diciembre 02, 2011

El placer es mio... - Capitulo 17

A solo 3 capitulos del final. Me encanta la relacion que tienen Kenzi y Noah, debo aceptarlo. *.* Noah es tan lindo aunque él no quiera aceptarlo XD
Las quiero mis amadas lectoras :) ♥ Enjoy ^^


Nota del autor: Mi Adis, es poco de lo que pasa con tu hermano y Kenzi ;) Disfrutalo :)
Capitulo XVII


Su perfume perforaba sus sentidos. Su respiración acompasada lo arrullaba. Sus pequeñas manos reposaban sobre su pecho. Noah no quería abrir los ojos. Estaba tan cómodo con ella entre sus brazos. Nunca se había sentido así.
“Muévete, Noah, odio que me abraces mientras duermo”, gruñía Christine siempre que él intentaba respirar su perfume antes de dormir.
Sus pequeños pies rozaron sus poderosas piernas. El alcohol había desaparecido casi por completo de su sistema, ese roce inocente se incremento dándole un tirón peligroso a su entrepierna. Tenso la mandíbula intentando controlar la postura. Trago con dificultad.
Kenzi se movió, dándole la espalda. Una mezcla extraña y adictiva entre coco y whisky se propagaba por el corto cabello de ella. Aspirando profundamente, y envolviéndola con sus brazos rodeando su cadera la acerco más a su cuerpo. Su suave piel quemaba sus manos.
Un miedo proveniente de ningún lugar se expandió por el pecho de Noah. ¿Qué demonios estaba haciendo? Ella solo era una chica.
No, no solo es una chica. Ella es fenomenal. Es… imposible.
Alejándose muy a su pesar, se sintió frio y vacio cuando su cuerpo no tuvo el roce de la piel de ella.

No supo cuanto tiempo estuvo mirando el techo. Buscando respuestas a preguntas que tenía miedo de formular. Esas preguntas revoloteaban su mente como avispas. Zumbando dentro de su cabeza. Insistentes. Volviéndolo loco.
¿Qué haría ahora? ¿Qué haría con lo que sentía? ¿Pasaría lo mismo que con Christine?
Eres un estúpido Noah.
Kenzi se removió de nuevo.
-Oh Dios, mi estomago – gimió Kenzi, retorciéndose, adoptando una posición fetal que la hacía verse más pequeña.
Noah se alejo un poco de ella. El tamaño de la cama era enorme, y si ella lo sentía pegado a su espalda, seguramente lo golpearía. Se corrió al extremo opuesto a ella y espero a que finalmente despertara. Eso tardo en suceder. Kenzi solo se abrazo el estomago y gimió, cerrando con fuerza los ojos.
Un rato después, finalmente hablo.
-¿Noah?
El moreno abrió grandes los ojos. Asustado. ¿Cómo podía recordar que habían pasado la noche juntos? Con todo el alcohol que habían bebido eso tenía que ser imposible.
-¿Si? – contesto en un susurro.
-¿Estas despierto?
-No, sigo dormido… - estuvo a punto de reír por su propio chiste.
Kenzi giro para mirarlo.
-Que tonto eres – frunció el ceño. –Sabes a lo que me refiero.
-Mucho me temo que no es así… ¿A qué te refieres? – se recargo sobre su codo para mirarla. Sus ojos tenían el maquillaje corrido, formando una sombra oscura debajo de sus verdes ojos. Su cabello estaba alborotado, y no dejaba de verse… exótica y hermosa. Noah no podía quitarle los ojos de encima y eso lo hacía sentir…
No paso nada entre nosotros. No paso nada…
-A nada – le dio la espalda y se sentó sobre la cama. –Me duele todo – se abrazo a sí misma. –La cabeza, el estomago, todo… - gimió.
-Se llama resaca – informo con una sonrisa triunfante. Salió de la cama y cruzo la estancia. –Iré a darme un baño. Después será tu turno…
-No tengo ropa…
-¿Y? – alzo una ceja antes de salir de la habitación.

Escucho el agua caer en la regadera. De inmediato imagino el agua recorrer su enorme cuerpo. Cada musculo perfilado de su anatomía. Se mojo tan solo de pensarlo. No podía seguir en la cama, con el calor de Noah aun sobre las sabanas. Salió de la cama y busco por toda la habitación su ropa. Sus jeans estaban debajo de la mesa de pool. Sus botas cerca de la barra del bar y su blusa en el respaldo del sofá.
Recordaba cómo había terminado semi desnuda. Así como, poco a poco Noah fue perdiendo ropa. Una parte de ella intuía que la había dejado ganar. Pero qué más daba. Ambos estuvieron en ropa interior frente a frente. Y el tipo estaba demasiado bueno como para no mirarlo. Enorme. Fuerte. Arrogante.
Tenía que salir ya mismo de esa habitación. Con rapidez se vistió, o lo intento, ya que su estomago estaba revuelto, amenazando con sucumbir ante la dura resaca.

-¿A dónde vas? – Noah apareció con las caderas envueltas en una toalla blanca.
Ella sintió como todo su cuerpo ardió y sus ojos se abrieron con sorpresa ante la escena. Ese hombre era lujuria pura. Su duro cuerpo aun húmedo. Estaba recargado sobre una pierna mientras reposaba en el marco de la puerta.
-A casa – contesto Kenzi después de respirar pausadamente. Este hombre le robaba el aliento.
-Pensé que íbamos a almorzar juntos – carraspeo.
Su voz había sonado decepcionada. O quizá solo había sido imaginación de Kenzi.
Mordió sus labios. Termino de calzarse las botas e intento aplacar su cabello.
-Yo… no tengo mucha hambre.
-Está bien. Yo tampoco realmente – levanto los hombros y entro de lleno en la habitación. Paso la mano por su cabellera larga y húmeda. –Necesito una enorme taza de café y un whisky – dijo.
La toalla cayó al piso. Kenzi jadeo.
¡Oh Dios! Que trasero. Que… duro, delicioso. Indescriptible.
No se atrevió a despegar los ojos de su cuerpo. Lo observo vestirse. De nuevo un bóxer ajustado resguardo todo el tesoro de la Reina. Unos jeans holgados y una playera de manga larga. Joder. A ese hombre todo le quedaba ajustado, todo. La tela de la playera se pegaba a su cuerpo, sus fuertes brazos podían romper las mangas de la playera.
Aclarando su garganta, hablo.
-Me voy – anuncio Kenzi. Incapaz de permanecer un minuto más a lado de ese magistral y sexy hombre.
-Ok – fue todo lo que él dijo y salió de la habitación. –Tu chaqueta esta en recepción. Solo da tu nombre. Tu bolso también está abajo.
-Si… - Asintiendo por última vez salió de la habitación.

En el ascensor no pudo evitar maldecir esa estúpida idea que tuvo.
Una vez en recepción pidió su bolso y su chaqueta. Su cabeza dolía y su estomago la estaba volviendo loca.
Una vez dentro de su automóvil, puso algo de música lenta. No estaba como para mover la cabeza al ritmo estruendoso de su música favorita. No por el momento al menos. Encendió su auto…
-¡Woah! – con un fluido movimiento, increíble para alguien de su talla, Noah entro en su auto. –¡¡Acelera!! – urgió señalando al frente.
Kenzi arranco pisando el acelerador. Se alejo del Hotel Empire a gran velocidad. Se detuvo en un semáforo, después de haber avanzado al menos un par de manzanas en silencio.
-¿Qué demonios haces en mi auto?
-Apretándome las bolas, gracias – acomodo sus jeans. –Tu eres pequeña, pero es difícil para mí – hizo el asiento hacia atrás. –Mejor – bajo la ventana y saco un brazo. –Lindo auto… Muy tu estilo.
-Eso también dice Marion – recordó sin dejar de mirarlo. -¿Qué haces en mi auto? – repitió.
-Tenia que huir del Hotel – levanto los hombros.
-¿Problemas de dinero? – inquirió curiosa.
-Mmm, algo así. Necesito comer algo grasoso… Dobla en la siguiente a la derecha, por favor – agrego ante las cejas levantadas de Kenzi.
Aparco donde Noah señalo. Frente a un pequeño local callejero. Eran las 2 de la tarde y el lugar estaba a reventar de personas.
-Me amaras después de esto – bajo del auto. Kenzi lo siguió con desconfianza. Activo la alarma de su auto y corrió para alcanzarlo.

El pequeño local donde un enorme cartel se erguía sin poder entender qué demonios decía, se freía carne de hamburguesas con altas brazas. Barriles de metal mantenían la cerveza fría. Tocino, huevos, papas fritas, café. Todos esos aromas le abrieron el apetito. Su estomago revuelto y nauseas desaparecieron.
-¡Noah! – un enorme rubio de cabello largo y barba de días, agito una espátula en cuanto vio que se acercaban. -¿Qué te trae por aquí, pequeño?
¿Pequeño? Esperaba que le dijera de cariño y no a nada físico de Noah.
¡Pervertida!
-Una deliciosa resaca – contesto con una sonrisa enorme bailando en su rostro. –Marcus, necesito algo grasoso ahora mismo – gimió.
Noah jalo un banco alto cerca de la plancha del asador.
-¿Quién es tu pequeña amiga, Noah? – Marcus miro curioso detrás de Noah.
-Oh, es Kenzi… - le rodeo los hombros con un brazo. –Kenzi, él es mi amigo Marcus, el mejor chef de todo Nueva York.
-Eres hermosa, ¿te lo han de decir seguido, ah?
La chica se sonrojo de inmediato. Sonrió tímida mirando los expresivos y cautivadores ojos azules del rubio.
-Amigo… - silbo dando una rápida mirada a Kenzi. – ¿Qué te sirvo, Kenzi? Tengo todo lo que la mente humana puede desear. Carne, carne y más carne. Ah y cerveza pura de barril – termino con orgullo.
-Una hamburguesa con papas fritas y una cerveza, por favor.
-¡Eso! – la señalo con la espátula. –Me agradan las chicas que comen de verdad – con rapidez preparo las hamburguesas. Las cuales eran enormes. Dos grandes tarros de cerveza se deslizaron ante ellos. –Listo, a comer.

El amigo rubio de Noah sonreía en todo momento. Le encantaba cocinar. Podía decirse que las brazas eran su segundo hogar. Y ese local, lo amaba con toda su alma. Él y Noah hablaron de cosas triviales que poco le importaron a Kenzi que devoraba rápidamente la hamburguesa.
-Debes estar contento, ¿ah? – levanto una ceja. Kenzi no se percato de nada porque termino su tarro de cerveza de un trago.
-No lo sé, amigo – suspiro Noah, dándole un ligero sorbo a su tarro de cerveza. –No quiero pisar de nuevo esos terrenos – completo frunciendo los labios.
-Jamás conocí a la otra tipa. Eso es una señal – lo señalo con la espátula. –Y si no te apuras, me como tu regalo – soltó una carcajada, hizo que todos los comensales lo miraran. -¿Más cerveza Kenzi?
-Por favor…
-¡Uh! – relleno el tarro de un litro, dejando una pequeña capa de espuma al terminar de llenarlo. -¿Gran resaca, ah?
-Si… - sonrió tímida.

Terminaron de comer. Noah pago todo, o eso intento porque Marcus no se lo permitió. Después de batallar un rato, Noah logro que aceptara al menos un par de billetes.
-La próxima vez hare que ese dinero entre en donde no te da el sol, Noah – amenazo señalándolo.
-Quiero verte intentarlo, Marc – agito la mano caminando al lado de Kenzi rumbo al Mini Cooper.
-La comida estuvo deliciosa – sobo su estomago con una sonrisa boba y satisfecha.
-Lo sé – sonrió.
Entraron al auto, Kenzi tomo la avenida principal. Sin saber a donde realmente ir. Solo sabía una cosa: No quería regresar a casa aun.
-¿Qué haces un domingo en la tarde? – pregunto de pronto, Noah. La miro de reojo mientras ella miraba el camino.
-Mmm, veo series de televisión. O películas con rosetas de maíz.
-El cine entonces – sentencio. -¡Necesito algo de acción! – rugió.
Kenzi sonrió y se dirigió al cine más cercano según el GPS de su móvil.
-Ah, no – Noah tomo el volante e hizo que ella casi chocara con un carrito de hot dogs. -¡Estúpido! – chillo Kenzi, aterrada. -¡Vamos a morir! – grito intentando alejar las manos de Noah del volante.
-¡Hey! – gruño mirándola divertido. –Por aquí – el auto dio una rápida vuelta. -¡Frena, frena, frena!
Kenzi grito y apretó el pedal del freno con fuerza. Noah jalo el freno de mano.
-¡Dios! ¡Vas a matarme! – jadeo Kenzi, aferrándose al volante.
-Apuesto a que esto es lo más emocionante que has hecho en toda tu vida – sonrió ladino.
Ella no contesto por supuesto. Su corazón aun golpeaba sus costillas con furia.
-¡Acéptalo! Fue como si estuvieras en Fast & Furious – comenzó a reír.
Kenzi alzo una ceja retorica.
-¿Ah, sí? Pues yo me siento como Charlize Theron en The Italian Job – ajusto su cinturón de seguridad contra su pecho y se metió en el tráfico de un jalón.



Noah abrió tanto los ojos que casi podían salirse de sus cuencas. Disimuladamente su mano se aferro al techo del Mini Cooper. Kenzi manejaba como una maldita posesa. El auto era pequeño y prácticamente se deslizaba entre los huecos entre auto y auto.
Y cuando Kenzi aparco el auto debajo de un puente, Noah suspiro. Ella era una salvaje.
¡Me encanta!
-Fast & Furious – gruño bajando del Mini Cooper. -¡Fast & Furious! – azoto la puerta.
Noah la siguió. Ella agitada decía blasfemias con rapidez. Daba vueltas levantando los brazos exasperada. Noah la atrapo en una de esas peroratas sin sentido, tomándola de los hombros.
-¡Chist! ¡Chist! – chasqueo la lengua. -¡Estas viva y te divertiste! – la zangoloteo un poco.
-¡Si! ¡Oh si! ¡¿Viste que se movían tan lento?! – chillo.
-Eso era porque tú ibas como alma que lleva el Diablo – sonrió.
-Lo sé, iba a más de cien – sonrió agitada. -¡Rápido! – dio un par de brinquitos.
-No hagas eso – rogo Noah perdiéndose en su escote.
-¿Hacer qué?
-Nada. Necesito algo frio – Para mi ingle, camino de regreso al Mini Cooper. –Yo manejo esta vez – robo el llavero con una Torre Eiffel dorada, de la mano de Kenzi. Ella no tuvo oportunidad de obtener de vuelta la llave del Mini Cooper. Su estatura no podía competir con la enormidad de Noah.
Rendida subió en el asiento del copiloto.
-Gallina – rezongo.
-No soy gallina – defendió.
-Si lo eres. Ibas así – imito a Noah aferrado a la puerta y al asiento con las piernas tensas y mordiendo su labio inferior como si quisiera que sangrara.
-¡Mentira! – bramo.
-Si tú lo dices – cruzo los brazos sobre su pecho y sonrió con malicia mientras Noah cruzaba las calles a 60 km/hora.

***



Después de un rato, donde Noah manejaba lento y cambiando la música, Kenzi suspiro.
-¿Qué pasa? – la miro deteniéndose frente a un semáforo en rojo.
-Nada – sonrió. –Me la estoy pasando genial… - admitió.
Yo también.-¿Quieres que… te lleve de regreso a casa? – pregunto con la garganta hecha un nudo. No podía admitir que pasar el día con ella había sido divertido.
-Seguro. Dos calles más adelante dobla a la derecha y luego a la izquierda y una manzana más ahí bajo, gracias – soltó una risita.

Noah aparco frente al edificio donde Kenzi vivía.
-Justo vivo en el quinto piso – informo. Mantenía la esperanza de algo que estaba segura él respondería con una negativa. Y mejor reservo la pregunta para otra vida. –Buen día – bajo del auto.
Noah la imito. Le arrojo las llaves de su auto.
-Igualmente – levanto la mano a modo de despedida y comenzó a caminar por la acera.
Kenzi lo miro alejarse. Su interior gritaba porque lo llamara. Su lado positivo estaba ansioso por su respuesta, mientras que su lado pesimista mantenía el control de su cuerpo y sus piernas pegadas al piso. Sin moverse.
-¡Kenzi!
-¡Jace! – jadeo, realmente sorprendida.
Era él. Sr. Pene feo. ¿Qué demonios hacia aquí? ¿Frente a ella?
Su estomago dio un vuelco y la resaca, que parecía haber desaparecido, regreso de golpe.
-¿Cómo has estado?
Mejor sin ti en mi vida.-Bien. Fabulosa. Estupenda – exageraba. Con un simple “Fantástico” hubiese servido.
-Me alegro. Volví del Caribe.
-Si… - lo miro, ahora detenidamente. Esos ojos marrones, de cejas pobladas. Sus labios gruesos y su estúpido cabello revuelto. A sus pies estaba una enorme maleta de ruedas. Vestía su típica chaqueta de piel y unos jeans desgastados con unos zapatos viejos. Recordaba cada detalle. Habían sido amigos durante la preparatoria. O al menos así se hacían llamar. Amigos.
Y como una bofetada recordó lo que había pasado en el departamento de él. Años atrás. Sin sentir nada, pero deseándolo como una maldita loca.
-No supe nada de ti el año y medio que me fui…
-Si, yo… - no sabía que decir. Kenzi era fuerte. Y ahora, justo ahora descubría que no lo era ante él. Quería llorar, abrazarlo. Creer de nuevo. –He tenido trabajo…
-¡Ja! – se mofo. -¡Si claro! Albert me dijo que trabajabas en un Jardín de niños…
Albert era un maldito soplón. Y también era un amigo que tenían en común Jace y Kenzi.
-¿Y? Eso también requiere su tiempo…
-Si tú lo dices… - alzo ambas cejas.
Frunció el ceño. Deseaba ahora romperle la cara. Cretino imbécil. Que él fuera chef a ella que mierda le importaba. Ser maestra también era digno. Fabuloso. Un orgullo.
-Tengo muchas cosas que hacer – tenso los dientes y comenzó a caminar por la acera. Si entraba a su edificio seguro que él la seguiría y era lo que menos quería; tenerlo tras ella.
Camino a paso veloz, con la necesidad de comenzar a correr en cualquier momento. Y lo hizo.
El aire secaba las lágrimas que resbalaban por sus mejillas. Con unas enormes ganas de vomitar y de gritar. Y peor aún, ser abrazada.
-¡Dios! – jadeo, recargándose en una pared. -¿Por qué volviste? ¿Por qué? – las lagrimas secaban su garganta, mientras que le nublaban la vista y la mente.
No podía evitar pensar en él cada noche. Preguntarse qué estaba mal en ella. Se miraba en el espejo y examinaba su reflejo con ojo crítico, mientras que sus lágrimas surcaban sus mejillas. Pero no hallaba que había mal en ella. No era el indicado. Pero nadie era el indicado.
-Mejor sola… - se dijo limpiando con rudeza las lágrimas. –Si, así estoy mejor – sorbió su nariz.
-¿Kenzi? – levanto la vista. Noah salía de una tienda de 24 horas con un Red Bull en las manos. Las lagrimas aun estaban marcadas húmedas en sus mejillas. – ¿Estas bien? - se acerco.
-No… - dijo por primera vez en voz alta. –No estoy bien. No lo estoy… - las lagrimas se acumularon en sus ojos, al borde de rodar por sus mejillas.
Noah dejo caer el Red Bull y la estrecho contra su cuerpo. Atrapándola entre sus fuertes y poderosos brazos. Acaricio su cabello y su espalda mientras ella lloraba y se estremecía.

La abrazo el tiempo que ella lloro. Dejo que se desahogara en silencio. Para cuando ella se separo de él, aun aferrada a su playera, Noah le dedico una tierna y tranquilizante sonrisa. Limpio sus mejillas con sus pulgares.
-¿Mejor? – se atrevió a preguntar, mirándola a los ojos. Esos ojos verdes ahora estaban rojos e hinchados. Trago por lo hermosa que se veía. De una extraña forma no podía dejar de ser linda.
-Creo… - contesto en un murmullo. –Lo siento, yo no lloro… Es solo…
-No tienes porque disculparte – atajo Noah. -¿Quieres que te acompañe a tu departamento?
-Por favor – asintió.
Noah reprimió las ganas de tomarla de la mano. Camino a su lado en silencio. Ella metió las manos en los bolsillos de sus jeans.
Kenzi se detuvo cuando vio de nuevo a Jace. Suspiro pesadamente.
Quizá Noah no era muy intuitivo, pero tenía una hermana. Y ella se tensaba igual cuando veía a alguien que no era de su agrado. Noah siempre la apoyaba.
Tomo a Kenzi de la mano, cuando ella había liberado sus dedos de los bolsillos y los jalaba nerviosa. La morena levanto la vista al rostro de Noah. Obvio tenia que elevar los ojos, él medía un metro noventa y tres centímetros. Enorme. Sexy y letal.
Kenzi sonrió aliviada. Sintiéndose segura. Tembló un poco, esta vez no de miedo, sino por la mano que cubría su mano izquierda, acariciando a intervalos su muñeca y sus dedos.
Cruzaron la acera hasta llegar a la entrada del edificio y entraron. Kenzi aguanto la respiración y dejo escapar el aire cuando sintió la mirada de Jace.
-¿Quién es ese? – pregunto rudo, Noah.
-Nadie…
-Pues parece que ‘Nadie’ no te quita los ojos de encima – levanto una ceja.
-Es… - no sabía cómo confesarse. –Es…
-¿Tu novio? – interrumpió Noah.
-¡No! – jadeo indignada. –No – negó. –Estuve enamorada de él en la preparatoria y toda mi vida de Universitaria – frunció el ceño.
-¿Y? ¿Nunca se lo dijiste y ahora que lo vez de nuevo…?
-Si, si se lo dije. Me ve solo como amiga. Después intento enredarse conmigo teniendo novia y nada, el resto es historia. Ahora no quiero verlo…
-¡Oh! – Noah recordó la historia que ella conto ayer por la noche en el Hotel. -¿Él es quien lo tiene… feo? – sonrió burlón.
-Si – Kenzi sonrió de la misma forma. –Ho-rri-ble – se estremeció de recordarlo.
-Entiendo – asintió lentamente.
-No, no entiendes… Aun me gusta, creo… Pero no habrá nunca un ‘nosotros’. Él solo juega conmigo. Desearía que jamás hubiera regresado… - gruño.
-Ok – Noah tomo su rostro. -¿Por qué no se lo dices?
-No vale la pena. Él solo piensa en él. Nunca le interese. Nunca… ¡Odio sentirme así por él! – chillo. -¡Odio que aun me duela que él no me haya deseado como yo a él! ¡Odio que no me quiera!
-Mierda, Kenzi – Noah la abrazo de nuevo. –No llores, por Dios…
Ella se estremecía intentando calmar su llanto. Lo cual no lograba por más que mordiera sus labios y chocara los dientes.
-Soy una cobarde, Noah. Tengo miedo hasta de mirarlo.
-Shh, shh. Aquí estoy yo. Le romperé los dientes y cada uno de los huesos si osa hacerte alguna mofa. ¿Ah?
-No merece que gastes energía en él.
-Si no las merece entonces no llores por él – contraataco. -¿Ah? No más lagrimas por Sr. Pene feo.
Kenzi sonrió.
-No más lagrimas. Eres una mujer fuerte. Libre. Herm… heroica.
-Si… Lo soy – sonrió. –Lo soy – repitió más segura.
-Esa voz me agrada. Lo eres.
Suspiro.
-No más lagrimas…

1 comentario:

Ada Parthenopaeus dijo...

Beuuuuu! quieres que la espera mate que odies los miércoles un viernes no te da derecho a mantenerme en ascuas mujer ame cada letra, ese inicio, ese final la incursión del señor pene feo, y sabes que que le den por estúpido por hacer llorar a Ken, si quieres llevame puedo romperle una mano claro sin culpa hahahahah un abrazo mi BEU gracias por esta historia

Las chicas del Té de Lemmon

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