junio 21, 2012

El lado Oscuro: 11. Cherrios

Uf, se me pone estupido el internet. Como sea... Tarde pero seguro. Y como siempre, intento sorprendrlas, esta ocasion les traigo una linda portada :} La adore. ¿Ustedes?
Sin más las dejo para que disfruten y le den click en los links del sountrack de este capitulo :D
Enjoy ^^

11. Cherrios

El sabor de los labios de Hunter desato en Winter un camino de pólvora hasta su corazón que estallo con fuerza cuando la lengua de Hunter acaricio la suya en un baile tierno y erótico que termino por sacarle un jadeo placentero. Lo abrazo del cuello (dejando caer sus libros) poniéndose de puntitas para sentirlo aun más cerca de ella, poder olfatear su colonia y sentir como esa barba de sus mejillas le hacía cosquillas en la piel.
No solo su primero beso con toda regla la hacía feliz, sino el hecho que no tenía que ocultarse para poder sonreír contra los labios de Hunter, ni gemir con los labios mordidos cuando la mano de Hunter acaricio su nuca y sus dedos se enredaron en su húmedo cabello. El hecho de poder estar a la luz del día y a la vista de todos era lo que la hacía más feliz.
-¿Vamos a cenar? – Hunter se separo a regañadientes de ella. Pego su frente a la de Winter, logrando ver sus mejillas rojas y sus labios hinchados y húmedos. Su pecho se inflo de puro placer.
-Ajá – suspiro ella.
-Aunque podemos quedarnos aquí, todo el día para besarnos… - insinuó Hunter con una voz ronca.
-Me encantaría, pero tengo algo de hambre y mi ropa aun esta mojada… ‹‹Como mis bragas››
-Entiendo – beso su frente y la tomo de la mano para caminar a su Avenger.

La llevo a su pequeño loft. Éste se encontraba en el último piso de un edificio en el centro de Manhattan, incluso, en el sótano del edificio estaba un bar bohemio con sofás y bandas en vivo. Los ojos de Winter brillaron cuando se entero de que la entrada al loft de Hunter era cruzando el bar. Le encanto la idea de pasar por un café más tarde, o una cerveza.

-Así vive la otra mitad – silbo entrando al loft. El piso estaba decorado en colores marrones, los sofás no combinaban y tenía un encantador comedor rectangular que de inmediato le hizo gruñir el estomago. La cocina no era otra cosa más que la típica de un soltero, salvo que todo estaba en perfecto orden.
-Así vivo yo – refuto Hunter. Le ayudo a quitarse su abrigo y sus libros los puso en una de las mesitas de la sala.
Como todos los loft en Manhattan, constituidos principalmente por una sola planta sin divisiones y con grandes ventanales (donde las vistas, la mayoría, daban a las calles de la ciudad), este no era la excepción. Las ventanas del loft no tenían persianas, tenían unas cortinas que se enrollaban, lo que la hizo sentir más curiosa y sonrió al pensar en que Hunter era un exhibicionista.
Hunter regreso con ropa seca y una toalla. No tenia ropa femenina en casa, carecía de hermanas y no había tenido novia formal desde hace muchos ayeres. Le tendió una playera blanca y unas calcetas blancas que uso cuando iba a la Universidad. Eran prácticamente nuevas y las guardaba de recuerdo en sus, como él mismo decía, años mozos de estudiante.
-Estoy bien así – declino la oferta de la ropa y continuo curioseando el piso. Paso la mano por los sofás, y por el comedor de caoba oscura. –Tengo hambre tan solo – miro el frutero con manzanas verdes. – ¿Puedo?
-Adelante – sonrió Hunter. –Te dejo la ropa en el baño, no andarás toda mojada por la casa… - señalo el cuarto de baño, ubicado en el largo pasillo que llevaba a las dos habitaciones.
-Si supieras – susurro cuando lo vio perderse por el pasillo. Mordió la manzana. Su estomago gruño más fuerte cuando el sabor acido de la fruta cruzo por su lengua y el trozo bajo por su garganta directo a su estomago.
Hunter volvió con unos jeans y una playera, nada que ver con su atuendo sobrio. Su cabello rubio revuelto, incluso sus ojos parecía brillar más azules. Winter no le quito los ojos de encima mientras él removía sartenes en una de las puertas de la alacena y abría la nevera para sacar comida. Metió una generosa porción de arroz blanco al microondas y frio un par de huevos con panceta. No dijo ni una palabra mientras los aromas de la comida la envolvían. Por último, Hunter saco dos latas de Coca-Cola y sirvió el contenido de una en un vaso alto que le puso dos cubos de hielo al final y una pajilla.
-Listo – dijo cuando puso dos platos en el comedor y llevo pan recién tostado y servilletas. Winter termino con su manzana y dejo el corazón de la misma sobre una servilleta. –Solo una cosita más – el rubio levanto el dedo cuando Winter saco la silla para sentarse. –Ve a cambiarte, por favor.
¿Cómo negarle algo a esa mirada celeste que se volvió aun más tierna como nunca antes?
Soltó el aire y se fue a cambiar al baño.
Regreso con la playera blanca que le dio Hunter. El filo de la playera le llegaba a la mitad de los muslos y las calcetas le subían casi hasta las rodillas, los talones de las calcetas eran el problema, ya que ella no calzaba del mismo número que Hunter. Sus pies eran pequeños y finos.
-Ni una palabra – advirtió cruzando la estancia y se sentó en la silla, cruzando las piernas como indio.
-Te ves preciosa – comento Hunter.
Se pregunto cómo logro siquiera hablar después de haberla visto con su playera frente a él. Y su control tuvo que aumentar cuando la pálida piel de las mejillas de Winter enrojeció.
-Lo sé – levanto la barbilla. –Los hombres tienen una extraña fijación en vernos con su ropa – dijo. Lo cual había recitado para olvidar el calor que crecía entre sus muslos.
-Es verdad. Pero más que con una playera, sería una camisa sin abotonar – refuto Hunter con esa voz cargada de sensualidad que le enchino la piel.
-Provecho – dijo con la voz cortada y comenzó a comer sus huevos fritos y el arroz con un silencio sepulcral que se rompía solo al chocar los cubiertos con la porcelana de los platos.
Al terminar de comer, se pudo de pie y en silencio, como siempre ocurría en la Mansión Hardenbrook, levanto los platos y los lavo.
-¿Qué fue eso? – Hunter se acerco detrás de ella. Winter ni se movió, continúo pasando un paño húmedo por la tarja de los platos que se secaban y limpio sus manos.
-Yo… - miro sus manos. Había actuado sin pensar. –Gracias por la comida – susurro. Esquivo a Hunter y volvió a la salita, sin atreverse a sentar en los suaves sofás.
-Puedes sentarse, digo, si lo deseas – hablo Hunter pasando junto a ella, aun contrariado por su actitud de hace un instante.
-Estoy bien – la chica estuvo quieta, de pie y muy derecha, parecía un soldado con la playera a modo de blusón. Incluso, se atrevió a pensar Hunter, estaba tensa y su respiración era tan suave que apenas se notaba que su pecho subiera.
-¿Qué ocurre? – Hunter no se sentó, se acerco a ella y la tomo de los hombros. –Dime que es lo que pasa – casi sonó a orden.


Winter no contesto. Choco los dientes y continúo en su sitio. Pero en su lengua corría la frase que siempre recitaba en la Mansión: “Es hora de su baño, señor”. Casi se sintió llorar al recordarla. O peor aún, al encontrar en su memoria la sonrisa apenas perceptible que Bran formaba en sus labios.
Se sentía tan sucia, tan…
-Tengo que irme – trago su llanto y corrió al baño a tomar su ropa que había dejado secándose. Una vez vestida, jalo su abrigo del perchero que estaba junto a la puerta de entrada. –Gracias, por todo…
-¿Qué dices? Está lloviendo… - Hunter corrió hasta su lado. Todo había ocurrido tan rápido que la cabeza le había dado vueltas. –No permitiré que te vayas. Podrías enfermarte…
-Como si te importara – gruño con la mano en el pomo de la puerta, aun ocultando su rostro tras la cortina de cabello negro. –No puedo seguir aquí… - sollozo.
-¿Qué pasa? Dime, por favor – tomo su mano y la hizo mirarlo. Lo que vio le rompió el alma. Solo necesito esa ausente mirada celeste para saber qué era lo que pasaba. – ¿Que te hizo, Bran? – esta vez un gruñido en toda regla salió de su pecho, un gruñido salvaje.
-Era la hora en la que yo… - comenzó, su voz se quebró, pero se obligo a seguir. No podía continuar tragándose todo ese dolor. –A Bran le gustaba que usara un traje de maid, con liguero, medias, bragas de encaje y… - cada palabra causaba un nuevo gruñido por parte de Hunter, y en ella, lagrimas que corrían por sus mejillas. –La verdad fue idea mía el traje, él… Yo era tan joven cuando me enamore de él, era un sueño que él se fijara en mí… Y que él me tocara era… Era el cielo… No me importo que solo me… - lloro con mayor fuerza. No le importaba que Bran la usara, ella amaba estar entre sus brazos aun cuando no le era permitido decir su nombre, salvo los días sábados. Ella tragaba sus jadeos cuando estaba entre sus brazos. –Si soy una puta, Hunter – finalizo. –Y justo a esta hora… Es el baño de Bran, yo…
-¿Tu qué? – rugió.
Winter no se atrevió a mirarlo. Sabia, por el tono de voz de Hunter que él la estaba odiando. Que no importaba que sus manos la estuvieran tomando del rostro y sus pulgares limpiaran sus mejillas, él la estaba mirando con furia, con odio, con fuego grabado en sus tiernos ojos. Ella no soportaría una mirada así, no de él.
-Yo lo bañaba vestida de maid – susurro, cerró los ojos esperando la bomba.
Las manos de Hunter dejaron de tocarla, y se alejo de ella dándole la espalda.
-Hunter, lo siento… - quiso acercarse, pero él se alejo un poco más. –Lo siento en serio, no quería, yo… Lo siento, gracias por todo… yo… - las palabras eran atropelladas por sus lagrimas, hasta que finalmente no pudo más con el silencio de Hunter y dejo el loft.
Corrió escaleras abajo y cruzo el bar hasta que estuvo en la calle. El frio aire, mezclado con la lluvia no mitigo sus lágrimas.
Sin tener a donde ir, camino sin rumbo por la acera. El tibio camino que sus lágrimas recorrían le hacía doler el corazón de una forma brutal. Después de todo si era una puta. Una que disfrutaba de las caricias de un hombre que jamás iba a ser suyo.

No supo cómo es que había llegado a la estación de trenes, ni como después estuvo deambulando por los caminos solitarios de Central Park. Lo único que sabía es que estaba aun más mojada que antes. La lluvia había cesado, pero no sus lagrimas. Al cabo de un rato, donde sus piernas pidieron descanso, se sentó frente al lago artificial del parque. Su aliento le decía que estaba más que frio el clima. Y que no tenía fuerzas para nada.
Se sentía tan sucia. No era digna siquiera de un simple beso con Hunter. Su mente la traicionaba con recuerdos donde Bran la tocaba cuando ella lo bañaba en la tina de su habitación. Cuando con ardientes caricias la despojaba de su ropa y la besaba con rudeza. Ella no conocía otras caricias más que esas. No conocía otra forma de amor, salvo permanecer en silencio.
La lluvia apareció de nuevo. Winter miraba el lago y las gotas de lluvia mezclarse con el agua oscura.
‹‹Ojala jamás hubiera salido de la Mansión, ojala jamás me hubiera sentido tan valiente de dejar a Bran, a Melanie… Esa es mi vida››
La libertad no era tan buena si no hay nadie con quien compartirla.
-Ojala jamás hubiera conocido a Hunter – sollozo.
Cansada de llorar, salió de Central Park. De nuevo sin rumbo camino por las mojadas calles de la ciudad. Hasta que un auto rojo le cubrió el paso y ella dio un brinco hacia atrás.
-Sube, ahora – la voz ruda de Hunter la golpeo provocando que levantara la mirada a ese borrón rubio que le dejaban ver sus húmedos ojos.
-No, gracias – intento evadirlo, pero con sus dos metros de altura no lo permitió y la tomo de la cadera.
-No es una opción, Winter. Sube. Ahora.
-¿Por qué? – susurro.
-Lumiere, llamo. Melanie quiere verte.
-Mel… - no completo el nombre de la chiquilla. Subió al auto.

Su corazón palpitaba a mil por hora durante el trayecto. Al tiempo en que Hunter se detuvo ella dio un salto fuera del auto. Esperaba encontrar a Melanie en la acera, no fue así. Lo que vio la rompió en miles de pedazos más.
-Bran…
-Ella quiere verte.
-¿Cómo esta? – se obligo a hablar acercándose a Bran y su nuevo semblante. Lucia absurdamente guapo.
-Arriba. Un poco mejor…
Hunter dejo las llaves de su auto al vallet parking y corrió hasta Winter que era guiada por Bran directo al ascensor para subir a su, ahora nuevo, departamento. Reprimió el deseo de partirle la cara a Bran. Cerró los puños y entro en el ascensor con ellos.
Winter iba al frente de los dos. Bran con las manos en los bolsillos, una barba de días y unas ojeras como mapache. Hunter, de igual forma, mantuvo las manos ocultas, no por frio, ni mucho menos. La verdad era que quería romperle la cara a Bran y sus manos estaban en los bolsillos de su abrigo, listas para cualquier cosa que él dijera. Listas para mandarlo al infierno que le hacía vivir a Winter.
Cuando llegaron al piso de Bran, el primero en aparecer fue Lumiere. El hombre menudo y alto abrazo a Winter con amor fraternal.
-Pego si estas toda mojada, cagiño – dijo con su peculiar acento y esa sonrisa tibia.
-Estoy bien, ¿Dónde está Mel?
-Ahoga duegme, señogita Winteg – con una sonrisa despejo el rostro pálido de Winter de sus largos y oscuros cabellos. –Le dige a las chicas que te prgepagen un baño caliente – jalo su mano directo al piso de arriba.
-Ella no se quedara mucho tiempo, Lumiere – hablo Hunter.
-Eso no lo decides tu, Trott – resolvió Bran con una ceja arriba, mostrándose tan pedante como le era posible. –Ella es mi invitada.
-¡Oh, claro! – Hunter saco las manos de su abrigo. –Después de lo que le hiciste, ¿crees que ella va a quedarse para tu baño nocturno? – estallo.
Winter a mitad de las escaleras aspiro por la nariz y bajo hasta Hunter.
-Hunt… Es mi trabajo. Es mi vida.
-No mereces vivir así. No – negó con la cabeza. –No es tu vida, no lo es.
-Si, si lo es. Melanie es mi vida.
-¡Pero no Bran! – rugió.
Lo sabía. Winter lo sabía. Bran jamás la querría, jamás la amaría como ella a él. Nunca. Lo sabía. Su mente se lo decía cada minuto que pasaba con él.
-Lo sé – susurro. –Melanie me necesita. Y yo a ella – tomo la mano de Hunter que estaba hecha un puño. –Gracias por la comida y por todo.
-¿Por qué te despides?
-Dile a Chuck que le agradezco el trabajo y que lamento no ir a despedirme de él. Iré a la Universidad después para darme de baja definitiva.
-No… - el aire en el cuerpo de Hunter escapo a cada palabra. –No… - sus ojos ardieron.
-Soy mejor en esto que en cualquier otra cosa.
-¡No! – rugió de nueva cuenta tomando su rostro. –No, eres mejor que esto, eres mejor que Bran, lo eres, lo eres… - los ojos de Winter se inundaron de lagrimas. –Eres lo mejor del mundo, Winter.
-Soy la mejor puta que el dinero puede comprar – dijo y subió las escaleras.
Hunter quiso subir tras ella, pero Bran lo impidió.
-La escuchaste. Ahora vete – sus verdes ojos brillaban de satisfacción. –Me asegurare de que este bien atendida.
-Ella es mucho más de lo que mereces, Brandon y lo sabes – levanto el brazo antes de que Bran lo tocara. –Y no te has librado de mí, ¿escuchaste?
-Te estaré esperando, Trott.
-Hijo de puta – escupió Hunter antes de entrar al ascensor.

Una vez arriba, Lumiere se aseguro de que el baño estuviera listo. El chef se preocupaba por Winter como si ella fuera su hija.
Winter espero en el pasillo hasta que sintió a Bran a su espalda. Se giro para verlo con esa sonrisa que sin dudarlo extraño. Aquella mueca cargada de suficiencia.
-Melanie está dormida, pero puedes verla mañana. ¿Cómo estás?
-Como si te importara. Vine a ver a Melanie y me asegurare de cuidarla. No vine por ti…
-Seguro – sonrió ampliamente. –Hey, yo…
-Ahórrate las disculpas, Bran. No quiero escucharlas. Soy lo que soy. No hay más que saber.
Bran froto su barbilla.
-Fue el calor del momento lo que me hizo decir…
-No me importa – zanjo. –Soy una puta, tu puta. ¿Estas feliz?
Aquella declaración lo descoloco. Sus ojos celestes ardieron. La mirada con que lo analizaba Winter era vacía. No había ese brillo cálido y dulzón. Parecía de piedra, una hermosa escultura.
-¿Tu lo estas?
-Lo estoy si tu lo estas – levanto una ceja un segundo y volvió a su sitio, a formar un rostro de piedra. Un rostro que no reflejaba nada.
Bran quiso decir que no estaba feliz. No si ella no lo estaba. Quiso decir tantas cosas…
‹‹Soy un cobarde. Un hijo de puta››
-¿Cuándo volveremos a California?
-Nunca. Viviremos aquí – finalizo. –Ve a darte tu baño, te espero en mi habitación, la ultima del pasillo, para hablar de negocios.
-Bien.

El agua caliente de la tina calmo el frio de su cuerpo, más no el de su corazón. En otras circunstancias habría disfrutado el baño. El aroma del jabón y las velas. Pero no hoy.
Lumiere le dejo ropa limpia y seca sobre el mueble del lavabo. El vestido negro que se ciño a su cuerpo y la ropa interior de algodón completaba su atuendo sobrio. No había stilettos, sino un par de zapatitos de piso. Seco su cabello y acudió a la habitación de Bran. Respiro profundamente.
Estaba por volver a su vida pasada. A la única vida que conocía.
Con la mejor sonrisa que podía fingir, entro.
-Cuidaras a Melanie todos los días – comenzó una voz. – Una vez que ella se recupere, entrara a la escuela para niñas, Judy’s Collage. La llevaras a la escuela, y te ocuparas de sus cosas.
-Bien.
La habitación de Bran estaba en las tinieblas. Él hablaba detrás de su escritorio de caoba oscura, apenas alumbrado por una lámpara de luz cálida. Las manos las tenía cruzadas sobre la boca, y miraba por la ventana que daba a la calle.
Apenas podía ver nada de los muebles que conformaban la habitación, aunque todo indicaba que era su despacho y uno un dormitorio, como ella esperaba.
-¿Y usted? – susurro.
-¿Yo qué, Winter?
-Quiero decir… ¿usare de nuevo el traje de maid?
Bran soltó una carcajada que le erizo el vello de la nuca.
-Es todo, vete. Ah, y sobre tu sueldo, será el mismo. Y tendrás los días libres que desees, solo si Melanie no te necesita. Lumiere te dirá cual será tu habitación. Vete.
¿Era todo?
-¿Qué es lo que esperas? – Bran se puso de pie y rompió la distancia que los separaba. Winter no se había dado cuenta de que estaba en medio del lugar sin moverse.
-Lo lamento, señor.
-No más señor, solo Brandon. ¿Está claro?
-Si, señ… Brandon.
Aun más confundida que antes salió de la habitación.
-Una cosa más, Winter. No dejes la universidad. Ni tu otro empleo.
-¿Por qué?
-Porque no eres mía – dijo y cerró la puerta.
¿Cómo tenía que reaccionar ante eso?
No era un alivio. No se sentía de esa forma al menos. Aun su pecho dolía y se sentía vacio, pero en el fondo albergaba la esperanza de que Melanie no la odiara.

Por la mañana se sintió fuera de lugar. Primero porque no había despertado en la cama de su antiguo departamento y porque no había dormido bien. Sus sueños fueron turbados por la mirada de Hunter, donde el odio en la forma más pura se reflejaba.
“Eres una puta, la peor de todas”.
Esa frase giraba en su mente mientras se arreglaba para este nuevo día. El departamento no era tan grande como la mansión, sin embargo se perdió en el camino al baño, al final lo encontró, estaba justo al lado de su habitación. Bajo a la cocina con su antiguo uniforme, el vestido gris. Lo único que había cambiado eran los stilettos, ahora eran unos zapatitos bajos con los que tenía que caminar por el departamento.
La planta baja, ahora podía darse cuenta de eso, estaba conformada por una sala muy moderna y elegante, con un diván que estaba en el ventanal del fondo, y un pequeño escritorio.
Dos puertas corredizas indicaban el amplio comedor. Y una puerta más al fondo la cocina, por la que cruzo para encontrarse a Lumiere desayunando con Bran. ¿Qué demonios estaba pasando? ¿Estaba aun soñando? Solo esa podía ser la verdad de todo eso. Aun estaba dormida y todo esto era un sueño. Bran sonreía mientras Lumiere le servía panqueques y su típica dona glaseada estaba mordida en algún punto de su circunferencia.
-¡Oh! Buenos días, señogita Winteg – Lumiere se dio cuenta de su presencia y se acerco a ella para tomar su mano y jalarla a la isla de mármol rectangular donde desayunaban. La obligo a sentarse en uno de los altos bancos, no muy cerca de Bran, y le acerco una taza de café con galletas de chispas de chocolate y un poco de fruta. – ¿Como dugmio? – el hombre analizo su semblante con ojo clínico. Winter bajo la mirada ante su escrutinio. –No luce muy bien. Debegia ig a un medico.
-El doctor de Melanie puede revisarla, Lum, descuida – la voz de Bran la hizo despertar del todo. Su voz no sonaba en eco como ocurría en sus sueños.
-Estoy bien – sonrió como pudo y le dio un sorbo al oscuro liquido de su taza blanca. –Solo no dormí bien, pero ya pasara.
-¿Segura? – Bran se inclino sobre la mesa y toco su mano. Ese tacto era extraño, como si le importara realmente su salud.
‹‹ ¡Ja! Como si fuera verdad››
-Muy segura – alejo su mano con rapidez y la puso bajo la mesa. En serio, ¿Qué diablos ocurría?
-Bien, Melanie esta en sus terapias por las mañanas, Lumiere la lleva así que eres libre hasta las 5 de la tarde. ¿Quieres que te lleve a algún sitio?
Tardo al menos un minuto en carburar esas palabras. Su garganta se seco. Lo miro como si él estuviese loco. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?
-Estaré aquí si me necesitas – rezo como solía hacer en la Mansión.
-No te necesito para nada, al menos Melanie no. Tengo entendido que trabajas en Red & White, no renuncies…
-Pensé que tu…
-¿Qué? ¿Qué jugaríamos al – se acerco a susurrarle al oído porque Lumiere aun seguía en la cocina – amo y a la maid necesitada? – aquellas palabras le hirvieron la sangre.
-Pues… si.
-Si volviste para eso – continuo pegado a su oreja – puedes irte ahora.
El aire le falto. Y hubiera jurado que si no hubiese estado sentada se hubiera caído. Bran se alejo y termino su café. Salió de la cocina y deseo un buen día a Lumiere.
Bajo la mirada a la mesa y a su taza que aun humeaba. Era cierto, ahora, ahora lo sabía bien. Se estremeció.
-Desayunare en el trabajo, Lumiere. Buen día… - abandono la cocina y subió a su habitación para cambiarse e ir a Red & White.
Pulso el botón del ascensor y espero a que las puertas se abrieran. Entro, y en el justo instante en que las puertas se cerrarían, Bran las detuvo.
-El estúpido ascensor tarda una vida en regresar – dijo colándose dentro.
Winter miro el suelo y sus manos estrujarse nerviosas. El frio en su columna crecía. Y el vacio en su pecho igual.
En el lobby del edificio, el vallet parking lo esperaba con las llaves de su auto.
-¿Te llevo?
-No, gracias – declino la oferta sin mirarlo. Emprendió entonces, el camino al tren subterráneo.
-¡Winter! – giro la cabeza antes de entrar a la oficina en Red & White. El camino fue eterno, pero al menos no tuvo las miradas de Bran ni Hunter en su mente, mientras miraba a la gente pasar a su alrededor. Solo que había cantado victoria muy temprano. Hunter corría hasta ella. Su rubio cabello se agitaba y una mirada celeste oscura la perforaba. –Pensé que tu…
-¿Qué? ¿Qué Bran me tendría prisionera? – soltó acida. Ella también lo creía así. –Sigo libre. Sigo siendo una pu… - Hunter cayo su boca con sus dedos.
-No lo eres, no. Winter, no digas eso.
-¿Entonces porque me siento una puta? – dio un paso hacia atrás para apartarse de su toque. –Él no me quiere para más nada que para eso. Y duele como el infierno. Volví por eso, ahora lo sé, para sentir su toque para… sentir que él me quería. Pero no lo hace. Nunca lo hizo, y no lo hará. Soy una simple empleada más.
Aquella realidad le hizo hervir la sangre a Hunter.
-Eso quiere decir que…
-Bran no se acostara más conmigo. No sé que me hace sentir más despreciable… - bufo.
-Winter – Hunter tomo su mano. –Eres preciosa. Puedes estar con cualquier hombre que desees. Solo no pienses más de ti de esa forma. Eres una mujer magnifica.
-Gracias, Hunt – sonrió. –Tengo que trabajar. Melanie sale de sus terapias a las cinco y… bueno, arreglare mi horario de clases, aunque supongo que dejare Red & White para asistir a clases. Quizá nos veamos alguna vez.
-No es como si te fueras a otro planeta – bromeo Hunter.
-Cierto. ¿Pero por qué me siento así?
-¿De qué hablas?
-Sucia –aspiro por su nariz. –Una parte de mi… quería revolcarse con Bran… quería…
-Shh, shh – Hunter la atrajo a sus brazos. – ¿Cuando entenderás que él no te merece?
Suspiro.
-Supongo que nunca. Me siento como una adolescente cuando estoy a su lado. Es un hábito, es… - no término de hablar. Hunter la atrajo a su boca con una necesidad apremiante.
-Déjame hacer que olvides a Bran, por favor… - su voz sonó como una dulce melodía. Ella lo deseaba, quería olvidarlo. Lo necesitaba. –Déjame hacerte la mujer más feliz del mundo, por favor… - de nuevo ese tono de voz, donde no había reclamos, solo una petición tan pura, tan sincera. Aquel tono de voz que siempre deseo escuchar. El tono de voz que le enchinaba el vello del cuerpo de forma cálida y tierna. Como nunca, salvo en sus sueños ocurría con Bran. Sollozo mientras el beso de Hunter la hacía suspirar con su ternura y suavidad, eso sumándole las manos enormes del rubio que tomaron su nuca y la hizo ponerse de puntitas para absorber su dulce aliento. Era un sueño, solo podía ser eso. –Dame una oportunidad, por favor… - ella jadeo. Las manos de Hunter bajaron por su espalda con una lentitud tal que hizo enfebrecer su destrozado corazón. Éstas se aferraron a su cadera y la pegaron a su cuerpo. –Déjame amarte como un hombre completo para ti, por favor…


Amor.
Su corazón termino de desbocarse.
¿Podría ser real lo que decía Hunter? Ya antes había armado castillos de arena sobre las nubes. Ya antes había vivido en un sueño. Ya antes se había entregado sin miramientos. Esta vez que podía perder, su corazón de igual forma estaba hecho pedazos. Rio mentalmente de su desdicha.
-Váyanse a un hotel – interrumpió una voz. Winter se tenso. –Buenos días, Winter – saludo Chuck.
-Hola, si – Winter se alejo de Hunter con las mejillas rojas. –Yo solo…
-No tienes porque darme explicaciones. Pero tu Hunter, con mi empleada estrella. Largo de aquí que la distraes de sus deberes. ¡Shu!
-De eso quería hablarte Chuck…
-¡Ay no, por favor! – dramatizo Chuck. –Me vas a dejar. Oh no, tu no…
Winter sonrió, esta vez, después de muchas horas, realmente sintiéndolo.
-Tengo un nuevo empleo… - Hunter apretó la mano que se aferraba a la de ella. –Cuido a una niña. Cambiare mi horario de clases y pasare la tarde con ella… Yo, lo lamento en serio…
-Joder. Está bien. Hunter, ¿alguna amiga que me recomiendes para el puesto de Winter?
-Pensare en eso y te tengo respuesta a la brevedad – respondió Hunter con diplomacia, tragándose la carcajada que su garganta le pedía a gritos salir por la cara de angustia de Chuck.
-Me lleva el diablo, odio que seas abogado y sepas mentir. Bien… largo de mi vista – gruño y entro a la oficina. –Tu remuneración se te enviara en breve a dónde vives, Winter. ¡Oh no! – chillo antes de entrar a la oficina. –No me digas que ahora viven juntos…
-¡No! – respondieron Hunter y Winter al unisonó.
-Bueno, eso es un comienzo, la puta sincronización. Mi mejor amiga y su mejor amiga lo tienen, dan miedo a veces… La mayoría de las veces. Dímelo a mí… - rodo los ojos. –Si gustas ven por el dinero cuando tengas tiempo, Winter. Ya estoy jodido – finalmente entro a la oficina y los dejo en la acera.
-Un poco dramático, ¿no crees?
-Solo un poquitín – sonrió tímida. –Ahora tengo que ir a la Universidad.
-Te invito a desayunar. Tengo una enorme caja de Cherrios en casa y tus libros, así como tu móvil y tus calcetas.
Winter soltó una risita y lo abrazo.
-No te merezco – dijo contra su pecho. –Nada de esto.
-Es correcto, nada de esto, pero a mi si – dijo sin nada de presunción y busco sus labios para besarla de nuevo.
-¡¡¡Váyanse a un hotel!!! – grito Chuck desde la oficina, provocando una risotada por parte de ellos.

junio 07, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 17

Odiame por favor yo te lo pido, odiame sin medida ni clemencia, odio quiero más que indiferencia; que el rencor hiere menos que el olvido...
Asi es mis lectoras, merezco toda su iracunda ira! xD
Pero aqui lo tienen, como dije en la pagina del caralibro de este su blog favorito. Mañana estare encargadome de unos business profesionales (atendiendo a mi familia xD y amigos), asi que no tendre tiempo de subir su adiccion, nuestra adiccion *^* Espero que disfruten este capitulo tanto como yo. No se olviden que las quiero aunque no tengan dedos, ya que no comentan, jajaja. De cualquier forma, lindo fin de semana anticipado, disfruten la vida, que para eso nos pusieron aqui. Enjoy ^^
Nota del auto: Mi Ale, te amo en el grito y el silencio. Gracias por caminar a mi lado en este camino, que lejos esta de acabarse. Recuerda que si tu saltas, yo salto; si tu gritas, yo grito. Te amo, vida mia de mi misma de mi ♥
17. Sin lugar para los débiles

Renata quedo muda después de las palabras de Julien.
Literalmente el aire se había ido de su cuerpo. Julien sonrió, y acaricio su rostro, sus ojos mostraban una compresión tal que ella pudo abrazarlo sin miedo a que él gritara a diestra y siniestra.
-No tienes porque decir nada – se separo de ella y tomo su rostro. –Deseo que me ames, pero no voy a obligarte a sentir lo que yo siento por ti. Como dije antes, seré lo que tú quieras que sea…
Una vez más el aire se fue de su cuerpo y lo abrazo con más fuerza. Justo ahora necesitaba su confort, y sentirlo unido a ella. Si, a veces el ser humano era muy egoísta.
Tomándola sobre sus brazos, la llevo de vuelta a la cama, donde la recostó con cuidado e incluso la arropo para dormir a su lado.
-Recuerdo una vez… - rompió el silencio. Renata se giro para mirarlo, recargo su barbilla en uno de los almohadones y lo observo entretenida. Encantada de su profunda voz y de la forma en que la sabana se pegaba a su cuerpo, no pudo quitarle los ojos de encima - … que Tristan y yo quedamos para vernos y hablar de mi regreso a Manhattan. Se veía muy preocupado porque consiguiera un trabajo – esbozo una sonrisa – lo cierto era que a mí me importaba una mierda. Y fue hasta que te vi… en León, que sentí una verdadera motivación por tener un buen empleo y un lugar decente donde vivir – la miro. –En cierta manera, tú me motivaste… Solo había tomado el empleo en León de forma… ocasional, la fiesta de tu amiga necesito muchos meseros, así que probé suerte. Pero a la única que miraba seguido ahí era a tu amiga la pelirroja…
-Emily es media dueña de ese lugar – informo con voz bajita. –Ella y Luna invirtieron, y luego se hicieron dueñas.
Asintió.
-Sigue en pie eso de vivir conmigo…
-Jules – suspiro. –Yo…
-Shh, no digas nada… - se inclino sobre ella y comenzó a besarla hasta que el aire falto en sus pulmones.
No iba a negar que deseaba con todas sus fuerzas escuchar que ella lo amaba también. Lo deseaba con tantas ganas, como nunca deseo algo en su vida. Sin embargo él era fuerte, y no era un rogón. Que el infierno se congele antes de que él rogara por algo, sobre todo por amor, por atención. Ni siquiera le rogo a su madre… Solo que ahora, con Renata… Todo cambiaba. La deseaba, necesitaba escuchar esas palabras de su boca… Él se negaba a creer que había sido amor a primera vista, y no lo fue, ya que apenas la vio en León, pensó que era una descerebrada con belleza como todas las que cruzaban su camino. No fue hasta que ella le rompió la nariz, y claro, lo ayudo en su departamento que se sintió extrañamente atraído por ella, y por las cosas que pasaban en su vida. Realmente necesito sangre para saber que había perdido totalmente la cabeza por ella, por su fuerza, por su temple.
‹‹Quizá ame a William››
Se pateo mentalmente por esa línea en su cabeza. Y se obligo a desecharla apenas Renata subió a su cuerpo y comenzó a moverse con sutileza sobre él. Un delicioso calor comenzó a envolverlo, y lo que hizo fue amarla como solo él podía amarla, en cuerpo y alma…
Julien la observaba como hipnotizado. Su belleza no solo era exterior, ella era pura, divina… Joder que se le terminaban los adjetivos para calificar que tan hermosa le parecía. Frunció el ceño y se sintió estúpido. Dejo de observarla, pero no de pasar los dedos por su espalda descubierta.
El roce suave de las puntas de sus dedos la removió y abrió los ojos con una sonrisa. Si, ella se estaba pensando detenidamente vivir con él o no.
‹‹Comeré todos los días››
Su pensamiento la hizo sonreír más y se giro para mirar a Julien.
-Buenos días.
-Hola – respondió aun adormilada, giro sobre su otro hombro y comenzó a besarlo. Parecía que jamás se cansaría de perderse en su sabor, de enredar su lengua con la suya y de tocar cada parte fibrosa de su cuerpo.
Con sabias caricias las manos de Julien se perdieron bajo las sabanas y entre sus piernas. Si, aquello era el cielo. Sumergió los dedos entre sus pliegues ya húmedos y comenzó a estimularla con dóciles caricias. Los jadeos de Renata no se hicieron esperar, mientras su humedad resbalaba por los dedos de Julien.
-¿Estas lista?
-¿Para qué? – ella lo miro mientras él se movía pegándose más a ella y su dura entrepierna le hizo esbozar una sonrisa. – ¿Tan… pronto? – Julien tomo su pierna y la subió a su cadera para acomodarse sobre la pierna que no movió de su sitio, de modo que él estuviera sobre ella.
-Aun no cubro mi cuenta de estar satisfecho de ti.
Abrió la boca y un instante después jadeo al unirse a él.
-¡Julien!
Esta vez la intima posición en que Julien la estaba poseyendo casi la hace llorar. La estaba mirando al tiempo que sus caderas chocaban contra ella y su mano la estimulaba con ritmo infernal.
Su cuerpo no necesito mucho estimulo, pues la tierna mirada de Julien hacía estragos por todo su ser, quemándolo y estremeciéndolo como todo un experto podía hacer.
De un momento a otro, la giro sobre él y sus caderas fueron atrapadas por una sintonía mejor que la que ocurrió en las escaleras.
-Así, preciosa, así…
Encantado por tenerla sobre su cuerpo, estiro las manos para acariciar sus senos y calmar el dolor de sus pezones. Una mano voló hasta su sexo y la sostuvo mientras la estimulaba con sus dedos.
-No, no esta vez…
-Si, así… - regaño Julien y sin cesar la llevo al borde. –Mmmh…
Exquisita era una palabra que se quedaba corta. Sus pechos brincaban mientras ella enloquecía sobre su duro miembro que se apretaba en su ceñido cuerpo. Sus labios eran prisioneros de sus dientes y su cabello se agitaba al ritmo de sus impulsos sobre él.
No sabía qué demonios sucedía cuando estaba con él, y eso que apenas llevaba una noche juntos. Lo cierto era que sabía que se volvía loca estando entre sus brazos y a fortuna de sus caricias. Sin duda era la mejor noche que había tenido. Julien era diestro con las manos, y esa lengua que justo ahora se peleaba con la suya era dinamita pura. Joder, como pudo perderse tanto tiempo esas manos, esos ojos que parecían quemarla cuando se veía reflejado en ellos.
El placer fue apremiante mientras ella brincaba sobre él.
-Jules – su voz fue un jadeo con todas las de la ley. Su cuerpo bañado en sudor, fue la mejor manta que pudiera caer sobre su cuerpo, sus manos fueron la mejor caricia, su boca el mejor candado que pudiera hacerlo callar, y sus ojos la puerta a un lugar del que no quería salir jamás.
La forma en que ella lo hacía sentir, como si estuviera a salvo del mundo, era lo mejor. Él iba a protegerla, a capa y espada, con uñas y dientes. Un Van Gulick no rompe sus promesas, él iba a protegerla de todos y todo. Aquel que la hiciera de nuevo llorar, probaría un poco de su propia sangre.
Cayó sobre su pecho con la respiración superficial.
No necesito decir más nada, girando de nuevo, colocándola de bajo de su cuerpo, tomo sus piernas y las puso sobre sus hombros. Impresionado de su flexibilidad y con una sonrisa resplandeciente, comenzó a penetrarla con potencia. Se empujaba en ella, provocando muecas de placer en su rojizo rostro, sus manos aferradas a las sabanas, no eran más que un estimulo poderoso para Julien. Él continuo el ritmo hasta que ella comenzó a gritar sin sentido, su cabeza se retorcía sobre las almohadas y su cabello se pego más a su rostro por el sudor. Lento, bajo el ritmo y sus piernas, y un segundo después…
-¡Más, más rápido, más! – enfebrecida y caliente, los gritos de Renata llenaron la habitación. Y él, obediente como nunca en su vida, hizo que ella sollozara de placer y articulara palabras sin terminar que bailaban en su sonrojado semblante.
Si, esto había sido una hermosa y calurosa noche…

***
Más dolorida que de costumbre (realmente nunca había sentido el cuerpo tan molido y tan satisfecho como hasta ahora), Renata se removió entre las sabanas y pillo a Julien dormir abrazado a su cadera, con los pies entrelazados en una íntima caricia. Grabo en su mente la imagen y salió de la prisión de sus brazos; apenas se sentó en la cama, se obligo a recostarse, sus nalgas dolían un poco y sus muslos se tensaban como si hubiera corrido un maratón. Sofoco un gemido y volvió a la cama y a la prisión de los brazos de Julien un rato más.
Con los ojos cerrados, él lucia un lindo y tierno gatito, casi inofensivo, incapaz de poder insultar a alguien o romperle la cara a puños, pero ella lo conocía mejor.
Un rato más tarde, después de que ella cayó dormida de nuevo, Julien despertó. Rasco sus ojos y la miro un instante. Cómo deseaba que ella no saliera de su cama, o mejor, que anduviera desnuda por el departamento, con la luz del día bañando su cuerpo entero.
Esa idea permaneció en su mente mientras la miraba. La habitación estaba a oscuras, pero él sabía que el sol ya podía colarse por los ventanales y cumplir una de sus fantasías. Una sonrisa maligna y perversa se dibujo en su boca cuando él salió de la cama, y en silencio abrió las largas cortinas negras. Como supuso, el sol beso la espalda de Renata, la vio mover los hombros y girarse boca arriba estirando la mano, sus ojos se abrieron de golpe cuando sintió el vacio del lado de Julien.
-Aquí estoy – se anuncio Julien. Estaba de pie al lado de las cortinas corridas con los brazos cruzados sobre su pecho, completamente desnudo. Sonrió ladino cuando ella abrió la boca y sus ojos lo recorrieron de arriba abajo un par de veces. –Me parece que te gusta lo que ves – bajo los brazos y puso las manos a los lados de su cadera.
Incapaz de contestar jalo la sabana y cubrió su cuerpo, para recargar la espalda en la cabecera.
-Preparare el desayuno, puedes darte un baño si quieres – le dio la espalda, y ella realmente deseo palmear sus nalgas… otra vez. Se metió en un par de calzoncillos negros Split y unos jeans, y antes de salir le lanzo una caliente mirada que la hizo mojarse, si señores, de nuevo.
Su mente y cuerpo aun estaban atrofiados. Aunque el escozor de su cuerpo era delicioso, la perturbación y el estrés en su mente le estaban anunciando un dolor de cabeza de los mil demonios.
¿Qué haría con Julien ahora?
‹‹Comérmelo entero de nuevo, sin duda alguna››
Negó con la cabeza y salió de la cama para entrar a la ducha. Había despertado un sin número de veces en la cama de Julien, esta vez no solo le había entregado su cuerpo, Julien le había dado el corazón con las palabras que bailaban en su cabeza haciéndola sentir la mujer más afortunada de todas, y sin embargo aun tenía miedo.
Abrió las llaves y dejo que el agua cayera al mármol blanco de la ducha, las paredes de cristal se empañaron cuando el agua caliente comenzó a salir y regulo el agua. Estuvo lista para entrar a la ducha cuando la puerta del cuarto de baño se abrió mostrando a Julien con una sonrisa deslumbrante.
-Lo había olvidado – se golpeo la frente dramáticamente, Renata quedo con un pie dentro de la ducha y otro afuera, con la boca abierta. –Dijiste que compartirías la ducha conmigo…
No le dio ni tiempo de negarse, pues Julien se había quitado la ropa y había entrado con ella – obligándola prácticamente –. El agua tibia no le quito la cara de sorpresa, y realmente no ayudo mucho que Julien comenzara a enjabonar su cabello, ella solo pudo poner las manos juntas cerca de sus pechos y morder su lengua para no ronronear o gemir como su garganta pedía.
-Cierra los ojos – ordeno cuando comenzó a enjuagar su cabello.
Ella solo podía sentir el agua caer por su rostro, las manos de Julien, que delicadamente frotaban su cuero cabelludo, y una sonrisita que se escapo del pecho de él cuando cerró la llave y le dijo que podía abrir los ojos. – ¿Quieres que te ayude a tallarte o… puedes sola? – Juraría que su corazón dio una vuelta completa dentro de su pecho. Trago antes de contestar y tomar la manopla enjabonada.
-Puedo sola.
-Que lastima – le dio la espalda y tomo un poco de shampoo para tallar su cabello. Su espalda se marco cuando alzo los brazos para lavarlo. Embobada no logro quitarle los ojos de encima. Julien se giro y abrió la llave para enjuagarse. –Parece que necesitas ayuda – comento aun bajo el chorro de agua, Renata miro la manopla entre sus manos.
-No, yo…
Julien salió del chorro de agua y tomo la manopla. Después de cerrar la llave, comenzó por tallar sus hombros. Tuvo que hacer uso de todo su control, para que su cuerpo no cobrara vida. La piel de Renata era suave, y sus mejillas rojas no hacían otra cosa que lanzarle punzadas a su miembro que aguardaba impaciente 10 dedos bajo el ombligo.
-Gírate – hablo con la voz ronca y se aclaro la garganta apenas ella obedeció. Su tersa espalda solo le recordó que deliciosa se miraba cuando él la tomo en las escaleras. La curva de su espalda, donde daban comienzo sus nalgas lo aguijoneo justo en el centro de su cuerpo, tomo aire, silenciosamente, por la nariz. No se atrevió a pasar la manopla más debajo de su cadera, sabía que si lo hacía, todo se iría al carajo.
Pero su deseo lo traiciono…
Su mano bajo por la curva de su nalga, el jadeo de Renata logro accionar la parte de él que había mantenido a raya durante más de media hora, desde el momento en que despertaron.
Ahora era su deseo el que mandaba en el pequeño cubículo de la ducha. Era ahora su deseo el que chocaba contra las nalgas de Renata. Era ahora ese poderoso deseo el que se tensaba contra ella. Era ahora el deseo que corría por sus venas a velocidades vertiginosas el que mandaba, nadie más, nadie menos.
La pego al cristal, no sin antes pasar una mano directo a su sexo y comenzar a frotarlo, aun estrujando sus nalgas con su miembro.
Lo siguiente que supo Renata, era que se estaban besando de forma descontrolada, y en una escena de tres segundos, él había resbalado llevándose a Renata sobre sí.
-¡Mi culo! – jadeo. Renata atino a reírse, intentando ponerse de pie. –No, en serio, si duele… - frunció el ceño y un segundo después soltó una risotada. Dejo caer la cabeza sobre el mármol y tomo las caderas de Renata sin dejarla moverse. –No, así estamos bien, ¿no crees?
-Si, pero…
-No hay pero que valga – tomo su nuca y comenzó a besarla.

***
Esta vez, Renata ni intento ponerse de pie.
-¿Necesitas ayuda? – ladino, Julien se sentó sobre sus talones, y miro a Renata que estaba tumbada en la regadera con el cuerpo, o mejor dicho, las piernas agarrotadas.
Frunció los labios antes de aceptar la mano que él le tendía y poder ponerse de rodillas. Le dio un manotazo cuando él acerco la mano a su cadera.
-¡Hey!
-Solo iba a ponerte de pie, gruñona – meneo la cabeza divertido y de un tirón la puso de pie y salió de la ducha para tomarla entre sus brazos. – ¿Mejor? – ella no respondió, lo abrazo del cuello y se dejo guiar a la cama donde la recostó. –Déjame decirte que eres toda una guerrera – si eso era un cumplido, Renata lo agradeció con las mejillas rojas, ardiendo como todo su cuerpo. –Lo digo en serio…
-Ya cállate – jadeo. –Ahora… ¿Dónde está mi ropa? – abrazada a una sabana, quiso salir de la cama, para que los músculos de sus piernas protestaran obligándola a hacer una mueca y volver a la comodidad de los almohadones de plumas.
-Yo te la traigo – de nuevo esa sonrisa suficiente se plasmo sobre su boca. Anduvo sin pudor y se visto con rapidez y regreso con el vestido y la ropa interior en una mano y en la otra, su par de stilettos. –Si quieres puedes vestirte frente a mis ojos, digo, lo merezco, después de que casi se te salen los ojos de las cuencas al verme – cabeceo en dirección al espejo del tocador. Renata de inmediato se sonrojo y cubrió su rostro con la sabana, ¿Cómo pudo olvidar el detalle del espejo enorme?
-Lo lamento – murmuro detrás de su guarida.
-No, no lo hagas. Sé que no lo haces – agrego. –Ahora, te espero para bajar a desayunar – descubrió un ojo y vio como Julien se recargaba en el tocador, con los brazos cruzados sobre su pecho y completamente vestido ahora, sin ninguna intención de dejarla sola en la habitación. Tomo aire por la boca y dejo la sabana de lado. Lo primero que se puso encima fueron las bragas y después el sostén. –Puedo comprarte algo más cómodo si quieres – interrumpió a Renata cuando iba a ponerse el vestido.
-Estoy bien así…
-Por supuesto que si – reafirmo. –Más que bien. Solo que el día aun no termina. O podemos pasar a tu casa, como desees.
-¿El día aun no termina? – repitió girando la cabeza para mirarlo mientras subía el zíper del vestido y se calzaba los stilettos. La vergüenza desapareció de su sistema, de cualquier forma, él la había visto en todos los ángulos y la había hecho gozar como una loca. Pero cuando intento ponerse de pie, sus piernas le fallaron de tal modo que volvió a sentarse en la cama.
-Puedo llevarte en brazos si quieres – ofreció. Parecía que nunca iba a quitársele la sonrisa satisfecha del rostro. Renata solo bufo y se saco los stilettos.
-Andaré descalza, gracias – con trabajos se puso de pie, y apenas dio un paso cuando sintió que iba a caer. Julien fue rápido y la atrapo antes de caer de bruces.
-Te lo dije – reprimió una risa, ella lo sabía.
-¡Es tu culpa! – acuso, pero no se soltó de su agarre. –Anda, llévame en brazos – apuro levantando la barbilla. Obediente, y como si no pesara nada, la llevo en brazos hasta el desayunador. Beso su frente y le acerco un jugo de naranja, café y fruta picada con pan francés. Renata se sintió tan alagada, tan feliz, y si, tan dolorida. –Gracias – tomo el vaso de jugo y le dio un largo sorbo.
-Es un placer – Julien sirvió el desayuno para él y se sentó frente a ella, en la barra.

Cuando terminaron, la tomo de nuevo en brazos hasta llevarla al baño de la planta baja.
-¿Puedes permanecer en pie mientras busco un cepillo de dientes para ti? – llevo un mechón de su cabello suelto detrás de su oreja. Ella asintió, y lo vio correr fuera del baño. Julien volvió con un cepillo de dientes nuevo y un vaso de cristal. –Tomate tu tiempo, hare un par de llamadas…
-¿A quién llamaras? – curiosa como un maldito gato.
-A mi hermano. Necesito algo de él…
-Bien – asintió y se entretuvo frente al espejo. Lavo sus dientes y se hizo un chongo con su cabello medio húmedo que tuvo que deshacer porque no tenía horquillas con que sostenerlo en alto. No se movió, pues no tenía fuerzas, así que espero a Julien recargada en el lavabo de mármol negro, que solo tenía un inodoro, y el lavamanos donde estaba recargada.
-Vale, vale, lo hare, si, si, me mataras antes, shalala – la voz de Julien le llegaba desde el pasillo. –Muérdeme antes de desear verte desnudo, imbécil – bufo. –Saludos a mi cuñada – soltó una carcajada antes de aparecer frente al baño. –Mi hermano que siente que puede decirme pervertido cuando lo desee. ¿Te llevo? – le tendió la mano.
Una vez más, sobre sus brazos recorrió el pasillo hasta estar frente al ascensor. Julien se inclino para presionar el botón, y esperaron en silencio.
-Puedes bajarme, no caminare dentro del ascensor – bromeo Renata. La puso con cuidado en el suelo y ella se dio cuenta de que iba descalza. –Mis…
-Lo sé, así tienes pretexto de volver – le guiño un ojo.
Se pregunto cuándo sangrarían sus labios, después de tanto morderlos.
Abajo la tomo de nuevo sobre sus brazos y el portero le tendió las llaves de su auto.
-Dáselas a ella – dijo Julien cabeceando hacia Renata.
-¿Se encuentra bien, señorita Cotty?
-Yo… Si… bien… - balbuceo.
-El color rojo le va, ¿no? – bromeo en dirección al portero que no entendió y solo asintió errático, abriendo la puerta del copiloto para que Renata se sentara. –Nos vemos más tarde, hombre – Julien le dio un amistoso golpe en el hombro y rodeo su auto para entrar.
-¿Te sientes mal o te sientes tan bien como luces? – pregunto al encender el auto que ronroneo.
-Solo… - froto sus muslos. –Me duelen como si hubiera corrido un maratón.
-Realmente fue: Hiciste correrse a un matón – soltó una risotada y busco la mano de Renata, llevándosela a la boca para besar el dorso. –Y eres deliciosa, no importa donde pase la lengua.
-¿G-gracias?
-No hay nada que agradecer, al contrario, lamento que no camines. Dios sabe como deseaba verte en stilettos por las calles y tomada de mi mano como el maldito afortunado que soy.
Se quedo en silencio el resto del camino, hasta que de nuevo Julien la llevo en brazos hasta lo que parecía un taller de autos muy lujoso. Las letras blancas del anuncio de luces rezaban: “El General de los motores”, sonrió divertida.
-Seh, mi hermano y su imaginación desbordante – comento Julien.
-Espera… ¿es el taller de tu hermano? – un pánico sin fundamentos creció dentro de ella.
-¿Tiene algo de malo? – realmente palideció en tiempo record. Y él creyó que ella huiría. Julien estaba listo para la bomba que estallaría.
-Solo preguntaba – recargo la cabeza en su hombro. No podía negar que se pondría roja de vergüenza, pero eso se le olvido cuando se dio cuenta de algo: Julien la amaba. La amaba como ella a él.
‹‹No soy tan cobarde››
-Eso es refrescante – dijo Julien más para si mismo que para Renata.
Entraron al taller donde solo había motocicletas y dos autos clásicos, Renata reconoció el auto viejo de Julien al fondo y otro que estaba suspendido en el aire por una plataforma hidráulica; y debajo, en el hueco, donde seguramente revisaban el auto, salió un rubio vistiendo un overol gris, con las mangas amarradas a la cadera y una playera sin mangas cubriendo su bien marcado torso. Los ojos azules – lejos de ser eléctricos como los de Julien – eran claros y amistosos cuando los miro.
-Tyson – saludo Julien.
-Julien – respondió el rubio con la voz monótona y levanto las cejas mirando a Renata. – ¿La secuestraste y le robaste sus zapatos?
-Ninguna de las dos. Renata, él es Tyson, amigo de mi hermano. Por cierto, ¿Dónde está?, dijo que estaría aquí.
-Arriba, con… la morena. En serio, ¿Dónde, sin ofender señorita, consiguen chicas así? ¡Joder!
Julien soltó una carcajada.
-En el mundo real y no debajo del chasís – le dijo con la voz cargada de orgullo.
-Vivo en el mundo real, por si no te habías dado cuenta, Kittycat – rodo los ojos. –Cuando quieras un hombre de verdad me llamas, preciosa – con descaro paso una lasciva mirada por sus piernas y regreso debajo del auto.
-Que interesantes son los amigos de tu hermano – llamo la atención de Julien acariciándolo con un dedo. Él la miro después de echar chispas por los ojos en dirección a Tyson.
-Es un idiota – bufo.
-¿Kittycat? – Renata reprimió una risa.
-Así me llama desde que el imbécil de Tristan le conto lo del acantilado, cuando no salte después de que Noah, mi primo, y mi hermano lo hicieron. Noah le conto que parecía un gato asustado.
-Me gustan los gatos – Julien la miro agradecido y atrapo sus labios en un cálido beso.
-¿Rens? – Renata termino el beso cuando escucho la voz de su amiga, pero no se despego de los labios de Julien. Esbozo una tímida sonrisa y se giro para mirar a su amiga. Luna tenía la boca abierta.
-Esto…
-¡Cuñada! – soltó Julien. –Tanto tiempo sin verte.
Luna continuo mirándolos atenta.
Sabía que su amiga moría por el más joven de los Van Gulick, y esto solo se hacía aun más bizarro, al menos en su mente. Renata estaba sobre los brazos de Julien, con las mejillas rojas ardiendo en su pálida piel, sus labios tenuemente teñidos y húmedos debido al beso; no supo en qué momento ella dejo de mirarlos con ojo crítico y sonrió. Le daba una alegría enorme ver a su amiga con una sonrisa aun más grande que la de ella.
-Mucho tiempo, si – hablo con la voz ausente. –No tienes zapatos, Rens.
-Que observadora – se burlo Julien, y Renata le dio un golpe suave en el pecho. –Es… solo… - enmudeció ante la mirada acusadora de la ojiverde. –Lo lamento – susurro a Renata, y se volvió a Luna. –Tuvimos un inconveniente ayer por la noche, sabes a lo que me refiero, ¿cierto, Phellan?
La morena parpadeo como si tuviera una luz cegando sus ojos. Abrió la boca para decir algo, pero las palabras se habían borrado. Atino tan solo a pasar la mano por su frente, negando con la cabeza.
-Lu – llamo Renata. – ¿Como has estado? – definitivamente se cuestiono su salud mental ante esa estúpida pregunta.
-Bien, ¿y tú?
-Bien.
-Más que bien – agrego Julien. – ¿Dónde está mi hermano, Phellan?
-Arriba, atendiendo una llamada de un tal David Granade.
-Ya veo – Julien sonrió ante el nombre, Luna estaba muy ocupada rascándose la cabeza y pensando en las musarañas que no noto el brillo maligno de sus ojos. –Iré arriba – paso de largo junto a Luna, aun con Renata sobre sus brazos, parecía no darse cuenta que la llevaba cargando, hasta que Renata aclaro su voz, Julien se detuvo con un pie sobre el escalón, de la escalera que llevaba directo a la oficina de Tristan. –Cierto… ¿Te importa si te dejo con Luna un segundo? Tengo que hablar con Tris.
-Estaré bien.
-Perfecto – la llevo hasta una silla para que no tocara el suelo y beso sus labios robándole el aliento aun cuando fue solo un suave y tierno beso. –No tardo.
Subió las escaleras hasta la oficina de su hermano y toco dos veces con los nudillos antes de entrar sin una invitación.
-David Granade, ¿ah? – sonrió abiertamente. Su hermano estaba aun al teléfono, pidió que se callara con una mueca y levantando el dedo índice. Julien deambulo por la oficina. El cubículo que tenía las ventanas polarizadas, un gran y robusto archivero al fondo, Julien sabía que estaba vacío, que solo uno de los ocho cajones estaba a medio uso. Su hermano no acostumbraba guardar los papeles en el archivero, prefería arrumbarlos en uno de los sofás café oscuros que hacían juego con lo sobrio de la decoración. En la pared del fondo había un librero con un par de libros, y una fila de 5 cascos de motocicleta, los cuales estaban deslumbrantes; trabajo de Tyson. Uno tenía un par de extraños dibujos, como flamas azules, todo eso lo pintaba a mano, era un buen artista después de todo. Y en la pared que se veía cuando entrabas a la oficina, se veían una enorme tabla perforada, donde reposaban en perfecta armonía llaves Allen, hidráulicas, juego de llaves inglesas, cierras de mano, destornilladores y abrazaderas de plástico de todos tamaños, en fin, todas las herramientas que usaban en el taller. Al menos en eso su hermano si tenía cierto orden, no como con sus papeles.
Tristan termino la llamada y se giro sobre su silla para mirarlo deambular por la oficina.
-¿Qué quieres?
-Yo estoy bien también – sonrió aun dándole la espalda. – ¿Que es lo que quiere Granade?
-El bastardo quiere que le arregle su auto. Y quiere que esté listo en un día. ¡Imbécil!
Julien soltó una carcajada antes de hablar.
-Quizá yo pueda hablar con él…
-No – sentencio Tristan. –Ya veré que hago. Mi madre le tiene mucha… estima y no quiero tener problemas con ese hijo de perra – bufo meciéndose el cabello. –Para todo esto… ¿para qué quieres la moto?
-Para dar una vuelta por la ciudad.
Tristan se sorprendió, había contestado una pregunta directa sin gruñirle. O algo iba muy bien, o algo tramaba.
-¿Solo?
-Que te importa, Trisi-tris – se giro para encararlo. Camino hasta su escritorio y recargo las manos sobre la mesa – ¿Me darás las llaves si o no?
El mayor de los Van Gulick se lo pensó, al final saco las llaves de uno de los cajones del escritorio y se las deslizo por la mesa.
-Cuídala.
-Con mi alma – dijo antes de tomar las llaves y guardarlas en su pantalón. Por alguna extraña razón, sentía que esas palabras no eran para la moto, sino para algo o alguien más.
Y cuando reacciono y salió de su oficina fue muy tarde. El ruido de una moto en la calle le indico que su hermano ya estaba lejos de su alcance.
-¿A dónde se fue? – corrió hasta la entrada y se asomo.
-¿Quién? – Luna lo alcanzo en la entrada y tomo su brazo. –Tu hermano se fue con mi Rens.
El viento se colaba alborotando su cabello, él le había dado su casco para protegerla. Lo cierto era que iba a una velocidad moderada, a pesar que de Renata lo tenía bien agarrado con sus brazos rodeando su cintura. Él no se quejo por el fuerte abrazo, no podía quejarse, era lo más maravilloso sentirse rodeado por sus muslos, el corto vestido descubría sus piernas cremosas magníficamente, y él realmente sintió un tirón bajo sus pantalones cuando de reojo miro la suavidad de sus piernas. Sin mencionar sus pechos pegados a su espalda. Simplemente peleaba por no pedirle que lo acariciara como la noche anterior.
-Algo me vibra…
-A mi también – dijo Julien antes de detenerse. Giro el tronco antes de que ella tomara su pequeño bolso que llevaba bien agarrado entre sus manos y sacara su teléfono móvil.
-Es mi jefa – anuncio. Se pego el aparato al oído y contesto con una dulce voz. –Hola…. Si… Pensé que era mi día libre… entiendo. Iré para allá… Estoy cerca. Nos vemos – colgó. –Era mi jefa, necesita ayuda con unos libros… Dijo que no tardaría. ¿Está bien si me llevas?
-No hay problema, ponte el casco.

Se estaciono frente a donde Renata trabajaba y ella bajo de la moto regresándole el casco.
-No tardo – le dio un beso en los labios. –Te llamo para que subas por mí, ¿si?
-¿Ya no te duelen las piernas? – pregunto divertido tomando su mano.
-Un poco, pero hay elevador – sus mejillas se colorearon.
-Te llevo hasta arriba, no traes zapatos – miro al suelo donde sus pies desnudos le hacían saber lo maldito que era por usar esa mala táctica para hacerla volver a su departamento.
Cuando hubo dejado la moto sobre la acera y asegurado el casco con la red de la moto, la tomo en brazos, absorbiendo un jadeo de Renata con un beso. Subieron al decimo piso, aun dentro del ascensor no la soltó y la beso hasta estar arriba.
Renata lo obligo a dejarla caminar, al menos en el piso donde trabajaba. “Tiene alfombra”, informo cuando Julien parecía negarse rotundamente.
-Y aquí es donde ocurre la magia – bromeo Renata aun tomados de la mano. Julien la siguió en silencio, hasta la oficina de su jefa, donde Renata toco con los nudillos y después de un “Adelante” entro, indicándole que se quedara afuera.
Julien paseo por el sitio, hasta que encontró la puerta que tenía el nombre de Renata con letras doradas. Tenía que estar muy orgullosa con eso. Él se sentía orgulloso de ella.

Loren levanto la mirada de una pila de papeles y le sonrió cuando la vio entrar.
-Es un lindo vestido como para venir a trabajar un sábado. ¿Dónde estabas?
-Con… - no necesito mucho tiempo para decir lo que dijo – mi novio.
Sentía que eran más que “novios”, quizá él no lo dijera, pero ella lo sentía. Además, darle ese título, alejaría a su jefa de cualquier otra pregunta.
-¿Northman?
Esa duda la golpeo con un mazo. Podía jurar que el aire se le fue de los pulmones.
-No, él no es mi novio.
-¿No lo es? ¿Entonces porque vino el otro día a verte?
-¿Qué? – necesito tomarse del respaldo de la silla para mantenerse en pie. Sus piernas se convirtieron en gelatina.
-Estas pálida, linda. ¿Todo en orden?
Quiso gritar que no, que nada estaba en orden. Nada. ¿Por qué volvió?
-Necesito aire…
-Mejor ve a casa. Las cuentas pueden esperar… - Loren se puso de pie asustada y la llevo a la salida.
-¿Rens?
-¿Quién eres tú? – Loren se puso a la defensiva cuando Julien se acerco a Renata.
-Soy su novio – dijo serio. –Renata, linda, ¿Qué tienes? – la tomo de la cadera.
-Necesito aire – Renata lo miro y sintió como el alma le regreso al cuerpo.
Julien no tardo en sacarla del piso y entro al ascensor pulsando el botón de descenso. Cuando llegaron abajo, la llevo en brazos a la calle, ella se removió para bajar de sus brazos y respiro por la boca como si hubiera salido del profundo océano y el aire fuera fresco y nuevo, vital.
-¿Estas bien? – le tomo el rostro, ella aun respiraba por la boca. Eso no podía estar pasando, no. No ahora, no que ya estaba bien,
‹‹ ¿Por qué? ¿Por qué maldita sea por qué?››
-Renata…
Estaba soñando. Eso era. Esa voz no era la de él, no era.
-¿Qué mierda haces aquí? – las manos de Julien dejaron de tocar sus mejillas y levanto la vista para ver como se arrojaba a un borrón rubio como un animal. Apenas enfoco la vista para ver como ambos hombres se peleaban en medio de la acera. Julien le había roto el labio, pero William no se había quedado atrás, con una ceja abierta, el rostro de Julien se cubría de sangre, así como su camisa y chaqueta. Dudo que lo que se asomaba por el rostro de Julien fuera una sonrisa cuando él le golpeo el rostro, pero no, si había sonreído cuando vio al rubio doblado de dolor, y un rodillazo de Julien le rompió la nariz.
En un parpadeo un par de corpulentos policías tomaron a la fiera que era Julien y lo alejaron de William. ¿De dónde habían salido la patrulla?
-¡¡¡Aléjate de ella, hijo de puta!!! – Julien bramo aun entre los brazos de los policías.
Habían necesitado dos policías, y otro más para esposarlo.
Renata corrió hasta Julien que tenía el parpado abierto y corría sangre por su mejilla.
-Jules…
-Estoy bien, llama a mi hermano, necesito a Hunter.
Eso fue lo último que dijo antes de que lo subieran a la patrulla.

Las chicas del Té de Lemmon

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