noviembre 16, 2011

Cuando los planetas se alinean - Capitulo 4

He dejado muy abandonada esta historia, lo se, y lo siento. Sucede que la verdad las historias principales, como Maldita delicia o El placer es mio..., me atrapan por completo. No es excusa, solo una explicacion. Sin embargo, aqui tienen nueva entrega de Planetas. Enjoy ^^


Capitulo 4. La carretera del Infierno

El shock de la noticia de ser la tutora de Garrett y después la clara amenaza cuando él se entero, me duro lo que resto del día y parte del siguiente. Incluso Seth me miraba raro.
-Solo es un idiota más que necesita tu cerebro para pasar las materias. Como yo… pero en imbécil – decía para darme ánimos.
Habíamos terminado las clases y él como siempre, se la había pasado babeando por la profesora Wildest.
Intente sonreír ante los comentarios divertidos de Seth, pero lo cierto era que tenía miedo. No era como si Garrett fuera a golpearme o algo, en serio esperaba que no me golpeara, pero sabía que me haría la vida difícil. Y si de por si era difícil, ese cretino se encargaría de que fuera aun más difícil.
-Animo, Gin. No puede ser peor… - alboroto mi cabello y beso mi frente. –Nos vemos después, ¿vale?
-Si, buen día – murmure sin ganas.
Se despidió con la mano y camino por los jardines alejándose de mí.
-Gin…
Gire. Era Tyson. Su cabello se ondeaba detrás de su cabeza y su sonrisa permanente era devastadora. Eso me daba algo de ánimo. Un poco.
-¿Qué sucede?
-Gary me dijo que te esperaba detrás de los campos. El muy idiota no quiere que nadie sepa que necesita ayuda con la escuela. Es un engreído. No le hagas caso, ¿ajá? Y si te dice algo que te incomode, dime y yo le pateare el trasero tan fuerte que regresara a California en menos de un parpadeo – se carcajeo de su chiste.
Asentí. Mi estomago estaba revuelto.
-Y descuida, Garrett es mucho ruido y pocas nueces – dicho eso se alejo también. Perdí mis ojos en esos jeans que le quedaban perfectos.


Tome aire profundamente por la nariz mientras caminaba hacia los campos. Las porristas practicaban y los tipos que estaban en el equipo de soccer parloteaban con ellas animados. Seguro que no había llegado el entrenador, por eso estaban tan tranquilos. Salí por la puerta de los campos. Mire en ambas direcciones, pero no vi a nadie.
Vaya… Ese cretino nos había engañado a todos.
Di media vuelta.


-¿A dónde vas, nerd? –estaba parado frente a mí.
-Pensé que no vendrías…
-Me obligaron a esto, ¿recuerdas? – camino por la acera hasta una motocicleta que estaba a la sombra de un árbol. –Sube. No quiero que nadie me vea contigo.
-Entonces debiste estudiar por tu cuenta…
-La escuela no es para mí, pero mi hermano me obliga. Y era lo que mis padres querían, así que… - me arrojo un casco gris. –Póntelo y no digas ni una palabra porque no estoy de humor.

Subió magistralmente a su motocicleta y la arranco.
-No tengo todo el día, Lawrence. Sube, ahora – urgió.
Estiro su mano ya que yo me quede de pie mirándolo. Me ayudo a subir jalando mi mano con fuerza.
-El casco… - bajo la careta de su casco y ajusto su chaqueta de piel. -¿Lista?
Asentí.
-No te escuche…
-Si – gemí bajito. Nunca me había subido a una moto.
-Tus pies van aquí – jalo mi tobillo a unos soportes a los lados de la moto. –Y tus manos aquí –jalo una de mis muñecas a la parte de enfrente de su cuerpo. Contuve el aliento. –Agárrate y por favor, no grites.
Temblé apenas sentí el motor rugir. Él quería matarme.
Acelero y cerré los ojos. Lo escuche carcajearse, su pecho vibraba por la risa que tenia. Gusano.
-Te odio, pero no te matare… - anuncio.
-Es bueno saberlo.
-Lo sé…
No quise abrir los ojos, ya que sabía que íbamos volando por las calles. Sentía como se inclinaba la moto en cada curva o cada que, seguro, esquivaba un auto, o cuando se detenía en los semáforos y arrancaba antes que todos los autos.
-Uh, no tan fuerte. Tengo que respirar… - jadeo.
Afloje mis brazos pero mis dedos aun temblaban de miedo. Mis muslos se tensaron a los lados de su cadera. Que era dura como roca. Recordé entonces su espalda desnuda y masculina en las duchas.
-Ahora disfruta el camino…
Sentí como íbamos más y más rápido.
-Vamos a morir.
-Aun no, nerd – se inclino hacia adelante. Y como no lo solté me llevo con su cuerpo.
-No vayas tan rápido… - prácticamente rogué.
-¿Qué es la vida sin un poco de diversión?
Acelero aun más. Me aferre más a él.
Y de pronto se detuvo. Abrí los ojos con el pulso agitado.
-Llegamos.
Mire alrededor.
Estábamos en los suburbios. Era una calle larguísima con casas hermosas con jardines al frente y rejas blancas. El sueño americano. Los niños reían jugando en sus jardines de pastos verdes, a pesar de ser invierno.
Me quite el casco y baje con su ayuda de la moto. Apenas mis pies tocaron el suelo el mundo dio un par de giros.
-Oh no.
Lo mire y de pronto todo mi desayuno me dijo “hola”.
Tomo mi rostro.
-No quería matarte. Aun…
No sabía si en sus ojos se reflejaba preocupación o burla. Además, ¿Cuándo bajo de la moto? Mire a todos lados. El sol de invierno, ese que solo molesta los ojos me deslumbro. El aroma a carbón, inundo mis sentidos. Después como una bofetada el aroma a carne asada me asqueo. Yo era carnívora, pero…
Nuevamente vacié mi organismo con poderosas arcadas.
-¡Mierda! ¡Ginebra mis botas! – se escandalizo. Y yo apenas me podía mantener en pie. –Esto lo pagaras.
De pronto me sostuvo entre sus brazos. Entramos por la reja de una de las casas de la esquina. Se erguía imponente y acogedora. Construida con esos ladrillos rojos y con flores debajo de las ventanas. Era muy linda.
-¡Aaaaah, una abeja!
Me miro alzando una ceja.
-Loca – gruño. Con un brazo me sostuvo y de inmediato me colgué de su cuello, con el temor de caer. No fue así. Joder que el tipo era fuerte. Abrió la puerta y entramos.
Por dentro era aun más acogedora y hermosa.
El pasillo de la entrada estaba tapizado de papel de flores. Las escaleras se podían ver desde la entrada. El salón, donde estaba la sala con sofás de orejas con brazos enormes y acolchados estaba en perfecta sincronía. Tenía una improvisada chimenea donde estaban un par de portarretratos que no alcance a ver. Lo único moderno ahí era una enorme pantalla plana negra. Después en la otra entrada estaba el comedor. Que era rectangular. En el centro estaba un candelabro de velas, un poco derretidas y una vitrina con tazas de té hermosas y copas de vino de todas las formas y tamaños.
-Tu mamá tiene buen gusto… - comente con una sonrisa mientras examinaba fugazmente la decoración de la casa.
Garrett se detuvo en seco. Sus mirada se tenso y esta vez si temí caer al suelo. Su mandíbula se solidifico, desvió la mirada de mi rostro y camino hasta lo que parecía ser la cocina. Donde estaba otra salita, más pequeña pero igual de linda que la principal. Esta lucia un poco desordenada, como si la usaran más seguido. La cocina integral estaba detrás de una barra de desayunador. Las puertas blancas con ventanas daban a conocer su contenido. Todo en orden. Como si… como si no lo tocaran. Como si estuviera prohibido tocarlo.
Me dejo sobre uno de los bancos altos de la barra del desayunador.
-Estas pálida – dijo en un gruñido apenas detectable. Saco de su antigua nevera una jarra de jugo. Sirvió en dos vasos y me dio uno. –Bébelo. Mam… ¡Anda! – exigió.
Lo bebí apresurada.
Deje el vaso vacio de un solo trago.
-Mejor me voy… -quise bajar del banco. Oh Dios. El mundo cobro vida de nuevo.
-No seas necia – me detuvo.
-No me quieres aquí y… temo por mi vida estando a tu lado. Le diré al entrenador que eres un perfecto alumno, seguro que… alguien querrá hacerte los exámenes o regalarte la calificación. No soportare, además, tus insultos. Soy una persona. Y si para ti es una condena estar al lado de una nerd, imagina que es para la nerd estar al lado del tipo engreído de la escuela.
-Nadie me hace favores solo porque si. ¿Entendiste? No soy un idiota que necesita que le regalen calificación. Solo que no entiendo el chiste de estudiar si de cualquier forma moriremos.
-Pero… así es la vida.
-La vida es una mierda, por si no lo habías notado, princesa – se burlo.
-No soy una princesa.
-Pues deja de vivir en el mundo de color de rosa que tus padres crearon para ti.
-No es mi culpa que mis padres si me quieran – estalle.
Oh no, de nuevo esa mirada asesina.
-¿Insinúas que los míos no me quieren?
-No dije nada de eso – defendí. –Lo que dije…
-¡Cállate! No sabes nada de mi vida, nada. No estudiare contigo porque no soy un idiota.
-Para mí lo eres, te comportas como el Rey de los Idiotas – sentencie.
-Cuida tus palabras – me señalo. –La próxima vez puedo olvidar que vienes colgada de mi espalda como un maldito mono y dejarte tirad…
-Sigue. No te tengo miedo…
-Solo cierra la boca. ¿Si? Tu voz me da… no se qué – se encamino a la salita y se sentó hundiendo la cabeza entre sus manos.
-¿Cuánto tiempo tengo que estar callada? – pregunte bajando del banco unos minutos después de que él seguía en la misma posición, pasando sus manos por su dorado cabello.
-Más tiempo… - contesto a través de sus manos. Lo vi recostarse en el sofá de tres plazas.
-¿Quieres que me vaya?
-No – respondió de inmediato irguiéndose para mirarme. –No te vayas…
Asentí. Me mantuve en silencio desde el banco alto. Mirando como de nuevo se recostó en el sofá y después se acomodo sobre su lado izquierdo mirando a la ventana que daba al jardín de atrás.
-¿Qué hiciste ayer? – lo siento pero no me podía estar callada.
-Nada – respondió para mi sorpresa. Pensé que me iba a gruñir.
Con más confianza baje del banco y me senté en el sofá frente a él.
-Yo tenía miedo… de ti.
-¿Por qué? – abrió los ojos para mirarme.
-No sé. Sé que me odias y todo, pensé que me matarías…
Sonrió.
-Si te odio, pero no soy un asesino.
-Eso me alivia… - bromee.
Cerró los ojos de nuevo.
-¿Quieres que haga chocolate? Mi padre dice que es lo único que no se me quema en la cocina.
-Haz lo que quieras. Solo… no hagas mucho ruido, ¿si?
Asentí. Rebusque entre las puertas de sus alacenas a la busca de algún recipiente donde hervir agua y tabletas de chocolate. Pero por más que moví y brinque por todos lados no encontré nada.
-Aquí…
-¡Maldición no hagas eso! – lo empuje. -¡Me asustaste! – jadee con una mano en mi pecho.
-Ya… Lo siento. Pensé que si me habías escuchado – saco de la puerta a lado de la estufa una tetera y después justo atrás de mi unas barras de chocolate. –La novia de mi hermano cambio el chocolate de lugar. No quiero ni imaginarme que hacen con él – hizo una mueca y salió de la cocina para sentarse en la barra.
-¿Vives con tu hermano también?
-¿También? – lucia confundido.
-Si, tus padres y tu hermano…
-Ah… claro – asintió.

Termine el chocolate en silencio y con él mirándome fijamente.
-Atrás de ti hay una puerta… La de la derecha hay tazas – indico.
Tome dos tazas y serví generosamente.
-Espero que te guste.
-Si… - murmuro soplándole al líquido humeante. –Huele bien…
Sonreí mirando como bebía un poco.
-¿No beberás? – cuestiono frunciendo el ceño.
-Si, solo… me gusta frio.
-Eres rara.
-Dime algo que no sepa… - ironice.
-No tomare clases tuyas. Solo quiero darle justo a Tyson… No quiero volver a California.
-¿Cómo?
-Dijiste que te dijera algo que no supieras. Bueno, eso no lo sabías. Así que ya lo sabes. No soy un estúpido.
-Solo que eres un holgazán. Si tan solo te esforzaras un poco en las clases no llevarías malas notas…
-Mira – dejo la taza sobre la barra y me miro fijo. –Se lo que hago con mi vida. Ninguna niñita consentida vendrá a decirme como llevar mi vida, ¿entendido?
Mordí mi lengua.
-¿Entendido? – repitió.
-Entendido – confirme.
-Eso… - bebió un poco más. –Esta bueno…
Estuve a nada que decir algo sarcástico, pero mordí mi lengua conteniendo el comentario solo para mí.

-Oh que preciado silencio – suspiro. -¿No dirás nada? Llamen a la prensa. ¡Por fin, por fin!
-Que idiota eres… - gruñí.
Él estallo en risas.
-Niña… Seré todo lo que quieras, pero sabes que idiota no soy… - recalco alzando ambas cejas.
-Eres un cerdo arrogante…
-Nerd… ¡Oh! – hizo una cara de sorpresa. –Eres la niña esa de los pelos alborotados. Gerni. Germayonesa.
-¡Hermione! Cretino inculto – corregí.
-Esa… Oh Dios… - estallo en risas.
Eso comenzaba a molestarme. No permitía que nadie se burlara de mí. Así como así.
Le di un manotazo a la taza y ésta se derramo sobre Garrett. El chocolate aun humeaba así que…
-¡Mierda! ¡Quema!
Era mi turno de reír.
-Enana sabionda…
Aleje mi taza de él. Mientras, él se quejaba dando saltos por la salita.
-¡Esta caliente! ¡Estas loca!
Aun daba saltos como niña. Rodee la barra volteando los ojos.
-Quítatelos… - sugerí.
Él obedeció y brinco fuera de ellos.
Contuve de nuevo el aliento. Tropezó con una de sus botas, cayendo sobre mí.
-¡Oh!
Podía verme en sus ojos celestes. Sus pestañas largas casi rozaban las mías. Trague.
-Eres…
Él olía demasiado bien. Su esencia era masculina, salvaje, libre. Mi pulso estaba acelerado y mis manos chocaban con los dedos temblorosos contra su torso. Sentía el palpitar de su corazón vibrar contra las yemas de mis dedos.
Relamió sus labios. Oh. Una sonrisa ladina apareció en su rostro. Sabía lo que pasaría, lo sabía. Él lo sabía, y yo lo sentía…

No hay comentarios:

Las chicas del Té de Lemmon

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...