Ya se... u.u Me van a decir que estuvo bien cortito y que merezco un par o más, de golpecitos en las costillistas. Lo cierto es que estoy algo chispada. Tanto whisky de fuego y muchas risas y luego bang! No se porque.... Pero los capítulos numeros 13, siempre me salen como... Mmm, de... ¿cual es la palabra? De Transición, creo. De cualquier forma, espero lo disfruten, ya que, como siempre he dicho, se viene lo mejor xD Aunque paresca disco rayado. Se que lo disfrutaran, porque lo que sigue, ¡¡Uff!! Dioses... Lo amaran, tanto como yo♥ Enjoy ^^
-¿Luna demandada? – Dorothea abrió grandes sus
ojos. No llevaba las gafas de lectura puestas, así que Tristan logro ver el
color marrón de sus ojos, cosa que lo extraño. Según él, su madre siempre había
tenido los ojos azules, azules como los de Jules.
-Si, madre. Un imbécil la demando por, según –
volteo los ojos y soltó un bajo gruñido – intentar apoderarse del Hotel Empire,
si el de Noah – confirmo antes de que su madre lo interrumpiera. –El muy hijo
de puta que la demando, asegura que ese es su hotel. Así que Luna está acusada
de fraude.
-Que horrible – jadeo su madre. –Con razón está
un poco distraída últimamente…
Tristan asintió.
No podía dejar de mirar los ojos de su madre. Quizá
era la luz que se colaba por el ventanal detrás de ella, el sol de primavera iluminaba
toda su oficina, sus cabellos parecían brillar, como si en realidad fuera plata
pura lo que tuviera por cabello.
-Madre – aclaro su garganta. –Siempre me he
preguntado… - tenía que tantear el terreno. Conocía a su madre y sabia que
preguntas como esas, donde tocaban temas personales y de su pasado le
disgustaban. Al menos él se dirigía lento a la pregunta en cuestión, Jules, su
hermano, simplemente soltaba la pregunta como una granada sin seguro. Le valía
un pepinillo si volaban cabezas o si la suya peligraba también con rodar por el
suelo. – ¿Por que George, si es Hoppus… nosotros…?
-Tris, hijo – Dorothea se puso de pie y rodeo
el escritorio. Siempre hacia eso cuando él tocaba ese tema. Cuando mencionaba a
su padre: George. A veces sentía como si ella le ocultara cosas.
Además de que últimamente, desde el día en que
llevo a Luna al rio, en su primera cita, una ola de recuerdos que sentía como
suyos pero a la vez los percibía ajenos
lo azotaran cada noche.
La última noche había despertado sudando frio.
La semana entera había tenido el mismo sueño…
Tristan y Noah eran altos aun para los niños de
su edad. Siempre demostraron ser audaces. Julien por su parte, era un niño
cauto y casi no hablaba. Era cuidadoso y perfeccionista, sus únicos amigos eran
su hermano y su primo. Los tres eran un huracán cuando se juntaban, cuando su
padre y el mejor amigo de su padre, al que siempre llamaban “tío Kei” salían a
tomar aire fresco lejos de Manhattan y de todos los lujos a los que estaban
acostumbrados. Dándoles un suspiro de alivio de todas las preocupaciones a sus
padres y que sus hijos conocieran lo maravilloso del mundo aun sin tener un
solo quinto en sus bolsillos.
Esa mañana, decidieron llevar a los niños a
pescar. Los cuatro chiquillos daban saltos de alegría. Y al llegar al lugar
prometido, corrieron todo el sendero hasta el rio. Los arboles con las hojas
más verdes y el olor a tierra mojada, les llenaron de aire fresco los pulmones.
El agua corría suave rio abajo, tan cristalina como el agua embotellada, pero
con un sabor aun más delicioso. Un cielo azul, como nunca lo habían visto, les
daba la bienvenida junto con un esplendoroso sol. La naturaleza hacia de las suyas y los dejo
con la boca abierta al menos por un minuto, hasta que los niños comenzaron a
desnudarse para entrar en calzones a la fría agua.
-Tris, hijo. No subas tan alto, puedes hacerte
daño.
El niño que ya tenía los cabellos tan largos
que le cubrían las orejas asintió mirando a su padre.
-Estaré bien – grito de vuelta Tristan.
-¡Oh, vamos, Jimmy! Ya es casi un adulto –
sonrió Keifer a su amigo de toda la vida: James; su hijo Noah, de piel morena y
cabello negro, siguió a su primo hasta lo alto del acantilado. Ambos niños
sonrieron a Ada que jugaba en la orilla del rio, juntando piedras negras para
hacer un castillo. La niña agito la mano regresándoles el saludo y espero a que
ellos saltaran.
-¡Salta, Tris! – invito Julien. El niño delgado
y de brillantes ojos azules, iguales a los de su padre, estaba pegado a la pared
de roca. Parecía un gato mojado, y aun así, quería demostrar valentía como su
hermano mayor.
-Lo hará si tú saltas, Jules – dictamino Noah,
que se sentía el rey del mundo a esa altura del rio. – ¿Cierto, Tris? – sonrió
con complicidad a Tristan.
Tristan se inclino a ver el rio, y calculo la
altura.
A esa tierna edad los 4 metros que los
separaban del agua eran miles de metros para ellos. Se volvió a Noah y a su
hermano con una enorme sonrisa.
-Yo saltare, no soy cobarde – anuncio serio.
Tomo aire y brinco.
Cuando el agua oprimió su pecho el aire se
escapo de sus pulmones. Quiso salir a flote lo antes posible. El agua se
arremolinaba entorno a él. Peleo con todas sus fuerzas, pero de nuevo el agua y
la corriente y los remolinos que formaba la pequeña cascada no se lo permitían.
Abrió los ojos y alcanzo a ver miles de burbujas que le turbaban la vista,
después sintió una enorme mano ceñirle con fuerza la muñeca y después lo vio
todo negro…
El sobresalto despertó a Luna que giro sobre su
hombro y miro a Tristan adormilada.
-¿Estas bien? – se sentó en la cama y lo
abrazo. –Solo fue un sueño, no pasa nada – aseguro.
-Voy por
un vaso de agua – beso la frente de Luna y salió de la cama.
No volvió hasta que estuvo seguro de caer
dormido y de saber que a Luna la había vencido el sueño.
-Madre – se puso de pie también, siguiéndola
hasta la parte de la oficina donde hacia las juntas. – ¿Recuerdas cuando papá
nos llevaba al rio a nadar con el tío Keifer?
-Eso hace mil años, querido – dijo sin volverse
para mirarlo.
-He tenido un par de recuerdos que…
-Querido – se giro y lo tomo del rostro,
apretando un poco sus mejillas barbudas. –Eso está en el pasado, solo son
sueños de un chiquillo de 5 años, amor.
-Lo sé, madre, solo…
-¿Qué es lo que te preocupa, cielo?
-Lo que dice Jules, ¿es cierto?
-¿Qué es lo que dice Jules? – la sonrisa que
formulo en su rostro no lo convenció. Su madre estaba nerviosa, lo sabía. Nunca
le tomaba el rostro a no ser que ella quisiera evitar que él mirara hacia otro
lado.
-Que George no es nuestro padre.
-¡¿De dónde sacan tanta estupidez?! – grito
soltando su rostro. Camino a la ventana y miro la ciudad.
-Contéstame.
-George es tu padre – dijo. Se giro hacia él.
–Y punto – sentencio. –Ahora, ve a ver a Luna, ha estado nerviosa, seguro es
por el juicio. Es todo, adiós.
-P…
-Es todo – agito su mano y regreso a su
escritorio. Coloco las gafas de lectura sobre su nariz y comenzó a hojear un
par de borradores que una hora antes le había enviado Lizzy.
Tristan suspiro. Su madre no le diría nada. Las
respuestas que él necesitaba y que corrían por su mente, las buscaría en otro
lugar.
Pero antes, necesitaba ver a Luna. Salió de la
oficina de su madre.
-Hola, Tristan – se detuvo frente al escritorio
de Monique.
-¿Eres la asistente de mi madre? – pregunto lo
obvio, a lo que la chica rodo los ojos. Tristan contuvo una sonrisa burlona, no
podía evitarlo; después de que ella estuvo encima suyo era lo mejor que su
madre hubiera hecho por él.
-Si – bajo la mirada. Tristan pasó los ojos por
su silueta. Había dejado atrás los vestidos diminutos donde mostraba sus largas
piernas pálidas y caminaba orgullosa con esos stilettos de tacón de aguja;
aunque no dejaba títere con cabeza pues ahora que pasaba la mayor parte del día
sentada, usaba provocativos escotes que dejarían ciego a cualquiera, pero no a
Tristan. – ¿Como estas? – paso una mano por su cabellera oscura, agitando las
suaves ondas que su cabello largo. ¿Se suponía que ese ademan tenía que
significar algo para él?
-Perfectamente, vine a ver a Luna. Buen día –
se despidió cortes y camino hasta la oficina de Luna.
Toco con los nudillos.
-¡Pasa! – grito una voz desde adentro.
Entro. Encontró a Luna con unas gafas enormes
pegada a la pantalla. Su cabello atado en una coleta, mostraba que había pasado
las manos por su cabello y había soltado un par de mechones que enmarcaban su rostro.
–Lizzy, aun me falta un retoque en las fotos de la perr… - Tristan aclaro su
garganta. Luna subió la mirada de inmediato y jadeo. – ¡Tristan! ¿Qué haces
aquí? – se puso de pie, rodeo su escritorio y lo abrazo del cuello.
-Vine a ver a mi madre, bueno… A ti – confeso.
La tomo de la cadera y aspiro el aroma de su cuello. –Solo que pase a saludarla
antes. Te extrañe, ¿sabes?
La noche anterior no habían dormido juntos, es
decir en el loft que Tristan había comprado. Luna tenía que hacer un par de
fotos para la edición de Mayo de la revista y tenía que ser en el pequeño
estudio que estaba en su departamento. La sesión había terminado hasta altas
horas de la noche y tenía además, que retocarlas un poco.
-También te extrañe. Hoy vuelvo al loft…
-Que alegría – Tristan busco los labios de la
chica, y una vez que los encontró se sacio de su sabor. –Iré… Te dejo, vuelvo
más tarde por ti – dio un último beso sobre sus labios y la dejo en el suelo.
–Te amo.
-Yo te amo el doble – aseguro Luna, levantando
una ceja. Su mano acaricio la mejilla barbuda de Tristan. Adoraba cuando hacia
eso.
-Mentiras. Nos vemos más tarde… - Luna lo
acompaño hasta la puerta de su oficina. –Anda, no quiero que Dorothea te grite.
-No me gritara.
Tristan meneo la cabeza, divertido. En el
pasillo, estaba Monique. Volteo los ojos. La chica retocaba su maquillaje y se
pintaba aun más rojos los labios. Se giro a Luna y la tomo de la cadera para
darle un beso tan caliente que Luna se humedeció de inmediato. Tristan tenía la
necesidad de dejar muy claro a quién pertenecía, y que la única dueña de su
corazón era Luna, no quería perderla por malos entendidos y porque la zorra de
Monique, él no pensaba así de ella, pero sabía que Luna le diría zorra, lo
estuviera acechando por las esquinas. Se negaba a perder al amor de su vida por
una chica que no sabía lo que quería y que se rebajaba a ser simplemente una
buscona.
-Te amo, Luna – la bajo de nuevo en el suelo.
-Lo sé – articulo Luna con las mejillas rojas.
–Ella sabe que eres mío, Tris – dijo un segundo después. –Todo mío.
-Todo tuyo – finalizo. –Nos vemos más tarde.
Dicho eso, salió de la Editorial.
Aun en la calle, cuando iba montar su moto,
podía sentir el sabor de Luna chocar contra su paladar. Sus ojos grises mirarlo
con amor. Soltó un suspiro antes de calarse el casco y arrancar.
Solo tenía un lugar a donde ir, a donde pensaba
que responderían sus dudas con total sinceridad sin darle la vuelta o evitarlo.
La galería de su padre estaba abierta como
todos los días y el dulce aroma del café se mezclaba con la suave música que
escuchaba apenas entrabas al local. En la barra estaba la mesera nueva, ahora
que se había ido Jennifer a trabajar de planta a Sparks CO, su padre había
buscado otra chica igual de activa que Jennifer. La chica de piel bronceada y
ojos como la miel quemada le sonrió amable.
-Aquí está el menú – índico acercándole un
tríptico colorido.
-¿Esta el señor Hoppus? – se sentó en los
bancos altos de la barra, la chica le había dado la espalda mientras manejaba
la maquina del café.
-Esta arriba, con Vincent – informo la chica.
–No tardara… En un segundo te atiendo.
La chica salió detrás de la barra y entrego los
café que acababa de preparar. Paso las manos por su largo cabello, angustiado
en parte y ansioso la otra mitad.
Cuando la chica regreso le pidió un café
americano y una dona glaseada. Traslado su angustia a una mesa alegada de la
puerta, donde él podría maldecir a gusto y a sus anchas. Recargo la espalda en
la pared de ladrillo rojo y se permitió mirar a la gente que entraba a la
cafetería. Sus sentidos se inundaron del dulce sabor a caramelo y café que
revoloteaba por el aire de la Galería. Y de pronto se vio sumergido en un nuevo
sueño…
-¿Y crees que así de fácil podre olvidarme de
mis hijos, Dory? – una voz fuerte, ronca, firme y notoriamente molesta se
colaba por debajo de la puerta de su habitación.
Jules su hermano estaba profundamente dormido,
abrazado a un dinosaurio verde de felpa que su padre le había comprado. Tristan
miro a su hermano asegurándose de que estuviera dormido antes de bajar de su
cama, que estaba al lado de la de él, en el otro extremo de la amplia habitación;
camino de puntitas hasta la puerta y abrió un poco. La luz del pasillo entro,
tuvo que entornar los ojos para acostumbrar sus pupilas al cambio de
iluminación. Su habitación se veía gris, comparada con la blancura que brillaba
fuera de ahí.
En el pasillo largo de piso de mármol blanco se
veía la espalda de un hombre alto con cabello entrecano marrón. Se atrevió a
asomar la cabeza, aun a gatas sobre la alfombra de su habitación, y alcanzo a
ver un remolino de cabellos blancos. Su madre tenía los ojos marrones bien
abiertos, las mejillas húmedas y hacia ademanes con las manos.
-Dory, no entiendo…. Yo te amo. Te amo… - el
hombre intentaba acercarse a ella.
-¡No! No me amas, estabas con ella, la
abrazabas… Ella, ella que era mi mejor amiga… ¡¿Cómo pudiste?!
-Dorothea, si, si la abrace, pero no significa
nada para mí, yo te amo, te amo… ¡Maldición entiéndelo!
-¡NO! – rugió su madre y Tristan pego un brinco
que le hizo golpearse la cabeza con el pomo de la puerta. El chillido que
formulo, hizo que sus padres se giraran a él. Las lágrimas que cubrieron sus
ojos no dejaban que los enfocara bien. Aunque no podía olvidar el par de ojos
eléctricos y azules que lo sostuvieron de cerca entre brazos fuertes.
-Tranquilo, Tris, vas a estar bien. Solo fue un
golpecito – la voz ronca, dura y amistosa de su padre calmo al niño e hizo que
dejara de moverse mientras su madre examinaba detenidamente la cabeza de su
hijo con un algodón impregnado de alcohol.
-No tiene nada, James, esta bien – Tristan
busco la voz de su madre con los ojos. Su madre tenía una sombra debajo de los
ojos, su rostro fino y nariz perfilada, sus ojos marrones y la sonrisa tibia
que le regalo, no eran ni un fantasma de lo que había visto hace unos minutos.
-¿Papá? – susurro aun entre el cuidado de sus
padres.
-Dime, Tris – la fuerte mano de su padre,
despejo la frente de Tristan.
-¿Tu quieres a mamá?
-La amo, Tristan – dijo su padre. Y eso basto
para que Tristan lo abrazara con fuerza. Su perfume, una mezcla de madera, con
tabaco y whisky lo adormilo…
-James…
-¿Tristan, hijo?
Abrió los ojos. Esperaba ver al hombre que
rondaba sus sueños, que era parte de una vida que tuvo cuando era un niño…
Cuando era un niño, antes de que se…
-¡Me golpee la cabeza! Por eso no lo recuerdo –
se puso de pie. –Si, si, lo conozco… - metió las manos dentro de su cabello
mientras daba vueltas y sus recuerdos, que ahora los sentía más suyos, se
arremolinaban a su alrededor.
-Tristan, hijo, ¿de qué hablas? – George
intento detenerlo.
-George, George Hoppus – Tristan le miro. El
hombre que estaba frente a él era su padre, o al menos eso le dijo su madre
todo el tiempo. Con todo eso, no podía negar que lo quería, había estado con él
todo el tiempo, apoyándolo, dándole consejos, todo lo que un padre hace con sus
hijos, él lo hizo. Y aun así, la mentira estaba grabada en su mirada celeste,
pero para nada como la del hombre de sus recuerdos o el tono altivo de su
hermano. –Dime quien es mi padre, George – no lo pidió, lo ordeno.
-Soy tu padre, Tristan. ¿Qué es
lo que pasa?
Tristan sonrió con sorna. Paso el
dorso de su mano por su boca, sentía la bilis acumularse debajo de su lengua.
-Pasa que no eres mi padre, ni el
de Julien. Solo dilo, acéptalo.
-Tristan, hijo… - George desvió
la mirada. – ¿Como lo supiste? ¿Él te lo dijo? – Tristan no vio el miedo en su
mirada, él solo podía leer la traición de un hombre que consideraba su amigo,
su padre, sobre todo la traición y la mentira de su madre. Él mismo se sintió
un rufián cuando miles de veces le dijo a Julien que estaba loco por pensar que
George no era su padre o que eran medios hermanos. Ahora todo estaba claro.
-Así que esta vivo. Él, mi padre…
- la voz salía de su garganta desgarrando su alma. Verlo a los ojos, a su
padre, a la mentira que su madre creo para él, no era más que solo una daga que
retorcían contra su corazón.
-Hijo… - Tristan levanto la mano,
evitando que George lo tocara.
-No, no ahora… No puedo con esto…
- tomo su chaqueta y empujo con el hombro a George que intento detenerlo.
Su hermano tenía razón después de
todo. Su madre era una mentirosa. Pero… ¿Quién era su padre entonces?
Monto la motocicleta y arranco
hacia ningún lugar. La presión en su pecho aumentaba, crecía, lento,
dolorosamente asfixiándolo burlonamente. Tenía que pensar, tenía que alegarse
de todos, de la mentira de su madre y pensar… Pensar…
Tomo la autopista e ignoro una
llamada que resonaba en el bolsillo de su chaqueta cerca de su corazón. Solo
habría una persona que lo llamaría; Luna. Podía apostar que lo había visto
extraño y que por eso llamaba, solo que ahora él no podía hablar con
tranquilidad, mucho menos con coherencia. Solo podía pensar en el viento colarse
por su cabello, el motor de la motocicleta rugir entre sus piernas y sus manos
aferradas al manubrio en un intento de no salir a golpear a George o a quien
quiera que fuese su padre…
El repiqueteo de su móvil seguía
vibrando en su chaqueta. Se detuvo y envió un mensaje.
“Iré por vino, dulce como te
gusta. Te amo”.
Mintió, al menos en la parte del
vino.
¿Tenia que correr a decírselo a
su hermano? ¿Desatar una guerra en su familia y hacer pedazos a su madre como
ella hizo con él y su hermano? Si él fuera tan miserable y ruin y el demonio de
su hombro izquierdo fuera la voz de Julien eso haría. Sabía que su hermano
primero le gritaría cosas a su padre, para que después le reventara la cara a
George, y finalmente buscaría a su padre aunque no tuviera ni la menor idea de quién
era. No podía buscarlo, no sabía su nombre… ¿o si?
-¿Diga?
-James, soy…
-Ya sé quién eres George, y
también sé lo que no eres – dijo James Deline. Estaba sentado detrás de su
escritorio, en su oficina en León. – ¿Que es lo que quieres? ¿O qué es lo que
quiere Dorothea ahora?
-No sé como paso – comenzó,
ignoro las preguntas retoricas. –Tristan esta recordando…
El aire de los pulmones de James
escapo de su cuerpo. Se irguió sobre el asiento, donde antes tenía los pies
sobre el escritorio y lanzaba dardos hacia la madera redonda que estaba detrás
de la puerta, ya había al menos 3 dardos incrustados justo en el centro.
-¿A qué te refieres?
-La tarde en que los llevaste al
rio y él cayo…
-¡Ya lo sé! Cuando se abrió la
cabeza y decidimos dejarle crecer el cabello tanto como para que la cicatriz de
su nuca no se viera, lo sé – gruño. –Él era un niño, se suponía que… -suspiro.
–Dorothea, ¿lo sabe?
-Quería llamarte primero.
-Ya… - rasco su mejilla. –Bueno,
todo lo que sube, tiene que bajar, ¿no es lo que dice la gente? Supongo que ya
es hora de que “mis” hijos sepan que tu, el mariposon, no eres su padre…
-James, no estoy jugando.
-Yo tampoco – refuto. –Si mis
hijos quieren saber que sigo aquí, de pie, justo en la ciudad que Dorothea me
hizo abandonar… pues que lo sepan – sentencio.
Hace años había jurado jamás
volver a Manhattan, eso después de que Dorothea creyera la mentira de que él la
había engañado con su mejor amiga Vico. Eso fue un golpe duro para James y sus
hijos. Tener que dejar todo atrás, incluso su apellido para desaparecer de la
vida de sus dos únicos hijos, de su familia. Ojala jamás hubiera jurado nada, y
ojala su orgullo le permitiera romper promesas… Promesas que lo hacían sentir
con una fuerte soga al cuello, que con cada año que pasaba lejos de su familia
se ceñía más y más a su carne. Atormentándolo cada noche, cada día… Bueno, al
menos podía ver algo de luz en ese oscuro túnel de miseria al que él mismo se
arrojo; uno de sus hijos, y podía jurar que el que más se parecía a él estaba a
su lado casi todas las noches, en el bar. Verlo era un alivio silencioso. Se
veía reflejado en él, y había algo que lo hacía aun más parecido a él, no solo
el color de sus ojos, si no el cinismo de su voz y el acido de su mirada. Él
era su hijo, no había duda, lo supo apenas el joven había ido a pedir empleo,
justo antes de la fiesta de Emily, una de las inversionistas del bar y dueña
del mismo.
-¿Estas escuchándote? ¡Eso
destrozara a Dorothea!
-¿Acaso no fue ella quien firmo
mi sentencia de muerte? – recordó. –Haciéndome jurar jamás acercarme a mis hijos,
pero ¡Tú que sabes de eso! No son tus hijos…
-No pienses solo en ti, James –
George rugió. Estaba perdiendo el control.
-Créeme, no lo hago. Si ellos me
encuentran, dejare de ocultarme en las sombras, George. Y creo que deberías
decirle eso a mi mujer…
-Ex mujer – apunto. –Se
divorciaron, ¿recuerdas?
-Ella no me ha olvidado. Aun tiene mi apellido en lo más alto del mundo de la moda, ex amigo – ataco. –Y créeme, usar el apellido de mi madre cuando soltera no es tan malo, pero quisiera que todos me llamasen de nuevo James Van Gulick, de la misma forma en que firmo mis cheques y todo lo demás… Sigo aquí, George, quiero que lo tengas en mente. Adiós.
-Ella no me ha olvidado. Aun tiene mi apellido en lo más alto del mundo de la moda, ex amigo – ataco. –Y créeme, usar el apellido de mi madre cuando soltera no es tan malo, pero quisiera que todos me llamasen de nuevo James Van Gulick, de la misma forma en que firmo mis cheques y todo lo demás… Sigo aquí, George, quiero que lo tengas en mente. Adiós.
2 comentarios:
uuuyy!! ya se empieza a desentrañar el misterio del pasado de Tris y Jules!! que van a hacer cuando sepan quien es su verdadero padre??? ay B si que dejaste el capi en punto algido!!
Dioses lo termine de leer acabo la tortura!! es decir cof cof los examenes!! xD Que puedo decir!! Ya puedo violar a gusto a George Hupus sin remordimiento xD jajajaja *Zapatazo* Ok ok... es decir!!! :3 Mi Suegro de adevis!!! jajajajaja aparecera!!! quiero que sea un perro del mal sarcastico xD jajajajaja digno padre de Jules y justo busco cualquier pista o acercamiento de ambos -.-!!! Necesito juntar MD para leermela y despues imprimirla y que me la firmes :3 Auch!!! quiero mas lo jurooo no me canso de leer (Me repito el capi anterior u.u) jajajajajaja necesito mi droga amore!!! Maldita delicia deliciosa!!! <3 <3 <3 Pliss!!! *-*
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