noviembre 26, 2010

Maldita delicia. Capitulo IX*

Viernes. Sin mucho que hacer, más que deberes y deberes escolares. Agh, odio eso. Y más si se me juntan, como ahora XD


Por otro lado, quizá quieran linchar a alguien, yo me uno :) je. Aquí nuevo capi de Maldita delicia, como se podrán dar cuenta. Aunque han de poner mucha atención a partir de aquí, ya que los capis, no tendrán secuencia, es decir: como son los puntos de vista de las protagonistas ellas cuentan su vida y no hay secuencia con el capi que sigue. Pero por eso les dejare la notita antes de cada capitulo. Algunos si tendrán secuencia, o eso creo :P Espero que me hayan entendido, si no, solo quiere decir que estoy loca XD


Sin más. disfruten este capi :D Y que tengan un buen fin de semana :)



9. Aquella vez...



*Nota: continuación del capitulo V



Luna Phellan

Su auto era mí más bajo deseo. Simplemente no podía describirlo con palabras. Ese impala y su dueño eran jodidamente sexys. Fue un regalo de su padre cuando salimos de la preparatoria y Jensen lo cuidaba mucho, lo amaba me atrevería a decir.

Jensen tarareaba una canción de AC/DC. Yo no me consideraba una fan, pero me gustaba una que otra canción de ellos.

-Y… dime Lu, ¿Cómo te trata la vida? – me miro de reojo.
-Muy bien. Hago lo que me gusta y me pagan por eso, no puedo pedir más – le dije con orgullo. Esperando que él no comenzara con sus estúpidas excusas.
-Se que puedes pedirlo… y sabes como me gusta que lo hagas – soltó.

Sus indirectas directas, dieron en el blanco. Yo quería preguntarle, Cómo es que había vuelto, la razón de su regreso. Pero era una cobarde.

-¿Y a ti como te va con el negocio familiar? – Pregunte intentando dar una vuelta en el tema y que la conversación no se centrara en mí.
-No cambies el tema. Estábamos en eso de pedir más – se detuvo en un semáforo.
-Sip – mire al frente.

Esos ojos pardos y sonrisa seductora, me derrumbaban. Como siempre que enfocaba la mirada en él y sentía que el mismo sol me deslumbraba, como cuando era una adolescente.

-Ok, otro tema será. El negocio familiar va muy bien.

La familia de Jensen se dedicaba a la construcción. Tenían un emporio. Su empresa era muy conocida. También, hacían negocio comprando bienes y los convertían en prestigiosos restaurantes o bares.

-Estas muy callada, ¿Qué pasa?
-Ah, nada. Solo… me da gusto verte.
No supe si fue una mentía o en realidad me daba gusto verlo. Después de tanto tiempo…
-¿Cómo puedes decir eso, si no me has mirado? – sentí su mirada en mi rostro.

El auto ya iba en movimiento. Me daba una excusa perfecta.

-No quiero distraerte, vas manejando.
-Vale, eso es aceptable. Tus ojos de gato me pueden cautivar… entiendo.

De nuevo me dejo sin habla. ¿Cómo lograba eso? ¿Cómo?

-Por cierto. Esos jeans te sientan muuuuy bien.

“Extrañe tus labios”, “Extrañe cada deliciosa pulgada de tu moreno cuerpo, como un maldito loco”, “Continua sonriendo así, Luna y no respondo”. Esas fueron algunas de sus frases más… decentes.


Dejo el auto en manos del Valet Parking del edificio en donde vivía.

Subimos al ascensor. Ese lugar me traía recuerdos, recuerdos muy pecaminosos, acepto. Ya no podía ver un ascensor como solo un artefacto que nos hace olvidarnos de las escaleras.

Definitivamente amaba la imaginación de Jensen.

-Imagino que recuerdas la ultima vez que compartimos un ascensor, ¿ah?

Baje la mirada.

Obvio que lo recordaba. Eso fue cuando salimos de la preparatoria, después de cortar con Evan. Jensen me dijo que no me olvidaría nunca. Fue algo muy lindo de hecho. Mi primera vez, fue Evan, pero estar con Jensen me hizo sentir miles de cosas. No sabia explicarlo con claridad.

-Ven… - tomo mi mano cuando salimos del ascensor.


Recordaba su casa, pero hace mucho tiempo que no ponía un pie en ella, desde… la muerte de su padre.
Pase un par de noches aquí, cuando su madre Bianca, había muerto; era una mujer preciosa, amable y cariñosa; sabia que Jensen la amaba, y sabia cuanto la extrañaba. Y sabía que él había intentado vivir lejos de este lugar que le traía recuerdos de su familia.
Una parte de él no podía alejase de este lugar, del hogar en donde su madre lo crió tantos años, donde su madre le enseño tantas cosas y donde también aprendí un par. Amor por sobre todas las cosas.

Subimos a su alcoba. Era enorme, una cama King size en el centro. Mesitas de noche a los lados. Un escritorio con su ordenador portátil, un mini estereo. Cerca de una de las ventanas estaba su librero, repleto de revistas de autos, fotografías de sus padres, de sus viajes por el mundo.

Me sorprendió ver en el buró izquierdo de su cama, una foto mía.
-¿Qué es esto? – camine hasta mi retrato.
-Eres tu, claro – se deshizo de su saco.
-Si, pero…
-¿Por qué? Esa es tu pregunta – asentí. –Te dije que no te olvidaría.
-Oh – la coloque de nuevo en su lugar. Me dejo sin palabras.

Me senté en la orilla de su cama. Era como si sus palabras me dejaran sin mis habilidades motrices. Me sentía como gelatina y lo más inteligente en ese momento era sentarme. Aunque yo quisiera salir corriendo de ahí, sabía que no podía ni dar un paso lejos de él. Por más que yo quisiera, por más que hubiera intentado negarme a verlo hablando por teléfono, simplemente no podía hacerlo. Lo sabía.

-¿Pasa algo? – se arrodillo frente a mi.
-No.
-No sabes mentir, Luna.
-Yo… es que tu… Me dan duro tus palabras, es todo.
-Sabes que solo hay una forma en la que te quiero dar, Lu.
-¡Agh! ¿Podrías hablar sin ser un pervertido por una vez en tu vida? – estalle.
-¡Whoa! Tranquilízate, Lunática – tomo mis muñecas. –Solo estoy bromeando.
-Si ya… es tarde, tengo que irme.

Si, soy una cobarde. Lo se. No quería enfrentarlo, no después de tanto tiempo. Pensé que ya había superado esa etapa de mi vida. No era así. De nuevo sucumbiría ante la mirada seductora, la voz y el tacto de Jensen.

-Bien. Te llevo a casa –ofreció.
-No, estoy bien…
-Luna – me regaño.
-Jensen.
-No quiero discutir contigo, porque sabes a donde nos llevan las discusiones, Lu.
-Si, lo se.
-¿Entonces? – Alzo la ceja.
-Quiero irme a casa.
-¿Quieres olvidarte de mi, no? Entiendo que es… difícil verme después de tantos años de ausencia. Pero tenia que hacerlo, ¿sabes? Mi madre murió, mi padre murió, mi hermano… mi hermano… tú sabes como es él. Chuck me mantuvo al tanto de todo, yo solo quería escapar…
-Escapar de mi…
-No, no, yo no dije eso.
-Pero lo sientes. Lamento no ser la persona que deseas, Jensen. En verdad que lo lamento. Quiero ser tu amiga. O eso creía, ahora no se, y luego vuelves y quieres que las cosas vuelvan a ser como cuando teníamos 15 años. No se que quieres de mi, Jensen – estuve al borde del llanto.
-Quiero todo de ti, Lu. Todo – se llevo las manos a la cabeza, se quedo en silencio un rato, mientras se mecía el cabello nervioso. -Ok, mira. Soy una mierda. No debí dejarte, no debí. Era solo un adolescente cuando me fui.
-Si, lo se. Tengo que irme, es tarde.

Tome mi abrigo.

Jensen no me detuvo cuando salí de su antigua habitación ni cuando baje las escaleras.

-Señorita Phellan, que gusto verla con el joven Jensen. Él la necesita tanto – Clarisse su ama de llaves me intercepto con una mirada tierna al pie de las escaleras.
-Hola, ya voy de salida.
-El joven Jensen ha estado muy mal los últimos años. No había venido a casa desde aquella vez…

Aquella vez…

Aquella vez en la que su padre murió en un accidente de autos. Jensen perdió el control de su vida. Su padre era su héroe. Quería ser como él cuando creciera. Siempre fue su mayor sueño.

Jensen se perdió del mundo muchos años. Su hermano mayor Jason lo culpaba por la muerte de su padre. Desde entonces no se hablaban. Jensen dejo la Universidad para irse a quien sabe donde. Su madre murió cuando teníamos quince años y su padre la alcanzo cuando cumplimos 18.

Volvió un tiempo para la lectura del testamento y nuevamente se perdió sin dejar rastro. Chuck hablaba con él, pero Jensen jamás le dijo con quien o donde estaba. Su hermano se hizo cargo de la empresa, la mantuvo a flote muchos años. Louis Parker era el mejor amigo de su padre, lo consideraba un hermano. Era el tío Lou. Él intento reformar a Jensen, pero no lo logro, intento hacerlo volver de no se donde, pero con los mismos resultados.
Y ahora que tenía cinco años de ausencia, volvía para retomar el camino.
¿Era eso posible? ¿Era posible, dejar todo atrás y de nuevo volver a la vida que dejaste? ¿Podía volver a confiar en él?

-Yo…
-Señorita Luna, usted mejor que nadie sabe de lo que es capaz el joven Wyngarden. Volvió hace un día y no lo había visto sonreír desde su partida.
-Si, yo solo…
-No lo deje, no ahora que intenta volver.
-Si… Clarisse, ¿sabe? Intento creer de nuevo en él. Lo intento.
-Usted tiene miedo, comprendo. Pero él también. Perdió todo lo que tenia, todo. No lo deje solo… - Apretó mis manos mirándome como una madre mira a sus hijos después de muchos años de ausencia.
Ella también extrañaba a Jensen, pero diablos que yo lo extrañaba más. Lo extrañe tantos años. Cinco años para ser exactos. Y cada maldito año, me dolía no tenerlo cerca de mí. Clarisse volvió a la cocina, después de apretarme el hombro maternalmente.

Me quede helada. Se suponía que Jensen y yo éramos… amigos. O al menos así nos considerábamos. Me dolió mucho su partida, más cuando me dijo que yo no era nada para él. Intente buscarlo como una loca, pero no sirvió de nada, él era bueno para no dejar rastro. Además el Licenciado Parker no me dijo donde estaba aunque yo le rogué y le rogué que me diera su paradero. Él solo dijo que no era el momento. Que Jensen tenía que estar solo…

Subí a su habitación. No me importo anunciarme tocando la puerta. Entre.

Jensen estaba sentado junto a su ventanal.
-Ham, hola.
-¿Olvidaste algo? – no me miro.
-Jen, mira… me dolió que te fueras, que me dejaras y más tus palabras.
-Lo lamento.
-Si, vale. Creo que no quieres hablar. Esta bien. En serio me da gusto que volvieras. Al menos puedes… puedes… ¡Maldita sea, Jensen! ¡Puedes estar contento de que no te odio como debo hacerlo! – Él me miro. -¡Puedes estar feliz de verme completa de nuevo después de que me gritaste que no era nada para ti!

Di media vuelta y corrí escaleras abajo.

Estaba por entrar al ascensor cuando Jensen tomo mi codo.
-¡Suéltame, pedazo de basura!
-Eres todo para mi – Jalo de mi y me envolvió en sus brazos.
-Jen…
-Luna. Quise volver todo este tiempo para verte de nuevo. Pero me convertí en algo que no quería que vieras. No soportaría darte lastima, que me miraras con pena o vergüenza.
-Jamás podría verte así – Hundí mi cabeza en su pecho.
Olía tal y como recordaba.
-Nunca quise decirte eso, pero quería que me olvidaras, no quería lastimarte.
-Pero…
-Lo se, lo hice al irme. Perdóname, perdóname… - Sollozo.

Me uní a las lágrimas. Su cuerpo temblaba conforme él lloraba.
-Tranquilo, aquí estaré, para ti… lo juro.
-Gracias – se separo. –Gracias por no odiarme como lo merezco.
-De nada – sonreí.
-Si tienes que irte, déjame ir por mis zapatos y te llevo a casa – sus ojos estaban húmedos y rojos.
-No quiero irme, esta vez no me dejaras.
-Eso es una amenaza – Dijo con media sonrisa. Limpie sus mejillas húmedas.

Solo vi una vez a Jensen llorando, cuando su madre murió. Siempre lucia como un tipo duro, ese día llego a mi casa, cuando vivíamos en Brooklyn. Lucia devastado. Mis padres no estaban, así que paso la noche conmigo.
Esta vez no lucia como un adolescente desmoronado, era un hombre ahora. Un hombre que expresaba su dolor. Un hombre que movía mi mundo.

-Solo es una advertencia, Jen. Si vuelves a dejarme, te juro que moveré cielo, mar y tierra para encontrarte y hacerte volver.
-Esta vez no me iré, no me iré jamás. Te lo prometo – Era su turno de limpiar mis lagrimas.

-Demonios Luna, ¿Qué haces para tenerme así? – pregunto de repente.
-Así, ¿Cómo?
-Así… - tomo mi mano y la llevo a su entrepierna. Jadee. –Esto lo causas tu, pequeña. Te extrañe cada noche, cada día, cada hora y cada maldito segundo que no estuviste a mi lado. Ahora no puedo dejarte ir. No puedo.

Lo mire a los ojos, mordiéndome el labio inferior, en un tonto intento de parecer inocente. Después mi mano apretó el duro bulto bajo esos jeans. Que esta de más decir que le sentaban perfecto.
Jensen cerro los ojos. Mi mano masajeo sobre el jean. Jensen se aferro a mi muñeca, aumentando el ritmo de mi caricia.
-Oh, Dios – gimió.
-Arriba – logre decir.

Prácticamente corrimos a su habitación. Me moría de nervios. No había estado con él desde hace cinco años. La noche de su partida fue nuestra ultima noche juntos.

Comenzó por desvestirme. En ningún momento quito sus ojos de los míos. Me hacia sentir más nerviosa.
-Me encanta tu cuerpo – dijo besando mis hombros.
Estaba en ropa interior. Él aun completamente vestido.
-Luna, no sabes cuanto te extrañe…
-También te extrañe – le dije con voz ronca.

Dio media vuelta y me recostó sobre su enorme cama. Él empezó a desvestirse, lentamente y sin dejar de mirarme. Casi me da un ataque cardiaco cuando lo mire en boxer. Había embarnecido, no era el joven delgado que conocí. Jensen no estaba mal en la preparatoria y menos en la Universidad, pero ahora era punto y aparte.

Tenia su pecho tonificado y bronceado. Su abdomen de tableta de chocolate. Sus hombros, brazos y piernas estaban tensos. Y su boxer se levantaba entre sus piernas.

Se inclino a besarme. Sus manos, ¡oh Dios! Tocaron cada parte de mi anatomía como si fueran mágicas. Mis vellos se enchinaron, la piel se me puso de gallina.
Sus labios besaron mi cuello y cuando llegaron a mis oídos. No pude más. Me volví loca.

-Si Luna, así… - Abrí mis piernas para que él se acercara más. -¿Sabes? Esto es mejor que mis recuerdos.
-Bésame – lo tome del cuello.

Sus manos bajaron por mi cadera, llegaron a mis bragas y las bajo. Se relamió los labios cuando miro mi triangulo oscuro.
-Te voy a comer…
-¿Qué?
-Solo espera y veras… - ronroneo.

Su cabeza se perdió entre mis piernas y su lengua…

-¡Ahhh!
-Si, Luna, eso es… grita. Quiero escucharte…

Su lengua masajeo mi botón. Mis manos se cerraron en puños sobre su colcha. Me retorcía de placer y eso parecía gustarle. Y que decir de mi. A mi me encantaba. Nadie me había hecho eso. Nadie. No con la lengua y con…

-Oh si, más…
-Dime un número… - pidió besando mis pliegues.
-No se… - grite.
¿Un numero? ¿Pero que diablos…?
-Solo dilo – exigió torturándome. Sus dedos viajaron a mi centro y entraron bombeando con fuerza.

Como por instinto cerré las piernas para sentirlo ahí más tiempo. Él las separo y soplo.
-Ahh. Dios. Dios… ¡cinco, cinco!

No me venia a la mente nada más que sus años de ausencia. Mismos que haría que pagara con creces.

Pronto sentí como mi cuerpo se llenaba de fuego. Como mi frente se perlaba de sudor, mi respiración se agito aun más. No podía resistir más tiempo. Jensen seguía bombeando sin piedad, acariciando mis senos, mordiendo mis muslos.

-Correte, correte para mi, Luna.
-Si, si… así.

Quería decirle que se detuviera, pero no me creí capaz. Su lengua entraba y salía de mi cuerpo, así como sus dedos, que pronto dejaron de ser dos. Su pulgar frotaba con furia mi botón y sus dedos: índice y medio me hacían gritar como loca. Eso era ahora, una loca.

Cerré los ojos y eche la cabeza hacia atrás. Jensen froto y bombeo con más fuerza y mi cuerpo estallo. Me estremecí como nunca antes. Grite su nombre con fuerza. Lo escuche decir un par de cosas más y mi cuerpo se aflojo extasiado.
Su mano subió por mi cuerpo hasta mi boca. Donde me dio a probar el jugo de mi orgasmo. No lo rechace. Lamí sus dedos, gustosa. Él sonrío y me beso una vez más, robándome el aliento.

-Siempre quise hacértelo de esta manera – se coloco a mi lado, rodeándome con sus brazos. Recargue mi cabeza en su pecho.
-Estuvo delicioso – Suspire.

Mi corazón estaba normalizándose. Trazo dibujos con sus dedos sobre mis brazos.
-Muy delicioso – contribuyo besando mi frente. –Descansa, Lu. Ahora nada te alejara de mi, nada. Además aun hay noche por agotar – susurro con lujuria.

Hice lo que pedía. Cerré los ojos. Su cuerpo calido, me abrazaba. Esta vez no dejaría que me abandonara de nuevo.

-*-

¿Recuerdan ese número que grite como loca cuando él me tomaba con su boca?

Bueno, ese fue el numero de veces que me devoro, ¿el numero de los orgasmos? Joder, apenas recordaba mi nombre.

Dormí demasiado cansada y con las piernas doloridas, Jensen abrazando mi cadera, sentía su respiración normalizada y sus dedos trazando figuras sobre mi vientre.

Esto era… era… era como el día en que me dejo. Cuando al despertar, encontré su lado de la cama vacío y una nota. Misma que enfermamente guardaba en un libro que él me había regalado. "Estudio en escarlata, de Arthur Conan Doyle"



“Lo siento, lamento haberte hecho perder el tiempo. Jensen”.


Después de ver la nota e intentar encontrar algún mensaje secreto. Me vestí con prisa y salí corriendo a la calle, donde Clarisse se encontraba.

-¿Dónde esta?, ¡¡¿Dónde?!! – grite.
-Fue al aeropuerto. Hace como unos 10 minutos – dijo con el labio temblando.
-¡¡Taxi!! – grite con la garganta seca y el corazón latiéndome errático en el pecho.

Apenas llegue y corrí como loca por cada una de las salidas, rogando por encontrarlo abordando. En el vuelo a un lugar que ya no recuerdo, pero que era una de las últimas puertas, a donde la gente casi no abordaba estaba un tipo, era él sin duda. Corrí hasta él, gritando sofocada su nombre, él giro la cabeza.

¿Por qué corría tras él?

Hasta ahora no tenia una respuesta para esa pregunta que retumbaba en mi cabeza. Cuando recuerdo ese día y solo las ganas de maldecir mi actitud surgen a la sombra de las velas y de un par de botellas de vino.

Si lo pienso con la cabeza fría y poniéndome los zapatos de Emily, se que corrí tras él porque fui una estúpida. ¿Por qué más lo haría? Si, tal vez necesitaba una respuesta. No se.


-¡Luna! – jadeo sorprendido.
-¿Por que me dejas, por qué?
-Luna… yo… - miro a todos lados.
-¡Mírame! Y dímelo de frente como el hombre que se supone que eres – gruñí.
-Luna, no eres nada para mí. Solo… eres la chica con la que pase una de las mejores noches de mi vida. ¿Creíste que sentía algo que solo lujuria por ti? Lo siento.
-No, no lo sientes – el nudo de llanto se formo en mi garganta.
-Eres… estupenda…
-¡¡Cállate!! – lo señale. Mi mano temblaba y deseaba partirle la cara por jugar así comigo. –Púdrete bastardo…
-¡Luna! – tomo mi codo y jalo de mi hacia él, cuando estuve unos pasos lejos.
-¡Déjame! Lárgate… vete… - forcejee mi brazo de su agarre y él me soltó con el rostro turbado de dolor.

Un dolor que no creía. Un rostro que me seguiría cada noche después de ese día. Que torturo mis noches, los siguientes 3 años. Jack, mi hermano, estaba dispuesto a matarlo.

Ambos acordamos jamás decírselo a mis padres, ya que mi padre, seguro que lo mataría. Y mi madre, bueno, ambos pelearían por quien matarlo primero.

Jack y Lex fueron de mucha ayuda los primeros años. Después, aparecieron Renata, Emily y Jennifer, cuando él me dejo y abandono la universidad. Renata indiscutiblemente se volvió mi hermana. Y aunque a grandes rasgos, sabia de la existencia de Jensen, ella desconocía la verdadera causa de su partida. Quizá fuera su padre muerto y mi estúpido intento de ayudarlo. Si, estúpidamente creí que dándole mi cuerpo, él dejaría de atormentarse con su muerte. Error.

Me uso y después me desecho, como las chicas con las que se acostaba y de las cuales Chuck y yo conocíamos. Él era un mujeriego con todas las de la ley. Y yo caí en su juego. Era inevitable no caer. Sus ojos pardos de cachorro, su cuerpo de infarto. Era como una planta carnívora, que te hipnotiza con su hermosura, su galantería y sus palabras. Caí rendida cuando él me dijo que extrañaba a su padre.

Intente consolarlo. Lo abrace y después tome su rostro entre mis manos, suspire antes de besarlo y de hundirme en su delicioso sabor, mismo que tras tantos años de conocerlo, moría por retener en mi memoria. Una cosa llevo a la otra y… el resto es historia.

Ahora, ahora decía que no quería lastimarme. Que había huido por el dolor y el tormento que sentía al perder a sus padres. Pero… ¿yo donde quedaba?, ¿Dónde?

¿Solo fui un juego para él? ¿Solo me uso y me desecho como a sus otras gatitas? Yo que lo quería sinceramente y que estaba dispuesta a todo por él. Volvía después de 5 años, así sin más. Y yo, caí en su juego una vez más. Dándole mi cuerpo y mi alma sin condiciones de nuevo.

¿Qué diablos pasaba conmigo?

Salí a hurtadillas de la cama y después de vestirme en silencio, baje las escaleras. Tenia la suerte de mi lado y Clarisse no estaba en el salón principal.

Huí.

noviembre 19, 2010

Maldita delicia. Capitulo VIII

Hola, como cada viernes nuevo capitulo de Maldita delicia. Uf, secretos descubiertos. Fíjense en los detalles, es un buen consejo que les doy :D

Y bueno, disfruten de este fin de semana. Ah, por cierto. Ale... ¿para cuando nuevos capitulos de tus fics? ¿Eh? me tienes con el Jebus en la boca! D: No se vale. Te amo de cualquier forma y estoy profundmente agradecida con las Diosas Destinos de ponerte en mi camino o de ponerme en tu camino XD Te amoooo! :D Y a ustedes chicas, gracias por comentar ;) Enjoy


8. El León y la verdad


Emily Wildest


Ya habían pasado dos semanas desde mi ultima reunión con los abogados, el señor Deline y… él. Mis días en la universidad estaban pesados. Tenia que preparar los exámenes de mis alumnos. Que consistían en un par de preguntas capciosas. Solo para que los muchachos pensaran un poco.


-Emily… ¿Tienes un segundo?
-Solo uno Dorian, tengo muchos pendientes.
-Bien, solo quería ofrecerte una disculpa. Me comporte como un adolescente. ¿Crees que podamos tomarnos un café más tarde?
-Descuida, Dorian. Y lo siento no puedo, tengo que verme con mi abogada.
-¿Todo en orden? – pregunto, parecía preocupado.
-Claro, un par de papeles. Es todo, gracias.


Asintió y dejo mi oficina.


Al menos había aceptado que se puso como niñito. Ahora éramos adultos, las niñerías dejémoslas para los niños. El adulterio para… ok, basta. Mi mente empezaba a divagar.


Toda la semana estuve distraída. El día en que vi a Logan, esperaba encontrar a mis amigas en la cafetería, pero solo estaba Jennifer. Me dijo que Luna y Rens habían tenido un “momento” no grato. Esas dos resolvían con tanta rapidez sus problemas que la cabeza te daba vueltas si eras espectador.


Mi teléfono sonó y me hizo dar un brinco. Mire la pantalla que encendía y apagaba, era Ann Cohen, mi abogada.


-Hola, Ann.
-¿Qué tal Emily? El señor Lacrosse quiere estar presente en la reunión de hoy – directo al grano. Así era ella.
-No.
-Emily, - sonó como regaño – el señor Lacrosse es importante para el bar, lo sabes. ¿O no?


Espero en silencio.


-Ok, ok… entiendo.
-Parece que no te cae nada bien Lacrosse, ¿ah?
-Pues no, la verdad es que no. Pero dejare mis problemas lejos de los negocios. Si quiero que esto funcione, dejare que este en la reunión. Solo quiero que le quede claro a él, que es mi bar.
-Eso le quedo claro la última reunión, Emily. A la que no pudiste venir – recordó.


La ultima reunión. Eso había sido el viernes pasado. Me hice la ocupada y no fui. No quería verlo. No podía verlo. Recordar era lo menos que quería hacer estando él cerca. No quería que fuera Luna, ella es… demasiado explosiva, incluso más que yo. Si algo le decía Logan sobre mi, seguro que ella atacaría directo a la yugular. Mejor no arriesgarse.


-Bien, te veo en la mesa de siempre, ya sabes que pedir para mi, ¿ok?
-Ok, whisky en las rocas. Lo tengo. Buen día, nos vemos pronto – colgó.


La cita era en un bar llamado Francesco. Muy conocido, ahí se habían cerrado tratos importantes. Así que era una tradición ir ahí, y ponernos al día de las cosas del negocio.


Para mi desgracia, el tiempo paso como de rayo. Pronto eran las 5 de la tarde.


-Adelante – le dije a quien quiera que estuviera tocando mi oficina.
-Hola, me dijeron que viniera a ver a la profesora Wildest – alce la mirada apenas escuche esa voz.


El tipo sin duda era guapísimo. Se caía de bueno, si me preguntan.


-Si, soy ella. ¿Qué deseas?


Yo podría darle todo lo que deseara, todo. Esa barba, su cabello despeinado y sus ojos claros, pero de remate y directo a la razón, esa ligera sonrisa. Me estaba mojando, sin duda.


-Soy el profesor de Historia del Arte, Patrick Snyder – estiro una mano, le tendí la mía sin parecer desesperada por sentir su piel.-Bienvenido a NYU.
-Gracias…
-¿Y por que te mandaron conmigo? – pregunte. –Siéntate.
-Si, gracias. Bueno, en la dirección me dijeron que como ambos impartíamos materias optativas, por lo tanto, compartiríamos oficina. Dijeron que traerían otro escritorio a las cinco – miro su reloj.
-Bien. Te dejo mis llaves, yo tengo un asunto que resolver, ¿Patrick o prefieres profesor, o señor Snyder?
-Patrick esta bien, ¿puedo llamarte Emily? – sonrío.
-Claro… - tome mi bolso. Antes de salir le di el juego de llaves. –No las pierdas, que son las únicas que tenemos. Y es un lío llamarle al cerrajero. Adiós, bienvenido nuevamente.


Asintió y lo mire por última vez antes de salir disparada a la calle.


Me divertiría estando en mi oficina, que después ya no querría salir de ella, estaba segura.


Mi nueva camioneta me llevo sin problemas al bar acordado. Le di las llaves al Valet Parking, entre y en la mesa de siempre, la del fondo cerca del piano de cola, estaban ellos. Ann, mi abogada, y Logan, mi peor pesadilla.


No era una pesadilla, al menos no lo era cuando estábamos juntos. Él siempre fue atento conmigo, tierno, cariñoso, me sentía protegida a su lado, y cuando me pidió matrimonio le dije que si con un grito. Pero después…


Después al ver a mis hermanas con sus enormes panzas y sus problemas maritales, preferí huir, dejarlo plantado en el altar. Tenia miedo, miedo de lo que fuera a pasar con nuestro perfecto amor. Él me odio por supuesto. La boda se cancelo, no teníamos muchos invitados, solo amigos de él y mis hermanas, que ya sabían lo que iba a hacer, pero como buenas cómplices guardaron el secreto. Ahora ellas… bueno, ellas eran jodidamente felices con sus esposos. Alegaron que a toda pareja recién casada les llegan sus problemas, pero que saben resolverlo porque hay amor. Bonito consejo después de dejar a Logan, ¿no?


Poco después de dejarlo plantado, me entere que iba a comprometerse con una chica ligeramente más joven que él. Era linda, parecía una muñequita. No me dolía que se casara con ella, lo que me dio directo al corazón, fueron sus palabras: “Ella si es comprometida”. ¿Insinuaba que yo no era comprometida?


Por supuesto que lo era, solo que también era una estúpida, una miedosa. Me deje llevar por un miedo sin fundamentos. Y bueno, eso me sirvió para ampliar mis horizontes. Conocí todo lo que alguna vez planee conocer con él. Probé otros labios y me estremecí en otros brazos. Pero siempre, y para mi condena, siempre extrañe su musculoso pecho agitado, su voz entrecortada clamando mi nombre, sus manos grandes sobre mi cuerpo y esa barba, que él acostumbraba, raspando mi piel. Si, para mi desgracia… aun lo amaba.


-Hola, Emily – Ann me estrecho la mano y se hizo aun lado. El sofá era suficientemente grande para las dos, pero aun así se movió un poco, quede frente a Logan.
-Emily – saludo Logan.
-Señor Lacrosse – solo eran negocios, él y yo no gramos amigos.
Ann se aclaro la garganta.


-Bien, procedamos… Como le decía señor Lacrosse, el bar esta a cargo del Sr. Deline, pero sabemos que la señorita Wildest es la dueña, claro eso en conjunto son la señorita Phellan – Ann sacaba un par de papeles que Logan tendría que firmar, si quería ser inversionista y participar en el proyecto tenia que acatar todas las reglas.
-¿Señorita Phellan?
-Si, es dueña también del bar – explico Ann.
-Hmm, Emily... ¿podrías contarme como pasaste de inversionista a dueña del bar?
-Señor Lacrosse, usted limítese a los negocios, las historias del bar, se quedan en el bar – tome mi vaso con whisky.
-Señorita Cohen – ahora atacaba a mi abogada para obtener la información - ¿Podría usted ser tan amable y contarme como paso?


Ann me miro y asentí.


-La señoritas Wildest y Phellan, invirtieron dinero en el bar, después… el lugar iba a ser demolido, por tal razón el señor Deline lo vendió. Las nuevas dueñas lo impulsaron con nuevas ideas, el señor Deline quedo como gerente, los empleados siguen igual, solo fue cambio de dueño. Ahora el bar prospera.
-¿Para que necesitan un nuevo inversionista si al bar le va muy bien? – pregunto Logan después de escuchar la historia.
-Bueno, la señorita Wildest, quiere abrir un nuevo bar en Las Vegas, el señor Deline tiene un nuevo equipo allá, así que si todo va como hasta ahora, su inversión, señor Lacrosse florecerá.
-Ok, eso me queda claro. Por eso invertí. Dime, Emily… - me miro. Tuve que tragar todo el whisky de una vez para tener un pretexto de no hablar - ¿para qué un nuevo bar? ¿Huirás a Las Vegas?


Eso ya era un ataque. Bien, no le daría el gusto.


-Señor Lacrosse, puede que me case allá con alguien comprometido y haga una fiesta en mi nuevo bar, ¿no cree? – alce la ceja. Ahora trágate tus palabras, ¡bastardo!


¡Dios, necesitaba a Luna! Necesito sus groserías conmigo.


-Vaya, una boda, eso si es bizarro, al menos para ti, Emily – sonrío y bebió de su vaso.

Ann, nos miraba en silencio, después se puso de pie y se disculpo unos minutos.


-¡Firma o lárgate, Logan! –le grite dando un manotazo en la mesa, me estaba sacando de mis casillas.
-Ahora te dignas a llamarme por mi nombre, ¿ah? – Se inclino sobre la mesa. –Emily… me encanta cuando te enojas.
-Pues me amaras porque estoy dispuesta a romperte la cara ahora mismo, cretino. ¿Dónde esta tu esposa perfecta, ah? ¿La dejaste en California? Cuidando a los niños, ¿ah? – me burlaba.


Pero… ok, él podía tener hijos, pero yo tenia a mis amigas.


-Dame los papeles… - tomo el folder en la mesa. Lo giro con rapidez y firmo sin leer. –Nos vemos… señorita Wildest – termino su bebida de un trago. – Yo invito, linda.


Se dirigió a la barra, señalo la mesa y se fue.


¿Por qué no siguió discutiendo? Mire su firma, sus trazos difíciles y perfectos. Como él.


-¿Se fue? – Ann se sentó en el lugar de Logan. Una vez que regreso del tocador.
-Firmo antes – le tendí los papeles. –Todo esta pagado, nos vemos después. Buen día y gracias, Ann.
-Hasta luego, buen día – guardo los papeles en su portafolio y salio detrás de mi.



_*_
El enojo y la furia y todo lo malo que deambulaba en mi cuerpo y que me tenia como un fantasma lo días siguientes a la reunión con Logan, solo podían calmarse con un par de tragos y muchas risas de por medio.


Luna era la indicada. Ella bebía en cualquier ocasión. Jennifer solo cuando quería pasión; Renata solo cuando era una fiesta; yo al igual que Luna éramos de las que bebían para todo.


Deje que Patrick saliera del cubículo que compartíamos y me perdí en su redondo y firme trasero. Me sentía una de las chiquillas que tomaban su clase solo para verlo y podía entenderlas, claro. Yo también me hubiera matriculado en su clase y perderme con gusto en esos ojos claros y su mirada tierna. Uf, él si que era un buen historiador.


Decidí por fin llamar a mi amiga. Además de que tenia días sin verla, al parecer el trabajo ya nos absorbía a todas, y si quería tener un buen día con la sonrisa de Patrick a mi lado y poder disfrutarla como se debe, tenia que quitar todo el estrés de mis hombros y Luna sabía como hacerlo.


La llame, y como siempre, Luna contesto al quinto tono.


-¿Emily?, ¿Qué pasa?
-Solo para invitarte unos tragos.
-Cerveza – me pareció escucharla ronronear.
-Vale, ¿Dónde siempre?
-¡Uf! Sip, nos vemos afuera.
-Ok, en quince minutos estoy en tu trabajo…
-Ham… vale - ¿Acaso Luna Phellan tardo en decidirse?


Nah, quizá solo su jefa le llamo.


-Nos vemos, Lunática, adiós.
-Adiós – colgamos.


Como habíamos acordado, la esperaba fuera de su edificio. Ella salio corriendo y subió de un brinco a la camioneta.


-Andando, muero por una bien fría – dijo y se coloco el cinturón de seguridad.
-Lunática, ¿qué pasa? – le dije sin encender la camioneta.
-Nada – dijo ella y miro a la calle.
-No me iré sino me dices – amenace tomando con fuerza la palanca de velocidades.
-Te lo diré si me llevas a embriagarme – dijo con voz trémula.
-Ok – eso era una promesa.


Fuimos a nuestro bar. Era soberbio llamarlo así. Nuestro.


Luna bajo de la camioneta o de “La güera”, como la había llamado Renata. Arthur nos saludo en la entrada, pasaban de las siete de la tarde y el lugar no tenia ni un alma, un par de personas, más tarde empezaba el ambiente.


-¿Lo de siempre, Luna? – pregunto un mesero. Luna asintió y pidió un poco de limones y sal.
-Bien, ya estamos aquí, ahora dime que pasa.
-No, tu dime como te va, tienes esa vena saltando en tu frente – observo señalando mi rostro.
-Ok, solo son problemas en la Universidad – evadí sus ojos.
-Ja, si claro… Algo pasa, dime que es. ¿Es Dorian? ¿Se le bajo cuando te lo hacia?


Estallo en risas, las pocas personas del bar voltearon a verla y sonrieron. Luna no se calmo hasta que nos trajeron la primera ronda. La destapo con su llavero y empezó a beber como nunca antes. De un sorbo casi termino la botella. Eso indicaba que se confesaría pronto.


Bebí a la par de ella, se me hacia injusto escuchar sus secretos sin estar igual de borracha que ella. Además, tenia un punto a mi favor, la cerveza no me hacia efecto tan rápido.


-Ya va, dime que pasa – chupo un limón. Sus ojos estaban rojos y sus pupilas dilatadas.
-Pues, hombres – bufe.
-¡Dios! ¡Cómo los odio! – termino su quinta cerveza y abrió otra.
-¿A ti que te pasa?
-Mi trabajo, es muy pesado y no puedo mirar como yo quisiera… - gruño y se empino la botella.
-¿Mirar como quisieras?
-Si, ya sabes. Por ver no se paga, pero yo… yo pagare Emi.
-Hmm - torcí la boca. Eso no me daba pistas ni nada.


Al parecer Luna no soltaba la lengua estando borracha. Maldita sea.


-Y tu… ¿acaso es el tipo que me llamo la otra noche?
-¿Tipo?, ¿Cuál tipo, Luna? – tome su mano para que no evitara mi respuesta llenando su garganta con cerveza.
-Si, uno con voz ronca, como los que te gustan. Me llamo… déjame recordar – cerro los ojos – ah si, el jueves o algo por el estilo, la semana pasada creo.
-¿Y que te dijo?
-Nada, solo me pregunto cómo te conocí, supongo que va a secuestrarte… - estallo en risas. –Perdón, es que me acorde del “falo caído” amigo de Jenny, Dios, no le digas que le dije Jenny – ahora si estaba borracha.


Mire a la cubeta que teníamos al lado, ahí contábamos las cervezas que llevábamos, Luna tenia al menos unas diez y yo, como unas 6, después de todo no le lleve el paso.


-¿Te dijo algo más, Lu?
-Nah, solo eso. Bueno, si, algo más, me dijo que era el nuevo inversionista, que solo recolectaba información. Y después nos quedamos de ver para comer. Claro, como es inversionista de esto – miro alrededor -, supongo que estaba bien comer con él, ¿a que no? – termino su doceava cerveza.
-El tipo esta guaperrimo – ronroneo. –Dijo que era tu amigo… que amiguitos ¿eh? – de nuevo rió.
-No es mi amigo, Lu…
-¿Podrías llamar a Chuck? – dijo aventando una nueva botella vacía a la cubeta. Ahora el número se elevaba a trece.
-Ok, dime su número – saco con dificultad su Black Berry de sus jeans y la deslizo por la mesa.
-Esta en mi agenda – cerró los ojos y siguió la música con la cabeza.
-¿Luna? – la voz de un hombre contesto.
-Hola, soy amiga de Luna, Emily, me dijo Luna que te marcara.
-Oh, hola Emily, ¿Luna esta bien?
-S-s-no, no se – le dije honesta. Luna tenía los ojos cerrados, y aunque no parecía borracha, sus mejillas tenían un color rojo.
-Esta conmigo en el bar.
-Oh ya… si, me dijo que me llamaría – recordó el tipo.
-Supongo que Luna quiere que vengas por ella.
-Claro, ¿están en su bar? – pregunto.
-Si, aquí te espero, en la entrada le dices al hombre que vienes por Luna, ¿vale?
-Seguro, no tardo, gracias, Emily – el tipo se despidió y colgó.


-¿Lu, pequeña? – quite su cabello del su rostro, abrió los ojos.
-Estoy bien, ¿llamaste a Chuck?
-Si, ya viene para acá, ¿es tu novio?


Ella se destornillo de risa. -¡Qué va! Es un amigo de la secundaria – dijo y se puso de pie con dificultad. –Whoa, mejor me siento.



-Lu… ¿el señor Lacrosse dijo algo más?
-Algo más, ¿Cómo de qué? No Emily, si te preocupa saber que me dijo, como un secreto tuyo o de él, no. Pero él quiere saber de ti. También me llevo a un bar a perderme en alcohol, pero no bebo con desconocidos – dijo con otra cerveza en la boca.


-Bien – suspire aliviada.
-Pero yo si le saque un par de cosas – dijo con una risilla contenida en sus labios.
-¿Qué cosas?
-Su esposa murió, por eso volvió – me miro a los ojos y esos ojos grises me recordaron a Logan…

noviembre 12, 2010

Maldita delicia. Capitulo VII

¡¡Uhh!!
¡A escasos dias del estreno de Harry Popotes! :D ¿Como estan bloggeros y todo aquel que pase por el Tea Party?
Yo feliz. Bueno... digamos que contentilla porque saldre con mis amigas, ¡yeeeah! Ojala se me atraviesen un par de cervesitas :)
Les dejo el capitulo de Jennifer Lamb, la pobre parece que no sufre, pero ya verán que todas tienen algo que contar. Y vaya que ese Dios griego dara de qué hablar. Solo diganme que tal va la historia. Sin más, enjoy! ^^

7. Tienes chispa

Jennifer Lamb

-Señorita Lamb, ya me debe tres meses de renta.
-Lo se, lo se, solo necesito unas semanas más, le juro que le pagare – rogaba al cielo encontrar un nuevo empleo.

Los del bar me despidieron. Alegaron que las demás chicas estaban en desacuerdo conmigo. Bah, ellas solo estaban celosas de las buenas propinas que recibía. No era mi culpa que ella nos fueran hermosas como yo.

-Solo una semana más, ¿escucho? Sino me paga, me veré en la penosa necesidad de sacar sus cosas a la calle. Lo siento – dicho esto, mi casero se dio media vuelta y se perdió por el pasillo.

Una semana. No podría juntar mil dólares en una semana. No quería pedirles dinero a mis amigas, ellas no sabían que ya no tenía empleo.

El trabajo en la tienda de sexshop también me fue negado. Todo por un estúpido, que se quiso pasar de listo conmigo, tuve que darle su merecido, el tipo actúo como loco y destrozo la tienda. Él fue remitido a las autoridades por daño a propiedad ajena, mientras que yo fui despedida. Malaya sea mi suerte.

Estaba perdida. Y en banca rota.

Tome mi bolso y salí a la calle, talvez si tenia suerte, necesitarían una diseñadora o ya jodido una mesera en alguna cafetería.

El clima estaba nebuloso, lluvioso y con mucho aire frío. Lo cual era bueno, porque odiaba que el sol me diera en la cara. Me abrace el cuerpo con los brazos. En verdad que hacia frío. ¡Demonios! No tome mi suéter.

Tendría que volver a casa, sino me enfermaría.

Gire, y choque con algo.

-Ay, lo siento, lo…
-Disculpa. Iba distraído.

Si alguna vez imaginaron a un Dios griego, este era el tipo de su imaginación. O al menos del tipo que yo imagine cuando Luna y Renata describían a los griegos de los libros que leían.

Un metro noventa, delgado, ojos marrones, profundos, cautivadores, barba. Un Dios griego.

Estuve babeando por él no se cuanto tiempo, hasta que una mujer grito.
-Hey, Andrew… - La voz de esa tipa me puso de malas.
-Nos vemos – sonrío.

Fue hasta la mujer que estaba con un taxi al lado. Lo mire hasta que subió al taxi y se perdió en el tráfico. El tipo era un sueño. Suspire pesadamente.

Emprendí el camino a ningún lado. Pronto, para mi fortuna, encontré una cafetería donde necesitaban una mesera. Ya después encontraría un trabajo de verdad.

El lugar era lindo, era una galería de arte y también tenia cafetería. Tenían horario flexible y la paga no era tan mala. Podía empezar ya mismo, el dueño estaba hasta la coronilla de adolescentes. Así que necesitaba mi ayuda de inmediato.


-Te pagare semanalmente, si estas de acuerdo, claro – mi nuevo jefe miraba mi curriculum. Afortunadamente tenia uno en mi bolso.
-Claro, me parece perfecto – la maquina de café trabajaba correctamente, no tendría problema alguno.
-Jennifer Lamb – dijo en voz alta. -¿Cómo te gusta que te llamen?
-Jennifer esta bien, solo nunca me diga Jenny, por favor – pedí sonriendo.
-Ok, Jennifer. Tengo que hacer un par de cosas fuera de la galería, más tarde vendrán un par de proveedores, nada importante, solo firma donde te digan o mejor aun, diles que esperen. Sino quieren esperar, volverán más tarde. ¿Esta bien?
-Entendido, Sr. Hopus.

Salio del lugar notoriamente aliviado. Así como yo, que ahora tenía empleo. Menos mal, sino moriría de hambre o frío en las calles.

Tarareaba una canción de Marilyn Mason, me encontraba feliz. Dentro de lo que cabe, claro. No había hablado con Rosty desde el día de la cena de Luna, quizá se canso de mí o quien sabe. No iba a llamarlo de cualquier forma. No rogaria por su atención.

-Un expreso – Esa voz se me hizo conocida, para mi desgracia, claro.


Alce la mirada. Era Vanesa, la perra con la que Carter me engaño.
-Hmm – hizo un sonido con la garganta parecido al graznido de un pato, uno muy horrendo claro. -¿Así que aquí estas, ah? Carter siempre decía que tú eras una gran diseñadora. Bah, para mi eras y serás una pobretona de cuarta. No tomare nada que toquen tus asquerosas manos – dijo alzando la barbilla. Camino lejos de la barra y salio de la galería.

Suspire. Mi día no podía ser peor.
Encontrarme a esa perra aquí, en una galería de arte. Tonta, esa tipa no podía ni leer su horóscopo. Era probablemente de mi estatura, un metro setenta, cabello marrón en ondas, mirada altiva, labios gruesos. Obvio mi belleza la eclipsaba –modestia aparte -, era hija de padres acomodados. Nunca tendría que luchar por sus sueños como cualquiera. Era una lastima, la niña nunca sabrá lo que es la vida. Una de verdad, lejos del glamour y del dinero de sus padres.

El señor George Hopus aun no llegaba de sus encargos fuera de la galería. Llevaba varias horas fuera.

-Si, si, ya te dije que encontrare a alguien capaz. Ahora cállate – entraba a la galería una señora.
-Estúpidos – gruño. –Un capuchino sin espuma – ordeno sin mirarme.

Y aunque ella no lo hiciera, mi corazón latía desbocado porque yo sabía quien era.

-Vico – el señor Hopus entraba a la galería con un montón de cajas sobre los brazos.
-¡Ah! George… - saludo la mujer.
-¿Qué haces aquí? – dejo las cajas en el suelo para estrecharle la mano a la señora.
-¿Qué parece George? Tomo un capuchino…
-Cierto – sonrío mi jefe. –Ah, mira, ella es Jennifer Lamb, mi nueva empleada, ha estado aquí todo el día. Lo cual es muy bueno, Jen, ella es…
-Victoria Sparks – suspire. Estire mi mano para saludar a la señora.
-Niña… veo que conoces de mí.
-Bueno, me encantan sus diseños, su línea es una inspiración para mí.
-Gracias… ¿Qué estudias? – pregunto entrecerrando los ojos.
-Estudie. Estudie un poco de diseño, pero por falta de recursos me vi en la necesidad de dejar la escuela – Si recordaba ese momento de mi vida me hundía en la depresión. Cosa que no quería que pasara con mi heroína enfrente.
-Lo lamento.
-Si, también yo. Ahora trabajo aquí, en un intento camicace de que no me corran de mi departamento – alce los hombros.
-¿Correrte de tu departamento? – pregunto extrañado mi jefe.
-Si, bueno… pero ya. Gracias por darme el trabajo.
-Niña, lo hubieras dicho antes y te adelantaba el sueldo – mi jefe camino a un armario, regreso con una chequera en las manos.
-Dime cuanto es lo que debes.
-No, no, no – agite las manos. –No puedo aceptarlo. No, trabajare duro y conseguiré otro empleo gracias, de verdad.
-¿Dos empleos? ¿Y a que hora respiras, mujer? – dijo contrariado el Sr. Hopus.
-Cuando tengo tiempo para dormir – conteste en broma.
-¡Por Dios! Niña, en esta galería no te explotare. Vico, dale un lugar en tu empresa.
-¡No! – grite. Rodee la barra y me pare frente a mi jefe. –No, es decir… que más quisiera que trabajar para la señora Sparks, pero no así. Ojala pudiera ver mis diseños y darme la oportunidad de una entrevista con usted, pero se que con mi falta de estudios todo se va al caño. Estoy bien en serio señor Hopus.
-La escuchaste, George.
-Si, Vico. No dejare que ella muera de hambre. No señor. Jen, no seas necia. Tienes a Victoria Sparks frente a ti. Puedes pedirle empleo.

Sus palabras eran ciertas. Y también era cierto que yo no tenia ni una pasantía de Diseñadora de modas, no era nada.
-Yo… no puedo. No termine ni un semestre en la escuela. Quisiera poder decir que tengo ideas, pero… sin dinero dudo mucho poder comprar un poco de tela y mostrarle lo que puedo hacer. Vivo al día. Mi gran sueño es poder ser una gran diseñadora. Pero sabemos que en este mundo, el que no tiene dinero no es nadie – exhalé.

El aire en mis pulmones era pesado. Lo único que quería hacer era desaparecer de ahí. Correr y ocultarme de la mirada de Victoria Sparks, que era fría y calculadora, al contrario de la de mi jefe, que era comprensiva y celeste. Casi podía decir que era el padre que siempre quise tener. Pero como no se podía tener todo lo que una desea en la vida, entre de nuevo a mi lugar de trabajo, detrás de la barra.

Rece con todas mis fuerzas que ambas personas dieran media vuelta y me dejaran sumir en esta triste y penosa situación. Exponer mi vida no lo hacia muy seguido. Y menos ante dos extraños que apenas había conocido hace menos de 10 minutos.

-Jennifer… - me llamo Victoria Sparks. Antes de dar media vuelta para verla me limpie las lágrimas de mis mejillas. –Mañana, mi oficina. Si sabes hacer algo más que ser dura contigo misma, tendrás un empleo en mi empresa. Gracias por el capuchino y por la lección de vida, niña. Adiós George.

Se despidió de mi jefe y desfilo con elegancia fuera de la galería.

Yo, aun en shock por supuesto. En la barra estaba su tarjeta. La mire por minutos que se me hicieron eternos. Mi corazón desbocado, mi cabeza daba vueltas, mi estomago vacío, mis manos temblorosas, mis labios secos y entreabiertos. Esto era un sueño. Solo podía ser eso.

-¿Hoy es tu día de suerte o qué? – exclamo mi jefe. –Anda Jen, guarda esa tarjeta en tu bolso antes de que venga otra y se la lleve. Vico no anda dejando tarjetas por todos lados así como así.

No reaccione. Él tomo la tarjeta y la metió en mi bolso. Sonrío como si hubiera hecho una travesura. Camino a las cajas que tenia en el suelo.

-Ayúdame a guardar esto, Jen – pidió.
-S-Sip – dije después de salir de mi ensimismamiento personal. Aun no creía lo que había pasado.


Quizá era una doble de Victoria Sparks la que me había dado su tarjeta. Todo era una mala broma, todo era un sueño, el sueño que tuve desde que veía con mi madre, Laila, las pasarelas. Mi madre…


Hacia años que no la veía. Ella en su intento de crear una fortuna me dejo a mi suerte. Sus cheques mensuales habían dejado de llegar desde que cumplí 20 años. Ahora no sabia exactamente donde se encontraba, su última postal, decía que estaba en Paris. Quizá con un quinto esposo o quizá con el sexto o séptimo. Ya no sabía.

No podía culparla. El ser humano busca su felicidad.

Ella, bueno, la buscaba en las formas más bizarras. Con millonarios con un pie en el hoyo. Siempre quiso que yo tuviera todo lo que ella nunca tuvo, pero lo único que yo quería era un padre con quien hablar de corazones rotos. Un padre que me llamara princesa al dormir. Un padre que amenazara con partirle la cara a cualquier idiota que se pasara de listo conmigo. Ella no lo veía de esa forma. Jamás quiso un hombre así en su vida, no después de que papá murió de un paro cardiaco. Yo aun era muy pequeña cuando eso sucedió. Casi no recuerdo como era mi padre.

Las deudas de mi padre, prácticamente nos dejaron en la calle. Él tenía el vicio de las apuestas, el peor de todos si me preguntan. Perdimos todo.
Mi madre es hermosa, cosa que herede de ella. Así que pronto dejo el luto por la muerte de mi padre y se dedico a lo que ella llamaba “La búsqueda de nuestra felicidad”, pero lo único que ella logro encontrar, fueron más deudas.

Pronto se canso de eso y se dedico a su verdadera profesión. Ser modelo. Como ya era mayor no logro mucho dinero. Un par de esposos con unos cuantos millones que nos sacaron de las deudas. Después ella se fue. Mandaba dinero esporádicamente y pronto se olvido de mí. Empecé a trabajar desde que tenía 16 años. Mis ahorros lograron mi supervivencia.

Y desde entonces me valgo por mi misma. Muchos años despertaba con la esperanza de ver a mi madre dormida en su cama, y con el paso del tiempo, perdí toda esperanza de volver a verla. Comprendí de la manera más dura, que solo era yo contra el mundo.

-Hey, Jen… - la voz de mi jefe me saco de mis pensamientos.
-¿Si?
-Mañana llega puntual con Vico, alrededor de las nueve de la mañana y con un café americano caliente.
-Correcto, gracias – deje mi delantal colgado detrás de la barra. Cerré la caja registradora y le di la llave a mi jefe.
-Que bueno que llegaste a la cafetería, Jen. No se que hubiese pasado si todos esos adolescentes locos me hubieran pedido un café más – sonrío.
-Gracias a usted por darme el empleo. En serio que lo necesito.
-Mañana a las nueve, recuérdalo – me señalo. –Sonríe, es lo que a ella le encanta, ¿ok?
-Si – asentí. -¿No importa si me pierdo el primer turno?
-No, descuida. Por las mañanas no hay muchos jóvenes adictos a la cafeína, eso empieza después de las tres de la tarde.
-Vale, gracias. Hasta mañana.
-Suerte, Jen. No la necesitas claro, pero nunca esta de más desearla – puso su mano en mi hombro, dándome apoyo.
Asentí y salí.

Hoy después de todo no fue un día tan pesado.

El frío nocturno empezaba y yo solo con una bufanda. Me abrace el cuerpo y camine de regreso a casa. Otro punto a favor era que no estaba muy lejos de donde vivía, unas 5 manzanas. Mi renta era cara porque vivía cerca de Manhattan. Era un pequeñísimo departamento, pero al menos no me perdía del bullicio neoyorquino.

-¿Te llevo? – mire hacia el transito.

Era Rosty. Iba en su camioneta negra Toyota, que sobra decir que lucia exquisita. Claro, como su conductor.


-No, ya casi llego a casa – mentí.
-Oh, vamos, Jen. Lamento no haberte llamado, fui a visitar a mi hermano a California.
-No te estoy reclamando nada – defendí. Lo cual era cierto. Seguí caminando y él a mi lado.
-Lo se, pero quería explicarte. Anda sube, hace frío.
-Estoy bien, gracias – apreté con más fuerza mis brazos.
-Bien… - detuvo la camioneta y bajo de ella. –Si se la lleva la policía será tu culpa.

Se quito su chaqueta y me la puso sobre los hombros. El calor de su cuerpo aun impregnado en la prenda me devolvió el calor a los brazos.

-¿Estas mejor? – Susurro abrazándome.

Nos detuvimos en la acera. Acaricio mi cabello que ondulaba rebelde sobre mi cabeza.
-Te extrañe por raro que parezca, Jen.
-Ajá.
-Oh ok, no me crees – entrecerró los ojos.
-Lo siento, pero no – conteste frunciendo los labios.

Una cosa que había aprendido de las relaciones esporádicas era que no extrañabas a la persona, sino el placer que te daba estar entre sus brazos. Solo eso. Y con Rosty… yo… en realidad si extrañaba a la persona, lo extrañaba a él. Pero no podía luchar contra lo que Rosty sentía en verdad. Solo extrañaba mi cuerpo, mi sabor y mi sudor. Solo eso, placer y nada más.

-No peleare contra lo que piensas, no hoy. Anda, ven a conocer mi Gimnasio.
-No puedo, mañana tengo una entrevista en Sparks CO.
-Oh… con la bruja esa – bufo.
-No es una bruja, es una gran diseñadora – defendí.
-Ok, solo decía – alzo las manos.
-Tengo que irme, gracias – le devolví la chaqueta y camine apresurada por la acera.

¿Por qué llamaba bruja a Victoria Sparks? Lo decía como si ya la conociera. Maldito, juzgaba a las personas antes de conocerlas. Como todos. Idiota.

-Anda, Jen. Lo siento… solo que… anda sube – pedía, su camioneta caminaba paralelo a mis pasos.
-Ya te dije que no, Rosty.
-Bien, siento molestarte. Buenas noches y suerte con Vico – Dijo.

¿Vico?

Gire para verlo pero solo alcance a ver las luces traseras de la camioneta. Suspire y camine aun más aprisa. El frío empezaba en su punto más alto. Me congelaría.


_*_

Desperté cerca de las 6 de la mañana, estaba tan nerviosa que soñé que llegaba a la empresa de Victoria en ropa interior, para después darme cuenta que iba desnuda. ¡Dios! Malditos sueños ansiosos.

Me di un rápido baño tibio. Tenia la mala costumbre de llegar tarde a todos lados, pero no esta vez. Me vestí con mis mejores ropas. Quería lucir profesional y original, todo en el mismo conjunto.


Unos jeans serian los apropiados, una playera y un chaleco que me venia como anillo al dedo. Esta vez si peine mi cabello. Estaba lista para una entrevista con Victoria. Maquille mis ojos como de costumbre, haciendo resaltar el azul de mis pupilas.

Tome mi bolso, con algunos de mis diseños. Mi sueño estaba a punto de cumplirse. Estaría completo si mi madre estuviera aquí. Como sea, mi vida daría un giro, lo podía sentir. Podía sentirlo correr por mis venas.

De una extraña forma me sentía contenta, excitada. Por la noche llame a mis amigas. Todas gritaron como locas al escuchar la noticia. Omití la parte del despido de los empleos. Solo les dije que la encontré en una galería. Cuando ya estuviera segura de tener algo con Sparks CO, soltaría la bomba de mi falta de dinero para la renta.

Busque en mi bolso la tarjeta con la dirección de Victoria. Encontré un papel doblado. Un cheque de 2 mil dólares a mi nombre, con la firma de George Hopus.

Mi jefe había intentado darme dinero a escondidas, ¿ah? Lo siento, pero no iba a aceptarlo, después se lo devolvería con sigilo, así como él hizo. Mientras solo podía preocuparme por mi entrevista. Me mire nerviosa en el espejo de la entrada, antes de salir de mi departamento.





Mi casero se acercaba con pasos torpes.
-Señor Laurie, ya le dije que solo me de una semana, hoy conseguiré un nuevo empleo, tendré dos y le pagare, lo juro – le dije antes de que empezara con su letanía de la responsabilidad.
-¿Quién dijo algo de dinero? Solo le vengo a entregar el recibo de pago – me tendió un papel con los 3 meses pagados de renta y 3 más adelantados.
-P-pero…

El señor Laurie ya daba media vuelta y se encaminaba a su departamento.

-Debe haber un error… yo aun no le pago – intente alcanzarlo, pero ya estaba en su puerta.
-Claro que lo hizo. Su padre o algún familiar de usted me pago. Así que, que tenga un buen día señorita Lamb – dicho esto entro.
-Yo… ¡Señor Laurie!
-No grite, esta durmiendo Rapuncel – gruño dentro de su casa.

Rapuncel. Estúpida perra bulldog. Esa perra y yo nos odiábamos a muerte.

No le reclame más al señor Laurie, un viejo regordete con acento ingles. Su cabello canoso y bigote de morsa me causaba risa y otras un poco de miedo, eso era cuando me atrasaba en la renta, pero al parecer mi ángel salvador anónimo me había liberado de vivir en la calle. Ya después le pediría a Luna que investigara al misterioso héroe.


Con una hora de sobra, subí a un taxi. Me di el lujo de pagarlo, ya que el señor Hopus me adelanto mi primer semana de sueldo. Además de que no podía llegar tarde a mi entrevista. Antes claro de llegar al edificio pase por el café que el señor Hopus me recomendó.

La empresa de Victoria Sparks también era la tienda donde vendía sus diseños. Entre a la tienda, que mostraba la ropa mas linda, la de esta temporada Otoño-invierno.

-Hola, la señora Sparks me dio esto – se la mostré a una dependienta.
-Claro, al fondo y subes las escaleras – dijo sonriente.

Hice lo que me indico y al subir. Era un mundo de ropa, telas, maniquís, cintas de medir, modelos caminando por la duela.

Pregunte por la señora Sparks, me indicaron que al fondo estaba su oficina. La puerta estaba abierta así que toque antes de entrar. Victoria levanto la mirada.

-Jennifer, ¿cierto? Pasa – me indico con la mano.
-Hola, le traje un café – lo puse en la mesa y después me senté frente a ella.
-Chica lista, gracias – lo olfateo y le dio un sorbo. –Hmm, americano y sin azúcar. Recuérdalo.

Le dio un sorbo y me miro. Sonreír, a ella le gusta eso. Lo hice.
-¿Traes algo que me puedas mostrar?
-Claro – saque de mi bolso mi cuaderno de diseños. Lo coloque sobre la mesa y ella en silencio empezó a hojearlo. Sus expresiones cambiaban conforme le daba la vuelta a la hoja. Murmuraba cosas ininteligibles para mis oídos. Esperaba que le gustaran.

-Tienes chispa – dijo a la mitad de mi cuaderno. –Me gustan tus ideas – termino de ver el cuaderno. –Solo necesitas un empujoncito. Tienes talento, Jennifer. Puedo ofrecerte trabajo. Me ayudaras con las costuras, empezaras desde cero…
-Gracias, si, me encantaría.
-Será algo así como un trabajo de practicante, ¿bien? Te pagare claro. Bienvenida.

Se puso de pie y me estrecho la mano.

Me dio un tour por las oficinas. Ya tenía mi lugar de trabajo asignado. Mi material sobre la mesa. Empezaría ya mismo.

-Si tienes dudas, no temas preguntar – dicho esto me dejo.

Mi compañera de trabajo me explico que tenía que hacer. Sabia manejar la maquina de coser a la perfección. Trazar y realizar plantillas como una experta. Mi mente trabajaba a mil y para nada me sentía presionada o cansada. Estaba a rebozar de felicidad. Me encontraba en el camino indicado. Lo sabía. Lo sentía.

noviembre 05, 2010

Maldita delicia. Capitulo VI

¡Yeah!

Rico viernes, frijolifico, es decir, frio y nubladin como me gustan los dias. No tengo nada en contra del Güero, o sea el Sol, pero pues una buena sudadera me calienta mejor XD


Ahora si lo mero bueno, el capitulo de este fin de semanita es de Renata Cotty. Inspirado el personaje en mi mejor mejor amiga: Ale mi Cricri, quiza algunas ya lo notaron -me refiero a las lectoras de la Bandita que tienen contacto con Ale-, simplemente queria incluirla en mi historia. Ella es parte de mi vida y es inevitable no quererla en letras a mi lado :D


Te amo mucho mi Ale, y sabes que para mi no son solo simples letras o palabras que se dicen sin pensar.


Ok, si sigo llorare ;( Asi que a leer se ha dicho. Rens se las vera negras... pero antes disfrutara un buen XD Esa Rens toda perver... jeje. Saludos lectores. Nos estamos leyendo.




6. No hay luz sin oscuridad

Renata Cotty

Si alguien me pidiera que describiera un día en la vida de Renata Cotty, respondería “No, gracias”. Un día en mi vida no es lo que llamamos… interesante.

Mi día comienza con los maullidos de mi gato. Mi nuevo gato negro llamado, Cartón. Si, ese es su nombre, lo bautizo Luna. Ella me lo dio de hecho, dijo que como el otro había escapado tenia que tener algo de compañía. Lo encontró un día lluvioso, metido dentro de una caja de cartón. Muy original mi amiga en llamarlo de esa forma.

Cartón maullaba pidiendo su leche tibia de las mañanas. Después de que me levanto de la cama cerca de las cinco de la mañana a alimentarlo, entro a la ducha. Un baño con agua caliente siempre me relajaba bastante. Mi vestimenta habitual: pantalón de vestir, una linda blusita y un saco, más unos zapatos de tacón alto complementando mi atuendo.

Salgo corriendo a la oficina. Luna entra una hora más tarde a su trabajo, así que parte con tiempo de sobra, media hora después.

El camino a mi empleo no es largo. En realidad es muy corto. Con mi iPod todo es muy corto. La música rock, Indie y todo lo demás me hace el camino ameno y divertido.

Al llegar al nuevo despacho donde trabajo. William me recibe con una sonrisa.
Justo como está. Donde sus ojos brillan más de lo normal.
-Hola, Rens. ¿Qué tal el camino?
-Bien. Hola – sonrío sonrojada. Lo se, porque mis mejillas arden.

En realidad todo mi cuerpo arde. Mi parte central reclama su tacto, mi piel, mis labios.
-¿Te gustaría ir a comer conmigo? Más tarde, me refiero…
-Claro, me encantaría.
-Perfecto.

Estaba aliviada porque el pequeño dilema que teníamos Luna y yo había pasado al cubo de la basura. Me alegraba saber que podíamos estar como antes, olvidar los baches y volver a nuestra amistad intacta. Ahora Luna me deseaba suerte con William, y eso me hacia sonreír como boba.

Mi trabajo no es difícil, me encargo del departamento de finanzas. Mi oficina esta al final de un corredor, donde desde un gran ventanal se puede ver el parquecito donde Luna y yo comemos. Ayer comimos juntas.

Mi tarde pasa veloz. Yo refunfuño porque en realidad me gustaría que pase lento. William trabaja en la oficina frente a la mía. Cambio su lugar porque decía que le gustaba mirar a la calle ajetreada de Manhattan. Lo cual era bueno para mí, porque así podía verlo tan solo con levantar la mirada.
Algunas veces era descubierta mirándolo. Sus ojos azules me descubrían y sus cejas subían juguetonamente de arriba abajo. Su actitud me sonrojaba, él era lindo, muy lindo conmigo. Había perdido el interés por Luna. El monstruo en mi interior ronroneaba contento. William me tenia tan embobada, que mi día pasaba como Flash corriendo al lado de Superman. Así de rápido. Como un rayo de luz.

Odiaba eso.

Así como odiaba no ver a Lex. Si… William estaba fuera de mi alcance, además de ser mi jefe. Era algo así como mi fantasía, mi amor platónico. Mire el teléfono móvil como si con la mirada fuera a sonar. No funciono. Salí por un café.

Las calles estaban, como siempre llenas de personas corriendo para todos lados. El otoño estaba en su punto alto así que las chicas Neoyorquinas caminaban elegantes con sus abrigos y bufandas. Mi cabello revoloteaba alrededor de mi cabeza. Mis orejas y nariz estaban frías.





-Un café americano – me acerque a la barra del Starbucks.
-Que sean dos, yo pago – Gire para ver quien era el atrevido.
-Hola, Ren, ¿Cómo va el trabajo?
Mi mandíbula toco el piso.
-¿Q-qué haces, a-aquí?
-¿Qué parece? Pago dos cafés americanos, genio – Lex me miro, volteo los ojos y pago la orden.
-Anda, aquel lugar parece genial – Jalo de mi antes de que pudiera protestar.
-P-p-pero…
-Brrr – se froto las manos una vez que me hizo sentarme a su lado.

Muy juntos por cierto. No me molestaba, pero… Dios. Pensé que solo había sido sexo de una noche.

-¿Tienes frío? – pregunto abrazándome. –Yo si… - beso mi frente.

Sus labios estaban calientes. Y mi cuerpo comenzaba a entrar en calor.

-¿Sabes? Estuve… me cuesta aceptarlo, la verdad jamás pensé que tu y yo… tu sabes – me miro, sus ojos azules traspasaron la barrera que tenia.
Una que hacia tiempo había puesto. ¿Para qué? Para que nadie me rompiera el corazón.

Pensaran que ya esta trillado el tema del corazón, ¿ah? Pues no. No lo esta. En el mundo hay millones de chicas con el corazón roto. Quizá como el mío, quizás no. Lo que les puedo decir es que no quiero tener que reunir una vez más los trozos de este tonto corazón. Una noche soy feliz, para que al amanecer me digan “Voy a casarme”, si. Así fue como me rompieron el corazón. Con una declaración.

Quise estúpidamente pensar que solo había sido una vez y ya, pero no. Fueron tres más después de la primera. Que mala suerte tiene esa chica, dirán. Quizá no fue suerte, quizá sea mi destino ser infeliz. Quizá nací con una marca de infelicidad en mi frente, una visible solo para los patanes que se quieren propasar conmigo, que quieren jugar con esta eterna estúpida. Pero, ¿saben? No más.

Coloque esa barrera y nada la derrumbara, ni la atracción inevitable que siento hacia Lex, no puedo echar todo a la basura y lograr solo un corazón roto por quinta vez, ¿o si?

-Lex – lo detuve en su divagar con nada de sutileza, él me miro sorprendido. –No digas nada. Si quieres una noche más de sexo, solo llámame, ¿vale? Gracias por el café.

Me puse de pie. Salí al viento de otoño. Mi cabello de nuevo se alborotaba.

Logre tragar el nudo en mi garganta, ya fuera llanto, ya fuera ira. Lo que fuese, tenía que ser desechado de inmediato. Sin miradas nostálgicas al pasado. Les prometí a mis amigas ser feliz de nuevo, y lo lograría.


-¿Rens?
Entre a mi oficina, no logre cerrar la puerta como me proponía, ya que William entro sin permiso.
-¿Necesitas algo?
-Lo mismo pregunto, Ren, ¿Qué tienes? – tomo mis hombros obligándome a mirarlo.
-Nada, solo… nada, estoy bien – mentí.
-No, no estas bien. Dime que tienes… me duele verte así.
-Nada, estoy bien. Ya te lo dije – intente sonreír.
-Hmmm, no se tu, pero a mi no me engañas con ese intento de sonrisa, Ren.
-Hoy no tengo ganas de sonreír. Eso todo – rehúse a mirarlo más tiempo.


Pero él siendo un tipo que consigue lo que quiere, tomo mi mentón. Su calido roce me derrumbo. Mi labio empezó a temblar y como resultado las lagrimas empezaron a salir sin tregua.

Una estúpida Magdalena, eso era.

-Ya… ya… - me atrajo a sus brazos. Sus manos acariciaban mi espalda.
-No se que pasa conmigo. No se…
-Yo si… tienes miedo. Todos lo tenemos. Créeme.
-Pero tu no temes a lo mismo que yo.
-Si supieras… - soltó el aire en sus pulmones.
-Dímelo – exigí.

Me separe de él y lo mire con una mezcla entre ira y curiosidad.

-Esta bien. Solo no llores, ¿vale? – limpio mi rostro con sus pulgares.
Asentí.
Suspiro antes de sonreír.
-Le temes a lo que alguna vez perdiste, Ren. Lo que alguna vez creíste que fue tuyo. Y que ahora que lo sientes tan cerca… Tienes miedo de aferrarte a él. Y créeme, no hablo de una persona – su voz tan calmada, me provoco más llanto.
No sabia con exactitud si eran sus palabras, porque eran ciertas, o simplemente quería llorar por tantas cosas que me pasaban. O que alguna vez me pasaron y que no quería volver a vivir.

-¿Estoy en lo correcto?
-Si – sorbí mi nariz. –Si, todo lo que dices es verdad. Pero dime… ¿acaso no estoy en todo mi derecho de poner muros? No quiero que me lastimen de nuevo, Will. No quiero volver a sentir que me pierdo de mi misma, no quiero.
-Supongo que es tu derecho. Pero, también es deber tuyo vivir una vida feliz. Sino para que mierda pisamos este jodido mundo, ¿ah? No se tu, pero… la vida es correr riesgos, caerse y volverse a levantar, no importa cuantas veces caigas ni cuantas falles ni cuentas veces nos rompan el corazón. La vida es eso y más. No hay luz sin oscuridad.
-P-p-pero…
-Solo piénsalo, ¿si? – Sus manos tomaron mi rostro. –Solo siente el momento, déjate llevar. Es difícil… lo se, el camino nos pone pruebas, difíciles muchas veces. Pero solo el valiente y el que tiene coraje logra pasar la prueba de la vida. No te derrumbes por algo que aun no conoces. Porque tu diste todo, sin recibir nada a cambio. Eso, mi vida, no es amor.

¿Qué demonios le había pasado a él para describir mi dolor de esa forma? Lo describía como si fuera suyo. Como si el supiera que sentía exactamente.

-Tu… a ti…
-¿Qué si me han roto el corazón? – alzo una ceja.
-Ajá.
-Dos veces. De hecho… tú lo haces justo ahora.
-¿Qué? – solté extrañada.
Sonrío. –Rens… ¿Eres tan ciega para no ver que me esfuerzo para que me mires?
-Yo… tú… te gustaba Luna – recordé.
-Culpable. No quiero que me mires como el tipo que te toma como premio de consolación. Pero… tú me gustas en verdad. ¿No te pasa que te gustan dos personas a la vez, pero siempre hay una que tu corazón pide a gritos abrazar?

Si. Si me pasa. Justo ahora, contigo, con Lex, con el desaparecido de Jared. Pero… mi cabeza estaba vuelta un lío ahora con esta declaración de William. Mi estomago revuelto, mis manos frías aferradas a la solapa de su saco negro.

-Supongo que el ser humano por naturaleza es egoísta – No supe de donde saque esa frase, pero lo hice.
-Supongo – alzo las cejas. –No vuelvas a llorar, ¿vale?
-Ok – asentí.
-Piénsalo, ¿si? – beso mi frente y salio de mi oficina.


¿Pensar? ¿Pensar? ¿Pensar qué? Pensar que me tiene echa un lío, ¿eso tengo que pensar? ¿Pensar que justo ahora lo deseo entre mis piernas? Mismas que están temblando, sintiendo la lejanía de su calido cuerpo. De su musculoso cuerpo. Porque créanme, este hombre podrá ser delgado y alto, pero apuesto a que esta jodidamente marcado y comible, lamible, devorable. Y todo lo que termine en “able”.

Como pude, regrese a mi escritorio. Amaba mi silla de respaldo alto y con rueditas. Eche la cabeza atrás relajándome un poco. Sabia que no funcionaria. Pero el intento se hizo.

Revise un par de cuentas, de entrada y salida de productos. ¡Oh! No les he contado de que va la Asociación, ¿cierto?
Ahora lo entendí mejor, después del shock que su mirada eléctrica me hizo pasar. La empresa se dedicaba a proveer de comida a los más necesitados, para eso teníamos que hacer mucho trabajo. Pedir ayuda en las más importantes empresas de Nueva York, lugares que necesitaran una cara amable con el mundo. Muchas eran una mierda, si. Pero otras en realidad querían ayudar a toda esa gente necesitada. También organizábamos bailes, subastas, conciertos y todo ese tipo de eventos para la caridad.

Me sentía liberada y útil para el mundo.


-Ren… ¿Vamos a comer? – William estaba recargado en el marco de mi puerta.
-Ham… - mordí mis labios.
-Anda, prometo no morder… - sonrío. Parecía dispuesto a hacerlo y vaya que quería que me mordiera.
-Vale.

Tome mi bolso. Él me tendió su mano para salir juntos.

La mirada de su secretaria me fulmino. Lo siento chica, pero este hombre es mío. Le regrese la mirada con cinismo. Creí escuchar un gruñido.

-¿Qué te gustaría comer? Yo invito – presiono el botón para bajar por el ascensor.
-Pues hace un poco de frío, se me antoja algo caliente.
-Perfecto.

Las puertas se abrieron y entramos. De inmediato él presiono el botón para cerrar las puertas. Eso me acelero el corazón. Podía sentirlo palpitar en mi garganta, bombeando con fuerza en mis oídos.

-Tienes algo… - soltó mi mano y quito una pluma de mi cuello.
De inmediato me estremecí. Mi punto débil, el cuello. Lo mire totalmente avergonzada. Él me devolvió la sonrisa con picardía. Como un niño cuando sabe que descubrió algo nuevo.

Soplo la pluma que descansaba entre sus largos dedos.

-Espero que no me odies después de esto…

¿Después de qué?

Su rostro se acerco a mí. Me arrincono en una esquina. Sentí como se detuvo el ascensor. Su rostro estaba aun más cerca, sus manos en mis hombros, mismas que subieron después a mis mejillas.

Ladeo su rostro y…

El beso fue mejor que mis sueños. Sus labios me descubrían despacio, tan despacio que pronto me desquiciarían. Mis manos viajaron sin necesidad de mandarlas a su cadera, aferrandose a los duros músculos de su cuerpo. Lo escuche jadear cuando me acerque aun más a él.

Necesitaba estar más cerca, saber que era verdad lo que sentía, saber que era verdad que él me besaba de esa forma que me provocaba mareo, me robaba el aliento tan lentamente, que pronto tuve que jadear.
Su lengua trazo un camino a mis oídos y después a mi cuello. Ahí fue donde perdí el control. Mis manos subieron, surcaron el camino musculoso por su pecho, llegaron a su cuello. Prácticamente me colgué de él para acercarlo más a mí. Sonrío cuando gemí su nombre.

¿Cómo podía un simple beso hacerme sentir tantas cosas?

Sentía que volaba, me sentía bien, feliz, extasiada, completa. Era como una nueva brisa, una llena de frescura, de paz, de… ¡Dios!

Las manos de William exploraron mi espalda y bajaron… ¡Oh si!

-Mmmh – le escuche cuando apretó mi trasero. –Puedo decir que ahora me encantas más – sus fuertes manos me cargaron.

Su cuerpo me aventó a la pared de espejo del ascensor. Podía sentir como ardía, como se… ¡demonios! Como se ponía duro entre mis piernas. Que podía decir de mí, que ya estaba totalmente húmeda por sus labios.


-Señor, señor… ¿hay alguien ahí?

Una voz se escuchaba por el intercomunicador de emergencias.

-Señor Northman, ¿esta usted bien?

William bufo.
-Si, estoy bien. Solo que, mi acompañante es claustrofóbica y estábamos superando el miedo – sonrío. –En un minuto bajo, gracias.

Volvió a mis labios, irrumpiendo en ellos esta vez con furia, con pasión. Mordió mi labio inferior.

Después de que me robo el aliento y me mojo todavía más, si es que era eso posible, me dejo en el suelo, besando mi nariz con ternura. ¿Qué tenia este hombre que me tenía así?

-Malditos micrófonos de emergencia – dijo y con disimulo acomodo su pantalón.
Me limite a acomodar mi falda y a sonreír para mis adentros.

Pronto llegamos a la planta baja. William pidió su auto.
-No sabia que tuvieras auto – comente.
-Yo tampoco… - bromeo. –Fue un regalo de un amigo de mi padre. Aun me pregunto si eso es un auto – dijo sombrío.

Solo esperaba que no fuera un cacharro apunto de desarmarse. Como el que alguna vez tuvo Emily. Esa cosa servia si, pero no era lo que podíamos llamar una maquina de velocidad. Recuerdo que un día subíamos por una colina en San Francisco, creímos morir, el auto estaba por detenerse y su freno de mano no era… digamos… no servia a la perfección.

-Su auto, señor.
-Gracias – tomo las llaves.


Dios, eso no era un auto. Era… hermoso. Rojo, incluso lo veía sexy. Si algo podía hipnotizarme eran los autos. Incluso Luna sabia que esa también era mi debilidad, como la de ella. Los autos nos podían y más si eran conducidos por hombres como William.

-Vamos. –Abrió la puerta. ¡Oh por todos los santos!



La puerta era de alas de gaviota. De esas que se abren hacia arriba. Como uno de los autos favoritos de Luna, un DeLorean de Back to the Future. Me ayudo a subir y cerró la puerta. Subió del lado del conductor. El ronroneo del motor me hizo estremecer.

-¿Sigue siendo un auto? – pregunto sonriente.
-Una cabina, un propulsor, dos alas. No lo se, ahora no lo se.
-Me excita verte así – dijo sin pensar y acelero.

Las calles de Nueva York para nuestra suerte estaban desiertas. Cosa que estaba más que bien, William me describía las características de esta joya de la corona mientras surcábamos las calles.

-De cero a cien en tres punto ocho segundos – Acelero. –Tengo que llevarte a una pista de carreras, tengo un amigo que puede ayudarnos y manejaras este bebé en su máxima velocidad: 317 kilómetros por hora.
-Dios. ¡Trescientos diez y siete! – me lleve una mano al pecho.
-Así es nena. Dios, me sorprende que te gusten los autos.
-Oh, bueno, no se mucho de ellos, pero este hermoso me conquisto.
-Tengo más caballos de fuerza que él – golpeo el volante.

Mordí mi labio.

-No hagas eso por favor.
-¿Hacer qué? – mire alrededor.
-Eso, morderte los labios. –Se detuvo en un semáforo.

Se lanzo a besarme. Los tres minutos que duro el semáforo en rojo, sus labios no se despegaron de mí.

-Si lo haces de nuevo, tendré que besarte… - amenazo.
-Vale, lo tendré en mente.


La comida fue muy buena. Bastante. Mucho. ¿Pero que digo? Olvidamos la comida, nos lanzamos a un lugar alejado de la gente y ahí, empezamos a besarnos como unos locos. Si el mundo se acabase hoy mismo podría decir que morí feliz.

William me hizo sentir en las nubes. Sus dedos hábiles. Que digo. Jugaron con mi cordura como nunca antes. Ahora amaba el auto más que antes. Nunca una cabina fue tan excitante. La adrenalina corría por mis venas. Las manos de William recorrían mi cuerpo magistralmente.

Para estar más cómodos él se paso a mi asiento, asi el volante no me pegaba en la espalda. Me subí en él y como si ya supiera lo que quería empezó a tocarme como un sabio.

El tipo era un genio, uno en miles de formas. Sabia cuando y como detenerse. Me provoco un orgasmo, que joder. Le mordí el cuello para no gritar desquiciada.

-Eso me dejara una marca – Dijo juguetón.
-Lo siento… no pude resistirme – mire su cuello. La marca estaba entre su hombro y el comienzo de su cuello. Una camisa lo podría cubrir.
-Esta bien, me lo merezco. Este no es el mejor lugar para… esto. Pero no pude resistirme a tenerte entre mis brazos.
-Si, te lo mereces – lo lamí.

Ahora íbamos de regreso a la oficina. No quería que el viaje en esta joya terminara, pero así tenia que ser.

Caballeroso me ayudo a bajar.

No… Esto no era real.

Jared estaba en el lobby del edificio. Lo reconocí por su cu… por su chaqueta de piel. William me dio la mano para entrar juntos. Mi instinto la rechazo. Me hice la tonta buscando nada en mi bolso.


Esperaba pasar desapercibida al pasar por el lobby.

-¡Renata! – gritaron.
Gire la cabeza hacia el grito.
-Jared… ho-hola – sonreí.
-¿Cómo estas? Hace siglos que no se nada de ti… Perdí tu número, y Jackson bueno, es un idiota. El muy bastardo no me dio el número de su hermana, ¿puedes creer que pensó que quería cortejarla? Ella no es mi tipo – No había necesidad, pero me sentí bien cuando dijo no estar interesado en Luna, y más cuando explico su tiempo de ausencia en mi vida.

-¿Trabajas aquí? -Miro a William a mi lado. -Disculpa, soy Jared, amigo de Renata – se estrecharon la mano.

¿Era yo o hacia calor? El aire se volvió pesado.

-William Northman – se presento.
-Si, si trabajo aquí. William, ¿me das un minuto? –Interrumpí esas miradas de fuego que amenazaban con prender el edificio.
-Claro, nos vemos arriba – sonrío. –Un placer…
-Si, hasta luego.

Esos dos andaban tensos.

-¿Él es tu…?
-Es mi jefe, fuimos a comer.
-Ah – suspiro. –Vale, pues me dio mucho gusto volver a verte. Sigues igual de her… no, estas más hermosa que la última vez que te vi.
-Gracias – me sonroje.
-Lo que digo no es más que la verdad, Ren. Espero que nos veamos pronto. Cuídate.
-Si, yo también espero lo mismo.

Asintió lentamente. Se despidió de mí con un beso en la mejilla. Su barba me picaba, pero eso era lo de menos. Él estaba aquí… ¡Aquí! De nuevo en Manhattan.

Las chicas del Té de Lemmon

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