julio 14, 2011

Cuando los planetas se alinean ¡¡ESTRENO!!

Hola chicuelas. Hoy, como el titulo del post dice: Es el gran estreno por fin de Cuando los Planetas se Alinean :D Wi!
Espero de verdad que la lean. Esta es la historia más light de todas XD Muy divertida, creo yo. Así que sin más ni más. Les dejo el primer capitulo. Dependiendo de si lo comentan o no, le sigo a subirlos. Los seguiré escribiendo, pero si no les gusta... Pues haber que hago :D Cuidence mucho.

Enjoy ^^!







Capítulo 1. Como un buen trago de cerveza

-¡¡Fíjate!!
Di un brinco para quitarme del camino de un motociclista loco. Por poco me arroya. Molesta le arroje mi Icee, le reboto en el caso y se derramo por su chaqueta. El tipo se detuvo. Mierda.

Di media vuelta y corrí como alma que lleva el diablo. Solo Dios sabe lo que ese desquiciado loco me haría. Llegue jadeando a mi primera clase. Historia del arte con el profesor más guapo que el mundo educativo hubiera otorgado a la pupila femenina por primera vez. Era, sin duda, el sueño de toda mujer. Guapo, ojos claros, cabello largo y sedoso –con ganas de acariciarlo toda la tarde- , la sonrisa más deslumbrante, era inteligente, mucho. Y siempre sonreía, era lo mejor. Es decir que teníamos esa sonrisa toda la clase para nosotras.
Digo nosotras, porque en el aula, solo éramos mujeres, y el profesor Patrick Snyder. Dios…
-Buenos días, chicas. ¿Cómo estuvo su fin de semana? – el profesor entraba. Como siempre, magistral y elegante por esa puerta. Escuche suspiros.
-Muy bien, profesor, ¿y el suyo?
-Aaamh, podría decirse que estuvo bien – torció la boca en una sonrisita. Echo su cabello hacia atrás con su mano. –Como sea, no estamos aquí para hablar de mí…
Pero bien que nos gustaría, complete en mi cabeza.


El profesor nos dio la espalda y fue como si viéramos el cielo aquí en la tierra. ¡Que delicioso trasero!
Cerré los ojos, intentando concentrarme en lo que decía. Pero era imposible, al abrir los ojos siempre estaba esa espalda ancha y seguramente, podía apostar mis pulgares, a que era musculosa y bien formada. Mis manos se imaginaron recorriendo cada pulgada de ese tentador cuerpo. Seguro que este tipo era la encarnación del mismo Lucifer. Porque me sentía ardiendo en el mismo infierno.
-Ok, chicas. La clase término – anuncio el profesor segundos antes de que la campana de cambio de clase sonara rotundamente. –Nos vemos el miércoles.
Comenzó a guardar sus cosas. Todas esperábamos hasta que él terminara para posar los ojos en su trasero, enfundado en pantalones caqui. ¡¡Uy!! Ningún profesor era tan, tan, tan sexy como Patrick Snyder.
Todas, como cada maldito día, salimos a su espalda. Olfateando excitadas la estela de su desquiciante colonia. ¡Mmmh!


-¡Tu!
Gire. Oh-oh.
-¿Yo? – me hice la desentendida. Pero sabía quién era. Era el tipo que le arroje mi bebida fría.
-No te hagas la graciosa conmigo, niña – señalo acercándose.
Mire a los lados, no porque dudara a quien le hablaba, sino para buscar una salida rápida de su alcance. Ser de mediana estatura era bueno en muchas ocasiones. Y no es que me metiera en problemas siempre. Ok, si, si me metía en problemas o la mayoría de las veces. Pero esta vez, era un tipo, un tipo muy alto. Rubio y notoriamente musculoso el que me hacía frente.
En una de sus manos llevaba el casco, aun manchado de la bebida de color rojo, y en la otra su chaqueta de piel manchada también. Tenía la mandíbula tensa. ¿Recuerdan a Brad Pitt y esa tensa mandíbula cuando se enojaba en Legends of the Fall? Pues justo así lucia el tipo. A punto de estallar.
-No sé de qué hablas… - dije segura.
-De esto – dentro de su casco tenía mi vaso de bebida. ¿Más pruebas, Ginebra? No, eras mujer de escasos 20 años, muerta.
Mi pulso se aceleró. Fruncí el ceño.
-¡Ah! También te gusta el Icee, oh pero que buena noticia – fingí una sonrisa.
-No estoy de humor, niña – el tipo rompió el vaso. Uy. Se acercó. Trague. Esa mirada celeste cargada de enojo me paralizo.
Con cualquier otro tipo ya le hubiera dado una patada en la entrepierna y hubiera salido disparada del lugar. Pero esa mirada, esa boca torcida con arrogancia, me tenía helada.
-¿Lo siento?
Un momento. ¿Yo… disculpándome? Si, si era yo disculpándome.
-Muy tarde… - estaba a unos pasos de mi lugar. Seguía de pie, con los libros de mis clases entre mis brazos. Mi mochila pendiendo de mi hombro.
-Pero una disculpa es una disculpa aquí y en China.
-De donde yo vengo, no se arregla con disculpas – dijo rompiendo toda la distancia.
-Pero soy una chica… - jadee nerviosa.
-No fuiste una chica cuando me lanzaste al menos a 20 metros el vaso con helado, ¿o sí?
Abrí la boca. Ok, tenía un punto.
¿Un punto? ¡Ginebra, el tipo va a golpearte!
-¿Vas a golpearme?
El tipo torció la boca de lado.
-Ojo por ojo… - dijo antes de echarme el contenido de su casco en la cabeza.
-¡¡Aaaagh!! – chille molesta. Llena de helado rojo. Estaba frio, muy frio.
-Diente por diente – finalizo con una sonrisa y paso un dedo por mi mejilla para tomar algo del helado. –Mmmh… La venganza se sirve fría. Nos vemos.
Lo vi desfilar por el pasillo.
-¡Idiota! – patee el piso.


No sé cuánto tiempo estuve en el pasillo, goteando esa mezcolanza roja con dulce. Mi corto cabello de inmediato se mojó y se endureció por el dulce. La blusa blanca que llevaba se tiño roja también. Mis jeans, bueno, parecía que me había orinado. ¿Cuántos vasos de helado tenía el tipo en su casco?

-¿Lawrence?
Bah, lo que me faltaba. La profesora de mi materia optativa. Emily Wildest se acercaba por el pasillo con una risa contenida en los labios. Que más que solo una risa, era una carcajada.
-Ande, puede reírse – bufe. –Si yo fuera usted, me reiría de mí.
La profesora aclaro su garganta.
-¿Estas bien?
-Necesita muy poca observación para descubrirlo.
-¡Hey! Ginebra, yo solo intento ser amable.
-Ok, lo lamento. No, no estoy bien. Apenas es medio día y yo ya estoy cubierta de helado.
Sacudí los brazos. La profesora dio un brinco quitándose del camino de los restos de helado.
-Deberías ir a la enfermería – sugirió.
-No, estoy bien – sacudí la cabeza. Esta vez sí le toco un poco de helado a la profesora. –Lo siento.
-Ya, descuida. Ve a clase – de su bolso saco un paquete de pañuelos desechables. –Quédatelos.
-Gracias – asentí y me dirigí a la salida que daba al jardín. Directo a la clase de Artes Plásticas.


Mientras cruzaba el césped, los mirones me señalaban, incluso otros se reían. Yo simplemente levantaba mi dedo medio a cualquiera que se cruzara por mi camino.
-¡Lawrence!
¡Ay no! Otro profesor.
-¿Pasa algo entrenador Luka?
Dorian Luka era el entrenador de futbol americano, soccer, basquetbol, y cualquier otro deporte que se les ocurriera en la escuela. El tipo si portaba con honor el título de entrenador, no era el típico obeso anciano que tenía una enorme panza de cerveza. El entrenador Luka era un tipo atlético, ojos celestes y tiernos. Y cuando entrenada al equipo de americano en el campo trasero de la escuela. Era lo más parecido a un orgasmo visual. Su torso estaba bien marcado, como tableta de chocolate. Que suerte encontrar hombres como el entrenador Luka y el Profesor Snyder en un solo campus Universitario.
-¿Día difícil? – pregunto pasando el dedo por mi otra mejilla.
-Algo así – alce los hombros. –Me voy a clase…
Di un paso al lado y continúe mi camino. No estaba en ningún equipo deportivo. Si no me hubiera metido a las duchas a cambiarme. Pero… Si el profesor Luka acababa de pasar a mi lado, quería decir que no había nadie en las duchas.
Mire sobre mi hombro, el entrenador entraba al edificio por el que yo salí. Corrí hasta las duchas y gritando me anuncie.
-¿Profesor Luka? – pregunte. Sabía que el entrenador no me respondería. Pero no iba a entrar gritando “¿Hola?, ¿Hay alguien?” no era del reparto de Scary Movie.
Nadie contesto como suponía. Así que me dirigí a las duchas de mujeres.
-¡Mierda! – la puerta estaba cerrada. Patee la puerta molesta.
A unos 15 metros, por un largo pasillo, estaban las duchas de los hombres. Si me apresuraba… Si, nadie sabría que Ginebra Lawrence estuvo aquí.
Corrí a través del largo pasillo. Pregunte de nuevo por el profesor, nadie contesto. Me metí a una de las regaderas que, como era lógico, no tenían cortina. Dios, lo chicos no tienen pudor, ¿o qué?
Como sea, me quite la ropa, la deje sobre mi mochila y mis libros, que por cierto se llenaron de helado. Ya después me las arreglaría para cambiarlos en la Biblioteca de la escuela.
Una vez desnuda abrí las llaves. El agua estaba tibia. Solo enjuague mi cabeza. No me atreví a tomar la barra de jabón verde que estaba en una repisa al lado de las llaves del agua. Capaz que me contagiaba de algo.
El agua cayendo en mi rostro me relajo tanto que recargue la frente en el azulejo. Afuera hacia un poco de frio, pero en las duchas era agradable el ambiente. Un ruidito de pasos me hizo dar un salto. Cerré rápidamente la llave, y tome una toalla de una repisa alta sobre unos armarios de metal frente a las regaderas.
Tome mis cosas y corrí envuelta en la toalla hasta el fondo de las duchas. Desde mi escondite podía ver cada una de las regaderas. Iba a vestirme cuando…
El cuerpo más asombroso del mundo se paseó frente a mis ojos. Trague con dificultad. No podía ni parpadear. La toalla la tenía envuelta en la cadera. Su espalda estaba bien trabajada. Con esas dos marquitas en la parte baja de su espalda. Esas marquitas que eran difíciles de obtener pero que tanto amábamos las chicas. O al menos yo.
Mis libros cayeron al piso haciendo un gran estruendo. Intente detenerlos, muy tarde. El tipo se giró… Y…
-¿Quién está ahí? – pregunto.
Abrí la boca, a punto de babear. Era el rubio del vaso de helado. ¡¡Dios!!
El tipo era, en pocas palabras: Como un buen trago de cerveza.
Refrescante. No me refiero al vaso de helado sobre mi cabeza. Sino… La verdad ni yo puedo describirlo. El tipo era un molesto. Pero esos ojos. Esos labios. Su nariz. Su torso. Su tableta de chocolate. ¡Vamos, podría lavar algo ahí! Y lo que estaba debajo de esa toalla que cubría tan celosamente. Mmmh… ¡Mucha ropa!
El tipo decidió finalmente que no había nadie. Nadie salvo la pervertida que disfrutaría de la vista de tan deliciosas nalgas. ¡Woooh! Se dio la vuelta, abrió la llave del agua y se quitó, ¡por fin! La tolla de las caderas.
Su… ¡Si, trasero! Era digno de estar en el paseo de la fama, o en el paseo de mis manos sobre esa piel bronceada tenuemente. ¡Siii!
¿Hacia calor, o era yo? ¿O quizá el culo de ensueño de este Dios?
Disfrute del agua cayendo por su cadera, por donde la espalda pierde su nombre. Cuando alzaba los brazos para lavar su cabello los músculos de su espalda se tensaban tentándome a meterme al agua con él. ¡¡Por todos los cielos!! Necesitaba con urgencia una ducha de agua fría. ¡¡Ya, ahora mismo!!
El tipo termino de ducharse y yo cerré los ojos cuando se giró hacia el frente. Sentí un calor delicioso aparecer entre mis piernas. Ahora sabia la razón del porque a los chicos les gustaba mirar películas pornografías o revistas de lo mismo. La vista puede más que cualquier otra cosa. ¡Dios!
Escuche aun con los ojos cerrados, los pasos descalzos del tipo alejándose de las regaderas. Como pude me vestí y salí lo más silencioso posible de las duchas, recorrí con rapidez el área de vestidores. Mire sobre mi hombro.
-¡Auch! – tropecé con una maleta de deporte. Era de él, podía jurarlo. Era el único en las regaderas. Intente ponerme de pie, pero mi Chuck Taylor se había enredado con un zíper. Intente jalarlo. No pude. Forcejee una vez más hasta que me rasguñe el dedo con el zíper. –Maldición – lleve mi dedo a mi boca. –Estúpida maleta – bufe.
-¿Qué haces tú aquí? – alce la vista. Al inicio de ese pasillo estaba el rubio. Aun con la toalla envuelta en su cadera. ¡Dios! La humedad del agua aun cubría su pecho. Su delicioso torso.
-Nada… - moví disimuladamente mi pie. Intentando zafarme. Sin éxitos de nuevo.
-¿Por qué no te pones de pie? – pregunto acercándose.
-Porque… - dude. –Me atore – le dije finalmente. No era como si me fuera a echar más helado en la cabeza, ¿o sí? Ya estábamos a mano.
El rubio se acercó. Se sentó en las bancas de metal.
Yo estaba tumbada en el piso. Él se inclinó y sin mi permiso tomo mi pie, subiéndolo a su rodilla. Me sentía tan expuesta y muy incómoda en esa posición. Tenía mis codos recargados en el piso. Las piernas abiertas y mi pie sobre su rodilla. ¿Era yo o estábamos en una situación bastante incomoda y bastante caliente?
-Tendremos que cortar la agujeta – comento. Se arrodillo entre mis piernas. Sin pena ni gloria empezó a remover las cosas dentro de su maleta. Intente hacerme hacia atrás, pero no podía. Jalaba la maleta con mi pie y él me seguía con la ceja levantada. Así que me rendí.
Y con las piernas abiertas y con el rubio entre mis piernas, sentí mi cuerpo arder… aún más.
-No te muevas – dijo cuando termino de rebuscar en su maleta y entre su mano derecha tenía una navaja suiza. Trague. –Hey, no te hare daño – la comisura de su boca se levantó apenas, o eso creí ver.
El rubio abrió la navaja y una hoja de metal reluciente me hizo abrir mucho los ojos. De cierta forma me sentía muy nerviosa. No podía ni hablar. Y siendo como era ya le hubiera dicho un par de cosas al tipo. Que como dije antes, estaba para comérselo.
-¿Qué hacen ustedes dos?
El rubio volteo hacia atrás.
-Le corto la agujeta a su tenis – dijo como si la posición en la que estábamos no demostrara otra cosa.
El tipo en toalla, aun con el cabello húmedo, yo en el piso, con las piernas abiertas y el cabello húmedo también. No, que va, esto no parecía otra cosa. Salvo lo de mi pie atorado en su maleta.
Me incline de lado para saber quién era el otro visitante. Era el entrenador. Tenía una sonrisa macabra en su rostro.
-Lawrence – me llamo. –Pensé que irías a la enfermería. No que te meterías de contrabando a las duchas…
-Yo… - ¿Cómo sabía que me había metido a las duchas?
-Se te cayo su cartera – dijo alzando su mano con mi cartera. Sin duda era mía.
-Oh… - logre decir. El rubio me miro.
-Así que eras tú…
-¿Yo?
-El ruido que escuche cuando me iba a meter a la regadera – continúo como si no lo hubiera interrumpido. Termino por cortar mi agujeta. –Listo…
Me arrastre un poco más, alejándome de él y me puse de pie. Aun con las piernas temblando. El tipo sudaba sensualidad.
-Lawrence – El entrenador me lanzo mi olvido. La atrape entre mis manos. Le di una tímida sonrisa en agradecimiento. –De nada. Ahora, tienes que irte, los chicos están por…
-¡Uuuuh! Mami…
-Muy tarde… - bufo. –Hey, hey, tranquilos…
Varios tipos, fortachones, altos, delgados, de cabellos cortos, largos, rubios, morenos… se fueron congregando en el pasillo. Muchos solo vestían sus jeans, sin nada arriba. Y todos sin excepción me miraban. Me sentí aún más pequeña de lo que era.
-Garret, sácala de aquí… - le ordeno el entrenador al rubio. El tipo asintió y se puso los jeans por debajo de la toalla, mientras los demás me miraban aun. Se puso una playera y tomo mi codo a la salida.
-Mi…
-Mochila – termino y me jalo de vuelta al pasillo y regresamos por nuestros pasos cuando tuvo mi mochila entre sus manos. -¿Cómo se te ocurrió meterte a las duchas de hombres tu sola?
-No lo sé – acepte avergonzada.
-¿Te gustan las emociones fuertes, ah? – pregunto divertido.
-Solo… necesitaba quitarme el helado de la cabeza. Gracias a ti…
-Bueno, también tuve que ducharme, así que estamos iguales. Toma… - me dio mi mochila.
-Gracias… - me la colgué en el hombro. Di media vuelta y me camine a mi clase de Artes Plásticas.
-¡Aun me debes una Lawrence! – grito. Me gire para gritarle, pero él ya estaba entrando a los vestidores de nuevo.
Deje caer los hombros, rendida. ¿Qué era lo que decía que le debía? Bueno, me quedaría con la duda. De todos modos, no creo que compartamos clases. Se veía que estudiaba en el área de Ingenierías Mecánicas. Yo estaba en el área de Artes y Literatura. Seguro que no nos toparíamos nunca. Pero no esperaba eso. Quería volver a verlo, y si era en las duchas, mucho mejor.

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Las chicas del Té de Lemmon

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