Tome mis cosas y corrí envuelta en la toalla hasta el fondo de las duchas. Desde mi escondite podía ver cada una de las regaderas. Iba a vestirme cuando…
El cuerpo más asombroso del mundo se paseó frente a mis ojos. Trague con dificultad. No podía ni parpadear. La toalla la tenía envuelta en la cadera. Su espalda estaba bien trabajada. Con esas dos marquitas en la parte baja de su espalda. Esas marquitas que eran difíciles de obtener pero que tanto amábamos las chicas. O al menos yo.
Mis libros cayeron al piso haciendo un gran estruendo. Intente detenerlos, muy tarde. El tipo se giró… Y…
-¿Quién está ahí? – pregunto.
Abrí la boca, a punto de babear. Era el rubio del vaso de helado. ¡¡Dios!!
El tipo era, en pocas palabras: Como un buen trago de cerveza.
[...]
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