septiembre 02, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo XVI

¡Iuuuu :)! Cuuuuu-cuuuu (?) Ah no, ¿verdad? ._. Por un segundo me senti de los Kunbia-King-Star-Star-All-Kumbia-Super-Kings... (o como pitos se hicieran llamar XD). Ando harto feliz y con un poco de sueño -_- porque hoy me levante un poco temprano, y termine por fin mi Servicio Social. Haciendo un hecho que ya termine la escuela forever & ever! D8
Oh mis chicas. Aprovechen sus ratos en la escuela, aunque les dejen muchas tareas y eso, porque ya despues lo van a extrañar... Jajajaja XD Se los dice una desempleada más en el Mundo ): Jiji.
Como sea. Disfruten cada etapa de su vida. Aaaay gooooey, ya me siento de esas personas enfermas que dan platicas motivacionales ._. , mejor ahi le dejamos.
Tienen ante sus perfectos ojitos capitulo nuevo de MD ♥ Eah! :D Asi que disfrutenlo muchote! *.*

16. Confesiones y mi trabajo de oficina

-¡Oh Dios! – jadeo William al ver como Renata acomodaba su falda ante su mirada hambrienta. Era indescriptible la forma en que Renata lo ponía. Al rojo vivo, como hierro candente.
Las manos de él viajaron a la cadera de Renata, ella lo miro con una sonrisita. Sus mejillas rojas y su cabello despeinado delataban lo que había ocurrido en su oficina, sobre su escritorio y en su silla de rueditas durante un par de horas.
-Tengo hambre… - dijo ella con voz infantil. William la volvía loca, era la sensualidad hecha hombre.
-Leíste mi mente… - William se hundió entre sus piernas y haciendo a un lado sus bragas la devoro con impaciencia.
Jadeando ella enredo las manos en su rubio y suave cabello. La lengua de él la invadió con fuerza, ella chillo de placer. No podía ni pensar coherentemente sintiendo la suavidad y la textura de la lengua de William invadiéndola, pero cuando dos de sus dedos aparecieron en la batalla…
-¡WILLIAM! – grito. Su cuerpo estallo. Sintiendo como se embriagaba de ese delicioso orgasmo. Temblando y aferrándose a las manos de William, Renata se desplomo sobre el escritorio, respirando trabajosamente.
-Mmm… - William salió de entre sus piernas con esa expresión de suficiencia que la derretía. Relamiendo sus labios y chupando uno a uno sus dedos, provocando así la locura de su pulso, ella sonrió como estúpida. –Ren, estas… como decirlo… Exquisita – se inclino sobre ella y dándole un último y caliente beso en su monte de Venus le coloco de nuevo las bragas de encaje en su lugar y, lentamente, como un felino la beso.
Ella probó su propio sabor en los labios lujuriosos de William. Ardiendo en deseo una vez más lo abrazo con fuerza.
-¿Cómo haces esto?
-Eres tú… Tú me provocas – acuso con una sonrisa. Los ojos azules de William la hicieron desear más.
¿Cuanto tiempo llevaban encerrados en su oficina? Horas. La verdad no importaba. Ese tiempo se recortaba a nada estallando miles de veces por su causa, por sus labios, por sus dedos, por su lengua y… ¡Oh si! Por su exquisita virilidad.



Cuando Renata finalmente se vistió las piernas le temblaron como gelatina, William la tomo con cuidado de un codo.
-¿Mejor? – pregunto con suficiencia y una sonrisa en su rostro, mostrando sus perfectos dientes.
-Si… No sé cómo me sentare derecha después de esto – William estallo en una risa melodiosa.
-Puedo cargarte si lo deseas…
-¡No! – jadeo ella. –Si me tocas mis ropas saldrán volando de nuevo… - bromeo.
-Tienes razón, además, ya es hora de comer… algo de comida normal – observo el cuerpo de ella con fiereza.



***



-Así que, ¿te quedaste de ver con Luna hoy? – estaba con William afuera del edificio donde trabajaba. Renata lo miraba embobada. Un hombre como él no podía ser legal, tendría que estar prohibido en todo el continente.
-Renata… - William la tomo de la barbilla. Ella parpadeo un par de veces. –A mi no me engañas. Por lo que se, Luna nunca llega tarde a ningún lado, pasan de las 6 de la tarde… Algo tramas – acuso divertido. Una sonrisa apareció en su rostro.
-Will – Renata iba a disculparse. No estaba bien usarlo para un plan que seguro se iría al caño. Luna no contestaba su móvil y eso no era buena señal. Renata comenzaba a sentirse nerviosa. Después de esa comida en el lugar favorito de William, la tarde había sido maravillosa, ella no quería pelear con él, lastimarlo. No estaba bien. Lo sabía. Suspiro, y tomo aire profundamente por la boca.
-Dime que es y te ayudare en lo que sea… - la interrumpió antes de que ella se confesara.
-¿Lo que sea?
-Lo que sea – confirmo.
Renata bajo la mirada. William era un tipo elegante. Alto, rubio, deslumbrante. La dejaba sin aliento recordar lo bien que se habían pasado la tarde, la mañana con su “trabajo de oficina”. Las mejillas se le ruborizaron de nuevo. El simple recuerdo la mojaba y estremecía.
-Luna iba a ayudarme con algo, es decir…
-¿Qué planea esa loquita amiga tuya? – pregunto con una sonrisa divertida.
Renata mordió su labio inferior y decidió mirarlo para confesarse.
-Planeábamos darle una cucharada de su propio chocolate a un tipo. Él…
-¿Qué te hizo? – pregunto de inmediato. Sus hombros se tensaron y una arruga se formo en su frente. Nadie le haría daño a una chica, no si él podía impedirlo.
Ella no estaba segura, no sabía si podía contar su historia con Julien, que más que una historia era un episodio vergonzoso y doloroso.
-Lo peor que le pueden hacer a una chica… - contesto.
-¡¿Te toco?! – pregunto escandalizado, las orejas se le habían puesto rojas de furia.
-¡NO! Dioses, no… - lo tomo de las manos para calmarlo. –Él… me… Lo ayude en su casa durante días. Para que ese lugar fuera habitable… - explico. William la miraba en silencio. El color de sus orejas disminuyo. Pero no sus ganas de partirle la cara a ese tipo.
-A ti… te gust…
-Me gustaba – se apresuro a corregir. –Es decir…
William sonrió. Su sonrisa se mostro maléfica. Ella lo miro embobada, los chicos malos eran tan…
-Quieres que él se dé cuenta de lo que se perdió al tenerte tanto tiempo a su alcance y sin poder aprovecharse de la situación como es debido, ¿ah? – corto la línea de sus sucios pensamientos con esa afirmación. Ella asintió lentamente. Lista para la perorata de William.
-No cabe duda, la mente femenina es un misterio para el hombre… Nunca dejara de serlo – decía más para sí mismo. –Y estoy totalmente de acuerdo contigo y Luna, el tipo es un imbécil. Si te hubiera tenido a mi alcance, y en mi departamento… ¡Mmm! – gimió. –Ya no caminarías derecha.
Ella abrió grandes los ojos y se le subieron los colores y los calores al cuerpo.
-Y estoy completamente loco, así que te ayudare – confirmo.
Ella aun lo miraba dudosa. Nunca se imagino que pudiera ser tan fácil obtener su ayuda. Sobre todo sin decir casi nada. El plan no era ese. Pero qué más daba, William estaba de acuerdo en ayudarla.
-¿Lo dices enserio? – frunció el ceño. No quería que al final, William le echara en cara que lo había usado.
-¡Claro! – exclamo. –Solo una condición…
Suspiro. No podía ser tan bueno después de todo.
-Dime…
William la miro por un par de segundos, que a ella le parecieron eternos. Se perdió en el celeste eléctrico de sus ojos.
-Pensándolo mejor, la condición te la daré al final, ¿vale?
Ella frunció los labios. Asintió.
-Y quita esa cara de preocupación. No pediré que andes desnuda por ahí… - soltó una carcajada – al menos no por la calle.
Renata jadeo. Él rio de
-Solo bromeo, linda. Quiero que seas mi pareja para una Inauguración… un amigo abrirá un restaurante, será algo grande. Ya sabes que he tenido mala suerte con las chicas que conozco en los bares. Dios sabe que no quiero ni planeo toparme de nuevo con Serena. Así que quiero que vayas conmigo…
Destenso los hombros y sonrió abiertamente. Este hombre iba a provocarle un infarto. Ella en serio se creyó sus palabras. Andar desnuda ante su mirada. Dioses… Nunca había estado completamente desnuda ante él. Su miraba hambrienta la devoraba por partes. Y si así eran sus miradas solo con partes pequeñas desnudas de ella, ¿Qué seria estar completamente desnuda para él?
-Si, seguro…
-Perfecto – acaricio sus mejillas. –Ahora relájate y deja que sea yo quien le patee las bolas al idiota ése.
-Muy bien… - bajarle los humos a un hombre no era buena idea.
Ellos siempre quieren estar al mando, ella lo dejaría. El primer paso ya estaba hecho.



***



-Te amo…
Luna abrió mucho los ojos. No, su cabeza la engañaba, él no había dicho que la amaba. No.
Jensen soltó el aire de sus pulmones. Miro el horizonte. El rio delante de ellos se movía tan calmado que a pesar de que sentía la presión de su corazón contra su pecho, éste se calmo de inmediato. El silencio no era tan abrumador. La respiración de Luna la podía escuchar, ansiosa, nerviosa.
-Lamento haberte dejado… Después de compartir… de estar contigo, Luna – la miro. –En realidad lo siento. Pero tuve que irme. No quería arrastrarte en mi dolor. Mi padre era mi héroe, y ahora sin él yo me sentía perdido. No quería que te perdieras conmigo. Hacer tu vida miserable.
Luna lo miraba atenta. Con su pulso agitado, la boca reseca y la garganta sin poderle funcionar. Solo atino a tomarlo de la mano.
Y eso fue como si el cielo se despejara, como si el sol cálido iluminara a Jensen. Era una señal. Ella no lo odiaba. No después de tanto dolor, después de tanto tiempo… lejos de ella.
-Tome el primer vuelo lejos de aquí. No podía estar aquí, sabiendo que iba a lastimarte. Me fui lejos, muy lejos. Realmente no recuerdo ni que lugares eran.
-Tu tío nunca me quiso decir dónde estabas… - murmuro ella, recordando como su desesperación se apodero de la poca cordura que le quedaba y había irrumpido en las oficinas del tío de Jensen, y como había exigido saber sobre el paradero de él.
-Él nunca supo donde estaba realmente – dijo. –Me perdí del mundo, de él, de mi hermano. Creo que el único que estaba feliz de que me hubiera ido era Jason.
-Pues que idiota – bramo Luna, sin poderse contener. –Jason es un tarado, no sabe el buen hermano que eres, Jensen – le dijo con fuego en la mirada.
Jensen era más que solo bueno. Era una persona estupenda. Siempre había sido tierno con ella. Divertido, sincero. Por eso se había enamorado de él. Por eso le dolía tanto que la hubiera dejado.
-Nunca ha dejado de ser un cretino. Desde que volví no ha puesto un pie en el departamento… - le dijo, y a pesar de que sonrió, se podía ver el dolor en sus pardos ojos. Era la única familia que le quedaba. Lo único que podía llamar familia.
Luna se sintió triste también. Se había apartado de él casi dos meses desde que piso Manhattan.
-A la única persona que veo es a Clarisse, mi tío está de viaje de negocios en algún lugar de Europa… - dijo amargo. –Mi hermano esta aquí, y prefiere vivir en un hotel antes de tener que toparse conmigo.
-Lo siento…
-Ya – la miro con una sonrisa. –No es tu culpa. Yo mismo me cause todo esto. Merezco que me odies, que no me hables y jamás volverte a ver, pero no creo vivir sin ti. Volví por ti, Luna. Tus ojos grises me miraban cuando yo me perdía en el alcohol. Cuando me dejaba vencer por mi dolor. Fuiste tú quien me regreso.
-Y me aleje de ti por ser egoísta – lamento ella.
-No, yo también cause que te alejaras de mí. Por callar tanto tiempo, callarme lo que siento por ti. Ahora ya no significa nada para ti. Te gusta el tal Tristan.
-Él y yo no tenemos nada que ver – defendió algo molesta. –Solo es el hijo de mi jefa. No es nada mío – agrego.
Sonrió un poco al escuchar eso. Jensen aun podía tener oportunidad de recuperarla. No perdería esa oportunidad, no. No ahora que ella lo había…
-¿Me perdonas por haberte dejado sola 5 años?
A Luna solo le tomo un segundo para saber que su disculpa era real. Que la sentía en el fondo de su alma. La podía sentir quemándola a través de su parda mirada. En verdad se arrepentía.
-Si… Si tú me perdonas por haber… huido esa vez.
-Yo no tengo nada que perdonarte, Luna. Estabas asustada, asustada de que me fuera de nuevo. Y yo también estaba asustado. Toda la tarde antes de verte creí que me romperías la nariz al verme, pero subiste a mi auto aumentando mis expectativas, y después… Bueno, estar de nuevo entre tus brazos fue el mejor regalo de bienvenida que pude haber recibido. Y cuando no te encontré a mi lado por la mañana… Creí que no me repondría de eso. No lo digo para hacerte sentir mal. Aprendí, que no es bueno callarse lo que sientes. Te perdí una vez Luna, no volveré a perderte… - la miro con tal intensidad que ella no tuvo más que lanzarse entre sus brazos.
Aspirando su aroma a hombre y colonia, cerró los ojos. Jensen no estaba preparado para ese abrazo, pero lo disimulo bien. La envolvió con fuerza.
-No te escaparas de mí, no de nuevo. Cerrare con llave mi habitación… - amenazo divertido. Olfateando el aroma a chocolate del cabello rizado de Luna.
Le encantaba ese aroma.
-¿Qué te hace pensar que estaré en tu cama de nuevo? – pregunto mirándolo a los ojos.
-No me rendiré hasta tenerte de nuevo enredada en mis sabanas, Luna – prometió seguro de si mismo.
Ella bajo la mirada. Así que era eso. Solo tenerla entre sus sabanas.
-Supongo que nunca cambiaras… - se separo de su abrazo. Bajo de su auto.
Jensen la mirada desconcertado. La vio tomar su bolso desde la ventana abierta del Impala, se lo cruzo por el pecho.
Dolida miro a Jensen.
-¿Qué haces?
-Pensé que realmente sentías… algo diferente por mí. Más que solo lujuria – soltó con los ojos inundados de lágrimas.
De un brinco Jensen se puso frente a ella.
-Lo que siento por ti es más que amor, Luna. Tú me salvaste del hoyo donde vivía. Me regresaste. Fuiste tú, por ti volví, por nadie más que solo por ti. Y no solo es tu cuerpo lo que deseo en mi cama. Deseo tu alma enredada en las sabanas, tu aroma, tu personalidad. Quiero que confíes en mí como antes, que creas en mí como nadie más creyó en mí – la tomo del rostro. Su mirada la quemo. –Te quiero devuelta en mi vida. Como antes, como siempre… Todo el dolor por el que te hice pasar…
-Es pasado – interrumpió ella. –Yo también te quiero en mi cama – confeso, con las mejillas rojas. –Te quiero en mi cama y si, de vuelta a mi vida, Jensen.
Él sonrió abiertamente. Los hoyitos de sus mejillas se formaron, y las arrugas de sus ojos también. Le encantaba cuando él sonreía. Parecía un niño travieso.
-Pero ni creas que será tan fácil – informo alzando una ceja y alejándose un solo paso de él.
-¿Ah no? – sonrió divertido.
-No – negó con la cabeza. –No soy la Luna que se emocionaba con una sonrisita – mintió. –Ni la que se derretía cuando tú bajabas del Impala – siguió mintiendo. –No. Soy una Luna diferente…
Jensen no dijo nada, dejo que ella siguiera mintiendo. Ella podía decir mil y un cosas. Pero lo único que había cambiado de ella era el largo de su cabello, y que ahora, era más decidida. Era una mujer hecha y derecha. Una mujer que él estaba dispuesto a reconquistar.
-Muy bien… - asintió.
-Si – confirmo ella cruzando los brazos bajo su pecho. –No soy una niña…
-Puedo darme cuenta perfectamente. Ya no eres Lunita – le recordó el apodo que tenia la madre de Jensen hacia ella y la tierna adolescente morena que andaba tras Jensen en la preparatoria. –Eres Luna, Luna Phellan la fotógrafa estrella de Spotlight.
-Exacto, Luna Phellan – asintió orgullosa.
-Bueno, señorita Phellan, ¿seria tan amable de acompañarme a comer? – estiro la mano, a la espera de que ella la tomara.
Y ella lo hizo, tardando apenas unos segundos, mirando la palma de Jensen hacia arriba. Mirando fugazmente sus ojos y la sonrisa de su rostro. Su pulso agitado le indicaba un día largo y lleno de aventuras con él.
En cuanto Jensen apretó con firmeza la mano de ella. El calor y la esperanza atravesaron su cuerpo. No la dejaría de nuevo. No ahora. La conquistaría. La haría enloquecer por él. Porque él… Él ya estaba loco por esa morena.

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Las chicas del Té de Lemmon

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