octubre 30, 2011

Proyecto Frankenstein: Jodido estrés

El reciente ultimo capitulo de El placer es mio (Capitulo 9), lo subi tan de volada que no termine de verificarlo, asi que donde diga "Luna fruncio el ceño" era: "Kenzi fruncio el ceño", disculpen las molestias que eso pudo ocasionarles :)


Ahora si, nuevo episodio de Proyecto Frankenstein ♥¡Pff!



Jodido estrés


"-Me duele todo - gimes dejando caer la cabeza en tu escritorio. -Todo - reafirmas abrumada.
Demasiados deberes, demasiados pendientes, muy poco tiempo...
Tu lo no percibes, pero él se está acercando a ti, lento, como un depredador.
Das un brinco alterada cuando sientes sus manos en tus hombros. Inmediatamente ronroneas. Nunca habías creído posible que alguien te hiciera ronronear. Venga, eso solo pasa en los libros. Pero no. Justo sientes sus enormes manos bajar por tus omoplatos. Hundiendo los pulgares en zonas especificas que te destensan los músculos. Sientes como tus pesares desaparecen.
-Mmmm… - sonríes con los ojos cerrados. Disfrutando de cada toque sobre tu piel, notas la humedad de tu cuerpo, incrementar peligrosamente entre tus piernas.
-¿Cómo te sientes? – murmura en tu oído. Un estremecimiento enchina tu piel.
-Mejor… - intentas que tu respuesta no suene como un gemido. Mal intento. Muy malo.
Él sonríe ladino.
-¿Estas lista para mí? – inquiere bajando una mano hasta llegar a tus piernas. –Mmm… - la humedad de tu centro confirma su pregunta…”

octubre 28, 2011

El placer es mio... - Capitulo 9

Sube de super volada! Maldita delicia esta cerca de su final! Pero antes, les dejo un nuevo capitulo de El placer es mio. Disfrutenlo! ♥ Cambio y fuera. Lindo fin de semana!






Capitulo IX



La noticia de que Vincent – su hombre perfecto – no era novio de Jennifer, tenía a Lizzeth con una sonrisa permanente. Eso comenzaba a ser desquiciante para Marion y Kenzi, en muchos aspectos. Ya que no dejaba de suspirar. Y venga que solo llevaba 28 horas después de enterarse de la noticia.
-Es perfecto – repetía y repetía sin parar.
Kenzi volteaba los ojos. Celosa, pero ocultándolo profesionalmente.
Marion abrazaba a su amiga. Ella también estaba feliz. Muy feliz. Ahora que Adam le había dicho que era el amor de su vida y que nada cambiaría eso. Ni siquiera un fantasma.
-Como sea, espero que hoy Dorothea me mande por más café a la Galería y pueda verlo – comento esperanzada. Los ojos azules le brillaban. Se le veía muy feliz y eso que no había platicado mucho con su hombre perfecto.
-¿Cómo te fue en el masaje de ayer, Kenz? – Marion volvió sus ojos enormes y marrones a Kenzi. La morena comía un enorme trozo de pastel de chocolate con fresas, levanto los hombros.
-Estuvo bien…
-¿Bien? ¿Solo bien? – pregunto rápidamente, Marion.
-Pues si… ¿Qué quieres que diga? Fue genial. Solo eso… Ya me entere que apartaste todo el fin de semana. Las otras clientas me odian – bufo Kenzi.
-Yo también te odiaría – comento Lizzeth tomando un poco del pastel de Kenzi. –Digo… me quitarías la relajación.
-Venga, tú haces yoga o intentas hacerlo en el suelo de tu sala – acuso Kenzi divertida.
-Bueno, si. Y eso me relaja… - sonrió.
-No más que tu pedazo de plástico – cortó Kenzi.
Las tres chicas se soltaron a reír.
-Por cierto, necesito uno… - gimió Kenzi.
-No, tú necesitas un pene glorioso – sentencio Marion. –Ya te dije… Conozco a un tipo…
-Que es un completo idiota – completo Kenzi.
-No, no es un idiota – defendió Marion.
-Ya… Chicas – se puso de pie. –Tengo mucho trabajo. Los niños no me dan tregua y justo antes de la comida me preguntaron cómo se hacen los bebés. No es mi trabajo educarlos sexualmente.
-No sabes cómo se hacen los bebés. Confiesa – Lizzy la miro, señalándola con el tenedor.
-Agh, ojala no supiera cómo se hacen… - suspiro la morena. Saco un par de billetes del bolsillo de sus jeans y los dejo en la mesa. –Nos vemos más tarde…
-No olvides tu cita en el Spa. Me ha costado mucho, mucho dinero – recordó Marion señalándola con su dedo.
-No, no lo olvido…
-Perfecto. Después me agradeces.
Kenzi frunció el ceño. Se despidió de sus amigas agitando la mano y salió de la cafetería.
-¡Mmm, que rico esta el pastel! – Lizzy jalo el plato de Kenzi cerca de ella y lo devoro con impaciencia. –Sin duda esta estresada. Nunca deja su pastel casi completo, y mucho menos su frappe.
Marion asintió despacio.
-Ahora cuéntame de tu hombre perfecto – demandó tomando el lugar de Kenzi, frente a Lizzy. –Con lujo de detalle…
La sonrisa que se formo en el rostro de Lizzy lo dijo todo.

Pasaron toda la tarde platicando. Lizzy suspiraba al recordar esos ojos celestes claros y su sonrisa.
-Todo él es perfecto. Su voz, su altura… - jadeo. –Oh si…
-Oh, amiga, me alegro… - Marion la tomo de la mano.
-Casi me muero cuando pensé que era novio de Jennifer…
-Pero no lo es. Solo son amigos…
-Si, si. Solo amigos. Y que bueno… No quería ser mala persona con Jennifer. Ella es linda, es amiga de Luna, la prima de Kenzi. Y a que no adivinas con quien trabaja.
-Mmm, nop – negó.
-¡¡Con Victoria Sparks!!
-¿En serio?
-Lo juro ella me lo dijo. Los sueños se pueden hacer realidad…
-¿Y quién te dijo que no? – arqueo una ceja. –Yo termine mi carrera, Kenzi adora a esos demonios aunque no lo diga nunca en voz alta, y tú… Ya pronto serás la mejor actriz del mundo…
-¿Lo crees amiga?
-¡Claro que si!
-Bueno, si – asintió – de momento encontré a mi hombre perfecto.
-Tienes que presentármelo…
-Si, un día iremos a tomar café a la Galería, las tres. Solo un fin de semana que mi jefa no necesite nada para la revista.
-Si, si. Yo espero… - sonrió comprensiva.

***

Después de la comida con sus amigas Lizzeth volvió a su empleo. La sonrisa no podía ser borrada de su rostro. Incluso, cuando Dorothea llegaba a gritarle ella permanecía con esa sonrisa. De cierta forma era desquiciante verla así.
-¿Necesita algo, Sra. Van Gulick? – pregunto desde el marco de la puerta de la oficina de su jefa. Pasaban de las 5 de la tarde y aun quedaban 2 horas para que saliera de la Editorial.
Dorothea la miro con una ceja levantada.
-Ya que lo mencionas. Necesito que me traigas 3 diferentes vestidos de noche… Para hoy niña, para hoy – agito la mano como si espantara moscas.

Lizzeth tomo un taxi para dirigirse a las tiendas de ropa, donde su jefa acostumbraba pedir muestras de ropa para las secciones de la revista.
¿Vestidos? ¿Vestidos de noche?
Bueno, eso si que era raro.

-Lizzeth… - la voz de su jefa le corto el saludo justo cuando contesto su teléfono móvil. –Toma un vestido para ti.
-¿C-como?
-¿Qué tengo que explicarte cada cosa, niña? Por todos los cielos. Vendrás conmigo a una cena esta noche.
-Si… - se aclaro la garganta. –Si, Sra. Van Gulick.
-Solo Dorothea – corrigió. –Confió en tu buen gusto para los vestidos – colgó.

Aun en estado de shock, Lizzeth entro a Chanel y rebusco en la sección de vestidos muy emocionada.
-Necesito un vestido de noche, pero que sea hermoso – le decía a la dependienta.
La mujer le mostro varios vestidos preciosos.
-Este es de la última colección… - decía tomando el vestido con sumo cuidado y admiración.
Como si fuera una exquisita pieza de arte.
Lizzeth contuvo un suspiro cuando toco la tela del vestido.
-Me lo llevo – dijo de inmediato.
-¿Quiere probárselo?
-Oh, sí, si – asintió con rapidez y fue escoltada hasta los probadores.
El vestido le venía como guante. Resaltaba sus curvas y aun mejor, el tono de su piel. Parecía un verdadero ángel. Ella misma se sonrojo cuando vio su reflejo en el espejo de cuerpo completo dentro del probador. Sus amigas seguro jadearían ante el reflejo. Ella solía ser algo vanidosa, pero solo era su parte femenina más latente. Nunca era presumida, siempre era atenta con sus amigas, cariñosa, tierna.

Salió de la tienda para dirigirse a otra. Ahora buscaba los otros dos vestidos. Los encontró, pero no eran tan espectaculares como el primero. Ese sin duda la había enamorado.
Hora y media más tarde, cuando el atardecer casi terminaba, regreso a la Editorial.
Entro directo a la oficina de su jefa, Dorothea revisaba los últimos ajustes de las secciones con Monique.
Era increíble lo mucho que se parecía a Jennifer.
-¿Señora Van Gulick? – toco con los nudillos la puerta de cristal para anunciarse.
Dorothea gruño. Detestaba que le dijeran señora. Lo hacían sonar como si fuera una tirana. Y eso la hacía recordar a su hijo Tristan y su frase: “Es que si eres una tirana, mamá. Todos te tienen miedo… Yo me incluyo”, terminaba con una sonrisa que le hacía recordar los viejos tiempos.
-Pasa Lizzeth – cabeceo señalando una silla para que se sentara.
La rubia dejo los vestidos en uno de los percheros donde remolcaban la ropa por todo el piso de la Editorial. Espero hasta que Monique desapareció de la oficina de su jefa y entonces se puso de pie para mostrarle los vestidos, dejando para el final el vestido del que se había enamorado.
-Luna tenía razón… - comento admirando el vestido.
Lizzeth la miro confundida. ¿Luna tenía razón sobre qué?
No se iba a poner a hacer preguntas que quizá molestaran a su jefa. De cualquier forma, aun no tenía la confianza de hablar si ella no se lo pedía. La simple presencia de Dorothea aun le enchinaba la piel. Dejando a un lado su repentino valor, las miradas de Dorothea aun la intimidaban.
-Es precioso… - suspiro sin poderse contener.





Dorothea la miro con una… ¿sonrisa? Sí, eso parecía. Las comisuras de su boca se levantaban. Era una sonrisa. Claro que no era una sonrisa radiante como la que le mostraba a su hijo Tristan. Pero podía entrar en el rango de las sonrisas, sin duda.
-Lo es – afirmo regresando a su silla de respaldo alto. –Siéntate, Lizzeth, no es como si fueras a crecer o algo por el estilo.
La rubia obedeció sin chistar. Sus rodillas amenazaban con tirarla al piso y gritar de felicidad. Nunca había estado en la oficina de su jefa por más de 2 minutos. Y eso era cuando Dorothea le hacía largos pedidos de ropa y comida. El lugar era pulcro y elegante. Todo en orden. En perfecto orden. Como Dorothea.
-La cena es a las 9 de la noche, en el Hotel Empire.
La rubia asintió anotándolo con rapidez en su agenda.
-¿Necesita que lleve algo?
-Si… Un acompañante, y de preferencia que sea varón – agrego mirándola a través de sus gafas.




La rubia casi jadea por la sorpresa. ¿De qué iba todo esto?
Aclarando su garganta y miro a su jefa.
-¿Un acompañante para usted?
Dorothea alzo una ceja mirándola ofendida.
-Niña… ¿para qué quiero yo un acompañante?
-Bueno, para, yo… - balbuceo sintiéndose estúpida. –Pensé…
-No pienses tonterías, Lizzeth. El acompañante es para ti, por supuesto. Seria… - rasco su barbilla –inapropiado que llegues sin un acompañante. Aparte de que claro, - sonrió esta vez con toda regla – de que sería vergonzoso. Todos irán con una pareja, no quiero que te sientas menos.
¿Se preocupaba por ella?
Ese cambio en el tema la agito.
-Yo…
-Está bien, niña. Si no tienes con quien ir solo dilo.
-No, si… Es decir… Lo tendré – sonrió. Quizá Jack el primo de Kenzi…
-Perfecto – se puso de pie, finalizando la pequeña reunión. –A las 9 en el Empire.
Lizzeth asintió erráticamente.
-¡Tu vestido! – grito Dorothea. –También llévate los otros.
-¿S-segura?
-¿Estoy tartamudeando?
Sin chistar tomo los otros vestidos y sonrió. Tomo su bolso y dejo el piso de la Editorial.

Todo era demasiado raro. No tenía ni pies ni cabeza. ¿Luna tenía razón? ¿Razón sobre qué?
Camino a casa, paso por la Galería. Esperanzada de ver a su ‘Hombre perfecto’ miro hacia el interior. Donde encontró a Jennifer besándose con un tipo rubio de cabello corto. Sus mejillas se ruborizaron ante el erotismo del acto, desvió la mirada.
-Oh, lo siento no te vi – Vincent la tomo de la cadera para que no cayera.
Ella se perdió en su mirada inmediatamente.
-¿Cómo estas Lizzy-Lizzeth? – pregunto divertido, sin soltarla.
-Bien – contesto. Tenía los labios secos.
-¿Directo a casa?
-¿C-como?
-¿Tartamudeas cuando estas nerviosa?
Bajo la mirada.
-Si… Es… si.
La tomo de la barbilla.
-¿Te pongo nerviosa?
-Tengo que irme – dio un paso atrás. –Es tarde y tengo una cena y aun no me arreglo y aparte tengo que buscar una cita y no se… - cuando estaba nerviosa no solo tartamudeaba, sino que hablaba de más. Solo cuando sus nervios se volvían actos histéricos.
-Oh… ¿Quién es el afortunado? – solo había escuchado cena. Miraba atento sus labios.
-¿Afortunado? Nadie, nadie – echo hacia atrás su cabello.
Vincent sonrió.
-Mejor me voy…
-¿Quieres que te acompañe a la estación del tren?
-Seguro – sonrió.
-Te ayudo con… esto – tomo los vestidos. -¿Qué es por cierto?
-Son unos vestidos… Mi jefa me los regalo.
-¿La bruja Chupa sangre?
-¿Cómo dices?
-No me digas que la adoras – abrió grandes los ojos.
-No, es decir. No es tan mala.
-Dioses – suspiro. –Ahora te escuchas como Luna…
-¿Luna? ¿Luna Phellan?
-Si – se detuvo en la esquina para poder cruzar a la otra acera. –Trabajas con ella, ¿no?
-Sip… Pero, ¿tu como la conoces?
-Oh, es amiga de mi hermana.
-Vaya. Qué pequeño es el mundo…
-Me alegro de que así sea – la tomo de la mano para cruzar la calle. Un escalofrió la recorrió. Pero no dijo ni una palabra.
La mano de Vincent era cálida, los dedos largos tomaban con delicadeza su mano.
-¿Por qué siempre te veo en la Galería? Es decir… cuando vengo a comprar café con Jennifer… No es como si te estuviera acosando ni nada. Solo es una pregunta. Es que siempre estás ahí… Siempre – decía con rapidez.
-Vivo en el loft de arriba… - contesto Vincent. –Trabajo en la Galería además. No te preocupes, no sirvo los cafés, soy muy torpe para eso de las charolas de comida. Me encargo de la parte de la Galería de arte, además doy clases de pintura…
-¿De verdad? –Vincent asintió. –Soy zurda… amo leer, escuchar música y ver películas románticas – el tono de voz de Lizzeth era ahora más relajado. Era fácil hablar con Vincent. Y a decir verdad no sabía por qué había dicho todo eso.
-Viví un tiempo en Europa. Mi hermana aun piensa que me desterraron de ese continente por mi repentino regreso.
-Seguro está feliz de que hayas vuelto…
-Ella lo niega, pero sé que me ama. Por cierto. ¿Qué te gusta leer?
-De todo un poco. Últimamente estoy en los temas de psicología y todo eso… Mis sesiones con Lora van mejorando. Mis amigas dicen que estoy loca por ir con ella, pero a mí me relaja bastante – alzo los hombros.
-Tal vez necesite un par de sesiones con el psicólogo también – comento divertido. –Porque me estoy volviendo algo loco…
-Si. Digo, es bueno ir. ¿Loco, porqué loco?
-Ya lo veras – sonrió cómplice.
Entraron a la estación del tren.
-Gracias por acompañarme – Vincent le regreso los vestidos.
-De nada… Quizá puedas ir a visitarme luego, a la Galería. Y tomarnos un café, con calma. Sin que tu jefa te grite por el móvil y eso.
-Me encantaría…
-Perfecto – regreso un mechón del rubio cabello de ella detrás de su oreja. Ella se estremeció. –Si necesitas algo… - saco de la parte interna de su chaqueta una tarjeta. –Cualquier cosa… -agrego – llámame.
-Si – ella la tomo y la guardo de inmediato en su bolso. Sin dejar de perder detalle en el roce de sus dedos. Aun no se habían soltado la mano. Parecía que se habían quedado pegados.
-Suerte con la cena…
-Gracias.
El tren se detuvo en el andén. La gente comenzó a subir.
-Tengo que…
-Si. Con cuidado…
Asintiendo ella subió. Las puertas aun no cerraban, Vincent no se movió. La miraba con intensidad.
De pronto, una idea loca le vino a la mente.
-¿Quieres ir conmigo a la cena?
-Si – respondió de inmediato. Dio un paso para acercarse a ella, pero la alarma de que las puertas se cerrarían comenzó a sonar.
-En el Hotel Empire – alcanzo a decir Lizzeth antes de que se cerraran las puertas. El tren avanzo. Camino al final del vagón, con Vincent siguiéndola en el borde del andén. -¡A las nueve! – grito cuando el tren se alejo con rapidez.


Llego agitada a su departamento. Dejo los vestidos en su salita y rebusco la tarjeta de Vincent en su bolso. No había nada.
-Dios, no se me pudo haber caído, estoy segura que la guarde – decía desesperada.
El reloj que tenía en una de las mesitas de su sala, sonó. Eran las 8. Apenas le quedaba una hora exacta para poder arreglarse y estar lista para la cena.
Se dio un rápido baño y seco su cabello. Se puso el vestido y se calzo unos stilletos que combinaban con su atuendo. Se maquillo, pinto sus parpados y enchino sus pestañas. El maquillaje era natural pero elegante.
Llamo a sus amigas en el camino. Si se quedaba a charlar con ellas en casa, seguro la emoción la haría llegar tarde.

-¿Lo dices en serio? – estaban las 3 platicando al mismo tiempo.
-Si, me dijo que fuera por los vestidos y después… Soltó la bomba.
-¿Nos estás diciendo que invitaste a tu ‘hombre perfecto’ a la cena y no sabes si ira? – cuestionaba Kenzi.
-Si, yo solo le pregunte, y el respondió de inmediato. Solo que perdí su número… - lamento Lizzeth dentro del vagón del tren.
-¿Y qué tal si… no va?
-¡Kenzi! – jadeo Marion. –No seas tan pesimista. Si ira… - decía emocionada.
-Ya va, solo decía… - se disculpo. –Claro que ira… ¿Se llama Vincent?
-Ajá – Lizzeth estaba nerviosa. Intentaba no morder sus uñas. –Estoy nerviosa… Esta vez no me dijo que iría siendo su asistente. Es más, no me dijo nada. Yo solo… fui por los vestidos.
Kenzi jadeo del otro lado de la línea.
-¿Y si te pasa como a mi prima?
-Oh Dios, no… No creo. A ella le dijo que podía llevar a todos sus amigos…
-Si, tienes razón – recordó Kenzi.
-De cualquier forma – interrumpió Marion. –No tienes que estar nerviosa, Lizzy. Dorothea trama algo… Así que ponte lista. ¿Vale?
-Si… si – asintió Lizzeth, aunque sus amigas no la miraran. –Las dejo. Ya llegue…
-Suerte – le desearon ambas chicas a su amiga rubia.
Lizzeth suspiro y tomo aire, colgó el teléfono.

Ciño su abrigo y camino con rapidez por la acera. El Hotel Empire apenas había sido reinaugurado. Decían que tenía un nuevo dueño y que estaba aun mejor que antes. Nunca había entrado. Y aunque soñara con al menos pasar al bar a beber algo, sabía que su sueldo apenas le alcanzaría para fantasear.
Las manos le temblaban. ¿Y si Vincent no aparecía? Haría el ridículo. La hora se acercaba. Su corazón latía desbocado.
-Oh Lora… - gimió. Tenía que contarle eso a su terapeuta. Decirle que había encontrado a su hombre perfecto y que parecía que serian amigos. Claro que ella no quería ser amiga de Vincent. Ella quería que la viera como mujer, que la deseara. Aparte, estaba harta de lo indecisos que eran los hombres. Henry, su ultimo ‘casi novio’, la mantuvo al menos 6 meses a la espera de cerrar una etapa de su vida con la ex. Él le prometía que iba a dejarla, pero eso nunca sucedió. Finalmente Lizzeth le dijo que era una relación tormentosa, y que no estaba dispuesta a esperarlo eternamente.
Miro por última vez la hora. Nueve menos cinco.
-No vendrá…
O quizá, no sabía que esa cena era importante para ella. O tal vez no escucho donde seria la cena. O… simplemente algo le surgió.
Cabizbaja camino al lobby del Hotel.

Una mano la jalo de la muñeca.
-Lo siento…. – ella se giro. Vincent lucia un despampanante traje negro con corbata azul marino. Su camisa era azul en un tono ligeramente más claro que su corbata. Estaba más que guapo. Impecable. Su cabello que muchas veces Lizzeth había visto despeinado ahora lucia peinado hacia atrás. Se había rasurado, Lizzeth lo prefería con barba, pero así también lucia perfecto. –Mi hermana estaba gritando como loca…

-Está bien – asintió Lizzeth perdiéndose en la estatura de él. Al menos le sacaba sus buenos 20 centímetros, quizá más.
Vincent le tendió su brazo para que ella lo tomara y así pudieran entrar juntos.
-Si la Bruja chupa vida se pone a lanzar hechizos, la quemamos – bromeo susurrando.
Ella rió. Era divertido. Elegante. Guapo. Inteligente. Un artista. ¡Dios!

Dorothea y su hijo estaban junto con otras dos personas que Lizzeth no reconoció. Apretó el antebrazo de Vincent.
-Solo respira profundamente. Yo te cuido – prometió regalándole una sonrisa.
-Gracias – murmuro.

Cruzaron la distancia que los separaba de su jefa.
-Lamen…
-Vincent Cotty – interrumpió presentándose y estiro la mano para saludar a Dorothea, Tristan su hijo, una chica de cabello corto que tenía una sonrisa deslumbrante y un joven alto como Tristan, de cabello largo y en ondas. –Es mi culpa que Lizzeth llegara tarde, por favor discúlpenos…
Dorothea analizo a Vincent, pero él continuo con la sonrisa en su rostro.
-Muy bien… - asintió Dorothea y camino delante de todos.
-Hola, - la chica camino junto a Lizzeth. Era menuda, como un hada. –Soy Ada Var Der Beek, mucho gusto.
Lizzeth le regreso la sonrisa. Parecía una linda chica. Llevaba un vestido vaporoso color verde olivo, con stilletos a juego. Su cabello corto lacio y bellamente peinado, le sentaba a la perfección. Era linda, en resumidas cuentas.
Los hombres iban escoltando a Dorothea.
-Mi tía debe confiar en ti…
-¿Tu tía? – pregunto extrañado, Vincent.
-Oh – abrió más los ojos marrones. -¿No se los dijo? – bufo. –Bah, que tonta. Obvio no. Es la inauguración del bar del Hotel. Vendrán muchas personas del medio de la moda, cantantes, artistas… Mi tía dijo que quería que alguien tomara nota del evento. Ella debe confiar en ti…
-Yo… - Lizzeth no se lo podía creer. –Luna podía tomar las fotografías…
-Y lo hará. Pero tú serás la que describa el evento.
-¿Cómo es que…?
-¿Describirás el evento? – termino la pregunta de Lizzeth. –Luna le dio la idea… - dijo sin más y tomo de la mano al hombre de tez morena. Que le tomo la mano y beso el dorso con caballerosidad.
-Parece que has encontrado a tu Hada Madrina – comento Vincent con una sonrisa.
-Si…

octubre 25, 2011

El placer es mio... - Capitulo 8

¡¡Hace mucho frijolito!!

Soy de México. Acá hace frio D: Un frio bien rico, si me preguntan (: Asi que ando feliz.

Con ustedes, un nuevo capitulo de El placeer es mio... Espero que no se hayan olvidado de Marion, Kenzi y Lizzeth. Ellas son muy divertidas y locas :) Enjoy ^^

Cambio y fuera ♥



Capitulo VIII


Marion entro al subterráneo y al tiempo en que subía al vagón en dirección al departamento de Adam, sonó su móvil.
-Dime que convenciste a tu amiga. No cancele todas mis citas para que tú me dejes plantado, Marion.
-A mí también me da gusto saber de ti, Noah – contesto Marion con una sonrisa.
-Si, hola – rió.
-Claro que ira, ya va en camino.
-Bien. Buen día…
-Igual – ambos colgaron.

Ella necesitaba ahora una buena charla en conjunto con un masaje de Noah. Solo que no tenía tiempo que perder. Llevaba un par de días sin saber de Adam. Y después de la charla que mantuvo con Jack. No podía sacar de su mente la absurda idea de que Adam la tenia de premio de consolación. O eso es lo que gritaría Kenzi a los cuatro vientos, una vez que se enterara de que Adam aun no olvidaba a su novia… Más aun si sabía que estaba muerta.
Pobre chica. Marion aun lamentaba que su vida hubiese terminado de esa forma. Claro que no era culpa de ella, mucho menos de Jack. Incluso dudaba que fuera culpa de ese tal Julien. A menos, por supuesto, que él hubiera prendido fuego a la casa o que hubiera llamado a la policía. Los ricos y pudientes tenían mierda en la cabeza.

-¡Marion!
Adam estacionaba su auto en una calle paralela a su edificio.
Lo espero en la acera. Mirándolo atenta hasta que se acerco a él. Tenía un ojo morado y el labio roto.
-¿Estas bien? – toco su pómulo morado.
Adam siseo.
-Si…
-¿Ya revisaste esa ceja? Se pude infectar – lo jalo dentro de su edificio. Él vivía en la planta baja.
Entraron a su departamento.
Marion ya conocía cada rincón de ese lugar, así que saco de su armario su botiquín que estaba dentro de una caja de zapatos.
-Siéntate…
-¿Por qué haces esto? – pregunto realmente interesado.
-Me importas… - respondió. Humedeció una bolita de algodón con agua oxigenada para desinfectar las heridas que aun se veían frescas.
Siseo cuando ella presiono el algodón contra su ceja.
-No seas niña – ordeno ella entre divertida y preocupada.
-Arde…
-Solo es agua…
-Arde – repitió. Frunció el ceño.
-Shh – acerco el algodón a su pómulo, de nuevo Adam siseo. -¿Por qué estas golpeado?
-Cosas de hombres.
-Adam – regaño. –No estuviera aquí, sino me preocupara por ti.
-Nadie te dijo que vinieras…

Se incorporo furiosa y le dio una bofetada.
-Nadie vendrá de la tumba a sanar tus heridas. Así que deberías aprender a ser más agradecido con lo que tienes, con lo que te da la vida – gruño.
-¡Marion, Marion!
La siguió, ella a iba a la salida. Echando humo.
-Déjame…
-Ya, lo siento, lo siento… - la abrazo. –No quiero perder a nadie más. Jackson te conto, ¿no?
-Si… ¿Aun la amas? – pregunto su mayor temor.
-No puedo olvidarla.
Bajo la mirada. Temía que él respondiera algo por el estilo. Su corazón se comprimió.
-No voy a reemplazarla.
-No te estoy pidiendo que lo hagas.
-¿Por qué estas conmigo?
-Porque me gustas, porque te amo…
-Lamento que la hayas perdido. Vine a verte porque quería saber tu versión. Quería saber tu historia.
-Esa es mi historia. No quería contártela para que no te alejaras de mí. Eres muy importante para mí, Marion. Mucho. Siempre con tus risas, con tus chistes. Alegras mis días. Mis días oscuros los haces brillar con tus chistes y tus disparatados comentarios. Jamás dejo de reír a tu lado.
-Amo tu lado salvaje.
-Soy un imbécil, Mar. Fui a… pelearme con Jackson.
-Lo supuse. ¿Quién gano?
-No contestare eso – la cargo de vuelta a la sala.
Ella rio a carcajadas.
-El primo de Kenzi te dio una paliza – canturreo.
-Shh. Aun me duele la ceja – cambio el tema y ella lo agradeció.

Termino de limpiar sus heridas. Él nunca dejo de quejarse porque le ardían las zonas por las que ella pasaba el algodón con agua oxigenada.
Le dio un beso en los labios cuando cada una de las heridas estuvo limpia.
-Si… Aunque… - frunció el ceño. –Aun me duele…
-¿Dónde? – pregunto realmente preocupada.
-Aquí… - señalo sus propios labios.
Sonriendo con malicia se acerco a él. Ella estaba hincada entre las piernas de Adam, él estaba sentado en la orilla de su sofá. La tomo de la nuca y acelero la unión de sus bocas.
Jadeando ella lo tomo de la cadera, sacándole de inmediato la camisa que estaba pulcramente dentro de sus pantalones de vestir. Le abrió la corbata, comenzó a desabotonar su camisa, mientras él, ansioso, jadeaba en su boca y la embriagaba con besos ardientes y seductores. Volviéndola loca.
Cuando la camisa de Adam, estuvo finalmente abierta, él la tomo de la cadera y la subió a sus piernas, colocándola a horcajadas sobre él, y pasando las manos sobre cada curva delicada y lujuriosa de ella.
-Adam…
La voz de Marion apenas era un susurro agitado. Las manos de él la volvían loca. Sabían donde tocar, con que velocidad hacerla jadear y con que toques exactos llevarla al clímax.
-Marion… - la tomo del rostro frenando la boca de ella que con húmedos besos planeaba bajar al centro de su cuerpo. –No me dejes…
-No planeo hacerlo, por el momento… - sonrió divertida.
-Lo digo en serio.
Ella lo miro. Esta vez seria. Perdiéndose en su mirada. Esos ojos salvajes que la miraban serios. Atentos. Perforándola.
-No voy a ser tu premio de consolación, Adam – dijo.
-¿Por qué piensas eso?
-Lilian, aun la amas. Pero ella…
-Mar, ella está muerta – silencio su boca con su dedo índice. –Ella fue una etapa de mi vida. Su fantasma de nuevo apareció cuando te vi tan… cercana a Jack. Él me arrebato al amor de mi vida cuando era un adolescente…
-Jack es un buen tipo – chillo.
-Lo sé, lo sé – asintió. –Es mi mejor amigo, jamás va a dejar de serlo. Jamás, Mar. Pero no estoy listo para perdonarlo. Aun no.
-¿Por eso fuiste a golpearlo?
Sonrió amargo.
-Si.
-¿Estas satisfecho ahora?
-No sé si pueda volver a ser mi amigo, como antes. Pero en serio deseo que si. Deseo ser el mismo Adam de antes. Poder volver a abrazar a mis amigos. Incluso, estoy pensando en dejar de llamar Lexía a Alexander – rió de su propio chiste.
-Solo se puede hacer amigos una vez, al menos amigos para siempre – dijo totalmente segura. –Amo a mis amigas con toda mi alma. Sé que ellas me aman igual y que haríamos todo por todas.
Adam la miro y acaricio sus mejillas sonrojadas.
-Por eso me encantas – la beso con fiereza. Invadiendo su boca con su hábil lengua. Provocando que ella se retorciera de placer. A la espera de que sus manos le arrancaran la ropa y se derramara sobre ella jadeando de placer.
-Adam… - gimió contra su boca.
-Marion – la detuvo de nuevo y eso comenzaba a molestarla. –Shh, tranquila, te compensare – aseguro. –Solo quiero dejar las cosas claras. Tú eres el amor de mi vida. Nada cambiara eso, ¿oíste? Nada.
Y el corazón de Marion estallo. Gimió contenta sin poderse contener y lo abrazo. Las dudas y los miedos que la atormentaban se habían disipado por fin.
-Te amo, Adam…
-Yo más… - Adam bajo las manos hasta el trasero de ella y lo amaso calentándola. Preparándola.
-Si… - ella mordió el lóbulo de la oreja de Adam. Vuelta una loca.
Le dio una palmada en ese redondo trasero que lo desquiciaba.
Jadeando ella lo miro, con ardor.
-Dame otra – pidió.
Y él con demasiado gusto lo hizo.
Jadeando de nuevo lo beso tórridamente. Haciéndose de inmediato en una lucha de lenguas, caricias, gemidos y jadeos.



***


-¡Dios!
-Solo dime Adam… - paso despreocupado las puntas de sus largos dedos por la espalda de ella.
-Que tonto eres – le dio un suave golpe en el pecho, pero rió de cualquier forma.
-Te divertiste, no puedes negarlo – acuso.
Ella se sonrojo de nuevo.
Vaya que se habían divertido.
Adam tenía una mente y unas ideas ilimitadas a la hora de enredarse entre las sabanas. Ya fuera en la sala, en el sofá, sobre la mesa, en su cocina, en la alfombra de la sala, incluso en su baño, él no dejaba nada para después.
-¿Sabes? Ahora, justo ahora tengo un poco de hambre…
-¿Lo dices en doble sentido? – lo miro.
-¡Por todos los Santos del Cielo, Marion! – chillo dramatizando. -¿Qué no puedes dejar de verme como un objeto sexual? Tengo sentimientos, ¿sabes?
-Es que eres mejor que el pene de plástico que me regalo Lizzy – comento divertida.
-¡Santo Grial! ¿Tienes un pene de plástico en tu casa? – jadeo esta vez. Bastante interesado.
-Yo… si – desvió la mirada.
-Perversa – la tomo de la barbilla, obligándola a mirarlo. -¿Y que haces con él?
-Hacia… - corrigió. –Hace mucho que no lo uso.
-¿Segura? – alzo una ceja.
-Si – afirmo.
No lo había usado desde que conoció a Adam. Este hombre era una tigre. Un salvaje y a la vez tierno tigre.
-Me sentiré mal si llego a escuchar que ese pedazo de plástico es mejor que yo – puntualizo con una sonrisa ladina.
-No diré que eres mejor…
-Lo sé, pero sabes que lo soy – la tomo de la cadera subiéndola sobre él.
Ella jadeo ante la velocidad del movimiento y la habilidad.
La tomo de la cadera y aventó la sabana lejos de su cuerpo.
De cómo llegaron a la cama quien sabe.
Adam la devoro con la mirada. Cada pulgada del cuerpo de ella, la memorizo en su mente con lujo de detalle. Cada lunar, cada peca, cada curva.
Relamió sus labios pasando lentamente sus ojos desde su rostro, cruzando por sus pechos que lo llamaban al tacto, su estomago y ese ombligo que le encantaba besar, bajando aun más hasta llegar a la parte más delicada de una mujer. Sonrió de lado y volvió a pasar la lengua lujurioso por sus labios. Ansiando a cada segundo probarla de nuevo.
Su mano se acerco desde su rodilla derecha hasta su cadera. Ella se removía, con el pulso agitado. Sin querer cerrar los ojos.
El centro de su cuerpo lo llamaba con una adictiva fragancia. Con un sabor que ya conocía, oculto tras una delicada capa de vello. La adoraba. Adoraba y amaba cada zona de ella. Cada gemido, jadeo, grito.
-¿Quieres que siga? – pregunto, conociendo la respuesta de ella. Le gustaba escucharla jadear, forzar su voz para responder cada pregunta de él.
Asintió con un bajo gemido.
-Perdón, no te escuche – sonrió y su dedo índice continuo un lento camino hasta su ombligo. Enchinándole la piel.
Asintió de nuevo. Sin poder articular palabra alguna.
-No te escuche Marion.
Con un fluido y rápido movimiento la coloco bajo su cuerpo. Las piernas de ella estaban a cada lado de la cadera de él. Sentado sobre sus talones la miro desvergonzado. Ella se estaba mojando.
-No te he tocado, eres una pervertida – se inclino a besar uno de sus pezones. Jalándolo entre sus dientes, haciendo que ella arqueara su espalda hasta que él lo soltó, y lo lamio con ternura aliviando un poco el dolor.
-Adam…
-Dilo… - urgió. Él quería comenzar la tortura, ya que también era un tormento para él no poder saborearla. –Dilo – repitió amasando su seno.
-Ya… - sollozo, en un claro ruego.
-¿Ya que? Dime… ¿quieres que me detenga?
Negó agitada con la cabeza. Apretó los puños contra las almohadas.
-¿Qué quieres entonces? Dilo… - susurro exhalando su cálido aliento contra la piel húmeda de sus pechos.
-Tócame… - gimió. Rogo más bien.
Adam sonriendo ladino, llevo una de sus manos a su tierna, húmeda y ansiosa carne. Rozo apenas sus delicados labios, absorbiendo cada jadeo de ella. Mientras poco a poco, dos de sus dedos la invadieron, provocando un grito agudo de ella.
-¡Más! – rugió finalmente. Abriendo los ojos y demandando con fiereza.
Adam dejo caer su cuerpo sobre ella al tiempo que sus dedos bombeaban dentro de ella. Mojándola, provocándola, satisfaciéndola aun más.
-¡Oh Adam, si! – chillo Marion aferrándose a la muñeca de Adam, alentándolo a ir más rápido.
Él acato sus exigencias y en poco tiempo Marion yacía agitada y gritando con todas sus fuerzas debido al tórrido orgasmo que la mano de Adam le había regalado.
Su cuerpo estaba perlado de sudor y su pecho subía y bajaba intentando controlarse. Adam solo sonreía lamiendo sus dedos uno a uno, frente a los ojos marrones de ella, dilatados de placer.
Aun jadeando, Marion se esforzó por hablar:
-Eres un pervertido…
-Gracias – termino de chupar sus dedos y se recostó a su lado, atrayéndola a su cuerpo, oliendo su cabello. –Y tú eres cálida, húmeda…
-¡Adam! – se escandalizo por los adjetivos.
-¿Qué? Es la verdad. Eres cálida, mía. Toda mía… - con sus dedos levanto su barbilla hasta su boca y la beso con ternura.
-Toda tuya – confirmo ciñéndolo con sus brazos sobre su cadera. A la espera de unirse de nuevo. Toda la tarde, toda la noche y la madrugada. Al fin… aun había noche que agotar.

octubre 22, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XXII

Hola chicas. Ayer ya no logre subir capitulo. Me moria de sueño... Pero aqui lo tienen.

El final esta muy cerca...

Enjoy ^^

Cambio y fuera ♥

22. Una brisa fresca


La fiesta de Renata termino aproximadamente a las cinco de la mañana. Más a petición de Renata, que incluso ya bailaba descalza. Todos bailaron con ella, más William, pero el rubio no se molestaba que Lex o incluso Jared bailaran una pieza con ella. Él estaba contento y feliz de verla sonreír. Que incluso hubiera dado su brazo para conseguirlo.
Sus amigas estaban igual de contentas con la fiesta. Emily desapareció con Logan, como era de esperarse. Se fue justo una hora antes de que la fiesta terminara. Luna charlo toda la noche con Chuck. Parecía que su mejor amigo le daba sabios consejos porque Luna solo asentía y sonreía con ternura. Por otro lado Jennifer no podía dejar de ver a Rosty, su novio estaba más que guapísimo con esa toga. Sobra decir que se veía riquísimo. Jennifer solo esperaba que todos se fueran para devorarlo sobre la gran mesa del banquete. Y así fue. Una vez que Renata y Luna salieron y subieron a los autos para ir directo a casa junto con Jack y William, Jennifer tomo la toga de Rosty y con un movimiento hizo que ésta cayera al piso, dejándolo totalmente desnudo ante sus ojos celestres hambrientos y lujuriosos.

-Gracias por la sorpresa, Will. En serio. ¡Los caballos! Además – se ruborizo. –Te ves guapísimo.
-No agradezcas. Lo hago con gusto – acaricio su mejilla y detuvo el auto antes de provocar un accidente. -¿Quieres venir a mi departamento y terminar con tu sorpresa? – murmuro contra los labios de la chica, que logro asentir con los ojos aun cerrados y esa sonrisa estúpida en su rostro.
Sin decir una palabra más, William puso el auto en marcha a su departamento.
Cuando llego, no pudo evitar tomarla entre sus brazos y prácticamente correr para abordar el ascensor. Pulsando con dificultad el botón que los llevaría a su departamento, se volvió para besarla, pegándola contra la pared de espejo del ascensor.
-Tienes algo de prisa – comento Renata con una sonrisa, mientras echaba la cabeza hacia atrás, caliente, por las ansiosas caricias de William sobre su cuerpo. Prácticamente estaba desnuda. Se había quitado el sostén, y sus bragas bajo ese vestido vaporoso estaban húmedas.
-Te necesito en mi cama, ahora – gruño William levantando la falda de su vestido para poder acariciar sus muslos. Su centro caliente y mojado lo llamaba a gritos, y él estaba dispuesto a complacerlo.
Gruño cuando las puertas del ascensor se abrieron, obligándolo a detener sus desesperadas caricias sobre las suaves piernas de ella.
Renata entro al departamento de William y admirada vislumbro la vista de la ciudad apenas amaneciendo, antes de que ese hombre fuerte la tomara de la cadera para llevarla a su habitación y la dejara con cuidado sobre su cama circular. El rubio le sonrió ampliamente.
-Espera – levanto la mano, deteniendo a William que iba arrojarse sobre ella.
-¿Qué pasa? – se hizo para atrás, totalmente confundido.
-Es tu turno de estar en la cama – dijo con el tono de voz más sensual que pudo, e intercambio lugares con el rubio que aun la miraba entrecerrando los ojos y confundido.
William se sentó. Ella lo empujo un poco hacia atrás. William se resistió y cayó sobre sus codos, no quería dejar de mirarla. Y eso era justo lo que Renata quería.
Sonriendo con malicia, la chica levanto la falda de su vestido hasta su cadera y frente a los celestes ojos del rubio, oscurecidos por la excitación, se deshizo de sus bragas. Deslizándolas sobre sus níveas y curvilíneas piernas hasta que llegaron al suelo y se las lanzo a William al rostro.
Incluso ella se sorprendió de ese acto. Y William, bueno, él estaba más que duro. La protuberancia entre sus piernas era muy notoria sobre la tela de algodón que cubría su cuerpo. Él al contrario de Renata, si estaba completamente desnudo bajo la toga.
-¿Qué planeas, Renata? – pregunto, deseoso de que ella contestara su pregunta.
-Ya verás – contesto sin muchas pistas que darle al rubio. Él por su parte, tomo las bragas de la chica y las olfateo. Eso la mojo, la mojo aun más que pronto sentiría sus muslos frescos.
Tomando aire se acerco a rubio. Tiro del extremo de la toga y William se descubrió desnudo ante la miraba de ella. La chica jadeo y abrió la boca. El rubio estaba más que magníficamente bien dotado. Seguro que había estado al principio de la fila. Sonrió un segundo después y se relamió los labios.
La dureza de William había saltado a la vista de la chica. Él solo pudo sonreír con suficiencia cuando interpreto la mirada de ella. Caliente. Sexy. Ansiosa. Hambrienta. Satisfecha. Y no solo eso, podía leer en los ojos de la chica lo que planeaba. O al menos deseaba que sus pensamientos ocurrieran. Relamió sus labios, anhelante cuando por fin, Renata rompió la distancia que apenas los separaba. Su pulso se desato.
La vio hincarse ante él. Los músculos de su pecho se estremecieron al tiempo que ella lo acariciaba rasguñándolo ligeramente con sus uñas.
-Oh, Dios, Renata – gruño. Comenzó a jadear. Y ella ni lo había tocado como se debe.
Renata sonrió victoriosa.
-¿Qué planeas, Renata? – se obligo a hablar y a mirarla ahí, arrodillada, entre las poderosas piernas de él.
-Shh – exigió ella.
Coloco las manos sobre las piernas de él. William casi podía llorar de felicidad.
-Dímelo… - pidió, rogo.
-Shh – repitió ella. Dueña de la situación. Amando la escena. Él sobre la cama, retorciendo la colcha con fuerza. Duro. Sudando por ella. Solo por ella. Por su culpa.
¡Qué delicia!
Y mordiendo sus labios, saco la lengua para tocar apenas la punta del pene de William.
-¡Renata! – grito ahogadamente.
Ella sonrió encantada. Repitió el movimiento y esta vez él dio un respingo. La miro con oscuro placer en sus celestes ojos.
-No… - jadeo. –No te detengas, por favor… - esta vez imploraba con todas las de la ley.
-¿No? – hizo un puchero, tierna, infantil.
-No – hablo lo más claro que pudo. –Por favor… - finalizo sacando el aire de sus pulmones.
Renata subió las manos hasta la cadera de él.
-Amo este hueso… - confeso acariciándolo.
-¿Oh, sí? – él apenas podía mantener la voz. Esta chica lo estaba volviendo loco.
-Ajá – murmuro ella. Pasando las puntas de sus dedos sobre su estomago, subiendo a los pectorales de él y rodeando su pezón con el dedo índice. -¿Sabes? – William se obligo a mirarla. –Me encanto la fiesta… La adore. Los caballos… - repetía su agradecimiento. Solo para enviar al límite a William, él lo sabía. Lo adoraba.
-De nada, cariño. No agradezcas… Continua – urgió. ¿O rugió?
Renata rio inocente.
-Oh, Dios, me estas volviendo loco – se inclino sobre ella, que había vuelto a estar de rodillas entre sus piernas, y tomándola de la nuca acelero el encuentro de sus bocas.
Besándola con pasión. Mordiendo sus labios. Probando el sabor a champagne y vino de su lengua. Danzando con ésta reconociéndola de nuevo. Adoraba los jadeos de Renata cuando él la besaba sin tregua. Enviarla al extremo. Al cielo y de regreso.
Las manos de William bajaban peligrosamente a las nalgas de Renata cuando ella lo tomo entre sus manos. William gruño como un animal al tiempo que ella frotaba toda su extensión entre su palma. El rubio no pudo más que arrojarse sobre la cama. Vociferando maldiciones. Incluso maldiciendo en su lengua natal.
Renata devoraba a William con alevosía y ventaja. Enredando su lengua en la punta dura del miembro de William. Que más tieso que nunca llenaba su boca lujuriosamente. Degusto el sabor de William como nunca antes. Sintiéndose entre cada beso y caricia de su boca, poderosa. Deseosa y húmeda. Necesitada. Pero antes…
Vociferando maldiciones en su lengua natal, William aparto a Renata para correrse con fuerza y un rugido que inundó su habitación que ya tenía los cristales de las ventanas empañadas, la colcha de su cama hecha jirones y su pecho sudado. Incluso su frente estaba perlada de en sudor. Renata lo había torturado.
Y complacida ella por los resultados gateo sobre la cama hasta acurrucarse sobre un almohadón de plumas y soltar un suspiro.
-Viene mi venganza – anuncio William.

***


Los días siguieron. Así como la vida. Rápida, fugaz. La vida en la ciudad pasaba en un parpadeo. Eso odiaba Luna. A veces incluso extrañaba su pueblo natal. Casi natal, ya que había nacido en Nueva York, le gustaba más pasar el tiempo en Lawrence. Ahí el tiempo, el día, parecía durar más de 24 horas.
-Jennifer, Emily – decía seria – Renata – agrego mirándolas. –No quiero fiesta de cumpleaños.
-¿¡¡QUÉ!!? – chillo alterada Jennifer.
-¿Por qué? – quiso saber Emily.
-No quiero – contesto.
Renata la tomo de la mano, solidaria. Ella quería matar a Jensen. El muy bastardo la había enamorado.
Hijo de puta.
Bastardo.
Miserable.
Merecía que las 3 fueran y le cortaran las bolas, en honor a su amiga, con un cuchillo oxidado. Luna se veía tan feliz. Y ahora aunque intentara sonreír… Verse traicionada de nuevo por el mismo hombre no la hacía verse radiante como antes.
-Solo estamos a 7 días de tu cumpleaños. No digas eso, siempre celebramos tu cumpleaños en León – Emily la miro analizándola.
Antes de que Renata llegara a su vida, se confesaba con ella. No tan ampliamente como con Renata. Emily era más del análisis y de encontrar el verdadero sentimiento de los pesares de Luna.
-Ya se. Pero no quiero…
-¿Quién es? – pregunto Jennifer. –Le diré a Rosty que lo mate – sentencio.
Luna sonrió.
-No gracias. Yo puedo matarlo por mi propia mano. Pero gracias.
-¿Es Jensen, cierto? – exploto Jennifer. -¡Lo sabia! – grito, cuando Luna enmudeció. -¡Hijo de puta!
-Estoy bien… - aseguro Luna. –En serio. En serio chicas. Solo que no estoy para fiestas. Quizá una cena solo nosotras cuatro – agrego.
-Me parece perfecto – confirmo Renata. Entendiéndola intachablemente. No era fácil ser traicionada dos veces por el mismo imbécil cretino de mierda.
-Yo cocino – ofreció Emily. -¿En tu casa, Lu? – la aludida asintió.
-Gracias.
-Somos amigas, ¿recuerdas? – Jennifer sonrió tierna.




***





Una tarde de viernes Luna repasaba un par de cosas en la Editorial. La buena nueva de que trabajaría en equipo con Lizzy, la nueva editora de Spotlight la tenía aliviada. Por fin se había desecho de Monique. Además, en la pasada inauguración de un bar en el Empire, se había ganado más la confianza de Dorothea. Después de todo, no era tan desgraciada su vida.
-¿Luna?
Ella levanto la vista. Era Tristan.
-Hola – sonrió ella. Tristan pasó a su oficina. -¿Qué haces aquí tan tarde? – pasaban de las 9 de la noche. –En viernes…
-No quiero llegar a casa – confeso. –Sin perro que me ladre – agrego amarga.
Tristan se resistió a sonreír. Era soltera de nuevo. Sin embargo el halo de tristeza de la mirada de Luna, le hizo olvidar su canto de victoria.
-¿Puedo hacer algo para que sonrías de nuevo?
-No – negó con la cabeza. –Tu novia puede cortarte las bolas. Deberías estar con ella – cabeceo a la salida. Nada sutil.
-¿Quieres que me vaya?
-Eres un genio – contesto acida. No estaba para ser segundos platos.
Sonrió y se puso de pie.
-No tengo novia. Buenas noches – giro la perilla de la puerta y salió.
-¡Oh mierda!
Corrió a alcanzarlo.
-¡Tristan! – grito por el pasillo hasta toparlo antes de que entrara al ascensor. – Lamento ser tan malvada. Son tantas cosas por las que estoy pasando que ya debería de haberme acostumbrado. Estoy como la canción: Tropecé de nuevo y con la misma piedra – dijo mirando el piso.
-¿Quién fue el idiota?
Luna mordió su labio inferior.
-Yo – contesto. –Creí de nuevo en él. Le creí y me dejo de nuevo. Supongo que ya entendí ahora. No más hombres.
-¿Eso me incluye? – sonrió de lado.
-¿Cómo estuvo la cita salvaje con Monique? – no quería contestar esa pregunta. Realmente no estaba segura de cuál sería su respuesta.
-¿Cita salvaje? ¿Cuál cita salvaje?
-Ella vino un día y me pregunto cómo sería una cita salvaje contigo. Saliste con ella. Después de que tú mismo dijiste que era una entrometida. Supongo que después de todo – alzo ambas cejas – los hombres, todos – enfatizo – son iguales. Cortados con las mismas tijeras.
Gruñendo regreso a su oficina y cerro de un portazo. No hubiese querido que aquello sonara a reproche pero así fue. Salió con esa buscona, perra, arpía.
-¿Quién demonios te dijo que iba a salir con ella?
Tristan irrumpió en la oficina provocando un sobre salto por parte de Luna.
-Ella – contesto cerrando su ordenador portátil de un manotazo.
-¡Es una loca! Ni siquiera cruzo palabra con ella. Salvo cuando la inauguración del bar en el Empire. ¡¡YO QUERIA INVITARTE A TI!! Pero ella se me pego como sanguijuela y prácticamente se auto invito a ir conmigo – recordó amargo.
Luna jadeo ante tan declaración. Lo miro directo a los ojos. Él se revolvió el cabello.
-Pero estabas con él. Realmente no sé si fue antes o después. No tuve agallas para pedirte una cita. Siempre tan entregada al trabajo, tan decidida y aventurera. Me sentí poca cosa a tu lado. ¿Crees que vengo cada día a ver a Monique o a mi madre? ¡Dios, no! ¡CADA MALDITO DIA VENGO A VERTE A TI, AUNQUE FUESE UN MINUTO, SOLO A TI! – grito alterado. –Después deje de venir cuando Monique – hizo un gesto de desagrado – no dejaba de seguirme con sus estúpidas preguntas sobre mi vida, la de mi madre, la de Neal y la tuya. Jamás saldría con ella. Jamás.
-¿Nunca saliste con ella? – murmuro.
-Nunca tuve una cita con ella ni con Samantha – confirmo. –Esa chica se la pasa diciendo a medio mundo que tenemos citas salvajes. Maldición. Me la paso en mi departamento mirando videos de la preparatoria cuando era jugador de futbol americano con mi hermano y mi primo. Mi vida es aburrida y esas chicas se la viven diciendo que salgo con ellas. ¡Dios! – jadeo.
Luna sonrió divertida.
-No es gracioso.
-Si lo es – rió.
-Es gracioso para ti.
-Es gracioso porque lo creí. Creí que ellas salían contigo.
-No creas esas estupideces, por favor.
-Lo prometo.
-Bien. Ahora… - tomo aire profundamente. Como si se armara de valor. – ¿Quieres ir conmigo al cumpleaños de mi prima en el Empire?
-Si – asintió.
-Yeah. Mañana las ocho de la noche, ¿está bien si paso a tu casa por ti?
-Está bien – asintió.
-¿Te llevo a tu casa? Ya es tarde y no dormiré tranquilo sabiendo que te vas en tren hasta Brooklyn. Deja ya de editar cosas.
-Bien.
Luna tomo sus cosas y bajo por el ascensor hasta el lobby del edificio. Tristan la ayudo a subir a su auto. Un Mitsubishi Eclipse gris humo de dos puertas.
Cuando Tristan subió al otro lado, Luna comenzó el interrogatorio.
-¿Auto nuevo?
-Mamá paranoica. Dijo que andar en motocicleta era como atarme una soga al cuello – contesto metiéndose al tráfico.
-Mi madre también es paranoica. Llama a Jack cada dos por tres. Es su bebé aunque ella no lo diga en voz alta. Por mi también se preocupa, pero yo hacía mis tareas sin que ella me lo dijera, Jack no es así, por eso anda tras de él todo el tiempo.

Luna comprendió por fin el significado de “Como un brisa fresca”. Tristan lo era. Esa sonrisa, sus arruguitas a los lados, sus manos. Tenía un fetiche con las manos de los hombres. Y él, las tenia lindas. Casi como de artista.
No quería cometer un error de nuevo. Salir con Tristan seria poder salir de su coraza. No quería ser zombie otra vez. Sería feliz. Muy feliz. “Quiero verte sonreír. No quiero verte llorar. Si estas a mi lado eso pasara y jamás me lo perdonare. Jamás”. Las palabras de Jensen hacían eco en su cabeza. “¿Por qué?”, “Porque eres muy importante para mí y mereces ser feliz al lado de un hombre completo. Soy un cobarde. No te merezco. Y no quiero lastimarte”. “Me dejas ahora que me prometiste jamás dejarme. Lo prometiste”. “Lo sé. Lo sé y lo siento. No quiero involucrarte, es por tu bien. Entiéndelo por favor. No me busques… Esta vez no regresare”.
Promételo. Gruñía su mente. Jamás volver a ilusionarme con promesas falsas. No vuelvas Jensen. No vuelvas…

octubre 18, 2011

Proyecto Frankenstein: Hora de dormir

Como quien dice: No hay nada como una buena lectura para dormi calientita. Y es justo lo que les tengo mis chicas. Sin más, disfruten de su nuevo Frankenstein. Cambio y fuera ♥



Hora de dormir


"Estas a punto de ir a la cama. Él aun mira bastante interesado el televisor. Claro, juega su equipo favorito.
-Me voy a dormir. Buenas noches - le dices alzando una ceja. Tu pijama consiste en una playera larga y vieja, tus bragas de algodón blancas. Solo eso. Nada sexy ni atrevido. Al fin, solo vas a dormir.
-Ajá... - contesta sin mirarte.
Volteas los ojos y entras a la cama soltando un suspiro.
-Tonto - murmuras molesta, te acomodas sobre tu hombro izquierdo, mirando hacia la pared. Cierras los ojos. Intentando olvidar esas ganas de sentirlo besar tu cuerpo.
De pronto, sientes que el colchón se sume.
-¿Que quieres? - preguntas molesta.
-Esto... - te dice recorriendo la mano por tu vientre, perdiéndose debajo de tus bragas..."

octubre 16, 2011

Cuando los planetas se alinean - Capitulo 3

Mis chicas... ¿Que tal va su domingo? El mio chidin. Acabo de comer bien deliciosamente, y tengo antojo de un chocolate. Haber si al rato convenzo a mi mami de que me compre un conejito :Q_ Jeje. Y como les tenia prometido. Aquí tienen nuevo capitulo de Planetas... Las cosas apenas se ponen riquis-quikis XD Enjoy ^^


3. El inicio de todo

-¡Chist! ¡Chist!
Mire hacia atrás. Era Seth. Mi amigo moreno de cabello largo se acerco con pasos veloces.
-¿Qué pasa, Seth?
-Nada, solo te traje el desayuno – me tendió un emparedado de jamón y un jugo. –Y… lamento lo que dije hace un rato…
-Ya… - tome el desayuno. –Vamos a clases, - le di una mordida al emparedado – la profesora Wildest hoy viste pantalón – le dije en broma.
Seth suspiro.
-Dios, esa mujer… - jadeo.
La clase de la profesora Wildest pasó entre suspiros y miradas perdidas de mi amigo. No cabía duda que vivía enamorado de ella. Y no era para menos, la profesora era muy guapa. Seguro que los chicos agradecían que las clases ahora fueran mixtas. Ya que apenas hace un semestre que era por géneros. Todos se veían aliviados que ellos también pudieran ver a la maestra más sexy que hubiese visto. Sus cabellos color fuego, esos enormes ojos expresivos y coquetos. Siempre vestía elegante y letal. Al menos así la definiría. Además de que era divertida y simpática.
-Muy bien, chicos, nos vemos la próxima clase… Y ya saben, como dice mi amiga Luna: Sin gorrito no hay fiesta.
Todos estallaron en risas. Rodé los ojos, siempre terminaba así sus clases, con la frase de alguna de sus amigas.
Seth y yo caminamos a la cafetería. Mi amigo siempre tenía hambre, y esta vez dos hamburguesas doble carne era su mayor deseo. Nos acercamos a la barra y ordeno su comida. Dos sodas de lata y unas papas fritas. Las papas fritas eran para mí.
Nos sentamos cerca de la puerta. Seth de inmediato devoro una de las hamburguesas.
-Oh Dios… el entrenamiento de hoy será pesado, necesito comer mucho – anuncio cuando abría su segunda hamburguesa.
Seth comía como si se fuera a acabar el mundo, y seguía delgado. Aun recuerdo cómo es que nos conocimos. Ambos vivíamos en Boston. Él acostumbraba trepar a los arboles y pasarse las horas ahí arriba. Mi madre me dejaba pasar las horas en el jardín delantero, jugando con mis muñecas, peinándolas y vistiéndolas. Nunca fui buena para hacer amigos, era muy callada y tímida, aun ahora lo soy. Claro, que a veces me meto en problemas, solo por abrir mi bocota y decir lo que pienso. Seth me entendía a la perfección, sabía que no me podía estar callada, cuando sabía que las cosas estaban mal. Me hervía la sangre cuando alguien era menospreciado.
Seth y yo nos conocimos cuando, una de las tantas veces que él trepaba los arboles se resbalo y se cayó justo en mi jardín. Su rodilla se había raspado y él lloraba como niña. Corrí a mi casa y tome lo necesario para vendarle la rodilla. Era justo la etapa en la que todas las niñas quieren ser enfermeras, claro que yo quería ser Doctora, no solo enfermera. Y así, a la tierna edad de 6 años, fue como nos conocimos. Seth siempre subía al árbol que estaba frente a mi ventana y me obligaba prácticamente a subir con él a los demás arboles. Deje posteriormente mis muñecas y tome el balón de soccer y los carritos a escala.
Cursamos la educación básica juntos, hasta que de nuevo nos volvimos a encontrar en la Universidad de Nueva York. Mi vida no podía ser mejor. Al lado de Seth siempre me reía. Él era muy divertido y me llevaba a sus entrenamientos y partidos. Quería a Seth como el hermano que nunca desee tener. Ok, bromeo. Siempre desee un hermano. Y él era justo lo que quería. Mis padres lo querían como un hijo, y los padres de Seth también me querían como una.
-¿Iras al partido del viernes?
-Si, supongo…
-¡Vamos! No puedes faltar, eres mi amuleto de la buena suerte – se metió el ultimo trozo de hamburguesa a la boca y le dio un sorbo a su Coca-cola. Iugh. Hábitos de niño.
Reprimí un gesto de asco y asentí.
-Ok, Seth, iré, solo si prometes ganar.
-Gin, siempre te dedico una anotación – recordó.
-Uh si, lo haces cuando no tienes novia – acuse en broma.
Mi amigo no tenía suerte para las chicas. Digamos que era demasiado salvaje y deportista. O tal vez era porque era amigo mío.
-Venga, no digas eso – regaño. –Sabes que eres como mi hermana. Y cualquier chica que no te vea así no es digna de mi – sentencio con la barbilla en alto.
Solté una risilla.
-Ok, gracias…
La campana de la próxima clase sonó. Yo ya había salido, pero Seth tenía entrenamiento de 3 horas. Hizo una mueca de desagrado y se puso de pie.
-¿Me acompañas?
¿Por qué siempre ponía esa cara de perro? Era injusto. Sabía que no podía con una cara de perrito sin dueño como esa.
-Agh, no me queda de otra.
-Yeah – me jalo del brazo y prácticamente me arrastro hasta el campo.
Aun seguía sin entender las reglas del futbol Americano. Solo sabía que tenían que anotar y correr como locos por no sé cuantas yardas. Solo eso. Veíamos el Super Bowl juntos porque me divertía gritando tonterías a los jugadores. E iba a sus partidos porque me gustaba gritar como desquiciada. Si, mi vida después de todo si era divertida.
-Muy bien, tú te quedas aquí, ¿vale? – me llevo hasta las gradas, no tan arriba para que pudiera verlo. Asentí con una sonrisa cuando me dio una de sus botellas energéticas azules. –Puedes beberla si quieres, traigo un par más en mi maleta – dijo palmeando su maleta de deportes. –Además, puedes ver al entrenador Luka, se que te gusta verlo – pellizco una de mis mejillas.
-¡Basta! – jadee apartándolo de mi rostro. –Anda, que ya todos están llegando – lo empuje.
-Deséame suerte… - volteo bajando las escaleras de las gradas.
-La suerte es para los perdedores. ¡Éxito! – grite con fuerza y un par de jugadores me miraron, alzaron la ceja y continuaron su camino.
Voltee los ojos y me acomode en los fríos asientos de las gradas. Tenía una vista espectacular del campo. Y claro, como había dicho Seth, podía ver al entrenador Luka, enfundado en pantalones cortos de algodón. Era lo mejor de los entrenamientos con Seth.
El entrenador los llamo con el silbato.
-Hoy habrá pruebas, tenemos libre el puesto de lanzador, así que… Primero 10 vueltas. ¡Rápido!
Todos corrieron al mismo tiempo, rodeando el campo. El principio siempre era aburrido. Me recosté sobre el asiento, mirando el cielo lleno de nubes. Un minuto después el sol me dio en el rostro y cerré los ojos.

-Parece que no podre deshacerme de ti.
Abrí los ojos de golpe. Sobre mi rostro estaba el rubio, Garrett. ¿Qué demonios?
Me incorpore frunciendo el ceño.
-¿Qué diablos haces aquí, siguiéndome?
-¿Siguiéndote? – arqueo su poblada ceja. Claro que tenía que molestarme, y lo estaba, lo juro. Pero el tipo era tan endemoniadamente atractivo que incluso siendo un grano en el trasero seria encantador y sexy. Y esa ceja levanta no era la excepción. Se veía devastador y se podía ver el reto impregnado en su mirada celeste. –Tú eres la que me sigue… En las duchas, en la clase de Arte, aquí…
-No vine a verte a ti – sentencie cruzando los brazos. –Vine a ver a mi amigo… - agregue cabeceando en dirección al campo, donde todos corrían.
-Oh, claro, claro – bajo las escaleras. –Deberías irte. Este es un deporte de hombres, nena.
-Pues no veo a ninguno por aquí – gruñí.
-¡Uh! – canturreo burlón. -¿Y eso debería ofenderme?
Di un pisotón molesta en el piso.
Lo vi alejarse con aire de suficiencia a cada paso. Cretino idiota.

Cruce los brazos. Lo miraba atenta, a la espera de algún desliz para poder burlarme. Pero nunca llego. El tipo jugaba tan bien futbol que daba asco. Nadie pudo igualar la velocidad ni el tino de sus lanzamientos. Incluso Seth tuvo que correr más rápido para atrapar un pase de él. El entrenador Luka estaba con la boca abierta. Sorprendido. Mucho. No podía ni parpadear. Aparte de rápido y certero en los pases, el molesto rubio se veía tan bien en esos pantalones ajustados del uniforme. Oh Dios mío. Era delicioso verlo correr. Era un orgasmo visual sin duda.
Incluso, las porristas dejaron sus estúpidos malabares y se quedaron quietas en las orillas del campo para verlo. El tipo causaba un gran alboroto.
-Si frunces más el ceño, se te hará una sola ceja.
Mire a mi lado. Furibunda y con unas ganas enormes de escupir groserías. Pero entonces vi quien estaba a mi lado.
-¡Profesor! – jadee. Era el profesor de Artes plásticas.
-Solo Tyson – se sentó a mi lado. –Fuera de los salones soy Tyson, a secas – reafirmo. –Así que el rubio juega bien al futbol – comento pasando una mano por esa melena larga y tentadora.
-Eso parece – comente sin quitarle los ojos de encima.
-Parece que Gary no te agrada ¿ah? – me miro sonriendo.
¡Aaaay! Su sonrisa.
-Es una patada en el trasero… - le dije segura. Aunque más que una patada, yo ansiaba palmearle el trasero.
-Tiene que serlo… - se puso de pie.
Levante la mirada, pasando los ojos por ese delicioso cuerpo.
-¿Practicas algún deporte, Gin?
-No…
-Pues deberías. Me encantaría verte correr y brincotear por ahí – dicho eso bajo las escaleras hasta el campo.

¿Cómo se supone que debía reaccionar ante eso?
Con un grito, ¿quizás? Un grito de júbilo y regocijo. Un grito emocionado. Un grito. No, mejor un jadeo. O quizá un gemido.
Si…
Tyson… Es decir, el profesor de Artes…
Lo vi caminar y darle un par de palmadas en la espalda al entrenador Luka. El otro rubio se desbarato de risa. Los mire como hipnotizada.
-¡Hey, Gin! Ven acá… - llamo Tyson. Digo, el profesor.
Asentí y tome mi mochila para bajar.
¿Acaso me habían visto babear por ellos?
Termine las escaleras y camine lentamente hasta ellos. Atrasando la segura represaría que tendría. Quizá estaba prohibido ver los entrenamientos si no eres del equipo o si no eras una estúpida porrista. La muy perras aun babeaban por Garrett. Mugrosas presumidas.
-¿Qué sucede profesor?
Tyson me miro. Sonrió y después codeo al entrenador Luka para que él también me mirara.
-Ella puede ayudarnos. Es sigilosa como un gato, ya me lo dijiste hace rato… Cuando entro a las duchas sin que ninguno de tus chicos la viera.
El entrenador asintió.
-Gin, ¿quieres ganarte puntos extras en tus clases de gimnasia?
-Mmm, claro – asegure.
-Perfecto. Tengo una tarea para ti… Todos los días de entrenamiento, ¿te parece?
-¿Seré la aguadora? – chille molesta.
No sería la gata de esa bola de tarados. Claro, a menos que tuviera algo a cambio.
-¡No! – jadeo Tyson. –Por Dios, Gin no…
-¿Entonces? No seré una tonta porrista. Ellas solo tienen dos neuronas. Una para brincotear como estúpidas y otra para no cagarse en sus estúpidos uniformes – comente malvada.
Ambos hombres se desbarataron en risas.
-Dios… - jadeo tomando aire el entrenador. -¿Cómo es que nunca escuche ninguno de tus ácidos comentarios, Gin?
-No se – alce los hombros sincera.
-¡Uf! Como sea… Tu trabajo será espionaje…
-¿Cómo dice?
-Si. Los chicos tienen vidas ocultas. Es decir…
-Queremos saber que trama la otra escuela – interrumpió Tyson.
-¿Qué otra escuela?
-Columbia, Brown… No queremos volver a perder el titulo.
-¿Y quieren que espié sus entrenamientos?
-Te dije que sería lista.
-¡¿Y si me descubren?!
-No lo harán… - aseguro Tyson y el entrenador Luka asintió sonriente.
-Nuestro plan es infalible – agrego el entrenador. –Explícale Ty… - ánimo mientras caminaba hacia los chicos y les daba indicaciones.
-Doy clases de Arte ahí también… - decía mientras caminaba a las gradas. –Así que tu iras a tomar mis clases. Y harás como que no pasa nada mientras le echas un ojo a los entrenamientos…
-Pero eso es… ¡Hacer trampa! – me escandalice.
Sonrió como si lo complaciera.
-¡Te lo dije, Dor! Ella es incorrompible – lo dijo como si esperara que mi respuesta fuera esa.
-¿Ya ves? Me debes 50 verdes.
-¿Qué? Solo apostaban sobre… mi – chille molesta.
-Gin, Gin – se apresuro el entrenador. Pedazos de tontos. –Le dije a Tyson que nunca ayudarías a Gary a mejorar sus notas solo para que él estuviera en el equipo… Dios sabe que Gary es bueno y todo. Pero es un zoquete. Tiene que alcanzar al menos el promedio de 8 para entrar al equipo. O quizá, si tiene suerte y le ayudas el 7. ¿Estarás dispuesta?
Jadee.
¿Yo… ayudarle al rubio a mejorar sus notas?
-Tendrás puntos extras en mi clase también – sonrió Tyson.
-Si, Gin, te estamos chantajeando. Solo así lograremos un nuevo título – sonrió el entrenador.
-No pierdo nada… - alce los hombros.
-¡Esa es mi chica! – Tyson me levanto en el aire. Abrí grandes los ojos. –Te debo una…

Mordí mis labios totalmente roja de vergüenza y calor. Él era fuerte mucho. Y yo solo podía imaginarme siendo abrazada por ese enorme profesor. Si, solo eso. Acariciar y enredar mis manos en su larga melena. Y comprobar que su dorada piel era suave y tibia.
Una vez que me bajo al suelo, aun con mi pulso alocado, el entrenador llamo a Garrett. El rubio se acerco a nosotros sudado y totalmente devastador. Sexy.
-Estas en el equipo. Eres… serás – puntualizo – lanzador. Solo… - lo señalo – si subes tus calificaciones. Son las reglas.
-¿Qué? Soy mejor que esos inadaptados idiotas.
-Gary… - previno Tyson.
-¿Tu qué? – lo miro y después a mi fugazmente. Con fiereza.
-Escucha al entrenador.
-¿Qué tengo que hacer? – gruño.
-Tomar clases extras con una tutora.
-¿Cómo? ¿Perder mi tiempo con un imbécil….? No – negó. –Ni loco.
-Garrett, cuida lo que dices, porque estas en la cuerda floja, niño – Tyson lo picoteo en el pecho con su dedo. –Ginebra será tu tutora. Y no hay otra opción. Es eso o te largas de Nueva York – sentencio.

Garrett quiso replicar. Se moría de ganas. Sus ojos celestes miraron con odio a Tyson y un segundo después a mí. Provocándome un hormigueo de temor en el cuerpo. Si hubieran visto esa mirada, oscura y siniestra hasta se hubieran encogido de miedo. Tal como yo hice. Ansié salir corriendo de ahí. Desaparecer. Pero mi cuerpo no se movía.


-Bienvenida al Infierno, Ginebra…

octubre 15, 2011

Proyecto Frankenstein: Zero

Para alegrarnos un poquito esas tardes. Enjoy. Cambio y fuera ♥


Zero


"Y que cuando él te toque sea el roce más cercano al Paraíso. Que su perfume sea como estar entre campos verdes. Su piel sería la más suave y a la vez más fuerte. Justo para protegerte.
Sus pasos serán imponentes y cautivadores. Cada pulgada recorrida para acercarse a ti, será anticipada por un pulso más alocado proveniente de tu corazón. Tus pupilas se dilataran ante la sonrisa de ese exquisito hombre. Mientras su esencia es transportada a tu sentido del olfato por el viento que ondula sus ropas y hace que cada pulgada de ese cuerpo se enmarque mojándote... aun más".

octubre 14, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XXI

¡Lindo viernes con frio mis chicas! :D

Tal y como lo prometi. O al menos asi se lo prometi a mi Ale♥ Hoy viernes les tengo el capitulo 21 de Maldita delicia -Como lo dice el titulo de este post, obvio-. Pense que no terminaria de ajustarlo. Ya que primero lo leo, lo releo, lo edito, le agrego cosas, lo leo, lo releo, lo edito de nuevo y al final le quito cosas o le agrego nuevas, y sino me gusta, todo comienza otra vez. ¿Todo para qué? Para que todas ustedes tengan una perfecta creacion -o casi perfecta-. Los escribo con mucho cariño y con cierta obsecion XD
Sin más les dejo el capitulo, disfrutenlo. Ya saben, el blog no ha muerto, pasenle la nueva direccion a sus amiguitos: tealemmonparty.blogspot.com ¡Recomiendennos y visitemos! :D
¡Cambio y fuera ♥!
21. Grecia

Los días habían pasado sin contratiempos. Luna y Renata andaban más sonrientes que nunca.


El cumpleaños de Renata estaba en puerta. Renata intento sacarle la sopa a Luna, pero siempre con los mismos resultados. “Yo no sé nada, mi Rens, lo juro”, repetía Luna algo acongojada. Eran mejores amigas así que al menos tenía que saber algo. Pero esta vez desconocía cualquier sorpresa que Jennifer y Emily le tuvieran a Renata.“No te diré nada Lunática, no insistas”, una tarde había ido a visitar a Jennifer. Con el pretexto de ir por su vestido negro. Jennifer no la dejo pasar, solo le dio el vestido en el pasillo y la llevo a una cafetería cercana por un frappe. Al menos con el estomago y la boca llenas, Luna no preguntaría nada más. Emily había aplicado el mismo plan con Luna cuando la morena la había ido a visitar al departamento en Manhattan, donde vivía con Logan. La hermana de Emily, Scarlette vivía ahora en el antiguo departamento de Emily. “Basta, Lunática”, repetía sin cesar. “No diré nada, nada, ¿oíste?”, la había señalado con el dedo antes de que entraran en el cine.

Para Luna, hablar en el cine era pecado mortal. Así que las dos horas que había durado la película no había dicho ni pio.

***


-¿Qué les cuesta decirme aunque sea una pista? – Luna se quejaba con Jensen en la comodidad de los enormes sofás de él. Ella y él ahora pasaban el tiempo juntos. Eso tenía encantada a Luna, que casi siempre pasaba las tardes sola. Y no se diga a Jensen, él… Él simplemente estaba feliz.
-Es una sorpresa. Por eso no te han dicho nada – contesto diplomático.
Luna frunció los labios e hizo un mohín.
-Eso no es excusa. Soy la única, aparte de Rens que no sabe nada. Eso no es justo – ahora hizo un infantil puchero.
-Te vez tan sexy cuando haces esa cara – Jensen tomo su barbilla y la beso a conciencia.
Al menos ese tórrido beso la hacía olvidar que tenía que descubrir el secreto que celosamente sus amigas habían guardado una semana entera.
-Tramposo… - gimió una vez que Jensen termino el beso y acariciaba su cabello rizado.
-Pensé que te agradaría pensar en que le regalarías a tu amiga en vez de la sorpresa que le espera – levanto los hombros.
-Ya tengo su regalo – sonrió. –Desde hace meses…
-¿Oh si? ¿Qué es?
-Es sorpresa… - sentencio y se puso de pie. –Tengo hambre… - sobo su estomago directo a la cocina.
Jensen la siguió y juntos comieron un emparedado de jamón y pollo que gustosa Clarisse les preparo. Una vez que lo terminaron, ambos sobaban su estomago con sonrisas satisfechas.

-Solo quiero una pista – repitió por enésima vez Luna. –Una chiquita aunque sea…
-Pues deberías de ir a investigar por tu cuenta, Sherlock Phellan – la abrazo por detrás, mientras ella miraba por la ventana directo a la calle. Se estremeció cuando sintió el aliento cálido de Jensen rozar sus orejas. Su punto débil.
-No… - negó con la cabeza. –Descubriré algo y le arruinare la sorpresa a Rens.
-¿Lo ves? – beso su mejilla. –Deja las cosas como están y descubre la sorpresa junto con Renata.
-Si… - se giro para mirarlo. –Nunca fuiste más sabio, Jen.
-Yo diría que nunca lo ha sido… - una voz a sus espaldas rompió la suave burbuja en la que ellos se encontraban. Jensen giro para mirar hacia donde provenía esa burlona voz.
-¡Jason!
Su hermano.



***


-¿Pasa algo, Rens? – William tomo la mano de Renata mientras caminaban por Central Park. Las parejas a su alrededor hacían lo mismo, caminar de la mano, suspirar y besarse. Esa tarde de viernes, después del trabajo habían decido, más por elección de William que por gusto de Renata, dar una caminata larga por el parque.


Solo que Renata estaba distraída. Pensaba en su nueva relación con William. No estaba nada mal sentirse deseada y querida por un hombre de la talla del rubio. Adoraba que él la mimara y se interesara por sus cosas que tanta felicidad le enchinaba la piel. Y después, muy al fondo de su mente estaba Julien. Ese arrogante hombre de ojos eléctricos, ¿Por qué había ido a buscarla, si ella lo había dejado plantado?


-No, nada – sonrió lo más convincente que pudo. El rubio no se trago esa sonrisa. Se detuvo y la miro fijo a los ojos.
-Puedes decirme lo que sea, Rens. Cualquier cosa…
-Lo sé… Solo que son niñerías lo que pienso – bajo la mirada, avergonzada. –Es… mi cumpleaños.
-Oh… - sonrió divertido. –Estoy enterado… ¿El aumento de edad te tiene así?
-No – jadeo indignada. –Es la sorpresa… Me carcome la curiosidad. Es eso…
-Me estás diciendo media verdad, pero te lo paso por el momento – beso sus labios fugazmente.


***


Renata y Luna esperaban en el departamento de Jennifer. Luna tronaba sus dedos nerviosa. Angustiada y emocionada. Un nudo en su garganta no le permitía hablar, parte la sorpresa que desconocía, pero esperaba, y parte la llegada del mayor Wyngarden a Nueva York.
-¿Pasa… algo? – pregunto despacio Renata, en la soledad de la salita de Jennifer.
Sentadas una al lado de la otra esperando a Jennifer desde hace más de una hora.
-Jason, el hermano de Jensen llego hoy – soltó finalmente, y el nudo de su garganta desapareció.
-Eso huele a problemas – murmuro intentando sonreír.
-Huele a que correrá sangre – gimió ella pasando las manos por su rostro. –Jason no es… Jackson. Es… el peor hermano del mundo. ¡Dios! Era el único que se alegraba de la partida de Jensen. Lo hubieras visto – lamento.
-Diablos… ¿Y Jensen que piensa?
-Dijo que buscaría un lugar donde vivir, que no sea bajo el mismo techo que él. Pero sospechamos – agrego – que Jason planea algo. Algo gordo…
-¿Por qué?
-Tenia esa sonrisa… - recordó estremeciéndose. La sonrisa llena de triunfo y malicia en su rostro. Una sonrisa que te estremecía las entrañas y te las retorcía de miedo. Luna no podía aceptar en voz alta que Jason Wyngarden le daba miedo. Huía de casa de Jensen cuando él estaba ahí. Le daba la vuelta cuando en ocasiones iba a la preparatoria a burlarse de Jensen. Ella lo odiaba y le temía, pero no podía decirlo en voz alta. No sin lastimar a Jensen. Eran, de cualquier modo, hermanos.
Renata no supo que decir. Luna miraba a la nada. Y un segundo después le sonrió.
-¿Qué se siente cumplir diez y nueve más cinco? – chillo emocionada, tomándola de las manos y dando brinquitos aun sentada en el sofá.
Esta vez Renata sonrió completamente y levanto ambos hombros.
-Bien… Supongo.
-Se que quieres muchos regalos… Pero el tuyo lo guarda Jensen celosamente… - arrugo la nariz. –Dijo que arruinaría la sorpresa.
-Me encantara lo que sea que me des, ya que con tu amistad recibí el mejor de los regalos – la abrazo.
-No pueden haber empezado ya la fiesta – gruño Jennifer desde la puerta. Entre sus manos llevaba dos bolsas de plástico de esas donde llevan vestidos o trajes, ropa principalmente. Se acerco a ellas, con esos mega altos stilettos.
-No la empezamos – gruño Luna acomodando su cabello. Jennifer había dicho seria: Cabello suelto. Y Luna se desesperaba con el cabello suelto, al contrario de Renata, que le quedaba hermoso.
-Más te vale, Lunática – la señalo y le dio una bolsa. –Nada de curiosear, porque te desinvito de la sorpresa – sentencio.
Luna hizo un mohín y acepto con un cabeceo. Jennifer tomo la otra bolsa y jalo a Renata de la mano, directo a la salida y sin decir ni una palabra más.
Las tres chicas salieron del departamento de Jennifer y bajaron hasta la calle, donde las esperaba un hombre con dos caballos, uno blanco y el otro de un brillante color negro.
-¿Qué demonios? – jadeo Renata y Luna a la vez.
-No me preguntes, no sé nada sobre esto – aseguro dejando a Renata junto al hombre que asintió solemne y con media sonrisa. -¡Ah ah! – negó cuando Luna caminaba para estar al lado de Renata. –Tengo órdenes estrictas de solo dejar a la festejada – tomo a Luna a pesar de que ella se opuso por unos segundos y después agito la mano despidiéndose de su amiga que tenía la palabra pregunta, en toda su frente.

Renata espero junto a aquel hombre sin decir una palabra hasta que de pronto apareció William con un pulcro smoking.
¡Dios!
Su rubio cabello estaba peinado de lado, su traje era impecable y esa sonrisa en su rostro la ilumino.
-¡Feliz cumpleaños, Ren! – le dio una rosa roja y la tomo de la cadera para besarla a conciencia, robándole el aliento y mojándola de inmediato.
Renata se colgó de su cuello, temiendo que sus rodillas le fallaran y cayera rendida ante los pies de William. Sonrió como estúpida una vez que el rubio se despego para acariciar sus mejillas y mirarla fijamente a los ojos.
-¿Nos vamos? – la tomo de la mano y la ayudo a subir al caballo blanco. Afortunadamente esa tarde vestía unos jeans con una blusa marrón con unos botines altos.

Una vez que William monto el otro caballo, ambos corceles caminaron lentamente.
-Estas muy callada. Quiero suponer que mis caballos te han comido la lengua. Cosa que dudo porque danzo lujuriosa con la mía hace unos minutos – comento William, entre divertido y serio.
-Son hermosos – Renata acaricio la crin del caballo blanco. -¿Son tuyos?
-Ajá… - asintió. –Mi padre me los regalo.
-¡Wow! – jadeo la chica, con la boca medio abierta. -¿No los tienes en tu departamento o sí?
El rubio se carcajeo con ganas.
-No, cariño. Ellos viven en el viñedo de mi abuelo, en California.
-¿Los trajiste aquí solo…? – temía terminar la pregunta.
-Solo por ti, cariño – termino por ella.
-Eso es… Gracias – atino a decir, totalmente sonrojada y con el bombeo de su corazón a punto de salir de su cuerpo.


Anduvieron lento sobre los caballos. Renata sentía las miradas de sorpresa de la gente que pasaba al lado de ellos sobre las aceras. Iban deteniendo el tráfico, cosa que poco le importaba a William, que mantuvo la sonrisa deslumbrante todo el tiempo. Cuando atrapaba a Renata mirarlo de reojo, él le guiñaba el ojo y se ponía serio.


Renata no podía creer todo aquello. Era hermoso el gesto. Caballos. ¡Wow!


Se detuvieron cerca del edificio Dorado de Nueva York y bajaron de los caballos. Renata lo miro entrecerrando los ojos. Un hombre se llevo los caballos y William la tomo de la mano.


-La sorpresa aun no comienza – le dijo guiñando un ojo.
-¿No? –mordió su labio inferior.
Negó con la cabeza.
-Apenas comienza… - beso el torso de su mano. –Espérame aquí, ¿si? No te muevas, ¿lo prometes? – Renata asintió y lo vio alejarse corriendo en medio de la calle.
-¡Renata! – Rosty apareció al lado del edificio Dorado. -¿Cómo estás? ¡Feliz cumpleaños!
-Hola, gracias. ¿Qué haces aquí? – lo miro curiosa. Tenía una bata larga, como de boxeador y unas sandalias.
-Nada, solo me daba una vuelta. ¿Quieres conocer mi gimnasio?
-No puedo… espero a alguien – contesto.
-¡Oh venga! Solo tardaremos un parpadeo… Te hare una promoción. Dos por uno. Puedes traer a tu amiga Luna… - sonrió.
-Solo un minuto – levanto un dedo y lo siguió.
-Lo juro – asintió solemne y caminaron hasta su gimnasio.
-Hace frio, ¿no crees? ¿Gustas un café? – la jalo dentro de una cafetería.
Pidió dos cafés americanos y para él un trozo de pastel de chocolate.
Tomaron una mesa juntos.
-¡Oh mierda! Lo siento, lo siento… - le había tirado el trozo de pastel sobre la blusa y se habían manchado sus jeans también. –Soy un tonto… Lo lamento. ¡Vamos! En mi gimnasio hay un cambio de ropa… Vamos.
-No, no, descuida – Renata intentaba limpiar la mancha de chocolate de sus jeans, pero la mancha simplemente se agrandaba. No había remedio. Tendría que lavarlos.
-Vamos, vamos. No tardaras nada… Lo juro – sonrió.
El rubio de ojos tiernos y celestes la miro sin quitar la sonrisa de su rostro. Totalmente apenado.
Renata asintió y se dejo guiar hasta el gimnasio.

-Perdona el desorden. Hare algunas remodelaciones… - explico que más de la mitad del gimnasio estuviese cubierto por cortinas negras, solo dejaba libre el camino a las regaderas y los vestidores. Incluso su oficina estaba en la penumbra de una cortina negra. –Siempre tengo sacos de pelea, los aparatos de las pesas y esas cosas por ahí – decía sin mucha importancia guiándola a los vestidores. –Toma… - de un locker saco una bolsa larga de ropa. –Seguro te quedara bien. La última vez lo olvido Jennifer. Descuida – agrego ante la cara de espanto de Renata al imaginarse siquiera que era lo que Jennifer pudo haber olvidado en el gimnasio de su novio – no es lo que te imaginas.
-¿No? – alzo una ceja divertida.
-Lo juro. Ese tipo de vestidos no suele olvidarlos en el gimnasio – le guiño un ojo y salió de los vestidores cerrando la puerta.


Renata abrió la bolsa y saco un hermoso vestido color palo de rosa. Su mandíbula prácticamente cayó al piso. Era precioso. La tela era vaporosa y suave.
-¿¡Lista!? – dio un brinco al escucha la voz de Rosty al otro lado.
Miro de nuevo el vestido, sin podérselo creer.
-¿Estas seguro que puedo ponerme este vestido, Ross? – pregunto mordiendo su labio.
-¡Claro que si! – grito del otro lado. –Anda… No es la gran cosa.


Claro que si era la gran cosa. Jamás había visto vestido más hermoso.

Rápidamente se desnudo y se puso el vestido. Levanto la falda para caminar hasta un espejo de cuerpo completo al final del vestidor. Quedo boquiabierta ante su propio reflejo. Su nívea piel combinaba tan bien con el vestido que parecía estar hecho para ella, justo para ella. Cada curva se acentuaba en su delgado y pequeño cuerpo. Solo que había algo que faltaba. Miro hasta donde estaba la percha donde estaba el paquete del vestido y vio una caja blanca con un enorme moño rojo. ¿Por qué no lo había visto antes? ¡Oh! Porque miraba como posesa el hermoso vestido que ahora pendía de sus hombros. La tela rosa pálida se cruzaba por el frente de sus pechos y se dejaba caer al frente y atrás como una larga falda antigua, además de la pedrería brillante que estaba sobre su pecho izquierdo, dando un toque sensual; como si fuese un peplo moderno. Muy moderno y sexy.


Camino hasta la caja y la abrió, sacando de ella un par de zapatillas de tiras que combinaban con el vestido. Todo era como un sueño.
Los caballos con Will, el vestido…
¡Cierto! William… ¿Dónde demonios se había metido?
Calzando los stilettos de tiras salió de los vestidores, solo para que su pulso se desatara aun más.
Sus ojos se abrieron de par en par, amenazando con salirse de sus cuencas. Todos sus amigos estaban ahí. Luna, Jennifer, Emily – con vestidos similares al de ella pero en un tono diferente, para que ella fuera el centro de atracción – su hermano Vincent, Jack Phellan, Lex, Jared, Chuck, Rosty, Logan, Jensen – todos ellos vistiendo al puro estilo de Spartacus (su serie favorita) –algunos con togas, otros con armaduras, con sus pechos descubiertos, letales y sexys – lucían deliciosos. Ahora no solo sus ojos estaban abiertos, también su boca, que peligraba con derramar saliva.


-¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!- gritaron todos.
La primera en abrazarla fue Luna. Tendiéndole una bolsa de papel café.
-Lo tengo desde hace meses, deseaba que tu cumpleaños fuera pronto – susurro en su oído sin soltarla. –Espero que te guste, Feliz cumpleaños – finalmente se separo de ella y sonrió. –Linda sorpresa, ¿ah? Ni yo puedo creerlo… - jadeo. Dejo que los demás la abrazaran.
Cada uno dándole un abrazo largo y otorgando su regalo. El último fue William.
Sonriendo el rubio, que vestía una toga larga color crema, dejando al descubierto su bien delineado cuerpo y músculos. Renata abrió la boca y la cerro inmediatamente. Sus mejillas se colorearon.
-Te ves preciosa… - acaricio sus brazos. –Feliz cumpleaños de nuevo – la abrazo y beso el cuello, estremeciéndola. –Más tarde y sin testigos te daré el resto del regalo – la miro a los ojos y la beso con ternura.
Embelesada, Renata asintió erráticamente, sintiendo un calor lamerle cada rincón del cuerpo.


-¡Ya, ya! – Jennifer pidió silencio. –Como todos saben, no están vestidos… así – miro fugazmente a Rosty -, por gusto. Bueno, en realidad si. Se ven excelentes. Más mi Rosty…
-¡Vamos, Jenn! – urgió Emily tomando de la mano a Logan. -¡Queremos ver lo demás!
-¡Si! – brinco Luna. Jensen la tomo de la cadera, tranquilizándola y enrojeciéndola de inmediato.
-¡Shh! – pidió de nuevo. –Feliz cumpleaños, Rens – jalo un extremo de las cortinas negras con la ayuda de Rosty.
Descubrieron una enorme mesa de banquete, ánforas de vino, copas antiguas, pilares en las esquinas y telas pendiendo del techo, velas encendidas, todo simulando la antigua Grecia. Renata estuvo a punto de llorar, de no ser por el beso abrasador de William.
Luna chillo emocionada. Emily jadeo por la sorpresa.

-Oh Dios – recorrió el lugar de la mano de Logan. Admirando cada rincón y detalle.
-Luna me dio la idea sin darse cuenta – explico Jennifer, cuando Renata se acerco para agradecerle la sorpresa. –Ambas están jadeando siempre por esos tipos deliciosos – sonrió. –Así que la sorpresa es para las dos – les guiño el ojo. –Ya después me agradecerás la armadura de Jensen, Lu – acaricio el hombro de Luna, cabeceando en dirección a Jensen que bebía sonriente junto a Logan.

-Se ve muy bien, Jennifer, gracias – Luna la abrazo. –En serio…
-Bah, no agradezcas. Ahora si me disculpan iré con mi Dios… - se alejo para abrazar a Rosty y acariciar su pecho desnudo.


Renata no se pudo creer la sorpresa todo lo que duro la noche. Ni sus sueños podían hacerle justicia a la decoración, casi podía sentirse en la antigua Grecia. Compartiendo vino y comida en aquel antiguo tiempo. Uno de sus sueños era poder ir a Grecia. Y ahora, era como si se cumpliera, como estar ahí. Solo que con todos sus amigos y disfrutando de una fiesta que parecía no tener fin.

Todos bailaban y bebían. Cantaban y reían.
Emily se comía a besos a Logan. Jennifer bailaba sensualmente con Rosty en el centro de la improvisada pista de baile. Su hermano platicaba con Jack, Jared y Lex también estaban agregados a esa charla. Y un par de modelos que seguro trabajaban con Jennifer también tenían esos lindos vestidos y sonreían embelesadas al ver a los solteros de la fiesta. Luna en un rincón charlaba con Jensen. Y Renata la miro fijo sin perder detalle cuando su rostro que estaba tan radiante de alegria de pronto se nublo por un halo de… Tristeza. La vio negar con la cabeza y tomar la mano de Jensen. Jensen negó con la cabeza y beso su frente antes de que se pusiera de pie y sin despedirse de nadie más, desapareció entre los pilares que decoraban el gimnasio de Rosty. Renata se disculpo ante el grupo de personas con las que platicaba y corrió para tomar entre sus brazos a su amiga.
Luna se sorprendió y sollozo más fuerte cuando sintió el confort de su amiga. Desplomándose.
-Dijo que lo hacía por mi bien – sorbió por su nariz. –Que se iba porque me quería y no quería que me involucrara…
-¿Por qué? – Renata se separo de su amiga y limpio su rostro con una servilleta.
-No se – confeso la morena, que tenia los ojos rojos y el maquillaje corrido por sus mejillas húmedas. Bajo la mirada y limpio su nariz con la servilleta que Renata le ofrecía. –No quiero arruinarte la fiesta, Ren – la miro disculpándose.
-No lo haces – aseguro Renata. –Si tú eres feliz yo también lo soy – agrego.
-Lo seré – sonrió. –Ningún hombre me va a derrumbar de nuevo. Si ese estúpido quiere irse y asegurarse de que este bien, estaré bien. Fue lindo mientras duro – sonrió, o lo intento, porque más que sonrisa, lo que se formo en su rostro fue una mueca de dolor. –La vida sigue…
-Así es, mi vida. La vida sigue… Y tú y yo la enfrentaremos juntas…
Se abrazaron y esta vez ambas lloraron. No de tristeza como hace unos minutos lloraba Luna, esta vez era la felicidad que se aproximaba a ellas.
Porque ningún hombre puede decidir el futuro de una mujer. No si él las lastima con mentiras, con sonrisas falsas y con caricias vacías. Con promesas que no será cumplidas. Con medias verdades que al final son completas mentiras.
Una mujer es valiente y libre, fuerte y decidida. Nadie podrá decidir por ella. Nadie. Ella luchara por formar su destino, y por hacerlo prospero y feliz. Sin lágrimas de dolor. Solo lagrimas de felicidad, de alegría, de amor.


La vida no se mide por las veces que respiras sino por aquellos momentos que te dejan sin aliento…

Las chicas del Té de Lemmon

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