevera saco una cerveza.
-El hijo de mi jefa… ¡me encanta! – casi grito.

Ahora sabía que volvíamos a ser las de antes. Amaba esa recuperación milagrosa de nosotras. Sabia que podíamos resolver nuestros problemas rápidamente, pero no sabia que tan rápido.

-Pervertida.
-Si, un poco – acepto. -¿Quieres una? – alzo la botella ámbar invitándome una cerveza.
-No.
-Ok. Si, bueno, se llama Tristan. Y joder que esta buenísimo – camino a su sala y se aventó su diván morado. –No se que hace que… Por él me desmaye – dijo y bajo la mirada.
-¿Qué? ¿Por qué no me lo dijiste?
-Porque… Ay no se, Rens, yo solo… me deslumbre. Cosa que jamás me había pasado y por lo que me siento avergonzada. ¡Él es hijo de mi jefa! – grito y se puso de pie. –Me vuelve loca y para colmo ahora trabaja cerca del edificio de su madre. Siempre la va a ver y comen juntos y para mi desgracia siempre pasa frente a mi oficina y lo tengo que ver.
-¿Era el tipo de cabello largo? Es que también fue al hospital cuando te desmayaste.
-¿Fue? Ay no. Si, el de cabello largo. Sino fuera hijo de Dorothea no tendría problemas con verlo a hurtadillas, pero Neal, el asesor de moda de la revista, ya se dio cuenta. Es la mano derecha de Dorothea. Le dirá a todo mundo.
-Ya veo… bueno, por ver no se paga – le dije sonriendo.
-En mi caso si voy a pagar, Ren. Con mi empleo si Dorothea se entera.
-No tiene porque enterarse. Es un secreto. Tu secreto.
-Ahora nuestro secreto, Ren. No les digas a las chicas. Me da vergüenza que sepan que me gusta un motorista salvaje hijo de mi jefa ex modelo – se ruborizo.
-Pues no es feo el tipo. Al contrario.
-Mucho más que guapo. Pero igual… tiene novia. Los escuche una vez que fui a la oficina de Dorothea. Hablaban de una tal Samantha Woods. Seguro que es hermosa. Pero bueno… espero no pagar por ver – sonrío con perversión esta vez.

Yo suspire. Volvíamos a ser las de antes. Y eso créanme era mejor que cualquier cosa en el mundo.

octubre 21, 2010

Fe de erratas


Hola, queridos lectores, esta vez el post es para una pequeña aclaración de un desliz que tuve.

En el capitulo VI de Búscame, en la linea:

"-Porque… porque tu tienes una vida, Evan" no es Evan el nombre que debe de ir, es Eric, lamento las confusiones que esto pudiera ocasionar.


Sin más por el momento, me despido.


PD: Recuerden, mañana nuevo capitulo de Maldita delicia ;)

octubre 20, 2010

Búscame - Capitulo VII

Hola lectores del Tea Party, se que he tardado en subir capis de Búscame, pero es que luego no me da tiempito o me dedico a otras historias ;( sorry. Pero aquí tienen un nuevo capitulo. Si, yo también odio a la perra de Serena, la infeliz obtendrá su merecido :) Sin más, disfruten de este nuevo capitulo. Lemmon... ñam, ñam :D
Por cierto, estreno portada de la historia, ¿les late? Eso de las clases con el Cara de Nuez de la India si sirven :P Bueno, me esfuerzo por que salgas chicles... XD


Capitulo VII

Termine de vestirme y abrí la puerta. La verdad no supe porque lo hice, hubiese sido mejor dejarla gritando por el pasillo, llorando, totalmente devastada, pero no, yo no era una vil rata.

-¡Oh Eric! – Serena se aventó a mis brazos apenas la puerta le dio el suficiente espacio para hacerlo.
-¡Dios! No sabes cuanto te necesito… - sollozaba.
-¿Qué haces aquí? – pregunte separándola de mi.

Creí que mi corazón se desmoronaría de nuevo, como cada vez que ella venia y lloraba en mi hombro, no fue así. Al contrario. No sentí nada. Quizá pena, sus ojos estaban rojos e hinchados, estaba totalmente húmeda, no sabia que llovía afuera.

-Yo… - sorbió su nariz. –Dijiste que podía venir cuando quisiera.
-Eso fue antes de que termináramos con el trato – le recordé.
-Pero, pero… no sé a quien más acudir.
-Dime que sucede – exigí molesto.
-¿Es un mal momento, cierto? – Miro mi camisa apenas bien abotonada.
-Algo por el estilo – fruncí los labios.

¿Acaso ella esperaba que la consolara como si nada hubiera pasado? Pues no. Estaba equivocada.

-¿Eric? – Amelie estaba a mis espaldas, podía sentirla. Su aroma, su calor.
-Estoy bien, Amy – le dije mirando hacia atrás, ella llevaba su vestido y su cabello estaba despeinado.
-¿Quién es ella? – reclamo Serena.
-Hola soy Amelie – se autopresento. Estiro la mano para saludarla, Serena hizo cara de asco y solo asintió.
-¿Qué hace aquí?
-Bueno, podemos preguntar lo mismo, ¿ah? – Amy saco las garras.
-Eric… ¿puedo hablar a solas contigo? – alzo la ceja.
-No – le dije con voz segura.

Los tiempos en los que la voz de Serena me hacia temblar las rodillas habían pasado a la historia.
-Pero…
-Lo escuchaste, preciosa, ¿o qué? ¿En tu palacio no te bañan bien? – Amelie se acerco y abrió la puerta. –Si eres tan valiente para ir gritando y despertando a la gente, se valiente y dinos que demonios haces aquí, sino, mejor lárgate, princesa.
-¿Vas a dejar que me hable así, Eric? – chillo, Serena.

Esto de cierta forma me daba risa, pero la oculte aclarando mi garganta.

-Amy tiene razón, ¿Qué haces aquí? Habla o vete, Serena.
-Mi padre murió, ¿ok? Mi madre esta devastada y mi prometido iba en el mismo avión que mi padre, ambos murieron.
-Lo… siento… - No sabia que más decirle. No me alegraba verla así, no sentía nada.
¿Me estaba volviendo un monstruo?

-Lo siento – hablo con total sinceridad, Amy.
-Cállate – grito, Serena.
-Hey, no te permito que le grites. Largo… Serena vete de mi casa y no vuelvas más, ¿escuchaste? –tome su brazo y la jale a la salida.
-Pero, pero… ¿no te das cuenta? Podemos estar juntos, tú me amas…
-No, ya no… la verdad no se si alguna vez te ame, o solo fuiste un capricho. Vete…
-¡No! Se que me amas, lo se, lo se – Se colgó de mi cuello y empezó a besarme, me separe de ella con toda la calma que mi ira me podía regalar.
-Serena, vete. En mi vida hay alguien más. Vete, lamento tu perdida, pero se que encontraras a alguien más. Adiós.

Serena salio y en el pasillo grito:
-¡Te arrepentirás Eric! – señalo mi rostro, hizo una rabieta y se fue.
-¡Uf! Pero que amiguitos te cargas, Eric – comento Amy con una sonrisa un vez que azoto la puerta.
-Calla – le sonreí de lado.
-Es la verdad.
-Lo se, por eso mejor no digas nada – estire la mano para que ella la tomara.

Asintió y tomo mi mano. Su roce calido me reconforto. Ella era la que me calmaba la ira, la que calmaba mis constantes achaques, era ella la que me hacia sentir feliz. Lo supe apenas sonrío y me aventó al sofá.
-¿Dónde íbamos? – pregunto desvistiéndome.
-No se, ¿puedes recordármelo?
-Quizá, ¿se te antoja un baño? – alzo la ceja y se fue dando saltitos al cuarto de baño.

La seguí dándole un poco de ventaja. La encontré desnuda apunto de meterse en la tina. El agua caliente sacaba vapor y las puertas de cristal de la regadera se empañaron.
-Ven acá – estiro la mano.

Me desvestí con rapidez, mirándola a los ojos.

Entre a la ducha y ella me abrazo, sentándome entre sus piernas. Mi espalda podía sentir sus pechos redondos y generosos. Sus pequeñas manos, suaves y ahora tibias por el agua, me acariciaban el pecho.

Recargue mi cabeza sobre su hombro. Sonrío. Sus ojos azules me abrían las puertas del paraíso.

-¿Puedo hacer otra pregunta?
-Si.
-¿De que trato hablabas con la chica que vino?
-Bueno, la conocí hace unos meses, le dije que podía venir cuando quisiera, le… ofrecí momentos en los que ella olvidaría hasta su nombre, el trato era placer por placer. Sin ataduras, pero…
-Te enamoraste de ella – término por mí.
-Si, o eso creía. Ahora que estas conmigo… es diferente, me siento diferente.
-Ok, ¿a mi también me harás olvidar mi nombre? – alzo una ceja y metió las manos al agua, las burbujas me hicieron perderlas de vista.

Di un brinco cuando las sentí a mí alrededor.
-¿Te gusta? – Jadeaba en mi oído.
-Si, si…

Cerré los ojos y las manos sobre el borde de la tina. Amy me estaba volviendo loco. Frotaba mi dureza con la potencia y ritmo adecuados, era como si leyera mi mente. Una de sus manos se ceñía en toda mi extensión mientras que la otra masajeaba mis testículos. ¡Dios!

Los dedos de mis pies se tensaron, ella froto con más rapidez y soltó un par de gemidos cerca de mis oídos.
-¿Te gusta? –pregunto.

Yo al borde la locura, al borde del abismo del éxtasis. El agua se agito aun más, por los movimientos de sus manos. Pronto llegaría, lo sabia, lo sentía. Un torrente de electricidad me atravesó el cuerpo, se acumulo más sangre en la parte donde Amy frotaba con furia.

-Oh, Amy… Amy – jadee un segundo antes de venirme en sus manos. Froto una vez más la cabeza de mi pene y explote con un grito.

-¡Aaah! – rugí.


Después de que los espasmos del orgasmo recorrieron mi cuerpo, me sentí muy cansado. Completo, extasiado, feliz.

-Oh Dios, Amy – creo que lo dije ronroneando.

Ella agito las manos en el agua, estiro la mano y tomo la toalla que estaba sobre su cabeza y se seco las manos.

-Eres lo mejor de mi vida, Eric – confeso.
-Siento lo mismo contigo, Amy – me incorpore con dificultad, aun sentía el cuerpo abatido y flojo por el orgasmo que me hizo sentir Amy.

Me arrodille entre sus piernas y le bese, comencé con ternura, mordiendo y lamiendo sus labios poco a poco, dejando que ella llevara el ritmo. Sus jadeos y caricias desesperadas no se hicieron esperar.

-En la tina no – alcanzo a decir entre gemidos.
-Te llevare a la cama, preciosa – le dije susurrando en su oreja y ella se estremeció, pero no se separo. Me abrazo el cuello y dejo que la sacara de la tina.

La lleve entre mis brazos hasta mi habitación. Ésta se encontraba al final del pasillo, mismo que moje al pasar por ahí. Ella besaba mi cuello mientras llegábamos a la cama.

La tendí y se veía más que preciosa en ella. La colcha oscura resaltaba su pálida piel, sus ojos combinaban con la luz de la luna. Al parecer había dejado de llover.
Amelie estiro sus brazos, deje que me abrazara, fundiéndome en sus labios rojos.


Hacer el amor con ella, porque eso mismo fue lo que hicimos, no fue sexo de una noche, como yo temía que pasaría, no. Le hice el amor de una y mil formas, deleitándome de la cremosidad de su piel, del sabor a miel de su piel blanca. Sus hombros, su cuello, sus bien dotados senos, sus piernas, si vientre, sus mejillas y sus labios, fueron el camino a mi locura.


Por la mañana, ella dormía con una sonrisa en los labios, mis sabanas abrazaban su cuerpo con perversión o es me pareció, que seguro ya tenia la mente tan dañada de lujuria que todo lo que veía alrededor de ella me endurecía inmediatamente.

No era tan malo tenerla en mi casa, en mi cama y desnuda para mí. Era quizá, todo lo que alguna vez soñé, pero que perdí esperanzas de que sucediera, ya que ella vivía en Londres.

-Eric… - Amelie murmuro mi nombre en sueños. Se removió entre mis brazos y después suspiro.

Su tibio aliento me removió las entrañas y mi entrepierna grito por su húmeda cavidad por quinta vez. Parecía no cansarse de hacerla gritar, no. Jamás me cansaría de eso. Nunca.

octubre 15, 2010

Maldita delicia. Capitulo III


Hola, hola. Como dicen por ahi: "Gracias a Jebus es Viernes! :D!"
Seee... viernes de cine, de besos, de cervezas, de ver a nuestros amigos... aunque los veamos a diario, no importa, el chiste es verlos... pero todo cambia porque es ¡VIERNES!

Ustedes perdonaran mi emocion, pero es que... ¡¡E-S -V-I-E-R-N-E-S!!
Ya despues me preocupare por los examenes, mientras a disfrutar de este rico fin de semana.

Y que mejor empezando por un capitulo nuevo de Maldita delicia. Ahora las chicas andan de fiesta y Luna esta que se muere... pero para que les sigo echando el choro mareador, mejor preparence para leer ;)

Saludos y gracias por los comments chicuelas ;D Enjoy! ^^

3. Y el Oscar es para...

Renata Cotty

-Así que… tu y Lex, ¿ah? – Las lagunas mentales de Luna después de una borrachera, no eran del todo lagunas, para mi eran más como pequeños charquitos.
Intente evitar su mirada gris, no lo logre.
-Ya dime… - pidió aplicándose una mascara negra en las pestañas. Preparándose para la fiesta de bienvenida a su nuevo empleo.

Esperaba que la suerte nos sonriera a todas. Así yo dejaría de ser una asistente contable y pasaría a ser la mano derecha de la jefa del bufete de Arquitectos. Si, me imaginaba saliendo toda elegante del edificio, con mi nombre en letras doradas, mostrando mi puesto y mi categoría en la puerta de roble negra al lado de la jefa. Mi gran sueño. Bueno, no del todo, quería formar una familia, obvio después de hacerme mi lugar en el mundo laboral.

-Después del Centro nos fuimos – dije calzándome mis zapatillas.
-A cuchi planchar – dijo sonriente, mirándome desde el espejo que tenia dentro de la puerta de su closet.
-¡Lunática! – grite. Ya nada podía sorprenderla.
-Ay por favor, a mi no me puedes engañar y lo sabes Renata – menciono mi nombre completo. Eso no estaba nada bien.

Ocultarle cosas a mí mejor amiga, a mi media naranja, era como ocultarse a los ojos de Dios. Esta bien, no. Solo quería enfatizar que nada podías ocultarle a Luna Phellan. Tenía ojos en la espalda.

-Ya… - dije levantándome, desarrugando un poco mi vestido.
-Bien. Solo me faltan las zapatillas – dijo con muy poco entusiasmo.

A mi me encantaban los tacones altos, estilizaban mi figura y me hacían ver más alta, cosa que me fascinaba. A Luna, bueno si por ella fuera siempre andaría con esas botas de motorista. Esas que le regalo su padre una Navidad. Lucian como nuevas, pero tenia años con ellas.

Salio del baño con unos tacones altos, no tan altos como los míos, pero para ella todo era alto.

-Jack y Lex pasaran por nosotras – anuncio. Mi corazón latió rápidamente de nuevo.

¡Oh Lex!

-¡Ajá ja! – grito señalándome. Les digo, a Luna no se le escapa nada. Aunque seguro mi cara se torno roja.
-Si ya, de todos modos ya sabes lo que pasa en mis sabanas lilas, Luna. No entiendo porque tengo que recrear cada momento…
-Porque somos amigas… - dijo alzando la barbilla.
-Buen punto. Pues si. Me hizo el amor de todas las formas posibles, aun me pregunto como es que me siento derecha después de la noche de sexo maratónico con Lex. ¡Dios! – bufe. No tenía intención de recordarlo, no frente a Luna. Una tiene su pudor.

Mi amiga se tapo la boca, pero no logro ocultar una carcajada que me lleno de risa el pecho y estallamos ambas en gritos y abrazos locos.

-¡Sabia que ese muchachón estaría entre tus sabanas! – grito una vez que nos separamos. –No quiso nada conmigo, por ser la hermana de su mejor amigo, pero de eso ya miles de años ¡eh! – aseguro.
-Si ya… - miles de años. No quería, en serio que no quería, pero una diminuta espinita de celos o envidia o no se, se me clavo cerca de mi jodido corazón. Respire, no podía enojarme con mi Luna. No quería, éramos amigas desde la preparatoria. –Estoy nerviosa – dije después de un rato.

Luna me miraba, se tronaba los dedos, una mala costumbre en ella.
-No más que yo – contesto sombría.
-Si, no puedo ni imaginarme como te sientes. El desmayo y todo. Porque… ¿te desmayaste por eso, no?
-Ajá – asintió. Paso la mano por su frente secando un sudor que no existía.

Ambas quedamos en silencio. Uno silencio cómodo, si me preguntan. Ya que, si Luna decía algo más sobre Lex, mi yo interno, ese que tenia un monstruo gruñendo por las palabras de Luna, estallaría en insultos. Jamás imagine que Lex quisiera algo con Luna…

-Ren, lo siento. No quería… él jamás quiso conmigo. Él dijo que me veía como su hermana, la que nunca tuvo. Que era como de la familia… yo estaba embobada por él, pero era cuando iba en la secundaria. ¡Dios! – exclamo, se arrodillo ante mi.
-Oh Luna… - Siempre estábamos conectadas. De una extraña forma yo también quería ofrecerle miles de disculpas. Claro después de estallar como loca diciendo cosas de las que me arrepentiría una milésima de segundo después.
-Perdón, mi comentario tan fuera de lugar, perdón. Fue la puta emoción. Es que Lex es perfecto para ti, y tú para él. Se ven tan jodidamente lindos juntos.

Luna solía mezclar palabras de amor con un par o quinteto de groserías, era su estilo particular de hablar. Y muy sincero de decir las cosas.

-Gracias… - el monstruo en mi interior se calmo. –Yo… me sentí celosa, pero ya estoy mejor.
-No quiero perderte amiga, eres la única que me comprende.
-Lo mismo digo… - ambas nos abrazamos, ahí hincadas en la alfombra de lana de su salita.

Tocaron la puerta y ambas nos pusimos de pie.

-Wow – silbó Lex. Me sonroje. Él lucia un traje negro. Con corbata negra delgada. Comible.
-Te ves linda Lu – le dijo su hermano tendiéndole el brazo para que Luna, se colgara de él.
Bajamos. Una limosina. Si, una limo nos esperaba en la calle. Con chofer y todo. Dios bendito. Me sentía una estrella famosa.

-Que bueno que me invitaste Lu, pensé que irías con alguna de tus conquistas – dijo su hermano una vez dentro de la limo. Él también lucia despampanante, se rasuro correctamente la barba. Se cortó el cabello, estaba guapo.
-No agradezcas Jackson, tú espantaste a mi última conquista, cretino – contesto ella con una sonrisa maliciosa.
-No fue mi intención. Además ese payaso empezaba a verte de una forma que no me agradaba. Era un idiota – gruño en defensa.

Oh, el chico del supermercado, el que decía ser abogado. Y al final no resulto más que un vulgar e inmaduro estúpido. Que bueno que lo alejo, a mi ya me caía mal. Pero si hubiera alejado a Evan. No, no, yo misma hubiera golpeado a Jack. Evan era un amigo de Luna, en la preparatoria fueron novios y hace apenas un mes habían tenido un encuentro, del que casi fui protagonista. Mmmmh, verlo desnudito enredado con las sabanas blancas de Luna fue…
¡Jesús! Ese Evan tiene lo suyo. Creo que se fue a Europa. Lastima.

-Bueno, bueno ya. Casi llegamos – intercedió Lex, los hermanos iban a empezar una guerra de insultos.


**
Jennifer Lamb

Esperábamos Rosty y yo, si, porque lo invite. Bueno, obviamente. No podía dejar a este bizcocho fuera de mi alcance después de la noche salvaje que tuvimos en su casa.

Rosty me tenia de la mano. Sus largos y precisos dedos aun me hacia sudar.
-Mira, ahí vienen – dijo.

Luna tenía una cara de zombie, de un zombie con nervios. Su cabello en una coleta, con un vestido strapless negro, pegado al cuerpo, que le quedaba arriba de la rodilla, unas zapatillas negras complementaban su atuendo.
Renata con un vestido de tiras y la espalda descubierta, de largo debajo de la rodilla, con unas zapatillas de tiritas delgadas. Ambas estaban hermosas.

-Rens, Lunática – salude.
-Oh, hola, Jen – contesto Luna mirando a todos lados.
-Chicos, él es Rosty…
-¿Rosty? – pregunto extrañado Jack.
-Robert, pero todos desde que tengo memoria me dicen Rosty.
-Oh, ok. Rosty – saludo estrechando fuertemente su mano Jack. Después Lex lo saludo. Y entonces mire a Renata, que tenia la mano entrelazada con la de Lex.
Picara.
-Emily aun no llega, ya saben como se tarda.

Luna aun miraba hacia todos lados. Esa chica si que era nerviosa.
-Iré al tocador. Sola – complemento.
-Uh, esta bien, gruñona – bromee. Luna andaba rara. Bueno, ella es rara de por si.

A los diez minutos de que se fue Luna, perdiéndose entre la multitud de gente, la asistente de su jefa, creo que dijo llamarse Lizi, nos condujo dentro del Hotel Palace. El salón de eventos estaba rodeado de mesas redondas con velas, bastante elegante. Ahora veo porque los nervios de Luna. Yo también tendría nervios.

Nos sentó a todos en una mesa, cerca de la plataforma de presentación.
-Hey, ¿Dónde esta Luna? – susurro Jack.
-Ella esta preparándose – contesto Lizi.

Después la vimos alejándose casi corriendo. Lizi era una chica menuda, parecía apenas ir en la Universidad. Y estaba igual de nerviosa que Luna seguramente. No era para menos, su jefa era una tirana, una tirana con mucho poder en la industria de la moda.

Yo quería ser diseñadora, si tenia suerte Luna le hablaría de mi, obvio si la señora tenia al menos un minuto disponible, así mi amiga podía conectarme y lograr ser un poquitín famosa o tener un poco más de dinero, así dejaría de trabajar de mesera.
No es que no me gustase mi trabajo. Pero los fines de semana, yo quería divertirme y descansar, más divertirme que descansar. No podía porque era mesera en las noches. Solo así podía pagar el alquiler de mi pequeño departamento. Emily, miles de veces me dijo que viviera con ella, que así nos ayudaríamos en los gastos, pero no quería ser un estorbo para ella. Además de que las dos éramos tan activas, que no quería arruinar sus momentos de echar pasión.

-Oh, lo siento, lo siento… tuve algunos imprevistos – por fin había llegado Emily.

Ay ajá, imprevistos. Dorian, su peor es nada tenia esa sonrisa de oreja a oreja. Y que decir de Emily, ella lucia las mejillas mas coloradas que de costumbre. Su tez blanca casi transparente la delataba.

-Después te cuento – dijo cortante ante mi mirada.

Paso al menos media hora. Tiempo en el que Rosty se dedico a contarme su día en el gimnasio.
-Imagino que es lindo estar rodeado de cuerpos musculosos y sudados – dije sin mucho pensar.
-No sigas, que me pondré celoso – remato con una sonrisa.
-Oh, tranquilo. La celosa soy yo – le dije acariciando ligeramente su pierna.

Aun recordaba como es que habían estado duras y fuertes al embestirme con potencia. Como mordía ese excitante tatuaje ahí en su cadera después de hacerlo explotar en mi boca. Cada ruido proveniente de sus labios, sus gritos cuando alcanzo el clímax, rugiendo con potencia mi nombre. ¡Uy! Eso aun me enchinaba la piel. Cosa que noto y paso sus dedos por mis brazos desnudos.

-Me encanta tu vestido – dijo cerca de mi oído. Su tibio aliento me estremeció.

No podíamos hacer nada. Al menos no ahí. Trague mi gemido y me limite a sonreír como boba.
-¿Sabes que me gustaría más?
-No – casi fue un gemido, lo juro.
-Quitártelo con los dientes – dijo con descaro. Cosa que mojo la diminuta tanga de encaje que vestía.
Mordí mi labio inferior. Este chico me ponía caliente. Deseaba aventarlo a la mesa y devorarlo.

La cabeza fría Jennifer.

La voz de mi estúpida razón me advertía no entregar de nuevo mi corazón. Mi corazón no estaba en juego. Rosty sabía que nosotros solo éramos una aventura. Y como dice la canción “Una aventura, es más bonita”. Nadie sale herido y le das placer al cuerpo. Lastima que no sabía eso cuando estuve con Carter. Maldito idiota.

-¿Sucede algo? Estas tensa – no había notado que apretaba con fuerza mi bolso.
-Si, estoy bien – mentí.

Pensaba de nuevo en Carter. Agh, su nombre. Dios… ¿por qué tenia que encontrarlo en mi vida? Él acabo con mis sueños de formar una familia. En serio que lo ame, le di todo, todo de mí. Lo ame sin límites. Y él solo jugo conmigo. Debí de ser más lista cuando yo le decía que lo amaba y él respondía besándome. Esa era una señal. No se interesaba por mis cosas. No le importaban mis intentos de ser una buena diseñadora. Jamás le intereso algo de mí. Pero fui tan ciega… El amor es ciego y sordo. No escuche a Emily cuando me dijo que lo había visto en su bar con una chica. Le dije mentirosa, pero ella estuvo a mi lado. Cuando… cuando ese bastardo se estaba tirando a una desgraciada en mi cama.

Mi alma se desgarro cuando le escuche decirle que la amaba.

-Voy al tocador… - me puse de pie rápidamente, justo cuando las lágrimas empezaban a salir de mis ojos.

Corrí a los baños de mujeres que según tenia entendido estaban al fondo del salón. Enjugue mis lágrimas con un pañuelo. Ahí estaba Luna, parada en el pasillo tronando sus dedos.

-Lu…
Giro para verme. Su rostro era un poema.
-Jen – apenas logro sonreír.
-¿Estas bien?
-No. Estoy que me muero de nervios. Quieren que de un discurso, sabes como me pongo al hablar en público. No se como no tartamudeo, pero casi hablo en un susurro. Dios. Estoy que me muero. Mi jefa ya me dice Luna, ¿puedes creerlo? Se sabe mi nombre. Además, lo de ayer, no puedo seguir aquí, no puedo. En menos de 10 minutos empieza esto y estoy que me muero. Oh mis Dioses, ¿Qué voy a hacer? ¿Y si me desmayo? Pondré en ridículo a mi jefa, ella ha puesto toda su confianza en mí. No puedo hacerle esto, me matara y después les mostrara mis entrañas a todo mundo, y después… - entonces empezó a respirar con dificultad. La tome de los hombros.

Luna siempre hablaba como merolico, pero cuando era algo frente a miles de personas entonces se ponía a sudar como un cerdo. Solo bromeo, solo le sudan ligeramente las manos.

-Venga, todo saldrá bien. Además solo agradecerás, es como cuando le dan el Oscar a la mejor actriz. ¿Ok?
-Si todo fuera así de fácil, Jen – murmuro.
-Mira, iré al tocador, vamos. Te hace falta algo de color en los labios – la jale al baño.

-Ya estas mejor. Solo sonríe – pellizque sus mejillas.
-Bien – asintió.

Me daba pesar dejarla ahí sola. No podía hacer nada más. Ella tenía que enfrentar esto sola. Y sabía que lo lograría. Todas lo hacemos tarde que temprano. Para Luna había llegado el momento. Esperaba que pronto llegara para las demás.




**
Luna Phellan

Respire un par de veces más. Solo agradecer el premio. Si, solo eso.

Y si… ¿y si aparecía él? ¿Qué se supone que haría? Me desmayaría de nuevo, lo se. Es que nadie puede ser tan guapo…

Salí del baño y me dirigí a la parte de atrás del escenario, donde me condenaría o me ganaría el aprecio de Dorothea Van Gulick. Esperaba con todas mis fuerzas que fuera lo segundo.

Mire a las mesas, ahí estaban mis amigas.
Renata platicando con Lex, Rosty y mi hermano platicaban, seguro de autos o de su gimnasio. Emily, estaba al lado de Dorian y los dos cuchicheaban con Jennifer.

-Viendo al publico, ¿ah? – una voz a mi espalda me sobresalto. –Lo siento, no quería asustarte.

Gire. Y la boca se me callo al suelo. Era el hijo de Dorothea, Tristan.

-Hola, soy Tristan – el tipo sonrío. –Tú eres Luna. Todos hablan de ti, bueno, todos en mi familia hablan de ti. Mi madre no te baja del pedestal, quiere ponerte un altar, pero no le digas a nadie que yo te dije. Si mi madre se entera que te lo dije, me mata.

¿Su madre?, ¿Todos en su familia?

-Ah, soy Tristan Van Gulick – dijo como si hablara con una niña, haciéndome recordar el primer encuentro. –Quizá no me recuerdas. Te desmayaste el día que nos conocimos.

El tipo no dejaba de mirarme, yo no tenía voz. Quizá por su descomunal sensualidad, su aroma a… cuero. Su sonrisa tan amigable le formaba arruguitas cerca de los ojos. Sus ojos… pardos.

-¿Te comió la lengua el ratón? – bromeo. Negué enérgicamente. –Oh, estas nerviosa – sin previo aviso sus manos tomaron las mías. –Tranquila, nadie morirá… bueno, si te desmayas de nuevo, mi madre te matara, pero es lo de menos.

¿Acaso eso tenia que darme ánimos? Quería a mi Renata… Solo ella podía darme ánimos con chistes tontos como los de él.

-Disculpe, Sr. Van Gulick, su madre quiere ver a Luna – Lizi apareció detrás de Tristan.

¡Oh no! Ahora me matara…

-Vamos – Lizi estiro su mano. –Pareces a punto de caer desmayada.

Camine de su mano hasta una habitación del hotel. Mis manos comenzaron a sudar y mi pulso se acelero. Tristan iba a mi lado.
-Déjenos solas – les dijo Dorothea a Lizi y a su hijo una vez que entramos a la habitación.

No quería testigos.
-Pasa Luna – dijo desde un sillón de respaldo alto. Su cabello canoso brillaba, parecía mercurio líquido.
-Oh, niña, pero si pareces fantasma – se puso de pie y llamo por teléfono.
A los pocos minutos Lizi entro a la habitación, con una botella de agua pequeña y unas pastillas.
-Tomate una Lu, es un calmante – dijo sonriendo.
Asentí.
Casi me bebí toda el agua.
Lizi salio. Dorothea se acerco y hablo.
-Respira Luna. No quiero que te desmayes de nuevo

¿Me pareció ver una sonrisa?
No, seguro que mi mente ya me jugaba bromas. Primero su hijo y luego…

Mi cerebro apenas funcionaba después de ver a ese Dios. Tristan y su mirada hipnotizante, sus manos grandes y fuertes tocando las mías, su sonrisa sensual, su cabello que quería acariciar…

¡Dios, Luna! ¡Es el hijo de tu jefa!

Creo que Dorothea me dio un par de consejos. Recuerdo que asentí un par de veces, que ella me miro comprensiva antes de darme algo pequeño que llevaba entre mis dedos temblorosos, un sujeta papeles diminuto y color plata.

Yo estaba tras bambalinas, pero al cabo de unos minutos me dijeron que podía sentarme con mis amigos.

Apenas me senté, Jack me abrazo, sus enormes brazos me rodearon y al fin logre respirar.

-Mamá te manda saludos y te desea suerte.
Susurre un “gracias”. Tenia la boca seca. Renata me sonrío y estiro la mano para que la tomara.
-Lo harás bien, Lunática – dijo. Su apoyo y temple siempre me daban fuerzas.

Emily me miraba con ojos tiernos. Raro en ella, que prácticamente perforaba con la mirada.

-Por eso me honra presentarles a la fotógrafa de la revista, la señorita Luna Phellan – escuche.
Me puse de pie. Mis amigos estallaron en aplausos, todos en realidad, incluso Dorothea. Camine al estrado.

Una mano suave rozo mi muñeca, mire la mano.
-Suerte – Era Tristan.
-Gracias – le dije sonriendo.

Subí. Respire un par de veces, concentrándome en verlos desnudos. No era buena idea cuando tienes a ese hombre hermoso frente a ti. Con traje negro y corbatín.

Intente no desmayarme. Y lo logre.

-Buenas noches…


Después de todo no fue tan malo hablar ante todos, bueno, si solo miraba directo a esos ojos pardos y sonrisa sensual, nada era difícil. Nada.

Baje del estrado después de agradecer la oportunidad y de jurar y perjurar que no los defraudaría. Dorothea asintió desde su lugar en la mesa.




**
Emily Wildest

Ahora mi niña Luna, era toda una mujer de negocios.
Me alegraba mucho por ella, mucho en verdad. Creí que caería al piso una vez que la vi en el estrado, dando su pequeño discurso. Fue rápido y concreto. Casi como uno de entrega de Oscar. Seguro que Jennifer le ayudo.

Después de la presentación, empezó la fiesta.
Luna se desparramo en el lugar, su hermano la abrazo y las demás lo hicimos después de él.

-No estuvo mal, Luna – le dije.
-Si, eso creo. Gracias por estar aquí. En verdad muchas gracias.
-No llores, vamos a bailar.
-Oh no, yo no bailo. Necesito estar ebria lo saben.
Todas nos reímos.
-Bueno, yo quiero un poco de vino.


La fiesta duro casi toda la noche. Su jefa se despidió de Luna y le dijo que la esperaba el lunes a primera hora en su nueva oficina. Luna casi, en realidad, todas casi nos atragantamos con la cena.

-Vamos a casa, que hay algo que no hemos terminado – Dorian beso mi oreja.
Nos deslizamos juntos a la salida.

“Hay algo que no hemos terminado”, hmmm, esa frase me podía. Todo Dorian me podía.

De camino al Hotel Palace, la mano curiosa de Dorian se deslizo entre mis piernas, él apenas lograba mantener derecho el auto mientras que yo gemía de placer.

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-¿Qué tenemos aquí? – canturreo con una sonrisa.
-Nada…
-No lo creo. Es… una tanga negra. Me encantan – dijo. Su mano estaba en mi trasero, aun no salíamos de mi casa.

Su cuerpo choco con el mío en la puerta de salida y restregó su dureza en mi vientre, mojándome más.
Subió mi vestido y deslizo mis bragas al suelo, las levanto después y las olfateo perversamente.
-Hmm, la niña esta lista.
-Oh vamos, no me hagas esperar – pellizque sus nalgas.

Me cargo. Cruce mis tobillos en su cadera. Con una mano masajeaba mi centro húmedo. Sus dedos gloriosos y sabios me tenían con el piso dando vueltas.
No vi el momento en que bajo el cierre de sus pantalones negros y entro en mí con tanta fuerza que mordí su hombro.

Me hizo el amor con tanto salvajismo que yo quería estar toda la noche desnuda para él. Lo quería a él desnudo sobre mí toda la maldita noche.

Imagino que algo de coherencia lo tomo por sorpresa porque cerca de las diez de la noche, comenzó a vestirse. Se levanto del sofá y me miro con más lujuria que antes, cuando tenía su cara entre mis piernas.
-No queremos llegar tarde a la presentación de Luna, ¿o si? – pregunto con la esperanza de que sucumbiera ante sus encantos.

Estuve a punto, créanme. De no ser porque las chicas me matarían.

Esa fue la razón de mi tardanza. No suelo ser impuntual, pero él es un caso especial.

octubre 08, 2010

Maldita delicia. Capitulo II

Hola, lectoras de tea Party. Como cada viernes, es un placer y un honor :P subir un capitulo más de Maldita delicia.
Esta vez las chicas se la pasaron bien en el Centro, pero poco a poco las cosas se les complicaran, ya veran. No es facil decidirse entre tanto muchachon. Yo que soy la que las manipulo aun no se como terminara esta aventura XD
Gracias por pasarse por el blog y gracias a las que comentan, en serio que sus comentarios me levantan los animos. De cualquier forma, esta historia me apasiona. Sin más por el momento, disfruten de este capitulo, nos andamos leyendo :)

2. Rock with you all night
Jennifer Lamb

Entramos al bar. Por fin Emily había llegado, Luna y Renata habían dicho que la esperáramos, no querían entrar al bar sin ella.

Ya adentro, encontramos una mesa cerca del escenario, esa noche se presentaría una banda de rock y Renata quería estar al frente, como buena fan de la música. Luna no objeto y se sentaron juntas como siempre, entendiéndose en un lenguaje mudo.

Emily tenía esa mirada que conocía a la perfección.
-Tuviste acción, ¿no es cierto? – susurre. Ella asintió.
-¡Lo sabia!- grite sin poder aguantarme.
-¿Qué pasa? – volteo a vernos Luna, a ella no se le escapaba una, era curiosa como un gato.
-La curiosidad mato al gato – contesto Emily.

Minutos después llego la primera ronda de alcohol. Luna bebía sonriente de su botella verde de cerveza, Renata un Martini de cereza, Emily un Whisky en las rocas y por mi parte un Martini seco.
La noche transcurría como todas. Las cuatro parloteábamos lujuriosas cuando algún chico pasaba frente a nosotras. Entonces Rosty llego.
-Hola, lo siento, tuve mucho trabajo en el gimnasio – se disculpo. -¿Puedo sentarme? – miro a los tres pares de ojos que lo observaban entre sorprendidas y confundidas.
-Chicas, él es Rosty, lo conocía al salir de la cafetería – explique a sus miradas de signo de interrogación, Emily me dio una patadita por debajo de la mesa.
-Anda, siéntate Rosty… ¿y dinos… a que te dedicas? – cuestiono Emily.
-Gracias… mmm… - la miro.
-Ah, soy Emily, aquella morena con mirada perdida es Luna y la de los ojos de loca es Renata.
-Oh, mucho gusto chicas – Rosty sonrío por la presentación de Emily. –Tengo un gimnasio detrás del edificio dorado de Manhattan.
-Wow, ¿aceptas chicas? – de inmediato pregunto Emi.
-Claro, cuando gusten ir, tendrán un descuento especial. Casi no van chicas.
-Perfecto… - Emi, bebió de su vaso.

Emily le hizo tantas preguntas a Rosty que parecía un sospechoso de robo o algo. Para mi sorpresa Rosty las contesto todas sin chistar ni dudar. Al término de la quinta ronda de bebidas, Emily se escurrió con Dorian, que había llegado sorpresivamente. Si ajá y yo nací ayer. Sabia a la perfección que él y Emily tenían sus encuentros. Renata y Luna brincoteaban contentas, coreando las canciones de la banda invitada. Su hermano había llegado y bailaba junto a su pequeña Luna. Reni babeaba por el amigo de Jack, un chico de ojos azules eléctricos que nada tenían que envidiarle los ojos de cachorrito de Rosty. La verdad era que me comería a Rosty ya mismo.

-¿Quieres ir a otro lugar? – Pregunto Rosty sonriendo tan calientemente que me moje al instante.

“Mi cama…”

Salimos juntos de bar, después de que me despidiera de mis amigas, que ahora tenían un rubor en sus mejillas. Luna brincoteaba alborotando las ondas de su cabello oscuro; Reni besuqueaba a Lex en algún rincón de bar. Jack prometió llevar a las chicas a casa, si es que Lex no se le adelantaba en llevar a Reni a su casa.

Rosty me ayudo a subir a su camioneta negra 4x4.
-¿A dónde te gustaría ir?
-A tu casa - le dije. Por extraño que parezca, me daba la sensación de confianza ciega.
-Ok – un poco de música rock, como Kansas y esas cosas adornaron el silencio. Rosty tomo mi mano ayudándome a bajar de la monstruosidad de auto que tenia.
Vivía en los suburbios de Brooklyn, era un lugar lindo.

Sentados en su sala, trajo un par de bebidas más. Platicamos de esto y aquello, Rosty siempre logro sacar una sonrisa y una carcajada de mi boca.
-Así que… ¿a que te dedicas?
-¿En serio hablaremos de eso? – pregunte alzando una ceja.
Rió apenado y alzo los hombros.
-Bueno, trabajo en una sexshop y soy mesera los fines de semana en un bar.
-Oh… una Sexshop… - silbó. Cambio su lugar cerca de la pantalla de plasma y se sentó a mi lado, se acerco a besar mi cuello, dejando en la mesa de centro su cerveza.
-¿Sabes? Desde que te vi en la acera discutiendo con ese imbésil, quería tocar y comprobar que tu piel era suave – susurro en mi cuello.
-¿Ajá? – gemí.

Alce la mirada al techo. Recargue mi espalda en el sofá mientras él me besaba lentamente, desquiciándome aun más. Bajo sus manos por el contorno de mi cuerpo. Incitándome con besos aquí y allá. Se acomodo entre mis piernas. Yo vestía unos jeans de piel muy pegados a mi cuerpo y una playera blanca, Rosty no tardo en deshacerse de mi ropa, dejándome en ropa interior. Justo estaba usando el regalo de Emily, unas bragas y un sostén de la colección de Armani.
-Estas para comerte, Jen… - dijo besando el valle de mis senos.
-Lo mismo digo – le dije paseando mis manos por su espalda, bajo mis manos se retorcían esos músculos bien tonificados y deliciosos. –Desnúdate…

Casi sonó como una orden.

Él sonrío, se puso de pie aun entre mis piernas e hizo lo que pedí. Saco su playera por arriba de su cabeza, desabotonaba sus jeans, cuando se detuvo.
-¿Qué pasa? – pregunte mordiendo mis labios, su pecho desnudo y bronceado me cortaba el aliento, tenia un tatuaje en su cadera izquierda y otro en su brazo derecho por arriba del codo.
-¿Quieres ayudarme? – estiro sus manos tomando las mías.
Llevo mis manos a los botones de su pantalón.
-Me encantaría.
Termine por sacarle los pantalones y quedo en boxer, que se tensaba bajo la carne erecta de su entrepierna. Lo mire hambrienta, su respiración estaba agitada y yo solo podía pensar en una cosa: tenerlo entre mis piernas toda la noche.

No se como fue, pero en un abrir y cerrar de ojos estábamos en su habitación en el primer piso de donde vivía. Me sacaba suspiros, jadeos y gritos. Se movía tremendamente bien sobre mi cuerpo. Y cuando fue mi turno de estar arriba, masajeo mis senos y mi cuerpo como un genio. Mi cabello formaba una cortina alrededor nuestro. Rosty murmuraba cosas como “Sigue, sigue”, “Oh, si, si… así”, gruñía como un animal salvaje y eso me enchinaba la piel. No había tenido sexo desde… no se cuanto tiempo. Esta bien… diré la verdad, desde hace unas semanas.

Rosty era… era punto y aparte. Se que comparar esta mal, pero Rosty era mucho mejor amante que el cretino que tenia por novio. Carter simplemente se descargaba en mí, no disfrutaba como ahora me estaba haciendo disfrutar la lengua juguetona de Rosty, situada ahí, entre mis piernas.
-Mmm… te dije que te comería – ronroneo.
-Sigue… - apreté la almohada.

Su lengua se movía en círculos sobre mi botón ardiente, que palpitaba con el mismo ritmo que bombeaban sus dedos en mi cuerpo. Jamás imagine sentir tantas oleadas de placer en una sola noche. Rosty movía mi mundo.


**
Jack Phellan

Vaya… jamás pensé que diría esto, pero mi hermana estaba totalmente perdida en alcohol. Decía cosas que me daban mucha risa, tales como: “Ay Jackie, en verdad que te extraño. Como cuando cuidabas de mi en el Jardín de Niños y le pegabas a los mocosos que se burlaban de mis ojos de gato”, no lograba entender como es que decía tantas palabras juntas y a la vez sin hipar o algo por el estilo. Sin duda mi hermana era todo un caso sin resolver para la Ciencia.

-Hey, Lu… Vamos a casa – le dije acariciando su nuca. Tenía la cabeza sobre la mesa y murmuraba cosas sin sentido.
-No… Quiero esperar a mi Rens – dijo y cerró los ojos con fuerza.
-Anda, ella ya se fue con Lex. Se despidió de ti, ¿no lo recuerdas?

Sino lo recordaba ahora si estaba averiada. La levante entre mis brazos y salimos del bar, ella me abrazo el cuello con sus bracillos.
-Te amo, Jack – susurro antes de quedarse totalmente dormida.
-Yo también, hermanita – bese su cabello.
Esas ondas oscuras en vez de tener su típico olor a chocolate, ahora olían a humo de cigarro y cerveza. No era un buen aroma para una chica como Luna.

La lleve a su pequeño departamento. Subimos por las escaleras. Bueno, subí yo, ya que Luna aun dormía entre mis brazos.

-Descansa, Lunática – la tendí en su cama y espere a que hiciera algún ruido o movimiento, no fue así. Solo suspiro. Y dijo algo que no entendí, pero sonó como el nombre de alguien, algo con jota.

Por la mañana iba a estar como un monstruo.



Y así fue. Por la mañana despertó con los ojos rojos y el cabello despeinado.
-Buenos días, borracha – le dije desde el marco de la puerta con un café en las manos.
-Habla bajito… - se llevo las manos a la cabeza.
-Estoy hablando bajito, lista. Tomate esto y date un baño, apestas – deje la taza de café humeante en el buró de su recamara.
-¡Hey! ¿Dónde esta Renata?
-Con Lex, supongo… -alce los hombros. -¡Ah! Llamo tu jefa, te quiere en la oficina a las 3 de la tarde… así que mejor te apuras porque pasa del medio día, Lu…
-¡¿Qué?! ¿Por qué no me despertaste más temprano, cretino? – se puso de pie como de rayo y corrió al cuarto de baño que tenia dentro de su habitación, cerro de un portazo, a los pocos segundos escuche que caía el agua de su regadera.
-Bueno, no sabia que llamaría la bruja del este – grite para que me escuchara por encima del repiqueteo del agua y sus gritos histéricos.

Salio en 5 minutos, tiempo record. Luna, tardaba al menos media hora en darse un baño decente, como ella le llamaba. Se tumbaba 20 minutos en su tina y bebía una botella de cerveza mientras el agua se enfriaba o sus dedos se convertían en pasitas.


-¡Maldición! Sino llego a tiempo me corren – salio de baño envuelta en su bata de toalla, era una replica exacta de la que usaba la Nana Fran Fine al desayunar con su jefe. Solo que a ella le lucia extremadamente graciosa. En realidad también a la Nana.

Prácticamente la resaca se le había pasado. Nada como una jefa insufrible para un bajón de resaca. Lo tendré en mente.

-Hey, Lu… - No me escuchaba.

Regreso a su baño con un montón de ropa y salio vestida al cabo de unos minutos. Nunca entenderé a las mujeres, ¿Cómo es que en menos de cinco minutos podían estar listas y aun así hacernos esperar más de una hora?

-¡Hey, Lu! – grite de nuevo sin respuesta de su parte.

Mi hermana guardaba un par de cosas en un maletín, donde llevaba su cámara fotográfica. Se maquillo en un tris-tras.

-Listo, me voy… hay comida que me trajo Renata en la nevera. Come si lo deseas, cierras la puerta si es que te vas y no contestes mi teléfono, ¿oíste? – me señalo.
-Si mamá… - voltee los ojos.

A diferencia de la mayoría de sus amigas que cocinaban su propia comida, ella era alimentada milagrosamente por Renata. Que cocina perfectamente y yo estaría encantado de devorar el espagueti a la boloñesa que descansaba en una de las repisas de la nevera, llamándome para devorarlo con una copa del vino tinto que mi hermana guardaba celosamente en su alacena.

-No estoy jugando, Jack… - dijo seria.

Tenia la mala costumbre de contestar su teléfono y siempre era cuando alguna de sus aventurillas le llamaban, pensaban que era su novio o algo por el estilo y terminaba arruinando sus salidas de fin de semana. No era mi intención sabotear sus citas, era mi naturaleza estar en el momento y lugar indicados, solo para salvar a mi hermana de algún patán de supermercado. Era mi deber como hermano estar al tanto de mi hermana, cuidarla y apoyarla aunque fuese una loca.

-Yo tampoco, Lu… Anda te llevo.
-No, tomare…
-Luna, no empieces de necia… de cualquier forma ya me iba – tome las llaves de mi camioneta y bajamos juntos hasta la calle.

Afortunadamente Luna no vivía en el último piso del edificio, vivía en el primer piso. Subió apurada a la camioneta y con sus gritos de “Anda, anda, llegare tarde” y yo con mis replicas de “Apenas son las dos de la tarde”, llegamos al lugar donde trabajaba.

-Gracias, Jack. Nos vemos después, ¿vale? Si Rens pregunta por mi…
-Si, si. Estas en tu oficina y que no haga más preguntas. Ya lo se – alborote su cabello.

Se despidió con la mano una vez que bajo y después corrió para entrar al edificio. Su jefa era una bruja, aunque… Luna, no podía quejarse, hacia lo que le gustaba y además recibía un buen salario por tomarle fotografías a las anoréxicas de las pasarelas.

Esperaba que mi hermana tuviera un buen día después de la resaca que le esperaba al estar descansando en casa al término de un día en el Infierno.



**
Renata Cotty

¡Oh Lex!

No podía pensar en nada más que no fuera Lex, su cuerpo desnudo estaba cubierto hasta la cadera por mis sabanas de algodón lilas, esa imagen me acompañaría a la muerte. Una muerte asquerosamente placentera.

Lex sabía hacer de todo, tocar la guitarra como un Dios, besar como un genio, acariciarme como un maldito sabio y se movía en la cama como un maldito experto. Nada en estos momentos podía quitarme la sonrisa estúpida de la cara. Nada ni nadie.

Lex se removió en mi cama y la sabana le descubrió parte de su pierna. Mi respiración se agito. Mordí mi labio inferior y recordé como es que habíamos terminado así, desnudos y cansados en mi cama, con la luna de testigo.

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-Creo que Luna se esta divirtiendo – comento Lex con una sonrisa picara.-Eso parece – voltee a ver a mi amiga que bailaba con Jack.
-¿Y si… nos largamos de aquí? – tomo mi mano y sonrío aun más pícaramente, en una clara muestra de insinuación.
-Vale – lo jale y me despedí de mi amiga, que solo asintió aun entre brincos y me deseo una linda noche.
No se imaginaria que noche tendría con Lex entre mis piernas.

Salimos del bar y tomamos un taxi a mi casa, dijo no llevar auto porque Jack lo había llevado después de salir del taller.

Ya a la puerta de mi departamento, me aventó a una pared del pasillo y me beso dejándome sin aire en un segundo, su beso estaba cargado de exigencias y pasión y me dejo completamente húmeda cuando se despego de mí.

Abrí con las manos temblorosas la puerta y entramos, él se encargo de cerrar con seguros mi departamento y después me aventó a un sofá, donde se dispuso a desvestirme, se deleito con mi cuerpo, besando mis pechos y mi estomago.

No podía creer lo que estaba pasando, Lex por fin seria mío. Solo mío. Al menos por esta noche.
-Mi cama – logre decir entre jadeos.

Me cargo y yo enrede mis piernas en su cadera, desabroche su camisa por el camino y lamí su cuello dando una última mordida a su oído antes de aterrizar en mi cama con él encima.
-Siempre te soñé así… - decía mientras bajaba por mi estomago hasta mi vientre y olfateaba mi centro arrancándome las bragas.

Lo que sucedió después puedo decirlo en pocas palabras, -porque si lo recuerdo de nuevo seguro jadeare como hace unos minutos y tendré que despertar a Lex para que me haga gritar como loca-, las palabras correctas serian: Jodidamente excitante y placentero que mis piernas tiemblan de nuevo tan solo de verlo tumbado a mi lado.

Después de un rato en que me perdí en mis más perversos pensamientos, en donde solo miraba con una sonrisa estúpida a Lex, decidí dormirme. Pasaban de las 4 de la mañana.
Cerré los ojos y me recosté. Lex se removió una vez más. Se giro para mirarme y sonrío.
-Hola…
-Hola – logre contestar, baje la mirada fugazmente a su desnudes y me sonroje.
Espero que él no lo haya notado.
Se acerco a mí y me movió hasta su pecho, donde pude olfatear su masculino aroma. No sé con exactitud a que olía, pero era delicioso. Olía a hombre, pero no a sudor. Era fresco y embriagante. Mi chico.

Recargue mi cabeza en su musculoso pecho de tableta de chocolate, él acaricio con la punta de sus dedos mi espalda. Cerré mis ojos una vez más y por fin quede dormida.



**
Luna Phellan

Ahora si que recibiría un gran regaño por parte de mi jefa. Dorothea Van Gulick era una renombrada ex modelo. La señora tenia presencia, gran porte y apuesto a que era hermosa cuando joven, ya que ahora a sus casi 55 años era una mujer elegante e inteligente.

Las puertas del ascensor se abrieron y logre salir del pequeño espacio entre empujones y quejas por llevar una enorme maleta y mi bolso.

-Corre, la Señora Van Gulick aun no llega… - susurro una colega del trabajo, que no recuerdo su nombre porque siempre estaba metida detrás de su escritorio, haciendo todo lo que su jefa le pedía. Todo.

Entre al estudio de fotografía.
-Tarde, Phellan – escuche la voz dominante de mi jefa a mis espaldas, al parecer su asistente se había equivocado respecto a su llegada.
Gire con mi cámara en las manos. La señora Van Gulick estaba sentada en una de las sillas de director, con un café en las manos.
-Lo sient…
-A trabajar, las modelos ya están listas – dijo y meneo la mano apurándome en mi trabajo.

Asentí erróneamente y agilice la calibración de los lentes y el tripie si es que era necesario. Me tome el cabello en una coleta detrás de mi nuca.

Con más nervios de los necesarios comencé la sesión de fotos. Ya lo había hecho con anterioridad, pero casi nunca estaba mi jefa para mirar mi trabajo. Solo le pedía a todos los santos que no me corrieran de mi trabajo, con una sesión de fotos ganaba al menos unos mil dólares. Y si eran buenas, podíamos volver a hacerlo. Era buena en mi trabajo. Aunque la señora Van Gulick no lo aceptara con palabras, sabía que era buena y tarde que temprano lo aceptaría. Y cuando llegara ese momento, no importaría que llegara 5 minutos después de la hora, me podría dar el lujo de ser impuntual y aun así seria adorada por todos…

Pero hasta que ese momento no llegara, tenía que ser la esclava de una bruja. De la bruja más conocida en el mundo de la moda. De la bruja que me catapultara al estrellato… o eso era lo que esperaba.

-Listo – Escuche decir a la señora Van Gulick al termino de la sesión fotográfica, después camino con toda elegancia hacia la puerta del estudio, - Phellan, en mi oficina en 5 minutos – dicho esto salio.

Me quede sin aliento. Termine por levantar mis cosas y emprendí el camino a su oficina. El trayecto no era largo, pero sentí como si mis piernas pesaran, como si caminara por el pasillo de The Shining.

Iba tan metida en mis pensamientos miserables que choque contra algo…

-Oh, lo siento, lo siento… - alce la mirada y creo que perdí el aliento.
-Descuida, no te vi – dijo con una voz ronca y masculina. Sonrío y me ayudo a levantar mis carpetas. Sus ojos pardos elevaron el ritmo al corazón.

-Hey, Luna… - susurro Lizi, ah si, Lizi, la asistente de Dorothea Van Gulick. –Te espera la Sra. Van Gulick en su oficina.

Tomo mi codo y me alejo del adonis.

-Pasa Sol… - agito la mano la Sra. Van Gulick.
-Luna…
-Lo que sea. Dime… ¿crees que haces un buen trabajo?

¿Qué? ¿Era una pregunta retórica o qué? La mire a los ojos, esos ojos azules que me aterraban.

-Yo…
-Solo responde si o no – dijo subiendo los codos a su escritorio. Donde tenía mis fotografías.
-Me esmero para que sea excelente… - dije segura.
-Hmmm… mi hijo piensa que eres más que excelente. Y confío en él… - se puso de pie y rodeo su escritorio. Se recargo en él y miro de nuevo mis fotografías. –Eres una chica muy… explosiva. Me gusta eso de ti…

¿Qué? Ahora me decía que le agradaba… ¡Dios! Estaba soñando seguro que si. Primero el bajón de resaca, el chico guapo en el pasillo y ahora esto. En cualquier momento le saldrían garras a mi jefa y me comería, mostraría mi corazón a todos en la planta y después me moriría desangrada… ¡Luna, deja de ver películas de terror!

-Luna, quiero que trabajes de planta conmigo, quiero que seas mi fotógrafa – sus palabras apenas logre escucharlas. Mi corazón bombeaba en mis oídos.

Mi sueño se había hecho realidad. Mi gran pasó a ser famosa.

-Si, si, me encantaría – casi grite.

Estaba eufórica. No cabía en mí de felicidad. Esto tenía que celebrarlo, tenía que hacer una reunión urgente con mis amigas y gritarle al mundo mi gran pasó.

-Que pase, Elizabeth… - apretó un botón en su teléfono de escritorio, dándole la orden a Lizi.

Un chico guapísimo entro a la oficina.
-Luna, él es Tristan, mi hijo… Tris, ella es Luna Phellan.

¿Logre respirar después de eso? No se. Solo recuerdo su mirada asustada y después un grito “¡Una ambulancia maldita sea!”

Lo segundo que recuerdo fue la cara de susto de Jack…


**
Emily Wildest

Que noche, pero que noche. Sabía que seria una linda noche. Dorian dormía sobre mi pecho, su barba de días hacia cosquillas sobre mi piel. De cómo llego al Centro, poco me importaba. Esta noche había sido salvaje y llena de gritos.

Un sonido que reconocí como mi celular termino por despertarnos.

-¿Diga?– conteste molesta. Sentimiento que pronto desapareció, fue transformado en lujuria al ver a Dorian andar desnudo por mi recamara. La luz del día le daba en todo su perfecto cuerpo.
-Con la señorita Wildest – decía una voz al otro lado.
-Si soy ella. ¿Qué sucede?
-Somos del hospital… la señorita Phellan, tiene este número para emergencias.

Me puse de pie de un brinco. Me vestí conforme la voz me decía que hospital era. Dorian se ofreció a llevarme. Por el camino, Jack su hermano me llamo, dijo que él ya estaba en el hospital que Luna estaba bien, que solo fue un desmayo.
Cosas como esas no le pasaban a mi Luna. Algo debía estar mal.

Corrí hasta recepción y ahí vi a Renata con cara de zombie, así como a Jennifer. Jack su hermano daba vueltas nervioso. También estaba su jefa, Dorothea Van Gulick y otro tipo que no reconocí. Pero joder que estaba guapísimo.

-¡Jack! – grite.
-Oh, Emily, que bueno que están todas aquí… ahora díganme, ¿Qué demonios le pasa a mi hermana? – exigió.
-¿Qué? A Luna no le pasa nada… o al menos no sabemos de algo que le pase – defendió Renata. –Esto nos tiene igual de sorprendidos, Jack.
-En la mañana ella estaba perfectamente, fue hasta que llego al trabajo que se puso así… en la vida Luna se había desmayado –su voz era de reproche.
-Jack, escúchame. Entiendo que sientas que te ocultamos cosas, pero debes creernos. Luna esta perfectamente…
-Creo que soy la culpable de lo que le sucedió a la señorita Phellan – su jefa se puso de pie y nos encaro.
-¿Si? Pues dígame, desde que trabaja mi hermana para usted, no hace más que explotarla. Ahora mi hermana tuvo un desmayo, todo gracias a usted. ¡No crea que dejare que mi hermana pase por esto cada que a usted se le pega la gana de llamarla y hace que corra como loca y con miedo a su estúpida revista de mierda! – grito Jack. Dorothea espero y lo miro a los ojos.
-Escúchame jovencito… - detuvo al joven que estaba sentado al lado de ella. Se veía dispuesto a romperle la cara a Jack. –Explote a tu hermana, como dices, porque quería que ella me demostrara que merece el puesto por el que pelean miles de fotógrafos. Le di un lugar en mi empresa. Se que ella no lo desaprovechara, quizá la sorpresa de saberlo le provoco el desmayo. A cualquiera le pasaría algo así.
-¡¿Luna consiguió ser su fotógrafa?! – gritamos las tres al unísono.
Jack nos miro extrañado.
-Luna lucho por ese puesto desde hace más de un año, Jack. Una noticia así desmaya a cualquiera – explico Jennifer.


La señora Van Gulick se despidió, con una noticia más: Una fiesta para anunciar a Luna formalmente al mundo de la moda, que se llevaría a cabo ese mismo sábado por la noche, en el Hotel Palace.

Entramos los cuatro a la habitación de Luna, donde ella dormía. Obvio no logramos quedarnos en silencio y gritamos como locas apenas cerramos la puerta. Luna se sobresalto.

-¡Lograste el puesto!
-¡Cualquiera se desmayaría!
-¡Me diste un susto de muerte! – eso fue lo más coherente, por parte de su hermano.

El desmayo solo fue eso, un desmayo. Luna estaba más que bien.

Nos despedimos de Luna en su departamento. Donde una vez más Jack nos reprendió. “Si algo le pasa a mi hermana, quiero que me lo digan ¿oyeron?” y todas al unísono contestamos “Si Jackson”.

Renata que se quedo en el departamento de Luna, mientras que Jennifer y yo regresamos a nuestras casas, listas para la fiesta de bienvenida de Luna Phellan a la revista de Dorothea Van Gulick: Spotlight.

Las chicas del Té de Lemmon

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