febrero 07, 2012

El lado Oscuro: 4. Libres

4. Libres

Winter se deslizo fuera de la cama de Bran antes del amanecer. No podía seguir ni un minuto más entre sus brazos, no es que no lo deseara o le molestara, simplemente no podía. Jamás habían despertado juntos como pareja, ella simplemente lo satisfacía. ¡Diablos! Le pagaba por ser su puta.
Corrió o intento, porque aun tenía su pie dolorido y vendado, hasta su habitación. Un rápido baño no desapareció el aroma de Bran de su cuerpo. Parte de ella lo agradecía y la otra lo detestaba. Un largo suspiro escapo de su pecho antes de salir de la Mansión y tomar su día libre con una sonrisa.
Camino hasta la ciudad y tomo un taxi directo al bar de Max. “Fantasy” se erguía imponente en la calle principal del centro de la ciudad. Max tenia la moto de Winter en el callejón que conducía al loft donde vivía, en la parte de arriba del bar. Subió las escaleras de metal y toco con los nudillos tres veces. Max abrió un par de minutos después con el cabello más despeinado de lo normal y aplastado de un lado, sus ojos azules medio cerrados debido al deslumbrante sol de la mañana, con la boca fruncida en una mueca graciosa y en calzoncillos.
-Si vendes algo será mejor que sea tu cuerpo – dijo a modo de saludo y dejo pasar a Winter.
-Buenos días, perdón por despertarte…
-Bah – bufo, encendió la cafetera. –Siempre dices lo mismo cuando huyes de ese lugar – comento sacando dos tazas para servir café. -¿Cómo te fue con el Joven amo?
-Llego su sobrina, ella lo aborrece.
-Es de mi equipo entonces. Ya quiero conocerla – sonrió. -¿Esa cara? – comento sentándose en la barra de su desayunador. Su loft era pequeño, no tenía muchos muebles, solo los necesarios, eso si, una enorme pantalla y un aparato de sonido de última generación. Todo en tonos oscuros o grises. Lo cierto era que poco le importaba la decoración mientras su cama fuera suave y enorme, y que siempre hubiera café en la cafetera.
-Ayer me corte – cambio de tema rápidamente.
-¿Dónde? ¿Cómo?
-Tire un tazón de cristal sobre mi pie… Bran… Mi jefe – intento enmendar su desliz pero Max era muy atento, levanto la ceja y ella soltó un suspiro.
-¿Ahora lo llamas Bran, eh?
-Es su nombre.
-Es tu jefe, querida. ¿Qué paso? Dime – apremio.
-Lo que tenía que pasar si lo tenia de rodillas vendando mi pie, Max – susurro, parte avergonzada parte emocionada.
-¡Vamos! ¿En serio?
-No es la prim…
-¿QUÉ? ¡No es la primera vez que pasa! ¿Y yo aquí de estúpido pensando que lo soportabas por la buena paga? ¡Diablos, Winter, juegas con fuego!
-¿Y crees que no lo sé Max? Sé que juego con fuego, pero sabes que siempre he sido algo piromaníaca.
-Y estúpida –agrego. –Así que ahora eres su puta personal – continuo a pesar del gruñido ronco que Winter hizo. –Nena, no puedes seguir así… ¿Cuándo comenzó eso? ¿Ayer, antier, la semana pasada?
Winter tomo su tiempo para contestar. Endulzo su café y le dio un sorbo a la humeante taza.
-Él había cumplido 18 cuando lo vi desnudo sin querer…
Max la miro en silencio. Era un buen amigo, siempre la escuchaba y no la juzgaba, claro que la regañaba, pero en realidad siempre le daba sabios consejos, los tomara o no encuentra Winter, él siempre tenía algo inteligente que decirle. Se mantuvo en silencio, mirándola atento. Como no hizo ningún comentario Winter continúo su relato.
-Mi madre me había mandado a dejarle toallas limpias, no sabía que se estaba duchando así que entre. El vapor había empañado las puertas de cristal de la regadera y él salió. Desnudo y… guapísimo. Ya era alto y comenzaba a dejar atrás ese cuerpo flacucho de adolescente, su largo cabello húmedo y ese cuerpo… caliente. No intente mirar hacia otro lado y él no intento cubrirse. Después de un rato en silencio mirándonos salí con las mejillas rojas del cuarto de baño. Lo que paso más tarde fue el inicio de todo…
-¿Qué paso? – pregunto curioso.
-Volví a su habitación al anochecer, con el pretexto de dejarle ropa limpia que mi madre había doblado y desarrugado. Él me detuvo antes de dejarlo y me beso. El beso se torno caliente cuando él me tomo en el aire. Una cosa llevo a la otra y cuando menos lo note ya estábamos enredados en las sabanas…
-¿Tu primera vez?
-Si… - sonrió nostálgica. –Y no me arrepiento.
-Con un hombre así, solo una loca se arrepentiría – sonrió coqueto. -¿Qué paso después?
-Intente evitarlo y él a mí. Creo que eso rompió la amistad que teníamos cuando niños. No podía mirarlo más como el amigo con el que compartía mis tardes de juegos, Bran estaba convirtiéndose en un hombre guapísimo. Cuando su madre murió nos distanciamos aun más. Pero solo en palabras, porque nos decíamos todo con caricias y besos, ocultos en las sombras del porche o en la casita de la playa.
-Después la muerte de su padre, ¿no?
-Y la de su hermano – agrego sombría Winter. –Mi madre cuido de Melanie, hasta su último suspiro hace 3 años. Quiero a la niña como una hermana, Max. El hermano mayor de Bran adoraba a mi madre por lo tanto que ella la cuidara era un alivio para él, la niña perdió a su madre apenas siendo un bebé, y ahora perder a su padre fue un duro golpe…
-Vivir con ese cretino de mierda no ha de ser un cuento de hadas, al menos no para ella, ¿eh? – le guiño un ojo. –Lo digo en el mejor de los sentidos, Terry.
-Lo sé – sonrió.
-Entonces… De nuevo te enredaste con el Joven amo – resumió. –Cosa que sucede seguido y no hay arrepentimientos.
-Correcto.
-¿Segura?
-El sexo con él es… Maravilloso, Max. No hay palabras…
-Sucede que a ti te encanta enredarte en las sabanas – acuso.
-Culpable – sonrió picara. –Como dije, estar con él me deja sin palabras.
Max la miro divertido. Un minuto después Winter volvió sus ojos celestes a Max.
-¡Ni una palabra de esto a nadie, Max! ¡A nadie!
-¡Lo juro, Win! – levanto la mano derecha. –Me corto la garganta antes de revelar este jugoso secreto – le guiño un ojo. -¿Imagínate que se entere la novia modelo de tu jefe? La tal…
-Samantha Woods – informo Winter con una sonrisilla malévola en el rostro. –Hace un par de días le envié flores en nombre de Bran. Él no fue a la fiesta de sus amigos y sabía que habría dramas por eso.
-Fue una fiesta en grande, eso según la revista de chismes más famosa de Nueva York – comento aburrido. –Esa chica es guapísima.
-Muy linda, parece un ángel… Lo que no me explico es porque razón Bran no vive en Manhattan para pasar más tiempo con ella. Aborrece la ciudad o eso es lo que dice siempre.
-Nena, es importante tener una imagen del niño playboy rompecorazones. ¿Crees que ese cuerpo es de gratis?
-Créeme, lo sé de primera mano que ese cuerpo no es gratis. Hace pesas, corre, nada, práctica box y esgrima. Es tipo es una maquina imparable…
-Sobre todo en la cama, ¿uh?
Winter se sonrojo hasta las orejas pero asintió soñadora.
Bran podía ser muchas cosas. Un cerdo arrogante ante los paparazzi, un tío gruñón y enojón, el peor jefe de todos ya que ni los buenos días daba al amanecer, pero nada podía hacer olvidar los bellos momentos que compartió con Winter cuando eran pequeños. Cuando él juntaba margaritas y se las regalaba a Sibyl, la madre de Winter, o cuando la rescataba de los salvajes perros que se aparecían en la calle que los llevaba a su escuela. Porque, a pesar de tener millones, la madre de Bran y Bruce los enviaba a escuela públicas, fue hasta la Universidad que ellos fueron a la mejor escuela de Nueva York, y Winter y Summer acudieron con becas a la Universidad. Donde posteriormente, Summer decidió vivir en Manhattan para cumplir su sueño de ser modelo.
-Iré a comprar un par de cosas que necesito para la Mansión. Cosas personales.
-Entiendo. ¿Vendrás en la noche, no?
-Si, hoy es la noche libre de Min. Así que, quizá te ayude con los clientes.
-Eso es buena idea – la dejo en la barra de la cocina. –Con cuidado, preciosa. No lleves la moto, con ese pie lastimado, dudo que puedas acelerar como te gusta.

Winter recorrió la ciudad en busca de chocolates, los favoritos de Melanie, y dulces de regaliz sabor cereza, y cosas personales, como ropa y de aseo personal. Su único día libre, prefería pasarlo recorriendo la ciudad o paseando por la orilla de la playa, sintiendo el sol sobre su pálida piel y la arena bajo sus pies, se tumbaba en la arena hasta después del atardecer, sintiendo el viento y el aroma del mar relajar sus sentidos.
Para el anochecer se cambio de ropa, algo más ajustado, parar ser la barman de “Fantasy”. Los sábados, siempre estaba a reventar el lugar. Las luces laser, cruzaban la oscuridad del sitio reflejando a los visitantes como personas misteriosas.

-Un whisky doble en las rocas – ella estaba de espaldas, pero la voz le resulto familiar. Se giro despacio y casi tira el vaso que tenia entre las manos, era Bran. No tenía el cabello peinado hacia atrás, ni ese impecable traje oscuro que acostumbraba; ahora una playera tipo polo con solo un botón cerrado, jeans y botas, el cabello largo y despeinado, la barba de días más acentuada, lo que termino por sorprenderla fue esa sonrisa que bailaba en su rostro.
-¿Winter, que haces aquí? – el tono de voz era como el de un amigo después de no verse varios días.
-Mi amigo es el dueño del bar, le ayudo esta noche. ¿Whisky doble? – Bran asintió.
Esa extraña sensación recorrió su espina dorsal. Era como si fueran amigos de nuevo.
-Así que… ¿Qué hiciste hoy para divertirte? – esperaba que ella no contestara que ir de compras.
-Fui de compras.
Bran levanto ambas cejas y frunció los labios, decepcionado.
-Que divertido – ironizo sin poder contenerse. Winter sonrió, recargo los brazos sobre la barra.
-Compre golosinas para Melanie y para mí, y algo de ropa… interior, lencería y encajes – susurro, Bran la miro de inmediato y esos ojos esmeralda centellearon lujuriosos y curiosos. –Quizá te la muestre más tarde – le guiño un ojo y lo dejo un segundo para atender más clientes.
Bran perdió los ojos en la silueta de ella, esa ropa negra ajustada a su cuerpo con unos stilettos altos le estaba dando muy sucias ideas. Después de todo, fuera de la mansión solo eran dos viejos amigos encontrándose después de mucho tiempo.
Un tiempo que resultaba estúpido y enloquecedor. Aunque excitante, porque él adoraba escuchar la voz de ella llamándolo señor o amo. Sobre todo amo, viéndola en su traje de maid, corriéndose entre sus brazos. Ella, sin darse cuenta, sacaba a la luz lo peor de él.
-Win – llamo Bran.
-Un segundo… - pidió sirviendo una jarra de cerveza. Destapo otras dos cervezas con el borde de la mesa, provocando que volaran las tapas cerca de Bran, que la miraba realmente sorprendido. ¿Que talentos ocultos y sexys tenía en sus ratos libres?
-Dime – se nuevo se recargo sobre la barra. Sus pechos resaltaban a la vista hambrienta de Bran y el dije que su madre le había heredado, era un buen pretexto para mirar su escote.
-Lindo amuleto – Bran tomo el dije rozando la piel de sus pechos.
-Lo sé – sonrió tomando la mano de Bran, acariciando sus largos dedos, tomando su dedo medio y asegurándose que nadie los mirara, lo metió a su boca insinuante, lo chupo y lo saco con un sonoro ruido. –Mmm… Hoy me siento particularmente caliente.
-Te entiendo – trago. -¿A qué hora sales?
-Después de las 3 de la mañana. ¿Qué pretendes?
-Llevarte a la cama de mi casa de playa y tomarte hasta que me quede sin fuerzas – contesto petulante.
-Tienes que dejar una buena propina para tenerme toda la noche – dijo, amplio más su escote, dejando a la vista esmeralda de Bran el encaje de su sostén.
Bran de inmediato saco un billete de 100 verdes.
-Puedes mejorar – tomo el billete y se lo guardo en el sostén. Se alejo para atender más clientes.
-¡Baila conmigo! – grito sobre la música. Su voz le llego fuerte y clara. Asintió una sola vez y se acerco a otra barman, señalando su área de trabajo la chica asintió, Winter le dio un rápido abrazo y salió de detrás de la barra perdiéndose de la vista de Bran.
Él la busco levantándose de su alto asiento. Winter apareció detrás de él, lo jalo a la pista, en medio para que nadie los viera.
-Espero que te muevas mejor que en la cama, Bran – ella comenzó a moverse al ritmo de los sensuales acordes de Sexy Silk.





-Es tu canción – le dijo en el oído. – ¿La gatita quiere su leche esta noche?
-¿Me darás mi leche, Bran? – lo jalo del cuello de la camisa y mordió el lóbulo de su oreja.
-Toda la que puedas tomar – aseguro. Coloco las manos en la cadera de ella, metiéndolas debajo de la blusa de tiras que vestía, sintiendo la suave, húmeda y pálida piel de ella, que conocía a la perfección. Cada pulgada, cada curva, estaba en su mente azotándolo con doloroso placer.
-¡Vámonos de aquí! – grito antes de que la tercera canción que bailaban sensualmente terminara. -¿Quieres divertirte, no?
-Adoro divertirme – contesto de vuelta.
-Andando – la jalo de la mano para salir de la muchedumbre del lugar.
Una vez afuera, prácticamente corrieron al estacionamiento del bar y la hizo subir a su auto, un Ferrari rojo.

-Amo tus autos – sonrió antes de subir, Bran le dio un rápido beso, él hizo lo propio subiendo al lado del piloto.
-Tu motocicleta no está mal – comento cruzando las calles de la ciudad. –Además de que luces sexy sobre ella – puso la mano sobre su rodilla, sin perder la vista del camino.
-¿Cuándo piensas tomarme sobre ella?
-Un día no muy lejano, Win – acaricio su muslo.
Cruzo las calles a velocidad y después entro a una pequeña villa, las rejas se abrieron de inmediato al verlo enfrente, y él sin saludar al guardia llego hasta la entrada de la casa de playa. Winter conocía la casa al derecho y al revés, cuando eran adolescentes se escabullían para tener sus encuentros secretos.
La habitación de Bran no había cambiado. La colcha color crema y las sabanas blancas de algodón aun tenían su perfume y las pocas pertenencias de él no se habían movido de lugar. La vista que tenia de la playa al anochecer era tan linda que por poco olvida la razón de estar ahí. La luz de luna entraba por las delgadas cortinas de los ventanales, alumbrando la habitación sin necesidad de encender la luz.

-¡Vamos! ¡Winter, desátame! – Bran estaba atado de las muñecas en los brazos de una silla, con los ojos vendados. Aun no se podía responder la pregunta de cómo había llegado a complacer la petición de Winter a ser atado.
-No… - contesto detrás de él. Bran se estremeció. –Tengo ideas en mente.
Bran sonrió un poco. Si algo le encantaba de Winter, aparte de su insaciable apetito de placer, eran esas ideas sucias para satisfacerlo. Fue idea suya, o casi, vestir de maid en la mansión. Con esos ligueros de encaje y las diminutas bragas que cubrían sus nalgas.
-Suéltame por favor… - pidió de nuevo. Movió las muñecas, con resultados inútiles.
De pronto sintió que ella se sentaba sobre sus piernas. El peso de su cuerpo cayó sobre sus muslos y sintió el calor de su cuerpo traspasar la tela vaquera y la presión de su sexo contra las nalgas de ella. Quiso tocarla.
-Aun no estoy desnuda – se removió sobre él. -¿Quieres saber que llevo puesto?
-Si – casi grito. –Dime.
Le quito la venda de los ojos, y poco falto para que Bran perdiera la razón. La lencería negra con vivos rojos lo endurecieron más.
-Desátame ahora – ordeno.
-Yo mando esta noche, Bran. No lo olvides – lo señalo y monto a horcajadas sobre él. –Ahora necesito verte – levanto la playera polo y acaricio sus pectorales. Bran echo la cabeza hacia atrás, cuando ella abrió su jeans, metió una mano cálida y lo tomo.
-¡Dios, Winter!
-Dime, ¿Qué es lo que quiero escuchar?
-Gatita, por favor…
La sonrisa en la cara de Winter no podía ser más grande. Lo froto con rapidez, Bran se estremecía.
-¿Qué es lo que quiere tu Gatita?
-Desátame y… - ella no dejo de torturarlo – te daré toda la leche que desees…
Aflojo el nudo de su mano izquierda y, con rapidez supersónica, Bran desato su otra mano, la tomo en vilo y la llevo hasta la cama; era su turno de torturarla.
La dejo sobre la cama.
-¡Diablos, Bran! – sollozo de placer. La lengua de Bran la atormentaba sin tregua.
Orgulloso del efecto que tenia sobre ella, termino por desnudarse y se hundió en su cuerpo. No soportaba más estar fuera de ella. Sabía que ella le gustaba tener el poder, cuando lo ato a la silla lo supo. Él no podía negar que la sensación era inigualable. Saberse a su merced, lo excitaba de sobre manera. Lograba conocerla a fondo, siendo ella misma.

Terminaron a la par como habían acostumbrado durante largos años de perfeccionamiento. Jadeantes y sudorosos enredados entre las sabanas.
-Cada noche me sorprendes más, Gatita – paso despreocupado los dedos sobre la espalda de ella.
-Lo sé – la abrazo contra su pecho, realmente encantado de estar así con ella. –Soy genial.
-Lo eres – confirmo.

Sus días juntos los hacían sentir libres en muchos aspectos. Podían ser ellos mismos sin ocultarse de nada ni nadie. Gritar, reír, jadear, sonreír y acariciarse sin tapujos. Decir su nombre fuerte y claro al explotar, era la sensación más celestial que Bran pudiera experimentar.
Con ella entre sus brazos podía asegurar que no tenía la careta del cerdo arrogante que muchas veces Melanie le recordaba. Ella lo hacía ser diferente, lo hacía sentir diferente. Era el viejo Bran, su mejor amigo de la infancia. El que la rescataba del peligro y le compraba golosinas al salir de la escuela, el que se colaba en su habitación para que ella le contara historias fantásticas, el que pedía un abrazo cuando los recuerdos de su madre lo asaltaban. Y ella era la suave y linda Winter, la que reía de sus chistes y corría detrás de él en cada una de sus aventuras, la que sin chistar se unía cada noche a él, dándole el mayor placer en las sombras, en el lado Oscuro de su vida.

1 comentario:

Violet dijo...

Me encanta como se llevan cuando no estan en el rol de jefe y empleada, podrian ser taan felices... aaahhh..

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