mayo 13, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo V

Bendito San Google. Los problemas del Blogger se solucionaron. Yo pensé que este viernes no subiría capitulo de Maldita delicia, pero afortunadamente me equivoque. Este capitulo, como alguna sospecharon -entre ellas mi Cricri- es el de Luna Phellan (: ¿Muy emocionadas con la fiesta de Jennifer? Si, si, yo también x) Cuidence mucho, espero sus comentarios, buen fin de semana y enjoy! ^^


5. Déjà vu

Luna Phellan


-¿Lista?
Evan estaba sentado en mi salita. Su mejilla derecha aún tenía una sombra de la pelea que tuvo con Jensen.
-Un minuto – termine de guardar mis cosas en el maletín donde cargaba mi cámara y un par de cosas más. Cruce mi bolso por mi pecho. Tome mi maletín cuadrado en una mano y en mi hombro, el bolso que tenía mi ordenador portátil.



Evan se puso de pie. –Venga, no puedes con todo eso – tomo mi maletín y el bolso del ordenador.
-Si puedo, tengo casi 2 meses cargando todo eso.
-¿No puedes comprarte un automóvil? Ganas lo suficiente para el enganche o uno de segunda mano – comento mientras salíamos del departamento. Me espero en el pasillo mientras aseguraba la puerta.
-Podría, pero no se manejar. Soy muy evolucionada como para aprender a manejar – le dije divertida recordando al Dr. Cooper de The Big Bang Theory.
-Seguro – Evan rodo los ojos.
Bajamos las escaleras. En una calle paralela al edificio, Evan estacionaba el auto que su primo le había prestado. Ya tenía una semana que me llevaba a la Editorial. Cosa que le agradecía porque tantos bolsos y maletas empezaban a atrofiarme.
-¿Iras a la fiesta de mi amiga? – pregunte con esperanza.
-Lo siento, nena, no puedo. Trabajo – se disculpó.
-Bueno, está bien.
-Diviértete por mí – dijo sonriendo.
-Seguro – me despedí con la mano y salí de su auto. Era un clásico, un clásico muy viejo y con la pintura desgastada. Pero tenía algo que hacía que me gustara. Tal vez el conductor. Sonreí para mis adentros.
Entre al edificio. Tome el ascensor y presione el botón del piso de la Editorial.



-Espera… - una chica muy parecida a Jennifer me hizo detener el ascensor. Tenía la misma estructura física, los labios gruesos, la piel blanca, si no fuera por los ojos, -que eran marrones- podía decir que era Jennifer. –Gracias. Ah, también vas a Spotlight – dijo sonriéndome.
-Si – asentí. Me recargue en una de las paredes. El aroma dulzón de su perfume me puso de malas sin razón aparente.
Por fin llegamos al piso de la Editorial, la chica salió primero. Tome todas mis maletas como Dios me dio a entender y me dirigí a mi oficina. En el camino me encontré a Neal, que me miraba con curiosidad.
-Niña. Con tanto estrés terminaras arrugándote prematuramente.
-Puedes ayudarme y así no me hare vieja como tú – le dije mordaz.
-Lo siento, mi religión no me lo permite – dijo y alboroto mi cabello, sostuvo la puerta de mi oficina para que entrara. –Listo, es lo más educado que puedo hacer por ti hoy. Ah, y Dorothea quiere verte en su oficina desde ayer – dijo.
Deje mis cosas en el piso y corrí a su oficina. Aun le tenía pavor a la mujer que firmaba mis cheques.
-¿Me llamaba señora? – pregunte anunciándome con los nudillos.
-Señora… - bufo Dorothea. –Niña, tenemos meses de conocernos. Solo Dorothea – se volvió hacia mí. –Luna, toma asiento.
Lo hice.
-Sunshine, la competencia – dijo en burla. –Quiere copiar nuestras portadas. Así que… empezaremos a innovar la revista. No quiero que esas estúpidas acaparen el mercado. Y… sé que Samantha es su espía. Pero dejaremos que ella crea que nosotros no sabemos nada. Lástima, es una linda chica con la cabeza hueca como cualquier otra rubia despampanante.
-¿Cómo piensa innovar la revista?
-Bueno, Luna, tu eres una chica… Así que tú dime. Eres joven, linda, inteligente e independiente.
-Gracias – me sonroje, sabía que Dorothea decía que era buena en mi trabajo, pero nunca me había dicho algo tan halagador, y menos frente a frente. –Pienso que con un par de artículos mejor escritos, que la revista sea llamativa. Cosas nuevas, lugares que las mujeres pueden visitar, solas o con acompañantes. Consejos de superación y cosas por el estilo – sugerí.
Dorothea asintió, después sonrió.
-Sabía que no me equivocaba teniéndote en nuestro equipo. Respecto a los artículos, contrate una nueva editora. Estará en prueba un tiempo. Lizzy – presiono un botón de su teléfono – que pase la señorita.
-Luna, ella es… - alzo la ceja para que la chica se presentara. Me gire. Era el clon de Jennifer.
-Monique Adams – la chica estiro su mano.
-Hola, Luna Phellan… - me presente.
-La fotógrafa estrella – comento.
-La misma, Adams… - confirmo Dorothea. –Bueno chicas, trabajaran juntas. Luna puede aportar con lo visual, y tu Adams los atraparas con tus letras. Es todo…
Salí de inmediato de su oficina.
-Hey, Phellan… - me llamo el Clon. –Tengo muchas ideas en mente. ¿Podemos tomarnos un café después del trabajo y ponernos al día?
-Me encantaría, pero tengo planes.
-Ok, que sea después entonces. Mi oficina está al lado de la tuya – informo y camino hacia donde decía.
Era la viva imagen de Jennifer. El mismo bamboleo de caderas, el mismo largo del cabello lacio y negro. ¡Dios! Me sentía en la dimensión desconocida.
-Hey – pegue un brinco. –Lo siento, te asuste…



Era Tristan.
-No… - sonreí. -¿Cómo estás?
-Cansado, el taller afortunadamente tiene mucho trabajo. Un amigo me ayuda, pero no nos damos abasto. ¿Conoces a alguien que sepa de mecánica y que pueda ayudarnos?
-Sí, mi hermano, pero él tiene su taller.
-Oh, vaya… ¿Podrías darme su número?
-Seguro – saque mi BlackBerry y le di el número. –Su nombre es Jackson, pero dile Jack…
-Perfecto… Jack, listo. ¿Dónde está su taller?
-Mmmh, cerca de la última estación del tren…
-Oh. Bueno, le llamare. Se ve que no te sabes la dirección. ¿O no quieres dármela? – se acercó y tomo un mechón rebelde de mi cabello. Me estremecí.
-No, no es eso. En realidad no soy buena para el nombre de las calles – confesé. –Voy ahí desde que mi padre era el dueño, pero nunca supe cuáles eran las calles.
-Inercia – dijo. Una sonrisa encantadora se formó en su rostro.
Asentí.
-Bueno, te dejo trabajar. ¿Comemos juntos?
-Si…
-Nos vemos.
Dio media vuelta y fue a la oficina de su madre. Me perdí en la deliciosa vista de su trasero enfundado en esos vaqueros.
-¡Hey! Esos ojos – grito Neal desde el otro extremo del piso.
Le regale una mueca y entre a mi oficina.



Monique toco la puerta de mi oficina. No sé qué tenía esa mujer, pero me ponía los pelos de punta. Me ponía de malas en pocas palabras.
-Adelante – baje el volumen de la música y cerré mi ordenador.
-Hola. Necesito tu ayuda… La jefa no me dio un tour por la Editorial. ¿Estás muy ocupada?
-No, que va… - ironice, me puse de pie y la invite a salir. Pude haberle cerrado la puerta y dejarla en el pasillo. Pero no era tan mala persona, al menos no aun.
-Gracias. ¿Cuánto tiempo llevas en Spotlight?
-Un, como… no sé, un par de meses. No soy buena con el tiempo…
-Ah…
-Bueno, estos cubículos ridículos son de las chicas que escriben los artículos. A ellas son a las que tienes que mantener en la mira.
-Ok…
Los cubículos ridículos estaban en medio del piso. A los extremos estaban las oficinas. La mía estaba a mano derecha después de salir del ascensor y como la Clon había dicho, la de ella estaba al lado. Después, al fondo, muy al fondo estaba el almacén. Donde miles de armarios improvisados estaban repletos de ropa, ropa muy linda. Al lado de ese almacén, estaba el estudio de fotografía. Mismo que era la única en usarlo. Ahora estaba cerrado. Ya que teníamos la mayoría de las tomas del próximo número en exteriores. En la esquina del pasillo que llevaba al almacén, estaba la oficina de Neal. Tenía un restirador de arquitecto enorme en su oficina. Una silla alta giratoria, el lugar estaba con media luz. Le gustaba relajarse y fumar un cigarrillo en la comodidad de un sofá reclinable de piel negra. Justo ahora, no estaba en su oficina.
-Aquí se ubica Neal, la mano derecha de la Sra. Van Gulick… Más al fondo el almacén de ropa y al lado el estudio de fotografía.
Había un par de pequeñas oficinas más, al lado de Neal. Que eran los encargados de publicidad, ventas, Recursos humanos, contabilidad… Todos esos. La Clon asintió.
La oficina principal y la más grande, obviamente era la de Dorothea. El lobby de su oficina estaba ocupado por un escritorio de media luna. Dentro de esa misma área estaba el lugar de las juntas importantes.
Nunca lo había notado, pero el lugar si era enorme. La lleve a los servicios. Seguro que era lo que quería que le mostrara primero. No hice ningún comentario. Ella no me agradaba.
-Vaya… es un lindo lugar – aprecio cuando volvíamos a nuestras respectivas oficinas.
-Bueno, se terminó el tour. Cualquier duda que tengas, puedes preguntarle a Lizzy, es la asistente de la Sra. Van Gulick. Tengo trabajo que hacer, adiós.
-Seguro, adiós, gracias Phellan.
Asentí. Entre a mi oficina y me tumbe en mi silla. Yo no tuve tour por la Editorial ahora que recordaba. Las oficinas y los lugares secretos del piso los descubrí yo sola. ¿Acaso esa mujer tenía preferencias ocultas?
-Toc, toc…
-Adelante – tenía la cabeza hundida en la pantalla del ordenador. -¿Qué sucede? – pregunte sin levantar la vista.
-Pensé que comeríamos juntos – levante la vista de inmediato.
-Tristan – jadee. –Lo siento, no te había visto. Ham, si, dame unos minutos… - termine de editar una imagen que había tomado en el Hotel Palace.
-¿Tienes mucho trabajo?
-No, no mucho. Solo que no quiero llevármelo a casa. Cumple años mi amiga Jennifer. Así que no quiero tener presiones de ningún tipo… - volví los ojos al ordenador. Si continuaba perdida en la mirada parda de Tristan jamás terminaría.
-Ah… ¿Tan pronto es la fiesta?
-Si… ¿iras? – de nuevo la esperanza me invadía.
-Seguro…
-Bien – sonreí. Oculte mi sonrisa inclinándome un poco más. No quería que me viera sonreír como una completa estúpida.
-¿Te gusta la pasta?
-Si… - respondí. Le di los últimos toques a la imagen y cerré el ordenador. –Listo. Vámonos – tome mi bolso y me puse de pie. Tristan me imito, y me dejo salir primero de la oficina.
-Ay – Tristan choco con la Clon. ¡¡Agh!! Perra. –Lo siento, hola, soy Monique…
Tristan sonrió y la saludo.
-Hola. Hmm… con permiso – dio un paso al lado y camino hasta donde estaba.
-¿Irán a comer? – pregunto con la voz inocente. Pero su mirada no tenía nada que ver con su voz.
-Ham, si… - respondí en un murmuro.
-¿Puedo acompañarlos? Tengo pocos días de vivir en Manhattan, no conozco muchos lugares…
¡NO!, grito mi mente. ¿Acaso quería que la adoptara? Perra, doblemente perra.
Tristan me miro.
-Ah, son pareja. Ay que torpe… No lo sabía.
-No, no somos pareja – corregí de inmediato.
-Ah – ella sonrió.
-Lo siento… hem…
-Monique…
-Sí, lo siento Monique, reserve en un restaurante…
-Oh, ok, descuiden.
La Clon regreso a su oficina.
Entramos al ascensor. ¿Reservo en un restaurante? Wow.
-¿Esa mujer quién es? – pregunto rompiendo el silencio del ascensor.
-Es la nueva editora – informe.
-No durara – dijo sin más.
-¿Por qué lo dices?
-A mi madre le molesta que la gente se meta en lo que no le importa, y ella tiene pinta de que le encanta – explico.
-Oh – no pude evitarlo, sonreí.
-No te agrada… - no era una pregunta.
-No.
-Me gusta tu sinceridad.
Subieron varias personas en el piso de abajo. Era una costumbre de Tristan recargar sus manos en la pared, según, para que no me aplastaran. Comenzaba a sospechar que le gustaba hacerme sonrojar.
Llegamos a la planta baja y salimos entre empujones a la calle.
-Aquí tiene señor – un joven le dio unas llaves.
-Gracias – Tristan las giro entre sus dedos.
-¿Auto? – pregunte.
-Ni de broma – respondió. –Me duele el trasero… - dijo sonriendo.



Caminamos un poco hasta una esquina. Ahí había una hermosa motocicleta con el tanque de gasolina azul. Era imponente.
-Toma – me tendió un casco rojo brillante. Él se caló uno negro. Subió el zíper de su chaqueta de piel. Paso una pierna sobre la motocicleta. Giro para verme. Estiro su mano y me ayudo a subir.
Me puse nerviosa apenas toque su mano.
-Agárrate… Tus manos aquí – dijo tomando mis dos manos y las coloco en su cintura. Me mordí los labios. -¿Lista?
Asentí.
Con una patada arranco la motocicleta. Cerré los ojos apenas me sentí avanzando a gran velocidad.
Me aferre a la chaqueta de Tristan. Lo sentí reír roncamente.
-No soy un loco… - dijo acariciando una de mis manos. Su cálida mano me estremeció. –Tranquila, seré cuidadoso – abrí los ojos apenas lo escuche decir esas palabras. Me sentía en un déjà vu.
Nos detuvimos en un semáforo en rojo. Él sostuvo en equilibrio la motocicleta con sus fuertes piernas.
-¿Estas bien?
-Si – respondí con la voz temblorosa. Tristan soltó una ronca carcajada.
-Luna, cuidare de ti…
-Está en verde – corte.
Avanzo de nuevo.
No tenía ni la menor idea de donde estábamos o a dónde íbamos. Había lugares que aún no conocía en Manhattan.
Tristan se detuvo. Sostuvo mi mano y baje de un brinco. Las piernas aun las sentía tensas. Frote mis muslos.
-¿Te ayudo?
-¿Cómo?
-Con tu bolso… ¿Necesitas ayuda? – sonrió.
-No, estoy bien – termine de frotar mis piernas y me erguí.
-Ven… - estiro su mano. La tome con rapidez. – ¿Te gusta la comida Italiana?
-Amo la pizza Hawaiana – respondí divertida.
-Ja, ok. Pizza será…
Entramos a un pequeño local. Los manteles eran blancos a cuadros rojos. Una botella de vino con una vela derretida en la boquilla adornaba cada mesa. Tristan saludo en la entrada. Un tipo con un traje impecable nos dio una mesa para dos al fondo.
-¿Lo de siempre, Sr. Van Gulick?
-No Lumiere, esta vez será pizza grande Hawaiana con extra queso. Y una botella de vino tinto. El de siempre – el tipo asintió y se alejó.
-¿Comes muy seguido, aquí? – mire el lugar. Era acogedor y lindo. Lucia elegante pero a la vez no. Había pocas personas. Pero la mayoría eran parejas. Nuestra mesa estaba en una esquina, alejada de las del resto. Podría decirse que era intima. Las velas de esa zona estaban encendidas. Lo que le daba a las mesas un aura romántica.
-Bueno, solía venir con mi hermano, cuando éramos niños. Ahora vengo solo… - respondió algo serio.
-¿Solo?
-Sí, Luna, solo… - reafirmo.
-No te creo.
-¿Por qué?
-Saliste en la portada de People… Bueno, no en la portada, pero si cerca de la cara del tipo de Two And a Half Man, y te veías muy bien acompañado…
-No me digas que lees esa basura – jadeo indignado.
-No la leo, solo te vi en la portada – defendí.
-Ja, ok. Bueno, no recuerdo haber salido a ningún lugar acompañado de nadie… - rasco su barbilla.
-Un caballero no tiene memoria – rece.
-Luna, si, bueno, soy un caballero, pero si tengo memoria – si inclino para defender su postura.
-Lo que digas… - voltee los ojos.
-Eres difícil de convencer – aprecio.
-Muy difícil…
-Pero no imposible – sentencio.
Lo mire fijamente. No, no era imposible. Solo muy difícil.
Un mesero nos llevó la pizza y todo lo necesario para degustarla. Mis tripas rugieron alegres. Tenía miles de años de no comer pizza. Y amo, sin duda la pizza Hawaiana.
-Ah, está caliente – gemí.
Tristan rió divertido y sirvió vino en una de las copas. Puso la copa en mis manos y bebí un largo trago. Mmmh, estaba delicioso.
-¿Cómo está el vino?
-Delicioso – casi me orgasmeo con el vino.
Mientras comíamos la pizza, platicamos un poco de su arduo trabajo en su taller de motocicletas. Dijo que eso lo tenía un poco estresado. Por mi parte sospechaba que la verdadera razón de su estrés, era la visita que su hermano nos hizo hace un par de días. Casi me voy de espaldas cuando supe, por la descripción detallada que me hizo Rens, que el loco que había irrumpido la oficina de mi jefa era Julien.
Tristan no hablo de él. Salvo cuando dijo que venían al restaurante de niños. Me pareció ver un poco de tristeza en sus ojos.
-Tristan… - tome su brazo cuando salimos del restaurante. –No quiero ser una… entrometida, pero… ¿están las cosas en orden con tu hermano?
Tenso la mandíbula.
-Si no quieres ser una entrometida, entonces no lo seas – dijo sin más.
Solté su brazo. Eso me hirvió la sangre.
-Ok – gruñí. Camine a la avenida. Tristan se quedó atónito cuando pase a su lado e ignore su brazo tendiéndome el casco rojo.
-Luna – lo escuche correr a mi lado. -¿A dónde crees que vas?
-Tengo una cita, no quiero llegar tarde – dije sin mirarlo y estire un brazo para que se detuviera un taxi. Por fortuna se detuvo uno de inmediato. Me deslice dentro y le indique la dirección de la Editorial.
-¡¡Luna!! – grito Tristan.
El taxista me miro por el espejo retrovisor. Sentí su mirada martillándome, la ignore olímpicamente.
Cuando llegamos a la Editorial, le tire un billete de 20 y baje del taxi. Corrí al ascensor. No quería encontrármelo. ¿Qué le pasaba? Yo solo intentaba ser amable. Idiota. Le mande rápidamente un mensaje a Emily. No llegaría en este estado encolerizado a nuestro pequeño encuentro. Ella sabría de inmediato que me pasaba. Aun no me sinceraba con ellas. Solo Renata sabia de mi sucio secreto. “Tengo trabajo. Llegare un poco tarde”. Simple y conciso. No necesitaba darle explicaciones. Claro a menos que le hubiera sacado el corazón a Tristan por verse tan agrio con mi intento, estúpido, de ayudarlo con su pena.
Llegue al piso de la Editorial. Entre a mi oficina y me desplome, como siempre que me sentía abatida, en mi silla. Tenía tantas ganas de gritar, de decirle sus cosas al tarado ése. Yo solo intentaba ser amable, no era como si me encantara meterme en la vida de todos. Pero ya que íbamos por el camino de ser amigos, ¿no era lo indicado interesarse por la otra persona? Además el halo triste de su mirada lo delataba.
Sonó mi teléfono fijo.
Tome la bocina e intente no rugir.
-¿Hola?
-Luna…
-Hola, Rens…
-Voy tarde con Emily, veo que tú también…
-Mierda, ¿Qué hora son? – mire la esquina inferior de mi ordenador, eran casi las 6 de la tarde.
-Tarde – confirmo mi amiga. -¿Te veo en tu edificio? Ya casi llego…
-Seguro. Ya mismo bajo. Nos vemos…
-Bien. Tengo algo que contarte – soltó una risita.
-Perfecto… - sonreí y guarde mis cosas en mi maletín. –Yo también…
-¿Algo malo? – apuesto a que lo supo por el tono de mi voz.
-Parecido – no dije mucho.
-Vale, ya estoy aquí. Baja…
-Sí, nos vemos, adiós – colgué.
Asegure la puerta de mi oficina. Y pedí a todos los Santos del cielo no toparme con la Clon. Pero mis ruegos no fueron escuchados, al abrirse las puertas del ascensor, Tristan salía de ahí. Se detuvo apenas me vio y entro de nuevo cuando lo ignore y presione el botón que cerraba las puertas. Por poco lo dejo afuera. Mierda. Falle.
-Luna…
Saque mi BlackBerry e hice como que llamaba a alguien. Por fortuna presione el botón de marcación rápida y fue Chuck quien contesto.
-¡Hey! ¿Cómo estas Luns? –escuche a mi amigo saludar contento.
-Bien, Chuck, ¿Cómo estás tú? – pregunte cordial. Creí escuchar un gruñido por parte de Tristan.
-Ah, ya sabes, con trabajo. Esos vinos no se venden solos.
-Mucho me temo que no es así, Chuck. ¿Iras a lo de Jennifer?
-No me lo perdería por nada del mundo – respondió. -¿Puedo llevar a una amiga?
-Seguro – sonreí.
¿Una amiga? Pensé que yo era su única… ¡Ah! Ese tipo de amigas. Joder, sí que era lenta de pensamiento.
-Lo siento, tengo que colgar. Clientes. Cuídate, nos vemos.
-Seguro, adiós… - colgué.
-¿Terminaste? – pregunto Tristan y detuvo el ascensor.
-No, tengo muchas llamadas que hacer – quise presionar el botón para que el ascensor avanzara de nuevo, pero Tristan se interpuso en mi paso.
-Luna, no quise…
-Tienes razón. No debo entrometerme en tu vida… Ahora si me permites, tú no te entrometas en la mía – alce la ceja.
-Luna… En serio no quise ofenderte.
-Pero lo hiciste – gruñí.
-Lo sé, lo siento…
¿Quién podría enojarse con esa mirada de cachorro sin dueño que ponía? ¿Quién?
-Sí, ya…
-¿Me perdonas?
-No… - musite. –Fuiste grosero. Y yo solo quería ser amable. Pensé que éramos amigos…
-Lo somos, - afirmo – Solo… Las cosas con mi hermano están espinosas y… Bueno, son cosas… más personales. No quise reaccionar como reaccione.
-Eso pudiste haberme dicho, en vez de rugirme – acuse cruzando los brazos.
Tristan formo una sonrisa de lado.
-Sí, solo que son tantas cosas que… me puse a la defensiva.
-Bien… - asentí. -¿Ahora me dejaras llegar a mi cita?
Era curiosa como un maldito gato. Así que insistiría. No me gustaba verlo con la mirada triste y apachurrada. Era como si el sol no lo iluminara.
-Di lo que tengas que decir.
-¿A qué te refieres?
-Luna, te he visto en la Editorial. Siempre que te callas algo, haces esa cara.
-¿Qué cara? – mire a todos lados. Haciéndome la loca. Hasta mi madre sabía cuándo me tragaba las palabras.
-Esa cara – señalo mi rostro. –Alzas las cejas y muerdes tu labio. Di lo que tengas que decir…
Bufe.
-Solo que no me gusta verte triste- confesé. -Y que… Bueno, cuando uno se desahoga se siente mejor. Puedo ser tu confidente – sonreí.
Tristan sonrió. Esa sonrisa era mi favorita en él. La que me dejaba ver las arruguitas de sus ojos y esos dientes deslumbrantes.
-Gracias por la oferta, pero no estoy listo para desahogarme – confeso.
-Oh – asentí. –Ok… Entiendo.
-Gracias – Se acercó un poco más, tomo mi barbilla. Alce la vista, y sentí como si estuviese viendo el sol. No sostuve la mirada parda de Tristan y baje la mirada avergonzada. –No te hare daño…
-Lo sé – murmure aun mirando el piso. Sus pies se acercaron a los míos. Y supe que si levantaba la cabeza vería las líneas de sus ojos pardos. Que podía contar sus largas y curvas pestañas. Me agite.
-¿Lo sabes? – inquirió con una sonrisa. Lo supe porque su voz lo delataba. Estaba divertido de mi reacción de adolescente. Le encantaba hacerme sonrojar.
-Basta – gemí.
Si no se detenía mi cuerpo estallaría en combustión espontánea. Dicen que no se puede sudar como puerco, pero juro que yo estaba sudando como uno.
Di un paso hacia atrás y choque con la pared de metal. Misma que me reflejaba distorsionadamente.
-Déjame ver esos hermosos ojos grises – pidió inclinando su cabeza. Su mirada estuvo a la misma altura que la mía. Perdí la razón. La perdí por completo. Respire jadeante.
-¿Están bien? – una voz masculina salió de la nada. Mire el techo.
-Sí, si estamos bien – respondió Tristan y presiono de nuevo el botón para que el ascensor funcionara.
-El ascensor se detuvo por mucho tiempo, ¿seguros que se encuentran bien? – presiono la voz que surgía de la nada.
-Muy bien, gracias.
Llegamos a la planta baja. Me apresure a salir del ascensor.
-¿A dónde vas? – Tristan tomo mi brazo.
-Tengo una cita…
-Ah. Bien, suerte – dejo mi brazo.
-Gracias – sonreí. El aire otoñal me bajo el calor del cuerpo. –Nos vemos…
-Te veo en León – aseguro.
-Perfecto – sonreí estúpidamente.
Asintió pasando una mano por su largo cabello. Lo deje ahí de pie. Sintiendo su mirada en mi espalda. Sintiendo como el calor de los minutos en el ascensor me freía el cerebro. Para cuando llegue junto a mi Renata, mi amiga supo de inmediato a que se debía el sonrojo de mi rostro. Sonrió cómplice y me abrazo.



Ella sin duda sabía exactamente como me ponía Tristan. Su hermano hacia lo mismo con ella.

2 comentarios:

Ada Parthenopaeus dijo...

Voty aser putamente grosera ... como dirian uds a Huevooo!! ENSERIO asi o mas guache patan, webon ese tristan y luego ... luegooo... luegooo me dejas asi jadeando esperando y saborenado un puto beso queno llega a no mames Beu chinga!! mujer te quieor decir hasta cabrona pero Diooooso me dejaste jadeandoo..... ahora ya vi que no gusta de el clon que hara cuando la vea porque seguro que se la encontraran en la fiesta.....oh suspirooo espero el proximo

VioletaHerondale dijo...

Trish!! ya casi se le hace a la Luns! pero y Chuck? u.u admito me gusta Chuck pero a Tris ni quien se le niegue xD

Las chicas del Té de Lemmon

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