agosto 19, 2011

El placer es mio... - Capitulo 6

Hola chicas. ¿Que tal les fue en su viernes? A mi, requete chidoguan! :D Tengo un nuevo stiker para mi Cachorro :3 Jiji...
En fin. Cosas cosas. Mis pieseses me duelen, pero valio la pena :D
Ahora si, aqui tienen El placer es mio...
Disfruten el capitulo (: Que pronto las cosas se ponen intensas x) Buen fin de semana, disfruten mucho (: Nos estamos leyendo...

Enjoy! ^^

P.D.: 26 de Agosto de 2011, el regreso de Maldita delicia (:




Capitulo VI

Su abrazo se me hizo eterno. Pero el tiempo en el que mi corazón se rompió fue apenas un parpadeo.
Él le acaricio el cabello y se lo alboroto un poco. No quería mirar más.
Con la vista en el piso, regrese a la Editorial.
Dios. Había encontrado a mi hombre perfecto. Ese que veía casi todas las noches, cuando salía de la Editorial y regresaba a casa. Siempre era en la misma estación, a la misma hora. Ya era como una rutina para mí. Una rutina que no me cansaba de repetir y repetir.
Llegaba feliz a mi departamento, con una sonrisa boba que me duraba toda la noche y parte del día siguiente.
Era el destino. Era el destino miserable y cruel. Él había decido que me quitara esa venda de ensueño de los ojos. Que me diera cuenta que mi hombre perfecto solo existía en mi cabeza. ¡Mierda! Maldito destino cruel. Las coincidencias no existían. Por algo Dorothea me había enviado a esa Galería en específico por su café. Y no a la que estaba a un par de cuadras cerca de Central Park. Si, fue mi maldito destino cruel.
Le tendí sobre su escritorio el café negro y las donas. No sé si ella dijo algo, solo vi que sus delgados labios se movieron. Asentí sin saber siquiera qué demonios había dicho.
Regrese a mi escritorio. La tarde se me hizo eterna. Sentía como si hubiera tragado ese asqueroso jarabe para la tos que mi madre osaba darme de pequeña, ese que me dejaba el sabor amargo todo el día en la garganta. Torturándome. Era como si me hubieran pateado el estomago. Me sentía vacía y… si, muy triste.
¿Qué sentirían ustedes si vieran al hombre de su vida con otra mujer, y que esa mujer fuera bellísima? Obvio, se sentirían una mierda. Porque, seamos honestas. Él es el hombre de tu vida, tu hombre perfecto, lo que siempre imaginaste para ti.
Alto, elegante, lindo, con una tierna sonrisa. Apostaría mis pulgares a que es inteligente y que tiene una voz sensual que te hace estremecer.
Soy masoquista. No deje de pensar en él en todo el día. Sus ojos claros me rondaban la mente cada que cerraba los ojos intentando, sin muchos resultados, olvidarlo. Olvidar su fugaz sonrisa. Esa barba de días que le sentaba tan bien, que me dieron ganas extremas de pasar las puntas de mis dedos por su barbilla, por sus labios. Besarlo. Abrazarlo.
¡Oh Dios!
-¡Hey, hey, Lizzy!
Di un brinco en mi lugar, levante la mirada.
-Ya es hora de salir – Luna sonreía.
-Si... – parpadee un par de veces más.
Vi desfilar a Luna hasta el ascensor. Creo que fui la ultima en salir. Ni siquiera sabía la hora que era. Bah, que importaba. No había nadie en mi departamento que me esperara.
Soltando un suspiro, subí al tren subterráneo. La cosa esa iba a reventar. Creo que si el tren tuviera cajuela irían un par ahí metidos con gusto. Sonreí por mi propio chiste estúpido.
Si nada alegraba mi día, tenía que hacerlo yo misma.
A una estación antes de donde vivía, me puse de pie y me acerque a las puertas. El tren aun iba lleno. Faltaban al menos 6 estaciones para que la línea terminara.
Las puertas se abrieron en mi estación y baje entre empujones de los que subían y los que bajaban. Gruñendo finalmente logre bajar.
Ajuste mi abrigo. El clima invernal me ponía algo melancólica. ¿Por qué justo en esta estación todos se tenían que poner melosos? ¿Por qué? Agh, claro, también odiaba el mes de febrero. ¡Estúpido San Valentín!
Lo odiaba con todas mis fuerzas al maldito cerdo volador. Asqueroso niño con pañal.
-¡Hey! ¡Hey! Lizzeth…
Me gire de inmediato.
¡Aaaay no!
-¿Eres… Lizzeth?
Mi hombre perfecto.
Asentí.
-Perfecto… - respiro a profundidad. –Jennifer me dijo que olvidaste esto en la Galería… - de la parte interna de su abrigo saco la tarjeta de la Editorial.
-Oh – mi corazón se apachurro de nuevo.
No sé porque mi mente imagino que diría algo como: “Te vi salir de la Galería, eres hermosa”.
Bien, creo que tenía que dejar de ver películas de amor. Eso solo lograba que me atrofiara más.
-Gracias – tome la tarjeta, sonriendo sin muchas ganas… Lo sé, debí de haber presumido mi sonrisa de dentadura perfecta, ahora que tenía los dientes derechos y relucientes. ¿Pero para que presumir un buen trabajo dental, cuando el hombre perfecto estaba con otra? Solo perdería mi tiempo. –Adiós…
Di media vuelta y camine a la salida de la estación. No quise voltear atrás. No tenía porqué, el hombre perfecto solo había cumplido un encargo de su novia. Solo eso.

-Hola amor, ya llegue…
Siempre saludo al amor de mi vida. Ese que vive en mi cabeza, claro.
Él siempre contesta con una sonrisa en sus labios y me abraza con fuerza, besando mi cabello.
-¡Dios! Tengo que dejar de ver películas, maldición.
Adoraba mi hogar sin embargo. No era del todo infeliz. Tenía mi departamento de ensueño. Estaba hermosamente decorado. No es por presumir, pero me encantaba cada detalle de mi departamento, de mi pequeño pero lindo, lindo hogar. Era pequeño sí, pero era perfecto.
No tenía perros, ni gatos, ni esas cosas. Cuidar a una mascota no iba conmigo, era muy desordenada y olvidadiza. Quizá por eso agradecía que Dorothea me recordara que tenía que hacer, a base de gritos, cada 5 minutos.
Después de todo si era algo masoquista.
Avente mi bolso en mi sofá y revise mi contestadora. No tenía ningún mensaje. ¡Puf! No era importante en esta vida.
Encendí el televisor.
-Ay no… Por siempre Cenicienta*...
Les digo. Las películas de amor me siguen, me persiguen. No soy muy rápida. Acaban atrapándome.

Lloraba a lágrima viva en mi cama. Abrazando uno de mis osos de peluche. Drew Barrimore siempre sacaba mi lado femenino. Ok. Era demasiado femenina incluso para alguien de mi talla. ¿Qué podía hacer? Adoro ser mujer.
Tenemos muchos beneficios. Una vez al mes, ni hablar. No todo podía ser miel sobre hojuelas. Pero toooodo lo demás, era estupendo.
Entradas libres a los bares y antros de modas. Lugares especiales en los vagones de los trenes. Descuentos por ser la más linda. Un largo etcétera en resumidas cuentas.
Ya estoy desvariando.
-¡Oooooh! ¿Por qué me pasa esto a mí?
¿Jamás besada* ? ¿En serio? El mundo está en mi contra.


Mi teléfono sonó. Estirándome hacia mi mesita de noche conteste.
-Hola…
-A que estás viendo Jamás besada – era Marion.
-Sip… Solo le cambie de canal, y ¡puf! Ya estaba ahí…
-Oh, amiga. No hay que llorar… - gimió dramática.
-Marion – regañe. –No seas tonta…
Pasamos toda la película al teléfono. Maldiciendo a los tipos esos que maltratan a la pobre Drew. ¡Rufus! Odio esa palabra. Pobre chica. Ella solo quería besar… por primera vez.
-¿Qué harías si regresabas a la preparatoria? – pregunto de pronto Marion.
-Jamás hablarte…
-Estúpida – chillo. –Ya en serio…
-Quizá no haber estado babeando por el idiota de… ¡Agh! Ni me recuerdes su nombre. Creo que se volvió un fanático religioso. Maldito loco…
Marion estallo en risas.
-Es la verdad. ¿Acaso Kenzi no me lo dijo? “Ese tipo es un rarito…” – recordé a mi amiga. –Aceptémoslo, Kenzi está mal de la cabeza, pero sus comentarios siempre son atinados.
-Si, tienes razón. Siempre. Supongo que ahora que casi se abre la cabezota, piense mejor antes de actuar.
-Por favor… ¿Recuerdas cuando tú te pusiste loca porque creías estar embarazada del fulano que se fue a Alemania?
-Sip, no me lo recuerdes… Mis tripas se revuelven. Pero si a callar… Tú también creíste estar embarazada de Henry. ¿Recuerdas?
-Iuuugh – me estremecí.
Si. Durante nuestra adolescencia fuimos un par de locas alborotadas. No sé como Kenzi nos aguanto tanto tiempo. No lo sé.
-Habrá que darle a Kenzi; un regalo por aguantarnos taaanto tiempo. La pobre ha aguantado tanto…
-¡Hasta penes feos!
-Si… Hasta eso.
-Le regalare un consolador…
-Hey, no me robes las ideas – bufe.
-Vale, vale, tú regálale uno y yo otro. Al fin que tú ya tienes uno…
-Oh si, que rico…
-Serás tonta. Ya mejor duérmete, que tu jefa-chupa-vida te cuelga mañana si llegas tarde.
-Ni me la recuerdes… Descansa, Mar.
-Tú también amiga, descansa y sueña rico.
-Igual…
Ambas colgamos.
Mmm. Soñar rico. Solo había una forma de soñar rico.
Desperezándome, me estire de nuevo a mi mesita de noche, y del cajón saque a mi mejor, mejor amigo.
-Hola Amante perfecto – salude al pedazo de plástico en forma de pene que sostenían mis manos.
Lo siento, pero así eran mis noches de soledad. No todas claro.
A veces me aventuraba a algún lugar escondido del mundo y Dorian me hacia gritar. Claro que él y yo solo éramos… Amantes de ocasión. Creo que él estaba fuera de mi alcance. Pero cuando teníamos oportunidad, simplemente le dábamos placer al cuerpo. Y que cuerpo tiene ese hombre. Dios Santo bendito. Cada pulgada de su tenuemente bronceado cuerpo esta para hincarle el diente. Cada musculo, cada pulgada, cada zona de su bien proporcionado cuerpo esta como el mismo Cielo.
Por la mañana. Me di una ducha rápida. Otra vez mi “Amante perfecto” me había hecho desvelarme. Era tan efectivo que lo amaba con todo mi corazón. No escuchaba quejas si tardaba en llegar, ni esos ruidos horrorosos al culminar y dejar mi cuerpo caer en mi cama. No. Era perfecto.
El calor del cuerpo masculino era necesario claro. Pero venga. Todas deseamos “algo” así en nuestras piernas. ¡Dios! Ya empecé a divagar de nuevo.



Corrí a la estación del tren. Adoraba andar de zapatillas altas. Algún día me rompería un tobillo, pero qué más daba. Mi dinero era invertido en verme linda. Una nunca sabía si un cazatalentos después de ver que bien actuaba me contrataba de modelo.
Venga, no me juzguen, ya sé que estoy loca.
Entre a punto de que las puertas se cerraran al vagón.
-Uf…
-Apenas…
-Oh… - ¿Qué diablos hacia “Mi hombre perfecto” en el tren? –Si, apenas – confirme sin sonreír y me aleje de esa puerta. Camine al final del vagón. Me abrace a un tubo para no caer. Ese hombre aun me hacia transpirar. No me atrevía ni a mirarlo.
-Hola…
-Hey – fingí una sonrisa.
Era muy desconfiada. ¿Por qué se me acercaba? Quizá pensaba que era amiga de Jennifer o algo.
-Vincent – estiro la mano hacia mí. Trague con dificultad.
Vincent…
-Lizzy, Lizzeth – hable después de no sé cuánto tiempo. Estaba en shock.
-Hola, Lizzy-Lizzeth – sonrió.
¡OH POR TODOS LOS ANGELES DEL CIELO!
Juro que me moje, lo juro.
-Hola…
Estaba vez no solo sonrió, su risa melodiosa inundo mis sentidos. ¿Por qué este hombre me ponía así? Como una estúpida adolescente. Me sentía como cuando vi por primera vez a Alejandro Sanz. Deslumbrada. Maravillada. Estúpida.
-Hola, de nuevo… - repitió. -¿Eres amiga de Jenn?
¿Jenn?
¡Aaaaay! Destino, eres una perra desalmada.
-No, la conocí ayer.
-Oh… Le caíste muy bien. Ella… no suele hablar con desconocidos.


-Si…
Aproveche para mirarlo. Escanearlo mejor dicho.
Un traje gris. Que parecía hecho a la medida. Le quedaba perfecto. Un suéter delgado de un tono gris más claro. Y debajo una camisa blanca con los botones abiertos.
¡Mmm! Si te cómo.
Su barba de días perfilaba su mentón desquiciándome. Sus labios llenos sonrosados. Húmedos. Cejas pobladas que enmarcaban sus ojos…
Me iba a dar un ataque de locura, lo veía venir. Iba a estallar en risas. Si, si… Lo sentía venir.
Mordí mi lengua y desvié la mirada.
Mis ojos fueron a parar debajo de su ombligo. Al centro de su cuerpo.
Abrí la boca. ¿Cuándo me sentí tan hambrienta en mi vida? Nunca, respondí a mi pregunta.
¿Estará cálido todo aquello? ¡Lizzeth Ocean! Reacciona, maldita sea.
Subí la mirada por su cuerpo. Preguntándome si su torso estaría marcado, si tenía vello cubriendo sus pectorales. A que sabría su bronceada piel. Que tan bien besaría y que sentiría mi cuerpo cuando sus manos me tocaran.
-Ay…
-¿Pasa algo?
-¿Cómo?
-Si, suspiraste.
-¿Yo? No…
-Si, te escuche claro. Suspiraste.
-Estas loco –ataque, sintiéndome acorralada.
-Mi hermana siempre me dice lo mismo. Pero venga, no estoy loco, aunque tenga cara de uno…
-No tienes cara de loco – corregí.
-¿Ah no?
Negué con la cabeza.
-Entonces… ¿Conociste a Jennifer ayer?
-Si… Fui a comprar café y me quede a platicar con ella. Es muy linda…
-Si, mucho.
Claro. Decir “linda” era quedarse corto. Para él, ella era hermosa. Magnifica. Una diosa. ¡Aaaay!
-Aquí bajo – las puertas se abrieron.
No me despedí ni nada. Solo salí del vagón.
Después me di cuenta que esa no era mi estación. Mierda.
-Esto solo me pasa a mí – gruñí.
El tren tardaría otro tanto en pasar. Ahora si me jefa me iba a gritar hasta de que iba a morir.
-¡LIZZETH!
Escuche mi nombre apenas salir del ascensor.
Vaya, después de todo si se sabía mi nombre.
Deje mis cosas sobre el escritorio y me plante decidida en su puerta. Bien, si ella me iba a gritonear, de menos que me gritara de frente.
-Dígame…
Dorothea me miro. Detenidamente. O eso sentía. Sus ojos me perforaban. Me examinaban. Me sentía bajo rayos X. como si me apachurrara con su penetrante mirada. Como si quisiera sacar mis miedos y mis tripas y aplastarlas.
Pero no me encorve. No me hice chiquita. Me mantuve ahí de pie. Encarándola. Firme.
-¿Quién eres tu y que le hiciste a Lizzy?
-¿Perdone?
-Nada, niña. Nada – meneo la mano como si espantara moscas. –Solo necesito un café, de la Galería… Es todo.
-Bien…
El camino fue largo y tortuoso. No quería encontrármelo. No quería.
La campanita de la puerta sonó cuando entre. Jennifer se asomo sobre la barra y me sonrió.
-¡Hola, Lizzy!
-Hey – sonreí.
-Tú traes algo – acuso.
-No, solo estoy cansada. Dorothea me grito – mentí.
-Mmm… ¿Llegaste tarde?
-Si…
-¿Por qué?
-Cosas…
-¿Un chico?
Sonreí.
-Cuéntame, ¿Cómo es?
-Perfecto…
-Mi Rosty es perfecto – jadeo.
Su Rosty. Hasta tenía un apodo para él. Oh mis tripas…
-Si, seguro que si…
-¿Lizzy? ¿Qué pasa? Palideciste…
-Ya, si, soy algo pálida…
-¿Quieres un café?
-Si, para llevar…
-¿Hoy no te quedaras a platicar, Lizzy-Lizzeth?
Jadee. Era él. Mi hombre perfecto.
Voltee a verlo. Negué con la cabeza.
-No. Jenn y tú deben querer estar solos…
-¿Solos? – alzo una ceja. -¿Cómo por qué?
-¡Lizzy! No me digas que piensas que Vincent y yo somos…
-Por todos los Cielos. Que no te escuche Ros, porque me corta las bolas – gimió.
-¿No son novios?
-Por Dios, ¡no! – jadeo Jennifer.
Y en mi rostro una sonrisa enorme se formo.


2 comentarios:

Ale de Moesia dijo...

Definitivamente me tuvo el capi con la palabra en la boca xD Le decia a Lizzie... estas mal... estas mal... jajaja Cuñis de Rens quien lo hubiese sabido!!! (jajajaja yo pero eso no es todo xD) Me encanto que tenga un pato cuack cuack!! eres de las pocas personas que admiten mas realismo de tal tipo en sus historias... por que no todo es calor ni friccion.... Algunas veces se debe de conocer una misma jajaja bueno que mas!! Jenny!!! jajaja hace de cupido casamentera!! y lo de "Rosty podria cortarme las bolas" mori con eso xD Yo quiero que Rens se entere de Lizzie!!! se que ambas podrian desvariar juntas ;D Uff mi Beu!!! Amo cada linea sacada de esa imaginacion prodigiosa!!! Y ya espero mas que ansiosa el regreso de Maldita Delicia!!! :D Estoy radiante con esa historia!!!
Te amoo y te extraño mas de lo que puedo describir en lineas...
Besos!!!
Suerte!!
Xau!!! :D

Ada Parthenopaeus dijo...

hahahahaa me da mucha risa como una se ahce ssu propais ideas del mundo jajajaaj y luego no disimula ahahahah oooob me matas mora

Las chicas del Té de Lemmon

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