mayo 20, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 16

¡Diooooses! ¡Me van a golpear! *-* Seh, y es que lo merezco, desde el 4 de mayo no me paso por aqui... Dios, pero es que queria que fuera perfecto, o más que eso. En serio queria explorar por cada pensamiento, por cada detalle, por cada pulgada... Ya veran a que me refiero, y quiero que sepan que esto no se queda ahi, no señor... :D
Ahora sin más, como lo prometi, este fin de semana tocaba Maldita delicia. Si, es domingo, pero que mejor que comenzar la semana que con una sonrisa en sus rostros, que espero la tengan cuando terminen el capitulo. Y Dioses, ya parezco disco rayado... Pero lo que se viene. Oh Dioses... No las detengo más. Gracias por su comprension, gracias por leer, y sobre todo gracias por continuar con nosotras *-*
Nota del autor: Amor mio, mi Ale... Esto aun no termina. Te amo, mi Cricri♥

16. Antes de que llegue el alba

El camino se hizo eterno, Julien incluso dudo en detenerse en los semáforos en rojo; la mano de Renata unida a la de él estaba volviéndolo loco, y eso que era tan solo un tímido y suave roce. ¿Qué seria tener sus labios recorriéndolo por entero? O mejor aun, ¿teniéndola desnuda a su merced sobre su cama?
Decir que volaron hasta el departamento fue poco decir.
Una vez que Julien estuvo seguro que ella no se arrepentía de estar en el ascensor con él, detuvo el aparatejo y la acorralo en una esquina.
Renata lucia arrebatadora con ese vestido, y él solo deseaba besar cada pulgada de su cuerpo. Esos detalles en el vestido que mostraban sutilmente su pálida y suave piel a su hambrienta mirada, solo lograban atormentarlo más. Como el fragmento de la tela transparente sobre su estomago, con el detalle de flores y brillantes, y sobre todo, su espalda al descubierto.
‹‹Carajo››
Ella enredo de nuevo las manos en su cabello. Cómo empezaba a adorar esa caricia, la sentía tan personal, tan tierna e intima. Julien inclino la cabeza para besar la columna de su garganta, el sabor salino de su piel con aroma a talco y jabón le hizo temblar, tanto fue su deleite que tomo las paredes de espejo del ascensor para no caer de rodillas ante ella.
Se separo un poco para mirarla y perderse en el esmeralda brillante de sus ojos de ensueño.
Quiso hablarle, y hacerle saber que esto en cualquier momento que ella quisiera podía terminar, y no era porque él quisiera que terminara, ¡claro que no!
-No es que me moleste el ascensor – la voz de Renata salió atropellada por jadeos –, pero en serio, ¿lo haremos aquí?
La miro fijo, y leyó de inmediato el ligero halo de desesperanza en su ruborizado rostro.
Él no era una bestia como para tomarla en el ascensor.
-Quería darte tiempo…
-¿Tiempo? ¿Para qué?
-Para que te arrepintieras…
‹‹Como todas las demás››
Julien no era un santo, Dios y el Diablo sabían que él no era una perita en dulce.
Renata no era la primera chica, pero él estaba seguro de una cosa…
-¿Arrepentirme? – frunció el ceño. –He estado en tu departamento muchas veces. Jamás me has tocado, lastimado ni mucho menos. Has mantenido tu promesa de no tocarme y ser amigos con una gran convicción, ¿Por qué habría de arrepentirme?
-No lo se – meneo la cabeza aliviado.
Tomo aire por la nariz, y acciono el ascensor de nuevo.
-¿Quieres que me arrepienta?
-Bromeas, ¿cierto? – levanto una ceja. –No quiero que te vayas.
Ella sonrió.

Entraron al departamento.
Las cortinas estaban corridas, las luces de los edificios brillaban iluminando la oscura estancia. Julien la arrastro a la cocina, Renata admiraba embobada la vista, y el tacto de su mano contra la de Julien la hizo salir del sueño que las luces de la ciudad y la enorme luna en el cielo la sumía, como encantándola.
-¿Whisky?
-Esta vez necesitamos algo mejor – abrió la nevera de doble puerta y saco una botella de vino rosado. – ¿Te gusta el vino?
Renata abrió la boca, realmente sorprendida. Él le regreso la mirada con una deslumbrante sonrisa que le formaba una arruga en la mejilla; ese fue el detonante en su sistema.
Pensó que Julien la arrastraría a su habitación, y su sorpresa fue aun más grande cuando la llevo a la sala y descorcho la botella de vino. Él tomo asiento al lado de una desconcertada Renata, que tenia el ceño fruncido y miraba las burbujas que subían a la superficie de su copa.
Lo miraba de reojo, e intento llamar su atención cruzando una pierna y jugando con un mechón que había escapado de su coleta. Sinceramente esperaba ser desnudada y puesta a su merced en un parpadeo, no que Julien la llevara a su sala a beber vino y escuchar música de piano, esas que eran score de películas. Por supuesto que disfrutaba de la música, más no de su silencio; incluso el tiempo en que ella estuvo más que literalmente rota, mataba el silencio con su ronca voz. Ahora se daba cuenta de que disfrutaba su ronca y arisca voz, con esas tímidas y castas caricias más que nada en el mundo.
Tomo un sorbo del vino y suspiro largo y pesado un segundo después.
-¿Todo en orden? – Julien termino con el contenido de su copa cuando lanzo la pregunta.
-Tu dime – Renata levanto la ceja.
‹‹Oh-ho››
-Ya se lo que estas pensando – le quito la copa de la mano, dejándola en la mesa de centro.
-Ahora eres un lector de mentes – el acido y la burla lo hicieron sonreír.
-Oh, claro que lo se. Piensas que soy el tipo más sexy que hallas conocido jamás.
-Woah, con un ego tan grande es difícil permanecer en la misma habitación – jadeo dramática.
Lejos de ofenderse, soltó una carcajada.
-Me encantas.
Para mayor asombro de ella, le tomo el rostro y prácticamente violo su boca con dientes y lengua.
Sus labios en esta ocasión eran algo más que el Cielo. Eran una sensación difícil de describir, se atrevía a decir que imposible, y es que ella no solo al principio se negó a devolver el beso sino que sus manos se habían negado a enredarse en su cabello; pero una vez que se rindió – cosa que él agradeció – el beso lo derrumbo de tal forma que su entrepierna se tenso bajo la prisión de sus pantalones.
Acaricio la silueta de Renata con manos decididas y reprimió el instinto de hacer jirones el vestido, pues le estorbaba para estar en contacto con su desnuda y tersa piel. Seria una grosería verse tan desesperado – y por supuesto que lo estaba, y mucho –, sin embargo quería mantener el temple y disfrutar de ella toda la noche, y ¿Por qué no?, toda la mañana siguiente.
Poco a poco la recostó en el sofá sin dejar de besarla, Renata aun tenía las manos enredadas en su cabello.
Con el cuerpo prisionero debajo de él, su pulso se disparo, sintiéndolo golpear justo en su garganta, donde Julien besaba. Sus manos comenzaron a acariciar su espalda, y abrió los botones de su nuca para comenzar a deslizarle el vestido lejos de su cuerpo. La acción la realizo con tal lentitud que Renata se creyó loca cuando estuvo expuesta en ropa interior, se sentía desnuda en más de un sentido ante la caliente mirada de Julien.
-Detenme ahora, Renata – su voz salió ronca, con una pizca de miedo, y a la vez cargada de tal sensualidad que ella se acomodo en el sofá y coloco las piernas a cada lado de él, para hacerle saber lo que quería. Lo que deseaba con unas ansias locas.
-No quiero que te detengas, Jules – estiro la mano hasta encontrar la suya que descansaba sobre el respaldo del sofá y la llevo a su cadera.
Julien trago.
Era hermosa. Una Diosa. Un ángel.
La criatura más hermosa que hubiera visto.
Cada curva, sonrisa y mirada eran recibidas por su sistema como un golpe de energía que corría por su cuerpo de polo a polo. Y cuando ella tomo su mano y la llevo a su cadera, casi se sintió llorar. Llorar de felicidad.
Se inclino una vez más para besarla. Renata llevo las manos a los botones de su camisa, y él la ayudo a deshacerse del saco y la camisa botándolas lejos; una sonrisa satisfecha apareció en el pálido, pero ahora sonrojado rostro de Renata, y sus curiosas manos comenzaron su paseo por el torso, provocando que su entrepierna diera un tirón peligroso, y aun más cuando sus manos divinas llegaron a la pretina de su pantalón y pequeñas motas rojas adornaron sus mejillas y relamió sus labios de forma tan seductora que casi se creyó desmayar.
-¿Necesitas ayuda? – el tono ladino regreso a él cuando supo que ella deseaba esto tanto como él.
-Claro que no.
Sin dejar de mirarlo abrió el botón y bajo el zíper asegurándose de tocar el bulto entre sus piernas.
Se sintió poderosa al oír el siseo de Julien. Su mano derecha abrió los extremos y su otra mano entro para acariciarlo. Justo se sentía hambrienta y tan necesitada de Julien que poco falto para rogar por su toque.
Pero no hizo falta rogar. Julien hizo lo propio contra ella. Sus dedos largos de artista entraron curiosos en sus bragas y acariciaron su monte y aun más abajo.
-Emily tenia razón – soltó sin dejar de acariciar el bulto palpitante de Julien.
-¿Sobre que? – él la miro curioso a través del celeste eléctrico de sus ojos, sus dedos jugaron con su cuerpo, humedeciéndola. Ella casi olvida lo que Emily repetía cada dos por tres, a diestra y siniestra.
-Dice… - tomo aire y cerro los ojos un segundo, en el cual olvido que ella también lo estaba acariciando, su mano quedo quieta, aferrada a uno de los extremos del pantalón de Julien. –Dice… - gimió. Abrió los ojos, Julien sonreía entre divertido y complacido, lo vio lamer sus labios y un dedo se abrió paso entre sus pliegues. Supo entonces que la humedad en su cuerpo comenzaba a aparecer.
-¿Qué es lo que dice Emily, Rens?
Renata trago.
Esto era lo más parecido a una fantasía.
-Ella… - mordió su labio cuando otro dedo de Julien extendió la humedad por todo su sexo.
-Estoy ansioso porque me digas que es lo que dice tu amiga.
Mas que complacido por las reacciones de Renata, Julien se irguió sentándose sobre sus talones, sin sacar la mano de las bragas de Renata, se dispuso a atormentarla aun más. Tomo los tobillos de Renata y las puso sobre uno de sus hombros, con ojos desorbitados ella lo miro, y él le regreso la mirada con una sonrisa suficiente, sin decir nada, quitándole las braguitas húmedas, y con un movimiento se inclino hasta la altura de su sexo, brillante por su humedad, que era prisionero de sus muslos, para enterrar la lengua en su ceñido cuerpo.
El gemido que Renata dejo escapar alentó a Julien para continuar devorándola.
Su sabor no solo era la Gloria, sino los jadeos que escapaban de la garganta de Renata, y la pelea con su lengua por articular palabra, lo hacían sentir en el mismo Paraíso.
Abrió sus pliegues con ayuda de sus dedos y la escucho maldecir cuando chupo su botón.
-Dime, ¿Qué es lo que dice Emily? – a estas alturas le importaba una mierda lo que dijera la pelirroja, lo que le importaba y lo que más lo excitaba era la batalla de Renata por recordar lo que decía su amiga y mas aun por poder decirlo con la voz firme. Eso era demasiado delicioso.
-¿Qué? – jadeo.
-Nada – sonrió y volvió al ataque.
Renata se sentía al borde del abismo del placer desde el momento en que comenzó a desnudarla, a estas alturas dudaba que resistiría un lametón más o una mordida más o…
-¡¡Julien!! – chillo cuando un dedo se hundió en su cuerpo.
Deseo poder abrir las piernas, envolverlo con ellas y gemir su nombre; esto último estaba a nada de realizarlo.
-¿Me deteng…?
-¡No te atrevas! – rugió.
‹‹Solo un poco más››
La forma en que Julien la tocaba despertaba y entibiaba su alma. El hecho de que él no se lanzara sobre ella y que le diera espacio incluso para arrepentirse la hacia desearlo aun más, y si, quererlo más de lo que ya hacia.
No era solo por el simple hecho de que él la hubiera cuidado cuando William se fue y le mintió, sino que él le había contado cosas que mantenía en secreto del resto del mundo. Era realmente un gran hombre. Enfrentarse al mundo solo, luchando por sobrevivir sin un quinto y con una madre que lo veía con malos ojos, y que sobre todo, mantuviera la cabeza en alto a pesar de las constantes miradas cargadas de asco y desaprobación; la hacían sentir enormemente afortunada, y ahora más que nunca, quería enfrentar el mundo a su lado.
Juro que se partía en miles de pedazos cuando el orgasmo la abordo, lamiéndola con lenguas de fuego, y se descargo donde Julien deseo; en su boca.
Solo hasta que el ultimo espasmo abandono su cuerpo, Julien tomos sus pies de su hombro y beso el hueso de sus tobillos al bajar sus piernas. De inmediato ella encogió las piernas, manteniéndolas cerradas. Un sonrojo se asomo en sus mejillas y una capa de sudor fue visible para los ojos de Julien.
-¿Mas vino?
Lleno las copas y termino la de él mientras le acercaba la suya.
Algo contrariada tomo la copa y cubrió su cuerpo con sus manos. Con una mirada desesperada busco sus bragas y su vestido. Tomo aire por la boca cuando vio sus bragas negras sobre la mesa de centro y su vestido en el brazo del sofá en el que Julien la había recostado.
-¿Pasa algo?
-No – negó con la cabeza. –Fue… delicioso.
-Dímelo a mí – se puso de pie y camino hasta el ventanal, con ese aire desenfadado que lo caracterizaba, y cerró las cortinas con un tirón.
Ella lo siguió con la mirada, misma que recorrió los músculos de su espalda, y podía jurar que se había mojado de nuevo cuando vio las marquitas al final de su espalda que sin duda necesitaba tocar para constatar que fueran reales y no producto de su imaginación.
Se estiro para tomar sus bragas y ponerlas en su sitio antes de que Julien volviera junto a ella. No sabia porque hacia eso, pero de algún modo traerlas puestas la hacia sentir segura. Así mismo tomo su vestido y se coló dentro en un santiamén. Termino la copa de vino y la lleno de nuevo para terminar con el contenido rápidamente. Julien regreso hasta ella, aun con los pantalones abiertos, el cabello revuelto y esa mirada perversa grabada en sus ojos de cielo.
-¿A dónde vas? – pregunto de inmediato cuando Renata se puso de pie. No le había quitado los stilettos así que fue más fácil pararse sobre sus dos piernas, aunque tuviera que forzarlas para no caer.
-Amm – miro el suelo y después a Julien con detenimiento. Él no se había movido, estaba a un par de pasos frente a ella, justo al lado del sofá de una plaza, ella estaba de pie ante el sofá de 3 plazas donde la había tomado con la boca. El recuerdo de lo acontecido minutos atrás casi la hace caer. –Son las tres de la mañana.
-No recuerdo haberte pedido la hora – refuto Julien. –Te pregunte a donde ibas.
De nuevo su voz fallo, hizo a un lado los mechones de su despeinada y desaparecida coleta, y suspiro por la boca, pero eso no fue un suspiro, realmente bufo.
-Ya… - dijo Julien y tomo la botella de vino vaciándola por entero sin tomar aire siquiera. –Te llevo a casa, no pedirás taxi a estas horas, algún maldito puede pasarse de listo y no estaré ahí para golpearlo – la rodeo para buscar su camisa y la abotono sin prestarle atención. – ¿Lista?
-Creo – susurro, tomo su bolso y su abrigo, y camino al ascensor.
¿Qué era lo que estaba pasando? Ella no quería irse, no quería.
-Lamento no llenar tus… expectativas – Soltó Julien mientras esperaban el ascensor.
-¿Cómo dices? – ella lo miro con los ojos bien abiertos. No daba crédito a sus palabras.
-Planee esta noche miles de horas atrás. Tu estas mas bella que en mis planes, más sexy y hermosa – continuo mirando la puerta del ascensor. –Primero iba a comerte, y luego… iba a hacerte el amor en las escaleras camino a mi habitación – Renata contuvo el aliento ante su confesión. Julien sonrió más para si mismo que para ella. –Y después… Bueno, ya no importa. Al menos no me quede con las ganas de probarte. Ducha fría con hielos esta noche – soltó una sonora carcajada.
Se quedo quieta mirando como se revolvía el cabello. ¿Había planeado estar con ella desde antes?
-Entonces fue mentira que tenias que ir a trabajar hoy – rompió el silencio.
-Tu padre me quiere refundido y lejos de ti, ¿Qué iba a hacer? ¿Romper tu familia? ¿Hacer que ellos te odien por mi culpa? – se giro para mirarla. –Jamás haría algo así. Soy un cerdo egoísta, si. Pero jamás haría que tu familia te odiara por estar conmigo. Nunca.
-No tienes nada de malo. Eres… perfecto.
-Lo dices porque… - bajo la mirada y frunció el ceño. ¿Por qué lo decía?
-Lo digo porque te quiero – le tomo la mano y lo hizo levantar la mirada para que la viera. –Te quiero Julien. Y no me importa que seas repartidor de pizzas, que trabajes en la Oficia de correos o que seas mesero o lo que sea. Me gustas, me gusta lo que eres.
Una tímida sonrisa se formo en su rostro.
*Click, Desnudate - Chrisinta Aguilera
-No te vayas.
Renata soltó su bolso y abrigo y salto sobre él para abrazarlo con las piernas. De inmediato Julien la atrapo del trasero y ella comenzó a besarlo con desenfreno.
-Por favor, no te vayas – repitió.
Mordió su la
bio con una sonrisa y enredo la lengua en torno a la suya mientras el calor de su cuerpo se elevaba.
-¿Eso quiere decir que te quedas? – bromeo Julien llevándola a trompicones a la estancia.
-Quiere decir que quiero que me hagas tuya en las escaleras.
-¡Uff! Vaya que lo hare.
La tomo con mas fuerza del trasero e hizo a un lado su cabello para ver por donde caminaba. Ella continuo besando su cuello y mordiendo el lóbulo de su oreja, no le hacia fácil llevarla hasta las escaleras, donde casi se tropieza con uno de los stilettos que se había zafado de su pie. Con cuidado la tendió en los primeros peldaños y regreso por su stiletto para calzárselo.
-Quiero que los lleves puestos.
Esbozo una sexy sonrisa y comenzó a besarla acaloradamente.
Renata respondió a esas caricias, peleando con los botones de su camisa y de nuevo con el zíper de sus pantalones, y cuando finalmente logro dejar a su vista ese bien perfilado torso lo que hizo fue pasar la lengua por cada musculo. Julien se retorció y dejo que ella lo explorara. Se veía tan concentrada, tan salvaje. Era una mujer decidida, era inteligente y precisa. Ella era perfecta. Más que perfecta.
Sus manos quemaban y su lengua aplacaba el fuego en su piel. Siseo con fuerza cuando ella mordió su tetilla.
-Vas a matarme…
-Solo quiero devorarte – hizo un puchero y arrugo su nariz antes de que su mano entrara a sus pantalones y esta vez lo tocara piel contra piel. Gruño como un animal cuando ella lo tomo con su mano y lo rodeo en su palma. Una sonrisa enorme apareció en el rostro de Renata. Si, ella estaba realmente sorprendida y complacida con lo que había encontrado.
-Es todo tuyo, preciosa – Julien acaricio su mejilla y se inclino a besarla, pero perdió el hilo de sus acciones cuando ella subió y bajo la mano por su longitud, endureciéndolo en el acto y robándole el aire.
-¿Mío? – pregunto con tono infantil.
-Tuyo, tiene tu nombre… - él peleo por emitir sonido y no caer lánguido con ese roce que iba en crescendo sobre su piel.
Un hambre y deseo atroz se extendió por cada rincón de su cuerpo. Libero el duro y suave miembro de Julien de la prisión de sus calzoncillos de seda azul marino y casi boqueo cuando lo miro. Ese hombre estaba exquisito por donde lo mirara.
Se inclino para bajarle los pantalones junto con los calzoncillos mientras que él peleaba con los calcetines y los zapatos; una vez desnudo abrió grandes los ojos y su mirada recayó sin miramientos en el centro de su cuerpo. Su miembro se erguía orgulloso apuntando a su boca. Relamió sus labios sin pensar y le beso la punta roja y brillante, el beso fue húmedo en demasía, y lo dejo aun más brillante y duro de lo que ya estaba. Sin poder, mucho menos querer detenerse, comenzó a mordisquearlo desde la punta a la base, ida y vuelta sin detenerse, y sus manos, acunaron sus testículos con cuidado, hasta que lo escucho maldecir.
-Vas… a… matarme… Demonios – apenas podía articular palabra.
Julien abrió los ojos, y se alejo de ella solo un paso. No estaba dispuesto a terminar aun, no señor. Decidido, tomo la cadera de Renata y la puso de pie, comenzó a besar sus ingeniosos labios y metió las manos bajo el vestido para sacarle las braguitas. La sonrisa que se formo en su boca le hizo perder el aliento.
-No se tu, pero yo quiero estar en ti…
Iba a decir algo, intento, pero no pudo. Dejo que él le diera la vuelta y con cuidado la coloco de espaldas a él. Su pulso disparado la hizo sudar, sus rodillas temblaban y deseo verlo, y cayo en cuenta que el reflejo del cristal de las escaleras dejaba que lo viera. Con el corazón latiendo como caballo desbocado, lo observo subirle la falda del vestido por encima de la curva de su trasero e inclinarla de modo que sus manos estuvieran contra uno de los peldaños de la escalera, y sus rodillas dos peldaños más abajo, la sonrisa en su rostro fue de pura dicha cuando la vio expuesta y en esa posición, ella no pudo más que sonrojarse.
-Si hago esto… - palmeo suavemente su nalga izquierda, el sonido de su palma contra la suave piel de su trasero le mando una corriente eléctrica que le erecto los pezones, y gimió. – ¿Te gusta?
Incapaz de contestar elevo más el trasero, lo vio sonreír por el reflejo del cristal, y repitió la acción, pero en su otra nalga. Esta vez jadeo.
-Oh nena – Julien se inclino sobre ella y le hizo a un lado el cabello para besarle el cuello y mordisquear sus orejas y nuca.
Y cuando menos lo sintió, Julien había comenzado a estimular su entrada, primero con suaves caricias, después froto su botón y un segundo después, la punta de su pene sustituyo sus dedos, y siguió frotándose contra ella.
-J-Ju-Julien – sollozo de placer.
Lo necesitaba unido a ella, ¡YA!
-Oh, preciosa, solo un poco más – hablo con voz ronca.
Su mano sostenía su pene, y frotaba su punta contra su entrada sin entrar a ella ni un milímetro. Moría por enterrarse profundamente en ella, tan profundo como lo estaba en su alma ahora. Tan adentro que quemaba su mirada y sus caricias, su sonrisa era pura dicha y escucharla reír eran la mejor música que nadie nunca le hubiera dedicado.
-No puedo más, por favor – Renata lo miro por sobre su hombro y se irguió hasta que su espalda choco contra el torso de Julien, una de sus manos busco a tientas su miembro y cuando lo encontró, abrió la boca en un jadeo que la dejo sin aliento. –Quiero estar contigo, Julien. Quiero compartir la ducha contigo…
Julien no le permitió decir más nada porque se unió a ella en un gruñido que escapo no solo de su garganta sino desde el fondo de su ser. Un sonido que lo hizo desfallecer cuando se sintió dentro de ella, unido a ella en un único vaivén que las caderas de Renata habían creado para su más puro y duro deleite.
-Julien…
Él deseo que su voz se perdiera por completo, bajo una mano y subió la tela que cubría su cuerpo y entonces, como si él supiera que pensaba, comenzó a estimular su botón en pequeños círculos que la torturaban, Renata se aferro al pasamano y echo la cabeza sobre el hombro de Julien para no caer. Él necesitaba ver su rostro lleno de gozo, porque eso era lo que estaban haciendo en las incomodas escaleras; gozar. Disfrutar como un par de locos enamorados. Si, si señor. Él estaba perdidamente enamorado de Renata. De la chica que le había roto la nariz, de la que lo había apoyado sin preguntar su origen cuando vivía en el cuchitril en Queens, de la hermosa ojiverde que le había hecho quedarse en América cuando él solo deseaba escapar del mundo. Dejar atrás todas las burlas y las miradas desdeñosas de su madre; pensar que había odiado hasta la más pequeña pulgada de su hermano, estúpidamente se había sentido su sombra. De alguna extraña forma ella lo había rescatado.
Dos palabras quemaron en su garganta mientras bombeaba su cuerpo con ternura y pasión.
Obligándolas a escapar de su boca, salió de Renata y la tomo de la cadera hasta llevarla al sofá. Su mirada confundida se reflejo en sus ojos verdes.
-Necesito verte mientras te corres – dijo antes de hundirse en la suavidad de sus muslos.
Renata grito y le apretó los antebrazos, lo sentía tan profundo en ella. Tan cálido y fuerte, tan duro… Tan suyo. Sus ojos se cristalizaron al enfocar la mirada en Julien, su cabello negro caía por su rostro sudado, lucia devastador, y cuando la miro, la sonrisa le llego hasta el azul eléctrico de sus ojos. Una felicidad vasta se leía en sus ojos.
-Te… - la voz se desapareció de sus sistema, estaba al borde del placer, y podía admirar el poderío y la fuerza de Julien cuando se inclino aferrándose al respaldo del sofá para penetrarla con mayor ímpetu.
-Renata.
Su nombre le supo a perfección cuando lo escucho de su ronca voz.
Arqueo la espalda y Julien se detuvo un minuto mientras ella movía las caderas buscando su propio orgasmo. Su rostro se contrajo en gozo y él lo supo en el mismo instante en que sus uñas se clavaron en su espalda y sus manos bajaron hasta la curva de su trasero y se aferraron con fuerza, suplicando que él se detuviera, cosa que no estaba dispuesto a hacer.
Sus embestidas incrementaron de velocidad y potencia. Sentía las paredes de Renata contraerse en torno a él. Choco los dientes y contuvo el aliento aplazando su orgasmo, dejando que el clímax de ella se extendiera por su cuerpo hasta que no pudo más y se disolvió con un rugido que se unió a un grito de ella, con una sintonía tal, que sintió de nuevo un orgasmo de Renata y un largo lametón en su cuello que lo estremeció de pies a cabeza.

***
-No es que me moleste estar así contigo – Luna se removió entre los brazos de Tristan, de nuevo habían cancelado la cena en la pizzería. –Solo que… - acaricio la mejilla barbuda de Tristan y despejo su rostro sonrojado. –Algo pasa y no me lo quieres decir.
Tristan sonrió y bufo amistosamente.
-No pasa nada, Luna.
-Y me crees estúpida, ¿cierto?
-Jamás – refuto de inmediato. –Si algo me gusta de ti es tu inteligencia.
-Entonces no la insultes manteniéndome en la cama presa de tus encantos, ¿Qué pasa? – salió por completo de la prisión de sus brazos y se cubrió con la sabana de la cama. El algodón de 400 hilos egipcios le acaricio el cuerpo, pero muy lejos estaba de estremecerse ante esa suavidad fría.
-Nada – salió de la cama y se dirigió al baño.
-Si vas a huir como alguna vez lo hizo Jensen, quiero decirte que esos eran los síntomas que él presentaba – miro el espacio vacio que estaba en la cama. –Él quería evitar el tema de la muerte de su padre, y esto paso cuando yo… Cuando yo quise que me contara la verdad, que se abriera para mi más que solo estando revolcándonos como animales entre las sabanas y en los rincones de su casa. Fui estúpida al pensar que si le daba mi cuerpo él me contaría lo que pasaba y al menos le animaría un poco de sus penas. Si vas a irte, quiero que sepas que no quiero saber nada, nunca más de ti o de tu familia. Así que dime ahora mismo que es lo que pasa, Tristan, antes de que me hagas lo mismo que Jensen y me abandones por 5 largos y tormentosos años como él hizo.
Mientras hablaba dos lágrimas largas salieron de sus ojos y cayeron por sus mejillas hasta perderse en las sabanas. En ningún momento su voz se rompió, pero el nudo permaneció en su garganta sin permitirle respirar. Tristan había permanecido de pie ante la puerta del baño y se había girado furioso cuando escucho el nombre de Jensen escapar de sus labios, toda cólera se perdió cuando su rostro se humedeció de dolor. Él jamás la abandonaría, nunca.
No era un cobarde.
-George Hoppus no es mi padre – hablo con voz ronca, contenida. –Mi padre se llamaba… o se llama, no lo se, James – Luna lo miro con los ojos bien abiertos. –Dorothea me mintió toda mi vida. Y yo fui un maldito cuando le decía a mi hermano que estaba loco al insinuar siquiera que George no era nuestro padre. El día que me fui… me fui a buscar respuestas. Las necesitaba, quería oírlas de la voz de…
-¿De quien? – Luna se acerco a él y le tomo la mano que tenia firmemente cerrada en un puño.
-Blake, la hermana de mi madre vive en Jersey, tiene una pastelería y…
-No sabía que tu madre tuviera…
-Ella no lo dice muy seguido, se odian. La razón la desconozco. Son medias hermanas – suspiro. La mano de Luna le daba un sosiego que no sintió ni con su tía. Luna tenía razón, enredarse entre sus piernas, por más placentero que fuera, no le quitaba el peso de sus hombros, mucho menos de su corazón. El sabor a traición aun podía paladearlo. –Ella me dijo que mi madre se divorció de mi verdadero padre, pero no dejo su apellido. Estaba bien posicionada en la moda que se negó a cambiarlo.
-¿Y tu padre?
-Mi tía no sabe a donde se fue o si sigue vivo. Ambos acordaron que lo mejor era que no supiéramos quien era, y yo lo olvide cuando caí del acantilado – Luna hizo una mueca disgustada. –Mi hermano era pequeño y él no lo recuerda por obvias razones. Sin embargo había algo en él que le decía la única verdad que nos fue ocultada. George no es mi padre, pero sabe quien es.
-¿Por qué no has hablado con George?
-No puedo – soltó su mano y se desplomo en la orilla de la cama. –Si lo miro, no se de que seria capaz. Me mintió por casi 22 años, Luna. También a mi hermano…
-Pero es tu padre…
-¡No, no lo es! – gruño. –No lo es…
Envuelta en la sabana, bajo de la cama y se arrodillo ante Tristan y su abatida persona. Le dolía verlo así. Él que era la luz de sus ojos.
-Si es tu padre, Tristan. Lo sabes y te duele su traición, pero él lo hizo porque te quiere. Porque los quiere a ambos.
-¿Y Dorothea qué? Pensó en su propio bienestar, en que ella no fuera señalada por la gente. Jamás en nosotros, nunca en nosotros. Ni siquiera pudo ir a vernos a Londres o a Jules a Francia. ¿Cómo voy a perdonarla cuando ella no perdono a mi padre, Luna?
Su mirada cargada de ira la perforo. Tenía en parte razón.
-¿Y tu como exiges perdón si no lo das? – tomo su mejilla y lo hizo mirarla. –Odie a Jensen durante 5 años, y lo perdone. Se que sufrí de nuevo a su lado, pero ¿como iba a saberlo si no le daba una oportunidad? Pase lindos momentos a su lado hasta que me demando – soltó una carcajada seca que termino en dos segundos ante la mirada iracunda de Tristan. –Sin embargo él me llevo a ti. Su ausencia me hizo darme cuenta que no puedo aferrarme a algo del pasado, porque no podre vivir mi presente, y mucho menos disfrutar un futuro. Hubo tropiezos, si, muchos. Ahora heme aquí – sonrió ampliamente. –Con el amor de mi vida, ese que sin dolor no podría haber alcanzado ni en sueños. Suena difícil, pero olvidar y perdonar, es muchas veces, la mejor formula de la felicidad.
La mirada irascible de Tristan se suavizo y esbozo una sonrisa tibia.
-¿Cómo demonios negar la ley que expresan tus palabras, Luna? – la ayudo a ponerse de pie y la beso. –Dios, que afortunado soy al tenerte en mi miserable vida – la abrazo y beso su hombro mientras la sostenía elevándola un palmo del suelo. –Te amo.

***

De cómo llegaron a la planta de arriba Renata aun tenía sus dudas.
Julien la había tomado en las escaleras con un hambre atroz que se creyó loca en el instante en que sus dedos la bombearon con una fuerza tal que chillo de placer.
Ahora yacía desnuda sobre el pecho de Julien, trazando figuras sobre su piel, mientras él se estremecía y sonreía embobado.
-Dime que cubrí tus expectativas – Julien sonrió. La mano de Renata se detuvo sobre su estomago.
-¿Tanto te preocupa que no las hayas llenado?
-Me preocupa que dejes mi cama insatisfecha, no solo de mi cuerpo, sino… de mí.
-¿Cómo podría estar insatisfecha de ti? Eres un deleite para la vista… - se acerco a besar su mejilla y él la atrapo de la espalda.
-¿Qué puedo decir de ti? Desde que te vi en León, cuando Luna me dio un latigazo en el culo desee tomarte en las mesas de la cocina – Renata rió nerviosa.
La situación era la siguiente: ella lo amaba. Y trago ruidosamente ante esa verdad. Sin embargo no quería arriesgar de nuevo su corazón, se lo había entregado a William. Cerró los ojos y se recostó sobre su pecho. Observo el desorden de la habitación, la colcha de plumas de ganso estaba en el suelo, la sabana de seda estaba revuelta entre sus cuerpos y sus ropas habían volado a quien sabe donde, de lo único que tenia firme conciencia de donde estaban eran sus stilettos que estaban sobre el tocador. Julien la había subido a la superficie de la mesa y la había devorado lentamente, su cuerpo hormigueo solo de recordar su lengua maestra contra su sexo.
Julien sintió el cambio extraño en el ambiente.
-¿Dije algo que no debía?
-No.
Estaba confundido.
Salió de debajo de ella y la arrastro fuera de la cama, no le dejo siquiera cubrir su cuerpo con la sabana, la llevo directo al espejo que estaba en el cuarto de baño, con el que podía verse el cuerpo completo.
-Dime que ves – dijo, se coloco detrás de ella, así él también podía ver el cuerpo perfecto y desnudo de Renata. Gruño en silencio, si que era hermosa, más que eso. La palabra belleza se quedaba corta comparado con Renata.
-A mi – respondió bajito. Podía ver una tenue marca de los dedos de Julien sobre su cadera, y una mordida pequeña que le había dado bajo el pezón, aparte de eso, veía su pálida piel sonrojada por las horas de placer que él le había regalado. – ¿Que se supone que estoy viendo? – busco los ojo de Julien a través del espejo. Él la observaba de pie tras ella, y le sacaba una buena cabeza de altura.
-¿No te das cuenta?
-¿De algún nuevo moretón? – sonrió. Se giro, y miro sobre su hombro. Había una marca rojiza en su nalga izquierda, donde él había palmeado cuando la tomo aferrada al escritorio. De nuevo se sonrojo y sonrió para sus adentros. –Me pregunto como es que camino derecha después de lo que me hiciste.
-No me cambies el tema – regaño serio. Renata lo miro. –Gírate y dime que ves.
Ella obedeció.
Se miro desde todos los ángulos. No había necesidad de ser pudorosa, la situación no lo permitía, él la miraba serio desde su lugar, y ella aun no encontraba detalle alguno sobre su cuerpo.
-Solo soy yo – dijo al fin. –Renata. La contadora…
-Renata… - repitió Julien. –La mujer que me rescato. ¿No te das cuenta que no fui yo quien te salvo? Fue al revés. Fueron tus ojos, tus sonrisas, tus miradas y caricias. Fue la intrépida y divertida mujer la que me hizo darme cuenta que valía la pena ser un simple mesero. Fuiste tu quien me defendió de los ácidos comentarios de tu padre y hermano. Fuiste tu quien me mantuvo en la ciudad, cuando lo único que yo quería era huir lejos…
El paso de sus palabras la estremeció.
-No hay nada que no diera por ti, por verte sonreír. La carta que no te entregue, llevaba mi corazón en cada palabra – Renata jadeo. –Y lo que yo veo es la mujer más hermosa de todas, no solo por fuera, sino por dentro. Tú me salvaste, me salvaste de ser un hijo de puta que estuvo a punto de romper la relación de mi hermano con Luna. ¿Sabes? Me importa ahora una mierda quien sea mi padre, si es George, o un vago de la calle. Quiero ser el hombre que soy, por mí y por nadie más. Y quiero que seas la mujer perfecta por ti, Renata, no por mi, ni por tu familia, solo por ti, porque al final del día, dormimos con nosotros mismos – cuando dijo esto ultimo, Renata ya estaba llorando, se giro y lo abrazo colgándose de su cuello.
-¿Qué hay de malo en mi que William no fue capaz de decirme la verdad?
-No hay nada malo en ti – gruño. –Él fue un cobarde, pero yo no lo soy – se separo de ella y limpio sus lagrimas. –Quiero que vivas conmigo. Quiero que… Deseo que… Que… Te amo.

mayo 04, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 15

¡Uy! Pense que no lo lograba, pero yo que les puedo improtar si aqui lo que importa es MD (o es lo que quiero creer xD). No me voy a extender demasiado... Y solo me queda decirles que me van a odiar, si, lo merezco. Lo se, lo sabemos, soy una perra desgraciada XD
En fin, sin más, disfruten. Y aguantenme tantito con El lado Oscuro.
Nota del autor: Ale, mi amors, Jules no es lento ;)




15. La verdad está allá afuera

*Click, Dejenme llorar - Carla Morrison
Despertar en la enormidad de la cama de Julien era ahora una costumbre bien arraigada de Renata, que al instante en que no lo sintió contra ella el vacio de su cama en su propio departamento la hizo dar un brinco. La sensación fue extraña, aunque el vacio solo pudo sentirlo en las puntas de sus dedos, que eran las que pasaban por el rostro, pocas veces ahora, huraño y respondón de Julien. Sus dedos vibraban al pasar por cada detalle de su rostro, tentados enormemente a delinear la forma de sus labios, esos que solo en dos ocasiones había besado, pero que su necesidad de ellos iba en aumento minuto a minuto como un incendio en territorios secos, consumiendo todo a su paso.

Salió de la cama con los ánimos bajos. Se ducho y se preparo para su nuevo empleo. Había vuelto a su antigua oficina, salvo que esta vez y para orgullo de ella, su sueño estaba cumplido, su nombre estaba en la puerta de roble al lado de su jefa con letras doradas rezando con imponencia su cargo y nombre. Al llegar a su oficina, miraba las letras doradas embelesada, creyendo que todo era un sueño, un sueño hecho realidad y un sueño que podía ahora compartir con sus amigas, sin temor a derramar lagrimas por lo pasado en el aeropuerto, y con ese hombre que la esperaba puntual, recargado en su auto rojo turbo, con esa ceja levantada y la promesa latente de compartir el agua tibia de su regadera.

No olvidemos, por supuesto, la salida a Francia que lentamente se acercaba. La promesa de dos semanas sola con el más joven de los Van Gulick le ponía la piel de gallina y la estremecía de pies a cabeza sin poder, ni querer, quitar esa sonrisa de estúpida que describía al cien por ciento la ansiedad de Renata por partir, y recorrer la ciudad del amor de la mano de Julien.

-Renata – su jefa, Loren Stevens, que al verla le recordaba a su madre por esa mirada cargada de cariño, toco una vez la puerta de roble y asomo su cabellera a tonos rubios rojizos que centelleaba con el sol del medio día. –Te buscan, linda.

-¿A mi? – la miro confundida.

-No conozco a otra Licenciada Cotty por el rumbo, ¿y tú? – sonrió divertida. –Están en el lobby, tomate el tiempo que necesites, has adelantado mucho trabajo, no sé cómo demonios deje que te fueras con ese pelmazo de Northman – completo en un bajo gruñido y salió de su oficina.

Desconcertada y alagada por sus palabras, bajo al lobby. Cuando salió del ascensor apenas tuvo tiempo de respirar, pues unos brazos la estrujaron con fuerza. Reconoció el perfume de inmediato.

-¡Mamá! ¿Qué… que haces aquí?

-¿Cómo esta mi terroncito de azúcar? – su madre se separo lo suficiente para apretarle las mejillas y verificar que su hija estuviera en perfectas condiciones, sus ojos azules, analíticos, la miraron de arriba abajo al menos unas tres veces.

-Estoy bien, mamá – sonrió ampliamente. Sabía que su madre no quedaría conforme, la conocía. Joan Cotty, continuaba su análisis sobre ella. Renata conocía muy bien a su madre, podía leer como un libro con grandes letras las miradas de su madre, celestes pálidas como el cielo apenas despertando. Esa media sonrisa que ahora dibujaban sus labios era señal de la conformidad del estado de su hija.

-Que alivio, Vincent… - se detuvo.

-¿Qué les dijo Vincent? – presiono Renata.

-Bueno, él solo… - toco su cabello suelto apenas encaneciendo con destellos blancos que cruzaban su cabellera rubia oscura, nerviosa, había dicho algo que no debía.

-Estoy bien, mamá. Muy bien… Tengo un buen empleo de vuelta, me tomo encontrarlo solo 3 días, mis amigas me apoyan, mí… mis amigos también.

-¿Amigos? Te refieres al encantador chico amigo de Luna, ¿Cuál era su nombre…?

-Alexander, má – recordó. –Y no, aunque si es mi amigo, a él no me refiero. Tengo un nuevo amigo, quizá Vincent fue de soplón, está loco…

-No puedes culpar a tu hermano por preocuparse por ti – Joan acaricio el cabello de su hija. –Tu padre fue a visitar a Vince a su nuevo loft, ¿Por qué nadie me dice que mis hijos no viven juntos?

-Porque ya no somos unos niños – refuto. –Y él tiene novia, ¿lo sabías?

-¡Oh si! – Renata esperaba que su madre hablara de su hermano, empero solo junto las manos y sonrió con ternura. –Es una preciosa chica, Lizzy, que linda que es.

-Si, es muy linda – resoplo, el tema seguiría siendo ella, así su hermano dijera cuanto quisiera. Odiaba ser el centro de atención. – ¿Donde esta papá?

-Ya te lo dije, en el loft de Vince. Le da el visto bueno… Más tarde iremos a cenar, todos juntos, quizá puedas invitar a tu nuevo amigo…

Su madre no se cansaría hasta encontrar el nido de la preocupación que le transmitió Vincent. Por lo tanto sería imposible que Renata se negara a la invitación de la cena con sus padres.

-De acuerdo. A las nueve, ¿esta bien?

-Claro que si, terroncito – beso ambas mejillas de su hija. –Que gusto verte bien, azuquítar.

-Siempre he estado bien – mintió como una profesional. –Solo que Vincent, es un exagerado. Salúdame a mi padre.

-De tu parte, Naty – la abrazo una vez más, amenazando con dejarla sin aire. –No olvides a tu nuevo amigo…

-Como olvidarlo – suspiro Renata separándose de su madre.

-Por el tono con el que hablas de él, deja ver que es un buen amigo.

-Uno muy bueno, madre – confirmo. –Tengo que…

-Si, Naty, vuelve al trabajo.

Renata no subió al ascensor hasta no ver a su madre desfilar por la acera y subir a su Honda Civic negro. Sabía que su madre sospechaba lo que realmente pasaba, sino, no hubiera hecho un viaje desde Florida para venir a verla. Ser una simple ama de casa no era su estilo. Era la mano derecha de uno de los mejores Bancos de Florida, y tuvo muchas oportunidades de ser la Gerente en Jefe de otros más, pero ella era feliz donde estaba, además, estaba cerca de sus hijos y su esposo. Joan Cotty, sabia Renata, tenía más que un sexto sentido, se atrevía a pensar que llevaba sangre de pitonisa corriendo por sus torrentes sanguíneos. Ya que, no importaba cuanto se empeñara Renata en mentir, su madre siempre sabía la verdad y la ocultaba como una profesional así como ella. Esos ojos eran más que un par de lentes de rayos X, aseguraba que podía verte el alma, o con el simple toque de su mano, leer tu suerte o algo más que Renata no se podía explicar.

Cerró la puerta de roble tras de si, y llamo a Julien antes de sentarse en su silla.

-Dime que por fin vas a compartir el agua caliente conmigo…

Renata sonrió atontada.

-Aun… Es decir, no – aclaro su garganta. –Mis padres llegaron de Florida – espero la reacción de Julien.

-Entonces no vendrás a compartir el agua – sonó a tristeza. Porque quería decir que tampoco la cama la compartirían.

-Si, no… es decir… Iremos a cenar, todos… - balbuceo. ¿Por qué era tan difícil invitarlo a una simple cena con sus… si, con sus padres?

-¿Tus padres…?

-Quieren que te invite. Vincent, el soplón de mi hermano les dijo que me veía rara, después… bueno, saliste a la plática y…

-¡Me encantaría conocer a tus padres! – dijo justamente lo que ni en sueños creyó que diría.

-¿Lo dices…? Es decir… ¿en serio?

-Claro. Solo espero que tu padre no golpee tan fuerte como tú.

Una risita tonta escapo de Renata.

-Te veo a las 8 en mi departamento. Buen día, adiós.

-Estaré ansioso de conocer a los Cotty – declaro Julien antes de colgar.
 

***

Se negaba a despertar, a abrir los ojos y ser cegada por la luz del sol que se colaba por la ventana detrás de su cabeza. Habían olvidado correr las cortinas gruesas sobre las de tul transparente que cubrían la ventana. Sonrió como estúpida. Seguramente los vecinos la habrían visto mientras ella y…

Si, no tenia dudas. Quizá no solo sus gritos alertaron a los vecinos. Froto sus ojos y se giro para confirmar que Tristan dormía a su lado. Su prometido descansaba profundamente con una mano sobre la almohada de ella y otra reposando sobre su torso, adoraba que la sabana apenas cubriera debajo de su ombligo. Hambrienta en más de un sentido lo contemplo a sus anchas y levanto la sabana que cubría la entrepierna de Tristan, ahogo un jadeo. Ese hombre era magnifico. Y ella, bueno, ya lo decía Tristan cada mañana, era una pervertida.

Beso su frente y rebusco en el suelo su ropa interior. Debajo del cobertor de doble vista estaban sus bragas y sobre la lámpara del escritorio frente a la cama su sostén. Se vistió en silencio y cubrió su cuerpo con su bata de dormir. Con un último vistazo sobre el cuerpo febril de su prometido, le encantaba llamarlo así, salió de la habitación y fue a la cocina. Intento no hacer ruido mientras preparaba café y abría las puertas de la alacena en busca de galletas. No las encontró así que saco el frasco de mermelada de fresa de la nevera, su favorita, y pan tostado. Subió a uno de los bancos largos de la isla de mármol de la cocina, y espero a que su café se enfriara jugando en su móvil. Pasaba el dedo por la pantalla táctil de su móvil de última generación que tanto amaba, cuando escucho los pasos descalzos de Tristan acercarse a la cocina. Vistiendo solo los calzones y cerrando un ojo, haciéndose sombra con la mano para cubrirse de la luz, hizo acto de presencia.

-¿Buenos días?

-¿Me dices o me preguntas? – Luna termino su juego en el móvil.

-Creo que te digo. ¿Cómo estas?

-Me puse un cojín en el trasero para sentarme, ¿y tú?

-Apenas puedo caminar – sonrió en una mueca. –Lo de anoche, fue… - se acerco lento, al parecer si era verdad lo de sus piernas – el Paraíso – ronroneo lo ultimo apartando el cabello revuelto de Luna, y bajo la bata de su hombro izquierdo. –Que más da si no camino, tengo que hacerte el amor antes de que vayas a trabajar, amor…

-Tris – gimió, llamándolo por primera vez en diminutivo. – ¿Sabes que día es hoy?

-¿Miércoles?

-Es viernes, cielo – anuncio.

-¿Y? Es día de ir a trabajar, ¿no?

-No – negó con la cabeza y giro sobre la silla para tomar su rostro. –Los viernes, según tu madre, mi señora futura suegra y gracias a George, descanso.

-¿De verdad? Mierda, no lo sabía… – desvió rápido la mirada al escuchar el nombre de su… de George. Se removió el cabello y curvo los labios en una ligera casi imperceptible sonrisa.

-Bueno, hace días me vio tan… perturbada que me dio el día de hoy para ajustar mis pensamientos.

-Día libre entonces. Si no te molesta, quiero un café bien cargado y dos panes como tú los preparas, ¿si?

-No me molesta – beso su mandíbula. Le acerco dos panes con mantequilla y mermelada y una taza enorme de café humeante, el de ella al fin se había enfriado, así que desayunaron juntos.

Desayunaron en silencio, disfrutando de miradas furtivas y suaves caricias que se mandaban con las sonrisas que bailaban en sus labios, gozando el placer y la satisfacción que los embriagaba, haciéndolos resplandecer como el sol que se colaba por las ventanas. Sabían que sus cuerpos estaban exhaustos después de tan maratónico deleite, y aun así, no estaban saciados el uno del otro. Solo sería cuestión de tiempo para saltarse encima y despojarse de sus ropas, bañarse a besos y ansiosas caricias recíprocas para viajar de nuevo al Paraíso, que juraba Tristan, visitaba siempre que estallaba en ella.

Luna se puso de pie para llevar las tazas y los platos al fregadero. Abrió el grifo y los lavo. Estiro la mano para tomar una naranja del frutero que estaba en su izquierda, cuando la soltó ante la sorpresa de sentir detrás de ella a Tristan. Jadeo, Tristan estaba…

-No sé que demonios me pasa, pero te miro y…

Ella cerró los ojos, al tiempo que él bajaba una mano por su vientre y acariciaba su monte, su mano  viajaba dentro de sus bragas de algodón para palpar la humedad resbaladiza por la que deslizaría a continuación.

El agua de grifo seguía corriendo mientras Tristan aplicaba una suave tortura sobre Luna. La humedad comenzaba a propagarse por sus piernas y sus pezones dolían bajo su sostén.

-El agua… - gimió Luna con la cabeza echada hacia atrás.

-Lo sé – Tristan la empujo un poco hacia adelante, pegándola al mármol de Carrara del fregadero, tomo un vaso y lo lleno de agua, cerro el grifo a continuación. Le acerco el vaso a los labios y le dio un poco a beber. La frescura del agua no mitigo el calor que abrazaba su cuerpo. –Tengo una idea mejor…

Soltó un respingo. Tristan vacio el agua sobre su cuerpo, y él continuo el camino del agua fría con sus dedos calientes hasta que el recorrido del agua se perdió en su triangulo oscuro. Su cabeza exploto. Sus dedos la invadieron y comenzaron a frotarse dentro y fuera.

Pensar era lo último que Luna podía hacer. Podía sentir la dureza de Tristan pegarse a su trasero en una promesa que cumpliría al pie de la letra: satisfacerla. Y al parecer Tristan quería alargar el momento del clímax.

Le dio la vuelta y detuvo la tortura entre sus piernas. Arrojo su bata negra al suelo y la subió a la mesada. El frio mármol enchino la piel de Luna, pero eso solo logro calentar más a Tristan, la naranja que ella había dejado caer en el fregadero la tomo y la corto a la mitad con un cuchillo.

-¿Qué planeas?

-Aun tengo hambre, amor – anuncio y exprimió la naranja sobre el cuello de Luna. Antes de que el jugo llegara a la unión de sus pechos lo lamio con anhelo.

Era tan rápido como es que con él perdía conciencia de todo y solo tenía ojos para el cuerpo y alma de Luna. Sus miradas quemaban al rojo vivo y se sentían muy dentro de la carne, uniéndose a su alma.

Sus manos, si, oh Dios, sus manos. Éstas la recorrían pasando la naranja fresca por cada rincón, dentro de sus muslos que dolían y quemaban. No sabía que dolía más, la lengua de Tristan o sus dientes que mordían suavemente la piel de sus muslos y sus pezones, o la necesidad de sentirlo muy dentro de ella. Cada sensación era mejor que la anterior y ella solo pudiera gemir a viva voz. Jalaba los cabellos de Tristan y se perdía en el pardo de su mirada.

Como pudo, ya que Tristan estaba muy ocupado en lamer sus senos desnudos y en verter el jugo de la naranja sobre ellos, lleno el vaso de agua de nuevo. Esta vez no lo vertió sobre su piel, imaginaba que el agua se evaporaría como las gotas del roció bajo un sol candente, sino que empujo a Tristan un poco hacia atrás y derramo el agua sobre su torso. Sus calzoncillos se mojaron y ella logro admirar el poder de su entrepierna.

-Creo saber que estas pensando…

-¿Si? – de un brinco bajo de la mesada y se arrodillo frente a él. Bajo sus calzoncillos y su miembro prácticamente salto a su boca, misma que lo recibió gustosa.

No recordaba la última vez que había hecho eso. Y ahora le resultaba absurdamente excitante. El sabor de Tristan era embriagante. Cada succión, lamida o beso, encendía una flama enorme dentro de ella. Sentía un volcán en erupción dentro de su cuerpo.

Abrió los ojos y subió la mirada. Tristan sudaba y la miraba con una admiración enorme, como todo él. Luna sonrió y aun con sus miradas fijas, lo metió a su boca para succionarlo con fuerza y sacarlo sonoramente de su boca. Él casi cae, pues tomo la orilla de la isla de mármol con fuerza. Lo vio también, tensar los dientes y maldecir. Orgullosa de su trabajo continúo hasta sentir las primeras señales de la culminación del placer de Tristan. Extrañamente ella lo comería por entero y tenia toda la intención, hasta que él se separo de ella y la cargo.

-Que boquita… – atino a decir.

Desgarro sus braguitas del algodón y entro en ella de un solo tajo.

-¡TRISTAN!

Luna no podía hacer nada más que gritar y cerrar los ojos con fuerza, desesperada por llegar al clímax que había prometido Tristan.

Su cuerpo lo ceñía, apretando su miembro entre sus paredes resbalosas y tibias. Aumento sus embestidas. Él también llegaría pronto, muy…

-¡LUNA!

-¡TRISTAN! – grito ella un segundo después de la explosión de Tristan en su interior.

Gritaron al unisonó llegando al Paraíso prometido.

Todo el cansancio había desaparecido. Una nueva carga de energía los embriagaba y ellos la usarían como es debido.

-Necesito una ducha, ¿y tú? – hablo pausadamente aun dentro de ella. Luna lo abrazo y beso su cuello, el sabor a naranja y sal la golpeo en un espasmo de orgasmo.

-Solo si me harás tuya de nuevo.

-Es una promesa…
 

***

Renata paso la tarde nerviosa. ¿Cómo se tenia que vestir para presentar a Julien a sus padres? No era como si de pronto esos dos anduvieran juntos a sol y a sombra… Esperen, si, si estaban juntos a sol y a sombra.

Tomo aire por la boca, sintiendo que se desmayaría en cualquier momento. Miro una última vez la ropa de su armario. Tenia que vestir algo que la hiciera ver joven y madura, al final se decidió por un vestido de Chanel Resort de la temporada de verano, que era azul marino brillante corto y con media espalda baja descubierta, exquisito  y divino – deseaba sorprender a Julien y que sus padres vieran que tenía un buen sueldo que podía comprarse un par de caprichos femeninos – y unos stilettos a juego. Su cabello lo recogió en una coleta alta y el maquillaje fue casi nulo.

Dio un brinco cuando tocaron su puerta con los nudillos.

Abrió, dando a Julien su mejor sonrisa. El joven Van Gulick vestía un traje azul oscuro con camisa a tono y sin corbata. No pudo evitar pasar los ojos con rapidez por toda su imponente figura. En realidad se había esmerado, dejándola con la boca abierta.

-Di algo, me siento…

-Te vez… - lo recorrió de nuevo con la mirada.

-Tu te vez preciosa – atino a decir Julien. – ¿Nos vamos? – formo un hueco con su brazo para que ella metiera el brazo y caminaran juntos.

-Mi bolso – corrió a su salita y regreso corriendo. Aseguro la puerta y bajaron juntos hasta el auto de Julien. El rojo brillante de su auto parecía refulgir a pesar de la noche. –Wow – exclamo Renata. No encontraba palabras para describir lo que pasaba en su pecho. Sentía como pequeños fuegos artificiales que le enchinaban la piel, o quizá eso era la mirada de Julien y sus enormes manos al acariciar su antebrazo, de cualquier forma, no podía negar que estaba sorprendida.

-Siempre ese tono de sorpresa.

Julien abrió la puerta del auto y la ayudo a subir.

Arranco el auto y de pronto se detuvo en una esquina.

-¿A dónde vamos?

-¿Eh?

-Rens, ¿Dónde cenaremos con tus padres?

-Cierto, si… - Julien la miro con diversión. Ella no dejaba de sorprenderlo, de pronto era una fiera y después, en un parpadeo parecía ajena al mundo, de cualquier forma, no dejaba de ser preciosa cuando lo miraba con esos verdes ojos tan refulgentes que lo paralizaban. –En… Colors & Promises. ¿Sabes llegar?

-Preciosa – piso el acelerador. –Soy mensajero en mis tiempos libres – se metió al tráfico con fluidez.

-¿De verdad? No lo sabía…

-Hay muchas cosas que no sabes de mi… - dijo sin mirarla.

-¿Cómo cuales?

Julien sonrió. Era realmente curiosa como un gatito.

-Pues… - frunció el ceño. ¿Por dónde empezar? –Yo…

¿Qué diría? ¿Cómo tomaría Renata que él le dijera que pasar el tiempo con ella había sido lo más maravilloso de su vida? Había encontrado en ella una amiga. No lo había juzgado ni había pegado de gritos cuando le dijo que había estado en prisión, incluso, se atrevía a pensar, que no todas las personas lo querían por su dinero, o por el dinero que su madre no le daba, porque desde que él estudio música y dejo la Universidad su madre no dio ni un solo centavo por él. Claro que él no odiaba a su madre, como pensaban todos, le agradecía, muy en el fondo, que hubiese sido así de vil con él, porque lo poco que tenia era gracias a si mismo y no a regalos por su nombre.

Todo el tiempo pensó que el amor podía comprarse, y recibió muchas bofetadas e incluso, intentos de patearle el legado. Las chicas se tomaban muy en serio eso del amor. Solo que él no se tomaba nada en serio. No hasta que apareció Renata.

-¿Tu qué?

-Me divierto mucho a tu lado – dijo al final.

-Yo también – el toque de su mano sobre su antebrazo lo envolvió en una calidez que jamás había sentido. Ella busco su mano y él soltó la palanca de velocidades para entrelazar sus dedos. Su tacto era suave y a la vez tan intimo. Después de todo, si tenía un corazón debajo de toda esa mierda cargada de cinismo que tenía en la cabeza.

-¿Renata… puedo decirte un secreto?

-Seré una tumba – aseguro.

-Cuando estuve en el internado en Francia… y mi madre nunca fue a verme… Eso realmente me destrozo… No soy del tipo de hombre que añora a su madre, pero nunca tuve una madre realmente. George me crio, soy lo que soy… Aunque si ella no hubiese sido vil y… - tenso los dientes.

Detuvo el auto antes de que provocara un accidente.

-Pocas personas soportan mi… compañía. Tu estas en esa pequeña lista – la miro. Renata lo escuchaba atenta, con una sonrisa sincera grabada en sus labios carnosos. –Soy un hijo de perra, lo sé. Y pensaras que mi vida fue fácil, pues no lo fue…

-La vida no es fácil – interrumpió –, tengas o no tengas todo, nada es fácil, al menos no lo que vale la pena.

-Eres tan sabia – comento, una sonrisilla burlona se plasmo en su rostro. –Ya… Lo digo en serio. Yo siempre quise patear el trasero de cualquiera que osara mofarse de mí. Nunca conocía a nadie que me dijera las cosas de frente, excepto Tristan. Él no cuenta, es mi hermano – volteo los ojos. –Y es un tarado de todos modos.

“Todos esperaban para verme y… lamerme el culo porque era hijo de Dorothea. Eso solo después de que dijera mi nombre completo. Nunca nadie… había sido sincero conmigo”.

-Sinceridad es mi segundo nombre – bromeo.

-No – negó con la cabeza. –Sexy y deliciosa es tu segundo nombre.

El color en las pálidas mejillas de Renata floreció.

-Lo que digo, es… - beso el dorso de la mano que aun mantenía unida con la suya. –Gracias por estar conmigo. Eres fantástica, y estoy algo nervioso de conocer a tus padres…

-No hay nada que agradecer, tú me has ayudado tanto… Y apenas nos conocemos y aun así…

-Entiendo. Somos amigos…

-No es eso, bueno si, si somos… - balbuceo.

-Shh, no digas nada. Vamos a cenar, muero de hambre – soltó la mano de Renata y arranco el auto.

Después de eso, el camino se volvió tan silencioso como un cementerio.

El valet parking tomo el auto de Julien y ellos entraron al restaurante, el cual era precioso. Cada detalle, desde las lámparas que colgaban del techo, así como las guirnaldas que decoraban las paredes, las mesas y sillas, combinaban en una perfecta sincronía romántica. Bonito lugar habían escogido los padres de Renata para conocerlo.

Tomo aire por la boca varias veces y siguió de cerca a Renata. El recepcionista los guio a una mesa para 6 personas.

‹‹ ¿Seis? ¿En serio seis? Me voy a volver chango››

-¡Mamá!, ¡Papá! – Renata saludo a sus padres en un tierno abrazo.

-Má, él es Julien… Julien, mi madre…

Julien estiro la mano para saludarla. La madre de Renata era guapa. Alta, aunque no tanto como él, de cabello largo y con una suave sonrisa. Trago al estrechar su mano.

-Solo dime Joan…

-¿Qué tal, seño… Joan?

-Y él es mi padre, Eddard… Papá él es Julien…

-¿Qué tal chico? – su padre tenia la mirada típica de un padre; severa. Julien sintió que en cualquier momento Eddard fuera a patearle el trasero y a limpiar el lugar con sus entrañas.

-Todo en orden, gracias.

-Y mi hermano, Vincent y su novia, Lizzeth.

Al saludarlos el alivio lo invadió un poco, al menos al saludar a Lizzy, la rubia con rostro de ángel no dejo de sonreír, pero Vincent… bueno, él era el hermano mayor, no podía esperar mejor trato que con su padre.

Nada se hizo más fácil después de las presentaciones.

-¿A que te dedicas, Julien?

-Soy… mesero en un bar y por las mañanas mensajero.

Estaba claro que no querrían un tipo así para su hija. ¡Joder! Y él que tenía tantas ganas de simpatizar con la familia de Renata.

-No me digas – el tono acido del padre de Renata solo podría compararse con el sulfuro.

-Papá – regaño Renata. –Julien toca el piano, habla francés y… repara autos.

-¿Oh, si? – Julien asintió un poco, bebió de su copa de vino. –Con que tocas el piano…

-Estuve estudiando música en Francia en un Instituto privado, volví el año pasado. Toco el piano y la guitarra clásica – murmuro levantando los hombros. –Mi madre también piensa como usted, señor Cotty; la música no es un trabajo, es un hobby. Y no estoy de acuerdo, la música es mi vida, y espero algún día dedicarme de lleno a eso, solo que por el momento la suerte me dio la espalda.

-Un trabajo de verdad puede ser…

-Lo sé, señor Cotty – corto Julien con educación. –Fui aceptado en Harvard para ser abogado, pero no quise serlo. Estar detrás de un escritorio, recibiendo ordenes, estando solo todo el día, no es mi plan de vida. La vida es muy corta para desperdiciarla en trabajos de verdad, y no digo que viviré del gobierno o que viviré bajo un puente; me gano la vida, y soy bueno en lo que hago.

Renata extendió la mano para tomar la suya. Le dio un apretón y sonrió.

Se sintió más ligero después de sacar todo eso de su pecho. Estaba harto que la gente lo mirada altivamente cuando decía a que se dedicaba. Pero, ahora que lo pensaba, la única que lo miraba así era su madre, al menos ella era de las personas que le importaban, le importaban una mierda todos los demás; Renata nunca lo cuestiono sobre eso, su hermano menos, y su primo Noah, le había ofrecido trabajo en Pomaikai. Solo su madre lo veía con desprecio cuando le decía que era mesero. Tristan se había graduado de Ingeniera automotriz, ahora tenia un taller de motocicletas y un buen lugar en una empresa de diseño de autos que solo Julien sabia, ya que su hermano odiaba decirle a la gente que era diseñador de autos.

La comida apareció, rompiendo el silencio incomodo. El apetito se le había ido, pero aun así comió educadamente.

No estaban ahí para hablar de Lizzy o de Vincent, mucho menos de Renata, conocían lo suficientemente bien a sus hijos como para saber en que y con quien andaban. Era él, el centro de la plática.

-¿Vives solo o con tus…?

-Vivo en un departamento en Manhattan – respondió a la pregunta del padre de Renata.

-Uno pequeño, supongo…

-¡Claro que no! Es divino – intervino Renata. –Tiene unos amplios ventanales tan preciosos y en la parte de arriba del departamento hay una vista maravillosa de la ciudad. Es muy elegante… - termino ladina.

Eddard quedo asombrado ante la descripción de la vivienda de Julien, él esperaba que viviera con su madre o peor, en una caja de cartón.

-¿Mencione que tiene 5 habitaciones todas con camas King size, la sala es enorme y un piano de cola?

Julien sonrió por lo bajo, totalmente agradecido.

-Que maravilla – Joan lucia tan emocionada como su hija y Lizzeth. Eddard y Vincent por otro lado no se vieron tan sorprendidos. – ¿No lo crees Ned? – codeo a su marido para que le hiciera caso.

-Si, mujer. Sorprendente. Por cierto – lo señalo con el tenedor. –El trafico esta del infierno, ¿vinieron en el subterráneo?

-Prrr – Renata hizo una trompetilla frunciendo el ceño, ofendida. –Claro que no papá… Julien tiene un Porsche turbo rojo brillante, parece que cruzas las nubes con ese auto, ¿verdad? – miro a Julien que no dejaba de asentir y sonreír.

-Si, bueno… - levanto un hombro. –Es un buen auto.

-Uh-hum – Eddard se dedico a terminar su filete así como su hijo.

Era turno de las chicas de parlotear en torno de Julien, Renata no se canso de elogiarlo y de hacerle saber a todos que era maravilloso.

Y Julien no dejo de sonreír ante los cumplidos de Renata. La cena, después de todo, no había sido como entrar a la cueva del lobo y ser destrozado por el alfa.



La cena termino demasiado pronto para alivio de Julien, mañana seria aun día de trabajo y los padres de Renata no querían que sus hijos se desvelaran tanto.

Julien intento pagar la cena, pero Eddard Cotty se negó rotundamente y él pago por todo. Cuando salieron del restaurante, Julien se sintió aun más nervioso que adentro. La razón la desconocía, o quizá era el hecho de que a Eddard no le simpatizo del todo, lo que quería decir que sería la última vez que vería a Renata, y él lo entendería, su familia era fantástica, a pesar de que se sentía como si estuviera en la comisaria, respondiendo preguntas, bajo la luz brillante de una diminuta oficina oscura. Miro a Renata ser abrazada por su madre, Joan lucia como una madre amorosa, como la de Luna, y sintió un vuelco en el estomago. Desvió la mirada antes de que vomitara de dolor. Se froto los ojos, ignorando el picor de sus parpados.

-No sabía que conocieras a la amiga de Luna – Lizzy estaba a su lado. La miro de reojo, se suponía que ella tendría que estar despidiéndose de sus “suegros”, sin embargo estaba a su lado con esa sonrisa deslumbrante que parecía no poder quitar de su rostro.

-Hay muchas cosas que no sabes de mí.

Lizzy frunció los labios. Entonces Vincent se acerco, Julien se preparo para las frases amenazadoras que saldrían de la boca del hermano de Renata. Realmente no era nada nuevo escuchar amenazas, estando 30 días en prisión había escuchado tantas, que iban desde “Te hare mi puta apenas cierres los ojos”, “Quitare la sonrisa petulante de tu rostro, niño rico”, y un par más que prefería no recordar.

-¿Te está molestando, Lizzy? – protector, le paso el brazo sobre los hombros a la rubia.

-Creo que es al revés – apretó los labios.

Julien estuvo a punto de decir algo, pero mordió su lengua. Inclino la cabeza a modo de despedida y camino hasta Renata para despedirse de ella… Un vacio en su pecho creció tan rápido y tan amplio que dolió. Era una sensación de ser recorrido por un rayo congelado.

Aclaro su garganta para llamar la atención. Fue Eddard quien lo miro a través de esos poderosos ojos verdes oscuros. Así que fue de él la herencia de la belleza de la mirada de Renata. Quien lo diría.

-Fue un placer, señor y señora Cotty – ofreció su mano. Eddard lo miro un par de segundos que resultaron tortuosos y estrecho su mano con fuerza. Estaba marcando su territorio, y no podía culparlo. Renata era una hermosa mujer, su hija, era de esperarse que quisiera algo mejor para ella. Un abogado, un médico, un arquitecto, el dueño de una empresa internacional como lo era… el estúpido rubio ése que la engaño y rompió en miles de pedazos apenas unas semanas. Trago el nudo de impotencia que crecía en su garganta.

-No puedo decir…

-¡Ned! – chillo Joan. –Fue un placer, querido.

-Si… - asintió Julien. –Bueno, que tengan una linda noche.

-¿Ya te vas, Jules?

Renata rozo los dedos en el dorso de la mano de Julien. Era ella la única persona de la que podía escuchar el diminutivo de su nombre sin que tuviera ganas de estallar en groserías, su voz lo entonaba en una suave y tierna caricia.

-Le dije a mi jefe que llegaría un poco tarde al bar y bueno, ya es más que solo “un poco tarde” – mintió. Había pedido la noche entera para pasarla con Renata.

La mirada de Eddard lo perforo.

-Es una lástima – ironizo.

Julien sonrió amargo.

-Apuesto a que sí, señor Cotty. Buena noche. Adiós, Renata – tomo la mano de Renata, la suavidad de la mano de ella casi le hace llorar, beso el dorso de su mano, dio media vuelta en dirección al valet parking y se fue.
 

Dentro del auto podía percibir el perfume del cuerpo de ella, incluso en las sabanas de su cama. Era un idiota por sentirse de esa forma. Nunca había encajado en ningún lado. Su cinismo, ironía y acido humor incomodaban a todos, mismos que al final lo aceptaban por su apellido. A veces solo quería llamarse “Julien”, dejar de ser un “Van Gulick”, solo ser Julien y nada más. Ser el miserable mesero y mensajero al que nadie molestaba ni daba un quinto partido por la mitad. Pero ahora… ahora él deseaba que las desdeñosas miradas que le lanzaba el padre de Renata fueran sustituidas por miradas de aprobación como las que le regalaba a su hijo. ¿Qué podía esperar él, cuando su madre aun mentía en su cara diciéndole que lo quería y que estaba loco por decir que George no era su verdadero padre?

Metió la llave en la ranura para encender el auto.

-¡Julien! – Renata golpeo la ventana.

Él se sobresalto, y bajo el vidrio.

-¿Olvidaste algo en el auto?

-Si.

Miro el asiento del acompañante pero no encontró nada.

-No veo nada. ¿Estás segura?

-Eres un experto en el arte del sarcasmo y resulta que ahora no lo puedes percibir. Que vergüenza – sonrió.

-¿Qué pasa?

-Mi madre se preguntaba si puedes saltarte hoy tu día en el bar e ir con nosotros a casa de Vince.

-No puedo – dijo de inmediato.

-Bien. No me caracterizo por ser una rogona, se cuando no soy querida.

-Rens, no, no es eso solo…

-Descuida. No te obligare a ser mi amigo. Después de todo, fuiste tu el que dijo que serias un buen amigo y…

-Estas de broma –salió del auto y se planto frente a ella.

-¿Por qué pensarías algo así?

-No lo sé – levanto los hombros. –Jugar con mi ego es parte de tu broma.

-¿Yo? ¡Jamás!

Julien miro detrás de ella. Su padre estaba junto a Vincent, con los brazos cruzados y ceñudo, su padre no se caracterizaba por tener una buena cara, por supuesto que no esperaba que le ofreciera una sonrisa. Y aun así, Renata lo miraba con aprecio. Algo que él agradecía enormemente.

-Tu padre me golpeara.

-¿Y le tienes miedo a mi padre después de que eres el tipo rudo que golpeo a un regordete grasoso en la calle? – levanto una ceja.

-No quiero que tengas problemas con mi culpa – explico. –Entiendo a tu padre, no soy… el amigo que todos quieren para sus hijos. Y no cambiare porque él me odie…

-Él no te odia – estiro la mano para tocarle el brazo. –Es solo…

-Porque soy mesero, lo sé. Y no me… ofende. Créeme, hay cosas peores por las que si me tengo que sentir ofendido. Ser mesero no es parte de ellas.

-Julien – la mirada que le ofreció lo entibio. –Yo no me avergüenzo de ti, si es lo que piensas.

Ella no sabía que poder tenía esas palabras sobre él.

-No quiero causarte problemas. Tu familia te adora, tu padre, tu… madre. Me odiaría si… mancho ese hermoso cuadro con mí… presencia.

-Jamás digas eso, tú no serias capaz de manchar nada…

-Nats, cariño, es tarde – a sus espaldas, Eddard grito.

-Anda, no hagas esperar a tu familia. Nos veremos cuando nos veamos.

-¿Por qué no quieres ir? Dime, lo exijo.

Ignoraron al padre de Renata una segunda vez.

¿La razón? Simple, él no era nada.

-Es mi trabajo, Rens.

-Tu trabajo – bufo.

No podía negar que molesta lucia preciosa.

-Eres hermosa – acaricio su mejilla. Éstas se sonrojaron.

-Puedes confiar en mí – cubrió la mano que mantenía sobre su mejilla con la suya. –Me ayudaste cuando, Wi…

-No me recuerdes a ese maldito imbécil – gruño. Sus ojos se escurecieron de ira. –Si no fuera porque esta vez no serán tan indulgentes conmigo en prisión le hubiera reventado la cara ahí mismo – apretó los puños.

El corazón de Renata se acelero. Su psicótico favorito, porque eso era justamente lo que tanto le gustaba de él, apretó los dientes y su mandíbula se marco de tal forma que aun con la mirada turbada de cólera, lucia devastador, al punto que ella olvido por quinta vez los gritos de su padre.

-Por eso me gustas tanto – soltó sin poder detener su lengua ante tan confesión. No podía contener más la necesidad de tenerlo cerca. De cuidar de él como había hecho con ella. Velar por su sueño cuando el sudor frio lo cubría y despertaba ansioso.

-¿Cómo dices?

-Vamos a tomar una copa de vino al loft de mi hermano y podemos ir a donde tu quieras después, lo juro – se apresuro a contestar.

Julien suspiro mirando el suelo, paso una mano por sus ojos y alboroto de nuevo sus cabellos largos oscuros. Renata espero en silencio mientras jugaba con sus largos dedos de artista.

Era un Van Gulick, y más que eso, él no era ningún cobarde.

-Espero que tu padre no golpee tan fuerte como tu – beso el dorso de la mano de Renata, lo que desato una guerra de hormonas que danzaban calientes y emocionadas en su interior.

Sonrió de oreja a oreja y se giro a su padre que mantenía los brazos cruzados, vio de refilón a su hermano con Lizzy, que intentaba serenarlo, se le veía tenso y la rubia pasaba una mano por su antebrazo. En realidad todos lucían ansiosos.

-¡Iremos en su auto! – anuncio Renata a su padre. –Los seguiremos…

-Ya era hora – bufo su padre. –Comenzaba a hacerme más viejo – agrego tomando la mano de su madre y caminaron a su Honda Civic negro que estaba parado en la avenida con las luces intermitentes encendidas.

***
 

Tristan jamás creyó esa basura de “El amor duele”, pero definitivamente después de la poderosa maratón de placer que había concebido con Luna creía definitivamente en esa frase. Dolía, y mucho, pero dolía como debía de doler; placenteramente.

Con la toalla verde olivo envuelta en su cadera y con la vista de Luna deambulando en bragas, cubriendo sus pechos con un brazo, buscando que ponerse, se dispuso a rasurarse. No sin antes mirar de nuevo a Luna que se ponía un vestido negro ajustado. Cada curva de su moreno cuerpo se acentuó, y en serio se pregunto cómo es que lo ponía tan duro después de lo que había pasado en la ducha.

“¡MÁS! – Luna mordió su torso, por encima de su pezón cuando la penetro con fuerza tomando la parte trasera de sus rodillas para impulsarse en su interior. Placer como esa no podía manejarlo, simplemente era indescriptible”.

Parpadeo un par de veces ante la visión de Luna calzándose unos stilettos de suela roja y tacón de al menos 12 centímetros, ¿Cómo sería tomarla aun vestida y con los tacones clavándose en su trasero?

‹‹Diablos››

Gruño. Su ingle dio un fuerte tirón. Aspiro con brusquedad y tomo el lavabo de mármol. No tenía piedad de él.

-¿Pasa algo?

-Eres vil – alzo ambas cejas y lleno de espuma para afeitar su rostro. Mojo el rastrillo y miro su reflejo. Los pasos de Luna que chocaban con el mármol lo tensaron, mayormente debajo de la toalla.

-¿Qué hice ahora? – su voz, infantil pero cargada de lujuria termino por quebrarlo.

-Harás que me rebane la cara, da al menos 10 pasos hacia atrás y cruza, no, mejor no – miro el escote de su vestido negro sin tirantes y se lo pensó mejor. –No cruces los brazos, solo quédate de pie y no hagas ruido.

-¿Puedo decir una cosita más?

-Solo una – la miro a través del espejo, detrás de él con la típica sonrisa de Luna, grabada en su rostro.

-¿Piensas rasurarte con crema batida en el rostro?

Su pregunta hizo que Tristan le diera la espalda al espejo, el desconcierto se leía en su cara. Luna llevo  un dedo a su mejilla y lo chupo.

-Mmm, crema batida.

Con los ojos bien abiertos, abrió la boca cuando Luna se acerco aun más y mordió su barbilla, comiendo la crema de su rostro. ¿Cómo había ocurrido eso? ¿Crema batida?

-Quizá tú no lo recuerdes, pero no tienes crema de afeitar. Usas espuma de jabón, Tristan – él detuvo la mano de ella que se dirigía a su boca con el dedo índice lleno de crema y se lo llevo a su propia boca. No solo quería pagarle con la misma moneda, quería saber si era verdad lo que le decía. Y en efecto, era crema batida lo que tenía por toda la cara.

-Sal de mi vista, Phellan, me haces pasar vergüenzas – bufo divertido.

-No es mi culpa que seas un distraído – frunció el ceño y lo beso apenas para no embarrarse de crema. Mala idea.

En un parpadeo Tristan la tenia contra el mueble de madera del baño, donde guardaban las toallas, papel de baño y demás cosas de limpieza, embarrando no solo su cara de crema, sino cada zona descubierta por la ropa, finalmente la tensión de su ingle tendría su venganza…

***
-No fue tan malo, ¿o si?
Julien caminaba con las manos en los bolsillos de su pantalón, al lado de Renata, directo a su auto que estaba en la esquina más próxima a la Galería de su padre. No sabía que Vincent vivía arriba de la Galería. Le resulto curioso que la luz del interior de la Galería estuviera apagada, su padre siempre la mantenía encendida, ya que él vivía al fondo, prácticamente, pues su vida entera era ese lugar.
-No tanto – sonrió. –Tu padre simplemente me miro todo el tiempo como si quisiera saltarme a la yugular. No lo culpo, yo mismo pienso hacer lo mismo cada mañana.
-No digas eso – lo jalo de la mano para que él se detuviera.
Los ojos verdes de Renata no solo lo hicieron sentir mejor, sino que una parte de él se encendió, esta vez no era la ingle, sino algo más, algo más caliente y poderoso.
-¿Qué? ¿Qué tu padre me quiere muerto? Podría unirse a mi Club de fans: “Por los que queremos que el marica de Julien Van Gulick se vaya directo al Infierno” – con sus manos en el aire, plasmo el anuncio como si colocara una enorme pancarta.
-Ninguna de las dos – exigió seria. Su ceño de frunció, y Julien solo pudo pasar un dedo por las arrugas de su frente para apaciguar su enojo. Se veía tan hermosa de esa forma. –Mi padre no te quiere muerto, Jules. Solo…
-“Solo quiere que te alejes de mi por ser un hijo de puta, pobre y sin futuro”. Solo eso. Nena, lo tengo claro – con su dedo índice le dio un toque suave a la nariz de Renata y siguió caminando. Sin embargo, ella no continuó. –Deberías volver al loft.
-Te dije que después iríamos a donde quisieras. Lo prometí…
-Una promesa rota no hace diferencia en mi vida. Además, tus padres vinieron desde Florida solo para verte, no desearía que te perdieras la visita solo por… “El bastardo de Dorothea”.
-No eres un bastardo.
-Renata, se lo que soy y lo que no soy. Y no soy un tipo con carrera profesional en la bolsa. Tu familia es fantástica. Hace frio aquí, deberías volver.
El dolor con que él decía las palabras perforo a Renata.
-Jamás rompo mis promesas – lo alcanzo y tomo su mano. –Iremos a donde tú quieras.
-¿Eso incluye la regadera del departamento?
-Eres incorregible.
-Soy un bastardo con suerte.
-Y un cerdo egoísta – agrego divertida, jalándolo hasta su auto.
-El peor de todos, preciosa.
Riendo la pego a su cuerpo y la beso.

Cielo.
A eso le sabían sus labios carnosos tenuemente rojos.
El sabor del vino se conjugo con el sabor del Edén y él solo pudo gruñir como un animal. Y cuando Renata se colgó de su cuello y enredo los dedos en su cabello, él ciertamente se sintió volar.
-Comparte el agua conmigo… Por favor – rogo.
Con los ojos verdes dilatados y los labios hinchados por el poderoso beso que Julien le dio sonrió y se volvió al ataque de su boca de nuevo.
-Comenzaba a creer que eras homosexual, Jules – bromeo pegada a su boca.
Julien soltó una ronca risa y aferro las manos a su cadera.
-¿Eso es un sí?
-Vaya que eres lento, Van Gulick – Renata arrugo la nariz coquetamente y volteo los ojos.
-Créeme, nena, no lo soy…
Fue lo último que dijo antes de llevarla a su auto y salir volando de ahí hasta su departamento en Manhattan.

*El vestido de Renata

Las chicas del Té de Lemmon

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