octubre 25, 2011

El placer es mio... - Capitulo 8

¡¡Hace mucho frijolito!!

Soy de México. Acá hace frio D: Un frio bien rico, si me preguntan (: Asi que ando feliz.

Con ustedes, un nuevo capitulo de El placeer es mio... Espero que no se hayan olvidado de Marion, Kenzi y Lizzeth. Ellas son muy divertidas y locas :) Enjoy ^^

Cambio y fuera ♥



Capitulo VIII


Marion entro al subterráneo y al tiempo en que subía al vagón en dirección al departamento de Adam, sonó su móvil.
-Dime que convenciste a tu amiga. No cancele todas mis citas para que tú me dejes plantado, Marion.
-A mí también me da gusto saber de ti, Noah – contesto Marion con una sonrisa.
-Si, hola – rió.
-Claro que ira, ya va en camino.
-Bien. Buen día…
-Igual – ambos colgaron.

Ella necesitaba ahora una buena charla en conjunto con un masaje de Noah. Solo que no tenía tiempo que perder. Llevaba un par de días sin saber de Adam. Y después de la charla que mantuvo con Jack. No podía sacar de su mente la absurda idea de que Adam la tenia de premio de consolación. O eso es lo que gritaría Kenzi a los cuatro vientos, una vez que se enterara de que Adam aun no olvidaba a su novia… Más aun si sabía que estaba muerta.
Pobre chica. Marion aun lamentaba que su vida hubiese terminado de esa forma. Claro que no era culpa de ella, mucho menos de Jack. Incluso dudaba que fuera culpa de ese tal Julien. A menos, por supuesto, que él hubiera prendido fuego a la casa o que hubiera llamado a la policía. Los ricos y pudientes tenían mierda en la cabeza.

-¡Marion!
Adam estacionaba su auto en una calle paralela a su edificio.
Lo espero en la acera. Mirándolo atenta hasta que se acerco a él. Tenía un ojo morado y el labio roto.
-¿Estas bien? – toco su pómulo morado.
Adam siseo.
-Si…
-¿Ya revisaste esa ceja? Se pude infectar – lo jalo dentro de su edificio. Él vivía en la planta baja.
Entraron a su departamento.
Marion ya conocía cada rincón de ese lugar, así que saco de su armario su botiquín que estaba dentro de una caja de zapatos.
-Siéntate…
-¿Por qué haces esto? – pregunto realmente interesado.
-Me importas… - respondió. Humedeció una bolita de algodón con agua oxigenada para desinfectar las heridas que aun se veían frescas.
Siseo cuando ella presiono el algodón contra su ceja.
-No seas niña – ordeno ella entre divertida y preocupada.
-Arde…
-Solo es agua…
-Arde – repitió. Frunció el ceño.
-Shh – acerco el algodón a su pómulo, de nuevo Adam siseo. -¿Por qué estas golpeado?
-Cosas de hombres.
-Adam – regaño. –No estuviera aquí, sino me preocupara por ti.
-Nadie te dijo que vinieras…

Se incorporo furiosa y le dio una bofetada.
-Nadie vendrá de la tumba a sanar tus heridas. Así que deberías aprender a ser más agradecido con lo que tienes, con lo que te da la vida – gruño.
-¡Marion, Marion!
La siguió, ella a iba a la salida. Echando humo.
-Déjame…
-Ya, lo siento, lo siento… - la abrazo. –No quiero perder a nadie más. Jackson te conto, ¿no?
-Si… ¿Aun la amas? – pregunto su mayor temor.
-No puedo olvidarla.
Bajo la mirada. Temía que él respondiera algo por el estilo. Su corazón se comprimió.
-No voy a reemplazarla.
-No te estoy pidiendo que lo hagas.
-¿Por qué estas conmigo?
-Porque me gustas, porque te amo…
-Lamento que la hayas perdido. Vine a verte porque quería saber tu versión. Quería saber tu historia.
-Esa es mi historia. No quería contártela para que no te alejaras de mí. Eres muy importante para mí, Marion. Mucho. Siempre con tus risas, con tus chistes. Alegras mis días. Mis días oscuros los haces brillar con tus chistes y tus disparatados comentarios. Jamás dejo de reír a tu lado.
-Amo tu lado salvaje.
-Soy un imbécil, Mar. Fui a… pelearme con Jackson.
-Lo supuse. ¿Quién gano?
-No contestare eso – la cargo de vuelta a la sala.
Ella rio a carcajadas.
-El primo de Kenzi te dio una paliza – canturreo.
-Shh. Aun me duele la ceja – cambio el tema y ella lo agradeció.

Termino de limpiar sus heridas. Él nunca dejo de quejarse porque le ardían las zonas por las que ella pasaba el algodón con agua oxigenada.
Le dio un beso en los labios cuando cada una de las heridas estuvo limpia.
-Si… Aunque… - frunció el ceño. –Aun me duele…
-¿Dónde? – pregunto realmente preocupada.
-Aquí… - señalo sus propios labios.
Sonriendo con malicia se acerco a él. Ella estaba hincada entre las piernas de Adam, él estaba sentado en la orilla de su sofá. La tomo de la nuca y acelero la unión de sus bocas.
Jadeando ella lo tomo de la cadera, sacándole de inmediato la camisa que estaba pulcramente dentro de sus pantalones de vestir. Le abrió la corbata, comenzó a desabotonar su camisa, mientras él, ansioso, jadeaba en su boca y la embriagaba con besos ardientes y seductores. Volviéndola loca.
Cuando la camisa de Adam, estuvo finalmente abierta, él la tomo de la cadera y la subió a sus piernas, colocándola a horcajadas sobre él, y pasando las manos sobre cada curva delicada y lujuriosa de ella.
-Adam…
La voz de Marion apenas era un susurro agitado. Las manos de él la volvían loca. Sabían donde tocar, con que velocidad hacerla jadear y con que toques exactos llevarla al clímax.
-Marion… - la tomo del rostro frenando la boca de ella que con húmedos besos planeaba bajar al centro de su cuerpo. –No me dejes…
-No planeo hacerlo, por el momento… - sonrió divertida.
-Lo digo en serio.
Ella lo miro. Esta vez seria. Perdiéndose en su mirada. Esos ojos salvajes que la miraban serios. Atentos. Perforándola.
-No voy a ser tu premio de consolación, Adam – dijo.
-¿Por qué piensas eso?
-Lilian, aun la amas. Pero ella…
-Mar, ella está muerta – silencio su boca con su dedo índice. –Ella fue una etapa de mi vida. Su fantasma de nuevo apareció cuando te vi tan… cercana a Jack. Él me arrebato al amor de mi vida cuando era un adolescente…
-Jack es un buen tipo – chillo.
-Lo sé, lo sé – asintió. –Es mi mejor amigo, jamás va a dejar de serlo. Jamás, Mar. Pero no estoy listo para perdonarlo. Aun no.
-¿Por eso fuiste a golpearlo?
Sonrió amargo.
-Si.
-¿Estas satisfecho ahora?
-No sé si pueda volver a ser mi amigo, como antes. Pero en serio deseo que si. Deseo ser el mismo Adam de antes. Poder volver a abrazar a mis amigos. Incluso, estoy pensando en dejar de llamar Lexía a Alexander – rió de su propio chiste.
-Solo se puede hacer amigos una vez, al menos amigos para siempre – dijo totalmente segura. –Amo a mis amigas con toda mi alma. Sé que ellas me aman igual y que haríamos todo por todas.
Adam la miro y acaricio sus mejillas sonrojadas.
-Por eso me encantas – la beso con fiereza. Invadiendo su boca con su hábil lengua. Provocando que ella se retorciera de placer. A la espera de que sus manos le arrancaran la ropa y se derramara sobre ella jadeando de placer.
-Adam… - gimió contra su boca.
-Marion – la detuvo de nuevo y eso comenzaba a molestarla. –Shh, tranquila, te compensare – aseguro. –Solo quiero dejar las cosas claras. Tú eres el amor de mi vida. Nada cambiara eso, ¿oíste? Nada.
Y el corazón de Marion estallo. Gimió contenta sin poderse contener y lo abrazo. Las dudas y los miedos que la atormentaban se habían disipado por fin.
-Te amo, Adam…
-Yo más… - Adam bajo las manos hasta el trasero de ella y lo amaso calentándola. Preparándola.
-Si… - ella mordió el lóbulo de la oreja de Adam. Vuelta una loca.
Le dio una palmada en ese redondo trasero que lo desquiciaba.
Jadeando ella lo miro, con ardor.
-Dame otra – pidió.
Y él con demasiado gusto lo hizo.
Jadeando de nuevo lo beso tórridamente. Haciéndose de inmediato en una lucha de lenguas, caricias, gemidos y jadeos.



***


-¡Dios!
-Solo dime Adam… - paso despreocupado las puntas de sus largos dedos por la espalda de ella.
-Que tonto eres – le dio un suave golpe en el pecho, pero rió de cualquier forma.
-Te divertiste, no puedes negarlo – acuso.
Ella se sonrojo de nuevo.
Vaya que se habían divertido.
Adam tenía una mente y unas ideas ilimitadas a la hora de enredarse entre las sabanas. Ya fuera en la sala, en el sofá, sobre la mesa, en su cocina, en la alfombra de la sala, incluso en su baño, él no dejaba nada para después.
-¿Sabes? Ahora, justo ahora tengo un poco de hambre…
-¿Lo dices en doble sentido? – lo miro.
-¡Por todos los Santos del Cielo, Marion! – chillo dramatizando. -¿Qué no puedes dejar de verme como un objeto sexual? Tengo sentimientos, ¿sabes?
-Es que eres mejor que el pene de plástico que me regalo Lizzy – comento divertida.
-¡Santo Grial! ¿Tienes un pene de plástico en tu casa? – jadeo esta vez. Bastante interesado.
-Yo… si – desvió la mirada.
-Perversa – la tomo de la barbilla, obligándola a mirarlo. -¿Y que haces con él?
-Hacia… - corrigió. –Hace mucho que no lo uso.
-¿Segura? – alzo una ceja.
-Si – afirmo.
No lo había usado desde que conoció a Adam. Este hombre era una tigre. Un salvaje y a la vez tierno tigre.
-Me sentiré mal si llego a escuchar que ese pedazo de plástico es mejor que yo – puntualizo con una sonrisa ladina.
-No diré que eres mejor…
-Lo sé, pero sabes que lo soy – la tomo de la cadera subiéndola sobre él.
Ella jadeo ante la velocidad del movimiento y la habilidad.
La tomo de la cadera y aventó la sabana lejos de su cuerpo.
De cómo llegaron a la cama quien sabe.
Adam la devoro con la mirada. Cada pulgada del cuerpo de ella, la memorizo en su mente con lujo de detalle. Cada lunar, cada peca, cada curva.
Relamió sus labios pasando lentamente sus ojos desde su rostro, cruzando por sus pechos que lo llamaban al tacto, su estomago y ese ombligo que le encantaba besar, bajando aun más hasta llegar a la parte más delicada de una mujer. Sonrió de lado y volvió a pasar la lengua lujurioso por sus labios. Ansiando a cada segundo probarla de nuevo.
Su mano se acerco desde su rodilla derecha hasta su cadera. Ella se removía, con el pulso agitado. Sin querer cerrar los ojos.
El centro de su cuerpo lo llamaba con una adictiva fragancia. Con un sabor que ya conocía, oculto tras una delicada capa de vello. La adoraba. Adoraba y amaba cada zona de ella. Cada gemido, jadeo, grito.
-¿Quieres que siga? – pregunto, conociendo la respuesta de ella. Le gustaba escucharla jadear, forzar su voz para responder cada pregunta de él.
Asintió con un bajo gemido.
-Perdón, no te escuche – sonrió y su dedo índice continuo un lento camino hasta su ombligo. Enchinándole la piel.
Asintió de nuevo. Sin poder articular palabra alguna.
-No te escuche Marion.
Con un fluido y rápido movimiento la coloco bajo su cuerpo. Las piernas de ella estaban a cada lado de la cadera de él. Sentado sobre sus talones la miro desvergonzado. Ella se estaba mojando.
-No te he tocado, eres una pervertida – se inclino a besar uno de sus pezones. Jalándolo entre sus dientes, haciendo que ella arqueara su espalda hasta que él lo soltó, y lo lamio con ternura aliviando un poco el dolor.
-Adam…
-Dilo… - urgió. Él quería comenzar la tortura, ya que también era un tormento para él no poder saborearla. –Dilo – repitió amasando su seno.
-Ya… - sollozo, en un claro ruego.
-¿Ya que? Dime… ¿quieres que me detenga?
Negó agitada con la cabeza. Apretó los puños contra las almohadas.
-¿Qué quieres entonces? Dilo… - susurro exhalando su cálido aliento contra la piel húmeda de sus pechos.
-Tócame… - gimió. Rogo más bien.
Adam sonriendo ladino, llevo una de sus manos a su tierna, húmeda y ansiosa carne. Rozo apenas sus delicados labios, absorbiendo cada jadeo de ella. Mientras poco a poco, dos de sus dedos la invadieron, provocando un grito agudo de ella.
-¡Más! – rugió finalmente. Abriendo los ojos y demandando con fiereza.
Adam dejo caer su cuerpo sobre ella al tiempo que sus dedos bombeaban dentro de ella. Mojándola, provocándola, satisfaciéndola aun más.
-¡Oh Adam, si! – chillo Marion aferrándose a la muñeca de Adam, alentándolo a ir más rápido.
Él acato sus exigencias y en poco tiempo Marion yacía agitada y gritando con todas sus fuerzas debido al tórrido orgasmo que la mano de Adam le había regalado.
Su cuerpo estaba perlado de sudor y su pecho subía y bajaba intentando controlarse. Adam solo sonreía lamiendo sus dedos uno a uno, frente a los ojos marrones de ella, dilatados de placer.
Aun jadeando, Marion se esforzó por hablar:
-Eres un pervertido…
-Gracias – termino de chupar sus dedos y se recostó a su lado, atrayéndola a su cuerpo, oliendo su cabello. –Y tú eres cálida, húmeda…
-¡Adam! – se escandalizo por los adjetivos.
-¿Qué? Es la verdad. Eres cálida, mía. Toda mía… - con sus dedos levanto su barbilla hasta su boca y la beso con ternura.
-Toda tuya – confirmo ciñéndolo con sus brazos sobre su cadera. A la espera de unirse de nuevo. Toda la tarde, toda la noche y la madrugada. Al fin… aun había noche que agotar.

1 comentario:

Ada Parthenopaeus dijo...

Ohhhh!!!!!!!!! que capitulo mi Moris hermoooosa ese Adam me provoca agarrarlo a puños, luego comermelo y Noah?? ¿sega que esta interesado en .. aaahhhh! mira lo uqe me hace .. gracias morita por este maravilloso capitulo espero con ansias saber de estas locas..
aqui tambien hace friito .. pero hoy milagrosamente salio el solXD enjoY!!

Las chicas del Té de Lemmon

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