octubre 16, 2011

Cuando los planetas se alinean - Capitulo 3

Mis chicas... ¿Que tal va su domingo? El mio chidin. Acabo de comer bien deliciosamente, y tengo antojo de un chocolate. Haber si al rato convenzo a mi mami de que me compre un conejito :Q_ Jeje. Y como les tenia prometido. Aquí tienen nuevo capitulo de Planetas... Las cosas apenas se ponen riquis-quikis XD Enjoy ^^


3. El inicio de todo

-¡Chist! ¡Chist!
Mire hacia atrás. Era Seth. Mi amigo moreno de cabello largo se acerco con pasos veloces.
-¿Qué pasa, Seth?
-Nada, solo te traje el desayuno – me tendió un emparedado de jamón y un jugo. –Y… lamento lo que dije hace un rato…
-Ya… - tome el desayuno. –Vamos a clases, - le di una mordida al emparedado – la profesora Wildest hoy viste pantalón – le dije en broma.
Seth suspiro.
-Dios, esa mujer… - jadeo.
La clase de la profesora Wildest pasó entre suspiros y miradas perdidas de mi amigo. No cabía duda que vivía enamorado de ella. Y no era para menos, la profesora era muy guapa. Seguro que los chicos agradecían que las clases ahora fueran mixtas. Ya que apenas hace un semestre que era por géneros. Todos se veían aliviados que ellos también pudieran ver a la maestra más sexy que hubiese visto. Sus cabellos color fuego, esos enormes ojos expresivos y coquetos. Siempre vestía elegante y letal. Al menos así la definiría. Además de que era divertida y simpática.
-Muy bien, chicos, nos vemos la próxima clase… Y ya saben, como dice mi amiga Luna: Sin gorrito no hay fiesta.
Todos estallaron en risas. Rodé los ojos, siempre terminaba así sus clases, con la frase de alguna de sus amigas.
Seth y yo caminamos a la cafetería. Mi amigo siempre tenía hambre, y esta vez dos hamburguesas doble carne era su mayor deseo. Nos acercamos a la barra y ordeno su comida. Dos sodas de lata y unas papas fritas. Las papas fritas eran para mí.
Nos sentamos cerca de la puerta. Seth de inmediato devoro una de las hamburguesas.
-Oh Dios… el entrenamiento de hoy será pesado, necesito comer mucho – anuncio cuando abría su segunda hamburguesa.
Seth comía como si se fuera a acabar el mundo, y seguía delgado. Aun recuerdo cómo es que nos conocimos. Ambos vivíamos en Boston. Él acostumbraba trepar a los arboles y pasarse las horas ahí arriba. Mi madre me dejaba pasar las horas en el jardín delantero, jugando con mis muñecas, peinándolas y vistiéndolas. Nunca fui buena para hacer amigos, era muy callada y tímida, aun ahora lo soy. Claro, que a veces me meto en problemas, solo por abrir mi bocota y decir lo que pienso. Seth me entendía a la perfección, sabía que no me podía estar callada, cuando sabía que las cosas estaban mal. Me hervía la sangre cuando alguien era menospreciado.
Seth y yo nos conocimos cuando, una de las tantas veces que él trepaba los arboles se resbalo y se cayó justo en mi jardín. Su rodilla se había raspado y él lloraba como niña. Corrí a mi casa y tome lo necesario para vendarle la rodilla. Era justo la etapa en la que todas las niñas quieren ser enfermeras, claro que yo quería ser Doctora, no solo enfermera. Y así, a la tierna edad de 6 años, fue como nos conocimos. Seth siempre subía al árbol que estaba frente a mi ventana y me obligaba prácticamente a subir con él a los demás arboles. Deje posteriormente mis muñecas y tome el balón de soccer y los carritos a escala.
Cursamos la educación básica juntos, hasta que de nuevo nos volvimos a encontrar en la Universidad de Nueva York. Mi vida no podía ser mejor. Al lado de Seth siempre me reía. Él era muy divertido y me llevaba a sus entrenamientos y partidos. Quería a Seth como el hermano que nunca desee tener. Ok, bromeo. Siempre desee un hermano. Y él era justo lo que quería. Mis padres lo querían como un hijo, y los padres de Seth también me querían como una.
-¿Iras al partido del viernes?
-Si, supongo…
-¡Vamos! No puedes faltar, eres mi amuleto de la buena suerte – se metió el ultimo trozo de hamburguesa a la boca y le dio un sorbo a su Coca-cola. Iugh. Hábitos de niño.
Reprimí un gesto de asco y asentí.
-Ok, Seth, iré, solo si prometes ganar.
-Gin, siempre te dedico una anotación – recordó.
-Uh si, lo haces cuando no tienes novia – acuse en broma.
Mi amigo no tenía suerte para las chicas. Digamos que era demasiado salvaje y deportista. O tal vez era porque era amigo mío.
-Venga, no digas eso – regaño. –Sabes que eres como mi hermana. Y cualquier chica que no te vea así no es digna de mi – sentencio con la barbilla en alto.
Solté una risilla.
-Ok, gracias…
La campana de la próxima clase sonó. Yo ya había salido, pero Seth tenía entrenamiento de 3 horas. Hizo una mueca de desagrado y se puso de pie.
-¿Me acompañas?
¿Por qué siempre ponía esa cara de perro? Era injusto. Sabía que no podía con una cara de perrito sin dueño como esa.
-Agh, no me queda de otra.
-Yeah – me jalo del brazo y prácticamente me arrastro hasta el campo.
Aun seguía sin entender las reglas del futbol Americano. Solo sabía que tenían que anotar y correr como locos por no sé cuantas yardas. Solo eso. Veíamos el Super Bowl juntos porque me divertía gritando tonterías a los jugadores. E iba a sus partidos porque me gustaba gritar como desquiciada. Si, mi vida después de todo si era divertida.
-Muy bien, tú te quedas aquí, ¿vale? – me llevo hasta las gradas, no tan arriba para que pudiera verlo. Asentí con una sonrisa cuando me dio una de sus botellas energéticas azules. –Puedes beberla si quieres, traigo un par más en mi maleta – dijo palmeando su maleta de deportes. –Además, puedes ver al entrenador Luka, se que te gusta verlo – pellizco una de mis mejillas.
-¡Basta! – jadee apartándolo de mi rostro. –Anda, que ya todos están llegando – lo empuje.
-Deséame suerte… - volteo bajando las escaleras de las gradas.
-La suerte es para los perdedores. ¡Éxito! – grite con fuerza y un par de jugadores me miraron, alzaron la ceja y continuaron su camino.
Voltee los ojos y me acomode en los fríos asientos de las gradas. Tenía una vista espectacular del campo. Y claro, como había dicho Seth, podía ver al entrenador Luka, enfundado en pantalones cortos de algodón. Era lo mejor de los entrenamientos con Seth.
El entrenador los llamo con el silbato.
-Hoy habrá pruebas, tenemos libre el puesto de lanzador, así que… Primero 10 vueltas. ¡Rápido!
Todos corrieron al mismo tiempo, rodeando el campo. El principio siempre era aburrido. Me recosté sobre el asiento, mirando el cielo lleno de nubes. Un minuto después el sol me dio en el rostro y cerré los ojos.

-Parece que no podre deshacerme de ti.
Abrí los ojos de golpe. Sobre mi rostro estaba el rubio, Garrett. ¿Qué demonios?
Me incorpore frunciendo el ceño.
-¿Qué diablos haces aquí, siguiéndome?
-¿Siguiéndote? – arqueo su poblada ceja. Claro que tenía que molestarme, y lo estaba, lo juro. Pero el tipo era tan endemoniadamente atractivo que incluso siendo un grano en el trasero seria encantador y sexy. Y esa ceja levanta no era la excepción. Se veía devastador y se podía ver el reto impregnado en su mirada celeste. –Tú eres la que me sigue… En las duchas, en la clase de Arte, aquí…
-No vine a verte a ti – sentencie cruzando los brazos. –Vine a ver a mi amigo… - agregue cabeceando en dirección al campo, donde todos corrían.
-Oh, claro, claro – bajo las escaleras. –Deberías irte. Este es un deporte de hombres, nena.
-Pues no veo a ninguno por aquí – gruñí.
-¡Uh! – canturreo burlón. -¿Y eso debería ofenderme?
Di un pisotón molesta en el piso.
Lo vi alejarse con aire de suficiencia a cada paso. Cretino idiota.

Cruce los brazos. Lo miraba atenta, a la espera de algún desliz para poder burlarme. Pero nunca llego. El tipo jugaba tan bien futbol que daba asco. Nadie pudo igualar la velocidad ni el tino de sus lanzamientos. Incluso Seth tuvo que correr más rápido para atrapar un pase de él. El entrenador Luka estaba con la boca abierta. Sorprendido. Mucho. No podía ni parpadear. Aparte de rápido y certero en los pases, el molesto rubio se veía tan bien en esos pantalones ajustados del uniforme. Oh Dios mío. Era delicioso verlo correr. Era un orgasmo visual sin duda.
Incluso, las porristas dejaron sus estúpidos malabares y se quedaron quietas en las orillas del campo para verlo. El tipo causaba un gran alboroto.
-Si frunces más el ceño, se te hará una sola ceja.
Mire a mi lado. Furibunda y con unas ganas enormes de escupir groserías. Pero entonces vi quien estaba a mi lado.
-¡Profesor! – jadee. Era el profesor de Artes plásticas.
-Solo Tyson – se sentó a mi lado. –Fuera de los salones soy Tyson, a secas – reafirmo. –Así que el rubio juega bien al futbol – comento pasando una mano por esa melena larga y tentadora.
-Eso parece – comente sin quitarle los ojos de encima.
-Parece que Gary no te agrada ¿ah? – me miro sonriendo.
¡Aaaay! Su sonrisa.
-Es una patada en el trasero… - le dije segura. Aunque más que una patada, yo ansiaba palmearle el trasero.
-Tiene que serlo… - se puso de pie.
Levante la mirada, pasando los ojos por ese delicioso cuerpo.
-¿Practicas algún deporte, Gin?
-No…
-Pues deberías. Me encantaría verte correr y brincotear por ahí – dicho eso bajo las escaleras hasta el campo.

¿Cómo se supone que debía reaccionar ante eso?
Con un grito, ¿quizás? Un grito de júbilo y regocijo. Un grito emocionado. Un grito. No, mejor un jadeo. O quizá un gemido.
Si…
Tyson… Es decir, el profesor de Artes…
Lo vi caminar y darle un par de palmadas en la espalda al entrenador Luka. El otro rubio se desbarato de risa. Los mire como hipnotizada.
-¡Hey, Gin! Ven acá… - llamo Tyson. Digo, el profesor.
Asentí y tome mi mochila para bajar.
¿Acaso me habían visto babear por ellos?
Termine las escaleras y camine lentamente hasta ellos. Atrasando la segura represaría que tendría. Quizá estaba prohibido ver los entrenamientos si no eres del equipo o si no eras una estúpida porrista. La muy perras aun babeaban por Garrett. Mugrosas presumidas.
-¿Qué sucede profesor?
Tyson me miro. Sonrió y después codeo al entrenador Luka para que él también me mirara.
-Ella puede ayudarnos. Es sigilosa como un gato, ya me lo dijiste hace rato… Cuando entro a las duchas sin que ninguno de tus chicos la viera.
El entrenador asintió.
-Gin, ¿quieres ganarte puntos extras en tus clases de gimnasia?
-Mmm, claro – asegure.
-Perfecto. Tengo una tarea para ti… Todos los días de entrenamiento, ¿te parece?
-¿Seré la aguadora? – chille molesta.
No sería la gata de esa bola de tarados. Claro, a menos que tuviera algo a cambio.
-¡No! – jadeo Tyson. –Por Dios, Gin no…
-¿Entonces? No seré una tonta porrista. Ellas solo tienen dos neuronas. Una para brincotear como estúpidas y otra para no cagarse en sus estúpidos uniformes – comente malvada.
Ambos hombres se desbarataron en risas.
-Dios… - jadeo tomando aire el entrenador. -¿Cómo es que nunca escuche ninguno de tus ácidos comentarios, Gin?
-No se – alce los hombros sincera.
-¡Uf! Como sea… Tu trabajo será espionaje…
-¿Cómo dice?
-Si. Los chicos tienen vidas ocultas. Es decir…
-Queremos saber que trama la otra escuela – interrumpió Tyson.
-¿Qué otra escuela?
-Columbia, Brown… No queremos volver a perder el titulo.
-¿Y quieren que espié sus entrenamientos?
-Te dije que sería lista.
-¡¿Y si me descubren?!
-No lo harán… - aseguro Tyson y el entrenador Luka asintió sonriente.
-Nuestro plan es infalible – agrego el entrenador. –Explícale Ty… - ánimo mientras caminaba hacia los chicos y les daba indicaciones.
-Doy clases de Arte ahí también… - decía mientras caminaba a las gradas. –Así que tu iras a tomar mis clases. Y harás como que no pasa nada mientras le echas un ojo a los entrenamientos…
-Pero eso es… ¡Hacer trampa! – me escandalice.
Sonrió como si lo complaciera.
-¡Te lo dije, Dor! Ella es incorrompible – lo dijo como si esperara que mi respuesta fuera esa.
-¿Ya ves? Me debes 50 verdes.
-¿Qué? Solo apostaban sobre… mi – chille molesta.
-Gin, Gin – se apresuro el entrenador. Pedazos de tontos. –Le dije a Tyson que nunca ayudarías a Gary a mejorar sus notas solo para que él estuviera en el equipo… Dios sabe que Gary es bueno y todo. Pero es un zoquete. Tiene que alcanzar al menos el promedio de 8 para entrar al equipo. O quizá, si tiene suerte y le ayudas el 7. ¿Estarás dispuesta?
Jadee.
¿Yo… ayudarle al rubio a mejorar sus notas?
-Tendrás puntos extras en mi clase también – sonrió Tyson.
-Si, Gin, te estamos chantajeando. Solo así lograremos un nuevo título – sonrió el entrenador.
-No pierdo nada… - alce los hombros.
-¡Esa es mi chica! – Tyson me levanto en el aire. Abrí grandes los ojos. –Te debo una…

Mordí mis labios totalmente roja de vergüenza y calor. Él era fuerte mucho. Y yo solo podía imaginarme siendo abrazada por ese enorme profesor. Si, solo eso. Acariciar y enredar mis manos en su larga melena. Y comprobar que su dorada piel era suave y tibia.
Una vez que me bajo al suelo, aun con mi pulso alocado, el entrenador llamo a Garrett. El rubio se acerco a nosotros sudado y totalmente devastador. Sexy.
-Estas en el equipo. Eres… serás – puntualizo – lanzador. Solo… - lo señalo – si subes tus calificaciones. Son las reglas.
-¿Qué? Soy mejor que esos inadaptados idiotas.
-Gary… - previno Tyson.
-¿Tu qué? – lo miro y después a mi fugazmente. Con fiereza.
-Escucha al entrenador.
-¿Qué tengo que hacer? – gruño.
-Tomar clases extras con una tutora.
-¿Cómo? ¿Perder mi tiempo con un imbécil….? No – negó. –Ni loco.
-Garrett, cuida lo que dices, porque estas en la cuerda floja, niño – Tyson lo picoteo en el pecho con su dedo. –Ginebra será tu tutora. Y no hay otra opción. Es eso o te largas de Nueva York – sentencio.

Garrett quiso replicar. Se moría de ganas. Sus ojos celestes miraron con odio a Tyson y un segundo después a mí. Provocándome un hormigueo de temor en el cuerpo. Si hubieran visto esa mirada, oscura y siniestra hasta se hubieran encogido de miedo. Tal como yo hice. Ansié salir corriendo de ahí. Desaparecer. Pero mi cuerpo no se movía.


-Bienvenida al Infierno, Ginebra…

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Las chicas del Té de Lemmon

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