enero 01, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Outtake: Cuentas pendientes

¡¡Pffff!!


F E L I Z A Ñ O N U E V O


¡¡Yeih!! :D


Tenia planeado ayer, que fue el ultimo día del 2011 darles esta sorpresa, en especial a mi Cricri♥ pero toda la tarde me la pase en la cocina, semi en la cocina, ayudandole a mi mami con la cena XD y buscando imagenes para capítulos siguientes, entre un par de cosas más. Finalmente no me dio tiempo de subirlo y después conforme me llegaban nuevas ideas se las agregaba. Para que al final, quedara como a continuación sus preciosos ojos leerán :D



Espero que les guste, ya que este es solo el principio de una Guerra sin Cuartel declarada entre mi Ale y yo XD "Te va a doler pero te va a gustar" :D Así que sin más ni más les dejo ante sus oclayos, un poco de lo que paso y pasara ;D Cuidence harto.



Nuevamente les deseo un feliz año. Se que se desea eso en esta época, pero en realidad les deseo lo mejor ^^ Que les vaya super chido. Y recuerden: A coger y a tragar que el mundo se va a acabar♥ Enjoy (:



Nota del autor: Mi Ale. Me dejaste muerta con lo que me mandaste de mi Celta. ¡Dios! Que me de con todo XD Así no camine, no me importa :Q_ Que rico, que rico. Te amodoro, amors. Y ese Jules es todo tuyo (Bitches, abstenerse ese Van Gulick tiene dueña :D). Aunque aun no lo quieras aceptar. Te amodoro x3 ♥

Outtake: Cuentas pendientes


-Tristan…
El joven Van Gulick reconocía esa voz. Hunter, el hermano de su mejor amigo Tyson, estaba del otro lado de la línea.
-¿Qué pasa, Hunt?
-Recuerdo que mencionaste una chica en la última salida… una chica morena….
-¿Qué, que pasa con ella?
-Su nombre… - Hunter intentaba recordar el nombre de la chica perfecta por la que Tristan suspiraba como tarado aquella noche en el bar.
-Luna, Luna Phellan, es la fotógrafa de la revista de mi madre – apresuro Tristan aquellos vagos pensamientos. -¿Qué pasa con ella? – pregunto, sintiendo de inmediato una presión en su pecho. -¡Dime, demonios! –rugió en la bocina de su móvil.
-La acabo de llevar a su casa. Los Wyngarden la demandaron, estuvo…
-¿Qué? – rugió. Hunter incluso, tuvo que despegar la bocina de su oído. -¿Cuándo?
-Justo ahora, ¿me estas escuchando? – cuestiono agotado. –Te estoy diciendo que ella fue demandada por fraude, por los Wyngarden. Para ser precisos, por Jensen Wyngarden… principalmente – agrego sombrío.
-ESE HIJO DE PUTA – bramo, Tristan. –Sabia que por ese imbécil ella estaba como zombie, lo sabía, lo sabía – Tristan comenzó a dar vueltas en su taller. Su amigo Tyson había salido temprano debido a un par de cosas pendientes que tenía en la Universidad donde daba clases de Artes Plásticas, lo cual indicaba que podía despotricar a su antojo contra ese miserable. -¡ESE GRANDISIMO HIJO DE PUTA! – rugió de nuevo.
-Vale, cálmate – pidió inútilmente.
-¿Ella, ella está bien? – Tristan tomo aire forzosamente.
-Si, si, estaba como en shock, pero está bien, muy bien…
-Cuidado – advirtió con voz tranquila.
Hunter sonrió con suficiencia.
-Soy su abogado, soy un profesional.
-Mantenlo en tu mente, Hunter – su voz era tranquila, pero sin dejar a un lado ese tono de amenaza. –Ahora dime, ¿Qué fue lo que paso?
A grandes rasgos, Hunter le relato el arresto en la boda y los trámites para que estuviera en libertad hasta el día del juicio.
-Hunter, ella es muy… - busco una palabra que pudiera describirla. Claro que era difícil definirla en menos de 3 minutos y con cien palabras. Ella era única. – Explosiva – se decidió al final. –Atento con ella. Por favor…
-Vale, lo tendré en mente. Solo quería que supieras eso, creo que ella y tu…
-Me alegra que te acuerdes de nuestra conversación en el bar.
-¿Acordarme? Tyson casi se mea de risa ante tus caras de amor cuando mencionas su nombre…
Tristan bufo. Era verdad, no podía evitar la sonrisa estúpida con el simple recuerdo de Luna, y ahora ella estaba siendo fiel a su mejor amiga. Él pudo romperle la cara a su hermano por esa simple razón y, en el fondo no podía. Era su hermano. ¡Demonios! Respetaría la decisión de Luna. Aunque, por dentro, se estuviera muriendo.
Hasta que Hunter no le juro que seguiría los pasos de Luna a luz y sombra, Tristan no se sintió seguro. Guardo su teléfono móvil en el bolsillo dentro de su chaqueta, cerró su taller y subió a su motocicleta. La sangre le hervía. Las venas de sus brazos se tensaron y sus sienes palpitaban llenas de furia. Solo tenía un lugar en mente, al cual llego con una velocidad que hasta él desconoció.
Espero fuera del edificio. Conteniendo la furia mientras chocaba los dientes y cerraba los puños lastimándose las palmas de las manos con las uñas. Daba vueltas vigilando la puerta hecho una bestia. Se sentía como león enjaulado, o peor. Su miraba parda y sombría incomodo al portero. El hombre le miraba alterado y al final, después de 3 minutos a su lado, decidió entrar al edificio.
Días atrás, semanas atrás, meses atrás para ser precisos, había investigado a Jensen en cuanto lo vio con su impecable Impala fuera del edificio de la Editorial. No se quedaría con los brazos cruzados cuando supo, finalmente, que él le había roto el corazón a Luna, él no dejaría eso pasar desapercibido. Él tenía que darle su merecido. Y lo haría.
-…Para estos momentos debe de estar en el peor lugar del mundo –un Impala se estaciono frente al edificio y bajo un tipo alto, de cabello corto y reluciente traje. Tristan lo miro, espero a que el conductor bajara del Impala. Conocía ese Chevy de primera mano. Comenzó a respirar profundamente, tomando amplias bocanadas de aire sin dejar de chocar los dientes.
El conductor del Chevy Impala le dio las llaves al Valet Parking y siguió al primer hombre que bajo del auto o lo intento, ya que Tristan se puso enfrente. Le tapo el paso con su imponente físico. Tristan era más alto y apenas se notaba la diferencia, ambos hombres de estructuras fuertes, trabajadas, imponentes.



-¿Qué es lo que quieres? – Jensen lo miro con desprecio y asco cuando lo reconoció.
Ninguno de los dos se movió, simplemente intercambiaron miradas asesinas.
Jason no se dio cuenta de que su hermano estaba en la calle con un tipo que estaba dispuesto a hacerlo mierda y que se sentiría feliz de hacerlo; él ya estaba en el lobby realizando llamadas y sonriendo satisfecho.
-Esto – respondió Tristan y le zambo un puñetazo en la nariz que lo hizo caer de espaldas. –Levántate, bastardo, ¡¡hazlo!!

Con todo su orgullo hecho mierda, Jensen se incorporo. Limpio la sangre que salía de su nariz con su antebrazo y le devolvió en golpe sobre el pómulo izquierdo de Tristan. El joven Van Gulick ladeo el rostro, el golpe había sido duro, certero, pero no tanto como para tumbarlo al suelo. Regreso el golpe en el estomago de Jensen y le provoco doblarse de dolor, eso lo aprovecho para darle un rodillazo en el rostro. Si algo había aprendido Tristan de su hermano era que en la calle no había reglas. Julien solía meterse en problemas a diestra y siniestra, por razones absurdas, cosa que tenía que solucionar a base de golpes o insultos. Así, Julien le enseño a su hermano las peleas sucias y sin reglas. Jensen se tomo la quijada. Sangraba demasiado. Aprovecho un descuido de Tristan que sonreía victorioso y lo empujo para golpearlo y así lograr que su labio inferior se abriera y sangrara. Tristan le escupió la sangre de su boca a la cara. Lleno de asco, Jensen se echo para atrás y continuaron la pelea.
Chocaron contra las puertas del lobby del edificio y contra las paredes del mismo. Solo los gruñidos y un par de jadeos ahogados se podían escuchar. La gente que pasaba por ahí, miraba asustada la pelea y se alejaba murmurando.
Finalmente, Tristan lo tomo del cuello, y lo apretó.
-Aléjate de ella.
Jensen sonrió con suficiencia.
-¿Y quién te crees para venirme a decir que es lo que tengo que hacer?
-Luna ya no está sola. Me tiene a mí, ¿oíste? – bramo y lo empujo a la pared, donde la cabeza y la espalda de Jensen rebotaron. -¡Oíste!
-Quita tus sucias manos de mi hermano – apareció Jason con la voz tranquila. Como si su hermano menor no estuviese lleno de sangre, con el labio, la ceja y la nariz rota.
Tristan le zambo un último golpe que disfruto aun más que los primeros y dejo a Jensen tumbado en el piso.
-Todo tuyo… - escupió sangre cerca de Jensen y se alejo de ahí, montando su motocicleta y alejándose de ahí.
De cierta forma aquello había sido liberador. Había deseado romperle la cara al tal Jensen, desde que lo conoció en la puerta de la Editorial, más aun, cuando encontró a Luna, siendo solo una cascara.
Ella merecía más que todo lo que él pudiera ofrecerle. Más. No quería defraudarla ni mucho menos lastimarla. Mataría por ella, y estuvo a punto de no ser por Jason.
Cuando llego a su departamento y dejo la motocicleta en el estacionamiento, su teléfono móvil sonó mientras subía en el ascensor. Contesto sin mirar el nombre que parpadeaba en la pantalla, solo se lo pego a la oreja después de pulsar el botón verde.
-¿Diga?
-Hola, bebé… - cerro los ojos y el golpe que le había abierto la ceja le ardió. Reprimió un gruñido. No quería que ella lo confundiera con un gemido de gozo.
-¿Qué quieres? – pregunto cansado. Estaba harto de que ella lo llamara.
-¿Qué es lo que te sucede? Pensé que estarías feliz de que te llamara… bebé.
-Primero: Deja de decirme bebé, tengo 25 años, no soy un niño de 2 años. ¿Bien? Segundo: ¿Por qué razón estaría feliz de que me llamaras a las doce de la noche en un sábado? Dime…
-Uy, ¿Qué mosco te pico? Antes eras lindo conmigo… - su tono agudo le revolvió el estomago. Afortunadamente había llegado a su departamento. Salió del ascensor y entro al baño del pasillo, miro el retrete mientras ella recordaba los ‘buenos’ momentos juntos. Tristan no recordaba ninguno. –Dime que es lo que pasa, ¿es Noah? ¿Te prohibió verme?
-Por favor… Noah te ha olvidado, por si no lo sabes, tiene novia, esa linda chica, Kenzi…
-Seguro que si – Tristan estaba seguro de que ella había rodado los ojos. Se sentía superior a todo el Mundo, que la simple idea de que Noah la haya olvidado la haría sentir una mierda. Kenzi, la ahora novia de su primo Noah, era millones de veces mejor que Christine. Kenzi era divertida, sincera, aceptaba a Noah tal y como era, y además hacia feliz a su primo.
-Deja de llamarme. La próxima vez pediré una orden que haga que te alejes de mí.
-Trisi, bebé… - su lastimera voz termino por enfurecerlo.
-¡Basta, Christine! Entiende, lo que tuvimos solo fue una noche de… lo que fuera. ¿Bien? No significas nada para mí. Eras la novia de mi primo, basta. Deja de llamarme, de buscarme y de decirle a medio mundo que somos algo. No existe el ‘nosotros’. ¿Queda claro?
-Eres igual a todos los hombres – bufo.
-Ya. ¿Eso tiene que ofenderme? De-ja-me-en-paz – puntualizo asqueado y furioso.
Colgó y arrojo el móvil en uno de los sofás del salón. Su estomago seguía revuelto.
No podía creer que Christine lo siguiera acosando aun después de 3 años. Ella había sido el error más grande de su vida. Se había enredado con ella como un imbécil, pensando que ella era la mujer más hermosa y lista y tierna del planeta. Ella no era nada que un hombre quisiera. Salvo quizá el físico. Era preciosa, sin duda. Sus ojos color aceituna y su piel bronceada, figura delgada y estilizada, como de bailarina. El sueño húmedo de cualquier hombre. Pero después… ese sueño se convertía en pesadilla. El dulce cordero se quitaba la piel y debajo de esa fachada tierna surgía la zorra que escondía. Ella busco en él la fama y el dinero. Deseo usarlo de trampolín. Y por poco lo hace perder a uno de sus mejores amigos, su hermano: Noah.
Christine se enredo con ellos al mismo tiempo. Jugando con sus mentes como quien hace malabares. Tristan no quería pasar por eso de nuevo. Se mantuvo soltero tanto tiempo para que no jugaran de nuevo con él. Le daba vergüenza admitir que si se había enamorado de Christine. Claro, antes de que ella comenzara a exigir demasiado, como su tiempo, regalos costosos, y se metiera en su aspecto.
No quería a Christine en su vida, ella simplemente no entendía. Deseaba arruinarle su vida. Estaba seguro de ello. Por eso las insistentes llamadas, los mensajes de texto con palabras de amor vacio.
Justo ahora no podía pensar en nada que no fuera Luna y su bienestar. Quería arreglar las cosas con ella. Ser su amigo si ella no quería nada con él. Estaría dispuesto, como el imbécil que era, a alejarse solo para que Luna fuera feliz, así él fuese miserable por el resto de su vida.
Nadie lo miraba como Luna lo hacía. Adoraba el sonrojo de sus mejillas cuando se acercaba a ella, el perfume de su cuerpo y cabello, sus alborotados rizos, y fantaseaba con verla en la cama con el sol apenas coronando un nuevo día rozando su espalda, ver sus ojos grises entrecerrados y una sonrisilla boba bailando sobre sus carnosos labios delineados. El simple hecho de imaginarla ya lo ponía listo y dispuesto. Como un adolescente. Se tallo los ojos, cansado, olvidando por completo la pelea. Siseo de dolor cuando la herida de su pómulo sangro de nuevo y la sangre seca de su parpado lo obligo a cerrar ambos ojos y caminar a tientas hasta el baño.


***


-Woah – Julien choco las palmas divertido. –Pues te dio una paliza, hermanito.
-Vete al demonio, Jules. Yo le partí la nariz, la ceja, la boca y estaba a nada de rebanarlo en cachitos cuando su hermano apareció.
-La próxima me llamas y nos despachamos a esos idiotas – lo señalo con la rebanada de pan tostado.
Estaban desayunando sobre la barra de la cocina de Tristan. Mary había regresado de su viaje en la playa. Y con ella había traído a su nieto Ezra. El pequeño parlanchín de 7 años era prácticamente la sombra de Tristan. De una extraña forma, Tristan lo adoraba. Le encantaba pasar el rato practicando futbol americano con el niño. Mientras que Julien se alejaba de ellos, el niño hablaba hasta por los codos, desesperando de inmediato a Julien. Aunque había momentos en que se destornillaba de risa, cuando el niño le hacía preguntas personales y delatadoras a Tristan. Era entonces cuando Julien permanecía en la misma habitación que Ezra. Disfrutando de la incomodidad de su hermano.
-Lo tendré en mente – asintió.
-Tristan Van Gulick – Ezra saludo a su superhéroe en turno. –He practicado, amigo – sonrió. –Mi mami dice que soy el mejor lanzador, el mejor. ¿Puedes creerlo?
-No me queda duda – choco los cinco con el pequeño. Su abuela sonrió con ternura al niño y a Tristan, y alboroto el cabello de Julien antes de lavar sus manos.
-Deja de molestar al joven, Ez – dijo espaldas a ellos, donde desde el extremo de la barra preparaba más pan tostado y café.
-Está bien, Mary, no me molesta para nada.
-A mi si – Julien se puso de pie y despeino a Ezra para después darle un coscorrón a su hermano, saliendo así de la cocina.
-Los veo mucho mejor, niños – sonrió con ternura, Mary. Las arrugas de su rostro se intensificaron. Sus ojos azules observaron a Tristan. –Lo único que no me gusta son esas marcas en tu rostro, querido – lleno de nuevo la taza de Tristan con café, y acaricio su mejilla con sus largos dedos arrugados, cálidos.
-Solo es…
-Se lo que es, Tristan – interrumpió la mujer. –Es una chica, La chica.
Tristan asintió.
-¿Qué chica, Tristan Van Gulick?
-Una hermosa mujer, Ezra. Hermosa… - suspiro soñador.
-Toma al toro por los cuernos. A las mujeres nos gustan los hombres decididos, hijo – poso la mano sobre el hombro de Tristan. –Ve por ella, tigre.
-Ella…
-Ezra, ¿puedes traerme el bote de café que dejamos en la despensa? – la mujer actuó de prisa, el niño bajo de un brinco del banco y salió de la cocina. Tristan agradeció aquello.
-Mi hermano le hizo una putada a su mejor amiga – comenzó. – Ella me dijo que su lealtad era para su amiga. No podía más que hacer lo mismo con mi hermano. Aunque el miserable no lo merezca. Se que mi hermano es un mequetrefe, un canalla, una rata. Solo que paso tan rápido que cuando la vi dejar el departamento… Soy un cobarde, Mary.
La mujer lo observo con cuidado, sin parpadear.
-Es tiempo de tomar decisiones, Tristan. Si es La chica, ve por ella. Sino… será una Christine más en el mundo. Una cascara vacía.
Mary salió de la cocina en silencio. Tristan se quedo pensando, analizando sus palabras, el menos esta vez no lo dejo confundido. Sabía que tenía que hacer. No la dejaría ir. Era La chica. Lo sabía. Lo supo desde el principio, pero como dijo antes: era un cobarde, para aceptarlo.


***


-¿Qué planeas hacer para remediar lo de Renata? – Tristan soltó la pregunta tan de repente que Julien casi se ahoga con su copa de vino.
-¿Cómo?
-Me escuchaste. ¿Qué planeas?
-Yo no le hice daño…
-Eso es mentira y lo sabes – señalo serio. –Y es tu culpa que Luna y yo…
-¡A la mierda contigo! Siempre es mi culpa que tengas problemas con la morena. ¿Acaso no tienes bolas para decirle que quieres cogértela?
-¡Hey, hey, hey! – se puso de pie y lo señalo. – No quiero cogérmela. Ella es especial, pedazo de imbécil miserable. Así que mejor cierra el pico si no quieres que te lo cierre a golpes. ¿Estamos claros?
-Tristan Van Gulick – jadeo sorprendido Ezra, el niño de cabellos rubios lacios, abrazaba un balón de americano contra su pecho, mientras que su abuela tenía sus ojos azules muy abiertos, y los miraba aturdida y con desaprobación, entrando al comedor.
-Niños… - suspiro. –Tristan, siéntate y termina tu comida. Jules, no le hables así a tu hermano. La señorita Phellan es una linda chica y merece respeto aunque no esté presente. Y esa niña, Renata – la mujer hablaba de forma cariñosa, maternal, como si ellos tuvieran la edad de su nieto – seguro que es preciosa también, - sonrió – y merece que la trates bien. Después de todo, es por ella que no puedes dormir – declaro.
-Pero…
-No hay pero que valga, Jules – freno el intento de reclamo. –Ahora a comer como la familia que son. Y si tienen que arreglar las cosas, que sea con civilización, ya dejaron de ser animales – los miro seria.
-Bien – dijeron ambos hermanos al unisonó.
-Así me gusta. Son hermanos, son familia.

Estuvieron todo el día con Ezra, hasta que por fin el niño se quedo dormido, mirando por milésima vez “Back to the Future”. Tanto Tristan como Julien podían ver esa película miles de veces y jamás cansarse. Siempre reían e incluso repetían los diálogos de memoria.
Cuando Tristan dejo el salón, su hermano estaba abrazando a Ezra, mientras ambos dormían plácidamente. Tristan sonrió ante la imagen. Un tipo rudo, serio, salvaje, problemático y sarcástico, abrazando a un niño que jamás paraba de hablar, reír, saltar; ambos cansadísimos. Que linda fotografía. Divertido, los dejo en el sofá y fue hasta su habitación a pensar en la creatura más maravillosa del mundo: Luna Phellan.


***


Estaba ansioso de tener una pelea. Necesitaba golpear a alguien, lo necesitaba con unas enormes ganas. Esas ganas gigantescas que crecían en su interior y que le presionaban el pecho como si estuviera entre dos planchas de acero.
-Dios… - se froto el rostro y miro el techo.
¿Cuántas noches llevaba sin dormir?
¿Dos? ¿Tres? ¿Cinco? Ya había perdido la cuenta. Bien podían ser solo 24 horas quizá más, quizá menos. Pero se sentían eternas y él no entendía la razón de su insomnio.
Se había embriagado después de su turno en León. Tanto así que Tristan fue por él cuando su jefe, el señor Deline lo llamo. Tristan lo regaño todo el camino hasta su departamento. Lo dejo tirado sobre su cama y se aseguro de que no se ahogara con su vomito.
Tristan era un buen hermano. Lo había hecho pasar por tantas cosas y no lo odiaba, lo cual era bueno, porque media ciudad lo quería muerto. Sobre todo esos tipos de la fiesta hace 5 años.
La chica de los ojos verdes…
Lilian.
Después de tanto tiempo no podía olvidarla. No podía olvidar sus gritos y la agonía que se podía sentir a través de sus sollozos, o cuando su voz se apago y se retorcía de dolor… Quemándose viva. Cada noche, después de esa terrible noche, sufría pesadillas. Algunas aparecía ella reclamándole. “¿Por qué no me salvaste?”, “Tenias que haber muerto tu”, “Ojala estés muerto…”. Frases, con palabras cargadas de dolor, reproche, ira. Él también deseaba estar muerto. Deseo pagar sus pecados estando en la cárcel. Pero… ¡Como un Van Gulick iba a estar tras las rejas! ¡Como!
Eso estaría mal, muy mal. “No permitiré que ninguno hijo mío ensucie el nombre de su padre…”. Ajá. Recordar aquellas palabras de su madre hacía que Julien rodara los ojos. Ensuciar el nombre de su padre…
Que el supiera, George, ese hombre al que llamaban padre, no tenía el apellido Van Gulick por ningún lado. Cosa que al principio no importo para él, pero después al crecer, la duda aumento a la par de su madurez. Cuando las preguntan zumbaban en su mente. ¿Por qué Dorothea trata a George como si fuesen amigos y no hombre y mujer, esposos, amantes? Los padres de sus amigos se abrazaban y besaban, ellos no.
-Espero que el adoptado sea yo… - bufo Julien y golpeo la almohada. Cerró los ojos e intento dormir.
Entonces tras sus parpados apareció Renata. Sus preciosos ojos verdes refulgían en la oscuridad. Su piel nívea y suave al tacto, eso lo recordaba muy bien, estaba cálida.
-Quiero verte… - la voz de ella era un suave canto. El viento suave chocando contra su rostro. –Te necesito…
-Yo más, yo más… - hablo con rapidez. Intento abrazarla, pero cuando la alcanzo, ella se desvaneció y él despertó agitado, la luz del sol lo cegó un momento.
Ya era de día. ¿Cómo paso tan rápido la noche? Apenas había cerrado los ojos. Mierda. Y aun se sentía molido. El trabajo en el bar era pesado, doblaba turnos sin nada más que hacer.
Miro una vez más el techo. Una mancha de humedad en la esquina. Pintura de la pared cerca de la ventana, a medio caerse a pedazos. La duela del suelo rechinaba en ciertos lugares. Como el pasillo y una parte de la salita. Paso la mano por su rostro, agotado, agobiado, molesto. Y para todos aquellos malestares que lo aquejaban la respuesta era la misma: Renata Cotty.
Renata Cotty.
La hermosa Renata. Sonrió sin proponérselo. Imaginando su cuerpo, suave, tibio, curvilíneo bajo sus manos. En específico, le vino a la mente aquella noche, cuando la vio por primera vez en León. Su disfraz sexy de Sombrerero loco. Su escote. ¡Dios, su escote! Esos suaves pechos, firmes, se erguían bajo la tela de su blusa volviéndolo loco. Dios. Pudo haberla tomado ahí mismo. En su mente volaron sucios escenarios. La mesa de metal, fría, bajo su trasero. Él penetrándola con dureza, mientras ella aferraba las uñas a su espalda, provocándole dolor y placer, todo a la par. Sus gritos. Su voz pidiendo, exigiendo más. "¡Más!". Su mente le regalaba aquellos jadeos y gritos ahogados contra su cuello, como debían de ser mientras él la hacía suya. Toda suya. Volviéndola loca. Embistiéndola sin piedad. Mordería sus pechos y se alimentaria del sabor salino de su pálida piel. Ella sabría a gloria.
“Pero tiene novio…”.
El enorme rubio de cabello peinado perfectamente y pulcros trajes con corbata ajustada, zapatos relucientes. Él jamás podría ser tan alineado. Lo correcto no iba con él, no estaba en su vocabulario. Nunca lo fue, y no… “Por ella, sería lo que me pidiera”, una voz en su cabeza resonó firme. ¿Para que intentaba engañarse? Sabía que por ella haría lo que fuera. Andar desnudo por la avenida principal… Momento, eso lo había hecho una vez, estaba ebrio, reía, cantaba contento mientras se tambaleaba por la acera. Paso una noche en una fría celda por causar disturbios a la sociedad. De esa noche nadie sabe. Pero esa noche no lo avergüenza como el mes entero en la cárcel.
Tomo aire y lo soltó lentamente por la boca. Cambio de pose sobre el colchón, buscando angustiado dormir un poco más. Su reloj sobre la mesita de noche apenas anunciaba las 6 de la mañana. Prácticamente era de madrugada, él nunca se levantaba antes de medio día.
De pronto, un rechinido sobre la duela del pasillo lo hizo levantar la mirada e incorporarse un poco.
-¡Renata! – jadeo en cuanto reconoció esa silueta. Sonrió complacido. Su cuerpo era cubierto por un delgado camisón que dejaba a la vista sus pezones oscuros erectos y unas diminutas bragas.




Se acerco a él con pasos felinos. Decididos, sensuales. Gateo sobre la cama y subiendo a él poco a poco, llego hasta su rostro. Sonrió antes de devorarlo con su lengua y dientes. Julien se sentía en el Cielo mismo. Sin tardanza, la tomo de la cadera, apretando su piel y deslizando las manos sobre la delicada tela. Necesitaba tocarla, tomarla ahí mismo. Hacerla gritar, hacerla suya.
-Mmmm… - sus dulces jadeos lo embriagaron a tal punto que la cabeza le daba vueltas, su corazón latía golpeando sus costillas. Dolía. Ardía. Esa sensación le encantaba. Deseaba a Renata como nunca había deseado a una mujer. Si tan solo no hubiese sido tan imbécil.
La tuvo en su departamento, a su alcance, a solas, solo para él cinco días, cinco largos y tormentosos días. Deliciosos. Su perfume floral le golpeaba la nariz apenas abría la puerta para dejarla pasar. Su voz lo aturdía en el mejor de los sentidos cuando ella le relataba su día con emoción, anhelo y orgullo. Él tenía miedo de contarle lo que hacía con su vida o su tiempo. No era interesante como la vida de ella. ¿Por qué habría de interesarle que él no concluyo sus estudios en alguna Universidad prestigiosa como ella? ¿O que su vida giraba alrededor de hacer sentir mal a su madre? ¿Por qué habría de importarle que su único placer en la vida era la música suave y pelear en la calle? De ninguna manera le contaría eso. Nunca. Ella saldría huyendo. Prefirió callar. Alejarse de ella. Pretender que la ignoraba.
-Hazme tuya – la voz de Renata lo golpeo como un látigo.
-Toda la noche – aseguro, desnudándola poco a poco.
Entonces el repiqueteo desesperado le hizo girar la cabeza a la mesita de noche. Su teléfono móvil parpadeaba. Cuando estiro la mano para apagar el móvil, sintió un peso menos sobre su cadera…
Miro de nuevo el lugar donde Renata tenía que estar montada. No había nadie. Nada.
-¡Dios! – maldijo molesto hasta que de nuevo su teléfono sonó. -¡Hable! – rugió a cualquiera que estuviera del otro lado de la línea.
-¡Hey! Tranquilo hombre – era Tristan. Estaba acostumbrado a los gritos de su hermano. -¿Tenias sueños húmedos?
-No soy un crio, Tristan. Mis sueños son mejores – sonrió al recordarlo. –Mucho mejores.
-Déjame adivinar… - sonrió del otro lado. –Renata Cotty. ¿Cierto?
-Y en tus sueños húmedos de adolescente esta Luna Phellan, ¿cierto?
-Siempre.
-Lo sé. Tristan, no puedo quitármela de la cabeza, no puedo… - se quedo en silencio. Tristan también. –No quiero – confeso.
Espero a que su hermano estallara en risas burlonas y trompetillas. No fue así.
-Tenemos que… Yo se que tu eres un tipo rudo, Jules. Y todas esas estupideces que inventas. Pero sé que eres un buen tipo. Que tienes mied… - freno sus palabras.
-Continua – lo alentó Jules. Acomodándose sobre la cama, recargando la espalda en la cabecera. Estiro una mano y tomo su cajetilla de cigarrillos, un fosforo y encendió el tubo de tabaco con una larga calada, hasta que de la punta broto humo blancuzco. –No te hare daño del otro lado de la línea, Trisi – sonrió en burla a pesar de que su hermano no lo miraba.
-Odio ese sobre nombre, lo sabes.
-Ya… - soltó el humo del cigarrillo, éste formo espirales frente a él. –Odias a la chica que los dice, porque puedo apostar mis bolas a que si la moren…
-Déjalo ya. No quiero pasar más tiempo lamentando estar lejos de ella, más ahora.
-Correcto. Yo necesito un golpe más de esas delicadas manos de guerrera sobre mi nariz – estallo en risas y quito las cenizas de la punta del cigarrillo dentro de su taza de café frio de ayer. –Entonces… ¿Qué planeas para remediar lo que le hice a Renata? – formulo la pregunta que su hermano le hizo días atrás.
-Mañana partido de basquetbol en las canchas cerca de Central Park.
-Es un hecho hermanito. No jugare en tu equipo, siempre pierden.
-Esta vez no será así – aseguro Tristan.
-Te creo. Suerte, hermano.
-No la necesito. Al contrario… Tu sí.
-Es muy temprano para que me ría de tus malos chistes, Tris.
-No cantes victoria, Jules. Aun no…
-Y no la canto, Tris. Así me corte uno y la mitad del otro, lograre otro golpe de mi guerrera.
-Bien – sonrió. –Ojala te rompa la nariz de nuevo.
-Ojala...

1 comentario:

Ada Parthenopaeus dijo...

Mi Diooos estuvo re bueno este relato este Out estuvo genialisimo por fin Jullien va a mover ese precioso culo -que pertenece a Ale- claro esta para ir en busca de su chica.. digo Will me cae bioen pero caray espero ver a tris con Lunatica y Rens con el antisicial

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