Son geniales!!! =D
Feliz fin de semana y para las que aun no entran a la escuela disfruten sus vacaciones... (las mías han acabado T_T) jajaja Saludos!
Besos!!
Xau!! :D
Summary:
No llame a Adam en toda la tarde. De cualquier forma sus problemas mentales eran sus problemas mentales, sino quería contármelos era cosa de él. No lo obligaría a confesarse. No perdería mi tiempo en rogarle que me contara si él no quería.
Decidí, entonces, dedicarme a acomodar mis nuevos brazaletes y a limpiar las vitrinas.
-Ouh, mis hombros…
Cuando finalmente había terminado con la limpieza de mi tienda me dolía el cuerpo como si miles de caballos me hubieran pasado encima. Solo había una cosa que me sanaría el cuerpo, justo ahora que Adam estaba de niña.
-¿Diga?
-Hola, Noah… - salude al enorme tipo bronceado que intentaba meterle entre ceja y oreja - y entre otras partes más -, a Kenzi.
-Hey, Marion, ¿Cómo has estado? – saludo alegre. Siempre era amable. Y tenía de conocerlo más o menos 3 meses. Cuando tropecé en una coladera abierta, mi pie se lastimo un poco, así como mi tobillo, pero él siendo un buen masajista y quiropráctico experimentado, mi pie había quedado como si nada en un par de sesiones. Había vuelto a su negocio otro par de veces más, cuando necesitaba de un poco de paz física. Y esas manos… ¡No digas! Eran la cosa más deliciosa del mundo. Lo malo, en aquellos tiempos, era que Noah tenía novia, y estaba perdidamente enamorado, o como yo diría, estupidizado por ella. Al final, la perra lo había dejado por otro tipo, que está de más hablar de él, ya que era un papanatas.
-Bien, aunque… justo ahora estoy molida. ¿Podrías hacerme un hueco en tu agenda de hoy?
-Mmm… seguro, te acomodo a las 7 de la noche, ¿está bien para ti?
-Seguro… - suspire. –Dios sabe que necesito relajarme.
-Por el tono de tu voz apuesto a que fue Adam… - comento.
-Exacto. De nuevo tuvo uno de esos ataques donde no me quiere contar nada…
-¿Y de nuevo no quisiste preguntar qué pasaba? – tres meses eran suficientes para conocerme a la perfección.
-Si pregunte, solo que él de nuevo contestó seco. Con su… “Él arruino mi vida” – gruñí imitando el tono de voz de Adam.
Noah soltó una risita encantadora.
-Caray, mujer… Bueno, ven a desahogar tus penas en mi mesa de masajes…
-Si, lo necesito enormemente, Noah. Nos vemos más tarde. Adiós…
-Adiós, Marion, cuídate… - colgamos al mismo tiempo.
Mis tripas rugían de hambre. Esas manzanas picadas no habían despistado a mi barriga hambrienta. Mis amigas no me habían llamado para comer, seguro estaban ocupadas.
Escuche la campanita de la puerta que anunciaba que alguien entraba. Alce la vista.
-Lo siento, está cerrado…
-Marion… - era Adam. Siempre que se avecinaba una disculpa usaba ese tono lastimero.
-Adam… - alce la ceja, y para nada imite su tono de voz, el mío era acido y aburrido.
Dios sabe que si no se hubiera enojado y puesto como niño berrinchudo lo habríamos hecho en el almacén, o mejor aún, hubiéramos subido a mi loft y me lo hubiera comido en la mesa de centro.
-Lo siento…
-Que bueno… - tome mi bolso y las llaves del local. Era hora de cerrar y hora de comer. Por el momento comida solamente. Ya después me aseguraría de comer carne de hombre.
-Marion, por favor, te estoy ofreciendo una disculpa por mi comportamiento infantil de hace rato… - tomo mi muñeca antes de que llegara a la puerta.
-Si, pues no me convences – alce la barbilla. –Tendrás que esforzarte más, niño malcriado.
-Necesito que me eduques… - sugirió.
Dios. Esa mirada. Si, él necesitaba unos azotes.
-Necesitas más que eso, Adam… - me solté de su agarre. Me miro contrariado. Y un segundo después mi mano voló a su entrepierna y la apretó. –Necesitas más que eso para dejar de ser berrinchudo…
Adam jadeo y su rostro se contrajo en una mueca de placer y sorpresa.
-Pégame si es necesario… -dio un paso hacia adelante, dejando que lo acariciara a conciencia, y lo hice.
-Te atare… - prometí.
-Se escucha tan ruin viniendo de ti – sonrió de lado.
-No escucho miedo en tu voz, Adam…
-Es porque no tengo miedo – respondió seguro de si mismo.
Y yo me aseguraría de quitarle todo resto de petulancia a su voz y a su sonrisita.
Le palmee el trasero lo más fuerte que pude. Él jadeo.
-Uh, ¿se supone que tiene que darme miedo?
-No… aun no – apreté sin nada de ternura su entrepierna. Lo vi morder sus labios y tensar la mandíbula. Si eso le dolía lo ocultaba muy bien.
-Me encanta que pierdas la cordura… - comento, una vez que comencé a abrir sus jeans. Dispuesta, esta vez, a comer carne humana.
Como pudimos subimos a mi loft. Vivía sobre mi tienda.
A trompicones lo arroje a la sala mientras cerraba mi puerta. Me volví hacia él. Adam estaba sobre mi sofá de tres plazas rojo.
-Quítate la ropa… ¡ahora! – ordene.
Adam sonrió y se deshizo de su chaqueta y su playera blanca. Iba a abrir su cinturón cuando lo detuve.
-No… quiero hacerlo yo… - me hinque frente a él.
Adam sabía lo que tramaba, acaricio mi cabello y mis mejillas conforme lo despojaba de sus ropas.
Su miembro prácticamente salto a mi boca cuando le arranque el bóxer. ¡Estoy famélica!
-¿Sabes que es lo que pasara, verdad?
-Y quiero que lo hagas lento… - susurro mirando mis ojos.
-¿Lento? ¿Así? – bese la punta de su pene y poco a poco llegue a la base, mis manos mientras tanto, acariciaban con ternura sus testículos.
-Oh si, así… - jadeo.
Tenía hambre, mucha. Además de que quería darle una lección por comportarse como un infante.
Un par de horas más tarde, después de devorarlo, de torturarlo y de atarlo a la cabecera de mi cama, Adam me abrazaba, durmiendo sobre mi pecho. Sus musculosas y ligeramente velludas piernas me hacían cosquillas, era una sensación agradable.
Soltó un suspiro y se acerco a besarme.
-Marion… estas completamente loca…
-Dime algo que no sepa, Adam – mordí su labio inferior.
-¿En serio?
-Si… - asegure.
-Marion… - suspiro. –Quiero hablar de… Jackson.
-¿Qué pasa con él? – Salí de debajo de su cuerpo y envolví mi cuerpo desnudo con la sabana, recargue mi espalda en el almohadón largo contra la cabecera de mi cama.
-Antes… - se sentó contra sus talones, cubriendo su desnudo cuerpo con un extremo de la sábana blanca – éramos amigos.
-Ajá…
-Pero tuvimos problemas – continuo.
-Si, por lo de la disquera, ¿no? – interrumpí.
-Si y no…
-No entiendo…
-Éramos amigos y… si queríamos hacer un disco… Y yo tenía novia – bajo la mirada. Sabía que aquí venia la bomba.
Por favor que no me saliera con que era casado, o que Jack le había bajado a la novia o que tenía hijos o no sé qué más.
-Conocimos entonces, a un tipo… Julien… él… se metió con mi novia…
-¿Por eso odias a Jack? – interrumpí ansiosa.
-No… - frunció el ceño. –Lo odio porque… porque… si no hubiéramos ido a esa estúpida fiesta, no hubiéramos conocido a Julien, y así… Lilian – cerró los puños contra la almohada. –Ella está muerta por su culpa. – exploto finalmente. –Lilian no quería ir, pero… Jack le dijo que sería divertido, pero era una mentira, ambos queríamos que esos tipos de la disquera nos vieran, que supieran que podíamos estar frente a mucha gente, ya que ahí tocaríamos, entonces Julien engatuso a Lily… y… la drogo…. – su rostro reflejaba puro dolor. Acaricie sus manos.
-Tranquilo…
-¿Cómo mierda quieres que esté tranquilo? ¡Todo fue culpa de Jack! ¡Todo! Lilian, no estaría muerta de no ser por él. ¿Entiendes?
-Pero Lilian quiso meterse con el tal Julien – comente.
-¿Acaso no escuchaste que la drogo para encamarse con ella? ¿Eres estúpida?
-No me digas estúpida, cretino – lo empuje. –¡¡Lárgate de mi casa, vete, fuera!!
-Soy Chuck… ¿estás libre hoy?
Jadee.
-Seguro, estoy en mi departamento… - respondí a esa voz profunda y sensual.
-Bien… estoy contigo en unos minutos – colgó.Corrí a mi habitación, me puse unos jeans ajustados y unas Stilletos. Crecí 8 centímetros con ellos. Los adoraba. Eran los únicos que tenia, bueno salvo unos de animal print. Que estaban fabulosos. Pinte mis labios color carmín. Estuve lista en 5 minutos. Suspire.
Chuck…
Ese chico era genial. Estupendo. Solo… si, era el mejor amigo de mi prima. Y él moría por ella. Yo, digamos que era su hombro en el cual llorar, la persona con la que podía liberarse. Odiaba eso, pero él solo podía ofrecerme su amistad. Lo había dejado claro cuando una de tantas noches se había embriagado en mi casa y me había confesado estar enamorado de mi prima. Luna, era una perra con suerte. Y la muy ciega no se daba cuenta que tenia a Chuck babeando por ella. O quizá estaba tan embobada por el hijo de su jefa –eso lo sabía por mi fuente, Lizzy- que no se daba cuenta de nada que no fuera el tipo alto de cabello largo y ojos pardos.
No podía culparla, con un Dios así, ¿Quién miraría otra cosa?Claro que Chuck tenía lo suyo. Ojos celestes de infarto. Una sonrisa picarona y ese cabello despeinado, que le daba un aire despreocupado tan seductor que me mojaba de solo imaginarlo tendido en mi cama, pasando mis dedos curiosos por los mechones de su oscuro cabello, y mejor aun, mis manos por cada pulgada de ese glorioso cuerpo.
Maldita la hora en que decidí brindarle mi apoyo incondicional y no mi cama para cuando tuviera frio en sus noches de soledad. ¡Maldito mi lado solidario!
Tocaron la puerta. Tome aire una vez más y camine nerviosa. Si, Chuck me ponía nerviosa.
-Hola…
-Hey… ¿Puedo…?
-Claro… pasa – entro y cerré mi puerta. Camino hasta la salita y se tumbo en uno de mis sofás. No dejo de sonreír, lo que indicaba algo bueno. O eso esperaba.
-Traje una botella de vino. Dulce como te gusta… - sonrió.
-Gracias… traeré unas copas… - fui a mi cocina.
Con mis stilletos alcanzaba la alacena donde guardaba mis copas.
-¿Te ayudo? – lo sentí detrás de mí.
-¡Dios…! - tire una copa al piso. –Que tonta… - y todo por tu culpa, pensé.
Se inclino a recoger los pedazos de vidrio. Dios, que vista de la curva de su trasero.
Venga, Kenzi, relájate. Relájate. Tome aire profundamente.
-¿Dónde está tu basura?
-¿Cómo?
Sonrió de lado. No hagas eso, no….
-Tu basura, Kenz, ¿dónde está?
-Ah… - regrese a tierra. –En esa puerta… - señale debajo del fregadero.
Vertió los pedazos en la bolsa y se volvió a mí.
-Necesitaremos otra copa. ¿O quieres compartir?
Era mi cabeza, ¿o él se estaba insinuando? Nah, seguro era mi mente cochambrosa. Sí, eso.
-Buscare otra copa – esta vez me asegure de tomarla con fuerza. No tanto para romperla, pero si lo suficiente para que no se cayera al piso. –Listo. Hasta la raya morada…
-Luna dice lo mismo… - comento. Y me hirvió la sangre. ¿Por qué tenía que recordármela? No podía verla como una rival, porque… porque es mi familia. La quería como a una hermana. Pero… ¡Agh! Odiaba que Chuck la mencionara. Que dijera su nombre cuando yo fantaseaba con él.
-Si… seguro que si… - con mi copa llena salí de la cocina y me quite los stilletos dando patadas largas. Mi calzado salió volando y tiro un florero de plástico que no tenía más que una rosa de plástico con un globo que me había regalado Marion un día de San Valentín.
Chuck se unió a mí, que ya estaba enfurruñada en mi sofá de una plaza con los pies desnudos cruzados como indio bajo mi cuerpo, el mando a distancia de mi televisor en mi mano derecha, y buscando con furia algo de acción, matanza y sangre que aliviara el libido y la furia dentro de mi cuerpo.
-¿Pasa algo?
-Nah – conteste sin más. –Listo… - algo de matanza. Justo pasaban Fast & Furious por la TV de paga. Bendito el Dios del cable.
-Te veo rara…
-Estoy bien… - no lo mire. Mis miradas me delataban. Bebí de la copa y fantasee con Vin Diesel, ese hombre… -¡Que músculos! ¡Que cuerpo! ¡Tómame, Vin! – jadee en voz alta. Sin poderme contener a dejar el pensamiento solo para mí.
-Luna también ama a ese tipo lleno de bolas… - comento divertido, con un halo de nostalgia al recordar a mi prima.
-No me digas… - voltee los ojos. Un trago más largo de vino cayo por mi garganta. Llene mi copa de nuevo.
Creo que Chuck seguía hablando de lo maravillosa que era Luna. Deje de ponerle atención cuando dijo: “A Luna también le gustan los girasoles”, no, no fue esa… Fue cuando: “Si… Luna pensaba hacerse el tatuaje de las estrellas también…”, si, fue esa.
Cuando vio mi tatuaje de estrellas en mi nuca. Perdí los estribos y bebí directo de la botella. Ahogando mis penas frente a él y sus tiernos comentarios a mí prima favorita. No era sarcasmo, en serio era mi prima favorita.
-…Por eso creo que he perdido definitivamente a Luna…
-¿Eh? – justo ahora estaba tumbada a lo largo de mi sofá de 3 plazas. Sin nada más en la mente que ahogarme definitivamente en esa piscina en forma de riñón que tenía el jardín de niños donde trabajaba. Si, sería una linda pero lenta muerte…
-¿Escuchaste lo que decía? – eso no se escucho nada bien. Detecte algo de molestia en su grave voz.
Alce los hombros.
-Creo que no… ¿Qué decías? – lo mire. Mi mirada apenas enfocaba. Dioses, estaba ebria. ¡Que más da! El vino esta delicioso. Un trago más. -¡Mmm! Esto es ambrosia pura. Ahora se porque Gannicus lo toma todo el tiempo mientras se coje a esas putas.
-¿Cómo dices?, ¿Gannicus…?
-¡No me digas! – me incorpore y sentí el mundo moverse bajo mis pies. Cerré los ojos y lo señale. -¡A que Lunita también lo ama! ¡Jodeme Dios! – me puse de pie. Trastabille un poco. Perdida definitivamente en el adictivo sabor de las uvas fermentadas. Dioses, que delicia.
-¿Qué sucede contigo? – creo que intento atraparte para que no cayera al piso, muy tarde.
Justo ahora besaba mi alfombra de poliéster. ¡Hey! ¿Quién piso lodo y no se quito los zapatos al entrar? Iugh, necesita con urgencia ir a la lavandería.
-Quítate los zapatos – chille mientras intentaba ponerme de pie. Esto estaba difícil. Todo daba vueltas. ¡Uh! Más vino…
-¿Cómo dices?
-Ensuciaras mi alfombra, cretino…
-Oh, ya… - lo vi descalzarse con ayuda de la punta de sus pies detrás de cada talón.
Una vez de pie, empecé con el vomito verbal.
-Y no me digas que Lunita también te hace quitarte los zapatos cuando llegar a su alfombra de lana… no me lo digas. ¡Porque sé que lo hace!
-Diablos, no. No iba a decir nada de eso, ella no me dice que me quite los zapatos.
-Bien – asentí. –Al menos podemos diferenciarnos por ese pequeño detalle. ¡Que bien! – ironice.
-¿Kenzi…?
-No me toques… no me toques…
-Pero, solo déjame ayudarte, te llevare a la cama.
-Dios, como deseo que lo digas en serio – confesé. –Y puedo ir sola. Vete – brame.
-Bien, lo siento…
-Yo más – rugí. El monstruo se había despertado. Odiaba que me compararan. Lo odiaba. –Por cierto, Charles. Los próximos días no estoy para ti, nunca más.
-¿Cómo?
-Estoy harta… adiós – le azote la puerta en la nariz.
-Kenzi, ¡¡Kenz!! ¿Qué demonios sucede contigo? – golpeaba la puerta.
Odioso sonido.
Le di la espalda a la puerta, decidida a tumbarme en mi cama. Pero no llegue y tropecé en el pasillo. El piso dio vueltas una vez más. Y algo tibio salió…
¡Dios!
Anduve de prisa hasta mi clase de Artes Plásticas. Según tenía entendido la profesora se había mudado a ¿Canadá, Alaska? En realidad no recuerdo a qué lugar, pero era a miles de kilómetros de aquí. Así que hoy llegaría el profesor nuevo.
Llegue al aula con 5 minutos de ventaja para que tocara la campana de inicio. Tome mi lugar al final de la fila cerca de la venta, deje mi mochila en el piso y revise que tan mal estaban mis libros. El tipo ese también los había mojado.
-¡Puagh! – estaban totalmente mojados. Los deje cerca de la ventana, abiertos por la mitad. Esperando que el clima casi invernal los compusiera al menos un poco.
El aula era un tanto pequeña. Era un estudio donde en la parte de en medio estaba una base en forma de cilindro. Esa la utilizaba la profesora anterior para llevar objetos o cualquier cosa que se le ocurriera que pudiéramos pintar, dibujar o garabatear en las hojas de los caballetes. Esta vez estaba sobre el cilindro una tela roja sangre arrugada. Mire extrañada el lugar.
El aula se llenó. Todos esperábamos en silencio. En esta clase si había hombres, al menos un poco más que en la clase de Historia del Arte. Casi podía decir que era como en la clase de la profesora Wildest. Mitad y mitad. Aunque nada digno de ser mencionado. Los tipos guapos de la clase solo estaban aquí, porque las chicas eran un tanto liberales, por no decirles golfas. Así que aprovechaban la inspiración de las chicas y servían de modelos desnudos, en sesiones privadas. O al menos eso era lo que escuchaba en los pasillos, al salir de la clase. Nunca habíamos hecho un dibujo con modelos humanos. Mucho menos con modelos desnudos. Aunque esas chicas ya tenían toda la experiencia con tipos andando con las bolas al aire. Tan solo bastaba verles las caras y los cabellos alborotados al salir de los cuartos de los edificios de residencia de alumnos.
-¡Gin! – mi amigo Seth, saludaba desde la puerta. Él estaba en el área de Ingeniería mecánica de la escuela. No compartíamos clases. Bueno, salvo la de Sexualidad con la profesora Wildest, y eso solo porque Seth la amaba con locura y pasión
Deje mi lugar y camine al pasillo.
-Ya se corrió la voz… - comenzó a decir apenas salí del aula.
-¿Correrse la voz?
-Si, que entro una chica a las duchas de chicos – sonrió.
-Oh… ¿Quién dijo eso?
-Todos los del equipo de Americano, obvio – volteo los ojos. Ah, cierto. Seth era corredor en el equipo.
-¿Y…? – alce una ceja.
-¿Cómo que y…? Gin, ¡Una chica! – casi grito.
-Ya va… Te diré algo… - lo jale cerca de los lockers de metal del pasillo. –Yo fui la que entre a las duchas… No armes jaleo – le previne con la mirada cuando Seth estuvo a punto de chillar por la sorpresa.
-¿Por qué? – susurro.
-Tenia que lavar mi cabello – respondí. De cualquier forma era la verdad.
-Bah, no te creo. Todos dicen que era una chica hermosa… - callo de repente. –Es decir… - rasco su nuca.
-Ya, déjalo Seth. Ambos sabemos que no soy una hermosura.
Y aunque lo sabía. Me dolía reconocerlo. Seth era hombre, y era mi mejor amigo desde que tengo memoria. Podía decirse que éramos como hermanos. Pero, no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Si, el llanto se aproximaba.
-Tengo que volver a clase… - mira hacia la puerta, donde varias chicas… Las porristas se congregaban en la puerta con los chicos jugadores de soccer.
-Gin, no quise… - Seth tomo mi brazo.
-Ya… - menee la cabeza restándole importancia. –Nos vemos después. Adiós.
-Seguro… - camino apresurado por el pasillo y doblo una esquina.
Volví a mi lugar, aun con el nudo en mi garganta.
Quizá lucia como una chica más del montón. Una con los ojos marrones como la mayoría, el cabello corto y despeinado. De estatura promedio, o quizá menos. Piel clara. Nada destacable. No había tenido novio. Ni algo que aparentara tener una relación más allá de la amistad. Y no es que necesitara de uno. Aunque a veces necesitaba un apapacho menos fraternal. Mi vida digamos que no era nada digno de mención. Estaba 7 horas en la Universidad y regresaba al edificio donde vivía. Cerca del campus. Tenia entendido que lo compartía con una chica, pero nunca en el año que llevaba en la escuela, la había visto. Ella si que tenía vida social. Yo, llegaba a la habitación, encendía mi ordenador portátil y me perdía a través de la música y mi biblioteca personal. El día siguiente y el que le seguía era lo mismo, una rutina sin fin. De vez en vez visitaba a mis padres en Boston. Nada destacable, ni digno de mención.
En ocasiones me aburría de mi vida. Ok, en muchas ocasiones me aburría de mi vida. Desearía que fuera otra y que cosas fantásticas me pasaran. Bien, tal vez debería dejar de leer libros de magia, brujas, vampiros, cazadores y esas cosas.
-Lamento la tardanza…
Los murmullos cesaron cuando un rubio de cabello largo entro al aula. Por supuesto que a todas se nos cayó la baba. El rubio tenía la mandíbula marcada, cejas más oscuras que su cabello. Labios tentadores. Parecía haber sido esculpido por un artista caliente. Porque el tipo estaba para comérselo. Los jeans se le ajustaban perfectos a ese trasero de muerte. Piernas fuertes y pasos decididos. Botas de motorista. Y para rematar con nuestras escasas neuronas una playera blanca, que nos dejaba ver lo magníficamente trabajado que estaba su pecho. Como sea, el tipo estaba delicioso.
-Hola, chicos. Soy su nuevo profesor de Artes Plásticas – el murmullo regreso. Esta vez eran los pocos tipos de la clase los que hablaban. Las chicas seguíamos sin poder articular palabra.
-Sí, chicos. Soy el profesor de Mecánica Automotriz… Para todas aquellas que no saben de qué demonios hablo, imparto esa clase para los chicos que osan intentar arreglar un auto – explico con una sonrisa bailando en esos labios carnosos.
¡¡Dios!!
-Pero como también me gradué de la Academia de artes de Londres, bueno… les daré este semestre y el que sigue, si nos portamos bien – soltó una carcajada.
Todas suspiramos.
¿Por qué diablos no sabía de la existencia de este espécimen? ¡Demonios!
-Ok, estem… - esta vez una sonrisa malvada se apareció en su rostro. –Tengo entendido que van muy avanzados con eso de los modelos. Pero hasta donde sé, su profesora solo les había traído fruteros y esas porquerías. Chicas, no saben de lo que se pierden hasta no ver un modelo frente a sus ojos y plasmarlo con sus pinceles, carboncillo o lo que se les ocurra. Si, nenas, hablo de Leonardo DiCaprio y su dibujo del Corazón del mar, o como quiera que se llame esa joya.
Los chicos soltaron una carcajada sonora como la de él.
-Pero… - alzo un dedo y todos se quedaron callados. –Como soy un buen tipo, y quiero tener relaciones buenas con mis alumnos… Y un amigo me debe un favor, esta vez no será Rose la que nos acompañe… - se aclaró la garganta. – ¡Hey, Garrett, trae tu culo bronceado aquí! – grito.
Pasaron unos minutos y nadie entraba al aula. Entonces el profesor salió y todas admiramos ese culo enfundado en tela vaquera. ¡Yeah!
-No voy a entrar a ese lugar… ¡Y no me puedes obligar! – rugía una voz masculina afuera.
-Oh, venga. Destruiste mi motocicleta favorita, es lo menos que puedes hacer… - decía el profesor con toda calma.
-Bésame el culo Tyson, no entrare a ese lugar. ¿Te das cuenta que también voy a esta Universidad? – bramaba.
El profesor soltó una carcajada.
-Lo sé, Garrett. ¿Y tú te das cuenta que puedo llamar a tu tía y decirle que te patee el trasero por romper mi motocicleta?
-¡No rompí nada! Solo se resbalo y se le rayo un poco el tanque de gasolina…
-Ajá claro… Anda, ahora entra a ese lugar antes de que decida yo mismo arrancar tu ropa – amenazo.
¿Arrancar su ropa? Oh por todos los cielos. Si iba en serio eso de modelos reales… y desnudos.
-Buen chico, Garry – el profesor le dio un empujón a…
¡El tipo de las regaderas! El mismo que me arrojo el helado en el pasillo. Bueno, prácticamente ya lo había visto desnudo. Al menos por detrás.
Intente ocultarme detrás del tipo sentado frente a mí, que era enorme cabe mencionar.
-Él es mi buen amigo Garrett, que por ser un idiota y romper mi motocicleta favorita, ahora mismo se desnudara para nosotros, y podrán plasmar su singular anatomía en sus hojas… Garrett, haznos el honor…
Miraba por encima del hombro de mi compañero de enfrente. El profesor estaba notoriamente contento. No podía ocultar la sonrisa burlona de su rostro perfecto. Y Garrett estaba rojo de ira. Los puños cerrados y la mandíbula tensa.
-No me voy a quitar la ropa, solo dijiste que me subiría a esa cochinada de pedestal – rugió.
-Yo dije que serias modelo por un día. ¿Y qué hacen los modelos? Se desnudan – contesto su pregunta soltando una risilla. –Así que… ¿Qué esperas? – cruzo los brazos sobre su pecho. Los músculos se acentuaron y creí morir.
-Tyson… - murmuro.
-¡Venga, Garry! El hombre nació desnudo. Es más… - escuche los pasos pesados del profesor. –Tu…
Alce la mirada. Era yo. Trague.
-Ven, ayuda a nuestro modelo… Ponte de pie… ¿Tu nombre?
-Lawrence…
-Dime el nombre de pila, aquí todos seremos amigos… - sonrió encantadoramente.
-Ginebra… - murmure, sentí mis mejillas arder aun más.
-Oh, que original – torció una sonrisa aun más encantadora y estiro la mano para que la tomara. Lo hice sin chistar.
Era callosa, grande, fuerte. ¡Tóqueme profesor de Artes!
-¿Qué demonios haces tú aquí? – chillo Garrett.
-¿Qué te importa qué demonios hace aquí, Garry? Este es un país libre y ella puede tomar las clases que desee, además, si no te dijo que si a la primera es porque eres un polluelo. Nena, deberías tener más altas tus expectativas – me guiño el ojo y continúo: -Así que… Nuestra amiga, Gin – decía sin soltar mi mano. Eso se sentía tan bien -, llevara a nuestro modelo tras bambalinas para desnudarlo, - aclaro su garganta – es decir, para convencerlo de que el desnudo es un arte. No necesariamente… - Se quedo en silencio. Me miro y se inclino. –Solo dile que se desnude y tendrás 10 este parcial. ¿Si?
Lo dijo de una forma tan… Ay no sé, pero haría que el tipo se desnudara. Asentí con las piernas a punto de ceder.
-¡Perfecto! – soltó mi mano y aplaudió. –Ahora… si eres tan amable, Gin… - de nuevo tomo mi mano y me jalo hasta la parte trasera del aula. Donde había un pequeño almacén. –Ahí podrás convencer a Garry de que el arte es desnudarte. Y tu… - su mano libre viajo a mi mejilla izquierda – eres un precioso ángel…
No podía despegar los ojos de su celeste mirada. Eran tan atrayente su mirada. Tan profunda. Tan tierna.
Alguien aclaro su garganta y la mano del profesor cayo a los costados de su cuerpo como plomo. Aclaro su garganta.
-Si… Entonces, Garry. Adelante.
Garrett pasó a nuestro lado y entro en el pequeño almacén. Las ventanas del lugar estaban forradas de papel negro grueso. Nunca había entrado a ese lugar, solo sabía que conservaban las pinturas y cosas que los demás profesores creían inservibles.
-Nos vemos después… En decir. Tienes 10 minutos – sonrió por última vez y soltó mi mano, estirándose al máximo para no soltarme.
¿Era yo o esto estaba muy raro? Yo no quería soltarme de él tampoco.
¡Ginebra, es un profesor! Mi mente tenía razón. Él era un profesor. Pero un profesor estupendamente delicioso.
Parpadee un par de veces hasta que perdí de vista ese culo de ensueño. Suspire y entre al almacén.
Busque a tientas el interruptor de la luz.
Cuando lo encontré, vi a Garrett con los brazos cruzados sobre su pecho y con una mueca desagradable. Estaba recargado al fondo en un mueble viejo.
-Ni creas que voy a desnudarme frente a todas ustedes – gruño.
-Yo no he dicho nada – defendí y me acerque. –Además a mí que me importa si te desnudas o no.
-Como si no hubiera visto la mirada que tenias en las duchas hace unas horas – acuso mordaz.
-¿Mirada? ¿Qué mirada? – pregunte ansiosa.
-Esta mirada – dio un paso hacia mí y en un minuto ya se había sacado la playera negra.
Mi pulso se agito. Mi corazón amenazaba con salirse de mi pecho, y obligue a mi boca a permanecer cerrada. Lo que mis ojos vieron en las duchas no era nada comparado con tenerlo de cerca. Cada musculo estaba bien definido, y pedía a gritos ser recorrido por manos femeninas. Y como no había nadie más cerca. Era mi deber como mujer darle gusto a los gritos de este maravilloso ser.
-¿Lo ves? No puedes ni mirarme a los ojos – tomo mi barbilla, obligándome a mirarlo.
Era verdad, no había despegado los ojos de su torso desnudo. ¡Mierda! Había sido descubierta.
-Soy irresistible, lo sé – sonrió de lado. No lo había notado, ya que no lo había visto sonreír, pero ahora que sonreía se veía muy atractivo. Demasiado para ser verdad.
Sin poder resistirme siquiera, sentí como sus manos se aferraron a mi cadera y me acerco a su duro cuerpo.
-¿Qué es lo que haces?
-Nada… - sonrió sin despegar los labios. –Te propongo algo.
Eso no sonaba nada bien.
-Me desnudare, si tú lo haces…
-¡Ja! – bufe. –Estas loco…
-Tal vez lo este. Pero no te has movido ni un centímetro – observo.
Era cierto. Aun seguía entre la prisión de sus brazos rodeando mi cadera. Trague.
Con las manos sobre su torso desnudo me hice hacia atrás. Él no opuso resistencia. Era como si se esperara esa reacción de mi parte.
-Desnúdate si lo deseas… - le dije cruzando los brazos sobre mi pecho.
-Lo hare – cruzo los brazos sobre su pecho también. –Pero salte… - cabeceo en dirección a la puerta.
¿En serio? ¡¡Dios!! Si se desnudaría. Oh si, este era mi día de suerte.
¿Pero qué demonios estas pensando, Ginebra?
Ok, respira.
Le eche un último vistazo y salí del almacén. El profesor tenía entretenida a toda la clase. De vez en vez se escuchaban carcajadas provenientes de su voz.
-Ya va siendo hora de que Garry salga como Dios lo trajo al mundo…
Lo escuche decir y después lo pasos de sus botas de motorista se acercaban.
-Oh, hola, Gin – se despejo la frente de su cabello largo. – ¿Garry está listo?
-Bueno, me dijo que saliera para que se desnudara.
-¡Bien! Sabía que tú lo convencerías – alboroto mi cabello. –Algo me decía, que solo necesitaba un empujoncito y una mirada severa. Anda, siéntate frente a tu caballete…
Asentí y sonriendo tímidamente camine al caballete que estaba libre, frente a la base cilíndrica con la tela roja.
Era algo muy raro que el profesor me pidiera entrar al almacén con Garrett, digo, el podía amenazarlo un poco más, y finalmente el rubio aceptaría. Eso sí que era de pensarse, ¿por qué el profesor me hizo entrar al almacén con Garrett?
Pero mis dudas fueron disipadas cuando los pasos descalzos de Garrett se fueron aproximando a la base cilíndrica del centro.
Cubría el centro de su cuerpo con ambas manos. Todas, si, todas abrimos la boca. Aunque yo de inmediato la cerré.
Garrett busco mi mirada y una vez que me tope con sus ojos celestes altivos, le sostuve la mirada. Sonrió de lado y alzo una ceja.
-No te sonrojes – artículo sin emitir sonido. Y mi pulso se disparo.
-Venga ya, Garry, muéstranos las joyas de la corona – canturreo el profesor.
Pero entonces, sonó la campana de fin de la clase.
-¡Tu puta madre! – gruño el profesor.
Las chicas no se movieron, por mi parte me puse de pie y comencé a guardar mis cosas. Los chicos murmurando entre ellos salieron del aula despidiéndose del profesor. Finalmente las chicas salieron. Me quede al último, no podía guardar mis cosas con la velocidad de antes. Aun estaba aturdida por el casi desnudo de Garrett.
-Te salvaste de esta Garry – dijo el profesor lanzándole sus calzoncillos.
De reojo mire la piel bronceada y sin marcas de sus nalgas. ¡Dios! Bendito cuerpo.
-¿Aun aquí, Gin? – el profesor se acerco.
-Si, mis libros están sucios – dije sacudiendo los libros para secarlos un poco más.
-Ouh… - frunció los labios. –Ok, cierras la puerta cuando salgas, ¿si linda? – sonrió.
Sentí mi cuerpo sucumbir ante sus encantos. Asentí hipnotizada por su hermoso rostro.
Lo vi desfilar hacia la salida. Y suspire.
-Te recuerdo que es un profesor… - Garrett aun no se había ido.
-Púdrete – gruñí.
-Tienes una boquita ofensiva, linda – se burlo, uso el mismo tono que el profesor. Pero al contrario del efecto encantador del profesor. Su tono me puso tan de malas que choque los dientes.
-Déjame en paz culo bronceado – le dije alzando la ceja y tomando mi mochila sobre mi hombro.
-Amas mi culo y no puedes negarlo – soltó orgulloso.
-Si, seguro – voltee los ojos y camine a la puerta.
-Venga, apuesto a que me imaginas desnudo…
-No, no lo hago – defendí.
Aunque en el fondo era una rotunda mentira. Pero, no necesitaba imaginarlo. Ya lo había visto desnudo.
-Ja, por favor – cerro la puerta. Me siguió por el pasillo. –Eres igual a todas esas chicas calientes de la clase de Historia del arte.
-Si, lo que digas… - apresure mis pasos, odiaba que me siguieran.
-Lawrence – tomo mi muñeca y me hizo detenerme. Me giro y me obligo a mirarlo. –Me has visto desnudo dos veces…
-¿Y…? – alce la ceja.
Soltó una risilla.
-Eres un demonio…
Dejo mi rostro y se alejo. ¿Cómo?
Lo vi caminar con pasos elegantes a la salida. Sin quitarle la mirada del culo lo perdí de vista cuando doblo la esquina.
Si, quizá si era una demonio, pero él era el mismo Infierno.
-Me urge cojer, ¡¡¡me urge!!!
Abrí grandes los ojos. Lizzeth gemía a viva voz en el restaurant de comida china en el que solíamos cenar cada viernes.
-Shh…
Marion solo se carcajeaba de risa. Muy bien, éramos mujeres liberales, pero no para gritar a todo pulmón que necesitábamos un polvo. Al menos eso hacia Lizzy. Su cabellera dorada se ondeaba bajo sus hombros adornando su dulce rostro de ángel.
-No me calles, Kenz… Es la pura verdad. ¡Quiero cojer! – repitió.
Un par de hombres de las mesas de al lado la miraron con curiosidad. Ella, los miro. Alzo la ceja y volvió los ojos a su plato rebosante de comida. Lizzy, así como Marion era fanática de la comida china. Yo apenas llevaba dos días de haber probado la comida china y ya comenzaba a adorarla. Si, esta cosa era adictiva.
-Estas loca, Lizzy – comento Marion una vez que recobro la cordura y comió de nuevo.
-¡Uf! Si… Mi último fue… - lo medito un minuto. -¿Recuerdan a ese entrenador de Americano que da clases en una Universidad de Nueva York?
-Mmm, nop – negué con la cabeza.
-Bueno, con él. ¡Oh Dorian! – gimió.
-¿Así que Dorian, ah? – observo Marion levantando una ceja. –Por fin tiene nombre el tipo que te hace suspirar.
-Si, bueno, él es bueno en la cama, y en la alfombra, y en el sofá, y en la mesada de la cocina, y en la tina de mi baño…
-Carajo – gruñí. –Quiero uno así… Aguantador. Digo, que al menos se le pare y no me diga: Por favor, chúpamela.
Mis amigas estallaron en risas.
-¿Qué? Es la verdad. Además lo tenía feo, que digo feo, HORRIBLE. Era el pene más feo que haya visto en mi vida.
-Venga, Kenzi, solo has visto ese… - se burlo Marion.
La perfore con la mirada.
-Ok, si, pero créanme, después de ver “eso” no les quedan ganas de ver otros. Dioses… - bufe. - ¿Jebus tiene algo en mi contra?
-Yo creo que el problema era él… No hay duda. Vamos que tú eres muy linda… Y tienes todo en su lugar, Kenz, ese tipo era impotente – sentencio Lizzy.
-Opino lo mismo – acordó Marion.
Bueno, al menos estaban de mi lado, y no de ese cretino de mierda.
-Si, ahora que descargue mis traumas, necesito a un hombre de verdad…
-Si, sin duda. Pero no te preocupes, Kenz, te encontraremos a uno que se le pare y lo tenga lindo – prometió Marion.
Si, así eran ellas. Mis mejores amigas desde la preparatoria.
Lizzy era una soñadora. Decía que en su mundo Marion ni yo, estábamos en “nuestros días”, que jamás podíamos estarlo, porque nunca teníamos cambios de ánimo absurdos de contentos a tristes. Lo cual era cierto. Marion siempre estaba con una sonrisilla en su rostro. Contaba chistes o anécdotas divertidas. Nunca paraba de reír a su lado.
Lizzy era rubia, cabellos ondulados dorados que bajaban por sus hombros. Ojos verdes vivarachos y cordiales. Estaba por completo deschavetada. Tenía un tic nervioso que le provocaba morderse las uñas, y como no, si su trabajo que empezó de medio tiempo como asistente de la dueña de una editorial, termino por convertirse en su vida entera. La pobre apenas tenía un respiro para si misma.
Por otro lado, Marion era la dueña de su propia tienda de bisutería. Ella misma hacia los pendientes, los brazaletes y gargantillas de su tienda. Era muy buena para los negocios y tenía buenas ganancias.
Yo era maestra en un jardín de niños. Siempre me parecieron lindos y así podía enseñarles cosas divertidas y creativas a esos niños. Si, lucia como una tipa ruda, pero tenía mi corazoncito. Mis amigas aun decían que solo era maestra de jardín de niños porque me gustaban muy en el fondo los bebés. No, para nada. Aguantaba a esos pequeños demonios 4 horas al día, 20 horas a la semana… Solo porque me gustaba estar mostrándoles lo bueno de la vida a los 4 años. Porque era divertido ver que tan curiosos podían ser. Era extraño describir porque me gustaba ser maestra de jardín de niños. Ganaba bien, aparte de todo.
-¿Qué harás mañana, Kenzi? –Lizzeth me miro de reojo.
Caminábamos por la acera directo a mi auto. ¿Mencione que tenía un hermoso Minicooper clásico color rojo? ¡Uf! Era mi bebé, el niño de mis ojos.
-Nada, quizá lave a mi bebé… - sonreí cuando nos acercamos.
Lizzeth se carcajeo. Marion volteo los ojos.
-Necesitas un hombre con urgencia. Conozco a un tipo…
-¡No! – jadee. –No quiero que me emparejen con algún cretino idiota de mierda. No necesito que me consigan un hombre, puedo sola – las señale.
-Si tú lo dices… - Lizzeth entro a la parte de atrás de mi auto, Marion en el copiloto.
Arranque.
Mientras surcaba las calles nocturnas de Nueva York, nuestra Ciudad, Marion cambiaba la música.
-¿Cómo es que tienes esta canción en tu reproductor de música?
¿Era yo o Marion si estaba asombrada?
-No sé, solo me gusta…
-¿Bésame de Camila? – se inclino al frente, Lizzy.
-¿Qué tiene? Es como no se… perversa.
Ambas estallaron en risas.
-Tus cosas… - dijeron al unisonó.
Esa frase la ocupaban para describir mis lapsos de locura que ellas, por más que intentaran, no podían describir o explicar. Era como cuando me preguntaban “¿Por qué aun eres maestra de Jardín de niños, con tus estudios podrías ser una maestra de Universidad?” y como alzaba los hombros ellas solo decían volteando los ojos: Tus cosas…
Era muy gracioso escucharlas.
-¡Mira a ese tipo, míralo, míralo! Es muy tu estilo… - grito Marion.
Me había detenido en un semáforo. Mire a la acera.
¡Dioses del Olimpo!
Si, era mi estilo. Era alto, de cabello largo, con un poco de barba. Oh carajo.
-Esta delicioso…
El tipo volteo. Sonrió encantadora y seductoramente.
-¿Qué haces…? ¡Marion! – se había bajado de mi auto.
Lizzy atrás se desbarataba de risa.
Yo quería acelerar y dejar a Marion ahí botada en la calle, pero no funcionaba mi cuerpo. Solo podía mirar a mi amiga con los ojos casi por salirse de mis cuencas. Rogando a los cielos que ella no me señalara… ¡Mierda!
Marion asintió y regreso al auto con una enorme sonrisa.
-Se llama Noah… - cerró la puerta. –Adiós – agito la mano despidiéndose del tipo, el cual sonrió y continúo caminando por la acera.
-¿Por qué me señalaste? – cuestione apenas puse el auto en marcha.
-¿Quién es la que necesita un pene glorioso?
-¡Lizzy…! - chille por la pregunta retorica de mi rubia amiga.
-¡Patrañas! – bufo.
-Venga, Lizz, estas enamorada del hijo de tu jefa – acuse.
-Pero él ni me mira. Y todos en la Editorial sabemos que muere por la fotógrafa… Por tu primita – alzo la ceja, la vi desde el espejo retrovisor.
Si, mi prima, perra con suerte. La quería. Mucho. Pero eso no le quitaba lo perra afortunada que era.
-Si ya… las 3 sabemos que es una perra con suerte – sentencie con media sonrisa.
-Exacto. Y hoy tenemos a una perra con suerte manejando un diminuto auto… - acuso Marion. –Su nombre es Noah – repitió. Cómo si no la hubiera escuchado la primera vez. –Y… dijo que eras linda…
-¡Claro! – ironice.
-No miento… - defendió. –Salvo la vez que no entregue un trabajo en la Preparatoria. Pero juro por Dios que se lo había comido mi perro…
-No tienes perros, Mar… - recordé. Nunca tuvo, ni ahora ni antes.
-Mi hermana cuenta como uno.
-Si, Mine era un bola de pelo… ¿Aun tiene bigote?
Marion asintió mientras se moría de risa.
-¿Puedes dejarme por aquí? – pregunto Lizzy.
-Claro… - me orille.
-¿A quién veras? – pregunto Marion antes que yo.
-A nadie… - Lizzy arreglo su maquillaje.
-Si, claro…
Marion bajo del auto e hizo el asiento hacia adelante para que Lizzy bajara.
-Descubriremos que nos ocultas, Lizz… - advirtió. –Recuerda que Kenzi viene de una larga línea de investigadores. No dudo que Conhan Doyle se haya basado en alguno de sus familiares para crear a Sherlock Holmes.
-Solo es un amigo, ¡cálmense!
-Muy bien, ahora ve con una sonrisa a su encuentro… - Marion le palmeo el hombro.
-Están locas… Adiós.
Marion volvió a mi auto y después nos alejamos de ahí. Lizzy había entrado al tren subterráneo.
-¿Llamaras a Noah? – pregunto al cabo de un minuto.
-No…
-¿Por qué? Es guapo, es tu estilo, de esos mugrosos con lindas sonrisas, alto, fuerte, tenía los ojos pardos – lo describió tan superficialmente que no dude en mirarla ceñuda.
-Ni siquiera tengo su número…
-Pero yo si… - sonrió. Lo pego en un post-it en mi tablero. –Ahora no hay excusa ni pretexto. Después nos dirás si tiene el pene lindo y si no te dice: “Chúpalo por favor”. ¿Bien?
-Si, bien – me rendí. –Ahora baja de mi auto, ya llegamos.
-Solo espero que lo llames. ¿Lo harás?
¡Ay no! Esa cara de cachorro. Los enormes ojos marrones de Marion me miraban fijos. Esa enorme sonrisa misma que me hacía pensar que si sonreía mas se comería sus aretes me hacia flaquear de mis decisiones. Fruncí el ceño.
-No, no lo hare – dije seria. –No estoy tan urgida como parece…
-Bien – frunció los labios. Bajo de mi auto. –Más vale que lo llames… o te las veras conmigo.
-No te tengo miedo, Marion.
-Yo se que no. Solo quería intimidarte. Nos vemos mañana, ¿ok?
-Mañana… Mmm, no puedo. Le dije a mi primo que le ayudaría en su taller…
-Oh, bueno, después te llamo entonces… Adiós – se despidió con la mano y entro al edificio donde vivía. Era un pequeño edificio de 3 pisos, debajo estaba su tienda y arriba el loft donde vivía. El cual estaba hermosamente decorado.
Con un enorme peso sobre mis hombros llegue a casa. Estacione a mi bebé en el sótano del edificio. Subí hasta el 5to piso donde vivía. Si, era la muerte subir tantos pisos. Aunque el departamento estaba barato. Nadie lo quería por estar en el cielo.
Di un brinco cuando mi móvil sonó. Mmm, número desconocido…
-¿Hola?
-Soy Chuck… ¿estas libre hoy?
Jadee.