febrero 24, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 7

¡Gente linda, gente hermosa! ¿Como estas mis lectoras misteriosas favoritas? Super chido, espero. Se que la deje esperando muuuuucho por una nueva entrega de su novela favorita -Beu dandose animos XD- asi que este regreso las alegrara :3 Y más a mi Ale, mi Cricri, mi Ren ♥ Espero que te guste mucho mi Ale, ya sabes que yo lo hago de corazon♥ :3

Disfruten y pinchen los videines :D es el soundtrack de la novela x3 ¡¡Yepa, yepa!! xD
7. Ni en tu peor pesadilla

“Tenia curiosidad. Y como no soy un gato, no es peligroso” – Gregory House.

(Dale Play ►)


Sus manos cubrían su boca. Sus ojos miraban sin ver, directo a la nada. ¿Se había convertido en todo lo que odiaba?
Froto sus ojos evitando las lágrimas.
‹‹Solo fue un beso››
‹‹ ¡Consuelo de tontos!››
La presión en su pecho incrementaba a cada latido de su corazón. No solo había mentido, sino que estuvo a nada de creer su propia mentira.
El dolor corría por sus venas, burlón. Recordándole que no solo había sido herida ella, sino que en el proceso había daños colaterales.
Ojos que no ven… Corazón que no siente. Al menos eso decían. Sin embargo, ese dolor crecía dentro de ella, como un globo, peligrando con explotar. No podía respirar con tranquilidad. No podía ni verlo a los ojos. Era ella todo lo que odiaba.
‹‹Lo soy, lo soy››

Con las manos temblando y sintiendo frio como si estuviera en Alaska se puso de pie y camino, intentando ser firme y decidida, hasta la oficina de William. Toco con los nudillos y espero a que él contestara.
-Salió por negocios – anuncio su insufrible secretaria. –Dejo dicho que podías irte temprano.
Pudo reclamarle a la grosera mujer, pero no tenía ganas de hacerlo. Simplemente asintió, volvió a su oficina, tomo sus cosas y dejo el edificio.
Desconocía como había llegado a su departamento. Y apenas ella estaba por dejarse caer en el sofá, cosa que hacia cuando se sentía abatida, sonó el timbre. Igual que como había llegado a su departamento, camino con pasos pesados hasta la puerta y abrió. Tan mal estaba que, esta vez sí le daría esa taza de azúcar a la señora Spencer. Sin embargo no era ella quien estaba al pie de su puerta.
-Espere tu llamada como un imbécil.
-¿Qué mierda haces aquí?
-Pensé que las cosas habían quedado claras hace días cuando vine a cobrar mi venganza.
-No – negó con la cabeza ligeramente. –No tengo nada para ti. Tengo novio. Y lo… - dudo. Lo quería, si. Él tenía que saberlo. No sería parte de su juego. –Lo quiero. Vete – ordeno y señalo el pasillo.
-¿Novio, ah? – Julien levanto una ceja divertido. – ¿Por qué no te creo?
-Porque eres un retrasado imbécil. No soy parte de tu cajita de crayolas de doce colores, Jules – dijo altanera, una mano voló a su cadera. Comenzaba a sentirse completa.
-Ya veo – asintió mirándola de arriba abajo. – Creo que no pude… - rasco su barbilla. – ¿Cuál es la palabra?
-Hacerme tu puta – respondió.
-No, linda. Esa no es la palabra – corrigió. –Creo que eres… Bien. Solo diré algo. La moral se pierde con el tiempo.
-Pues espera sentado, porque tú y yo no tenemos nada que ver. No seremos nada. Perdiste el tren cuando éste estuvo cinco, cinco, - reafirmo – cinco días en tu departamento haciendo de gata. Lárgate. No quiero verte de nuevo. Soy demasiada mujer para ti – sentencio levantando ambas cejas y señalando el pasillo.
Julien la miro. Paso una mano por su cabello despeinado.
-Podemos… ¿Puedo pasar?
(Dale Play ►)


-¡NO! – rugió. Su grito fue tan fuerte que temió que Luna apareciera o peor, que todo el edificio se enterara. Poco le importaba ahora. Quería que las cosas con Julien estuvieran claras. Ella no iba a ir en contra de sus principios. Nunca. Ella era leal y honesta. Y estuvo a nada de que ese bien parecido hombre derribara los bien cimentados muros de su educación y creencias.
-Renata, cálmate – levanto ambas manos. –Entendí eso de “No me voy a revolcar contigo porque no soy una puta” – dijo en un ligero tono burlón y pedante, meneando la cabeza como si fuera un títere. –Solo digo que si puedo pasar y tomarme un café contigo. O si tienes miedo de pasar el tiempo conmigo en tu diminuto departamento, podemos ir a una cafetería. No te obligare a nada que tú no desees. Créeme, ha quedado bien claro ahora – explico con toda la paciencia del mundo.
Renata sin embargo, no se trago todas sus palabras y lo miro detenidamente.
Suspiro.
-¿Por qué viniste de todos modos?
Julien miro el suelo.
-¿No has sentido que aun estando rodeado de gente quieres estar solo o con una persona?
Renata se negaba a contestar, empero, una parte de ella conocía esa respuesta, y esta vez, la voz de Julien no era altanera ni presumida.
-A veces – murmuro.
-No tengo muchos amigos, Renata, me atrevería a decir que la poca gente que conozco me quiere muerto, tu incluida en esa lista. La verdad… No quería obligarte a nada. Sé que tienes novio. Pero el titulo de amante me resultaba agradable. Es decir – rasco su nuca. –La única persona que está interesada en mi es ese pequeño bribón que es amigo de Tristan. Dios, en serio no lo soporto, pero parece que tengo un imán para que él aparezca por todos lados.
-¿Qué…? – mordió su labio. – ¿Qué intentas decir, Julien?
-Una parte de mi quería ser tu… amante. En serio que sí. Aunque eso sería compartirte y si de una cosa estoy seguro es que no quiero compartirte con nadie. Solo… No tengo un lugar mejor a donde ir y en mi departamento no hay café.
¿Compartirla con alguien? Renata comenzaba a marearse con tantas confesiones. ¿Por qué era eso, cierto?
-¿Quieres que seamos… amigos?
-¡¡¡Dios!!! ¡Si! – estallo contento y la abrazo sin proponérselo. –Sabes leer entre líneas, eres lista – toco su nariz respingada con la punta de su dedo. –Solo amigos.
Aun así, lo miro inquisidora.
-¡Lo juro! – abrió los brazos en cruz. Renata mordió su labio torturando a Julien con esa imagen, desconociendo los resultados que tenía ese simple tic en el sistema de Julien.
-Nada de…
-Sexo oral – completo con una enorme sonrisa que le formaba una arruga en su mejilla. –Lo juro, Renata. No te tocare, ni te besare, ni nada. Seré un buen amigo.
Frunció los labios. ¿Lo serian?
-Si me tocas – lo apunto con su dedo. –Te romperé la nariz de nuevo y también las bolas – amenazo.
-No quiero arriesgarme a que eso suceda. Créeme, mi entrepierna es muy importante para mi… Aunque mi madre no lo diga, ella desea nietos. Y espero que ella desee algunos míos, tanto como los que desea de Tris – sonrió entre amargo y divertido.
-Creo que tengo tiempo para un café, solo uno… - levanto un dedo. –Vamos, necesito cambiarme.
-Bien – la siguió dentro de su departamento.

Renata lo vio sentarse en su sala. Mermelada, su gato, se acerco a Julien y él lo tomo entre sus brazos para acariciarlo.
-¿Me extrañaste, pequeño?
Entro a su habitación para cambiarse su ropa de trabajo, ese conjunto de traje sastre y sus tacones altos, por unos jeans, la playera que Luna le había regalado, que tenia la frase: “Estoy con un muggle”, la cual aun no entendía pero que a Luna le resultaba muy graciosa, y unos lindos zapatos de piso. Tomo su cabello en una coleta y se abrigo con un blazer*. Tomo su bolso y regreso a la sala, donde Julien examinaba la decoración con fotos y recados de Luna por todos lados.
-La morena y tú son muy unidas – comento al verla acercarse en el reflejo de su televisión.
-Más que eso, ella es mi alma gemela – levanto la barbilla orgullosa, cosa que pasaba siempre que decía aquella frase.
-Casi como Tristan y yo – ironizo. Dejo la foto de sus amigas en su lugar.
Renata recordó esa foto. Habían ido juntas a un club de Stripper, ninguna se había cansado de gritar y de mirar bailar a esos hombres aceitados y musculosos.

Julien la ayudo a subir a su auto y juntos recorrieron la ciudad en busca de alguna cafetería que fuera del gusto de Renata. En silencio, cruzaron las calles y semáforos.
-Pensé que estarías de parlanchina como con tu amiga la morena – comento Julien sin quitar las manos del volante.
-Aun no somos amigos – decreto seria.
-Bien. Soy nuevo en eso de hacer amigos. ¿Qué se supone que hace uno en una salida de amigos?
-Platicar sobre su día, quizá.
-Mi día… - avanzo pasando autos. –Aun no comienza. Entro a trabajar a las 7 – frunció el ceño. –Aunque estoy pensando en buscar uno para trabajar en el día. Necesito caer rendido en mi cama a la hora de dormir.
-¿Por qué no lees un libro?
-Buena idea. ¿Cuál me recomiendas?
-¿Esto es en serio, Julien? – cuestiono sorprendida.
-¿Qué? Lo del libro, pues si – la miro de reojo.
-Me refiero a lo de ser… amigos. Hace unos días apareces en mi departamento con tu frase: No eres la única que puede dejarme húmedo y caliente. Y ahora…
Detuvo el auto, orillándose.
-A todo mundo les resulta difícil creer que soy una buena persona.
-La verdad no es difícil es increíble – razono.
-¡Uf! Renata… Lamento que mis acciones no te permitan ver más allá de la fachada. Lamento haberte ignorado 5 días, lamento haberte besado, si es lo que quieres escuchar, haberte tocado y semidesnudado en tu departamento, pero para que lo sepas, besarte, tocarte y demás, no es algo de lo que me arrepienta. Si y no.
-Vale – eso la dejaba aun más dudosa. –Dime algo de lo que te arrepientas.
-No haberte dado la carta esa tarde antes de Navidad, cuando salías del edificio donde trabajas, con el rubio enorme.
-¿Una carta? ¿Qué decía? – era curiosa como un gato.
-Nada. Olvídalo.
-Dime – exigió.
-Renata. Es pasado. Y si de algo estoy seguro: es mejor no removerlo.
No quedo satisfecha con esa respuesta. Sin embargo, se dejo guiar a la cafetería.
El lugar estaba iluminado con luz cálida y desprendía un delicioso aroma a café. Sonrió, ese aroma era uno de sus favoritos. Fue a la barra, sintiendo a Julien seguirla, y ordeno.
Necesitaba un lugar no muy alejado de todos. Aun se sentía nerviosa con Jules junto a ella. No quería estar a solas, en alguna de las mesas del fondo, donde las parejas de enamorados se tomaban de la mano y se besaban con ternura.
-¿Extrañas al rubio? – la pillo mirando una de las parejas.
-Mucho – confeso sin chistar.
-Podemos llamarlo y decirle que se una a nosotros, solo – levanto un dedo – si trae una amiga, no quiero ser el tercero en discordia – sonrió divertido.
Renata no se sintió tan miserable ahora. Era fácil estar con Julien. Tenía esos comentarios agudos, ácidos y acertados, aunque no siempre hemos de decir, pero la mayoría del tiempo era así. Sus ojos azules tan diferentes a los de William. Lo miro curiosa mientras él pasaba las hojas de una revista de autos que encontró en la mesa vecina a la de ellos, y lo escuchaba jadear ante cada auto deslumbrante y muy caro.
Tal vez era verdad que él solo quisiera ser su amigo.
-¿En qué piensas, Renata?
-En… ti – dijo bajito, sus mejillas se tiñeron de rojo.
-¿Pensamientos impuros? Cuéntame – recargo los codos en la mesa redonda.
-No – sonrió. –Solo pienso que no es tan difícil estar contigo. En serio creo que podemos ser amigos.
-Soy una buena persona aunque la mayoría lo dude. Solo hay una persona en el mundo que me ama, o dos, creo. La verdad es que no sé cuantos enemigos cosecho. La lista parece que va en aumento. ¿Qué me dices tú, tienes enemigos?
-La secretaria de William me odia. Es mutuo el sentimiento.
-Así será nena, eres novia del enorme rubio que todas desean tener entre las piernas, como no quieres que te odien.
Sonrió ampliamente. Era agradable estar a su lado. Dejar el dolor de sus hombros y cuello atrás. Relajarse. Ser amigos.
-Lo sé, soy afortunada.
-No – negó de inmediato. –Él es el afortunado. ¡Oh mira, los cafés!
No le dio tiempo a Renata de flipar por ese comentario.

Fue una tarde agradable. Julien tiene un humor negro acido muy divertido. La sonrisa no se borro de su rostro, y en serio sentía que comenzaba una linda relación de amistad con él. La presión en su pecho desapareció conforme ella reía de sus ácidos comentarios.
Se acercaba la hora en que Julien entraba a su trabajo, de hecho ya iba una hora atrasado. Pago por el café y un par de muffins y juntos volvieron a casa.
-Gracias, Renata – Julien aun tomaba el volante. –En verdad. Pase una linda noche.
-Igualmente, adiós – bajo de su auto y entro al edificio.


***


-Luna…
-Hola, Lex – saludo cordial la morena. Recargo el teléfono móvil sobre su hombro y su oreja, para poder tener libres las manos y limpiar su escritorio después de haber comido unas papas fritas y un frappe.
-Solo saludando – murmuro Lex al otro lado de la línea.
-Mmm, seguro – sonrió divertida, a pesar de que él no podía verla.
-Si. ¿Cómo estás?
-Trabajando, ya sabes. ¿Tu?
-Jack me negrea, pero todo en orden – bromeo. Soltó el aire y éste choco contra la bocina del teléfono. Luna lo escucho muy claro, él estaba nervioso.
-¿Quieres que le de algún recado tuyo a Renata?
-¡Qué! No, no, no… Solo… - suspiro. Seguro que también se rasco la mejilla, como hacia cuando los nervios eran superiores a él. –Diablos, si. Si…
-Vale, le diré que le mandas saludos.
-Gracias. Yo solo… Te paso a tu hermano.
Se escucharon ruidos y gruñidos, un par de golpes y luego un bufido.
-¡Hey, Lunática!
-Hola, Jackie – saludo tierna.
-Lex está por completo loco. Yo ni quería saludarte, bueno si. ¿Cómo sigues? – se refería a lo de Jensen. Luna tenso los hombros.
-Bien, el abogado es muy bueno… No tienes porque seguirle la corriente a Lex. Solo tienes que decirle que se faje los pantalones y vaya a ver a Renata. Es todo…
-Solo que ahora ella está con el rubio y se ve muy feliz.
-Muy feliz, si – confirmo con ojos soñadores.
-Hey… Un cliente, nos vemos después, Lunática. Saluda a Rens de mi parte también, adiós – colgó con rapidez.

Termino de acomodar su oficina y encontró una caja de Wonka Nerds al fondo de uno de sus cajones. Los recuerdos de Jensen la azotaron. ¿Por qué había pasado todo aquello? ¿Por qué razón la había demandado si perjuraba que la amaba y que nunca la lastimaría? ¿Era un juego para él enamorarla de nuevo? ¿Una apuesta?
Las lágrimas terminaron por juntarse en sus ojos grises y cayeron por sus mejillas con caminos desiguales, terminando en sus labios. Las limpio con el dorso de su mano y limpio sus ojos, asegurándose de que su maquillaje no se corriera. Después de todo, era mujer y un tanto vanidosa al final del día, como cualquiera.
-Tok, tok – Tristan asomo la cabeza por la puerta. La encontró limpiando sus lágrimas con rapidez y sorbiendo su nariz. –Luna, ¿Qué pasa? – prácticamente voló para abrazarla. – ¿Estas…? – estuvo a nada de hacer la pregunta más estúpida, que debía ganarse el premio Nobel a la estupidez. Claro que no estaba bien, estaba llorando. –Linda… - beso su frente. –Pateare el trasero de cualquiera que te haga sufrir.
-Entonces deberías matar al estúpido que invento los stilettos – sollozo divertida. Tristan soltó una grave sonrisa.
-Jamás cambiaras…
-No tengo a nadie por quien cambiar.
-¿Y yo no cuento?
-¿Quieres que cambie? – hice un puchero.
-Jamás – respondió y beso sus mejillas húmedas y sus labios, calmando el llanto de sus ojos.
-¿Cómo estuvo tu día? – intento formar una sonrisa en sus labios, que Tristan interpreto como una mueca, pero la acepto.
-Algo ajetreado, al final bien. ¿Quieres ir a cenar?
-Seguro – dio un paso atrás para alejarse de él y tomo su bolso y su chaqueta. –Andando…
-¡Aaaaw! – era Neal, su sonrisa burlona hizo sonrojar a Luna, que mantenía la mano unida a Tristan. – ¡Que lindos! – hizo un puchero que desapareció de su rostro rápidamente y volvió a su oficina.
-Es un pesado – Tristan la jalo al ascensor. – ¿Qué quieres cenar? – pregunto cuando las puertas se cerraron.
-¿Pizza?
-¿Me dices o me preguntas?
-Te digo – levanto la mirada, segura de si misma.
-Perfecto. ¿Con vino?
-¿Me llevaras a donde nos peleamos por primera vez?
-¿Aun lo recuerdas?
-Cosas espinosas, ¿ah?
-Cosas espinosas – repitió contento. La acorralo en una esquina del ascensor y la beso con ternura.
Luna se derritió ante ese beso, sus terminales nerviosas se calentaron y solo pudo dejarse llevar por el sabor de ese tierno beso.
Cuando se abrieron las puertas, Tristan la jalo de la mano para llevarla afuera. Su auto plateado los esperaba en la avenida.
-¡Trisi!
-Oh Dios – Tristan se desinflo. – ¿Qué demonios haces aquí, Christine?
-Así que ésta es tu… amante – soltó altanera. Luna la miro atenta.
La mujer era un poco más alta que ella, ojos color aceituna y cabello negro en ondas, piel ligeramente bronceada, delgada, con largas piernas de modelo. Era linda.
-¿Qué haces aquí? – Tristan ignoro a Christine que desafiaba con la mirada a Luna.
-Quería verte, amor.
Luna sintió que un cuchillo la atravesaba. Soltó la mano de Tristan.
-Terrenos espinosos – dijo y camino alejándose por la acera.
-¡Luna, Luna! – Tristan corrió tras ella. La tomo del brazo y la hizo detenerse. –Christine no es nada mío, lo juro.
-Pues parece que ella no lo ve así. Y créeme, realmente no importa… Ve con ella, eres su ‘amor’ – levanto una ceja.
-Luna… ella no es mi amor, ni yo el de ella. Christine está enferma, termine con ella hace años, cuando supe… Cuando supe que ella era novia de mi primo. Por favor…
Frunció los labios.
-Princesa… - Christine se acerco con pasos tambaleantes. No lo había notado, ella estaba ebria y al ver sus ojos supo que también algo drogada. –Lo que te diga Trisi es pura mentira, él y yo compartimos momentos ardientes. ¿Te acuerdas, Trisi?
-Christine, por favor. Estas mal de la cabeza… - la tomo de los codos para que no cayera al piso.
Luna sintió pena por ella. La mujer era preciosa.
-¡Y una mierda, Tristan! Yo te quiero, te quiero…
-Pero yo no. Por favor, estas ebria, Christine…
-¡NO! ¡Es que no entiendes que nadie te amara como yo! ¡Ni ella! – señalo a Luna. La gente que transitaba por ahí los miraba curiosos y se alejaba cuchicheando.
-Christine… - susurro Luna, sin saber realmente que decir. – ¿Te encuentras bien?
-¿Cómo estarías si sabes que una zorra como tu esta con tu prometido? – pregunto a voz de grito y aun más personas los miraron curiosos. Luna los ignoro.
-No soy una zorra – contuvo su furia. Podía ella estar ebria, pero sabía lo que decía, de eso no había duda.
-¡Ajá! – rodo los ojos. –Aléjate de mi hombre o me asegurare de que vivas en la calle, tengo influencias, ¿sabes? – dijo ladina.
-No, gracias – Luna sonrió de la misma forma. –Sera mejor que la lleves a su casa – dijo mirando a Tristan.
-Luna – la llamo. –Por favor…
-Por favor, llévala a su casa, se cae de borracha, mírala – cabeceo en dirección a Christine que había caminado hasta una jardinera y se recargaba en ella con dificultad. Realmente daba pena esa mujer y seguro que tenía problemas mayúsculos por su forma de beber.
-Bien – asintió. –Te llamo después…
-Seguro – se alejo caminando hacia el tren subterráneo, alcanzo a ver como Tristan la subía con dificultad a su auto y como se alejaba con una mueca de asco cuando ella intentaba besarlo.
-Diablos, Christine…
-¡Hey, hey, hey! – una voz masculina llamo a Tristan antes de que él cerrara la puerta de su auto y llevara a Christine a donde él suponía era su hogar.
-¿Si? – echo para atrás su cabello. Realmente fue difícil meterla al auto sin que ella quisiera colgarse de su cuello y besarlo. Incluso sudo.
-Ella es Christine Wild – señalo dentro del auto, donde Christine intentaba encender un cigarrillo. –Escapo de la clínica ayer por la noche – informo el hombre, su cabello estaba igual de despeinado que él de Tristan, y al contrario de Tristan que comenzaba a dejarse la barba, el hombre la tenía muy tupida por sus mejillas y mentón. Los ojos azules de ese sujeto, le recordaron los ojos celestes de su hermano.
-No lo sabía, ella vino aquí y… La iba a llevar a su casa, lo juro – mostro las palmas de sus manos.
-Vámonos, amor… - sollozo Christine.
-¿Tu eres el tal Tristan, ese que clama Christine a cada hora?
-Supongo – lo miro curioso. – ¿Qué es lo que sucede?
-Pues bien – tomo aire aquel hombre. –La internaron hace apenas un par de días. Ella… ella comenzaba a drogarse.
-Diablos – bufo, Tristan. – ¿Puedo ayudar en algo?
-Supongo que si, ayúdame a llevarla de vuelta a la clínica – Tristan hizo ademan de sacarla del auto, pero el sujeto no se lo permitió. –Y sígueme… - indico y él subió a su auto.
Tristan hizo lo que el tipo decía y lo siguió hasta llegar al otro lado de la ciudad, donde una clínica enorme se erguía. Nunca había estado en un lugar de esos, y ver el interior lo hizo palidecer. No solo atendían casos de alcoholismo o drogadicción, realmente las personas internadas en la clínica tenían problemas grandes. De pronto sintió pena por Christine, que caminaba abrazada de él, detrás del tipo que a la entrada se puso un gafete sobre su corazón. En silencio lo seguían, solo con los pasos sonoros debido a los stilettos de Christine y los suspiros infantiles que salían de su boca.
El lugar era blanco por donde lo vieran y desprendía un aroma a hospital aun más acentuado que Tristan odio al instante.
-¿Qué puedo hacer para ayudar?
-Christine siempre dice tu nombre, dice que te ama, que nadie puede amarte como ella…
-No quiero hablar mal de ella, pero ella me hizo mucho daño – dijo Tristan. –Pero no me gusta verla así… - miro a Christine reposar en una cama con sabanas azul cielo muy tenue.
-Entiendo – asintió el hombre. –Tal vez cuando ella este sobria y estable, pudieras visitarla y hacerse saber que lo que paso entre ustedes dos quedo en el pasado, créeme, eso sería de mucha ayuda.
-Bien, - saco una tarjeta con sus datos de su cartera y se la dio al hombre – cualquier cambio, por favor llámenme.
-Lo haremos. Soy Jared, mucho gusto – estrecharon sus manos.
-Tristan, pero eso ya lo sabías. Mucho gusto. Gracias, hasta pronto – salió de ese sitio, sintiendo que a cada paso su pulso aminoraba, tanto dolor, tantas caras infelices. Realmente Christine sufría, pero no quería creer que él era la razón de ese profundo dolor.

El lado Oscuro: 6. Pequeña mente diabólica

¡Hola! (: ¿Que tal estuvo su semana? La mia...tensa. En fin, aqui nueva entrega de El lado Oscuro :} Esta historia me encanta en lo personal y salio de una locura (:
Enjoy ^^

Por cierto... ¿Les gusta el nuevo mameluco de nuestro baby hermoso? *.*
Espero que te gusto mi Ale ♥

6. Pequeña mente diabólica

-¡Odio a Melanie! – Samantha chillo a viva voz en el despacho de Bran, apenas tenía una noche en la mansión Hardenbrook y ya odiaba a la adorable niña.
-¿Qué hizo esta vez? – Bran oculto la sonrisa satisfecha tras el periódico del lunes.
-Ella dijo que no dormiste conmigo, ¿puedes creerlo? No es como si en la noche hubieras abandonado tu propia habitación para dormir en otro lado, ¿o si?
Bran rodo los ojos. Si había dormido en otro lado, para ser claros en la habitación de Melanie, sobre el sofá-cama que tenia la niña al pie de su cama. Que buena idea tuvo Winter al comprar uno de esos para las emergencias. La niña había pegado un grito de horror cuando lo vio entrar con una almohada de plumas en su habitación, ella y Winter leían un libro de historias de terror de H.P. Lovecraft.
›› -¡Largo de aquí! – grito Melanie.
-Tranquila, dormiré en el sofá – arrojo al piso los osos de peluche y desplego el asiento del sofá. –Ayúdame Winter.
La chica tomo sabanas y cobijas del armario de Melanie, acomodo los cojines a los lados de la cabecera del sofá.
-Estará mejor en alguna habitación de huéspedes, señor – comento Winter estirando las cobijas.
-O en la casa del perro – sonrió con malicia, Melanie.
-Tu estarás mejor con el perro que no tenemos y que aun vive en la perrera – ataco Bran, levantando una ceja.
-Ush – cruzo los brazos. –No vas a arruinar la noche de cuentos de terror, tarado.
-Oh, claro, claro… - rodo los ojos y se acostó en su nueva cama. No era suave ni tenía el aroma de Winter… -¡Mierda! – tan rápido como entro, salió de nuevo y azoto la puerta al salir.
-¿Ahora que le pico a ese idiota?
-Veré que no le haga falta nada a Samantha.
-Sera difícil complacerla, porque a la rubia le falta la materia gris, Win – rio de su propio chiste. Winter sonrió y salió de la habitación.

Bran regreso a su habitación, Samantha estaba recostada en el lado de Winter. Se acerco a ella con pasos decididos y le toco el hombro, casi de inmediato la rubia abrió los ojos.
-¿Qué pasa? – pregunto con voz pastosa.
-Tengo que mostrarte algo – fue lo primero que se le ocurrió. La chica salió de la cama de inmediato y se puso su bata de seda rosa sobre su camisón transparente. Tomo la mano de Bran y juntos salieron de la habitación.
Bran la llevo hasta la casita que tenían al lado de la piscina. El futon de sabanas blancas estaba en orden, así como la pequeña cocineta, los sofás color miel y el baño. No había nada fuera de su lugar. Pero no fue al futon a donde la llevo, como esperaba ella, sino al sofá-cama que tenía en su improvisada sala.
-Así nadie nos molestara – acomodo cobijas y sabanas como había hecho Winter en la habitación de Melanie. Se recostó. Samantha lo miro con desaprobación, Bran estiro una mano para que ella lo siguiera.
-¿Por qué no en el futon?
-El colchón esta duro, lo odio – mintió, convenciéndola con una sonrisa petulante.
Samantha lo abrazo, rozo sus pies con las piernas de él y finalmente, gracias a Dios, cayo dormida. No podía negar que ella lucia como un precioso ángel. Sin embargo, Bran no era fan de los ángeles, él prefería jugar con fuego. ‹‹

-Se que dormimos juntos, en la casita de la piscina – sonrió.
-Lo puedes apostar…
Solo que no apueste su vida en ello, porque seguro la perdería. Ya que apenas Samantha cayó en un profundo sueño, Bran se deslizo fuera de la casita y del sofá-cama para correr a la habitación de Melanie. Estuvo tentado a ir a su propia habitación o aun mejor a la cama de Winter en el sótano, sabía que ahí nadie lo buscaría, pero para qué arriesgarse, tenía que hacer enojar a la niña para que estuviera insufrible todo el día.
-Lo sé – Samantha se sentó en el escritorio, su vestido azul marino con pedrería en el escote destacaba sus pechos y sus largas piernas. – ¿Te apetece ir a la playa y caminar en la orilla?
‹‹ ¡Eso es de estúpidos enamorados!››
-Lo lamento, nena, tengo trabajo que hacer – dejo el periódico sobre las piernas de ella y tomo su maletín de piel, abandonando su oficina.
Bajo a la cocina donde encontró a Winter aprendiendo la noble arte de hacer muffins de chocolate.
-Joven Hardenbrook – saludo Briseida.
-Samantha estará aquí mucho tiempo. No la dejen entrar a mi habitación, ¿esta claro?
-Transparente – contestaron Winter y Briseida en coro.
-Winter – cabeceo en dirección al pasillo del sótano. La chica limpio sus manos y lo siguió hasta el cuarto de lavado. –Toma la llave de mi habitación, no quiero que nadie más que tu, entre, ¿bien?
-Claro, señor.
-Estaré en la oficina el mayor tiempo posible, si Samantha pregunta por mí, dile que tengo muchos pendientes o lo que se te ocurra. Eres buena para las historias fantásticas – tomo un mechón que salía de su coleta de caballo y lo llevo detrás de su oreja. –Y que Melanie sea una niña encantadora como casi siempre es – le guiño un ojo.
-Muy bien – asintió guardando la llave dentro del bolsillo de su vestido gris.
-Cuando llegue quiero mi baño relajante en tu habitación.
-¿Cómo, como dice?
-Lo que oíste – confirmo. Le dio un suave beso en los labios y palmeo su trasero. –Nos vemos más tarde.
La dejo en el cuarto de lavado con el corazón latiendo descontrolado y el sabor de sus labios quemando su cuerpo.

Melanie fue tan encantadora como una planta carnívora. Lanzaba indirectas a Samantha a diestra y siniestra a la hora de la cena. “¿Dónde esta Bran? ¿Trabajando? Bah, y yo soy la Reina Isabel”. Samantha apretada su cubierto con fuerza y bufaba por lo bajo, Melanie parecía divertirse más haciéndola rabiar a ella que a su tío. Era una lástima que Winter no estuviera presente en el almuerzo, lo que hubiera pagado por ver el rostro de ángel de Samantha como un rubí, colérica y con ganas enormes de estrangular a la niña.
-¿Winter? – llamo la niña.
La chica acudió a su llamado. Las mejillas de la rubia parecían explotar.
-¿Sabes que hace mi tío tan tarde en una noche aburrida de lunes?
-Trabajo pendiente, cariño – sonrió.
-Uh-hum – asintió sin creérselo. Su tío trabajaba como un reloj suizo. Ella lo sabía, desde temprano tomaba su desayuno, trabajaba o hacia que trabajaba, volvía a casa a la hora de la cena, a las 5, y después tomaba su masaje a las 7 de la noche. Melanie ya había memorizado el horario rutinario de su tío a la perfección. A ella no podía engañarla.
-Que raro… - se rasco la barbilla. –Siempre regresa a las 5 en punto y cenamos los tres, ¿no crees que es raro, Samantha? – recargo el mentón sobre las manos, reposando los codos sobre la mesa.
-¿Quiénes tres? – chillo alterada la rubia.
-¡Ah! Mi tío teme que lo envenene mientras cena, él invita a Winter a compartir la mesa. Es tan lindo con ella – le guiño un ojo, ese gesto similar al de Bran, provoco una sonrisa en Winter.
-¡A ti! – Samantha la señalo con desdén.
-Tu tranquila, Winter es muy educada y linda más que muchas personas que conozco – no dejo de mirarla. –Winter se ve muy preciosa con ese vestido negro que mi tío hace que vista cuando cenamos juntos. ¿A que si, Winter?
-¿Quieres doble ración de postre, Mel? – pregunto Winter, estaba a nada de abrazarla.
-¡Mmm! – se relamió los labios. El helado de vainilla era su favorito, más de la forma en que Winter se lo preparaba. –Todo doble, gracias. ¿Tú, Sammy, quieres doble ración? ¿O temes engordar… más? – la miro fascinada.
-¡No estoy gorda! – exclamo con pasión.
-Entonces que sea doble ración – choco las palmas la niña. –Morirás satisfecha una vez que Winter te sirva el helado que prepara.
Winter camino a la cocina.
-¿Cómo sigue tu pie, querida? – Briseida servía el helado en los tazones mientras Winter sacaba el chocolate líquido de la nevera.
-Muy bien, solo fue un rasguño.
-El joven Bran la curo, supongo. Cuando subí a limpiar los cristales no los encontré en ningún lado.
Winter casi tira la botella de chocolate y las chispas de colores al suelo.
-Así es, él me llevo a mi habitación, estoy mejor ahora – finalizo, decoro los tazones de helado y salió de la cocina antes de que Briseida preguntara algo más que ella nerviosa contestara. La mujer tenía un don para descubrir el nerviosismo en las personas, y cuando Winter era interrogada tan a fondo temía que terminara tartamudeando.
-¡Mmm! – Melanie devoro ansiosa su tazón de helado, mientras que Samantha miraba el plato frente a ella como si en cualquier momento el helado amarillo fuera a comerla. Parecía que tenía asco o incluso miedo de comerlo.
-¿Qué pasa, Sammy? ¿No te gusta el helado? – pregunto con la boca llena de helado. Samantha le hizo una mueca de desprecio.
-¿Puedes comer con la boca cerrada?
-No – contesto tajante. –Si vas a vivir aquí más vale que te acostumbres a mis malos comportamientos, Bran ya se acostumbro, tu deberías hacer lo mismo – mintió.
-No tienes modales – bramo y se puso de pie. –Iré a recostarme…
Winter se aproximo a ella.
-El joven Hardenbrook dijo que podía descansar en la casita de la piscina. Ahí estará más cómoda y en silencio.
-Bien – frunció los labios y salió por la puerta lateral de la casa.

Entrada muy la noche, cuando solo en el cielo podían verse las estrellas iluminar la superficie del mar, llego Bran. Su cabello revuelto demostraba que había pasado todo el día pasando las manos por él, si Winter no lo conociera mejor, se atrevería a decir que se había revolcado todo el día con su secretaria; pero que bueno que lo conocía de arriba abajo.
-¿Dónde esta ella? – pregunto cuándo Winter tomo su saco y su maletín.
-En la casita de la piscina, no ha salido de ahí desde la hora de la cena.
-Entonces que no sepa que he llegado. ¿Mi baño esta listo? – volvió sus oscuros ojos esmeralda a ella. Winter asintió y esbozo una sonrisa picara.
-Sabia que no me fallarías – rozo su mejilla apenas con el dedo índice y camino delante de ella hasta el sótano.
Dejo el saco oscuro y el maletín sobre su cama, mientras él curioseaba su habitación.
-Tu cama es muy vieja – comento sentándose sobre ella y se recostó. –Aunque el colchón es suave y confortable – se giro, recostándose sobre su hombro, tomo una almohada de plumas de ella y hundió la nariz para embriagarse de su aroma. Esa acción enterneció a Winter, que desvió la mirada y cerro con seguro la puerta para después entrar a su pequeño baño. Al contrario de Bran, el baño de ella tenía una tina antigua y la regadera en el mismo lugar, que era cubierta por una cortina de plástico semitransparente colgada en un tubo en forma de ovalo desde el techo. A pesar de ser un cuarto de baño pequeño estaba bellamente decorado. Los cuadros de azulejo blancos estaban pulcros y dentro se podía apreciar un olor a manzana canela que provenía de las velas gruesas que descansaban en las repisas donde guardaba las toallas y en el lavado que tenía un pequeño espejo.
-El baño esta listo – anuncio asomando la cabeza por la puerta del baño.
-No llevo prisa, Winter. Ven acá, quiero ver cómo te preparas para servirme – echo los brazos detrás de la cabeza, totalmente cómodo sobre la cama.
Winter obedeció. Camino hasta su armario alto y antiguo, abrió la puerta con la llave que guardaba en una de las bolsas de su vestido y saco un gancho donde pendía su traje de maid.
Conforme Winter se quitaba el vestido gris y cambiaba sus medias negras largas por unas que le llegaran a medio muslo que usaba con el traje de maid, Bran se relamía los labios, ansioso. Sin perder detalle a cada movimiento de ella.
-Ven… - estiro la mano, ella se sentó en la orilla de la cama y ajusto los broches del liguero a los extremos de las medias. Por su parte, Bran ato las cuerdas del corsé y subió el zíper del vestido, acaricio su silueta y beso sus hombros. – Que buena idea esa de ser mi maid personal… - se sentó detrás de ella, logrando que Winter sintiera la dura erección chocando contra el inicio de sus nalgas. –Eso lo causas tú, cariño…
De inmediato Winter se estremeció. Dejo caer la cabeza en un costado mientras Bran besaba su cuello y el lóbulo de sus oídos.
-Ahora necesito mi baño – la empujo con su dureza, jadeante Winter se levanto y lo tomo de la mano guiándolo al cuartito de baño. No hubo necesidad de cerrar la puerta.
Poco a poco fue quitándole la ropa a Bran. Los calzoncillos negros ajustados fueron los últimos, su centro se levantaba como carpa, y casi soltó un suspiro de alivio cuando ella lo libero de su prisión.
-¿Lista para tu leche, Gatita? – acaricio la mejilla de ella.
-¿Lo esta usted, amo? – relamió sus labios acercándose a su miembro.
-Siempre – enredo la mano en sus cabellos y la acerco a su punta tomándola de la nuca.
La boca de ella siempre lo satisfacía, claro, no tanto como su cuerpo encima, debajo, al lado, en cualquiera de las posiciones, Winter lo dejaba hecho polvo.
Estallo sobre la mano de ella, derramándose tomando aire por la boca, apenas logrando mantenerse en pie debido al placer desbordante que ella causaba sobre él.
Winter lo lavo en silencio, pasando la esponja por su bronceada piel.
-¿Sabes que es lo que necesito justo ahora?
-Que la rubia deje la mansión – sonrió divertida.
-Aparte de eso.
-No lo sé, señor.
-Cogerte – Winter jadeo cuando él la metió en la tina con él, salpicando el agua tibia por todos lados.
-¡Dios! – su ropa quedo húmeda de inmediato. Y Bran solo tuvo que romper sus bragas para poder enterrarse en ella. Su cálido cuerpo lo recibió regalándole poderosas oleadas de éxtasis.
La tina quedo vacía gracias a que ellos quitaron el tapón que mantenía el agua dentro, debido a los rudos movimientos de él hundiéndose en Winter, siempre mirándola a los ojos, embelesado por las muecas de placer que ella formaba en su pálido y perfilado rostro, sus celestes ojos entornados y dilatados de gozo. Podían sentir el palpitar de sus corazones como su fuesen tambores llamando a la guerra, y la bañera pequeña, servía para hacerla gritar y sollozar de placer, las uñas de ella se hundían en sus costillas dolorosamente pero con delectación.
Finalmente se derramo fuera de ella, y antes de que los espasmos de ella terminaran la tomo con la boca.
-¡Dios, Bran! – él le tapo la boca con la mano. No estaba seguro de que sus gritos y jadeos no se escucharan hasta la sala o en las cocinas, ya que poco le importaba que Samantha los escuchara.
-Córrete, preciosa… - su lengua viperina la invadió y jugueteaba con su duro botón. Retorciéndose en el borde de la bañera, Winter se derramo exclamando maldiciones.
Orgulloso le dio un último beso a su centro húmedo y subió hasta besarla, dándole a probar su propio gusto.
-Tendré que bañarme de nuevo – sonrió satisfecho.

febrero 15, 2012

El lado Oscuro: 5. Entre tus brazos

¿Que tal estuvo su día del amor y la amistad? ♥ ¿Chidondongo? Espero... Como sea, yo pienso que aunque es un día como cualquier otro, esta padre hacer algo con tus amigos, ver una peli, abrazarlos, decirles que son importantes en tu vida, y que te diviertes mucho a su lado; así como cuando sales con alguien especial. Se que muchos dicen que es una fecha fabricada por la mercadotecnia, pero si una cosa aprendí de la vida es que nosotros mismos creamos las fechas especiales. Y se que a muchos les gusta dar y recibir regalitos, no se hagan los tontos (: Ya fuera un detalle pequeño o lo que fuera (: En fin... Espero que se hayan divertido y que el 14 de febrero sea todos los días, diviertanse mucho y disfruten cada día con esa o esas personas especiales en su vida :3 ♥
Sin más preámbulos les dejo una nueva entrega de El lado Oscuro, procuro actualizar continuamente, pero a veces... Pues veces se me va la pinza. Enjoy ^^

5. Entre tus brazos

Las caretas en sus rostros reflejaban dos seres sin lazos entre si. Lucían diferentes a simple vista, aunque en el fondo eran personas similares. Sin embargo no lo aceptaban. Era más fácil ocultarse a los ojos de ellos mismos y fingir que eran algo o alguien más que aceptar que muy en el fondo se necesitaban el uno al otro.

Brandon se giro y estiro el brazo, esperando sentir el suave cuerpo de Winter a su lado. No la encontró. Su lado estaba vacío, aun cálido. Sonrió amargo. Como un estúpido esperaba despertar con ella entre sus brazos. Pero quizá las cosas eran mejor así. Hace mucho que no sentía a una mujer como ella, entregada, cariñosa, tierna, salvaje, sexy, sin secretos y a la vez misteriosa.
Se dio un rápido baño y volvió a la enorme mansión con el ceño aun más fruncido y arrugado que nunca antes. Briseida no se atrevió a mirarlo a los ojos cuando cruzo el hall y ordeno un whisky a las 10 de la mañana.
-¿Dónde está Winter?
-La señorita Strong llevo muy temprano a la niña Melanie a la playa – contesto de inmediato. –Su desayuno esta en el comedor, señor.
-Iré a la playa – no toco su whisky.

Busco por toda la orilla y hasta el rompe olas a Winter. Solo alcanzo a ver a Melanie, intentando montar una ola pequeña, cayó de nuevo y salió a flote con el cabello revuelto. Fue entonces cuando la vio. Winter corrió a ayudarla, reviso su rostro con cuidado y después echo su largo cabello hacia atrás, despejando su tierna carita.
-¡Winter! – grito Bran haciéndose notar. Melanie fue la primera en abrir la boca. Nunca había visto a su tío sin esos aburridos trajes.
-Joven Hardenbrook – Winter se incorporo. –Buenos días.
-Hola – le alboroto el cabello a Melanie. -¿Cómo la están pasando?
-Muy bien, hasta que tú llegaste – bufo Melanie apartando la mano de su tío de su cabello. -¿Qué haces aquí como las personas normales?
-Quería divertirme un poco, ¿tú eres la policía de la playa o qué? – le hizo una mueca desdeñosa y la empujo un poco. –Ahora ve a hacer castillos de arena o lo que sea.
Melanie frunció la nariz y se alejo de ahí con pasos decididos, metiéndose en el agua para tomar de una vez por todas una buena ola.
-¿Necesita algo, señor?
-Que me enseñes a surfear – paso los ojos por su cuerpo. El traje de baño completo color rojo y su pálida piel ahora bronceada lo hipnotizaba.
-No se surfear, señor.
-Entonces yo te enseñare como se hace – le dio la espalda y llamo a Melanie. La niña a regañadientes acudió hasta su tío.
-¿Qué?
-Dame tu tabla – se la quito de las manos y se metió en el agua sin decir nada más.
-¡Hey! – Melanie grito desde la orilla. Ambas miraron a Bran bracear hasta que estuvo cerca de las olas más altas e imponentes. El oleaje estaba grande, varios surfistas probaban suerte. Sorprendidas, vieron como Bran tomaba una enorme ola como un profesional. Los músculos de su torso se tensaban y su cabello se revolvía con el aire que atravesaba el túnel de la ola en la que iba montado.
-Es muy bueno el cerdo arrogante – gruño Melanie cruzando los brazos.
-Bastante – corroboro Winter con la boca abierta.
Magistral, Bran llego a la orilla y le dio la tabla de surf a Melanie.
-Wow – jadeo la niña. -¿Podrías enseñarme?
-¿Podrías dejar de molestarme? – pregunto imitando el tono de voz de ella.
-¡Estabas a nada de caerme bien! – se alejo de ahí.
-Mel, solo quiere aprender – susurro Winter.
-Y yo hacerla rabiar – confeso con media sonrisa. -¿Cómo lo hice?
-Muy bien. No sabía que era surfista.
-Bruce me enseño, cuando te fuiste a la Universidad – le dijo con nostalgia en la mirada.
-Lamento lo de tu…
-Shh – le puso los dedos en los labios silenciándola. –Hoy solo quiero divertirme – acaricio su mejilla y se alejo de ella de inmediato. –Lleva a Melanie a la mansión después de que se quemen con el sol, asegúrate que ella quede tan cansada que no tenga fuerzas para molestarme. Esta noche no soportare uno más de sus comentarios – la señalo.
Volvió por el camino de arena que llevaba a la mansión.
Entro por la puerta del jardín, dejando húmedo el suelo de mármol, después de haberse enjuagado la sal del mar en la regadera que estaba cerca de la piscina.
-Señor Hardenbrook, lo busca una señorita… - Briseida se acerco a Bran.
-¿Quién?
-Samantha Woods – contesto Briseida – lo espera en la sala.
-Mierda – Bran pasó la mano por su cabello húmedo. –Dile que en un minuto estoy con ella. Ni una palabra de donde vengo, ¿entendido?
-Como usted diga – regreso a la sala.
Bran subió a su habitación para darse un baño y bajar con un pulcro traje negro de raya de gis con una camisa blanca y corbata negra, los zapatos lustrados y el cabello perfectamente peinado. Tomo aire varias veces, y finalmente entro a la sala.
La rubia sonrió encantadoramente cuando él entro, abrió los brazos y lo abrazo.
-Te extrañe mucho, amor – beso sus labios con indecorosa pasión. Bran continúo el beso y lo freno de pronto alejándose de ella. -¿Estas bien? Luces cansado. Quizá un masaje te relaje…
-Estoy bien – tomo las muñecas de la rubia para detener su intento de masaje. La chica hizo un puchero. Cualquier hombre habría caído a sus pies. La modelo rubia de la revista más aclamada de Nueva York, Spotlight, era una hermosa mujer. Con cuerpo curvilíneo, alta, de ojos celestes y labios llenos, con un andar delicado, sonrisa encantadora y suave – pero desquiciante – voz, el sueño de cualquier hombre.
-¿Seguro? – junto los brazos, sus pechos se apretaron bajo ese vestido blanco diminuto. Sus piernas largas se erguían sobre esos altos stilettos color crema.
-Totalmente. ¿Quieres comer?
-Vi un restaurante hermoso en el centro de la ciudad…
-Odio ese restaurante – mintió. –La comida de Lumiere es mil veces mejor. Briseida – llamo. La mujer de aproximadamente 50 años, hizo una liguera reverencia con la cabeza, haciéndose presente ante el llamado de Bran.
-Dígame, joven.
-Prepara el almuerzo para dos.
La mujer cabeceo y los dejo solos.
-¿Dónde estuviste ayer? Llame a tu teléfono móvil y no tomaste la llamada, deje miles de mensajes de voz.
-Creo que perdí mi móvil – contesto sin muchas ganas. –Ayer estuve ocupado, negocios, tu sabes.
-Es tu oficina me dijeron que es tu día libre.
Tenso los dientes. Odiaba que estuvieran tras de él.
-Tuve cosas que hacer, ¿está claro?
-No soy una de tus gatas para que me contestes de esa manera, Brandy – el tono molesto en la suave voz de Samantha le hizo rodar los ojos.
-Solo una cosa – levanto un dedo. –No me llames: Brandy. ¿Bien? No soy tu mascota.
-Lo dije de cariño…
-Pues no me gusta, Samantha. Tengo un nombre y te agradecería que me llamaras así. Brandon. ¿De acuerdo?
-¿A ti que mosco te pico? Primero no me llamas para disculparte sobre la fiesta de la semana pasada, me envías flores, después no vuelves a llamarme ni contestas mis llamadas, ¿tienes a otra?
-¡Ay no! – lamento enterrando las manos en su cabello. –Dime que no vamos a tener esta conversación.
-¿Qué conversación? – jadeo alterada. -¿Tienes a otra, cierto? ¿Quién es?
-Nadie, no hay nadie más – no supo si fue totalmente sincero. Era un experto en mentir. –Solo tu… - acaricio su mejilla. –He tenido trabajo, pero tendré una subasta la próxima semana en Nueva York. Quizá podamos…
-¡Oh, si! – se lanzo a sus brazos y lo beso. –Pasaremos el tiempo juntos, te presentare a mis amigas.
¡Ay, no!
-Seguro – sonrió apenas. –Lo que desees.
-Gracias, amor – acaricio su cabello. –Tengo un amigo que es estilista, él puede hacerte un buen corte y darte un aspecto mejor a tu cabello.
-Deja mi cabello en paz, Samantha, gracias – la chica alejo la mano y la descanso sobre su hombro. –Me gusta tal cual es, ¿si?
-Te ves muy guapo de todos modos – le dio un beso en la nariz que le resulto familiar y se estremeció.

El almuerzo fue amargo. Samantha no dejaba de hablar de lo maravillosa que era la vida en la Gran Manzana. Las miles de tiendas de ropa que visitaba cada día, los días de spa con sus amigas y el fabuloso trabajo de modelo en Spotlight. Las grandes ciudades no eran para él. Se sentía más seguro siendo un punto más en la pequeña ciudad de California donde vivía, al lado de la playa, con sus días aburridos de oficina y esas subastas esporádicas en el centro.
-Nunca he tomado un bronceado natural desde que mi vida se lleva a cabo en la ciudad. ¿Me llevas a tomar un poco de sol?
-No puedo – respondió inmediatamente. –Tengo cosas que hacer, linda. Pero ve tú…
-Aauh, no me digas eso, Brandon – de nuevo ese puchero infantil. –Anda, vamos. Tú también necesitas algo de sol. Y adivina… - se acerco a susurrarle – tomo el sol sin el sostén del bikini.
-Mmm… - no importaba que ella tomara el sol desnuda, no lo convencería. –Me encantaría estar contigo, pero el dinero no crece en los árboles – se levanto del comedor.
-Entonces mejor no voy, la playa no es linda sin ti. Además…
-¿Qué? – odiaba los silencios misteriosos de ella.
-Tengo vacaciones y ¿adivina donde las pasare?
¡Santo Dios! ¡Aquí no!
-Déjame adivinar…
-¡Si! Contigo, corazón.
-¡Que maravilla! – fingió. Ahora era un buen momento de ahogarse con un trozo de brócoli.
-Dormiré a tu lado, me niego a estar en la habitación de huéspedes.
-Seguro… Le diré a Briseida que… le diré que te quedas – se puso de pie y camino a la cocina. Una vez ahí rugió como si estuviese atado de pies y manos.
-¿Por qué demonios no me dijeron que Samantha venía a quedarse? – gruño a Briseida.
-Ella dijo que usted sabía.
-¿Qué? ¡Diablos! – se meció el cabello.
-Joven, debegia tranguilizagse.
-¿Tranquilizarme Lumiere? Debes estar bromeando.
-Samantha es linda, clago no como mi linda Winteg o la preciogsa Melagnie…
-Lo sé – suspiro. –Briseida, prepara más toallas en mi baño. Es todo.

Cerca del atardecer, Winter y Melanie entraron a la mansión por la puerta del jardín.
-Debiste de usar el bloqueador solar como te dije…
-Solo quería tener algo más de color – sonrió. Sus hombros le ardían, pero Winter tenía un remedio infalible.
Ambas subieron a la habitación de Melanie y la niña se dio un baño mientras Winter llevaba su ropa sucia al cuarto de lavado que estaba al lado de su habitación, en el sótano. Encendió la luz y grito al encontrar a Bran sentado sobre la lavadora.
-¡Dios! – tomo su pecho. –Me asusto, señor.
-Samantha pasara las vacaciones aquí – dijo sin emoción en la voz.
-Eso es genial, ¿no? Hace mucho que no la ve – metió la ropa de Melanie en la lavadora continua a la que Bran estaba sentado.
-¿Lo dices en serio? Samantha bajo el mismo techo es como una patada en las bolas, quizá peor.
-No la hubiera invitado entonces… - levanto los hombros y acciono la lavadora.
-No la invite, ella se auto invito – bufo.
-Es su novia, no se cual es el problema – admitió.
-Ella, ella es el problema. No para de hablar. ¡Dios! Quiere dormir conmigo, ¿está loca o qué?
-Es obvio que quiera dormir con usted, es su novia. ¿No es lo que hacen los novios?
-Tienes razón – se rasco el mentón.
-Para todo esto, ¿Qué hace aquí?
-Quería hablar contigo a solas. Decirte que Samantha estará por los alrededores y… ya sabes.
-Bien – asintió. –La Gatita no tendrá su leche un tiempo – rio divertida.
Brandon se acerco a ella y la abrazo por detrás.
-Podemos divertirnos aquí abajo siendo mi maid.
-Lo que diga, amo – le guiño un ojo y acaricio su brazo. –Ahora tengo que sanar los hombros de Melanie.
-Asegúrate que ella moleste más de lo normal. ¿Esta claro?
-Transparente – se giro. Brandon le tomo el rostro y la beso con ansiedad. –Que tenga buena noche.
Bran cabeceo y salió del cuarto de baño.
Winter regreso a la habitación de Melanie con crema humectante y crema aftersun. Le unto la crema en la espalda y los hombros.
-¿Esa estará en la casa toda la semana?
-Ajá, es la novia de tu tío.
-Agh, esa presumida puede ser lo que quiera pero no deja de ser una caza fortunas.
-¿Por qué dices eso?
-Leo revistas de chismes, Winter – respondió con un tono de suficiencia. Como si fuese lo más natural del mundo leer esas revistas de cotilleos de los famosos. – Hace poco, dijeron que ella solo anda tras el dinero de los millonarios y como no logro nada con el millonario Van Gulick pues anda tras mi tío. Pero entonces diría que él si es un tarado idiota si logra sacarla un quinto.
-Tu tío no es un idiota – defendió seria. Melanie la miro alzando las cejas. –Solo un poco – admitió al final.
-Dímelo a mi – volteo los ojos. –Despreocúpate, esa rubia oxigenada no estará ni dos días aquí molestándonos y arruinándonos la vida – le guiño un ojo.
Winter se estremeció. ¿Qué diablos planeaba la chiquilla?

febrero 07, 2012

El lado Oscuro: 4. Libres

4. Libres

Winter se deslizo fuera de la cama de Bran antes del amanecer. No podía seguir ni un minuto más entre sus brazos, no es que no lo deseara o le molestara, simplemente no podía. Jamás habían despertado juntos como pareja, ella simplemente lo satisfacía. ¡Diablos! Le pagaba por ser su puta.
Corrió o intento, porque aun tenía su pie dolorido y vendado, hasta su habitación. Un rápido baño no desapareció el aroma de Bran de su cuerpo. Parte de ella lo agradecía y la otra lo detestaba. Un largo suspiro escapo de su pecho antes de salir de la Mansión y tomar su día libre con una sonrisa.
Camino hasta la ciudad y tomo un taxi directo al bar de Max. “Fantasy” se erguía imponente en la calle principal del centro de la ciudad. Max tenia la moto de Winter en el callejón que conducía al loft donde vivía, en la parte de arriba del bar. Subió las escaleras de metal y toco con los nudillos tres veces. Max abrió un par de minutos después con el cabello más despeinado de lo normal y aplastado de un lado, sus ojos azules medio cerrados debido al deslumbrante sol de la mañana, con la boca fruncida en una mueca graciosa y en calzoncillos.
-Si vendes algo será mejor que sea tu cuerpo – dijo a modo de saludo y dejo pasar a Winter.
-Buenos días, perdón por despertarte…
-Bah – bufo, encendió la cafetera. –Siempre dices lo mismo cuando huyes de ese lugar – comento sacando dos tazas para servir café. -¿Cómo te fue con el Joven amo?
-Llego su sobrina, ella lo aborrece.
-Es de mi equipo entonces. Ya quiero conocerla – sonrió. -¿Esa cara? – comento sentándose en la barra de su desayunador. Su loft era pequeño, no tenía muchos muebles, solo los necesarios, eso si, una enorme pantalla y un aparato de sonido de última generación. Todo en tonos oscuros o grises. Lo cierto era que poco le importaba la decoración mientras su cama fuera suave y enorme, y que siempre hubiera café en la cafetera.
-Ayer me corte – cambio de tema rápidamente.
-¿Dónde? ¿Cómo?
-Tire un tazón de cristal sobre mi pie… Bran… Mi jefe – intento enmendar su desliz pero Max era muy atento, levanto la ceja y ella soltó un suspiro.
-¿Ahora lo llamas Bran, eh?
-Es su nombre.
-Es tu jefe, querida. ¿Qué paso? Dime – apremio.
-Lo que tenía que pasar si lo tenia de rodillas vendando mi pie, Max – susurro, parte avergonzada parte emocionada.
-¡Vamos! ¿En serio?
-No es la prim…
-¿QUÉ? ¡No es la primera vez que pasa! ¿Y yo aquí de estúpido pensando que lo soportabas por la buena paga? ¡Diablos, Winter, juegas con fuego!
-¿Y crees que no lo sé Max? Sé que juego con fuego, pero sabes que siempre he sido algo piromaníaca.
-Y estúpida –agrego. –Así que ahora eres su puta personal – continuo a pesar del gruñido ronco que Winter hizo. –Nena, no puedes seguir así… ¿Cuándo comenzó eso? ¿Ayer, antier, la semana pasada?
Winter tomo su tiempo para contestar. Endulzo su café y le dio un sorbo a la humeante taza.
-Él había cumplido 18 cuando lo vi desnudo sin querer…
Max la miro en silencio. Era un buen amigo, siempre la escuchaba y no la juzgaba, claro que la regañaba, pero en realidad siempre le daba sabios consejos, los tomara o no encuentra Winter, él siempre tenía algo inteligente que decirle. Se mantuvo en silencio, mirándola atento. Como no hizo ningún comentario Winter continúo su relato.
-Mi madre me había mandado a dejarle toallas limpias, no sabía que se estaba duchando así que entre. El vapor había empañado las puertas de cristal de la regadera y él salió. Desnudo y… guapísimo. Ya era alto y comenzaba a dejar atrás ese cuerpo flacucho de adolescente, su largo cabello húmedo y ese cuerpo… caliente. No intente mirar hacia otro lado y él no intento cubrirse. Después de un rato en silencio mirándonos salí con las mejillas rojas del cuarto de baño. Lo que paso más tarde fue el inicio de todo…
-¿Qué paso? – pregunto curioso.
-Volví a su habitación al anochecer, con el pretexto de dejarle ropa limpia que mi madre había doblado y desarrugado. Él me detuvo antes de dejarlo y me beso. El beso se torno caliente cuando él me tomo en el aire. Una cosa llevo a la otra y cuando menos lo note ya estábamos enredados en las sabanas…
-¿Tu primera vez?
-Si… - sonrió nostálgica. –Y no me arrepiento.
-Con un hombre así, solo una loca se arrepentiría – sonrió coqueto. -¿Qué paso después?
-Intente evitarlo y él a mí. Creo que eso rompió la amistad que teníamos cuando niños. No podía mirarlo más como el amigo con el que compartía mis tardes de juegos, Bran estaba convirtiéndose en un hombre guapísimo. Cuando su madre murió nos distanciamos aun más. Pero solo en palabras, porque nos decíamos todo con caricias y besos, ocultos en las sombras del porche o en la casita de la playa.
-Después la muerte de su padre, ¿no?
-Y la de su hermano – agrego sombría Winter. –Mi madre cuido de Melanie, hasta su último suspiro hace 3 años. Quiero a la niña como una hermana, Max. El hermano mayor de Bran adoraba a mi madre por lo tanto que ella la cuidara era un alivio para él, la niña perdió a su madre apenas siendo un bebé, y ahora perder a su padre fue un duro golpe…
-Vivir con ese cretino de mierda no ha de ser un cuento de hadas, al menos no para ella, ¿eh? – le guiño un ojo. –Lo digo en el mejor de los sentidos, Terry.
-Lo sé – sonrió.
-Entonces… De nuevo te enredaste con el Joven amo – resumió. –Cosa que sucede seguido y no hay arrepentimientos.
-Correcto.
-¿Segura?
-El sexo con él es… Maravilloso, Max. No hay palabras…
-Sucede que a ti te encanta enredarte en las sabanas – acuso.
-Culpable – sonrió picara. –Como dije, estar con él me deja sin palabras.
Max la miro divertido. Un minuto después Winter volvió sus ojos celestes a Max.
-¡Ni una palabra de esto a nadie, Max! ¡A nadie!
-¡Lo juro, Win! – levanto la mano derecha. –Me corto la garganta antes de revelar este jugoso secreto – le guiño un ojo. -¿Imagínate que se entere la novia modelo de tu jefe? La tal…
-Samantha Woods – informo Winter con una sonrisilla malévola en el rostro. –Hace un par de días le envié flores en nombre de Bran. Él no fue a la fiesta de sus amigos y sabía que habría dramas por eso.
-Fue una fiesta en grande, eso según la revista de chismes más famosa de Nueva York – comento aburrido. –Esa chica es guapísima.
-Muy linda, parece un ángel… Lo que no me explico es porque razón Bran no vive en Manhattan para pasar más tiempo con ella. Aborrece la ciudad o eso es lo que dice siempre.
-Nena, es importante tener una imagen del niño playboy rompecorazones. ¿Crees que ese cuerpo es de gratis?
-Créeme, lo sé de primera mano que ese cuerpo no es gratis. Hace pesas, corre, nada, práctica box y esgrima. Es tipo es una maquina imparable…
-Sobre todo en la cama, ¿uh?
Winter se sonrojo hasta las orejas pero asintió soñadora.
Bran podía ser muchas cosas. Un cerdo arrogante ante los paparazzi, un tío gruñón y enojón, el peor jefe de todos ya que ni los buenos días daba al amanecer, pero nada podía hacer olvidar los bellos momentos que compartió con Winter cuando eran pequeños. Cuando él juntaba margaritas y se las regalaba a Sibyl, la madre de Winter, o cuando la rescataba de los salvajes perros que se aparecían en la calle que los llevaba a su escuela. Porque, a pesar de tener millones, la madre de Bran y Bruce los enviaba a escuela públicas, fue hasta la Universidad que ellos fueron a la mejor escuela de Nueva York, y Winter y Summer acudieron con becas a la Universidad. Donde posteriormente, Summer decidió vivir en Manhattan para cumplir su sueño de ser modelo.
-Iré a comprar un par de cosas que necesito para la Mansión. Cosas personales.
-Entiendo. ¿Vendrás en la noche, no?
-Si, hoy es la noche libre de Min. Así que, quizá te ayude con los clientes.
-Eso es buena idea – la dejo en la barra de la cocina. –Con cuidado, preciosa. No lleves la moto, con ese pie lastimado, dudo que puedas acelerar como te gusta.

Winter recorrió la ciudad en busca de chocolates, los favoritos de Melanie, y dulces de regaliz sabor cereza, y cosas personales, como ropa y de aseo personal. Su único día libre, prefería pasarlo recorriendo la ciudad o paseando por la orilla de la playa, sintiendo el sol sobre su pálida piel y la arena bajo sus pies, se tumbaba en la arena hasta después del atardecer, sintiendo el viento y el aroma del mar relajar sus sentidos.
Para el anochecer se cambio de ropa, algo más ajustado, parar ser la barman de “Fantasy”. Los sábados, siempre estaba a reventar el lugar. Las luces laser, cruzaban la oscuridad del sitio reflejando a los visitantes como personas misteriosas.

-Un whisky doble en las rocas – ella estaba de espaldas, pero la voz le resulto familiar. Se giro despacio y casi tira el vaso que tenia entre las manos, era Bran. No tenía el cabello peinado hacia atrás, ni ese impecable traje oscuro que acostumbraba; ahora una playera tipo polo con solo un botón cerrado, jeans y botas, el cabello largo y despeinado, la barba de días más acentuada, lo que termino por sorprenderla fue esa sonrisa que bailaba en su rostro.
-¿Winter, que haces aquí? – el tono de voz era como el de un amigo después de no verse varios días.
-Mi amigo es el dueño del bar, le ayudo esta noche. ¿Whisky doble? – Bran asintió.
Esa extraña sensación recorrió su espina dorsal. Era como si fueran amigos de nuevo.
-Así que… ¿Qué hiciste hoy para divertirte? – esperaba que ella no contestara que ir de compras.
-Fui de compras.
Bran levanto ambas cejas y frunció los labios, decepcionado.
-Que divertido – ironizo sin poder contenerse. Winter sonrió, recargo los brazos sobre la barra.
-Compre golosinas para Melanie y para mí, y algo de ropa… interior, lencería y encajes – susurro, Bran la miro de inmediato y esos ojos esmeralda centellearon lujuriosos y curiosos. –Quizá te la muestre más tarde – le guiño un ojo y lo dejo un segundo para atender más clientes.
Bran perdió los ojos en la silueta de ella, esa ropa negra ajustada a su cuerpo con unos stilettos altos le estaba dando muy sucias ideas. Después de todo, fuera de la mansión solo eran dos viejos amigos encontrándose después de mucho tiempo.
Un tiempo que resultaba estúpido y enloquecedor. Aunque excitante, porque él adoraba escuchar la voz de ella llamándolo señor o amo. Sobre todo amo, viéndola en su traje de maid, corriéndose entre sus brazos. Ella, sin darse cuenta, sacaba a la luz lo peor de él.
-Win – llamo Bran.
-Un segundo… - pidió sirviendo una jarra de cerveza. Destapo otras dos cervezas con el borde de la mesa, provocando que volaran las tapas cerca de Bran, que la miraba realmente sorprendido. ¿Que talentos ocultos y sexys tenía en sus ratos libres?
-Dime – se nuevo se recargo sobre la barra. Sus pechos resaltaban a la vista hambrienta de Bran y el dije que su madre le había heredado, era un buen pretexto para mirar su escote.
-Lindo amuleto – Bran tomo el dije rozando la piel de sus pechos.
-Lo sé – sonrió tomando la mano de Bran, acariciando sus largos dedos, tomando su dedo medio y asegurándose que nadie los mirara, lo metió a su boca insinuante, lo chupo y lo saco con un sonoro ruido. –Mmm… Hoy me siento particularmente caliente.
-Te entiendo – trago. -¿A qué hora sales?
-Después de las 3 de la mañana. ¿Qué pretendes?
-Llevarte a la cama de mi casa de playa y tomarte hasta que me quede sin fuerzas – contesto petulante.
-Tienes que dejar una buena propina para tenerme toda la noche – dijo, amplio más su escote, dejando a la vista esmeralda de Bran el encaje de su sostén.
Bran de inmediato saco un billete de 100 verdes.
-Puedes mejorar – tomo el billete y se lo guardo en el sostén. Se alejo para atender más clientes.
-¡Baila conmigo! – grito sobre la música. Su voz le llego fuerte y clara. Asintió una sola vez y se acerco a otra barman, señalando su área de trabajo la chica asintió, Winter le dio un rápido abrazo y salió de detrás de la barra perdiéndose de la vista de Bran.
Él la busco levantándose de su alto asiento. Winter apareció detrás de él, lo jalo a la pista, en medio para que nadie los viera.
-Espero que te muevas mejor que en la cama, Bran – ella comenzó a moverse al ritmo de los sensuales acordes de Sexy Silk.





-Es tu canción – le dijo en el oído. – ¿La gatita quiere su leche esta noche?
-¿Me darás mi leche, Bran? – lo jalo del cuello de la camisa y mordió el lóbulo de su oreja.
-Toda la que puedas tomar – aseguro. Coloco las manos en la cadera de ella, metiéndolas debajo de la blusa de tiras que vestía, sintiendo la suave, húmeda y pálida piel de ella, que conocía a la perfección. Cada pulgada, cada curva, estaba en su mente azotándolo con doloroso placer.
-¡Vámonos de aquí! – grito antes de que la tercera canción que bailaban sensualmente terminara. -¿Quieres divertirte, no?
-Adoro divertirme – contesto de vuelta.
-Andando – la jalo de la mano para salir de la muchedumbre del lugar.
Una vez afuera, prácticamente corrieron al estacionamiento del bar y la hizo subir a su auto, un Ferrari rojo.

-Amo tus autos – sonrió antes de subir, Bran le dio un rápido beso, él hizo lo propio subiendo al lado del piloto.
-Tu motocicleta no está mal – comento cruzando las calles de la ciudad. –Además de que luces sexy sobre ella – puso la mano sobre su rodilla, sin perder la vista del camino.
-¿Cuándo piensas tomarme sobre ella?
-Un día no muy lejano, Win – acaricio su muslo.
Cruzo las calles a velocidad y después entro a una pequeña villa, las rejas se abrieron de inmediato al verlo enfrente, y él sin saludar al guardia llego hasta la entrada de la casa de playa. Winter conocía la casa al derecho y al revés, cuando eran adolescentes se escabullían para tener sus encuentros secretos.
La habitación de Bran no había cambiado. La colcha color crema y las sabanas blancas de algodón aun tenían su perfume y las pocas pertenencias de él no se habían movido de lugar. La vista que tenia de la playa al anochecer era tan linda que por poco olvida la razón de estar ahí. La luz de luna entraba por las delgadas cortinas de los ventanales, alumbrando la habitación sin necesidad de encender la luz.

-¡Vamos! ¡Winter, desátame! – Bran estaba atado de las muñecas en los brazos de una silla, con los ojos vendados. Aun no se podía responder la pregunta de cómo había llegado a complacer la petición de Winter a ser atado.
-No… - contesto detrás de él. Bran se estremeció. –Tengo ideas en mente.
Bran sonrió un poco. Si algo le encantaba de Winter, aparte de su insaciable apetito de placer, eran esas ideas sucias para satisfacerlo. Fue idea suya, o casi, vestir de maid en la mansión. Con esos ligueros de encaje y las diminutas bragas que cubrían sus nalgas.
-Suéltame por favor… - pidió de nuevo. Movió las muñecas, con resultados inútiles.
De pronto sintió que ella se sentaba sobre sus piernas. El peso de su cuerpo cayó sobre sus muslos y sintió el calor de su cuerpo traspasar la tela vaquera y la presión de su sexo contra las nalgas de ella. Quiso tocarla.
-Aun no estoy desnuda – se removió sobre él. -¿Quieres saber que llevo puesto?
-Si – casi grito. –Dime.
Le quito la venda de los ojos, y poco falto para que Bran perdiera la razón. La lencería negra con vivos rojos lo endurecieron más.
-Desátame ahora – ordeno.
-Yo mando esta noche, Bran. No lo olvides – lo señalo y monto a horcajadas sobre él. –Ahora necesito verte – levanto la playera polo y acaricio sus pectorales. Bran echo la cabeza hacia atrás, cuando ella abrió su jeans, metió una mano cálida y lo tomo.
-¡Dios, Winter!
-Dime, ¿Qué es lo que quiero escuchar?
-Gatita, por favor…
La sonrisa en la cara de Winter no podía ser más grande. Lo froto con rapidez, Bran se estremecía.
-¿Qué es lo que quiere tu Gatita?
-Desátame y… - ella no dejo de torturarlo – te daré toda la leche que desees…
Aflojo el nudo de su mano izquierda y, con rapidez supersónica, Bran desato su otra mano, la tomo en vilo y la llevo hasta la cama; era su turno de torturarla.
La dejo sobre la cama.
-¡Diablos, Bran! – sollozo de placer. La lengua de Bran la atormentaba sin tregua.
Orgulloso del efecto que tenia sobre ella, termino por desnudarse y se hundió en su cuerpo. No soportaba más estar fuera de ella. Sabía que ella le gustaba tener el poder, cuando lo ato a la silla lo supo. Él no podía negar que la sensación era inigualable. Saberse a su merced, lo excitaba de sobre manera. Lograba conocerla a fondo, siendo ella misma.

Terminaron a la par como habían acostumbrado durante largos años de perfeccionamiento. Jadeantes y sudorosos enredados entre las sabanas.
-Cada noche me sorprendes más, Gatita – paso despreocupado los dedos sobre la espalda de ella.
-Lo sé – la abrazo contra su pecho, realmente encantado de estar así con ella. –Soy genial.
-Lo eres – confirmo.

Sus días juntos los hacían sentir libres en muchos aspectos. Podían ser ellos mismos sin ocultarse de nada ni nadie. Gritar, reír, jadear, sonreír y acariciarse sin tapujos. Decir su nombre fuerte y claro al explotar, era la sensación más celestial que Bran pudiera experimentar.
Con ella entre sus brazos podía asegurar que no tenía la careta del cerdo arrogante que muchas veces Melanie le recordaba. Ella lo hacía ser diferente, lo hacía sentir diferente. Era el viejo Bran, su mejor amigo de la infancia. El que la rescataba del peligro y le compraba golosinas al salir de la escuela, el que se colaba en su habitación para que ella le contara historias fantásticas, el que pedía un abrazo cuando los recuerdos de su madre lo asaltaban. Y ella era la suave y linda Winter, la que reía de sus chistes y corría detrás de él en cada una de sus aventuras, la que sin chistar se unía cada noche a él, dándole el mayor placer en las sombras, en el lado Oscuro de su vida.

Las chicas del Té de Lemmon

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