noviembre 05, 2010

Maldita delicia. Capitulo VI

¡Yeah!

Rico viernes, frijolifico, es decir, frio y nubladin como me gustan los dias. No tengo nada en contra del Güero, o sea el Sol, pero pues una buena sudadera me calienta mejor XD


Ahora si lo mero bueno, el capitulo de este fin de semanita es de Renata Cotty. Inspirado el personaje en mi mejor mejor amiga: Ale mi Cricri, quiza algunas ya lo notaron -me refiero a las lectoras de la Bandita que tienen contacto con Ale-, simplemente queria incluirla en mi historia. Ella es parte de mi vida y es inevitable no quererla en letras a mi lado :D


Te amo mucho mi Ale, y sabes que para mi no son solo simples letras o palabras que se dicen sin pensar.


Ok, si sigo llorare ;( Asi que a leer se ha dicho. Rens se las vera negras... pero antes disfrutara un buen XD Esa Rens toda perver... jeje. Saludos lectores. Nos estamos leyendo.




6. No hay luz sin oscuridad

Renata Cotty

Si alguien me pidiera que describiera un día en la vida de Renata Cotty, respondería “No, gracias”. Un día en mi vida no es lo que llamamos… interesante.

Mi día comienza con los maullidos de mi gato. Mi nuevo gato negro llamado, Cartón. Si, ese es su nombre, lo bautizo Luna. Ella me lo dio de hecho, dijo que como el otro había escapado tenia que tener algo de compañía. Lo encontró un día lluvioso, metido dentro de una caja de cartón. Muy original mi amiga en llamarlo de esa forma.

Cartón maullaba pidiendo su leche tibia de las mañanas. Después de que me levanto de la cama cerca de las cinco de la mañana a alimentarlo, entro a la ducha. Un baño con agua caliente siempre me relajaba bastante. Mi vestimenta habitual: pantalón de vestir, una linda blusita y un saco, más unos zapatos de tacón alto complementando mi atuendo.

Salgo corriendo a la oficina. Luna entra una hora más tarde a su trabajo, así que parte con tiempo de sobra, media hora después.

El camino a mi empleo no es largo. En realidad es muy corto. Con mi iPod todo es muy corto. La música rock, Indie y todo lo demás me hace el camino ameno y divertido.

Al llegar al nuevo despacho donde trabajo. William me recibe con una sonrisa.
Justo como está. Donde sus ojos brillan más de lo normal.
-Hola, Rens. ¿Qué tal el camino?
-Bien. Hola – sonrío sonrojada. Lo se, porque mis mejillas arden.

En realidad todo mi cuerpo arde. Mi parte central reclama su tacto, mi piel, mis labios.
-¿Te gustaría ir a comer conmigo? Más tarde, me refiero…
-Claro, me encantaría.
-Perfecto.

Estaba aliviada porque el pequeño dilema que teníamos Luna y yo había pasado al cubo de la basura. Me alegraba saber que podíamos estar como antes, olvidar los baches y volver a nuestra amistad intacta. Ahora Luna me deseaba suerte con William, y eso me hacia sonreír como boba.

Mi trabajo no es difícil, me encargo del departamento de finanzas. Mi oficina esta al final de un corredor, donde desde un gran ventanal se puede ver el parquecito donde Luna y yo comemos. Ayer comimos juntas.

Mi tarde pasa veloz. Yo refunfuño porque en realidad me gustaría que pase lento. William trabaja en la oficina frente a la mía. Cambio su lugar porque decía que le gustaba mirar a la calle ajetreada de Manhattan. Lo cual era bueno para mí, porque así podía verlo tan solo con levantar la mirada.
Algunas veces era descubierta mirándolo. Sus ojos azules me descubrían y sus cejas subían juguetonamente de arriba abajo. Su actitud me sonrojaba, él era lindo, muy lindo conmigo. Había perdido el interés por Luna. El monstruo en mi interior ronroneaba contento. William me tenia tan embobada, que mi día pasaba como Flash corriendo al lado de Superman. Así de rápido. Como un rayo de luz.

Odiaba eso.

Así como odiaba no ver a Lex. Si… William estaba fuera de mi alcance, además de ser mi jefe. Era algo así como mi fantasía, mi amor platónico. Mire el teléfono móvil como si con la mirada fuera a sonar. No funciono. Salí por un café.

Las calles estaban, como siempre llenas de personas corriendo para todos lados. El otoño estaba en su punto alto así que las chicas Neoyorquinas caminaban elegantes con sus abrigos y bufandas. Mi cabello revoloteaba alrededor de mi cabeza. Mis orejas y nariz estaban frías.





-Un café americano – me acerque a la barra del Starbucks.
-Que sean dos, yo pago – Gire para ver quien era el atrevido.
-Hola, Ren, ¿Cómo va el trabajo?
Mi mandíbula toco el piso.
-¿Q-qué haces, a-aquí?
-¿Qué parece? Pago dos cafés americanos, genio – Lex me miro, volteo los ojos y pago la orden.
-Anda, aquel lugar parece genial – Jalo de mi antes de que pudiera protestar.
-P-p-pero…
-Brrr – se froto las manos una vez que me hizo sentarme a su lado.

Muy juntos por cierto. No me molestaba, pero… Dios. Pensé que solo había sido sexo de una noche.

-¿Tienes frío? – pregunto abrazándome. –Yo si… - beso mi frente.

Sus labios estaban calientes. Y mi cuerpo comenzaba a entrar en calor.

-¿Sabes? Estuve… me cuesta aceptarlo, la verdad jamás pensé que tu y yo… tu sabes – me miro, sus ojos azules traspasaron la barrera que tenia.
Una que hacia tiempo había puesto. ¿Para qué? Para que nadie me rompiera el corazón.

Pensaran que ya esta trillado el tema del corazón, ¿ah? Pues no. No lo esta. En el mundo hay millones de chicas con el corazón roto. Quizá como el mío, quizás no. Lo que les puedo decir es que no quiero tener que reunir una vez más los trozos de este tonto corazón. Una noche soy feliz, para que al amanecer me digan “Voy a casarme”, si. Así fue como me rompieron el corazón. Con una declaración.

Quise estúpidamente pensar que solo había sido una vez y ya, pero no. Fueron tres más después de la primera. Que mala suerte tiene esa chica, dirán. Quizá no fue suerte, quizá sea mi destino ser infeliz. Quizá nací con una marca de infelicidad en mi frente, una visible solo para los patanes que se quieren propasar conmigo, que quieren jugar con esta eterna estúpida. Pero, ¿saben? No más.

Coloque esa barrera y nada la derrumbara, ni la atracción inevitable que siento hacia Lex, no puedo echar todo a la basura y lograr solo un corazón roto por quinta vez, ¿o si?

-Lex – lo detuve en su divagar con nada de sutileza, él me miro sorprendido. –No digas nada. Si quieres una noche más de sexo, solo llámame, ¿vale? Gracias por el café.

Me puse de pie. Salí al viento de otoño. Mi cabello de nuevo se alborotaba.

Logre tragar el nudo en mi garganta, ya fuera llanto, ya fuera ira. Lo que fuese, tenía que ser desechado de inmediato. Sin miradas nostálgicas al pasado. Les prometí a mis amigas ser feliz de nuevo, y lo lograría.


-¿Rens?
Entre a mi oficina, no logre cerrar la puerta como me proponía, ya que William entro sin permiso.
-¿Necesitas algo?
-Lo mismo pregunto, Ren, ¿Qué tienes? – tomo mis hombros obligándome a mirarlo.
-Nada, solo… nada, estoy bien – mentí.
-No, no estas bien. Dime que tienes… me duele verte así.
-Nada, estoy bien. Ya te lo dije – intente sonreír.
-Hmmm, no se tu, pero a mi no me engañas con ese intento de sonrisa, Ren.
-Hoy no tengo ganas de sonreír. Eso todo – rehúse a mirarlo más tiempo.


Pero él siendo un tipo que consigue lo que quiere, tomo mi mentón. Su calido roce me derrumbo. Mi labio empezó a temblar y como resultado las lagrimas empezaron a salir sin tregua.

Una estúpida Magdalena, eso era.

-Ya… ya… - me atrajo a sus brazos. Sus manos acariciaban mi espalda.
-No se que pasa conmigo. No se…
-Yo si… tienes miedo. Todos lo tenemos. Créeme.
-Pero tu no temes a lo mismo que yo.
-Si supieras… - soltó el aire en sus pulmones.
-Dímelo – exigí.

Me separe de él y lo mire con una mezcla entre ira y curiosidad.

-Esta bien. Solo no llores, ¿vale? – limpio mi rostro con sus pulgares.
Asentí.
Suspiro antes de sonreír.
-Le temes a lo que alguna vez perdiste, Ren. Lo que alguna vez creíste que fue tuyo. Y que ahora que lo sientes tan cerca… Tienes miedo de aferrarte a él. Y créeme, no hablo de una persona – su voz tan calmada, me provoco más llanto.
No sabia con exactitud si eran sus palabras, porque eran ciertas, o simplemente quería llorar por tantas cosas que me pasaban. O que alguna vez me pasaron y que no quería volver a vivir.

-¿Estoy en lo correcto?
-Si – sorbí mi nariz. –Si, todo lo que dices es verdad. Pero dime… ¿acaso no estoy en todo mi derecho de poner muros? No quiero que me lastimen de nuevo, Will. No quiero volver a sentir que me pierdo de mi misma, no quiero.
-Supongo que es tu derecho. Pero, también es deber tuyo vivir una vida feliz. Sino para que mierda pisamos este jodido mundo, ¿ah? No se tu, pero… la vida es correr riesgos, caerse y volverse a levantar, no importa cuantas veces caigas ni cuantas falles ni cuentas veces nos rompan el corazón. La vida es eso y más. No hay luz sin oscuridad.
-P-p-pero…
-Solo piénsalo, ¿si? – Sus manos tomaron mi rostro. –Solo siente el momento, déjate llevar. Es difícil… lo se, el camino nos pone pruebas, difíciles muchas veces. Pero solo el valiente y el que tiene coraje logra pasar la prueba de la vida. No te derrumbes por algo que aun no conoces. Porque tu diste todo, sin recibir nada a cambio. Eso, mi vida, no es amor.

¿Qué demonios le había pasado a él para describir mi dolor de esa forma? Lo describía como si fuera suyo. Como si el supiera que sentía exactamente.

-Tu… a ti…
-¿Qué si me han roto el corazón? – alzo una ceja.
-Ajá.
-Dos veces. De hecho… tú lo haces justo ahora.
-¿Qué? – solté extrañada.
Sonrío. –Rens… ¿Eres tan ciega para no ver que me esfuerzo para que me mires?
-Yo… tú… te gustaba Luna – recordé.
-Culpable. No quiero que me mires como el tipo que te toma como premio de consolación. Pero… tú me gustas en verdad. ¿No te pasa que te gustan dos personas a la vez, pero siempre hay una que tu corazón pide a gritos abrazar?

Si. Si me pasa. Justo ahora, contigo, con Lex, con el desaparecido de Jared. Pero… mi cabeza estaba vuelta un lío ahora con esta declaración de William. Mi estomago revuelto, mis manos frías aferradas a la solapa de su saco negro.

-Supongo que el ser humano por naturaleza es egoísta – No supe de donde saque esa frase, pero lo hice.
-Supongo – alzo las cejas. –No vuelvas a llorar, ¿vale?
-Ok – asentí.
-Piénsalo, ¿si? – beso mi frente y salio de mi oficina.


¿Pensar? ¿Pensar? ¿Pensar qué? Pensar que me tiene echa un lío, ¿eso tengo que pensar? ¿Pensar que justo ahora lo deseo entre mis piernas? Mismas que están temblando, sintiendo la lejanía de su calido cuerpo. De su musculoso cuerpo. Porque créanme, este hombre podrá ser delgado y alto, pero apuesto a que esta jodidamente marcado y comible, lamible, devorable. Y todo lo que termine en “able”.

Como pude, regrese a mi escritorio. Amaba mi silla de respaldo alto y con rueditas. Eche la cabeza atrás relajándome un poco. Sabia que no funcionaria. Pero el intento se hizo.

Revise un par de cuentas, de entrada y salida de productos. ¡Oh! No les he contado de que va la Asociación, ¿cierto?
Ahora lo entendí mejor, después del shock que su mirada eléctrica me hizo pasar. La empresa se dedicaba a proveer de comida a los más necesitados, para eso teníamos que hacer mucho trabajo. Pedir ayuda en las más importantes empresas de Nueva York, lugares que necesitaran una cara amable con el mundo. Muchas eran una mierda, si. Pero otras en realidad querían ayudar a toda esa gente necesitada. También organizábamos bailes, subastas, conciertos y todo ese tipo de eventos para la caridad.

Me sentía liberada y útil para el mundo.


-Ren… ¿Vamos a comer? – William estaba recargado en el marco de mi puerta.
-Ham… - mordí mis labios.
-Anda, prometo no morder… - sonrío. Parecía dispuesto a hacerlo y vaya que quería que me mordiera.
-Vale.

Tome mi bolso. Él me tendió su mano para salir juntos.

La mirada de su secretaria me fulmino. Lo siento chica, pero este hombre es mío. Le regrese la mirada con cinismo. Creí escuchar un gruñido.

-¿Qué te gustaría comer? Yo invito – presiono el botón para bajar por el ascensor.
-Pues hace un poco de frío, se me antoja algo caliente.
-Perfecto.

Las puertas se abrieron y entramos. De inmediato él presiono el botón para cerrar las puertas. Eso me acelero el corazón. Podía sentirlo palpitar en mi garganta, bombeando con fuerza en mis oídos.

-Tienes algo… - soltó mi mano y quito una pluma de mi cuello.
De inmediato me estremecí. Mi punto débil, el cuello. Lo mire totalmente avergonzada. Él me devolvió la sonrisa con picardía. Como un niño cuando sabe que descubrió algo nuevo.

Soplo la pluma que descansaba entre sus largos dedos.

-Espero que no me odies después de esto…

¿Después de qué?

Su rostro se acerco a mí. Me arrincono en una esquina. Sentí como se detuvo el ascensor. Su rostro estaba aun más cerca, sus manos en mis hombros, mismas que subieron después a mis mejillas.

Ladeo su rostro y…

El beso fue mejor que mis sueños. Sus labios me descubrían despacio, tan despacio que pronto me desquiciarían. Mis manos viajaron sin necesidad de mandarlas a su cadera, aferrandose a los duros músculos de su cuerpo. Lo escuche jadear cuando me acerque aun más a él.

Necesitaba estar más cerca, saber que era verdad lo que sentía, saber que era verdad que él me besaba de esa forma que me provocaba mareo, me robaba el aliento tan lentamente, que pronto tuve que jadear.
Su lengua trazo un camino a mis oídos y después a mi cuello. Ahí fue donde perdí el control. Mis manos subieron, surcaron el camino musculoso por su pecho, llegaron a su cuello. Prácticamente me colgué de él para acercarlo más a mí. Sonrío cuando gemí su nombre.

¿Cómo podía un simple beso hacerme sentir tantas cosas?

Sentía que volaba, me sentía bien, feliz, extasiada, completa. Era como una nueva brisa, una llena de frescura, de paz, de… ¡Dios!

Las manos de William exploraron mi espalda y bajaron… ¡Oh si!

-Mmmh – le escuche cuando apretó mi trasero. –Puedo decir que ahora me encantas más – sus fuertes manos me cargaron.

Su cuerpo me aventó a la pared de espejo del ascensor. Podía sentir como ardía, como se… ¡demonios! Como se ponía duro entre mis piernas. Que podía decir de mí, que ya estaba totalmente húmeda por sus labios.


-Señor, señor… ¿hay alguien ahí?

Una voz se escuchaba por el intercomunicador de emergencias.

-Señor Northman, ¿esta usted bien?

William bufo.
-Si, estoy bien. Solo que, mi acompañante es claustrofóbica y estábamos superando el miedo – sonrío. –En un minuto bajo, gracias.

Volvió a mis labios, irrumpiendo en ellos esta vez con furia, con pasión. Mordió mi labio inferior.

Después de que me robo el aliento y me mojo todavía más, si es que era eso posible, me dejo en el suelo, besando mi nariz con ternura. ¿Qué tenia este hombre que me tenía así?

-Malditos micrófonos de emergencia – dijo y con disimulo acomodo su pantalón.
Me limite a acomodar mi falda y a sonreír para mis adentros.

Pronto llegamos a la planta baja. William pidió su auto.
-No sabia que tuvieras auto – comente.
-Yo tampoco… - bromeo. –Fue un regalo de un amigo de mi padre. Aun me pregunto si eso es un auto – dijo sombrío.

Solo esperaba que no fuera un cacharro apunto de desarmarse. Como el que alguna vez tuvo Emily. Esa cosa servia si, pero no era lo que podíamos llamar una maquina de velocidad. Recuerdo que un día subíamos por una colina en San Francisco, creímos morir, el auto estaba por detenerse y su freno de mano no era… digamos… no servia a la perfección.

-Su auto, señor.
-Gracias – tomo las llaves.


Dios, eso no era un auto. Era… hermoso. Rojo, incluso lo veía sexy. Si algo podía hipnotizarme eran los autos. Incluso Luna sabia que esa también era mi debilidad, como la de ella. Los autos nos podían y más si eran conducidos por hombres como William.

-Vamos. –Abrió la puerta. ¡Oh por todos los santos!



La puerta era de alas de gaviota. De esas que se abren hacia arriba. Como uno de los autos favoritos de Luna, un DeLorean de Back to the Future. Me ayudo a subir y cerró la puerta. Subió del lado del conductor. El ronroneo del motor me hizo estremecer.

-¿Sigue siendo un auto? – pregunto sonriente.
-Una cabina, un propulsor, dos alas. No lo se, ahora no lo se.
-Me excita verte así – dijo sin pensar y acelero.

Las calles de Nueva York para nuestra suerte estaban desiertas. Cosa que estaba más que bien, William me describía las características de esta joya de la corona mientras surcábamos las calles.

-De cero a cien en tres punto ocho segundos – Acelero. –Tengo que llevarte a una pista de carreras, tengo un amigo que puede ayudarnos y manejaras este bebé en su máxima velocidad: 317 kilómetros por hora.
-Dios. ¡Trescientos diez y siete! – me lleve una mano al pecho.
-Así es nena. Dios, me sorprende que te gusten los autos.
-Oh, bueno, no se mucho de ellos, pero este hermoso me conquisto.
-Tengo más caballos de fuerza que él – golpeo el volante.

Mordí mi labio.

-No hagas eso por favor.
-¿Hacer qué? – mire alrededor.
-Eso, morderte los labios. –Se detuvo en un semáforo.

Se lanzo a besarme. Los tres minutos que duro el semáforo en rojo, sus labios no se despegaron de mí.

-Si lo haces de nuevo, tendré que besarte… - amenazo.
-Vale, lo tendré en mente.


La comida fue muy buena. Bastante. Mucho. ¿Pero que digo? Olvidamos la comida, nos lanzamos a un lugar alejado de la gente y ahí, empezamos a besarnos como unos locos. Si el mundo se acabase hoy mismo podría decir que morí feliz.

William me hizo sentir en las nubes. Sus dedos hábiles. Que digo. Jugaron con mi cordura como nunca antes. Ahora amaba el auto más que antes. Nunca una cabina fue tan excitante. La adrenalina corría por mis venas. Las manos de William recorrían mi cuerpo magistralmente.

Para estar más cómodos él se paso a mi asiento, asi el volante no me pegaba en la espalda. Me subí en él y como si ya supiera lo que quería empezó a tocarme como un sabio.

El tipo era un genio, uno en miles de formas. Sabia cuando y como detenerse. Me provoco un orgasmo, que joder. Le mordí el cuello para no gritar desquiciada.

-Eso me dejara una marca – Dijo juguetón.
-Lo siento… no pude resistirme – mire su cuello. La marca estaba entre su hombro y el comienzo de su cuello. Una camisa lo podría cubrir.
-Esta bien, me lo merezco. Este no es el mejor lugar para… esto. Pero no pude resistirme a tenerte entre mis brazos.
-Si, te lo mereces – lo lamí.

Ahora íbamos de regreso a la oficina. No quería que el viaje en esta joya terminara, pero así tenia que ser.

Caballeroso me ayudo a bajar.

No… Esto no era real.

Jared estaba en el lobby del edificio. Lo reconocí por su cu… por su chaqueta de piel. William me dio la mano para entrar juntos. Mi instinto la rechazo. Me hice la tonta buscando nada en mi bolso.


Esperaba pasar desapercibida al pasar por el lobby.

-¡Renata! – gritaron.
Gire la cabeza hacia el grito.
-Jared… ho-hola – sonreí.
-¿Cómo estas? Hace siglos que no se nada de ti… Perdí tu número, y Jackson bueno, es un idiota. El muy bastardo no me dio el número de su hermana, ¿puedes creer que pensó que quería cortejarla? Ella no es mi tipo – No había necesidad, pero me sentí bien cuando dijo no estar interesado en Luna, y más cuando explico su tiempo de ausencia en mi vida.

-¿Trabajas aquí? -Miro a William a mi lado. -Disculpa, soy Jared, amigo de Renata – se estrecharon la mano.

¿Era yo o hacia calor? El aire se volvió pesado.

-William Northman – se presento.
-Si, si trabajo aquí. William, ¿me das un minuto? –Interrumpí esas miradas de fuego que amenazaban con prender el edificio.
-Claro, nos vemos arriba – sonrío. –Un placer…
-Si, hasta luego.

Esos dos andaban tensos.

-¿Él es tu…?
-Es mi jefe, fuimos a comer.
-Ah – suspiro. –Vale, pues me dio mucho gusto volver a verte. Sigues igual de her… no, estas más hermosa que la última vez que te vi.
-Gracias – me sonroje.
-Lo que digo no es más que la verdad, Ren. Espero que nos veamos pronto. Cuídate.
-Si, yo también espero lo mismo.

Asintió lentamente. Se despidió de mí con un beso en la mejilla. Su barba me picaba, pero eso era lo de menos. Él estaba aquí… ¡Aquí! De nuevo en Manhattan.

4 comentarios:

Ada Parthenopaeus dijo...

si Ren -cri-cri- si que siii... hahah hay añgo que me reocrodo esa epoca negra, tubrioa y jodida... pero bueno tiens a tu Luna. sensei morita y pes Joder estra ren se la lleva Lexx, Will y jared... oye si no quieres a jARED me lo puedes pasar... Oh Beu tu si que em tienes alucinadoo co este fiic... Maldita delcia... si muy maldita y que delciiiia .... chicos malos, perverosis, ricooos y ...
quieroo un besoo en un asecensor asi como el de elloooos lo quiero lo quiero lo quieroooo!!
carton ahi ren ama a los gaatitos

Karla Medina dijo...

Estuvo genial este capitulo, y woooooooooooo!!!!!! lo que paso en el carrito mucho mas, me encanta esta historia, y valla que will esta como quiere jajajajaja, y ni que se diga de Jared esta muy bien jajajajaja, creo que le tengo un poquito de envidia a Ren eso que se pelen por ti esta cañon jaajajajaja, felicidades el capitulo quedo buenisimo =)

VioletaHerondale dijo...

Yo sí la mato ahora! es una puu....

Violet dijo...

wooww!! si que es afortunada esta Natita!! tiene a todos babeando por ella!!! ufff! chica si que puede divertirse a mil!!

Las chicas del Té de Lemmon

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