junio 25, 2011

Búscame - Capitulo X (¡¡Final!!)


Pues parecía que había abandonado esta historia. Pero no fue así, simplemente me concentre en Maldita delicia y la hice a un lado ): ya tenia este capitulo que es el final de la novela, que fue una historia corta, inspirada en la canción con el mismo nombre, que canta: Jean Carlos Canela :)

Espero que les haya gustado. Gracias por sus comentarios y por seguir este blog que día a día crece gracias ustedes :3

Buen fin de semana... Enjoy ^^


Capitulo X

-Volví…
-Puedo darme cuenta…
Evan mi primo estaba frente a mi puerta. Era tan grande la sorpresa que había pasado un minuto y él seguía ahí parado. Con una sonrisa en sus labios. Lucia igual, al menos como lo recordaba, un poco más fortachón a la última vez que lo había visto.
-¿Quién es?
Mire hacia atrás. Era Amelie. Se rascaba los ojos.
-Evan, mi primo…
-¿Amelie? – Evan entro al departamento sin permiso. Prácticamente me empujo y dejo sus maletas en el pasillo, obligándome a meterlas.
-¡Evan! – escuche el grito de Amelie mientras peleaba con las maletas para meterlas en el departamento.
-¡Oh! ¿Vives aquí, con Eric?
Cuando logre dejarlas en la sala. Mire a Evan abrazando a Amelie. Créanlo o no, eso me hirvió la sangre. Evan era mi primo sí, pero era hombre y que abrazaran a Amelie ante mis ojos no era nada grato.
-Si… desde hace un par de meses – sonrió Amelie. -¿Cuándo llegaste? -Hoy, hace un par de horas. Me costó un poco recordar el lugar donde vivía Evan, y un pulmón subir hasta el 5to piso.
Amelie soltó una risilla melodiosa. –Lo sé, pero te acostumbraras.
-Oh, Eric… Yo… - ahora ponía esa cara de perro sin dueño. Sabía por dónde iba.
-Sí, podrás quedarte un par de días – voltee los ojos. –Dormirás en el sofá, y nada de chicas y fiestas salvajes, por favor.
-Oh, venga Eric. Soy un hombre de bien ahora…
No sé porque pero no le creía. Voltee los ojos de nuevo. Sintiendo la amenaza de que ese gesto se volviera un tic al ver a Evan cruzando mí camino.
-Sí, lo que digas. Es tarde, tengo que dormir, y tú… por lo que veo también. Mañana busca departamento… y un empleo.
-Venga, Eric. No creas que volví a América porque me corrieron de España ¿o sí?
-Sé que fuiste a estudiar allá y que trabajaste un tiempo. Quizá te metiste con alguien que no deberías… -comente.
-Por favor… Me encontré a un tipo que tiene un restaurante aquí… Así que me dio empleo de gerente en ese lugar. Ya solo necesito un lugar donde vivir. Y tranquilo – agrego seguro por la cara de espanto que tenía – solo abusare de tu hospitalidad un tiempo.
-Bueno, pudiste esperar a que fuera de día y no tocar a mi casa en medio de la noche…
-¿En medio de la noche? – se carcajeo. –Son las 7 de la noche. En serio, Eric, ¿en qué planeta vives? Amelie… ¿Te arriesgas a vivir con este desubicado del mundo?
Amelie sonrió y me abrazo de la cadera.
-Si…
Sonreí como idiota.
-Oh – hizo una perfecta “o” con los labios. –Quizá es mejor que hoy mismo consiga un departamento. Gracias por todo… - sonrió y salió por la puerta.
-Vaya… - suspire.
-Estamos solitos… - la voz llena de lujuria me enchino la piel y le mando un tirón a mi entrepierna.


La jale de la cadera, pegándola a mi dura entrepierna. Joder. Amelie me ponía a mil con esa dulce y caliente mirada. Soltó una risa grave y un tanto nerviosa. De un brinco envolvió sus cremosas y suaves piernas a mí alrededor. La pegue a una pared y comencé a besarla como si de eso dependiera mi vida. Y es que ella ahora era mi vida. Mi mejor amiga se había vuelto mi chica, todo lo que alguna vez desee convertido en mujer.
-Alguien toca… - murmuro cuando besaba su cuello.
-Yo no oí nada – le dije y mordí el lóbulo de su oreja. La escuche jadear.
-Puede ser Evan – gimió enterrando las manos en mi cabello.
-Que duerma afuera…
Ella rió. –No… no seas malo… Acaba de llegar.
-Y eso mismo quiero que tú hagas, Amy… - le dije y perdí las manos bajo su falda, apretando sus nalgas y sintiendo la tela de algodón de sus bragas. Oh sí.
Ella jadeo aún más fuerte.
-Eric… Atiende la puerta.
-Tengo otras cosas mejores que atender – mordí el nacimiento de sus pechos.
Escuche entonces el ruido del timbre.
-¡Puta madre! – gruñí. Baje a Amelie. Ella acomodo su falda.
Abrí.
-¿Qué mierda…? – había un tipo parado en el pasillo. Pero no era Evan. -¿Si? ¿Qué quieres?
-Soy Andrew Norton… busco a Amelie.
-¿Amelie?
-¿Quién es, E…? – ella se quedó a media pregunta. Sus ojos se abrieron casi amenazando con salir de sus cuencas. -¡Largo! – tomo la puerta y quiso cerrarla, pero el tipo no lo permitió.
Fue cuando le ayude a cerrarla.
-¡Amelie! Por favor, solo quiero hablar… - el tipo no se había ido.
-¡No! ¡Vete! – ella comenzó a llorar de nuevo.
-¿Amy? – tome sus hombros, ella negaba con la cabeza. El tipo aporreo la puerta.
-No… - musitaba.
-Nena – acaricie su cabello. -¿Quién es el tipo?
Ella me miro.
-Nadie…
-¿Nadie? Pues parece que Nadie aún sigue afuera… -la tome del rostro obligándola a mirarme. –Amy, no me molestare si me dices quien es…
-Si lo harás – aseguro y más lagrimas rodaron por sus ojos.
-Ok, quizá – acepte con media sonrisa. –Lo matare incluso si toca de nuevo esa puerta y te hace llorar.
-No es necesario que lo mates… - sorbió por su nariz. Limpie sus lágrimas.
-¿Qué quieres que haga entonces? Tu dime rana y yo te diré: ¿Qué tan alto? -Evan… - ella dejo escapar un poco más de lágrimas y me miro. –Me iba a casar con él en Londres.
¡No! No, eso no era verdad. Mis iodos me jugaban una broma. No…
-Lo siento… No pensé que me seguiría… - decía intentando tomar mis manos. Pero fue muy lenta, abrí la puerta y golpee al tipo.
El hombre cayó al piso. Y realmente no sabía porque había golpeado al fulano, solo sabía que tenía que hacerlo. Amelie estaba llorando y por su culpa.
-Levántate, hijo de perra – rugí mientras Amelie me tomaba del brazo.
No me atreví a mover mi brazo, por miedo a poder lastimarla por la ira que contenía mi cuerpo.
-Evan… - la voz de Amelie era un ruego lastimero. Lo ignore.
El hombre se puso de pie finalmente y limpio la sangre de su boca con el torso de su mano.
-Solo quiero hablar con Amelie, no pelear contigo – dijo mirándome fijo.
-¿Qué es lo que quieres? – pregunte ignorando su explicación. Me importaba una mierda que demonios quisiera o no conmigo. Yo le partiría las costillas hasta hacerlas mondadientes.
-Hablar…
-Bueno, habla ahora, antes de que te corte la lengua – advertí con los puños temblándome a los costados.
-Andrew, vete… - hablo finalmente Amelie. La mire. Ella contenía aun el llanto.
-Amelie… solo… - dio un paso hacia ella, sin dejar de mirarme.
Las aletas de mi nariz se abrían y cerraban, pero sino fuera porque mantenía los dientes rechinando de furia, estaría bufando como un maldito animal.
-¿Qué…? ¿Vienes a llevarme contigo a Londres? Te dije que no me casaría contigo…
-No, no vengo a eso. Laila…
-¿Qué pasa con ella? – se arrojó a sus brazos y lo zangoloteo en busca de la respuesta que él celosamente guardaba.
Si no me equivocaba, era dolor lo que ocultaba su mirada.
-Adentro – ordene.
El tipo me miro y asintiendo entro, aun con Amelie pisando sus pasos.
-¡Dime! – chillo angustiada. Sus ojos se llenaron de lágrimas nuevamente.
-Ella murió…
-¿¡QUÉ!? – jadeo y se puso de pie. –No, estas mintiendo. Ella estaba bien cuando me fui…
-Le dio cáncer…
-Mentira… - chillo. La tome entre mis brazos y lloro. Largo y tendido se desmorono entre mis brazos. Su cuerpo temblaba.
-Amy, tranquila, shh – la mecí entre mis brazos, pero parecía que su llanto jamás terminaría. Jamás.

Un rato después. Cuando el silencio y la tensión entre aquel hombre y yo, solo era cortado por el llanto constante de Amelie, ella se giró a mirarlo.
-¿Por eso entraste al restaurante hoy? – cuestiono ella.-Si… Te busque en cuento te fuiste… No quería que te casaras conmigo sino querías nada. Solo… Laila quería…
-Oh Dios – gimió y se tumbó en el sofá, sin darme tiempo de tomarla entre mis brazos para que no cayera. Cubrió su rostro con sus manos. – ¿Sufrió? – pregunto dejando ver sus ojos rojos.
El tipo bajo la mirada.
-Espero… a que te encontrara y a su hija…
-¿La encontraste? – pregunto interesada.
-Si…
-¿Dónde está?
-En Manhattan. Ella es idéntica a su madre.
-Debe ser hermosa…
No tanto como tú, complete en mi cabeza. Observando en silencio el intercambio de palabras del extraño parado en mi sala y Amelie derrumbada en el sofá.
-¿Café?
El tipo asintió.
Bese la cabeza de Amelie pero entonces se aferró a mi mano.
-Evan… - se puso de pie. Aspiro profundo. –Él es Andrew Norton… es…
-Tu ex prometido – complete acido.
-No… es decir, sí. Pero es un amigo.
Suspire.
-Creo que he entendido un poco de lo que han hablado.
-Evan – me llamo por mi nombre y lo mire, intentando que mi mirada lo pulverizara. –Amelie es una buena amiga, creímos estar… enamorados – continuo midiendo sus palabras. Sabía que estaba listo para partirle la cara. –Ella escapo… Pero supe que era lo mejor. No vine aquí para pedirle alguna explicación ni nada. Solo quería que supiera que…
-Sí, lo demás ya lo escuche – ataje. No quería ver llorar de nuevo a Amelie. Nunca más. –Iré por el café – bese la frente de Amelie.
-Siéntate – cabecee en dirección a un sofá, mirando a Andrew. Era una orden. No tenía tiempo para cortesías. Camine a la cocina, con Amelie atrás de mí.
-Evan… - tomo mi mano, la mire. -¿Me perdonas?
Sonreí.
-Tú nunca pides perdón. ¿Qué pasa ahora?
-Pues… - bajo la mirada. –Creí que Andrew vendría a exigirme algo. Tuve mucho miedo que así fuera durante meses, y al verlo hoy en el restaurante, no supe que hacer, así que le lance la sopa encima.
Intente no reírme al imaginarme la escena que me describía. Me mantuve sereno mirándola.
-¿Por eso te despidieron? – ella asintió. –Bueno, al menos no me disculpare por golpearlo.
Ella sonrió y se lanzó a mis brazos con un suspiro.
-Nena… - le tome el rostro, aun húmedo – te amo.
Ella abrió grandes los ojos.
-Lo sé – dijo con una sonrisa resplandeciente. –Lo dices cuando dormimos…
Así que mi boca traicionera se me había adelantado en la confesión. No cabía duda que Amelie me golpeaba con un sartén las emociones. Cuando estaba a su lado, solo estábamos los dos. Nadie más. Incluso ahora, con Andrew en la sala, quería tomarla y hacerle saber al mundo que era mía y de nadie más.
-Te amo – repetí sin poder soportarlo. Quería gritarle al mundo que era feliz a su lado. Que ella era la mujer de mi vida.


Que con sus sonrisas sería feliz cada día, cada minuto de mi existencia. Me levanto cuando estaba despedazado por culpa de Serena. Enamorado de una ilusión. Creí en una mentira que yo mismo invente. Pero ahora, con Amelie, mi vida estaba cimentada en la verdad y en el amor. Y sí, me estaba volviendo un maldito sentimental. Aunque no pueden culparme, esta chica me tiene de un ala, y cacheteando las aceras. Sintiéndome por momentos en el cielo, sintiendo su cuerpo mecerse bajo el mío. Y en otras. Sintiéndome en el mismo Averno cuando ella explota entre mis brazos.
Quiero hacerla feliz. Sentirme feliz a su lado. Que ya era feliz, soy feliz, pero quiero serlo por el resto de mi vida, hasta que nuestros últimos suspiros salgan de nuestros cuerpos. No entendía el significado de “Hasta que la muerte nos separe”, pero Amelie, sin duda lo había puesto claro. Transparente.
Morir viendo por última vez esos celestes ojos sería una muerte en paz. La mejor de todas.
Pero no hablemos de muertes ahora. Porque mi vida con Amelie apenas está comenzando. Nunca me sentí tan feliz, ni tan imbécil al mismo tiempo. Ella movía mi mundo, le daba vueltas como un torbellino, pero no destrozaba nada. A menos que fuera mi garganta, al culminar entre sus deliciosas y cremosas piernas. Más no.
Porque moría y renacía entre sus brazos cada noche que ella me enjaulaba entre sus piernas. Cuando se aferraba con uñas y dientes, literalmente, a mi cuerpo al tomarla con fuerza y ternura. Porque miraba el mismo Paraíso a través del celeste de sus ojos, al tiempo que se derretía y los espasmos del orgasmo arrasaban con su cuerpo. Y todo esto, revuelto con el sabor de sus sonrisas, con el rugido de sus silencios, con el cantar de su piel cuando mis dedos la descubrían pulgada a pulgada.


Ella, era mi vida ahora.

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