noviembre 02, 2011

El placer es mio... - Capitulo 10

Mitad de semana. ¡Wow! ya es noviembre. ¡Yeih! Otro año esta a punto de irsenos de las manos. ¡Santa barba de Merlin! *.*


Les traigo sin tantos preambulos, capitulo nuevo de El placer... Lejos estan las cosas de salir a flote, a la luz, pero les digo que todo se pone bastante feito despues. Disfruten de la tranquiliad de Manhattan, mientras puedan ;) xoxo, Enjoy! ^^

Capitulo X

-Kenzi… Maestra Kenzi… - una pequeña le jalaba los jeans para llamar su atención.
Kenzi bajo la mirada y se arrodillo ante la niña.
-Dime, linda – Kenzi la tomo de la mano.
-¿Me ayudas? – la niña le señalo su pupitre. La niña quería pegar macarrones a su pedazo de cartón, pero el pegamento no estaba abierto.
-Listo – dándole el dispensador de pegamento, la niña sonrió contenta y continuo con su obra de arte.
Kenzi se puso de pie y camino por los pasillos, verificando que los niños no se comieran el pegamento o los macarrones crudos.
El día de la piscina había terminado sin niños con golpes en la cabeza, solo un par que se había raspado las rodillas. Y otro montón más que decía que quería más días de esos. Muchos más.
Kenzi regreso a su escritorio, desde el cual podía ver perfectamente a esos 15 niños que parecían pequeños monstruos. Todos con caras de ángel y sonrisas tiernas. Pero ella los conocía bien. Les encantaba correr por los pasillos. Echarse de cabeza a la piscina. Andar en el arenero comiendo los granos del mismo. Devorar con impaciencia las golosinas que Kenzi les llevaba cada viernes.
-Hoy es viernes… - escucho decir a Carol. –Día de dulces – le murmuraba a otra niña.
-¡Si! – Marie aplaudió, y volteo a ver a Kenzi. Ella se hizo la que no había escuchado nada y desvió la mirada.
Carol y Marie eran muy amigas, andaban a todos lados juntas. Contando sus secretos y en ocasiones peleando con los niños. Carol era una niña de piel pálida y cabello claro con ojos verdes, mientras de Marie era de piel menos pálida pero de cabello negro y ojos marrones. Las niñas eran un par de demonios.

Y tan rápido como el aleteo de un colibrí, se armo la gorda.
-¡NO! – gritaba a viva voz Marie. –Deja mis cosas, menso – le decía a otro niño. –¡¡Miss!!
Kenzi se puso de pie y tomo la mano de Marie, ella iba a lanzarle una bola de plastilina dura al niño moreno que siempre le hacía bromas. Louis siempre le hacía pasar malos ratos a Marie. Seguramente porque le gustaba.
-Louis… - miro duramente al niño de rulos. El niño hizo una mueca y le devolvió el lápiz rosa a Marie.
-Perdón… - dijo bajito y regreso a su lugar.
-¡Tonto! – gruño Marie y volvió a su pupitre, mirando de reojo a Louis.
Sin duda esos dos terminarían juntos. No importaba que solo tuvieran 5 años. Ellos terminarían juntos, muy juntos.
Kenzi regreso a su escritorio con la bola de plastilina en las manos. Mirándola detenidamente. Deseo haber tenido una para lanzársela a…

La campana sonó. Los niños se alborotaron de inmediato. Gritando, saltando y empujándose.
-No saldrán si no se forman – amenazo Kenzi.
Su grupo era el único que se formaba para salir. Y así ninguno se perdía en el camino.
Ella los llevo a la salida con sus madres y padres, que se alejaban con sus niños en los brazos o tomándolos de las manos. Otros no querían irse, ya que decía que Kenzi era la mejor maestra del mundo. La única que habían conocido, se recordaba Kenzi con una sonrisa, mientras regresaba a su salón y tomaba sus cosas.

-Marion – llamo a su amiga mientras salía al estacionamiento. –Se comieron mi pastel, supongo – entro a su Mini Cooper.
-Supones bien. Y fue Lizzy. A mí ni me mires…
-Me deben un pastel…
-Yo te lo pago con la sesión de masaje de hoy – contesto de inmediato. –Se que lo disfrutaras y que pasaste todo el tiempo pensando en sus manos…
-¡Marion! – jadeo Kenzi, encendiendo el auto. –No sigas. Yo no tengo un pedazo de plástico con que consolar mis partes nobles. Adiós – colgó antes de que su amiga comenzara con sus comentarios de penes feos y esas cosas.

Se dirigió a Pomaikai.
La morena de cabello corto la saludo y le indico la puerta con el numero 1.
Kenzi camino con el pulso en sus oídos. Se sentía ansiosa y nerviosa, todo por partes iguales.
Ansiosa de sentir las manos de ese hombre de voz sensual sobre sus tensos músculos, y nerviosa porque era el tipo que había visto en la calle hace días. Eso la tenía consternada. O quizá era otro Noah. Qué más daba ahora. Ella quería sentir su suave y cálido toque ya mismo.
Entro.
El lugar estaba vacío o eso le pareció hasta que la voz seductora y ronca le hizo pegar un brinco y tiro al piso un par de velas que reposaban en una mesita detrás de ella.
-¡Mierda! – jadeo ella y se arrodillo para levantar las velas.
-Déjalo, - la enorme mano del tipo apareció levantando con rapidez las velas y un par de flores. Kenzi trago – no pensé que te asustarías. Solo dije “Hola”.
No se atrevía a mirarlo. Incluso temblaba.
-Ya… - los dientes le castañearon. No es como si tuviera frio. Simplemente su presencia la ponía mal. No mal en términos de enfermedad. Simplemente, imagínenlo.
Aquellas manos habían pasado sobre su piel horas antes, su voz y su risa la habían hipnotizado. Cualquiera estaría temblando de pies a cabeza.
Kenzi se incorporo a la par de él. Subió la mirada, lentamente. Era tan pequeña en comparación con el hombre que tuvo que levantar la mirada al menos 30 centímetros, quizás más, para poder perderse en el oscuro tono de sus ojos.
-Hola – murmuro.
-Ponte cómoda… - le dijo y se alejo de ella.
Kenzi soltó el aire de sus pulmones. Se estremeció.
Se sentía como una adolescente… de nuevo. El pasado no había quedado en el pasado después de todo.

Una vez desnuda subió a la mesa de masajes y se acomodo boca abajo.
¿Era mucho pedir un hombre así para ella?
Alto, cabello largo, fuerte, con una sonrisa encantadora. Que nunca, nunca le dijera “Chúpamela, por favor”. ¡Con un pene glorioso! Oh señor, si, sobre todo con eso.
Soltando un profundo suspiro se mentalizo para saber su única verdad. Morirá sola y… medio virgen.
Quizá muchas no lo creían, y sus amigas dudaban rotundamente esa verdad, o quizá ese secreto de Kenzi. Era virgen. Ella se auto nombraba medio virgen. ¿La razón? “Yo sola puedo divertirme”. Tan simple como eso. Conocía su cuerpo a la perfección. Y siempre imaginaba un hombre como él tomándola. Besándola, amándola, satisfaciéndola a tal punto que incluso le hiciera perder la razón.
-Listo… Te asuste de nuevo, lo lamento. Quizá deba ponerme un cascabel o algo.
Kenzi asintió. Su pecho se comprimió.
Como deseaba que el masaje terminara para ir a casa a llorar. A llorar en la comodidad de su cama. Anhelando un hombre tan perfecto.
Él dejo caer el líquido sobre la espalda de Kenzi. La piel morena de ella estaba enchinada. Comenzó al masaje esta vez desde sus omoplatos.

-¿Todo en orden? – pregunto curioso. Sus hombros estaban tan tensos que después de 5 minutos de masaje, sus manos comenzaban a doler. No presionaba mucho. Solo que ahora, parecían ir las cosas muy mal. Al menos eso le hacía saber la postura de ella.
-Si… - mintió.
Sus recuerdos la golpeaban. Recordó sus “casi relaciones amorosas”. Siempre se había liado con tipos que tenían miedo de tener algo con ella. Quizá no miedo, quizá no era suficiente, pensaba ella.
Se prometió a si misma no ser doblegada por nadie. Mucho menos por un hombre que no veía en ella lo magnifica que era. Se lo repetía a diario y aun así el dolor se formaba en su garganta, deseando salir en forma de lágrimas, por horas. Tragando con dificultad, se obligo a si misma resistir el llanto.
-¿Ya vas a terminar?
-No he empezado, aun estas tensa – respondió. –Relájate…
-No puedo – confeso.
Se incorporo. Abrazo la toalla contra su pecho. Sin mirarlo bajo de la mesa.
-Tengo que irme a casa… - se dirigió al biombo y se vistió con rapidez. Ya vestida tomo su bolso y abrió la puerta para salir.
Cruzo el pasillo y miro fugazmente a Ada que atendía a un par de chicas molestas.
-¿Tan pronto? – pregunto Ada cuando la vio.
-Nos vemos – la ignoro y salió.
Prácticamente corrió a su auto, estacionado a una calle paralela del Spa.
Dentro, dejo fluir la lágrimas.

Condujo a casa tan rápido como era permitido.
Dejo su auto en el estacionamiento y subió a toda velocidad por las escaleras hasta su departamento. Quinto piso.
Llego a su puerta jadeando y sudando. Correr la hacía sentir libre. Sin pesares.

Se tumbo en su sillón de 3 plazas y contemplo el techo de su salita.
Tenía que dejar atrás el pasado. Dejar atrás todo lo que nunca fue. No era virgen porque no hubiese tenido la oportunidad de dejar de serlo. Sino porque cada hombre con el que estuvo no hacia su cuerpo vibrar como ella hubiera deseado. Porque aun las más fieras caricias se sentían como simples toques sin sentido. Fríos, vacios.
No tenía una larga lista. Quizá solo 2 o 3. Su primer beso había sido una mierda. Nada digno de mención y menos de ser recordado y aun así, ella lo tenía en su mente, siempre.
Termino por quedarse dormida, las lágrimas aun humedecían su rostro.

Cuando abrió los ojos no estaba sola.
-¿Qué demo…? – unos fuertes brazos la ceñían, pegándola al duro torso desnudo de un hombre moreno.
-Buenos días, pequeña – ella jadeo y se separo de él, haciéndolo caer el piso.
-Ouh – se sobaba el trasero. –La próxima recuérdame llevarte a la cama.
-¿Qué…? – ella lo miro. De arriba abajo. No termino la pregunta porque quedo idiotizada por el cuerpo tan bien formado del tipo.
Podría lavar algo sobre él. Uno de sus fuertes brazos se tensaba para soportar su peso. Las ondas marrones de su cabello caían hasta sus hombros. Su barba de días le acentuaba la mandíbula. Y esas cejas pobladas, eran el marco perfecto para sus profundos y oscuros ojos.
Sonrió devorándolo con la mirada. Memorizando cada detalle de su rostro y cuerpo.
-Sigue mirándome de esa forma y no respondo… - Era Noah.
Ella abrió aun más los ojos.
Todo tenía que ser…
-Un sueño, si – confirmo él. -¿Qué más sino?
Ella suspiro.
-Si, un sueño… - bajo la mirada y se sentó al borde del sofá.
-Eso no quiere decir que no se sienta real…
Sonrió lujuriosa y se lanzo a besarlo. Él la atrapo sobre su cadera y la despojo de sus ropas.
-Dime lo que deseo escuchar… - gimió ella, retorciéndose en los brazos de ese hombre.
-Te hare mía, toda mía… Gatita – gruño acariciando sus piernas y tomándola con determinación del trasero. Ella jadeo y le mordió el labio inferior. Hundió las manos en el largo cabello del moreno. Gimiendo contra su boca e implorando más caricias.
-Kenzi… Kenzi…

-¡Amiga!
Despertó. Con la frente perlada de sudor. Húmeda.
La voz a vivo pulmón era de su teléfono. La grabadora había registrado los gritos de Marion.
Ella se dispuso a regresarle la llamada.
-Buenas tardes… - contesto Marion.
-Soy yo, ¿Qué pasa?
-¿Qué te pasa a ti? ¿Por qué dejaste la sesión de masaje? ¡Con lo difícil que es conseguir cita! – jadeo.
No podría decirse que jadeo histérica. Pero poco falto.
-Tenía un par de pendientes, con lo del Jardín de niños. Lo lamento…
-Noah no sabía si hacerte volver o… No sabía qué hacer. Amiga, lo dejaste…
-Ya. No puedes decir que preocupado, ya que solo soy una clienta más – interrumpió a su amiga. Que seguro no se callaría nunca.
-Amiga… Dime que paso – dejo a un lado su tono sobresaltado.
-No me sentía bien – confeso a medias. –Me sentí cansada. Hoy fue un día pesado.
-Mmm… - Marion no se trago esa excusa. –Mañana iras al Spa, ¿oíste?
-Si, mamá – rezongo.
-Kenzi – regaño. –En verdad que hice esas reservaciones para ti. Solo para ti. Las necesitas. Noah no es un mal tipo. Es guapo, inteligente…
-Si, ya, ya… - y tiene novia, termino en su cabeza. –Iré mañana. ¿Vale?
-Y el domingo y el lunes… - agrego.
-¿Cómo dices?
-Si. Ese es el trato.
-¿Cuál trato?
-Hoy te saltaste la sesión. Noah me iba a devolver el dinero, pero le dije que no lo quería, que mejor te diera cita el lunes.
-¿Por qué tanto empeño con que vaya a ese lugar con nombre chistoso? – gimió.
-Lo necesitas y que no se hable más. Kenzi… - La morena odiaba cuando su amiga se ponía tan fraternal. Eso solo la hacía quererla más. –Por favor…
-Bien, iré. Pero antes explícame… ¿Era el masajista el tipo que vimos la otra noche en la calle?
-Si – respondió de inmediato.
-¿Por qué no me lo dijiste? – jadeo. Era turno de Kenzi de estar histérica.
-No lo preguntaste.
Era cierto. La morena nunca cuestiono eso.
-¿Cómo lo conociste?
-¿Recuerdas cuando estuve con muletas?
-Si… Caíste en una coladera – sonrió divertida.
-Bueno, tuve terapias y caí en ese lugar por casualidad. El destino supongo.
-Quisiera que las Moiras lo pusieran en el mío – exclamo Kenzi. Algo nostálgica y aun susceptible por sus recuerdos.
-Las Moiras no, pero si las Marion – corrigió su amiga.
-No juegues de a casamentera. Nunca deja nada bueno…
-Yo no juego nada. Solo quiero que te relajes. Noah tiene unas manos… Mmmm… prodigiosas. No puedes negarlo.
-No, no puedo.
Si, él tenía unas manos deliciosas. Ella deseaba esas manos recorrerla de a poco. Mejor aún, sus labios. Sentir el cosquilleo de su cabello por su piel cuando la besara por completo.
-Tengo que dejar de leer tanta basura erótica – jadeo a su amiga, que soltó una carcajada.
-No, no lo hagas. Tienes una mente divina. Bueno, te dejo… Estaré con Adam. Adiós amiga, no olvides tu cita con Noah.
-Suerte. Adiós – colgó.

Regreso al sofá. A contemplar el techo. Cerró los ojos y se obligo a volver a su dulce sueño. Donde el moreno la tomaba y la hacía suya en cuerpo y alma…

***

-¿Dónde estás, Kenzi? – la morena apenas había presionado el botón verde de su móvil para contestar, cuando Marion ya preguntaba cosas que ella no estaba segura de contestar.
-Salí a dar una vuelta… - Lo cual era mentira.
Estaba en su cama, con su ordenador portátil listo para ver "Sixteen Candles" . Después de todo, muy en el fondo si era romántica.
-Mmm, ¿Dónde estás? – pregunto de nuevo.
-Iré por un helado y quizá rente un par de películas… Tengo que calificar los cuadernos de los niños – recordó la montaña de cuadernos con bolitas y palitos de sus pequeños monstruos.
-¿Necesitas ayuda?
-No, no. Para nada. Sé que estas con Adam, dime, ¿Cómo va todo?
-Muy bien – sonrió Marion. –Supongo que después de… arreglar nuestras cosas todo va viento en popa.
-Que bien – se alegro. Kenzi odiaba ver a sus amigas tristes. Más a Marion.
-Cuelga… - esa era la voz de Adam. –Anda, por favor… Cuelga o me visto.
Marion soltó una risotada.
-Quiero ver eso… - reto Marion.
-Adiós… - Kenzi levanto la voz y apago su móvil.
Extendió los brazos y escucho como sus huesos tronaron y sus músculos se estiraron. Salió de la cama, era medio día y ella aun seguía en pijama. No tenia pretexto como sus amigas. Marion con Adam, y Lizzeth ahora con su ‘hombre perfecto’. No dudaba que en poco tiempo el ‘hombre perfecto’ le hiciera pasar una ‘noche perfecta’.
Suspirando camino a su cocina y se hizo un licuado de chocolate.
Se dio un rápido baño cantando a todo pulmón canciones que le levantaban el ánimo.

Tumbada en su cama puso el ordenador sobre su mesita de desayuno y la película empezó.
La película era simple. Una chica ama en secreto a un chico, el chico sin darse cuenta se enamora de ella. Fin de la película. Era linda por sobre la simplicidad de la trama. Las cosas por las que tenia que pasar la chica eran graciosas, y al final todos tenían un muy divertido final.
Para la mitad de la película sonó su teléfono fijo. Miro su teléfono con el ceño fruncido. Espero a que la contestadora tomara la llamada.
-Hola… Soy Noah, de Pomaikai. El masajista…
Kenzi jadeo. Miro como posesa el teléfono. ¿Eso era una broma?
Su teléfono en forma de hamburguesa no parecía mentir. Salió de la cama y camino a la sala, donde tenia su contestadora, la maquina negra grababa cada palabra.


-Ayer saliste tan de repente que en verdad me preocupe. Llame a… Marion me dio tu número. Espero que todo esté en orden. Te daré una sesión gratis, el lunes a las 7 de la tarde. Mmmm…
Kenzi se acerco al teléfono. Estiro la mano para levantar la bocina roja. El teléfono era antiguo y de un llamativo color rojo. Su abuelo se lo había regalado. Los dedos le temblaron.
-Es todo. Nos vemos más tarde. Adiós – la línea quedo muerta un segundo antes de que su mano levantara la bocina.

Por eso Marion quería saber donde estaba. Sonriendo como estúpida se tumbo en el sofá. Miro el teléfono rojo como si fuera la cosa más hermosa en el mundo.
-¡Que estupidez! – bramo de repente. –Solo fue educado… - se puso de pie y camino decidida a su habitación. Unos jeans y una camisa a cuadros color café. Ato con fuerza las cuerdas de sus Chuck Taylor viejos.
Ella terminaría con esto ahora. No hacerse ilusiones de llamadas por cortesía. Tomo su bolso y sus llaves. Asegurando la puerta de su departamento bajo las escaleras.
-Solo fue cordial. Solo eso… - arranco su auto. –Marion quiere que me sienta mejor, por eso le dijo al tipo que me llamara. Si…

El tráfico fluía. Era sábado por la tarde. Sin darse cuenta ya casi atardecía. ¿Cuándo tiempo paso mirando el teléfono rojo?
Bueno, no sabía. Pero ya tenía hambre.
Aparco donde siempre. Entro decidida al Spa.

-¡Hola! – Ada la saludo contenta. Esa chica era muy amable y con una sonrisa contagiosa. La cara malhumorada de Kenzi se borro y se acerco a la barra de recepción.
-Hey… -mordió su labio inferior.
-Ayer tenías prisa – comento Ada. -¿Todo en orden? – sus ojos marrones enormes se clavaron en Kenzi.
-Si, eso creo…
-Cualquier cosa, estoy aquí. Cualquier cosa. Si necesitas algún rufián en la cárcel también – agrego con malicia. –Soy experta en eso.
Kenzi soltó una risita.
-Ya que lo mencionas. Necesito a un fulano bien refundido en la cárcel. O quizá en el Infierno. Lo que pase primero… - gruño.
-Mándalos a la mierda. No vale la pena que pases tu tiempo pensando en un cretino idiota. Que no tiene en la mente más que mierda y humo. Esos engendros no valen la pena – arrugo la nariz, asqueada.
-Solo que su fantasma me persigue. Aun… - bajo la mirada. –Aun siento cosas cuando me llama. No sé si para saber de mi o para torturarme – gimió.
-Oh – Ada la tomo de la mano. -¿Sabes que es lo que nece…?
-Ada – el regaño de un hombre interrumpió la pregunta de Ada. La chica lo miro.
-¿Qué? – pregunto como si no hiciera nada malo.
Kenzi giro la cara para mirarlo. Era él. Noah…

Ayer no había tenido oportunidad de verlo. Sus sueños no le hacían justicia. Vestía unos pantalones negros y una playera negra también. Transparente. Bueno, no transparente. La tela era tan delgada que podía ver fácilmente cada musculo de su torso. Sus pectorales, su estomago de tableta de chocolate. Sus brazos fuertes y ese tatuaje que menciono en su primera sesión de masaje.
Tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Kenzi aspiro con dificultad. Bajo los ojos por sus fuertes piernas, estaba en sandalias.
-Deja de aterrorizar a los clientes… - se acerco a la barra con pasos fluidos. Seguros.
-No los aterrorizo – jadeo indignada, su hermana. –Solo digo la verdad.
Noah volteo los ojos y tomo el libro de las citas.
-Parece que estoy libre… - paso el dedo índice por los renglones de las hojas.
-No… La amiga de Marion ya llego.
El tipo recargo los brazos sobre la barra.
-¿Hoy no escaparas?
-No escape – defendió.
-¿Por qué te fuiste entonces? – paso la mano por su largo cabello, echándolo hacia atrás.
-Tenia que irme…
-Ahora eres tu quien la aterroriza – bufo, Ada. –Déjala en paz. No tienes porque interrogarla como si fuera un criminal. Ese es mi trabajo…
Noah la miro con una sonrisa en sus labios.
-Lo sé – le tomo el rostro y beso su frente. –Eres la mejor abogada de Nueva York, hermanita – se volvió a Kenzi. –En la puerta uno si me haces favor… - dicho eso se fue de ahí.
Kenzi perdió los ojos en su ancha espalda y si, en ese redondo y, podríamos apostar nuestros pulgares, duro trasero. ¡Oh si!
-¿Esta de mal humor? – pregunto Kenzi. Dos personas en la misma habitación de mal humor no era buena señal.
-No, así es él – sonrió.
¿Eso tenia que animarla?

Entro a la habitación y de inmediato se metió tras el biombo, desnudándose.
Quería que esto terminara ya. Si Marion sabía que no había ido al Spa, seguro que la obligaría a ir por el resto de su vida. Ella no quería eso, aunque el tipo estuviera delicioso. Eso solo representaba una tortura para ella.
Se tumbo boca abajo y espero a que apareciera Noah.
-¿No escaparas esta vez?
-No – contesto cortante.
-Bien – vertió el líquido sobre su espalda y comenzó el masaje. –Estas tensa, justo aquí – presiono su cadera. –Pasas mucho tiempo sentada…
-¿Y? – inquirió levantando una ceja, a pesar de que él no podía verla.
-Eso es malo…
-¿Ahora cuidaras de mi?
-Solo es un comentario – paso las manos por sus hombros. –No dormiste bien…
-¿Ahora eres doctor o algo por el estilo?
Noah detuvo el masaje. Se rasco la ceja izquierda.
-¿Qué demonios sucede contigo? – prácticamente gruño. Nunca había tenido un cliente como ella. Un día muda, otro día desesperada por irse y ahora una completa… amenaza.
-¿Seguirás con el masaje? – ignoro la pregunta. –Marion te pago para las sesiones.
Noah rasco su barba. Esta chica era una molestia. La prefería muda. Reprimiendo los gemidos de placer. No como una completa fiera. ¿Por qué se preocupaba por ella de cualquier forma?
Volvió al masaje y sin decir ni una palabra, terminó por destensar los músculos de su cuello hombros y piernas. Relajando sus pies. Ella se estremecía cuando él tocaba sus pies. Paso de nuevo las manos sobre su cadera.
-Listo…
Ella se incorporo rápidamente. Envolvió su cuerpo en la toalla. Él no había vuelto detrás de la estructura de cubos. Estaba detrás de ella, con los brazos cruzados. Mirándola fijamente. Su mandíbula estaba tensa. Intimidante. Sexy. Letal.
-¿Qué? – Kenzi aparto el cabello de su rostro.
Sin responder Noah salió de la habitación.
-Loco… - bufo Kenzi.
Una vez vestida cruzo el pasillo. La recepción estaba vacía, lo cual se le hizo extraño. Salió y entro a su auto.

Las manos de ese hombre eran tan suaves. Fuertes. Cálidas.
Repitió el mensaje en su contestadora. Su voz… Dura, masculina. Así deberían de hablar los hombres. Era una enferma por escuchar el mensaje una y otra vez. Pero es que no podía sacar de su mente esa mirada después del masaje. Como si la examinara. A la vez con un halo de… molestia.
Su teléfono rojo sonó. Tal vez era él. No dejo que sonara el segundo tono, contesto.
-¡Hola!
-Kenzi… - Era Marion. -¿Qué hiciste?
-Nada, fui al Spa como dijiste.
-¿A parte de eso?
-Nada… - hizo memoria. Nada salvo quedarse tumbada en su sofá.
-¿Segura?
-Marion me asustas…
-Noah me regreso mi dinero. No dijo nada más. Solo vino, me dio mi dinero y… se fue.
-¿Cómo?
-Si, algo le molesto. Quizá que acapare todo su horario…
-Oh…
Kenzi no se lo podía creer. Había sido su culpa, no había otra explicación. Por eso la había mirado así, molesto. Por eso su hermana no había estado en la recepción. No dijo nada más. Solo escucho a Marion y sus suposiciones. Ella conocía la verdad. Ella y su acido humor habían terminado con la amistad de Marion y Noah. No había otra explicación.

1 comentario:

Ada Parthenopaeus dijo...

Ohhh! Dioos es Kenzii me provoca darle de agolpes en esa cabezooota terca y cegatona.. y Noah que pasoooo que paso?? Dioos son como tres capitulos para saber que pasooo jodida me haces sentir Kenzii hoy... lo ameeee

Las chicas del Té de Lemmon

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