enero 03, 2012

El lado Oscuro: 1. Sucio Secreto ¡¡ESTRENO!!

¡Wiiii! Ya tenia tantas ganas de estrenar esta historia :D Por fin tuve un tiempo de terminar de editarla y buscar un par de cosas más :D Espero que les guste tanto como a mi ^^

Sin más se las dejo ante sus oclayos :D -Si es que aun tenemos lectoras-. Cuidence harto y lindo 3 de enero del año Apolocaliptico 2012 x3

1. Sucio secreto

-Dame otro trago, Min – Winter estaba sentada a la barra. El bar estaba abarrotado, por supuesto, era sábado. La noche apenas comenzaba, las parejas bailaban muy pegadas en la pista, otras se besaban en los mullidos sofás, y otros, los más afortunados de la noche, salían con las mejillas rojas y sonrisas deslumbrantes directo a una tórrida noche de sexo sin frenos. Winter conocía esas miradas, ella prácticamente convivía con ellas.

Cada sábado, en su día libre del trabajo, pasaba la noche entera hasta que cerraban el bar junto a su mejor amiga Minerva Everett, la mayoría de las personas decían que ellas eran muy parecidas, ninguna de las dos lo desmentía, decían que eran hermanas. Y quizá estuvieran en lo cierto, Minerva era su mejor amiga desde hace mucho tiempo. Ambas eran de cabello negro largo y lacio, con flequillo, enormes ojos, pero al contrario de Winter que tenía unos deslumbrantes ojos azules casi translucidos, Minerva tenía unos enormes ojos marrones alertas y coquetos.
-¿Semana difícil en la enorme pocilga esa? – pregunto divertida, dándole un nuevo vaso de whisky en las rocas, doble como a ella le gustaba.
-Algo así – suspiro Winter. –La sobrina del Joven Señor – dijo por costumbre – regresara de España. Creo que visito a las tías, por parte de su madre. Regresara echa una furia. Odia este lugar…

-¡Y quien no! – chillo Minerva, recargándose en la barra. –Yo lo haría. Vamos, es lindo y todo, pero es como un grano en la nariz el día de tu Graduación, ¡acéptalo!
Winter se quedo en silencio. Sabía que era todo aquello, pero no podía aceptarlo.
-¡Ush! – bufo Minerva. –Te he dicho mil veces que dejes ese lugar, tu madre no te dejo a cargo, hazlo. ¿Tu hermana sabe que sigues trabajando ahí? – murmuro ahora.
-Y no tiene porque saberlo, Min. Prometiste no decírselo – acuso, nerviosa.
-Vale, vale. No se lo diré. Tarde que temprano ella lo descubrirá, Summer es tan… No sé, como psíquica o algo por el estilo. ¿Recuerdas cuando me dijo que mi negocio de repostería haciendo rosquillas sería un éxito? – Winter asintió con pesadez – Bueno, pues resulto cierto. Ahora no me doy abasto y sabes que estoy en este bar por gusto. Mi negocio de las rosquillas es un rotundo éxito. Deberías de ayudarme y así salir de ese apestoso sitio.
-No es apestoso, Min. Es un gran lugar, un hermoso lugar. La paga es demasiado buena, para dejarlo así como así…
Aunque ella tenía razones ocultas para no dejarlo. Razones que no diría jamás, lo había prometido.
-¡Si claro! – volteo los ojos y se alejo para atender más clientes.
Winter la observo trabajar con dedicación y con esa sonrisa en su rostro. Minerva era una chica que jamás sonreía, con Winter siempre lo hacía, pero no con los desconocidos, así que era raro y curioso que sonriera en ese trabajo. Incluso en su negocio de repostería mantenía ese semblante serio.
Cerca de las 2 de la mañana, cuando Minerva se había desocupado un poco, se acerco de nuevo a Winter y le dio un shoot de tequila.
-Sabes que no me gusta el tequila – renegó Winter.
-Eso dices, pero te he visto tomar Palomas a diestra y siniestra ya antes – acuso levantando ambas cejas. –Además, sabes que mi jefe te ama.
-Porque es mi mejor amigo, boba – rodo los ojos. –Además, sabes que es galleta.
-Eso no le quita que te ame – reafirmo. –Y creo que lo necesitas, mira esa cara. Seguro que ese cretino te volvió a decir gata.
“Solo gatita”, corrigió su mente.
Winter bajo la mirada y se perdió en el liquido ámbar pálido del shoot de tequila, lo tomo entre sus dedos examinándolo.
-¿Por qué no dejas ese lugar de una buena vez? – gruño.
-¿Dejar qué, Min? – Summer la hermana de Winter, que Dios santo eran muy parecidas, casi tenían el mismo corte de cabello, salvo que Summer lo tenía al final con ligeras ondas y el flequillo más corto, los ojos azules eran más oscuros y era más alta que Winter, con un estilo muy sexy al vestir, nada que ver con Winter, que intentaba pasar desapercibida; apareció.
-Nada, nada, Sum – se apresuro a balbucear. -¿Qué te sirvo?
-Unas medias de seda…
-¿En serio beberás eso?
-Que tu tomes whisky en las rocas como si estuvieras cerrando negocios con un asesino a sueldo no significa que yo también tenga que hacerlo, ¿o si hermanita?
-Vale – levanto las manos en son de paz. -¿Lista para el shoot, Min?
Con su hermana ahí, era más difícil criticar a los ricos y pudientes. Y más aun, hablar del trabajo de Winter.
-Sipi – Minerva regreso con la bebida de Summer en un vaso alto y miro a los ojos a su amiga. –A la cuenta de tres…
-Uno…
-Dos…
-Que ridículas son – comento divertida, Summer, mirándolas.
-¡Tres! – gritaron ambas chicas al unisonó e inclinaron el shoot sobre sus bocas para beber hasta la última gota de un solo trago.
El líquido les raspo la garganta, y carraspearon un par de veces antes de exprimir un limón y aminorar un poco el fuego en su boca.
-Creo que mejor me voy – Winter saco un par de billetes de su cartera.
-¿De dónde obtienes tanto dinero? ¿Eres puta? – chillo Summer asombrada. Ni ella como modelo obtenía tanto dinero. No era una modelo profesional, pero si estaba en una que otra pasarela importante, aun no había tenido suerte para que un cazatalentos la mirara y le diera el mejor trabajo de su vida, pero ella mantenía la fe y la esperanza en un altar.
“Casi.…”.
-De mi empleo de 24 sobre 7 – contesto Winter.
-¿Cómo te atreves a pagar? – Max el dueño del bar apareció con los brazos cruzados sobre su pecho. Delgado y alto, con el cabello corto muy a la moda, perfectamente bien vestido y muy a su pesar guapísimo, dejo a las tres chicas con la boca abierta. No es como si no supieran que era homosexual, al menos eso decían todos, pero Winter en el fondo quería mantener la duda. No le había conocido una pareja sentimental estable, sabía que él se divertía por ahí.
-Bebí 4 vasos de whisky y un shoot de tequila, Max – le dijo seria dejando el dinero sobre la barra.
-Disfrutas haciéndome enojar, ¿ah? – tomo el dinero y la empujo a la salida.
Una vez afuera le regreso el dinero.
-No la dejes entrar de nuevo si la muy presumida viene a pagar lo que me debe – le dijo al cadenero. El hombre enorme y corpulento asintió. -¿Oíste, Win? No más alcohol para ti los sábados. Ni uno solo…
-Vamos, Max – hizo una mueca triste.
-Eres ruin y despreciable – la señalo serio. -¿A dónde vas? Vamos, te llevo. ¿Vas a ese horrendo lugar, no?
Asintió. –No es horrendo.
-Como sea, vamos – Winter lo siguió al estacionamiento del bar. -¿En qué viniste? Porque tengo entendido no tienes auto.
-No, pero tengo esto – camino al fondo del estacionamiento. Bajo una farola, como si fuese un pequeño complot, estaba su vehículo.
-¡Santo Cielo, Win! – jadeo. -¿Viniste en esto? – paso la mano por el asiento y el tanque de gasolina de la motocicleta BMW de ella. Winter asintió sonriente.
-¿Es linda, uh?
-Preciosa… casi tengo un orgasmo– bromeo guiñándole un ojo. –Vamos, se cómo manejar una nena de estas – con majestuosidad subió. Se acomodo sobre el asiento, Winter le dio las llaves y ambos se calaron un casco. Winter vestía unos jeans de piel siempre que andaba en motocicleta, casco y guantes para manejar, aparte de su chaqueta de piel. Max con ese pulcro traje gris parecía desentonar sobre la moto. Cuando la arranco, Winter confirmo que no era mentira lo que decía, él en serio sabía como manejar una nena de esas.
Max conocía de memoria el camino al eterno trabajo de Winter. Miles de veces la habían llevado de vuelta a ese lugar. Y no importaba cuantas veces, él simplemente no entendía cómo es que regresaba a ese sitio si lo único que recibía de ellos era ofensas y groserías.
-Tienes trabajo en mi bar siempre que quieras, Win – la ayudo a bajar al pie de la entrada.
-¿Me pagaras lo que gano aquí? Recuerda que con esa miseria compre la motocicleta.
Max tenso la mandíbula. Jamás podía igualar su paga.
-Pero te tratare mejor.
-¿Por qué todos están empeñados en decirme eso? No saben cómo es vivir aquí.
-Win, se como es ese cretino imbécil. Lo sé. Recuerda que veo las noticias.
-Sera los programas de chismes, Max. Gracias por traerme. Llévate la moto, el próximo sábado voy por ella.
-¿Por qué no el martes o el jueves o cualquier otro día entre semana?
-Sabes que no puedo. Mi trabajo solo me da el sábado…
-Libre, lo sé – término su frase, aburrido. –Y espero que no te arrepientas. Mi propuesta sigue en pie – le dio un abrazo fuerte y prolongado. –Cuídate.
Winter lo vio alejarse sobre su moto y cuando lo perdió de vista entro a la enorme mansión. Enorme era un adjetivo que le quedaba corto. Con el suelo de mármol y más habitaciones de las que una numerosa familia pudiera ocupar, la construcción se erguía con una vista única a la playa. Enormes ventanales que dejaban entrar la luz del sol que la mayoría del tiempo se situaba en la región. Piscina y jacuzzi burbujeante en la parte trasera de la mansión, junto a una casita de playa cerca del mar.
No había forma que ella dejara este sitio. Sin importar cuantas veces le dijeran que era un lugar de porquería. “Abusan de ti, Win. Trabajas de sol a sol, soportando los caprichos de ese imbécil, no puedes seguir así”. Si podía. Winter si podía. Además, lo había prometido. Y si había algo que los Strong cumplían, eran las promesas.
Su madre, Sibyl en su lecho de muerte le hizo prometer que cuidaría a Melanie como ella había hecho hasta el último aliento. Su madre quería a esa niña como una hija más, y crio a Winter con esa idea en su cabeza. Además, ella se sentía la hermana mayor de la rebelde niña. La promesa de cuidar de ella no la rompería.
Entro al hall de la mansión. El suelo de mármol color miel estaba pulcro y deslumbrante a pesar de la oscuridad. En silencio se dirigió a su habitación en el sótano.
-¿Dónde estabas? – se detuvo en seco. Giro, sintiendo de inmediato el bum-bum de su corazón contra sus costillas.
-Es mi día libre.
-Tu día libre es el sábado – él miro su reloj de pulsera, lo supo a pesar de la oscuridad. –Y hoy si no me equivoco es domingo.
-Debería de estar dormido, Señor. Mañana…
-No me digas que es lo que tengo que hacer, Winter. Sé muy bien qué es lo que acontece mañana.
La chica asintió erráticamente.
-Lamento si lo desperté. ¿Necesita algo?
Escucho pasos acercándose a ella. Era él aproximándose. Conocía ese andar presumido y altanero, no necesitaba de la luz para saber que él se acercaba con una sonrisa petulante.
-Necesito mi esponja “especial” para darme un baño – podía jurar que había ronroneado. –Quiero dormir relajado para mañana despertar fresco. En mi habitación en 5 minutos, Winter – dicho eso se alejo de ella. Subió la escalera que ascendía de forma circular a los pisos de arriba de la mansión, ella cruzo el pasillo hasta su habitación.
La chica corrió a su habitación en el sótano. No era un lugar lúgubre como muchos pensarían. Era amplia e iluminada, las paredes pintadas de blanco y una cama individual con la colcha blanca de holanes hacia lucir el lugar como el escondite de una princesa. Tenía pocos muebles y cosas personales. La mayoría del tiempo la pasaba arriba, en la enorme mansión cumpliendo caprichos y deseos absurdos. Escuchando gruñidos, gritos y groserías.
Tomo su ropa de servicio y se coloco una bata encima. Corrió escaleras arriba hasta que llego a la puerta de caoba del joven amo. Nerviosa como siempre sucedía, toco dos veces con los nudillos con golpes sordos.
-Pasa – escucho decir desde dentro. Entro y cerro inmediatamente la puerta tras de sí.
Tendido sobre la cama con un periódico del día sábado entre sus manos estaba su jefe. O como el quería que lo llaman Sr. Hardenbrook. El joven heredero de una incontable fortuna, desde autos, propiedades, dinero, inversiones y muchas cosas más que Winter encontraba estúpidas pero valiosas; la esperaba desnudo.

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Las chicas del Té de Lemmon

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