abril 20, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 13

Ya se... u.u Me van a decir que estuvo bien cortito y que merezco un par o más, de golpecitos en las costillistas. Lo cierto es que estoy algo chispada. Tanto whisky de fuego y muchas risas y luego bang! No se porque.... Pero los capítulos numeros 13, siempre me salen como... Mmm, de... ¿cual es la palabra? De Transición, creo. De cualquier forma, espero lo disfruten, ya que, como siempre he dicho, se viene lo mejor xD Aunque paresca disco rayado. Se que lo disfrutaran, porque lo que sigue, ¡¡Uff!! Dioses... Lo amaran, tanto como yo♥ Enjoy ^^
 13. Palabras al viento


-¿Luna demandada? – Dorothea abrió grandes sus ojos. No llevaba las gafas de lectura puestas, así que Tristan logro ver el color marrón de sus ojos, cosa que lo extraño. Según él, su madre siempre había tenido los ojos azules, azules como los de Jules.


-Si, madre. Un imbécil la demando por, según – volteo los ojos y soltó un bajo gruñido – intentar apoderarse del Hotel Empire, si el de Noah – confirmo antes de que su madre lo interrumpiera. –El muy hijo de puta que la demando, asegura que ese es su hotel. Así que Luna está acusada de fraude.


-Que horrible – jadeo su madre. –Con razón está un poco distraída últimamente…


Tristan asintió.


No podía dejar de mirar los ojos de su madre. Quizá era la luz que se colaba por el ventanal detrás de ella, el sol de primavera iluminaba toda su oficina, sus cabellos parecían brillar, como si en realidad fuera plata pura lo que tuviera por cabello.


-Madre – aclaro su garganta. –Siempre me he preguntado… - tenía que tantear el terreno. Conocía a su madre y sabia que preguntas como esas, donde tocaban temas personales y de su pasado le disgustaban. Al menos él se dirigía lento a la pregunta en cuestión, Jules, su hermano, simplemente soltaba la pregunta como una granada sin seguro. Le valía un pepinillo si volaban cabezas o si la suya peligraba también con rodar por el suelo. – ¿Por que George, si es Hoppus… nosotros…?


-Tris, hijo – Dorothea se puso de pie y rodeo el escritorio. Siempre hacia eso cuando él tocaba ese tema. Cuando mencionaba a su padre: George. A veces sentía como si ella le ocultara cosas.


Además de que últimamente, desde el día en que llevo a Luna al rio, en su primera cita, una ola de recuerdos que sentía como suyos pero a la  vez los percibía ajenos lo azotaran cada noche.


La última noche había despertado sudando frio. La semana entera había tenido el mismo sueño…


Tristan y Noah eran altos aun para los niños de su edad. Siempre demostraron ser audaces. Julien por su parte, era un niño cauto y casi no hablaba. Era cuidadoso y perfeccionista, sus únicos amigos eran su hermano y su primo. Los tres eran un huracán cuando se juntaban, cuando su padre y el mejor amigo de su padre, al que siempre llamaban “tío Kei” salían a tomar aire fresco lejos de Manhattan y de todos los lujos a los que estaban acostumbrados. Dándoles un suspiro de alivio de todas las preocupaciones a sus padres y que sus hijos conocieran lo maravilloso del mundo aun sin tener un solo quinto en sus bolsillos.


Esa mañana, decidieron llevar a los niños a pescar. Los cuatro chiquillos daban saltos de alegría. Y al llegar al lugar prometido, corrieron todo el sendero hasta el rio. Los arboles con las hojas más verdes y el olor a tierra mojada, les llenaron de aire fresco los pulmones. El agua corría suave rio abajo, tan cristalina como el agua embotellada, pero con un sabor aun más delicioso. Un cielo azul, como nunca lo habían visto, les daba la bienvenida junto con un esplendoroso sol.  La naturaleza hacia de las suyas y los dejo con la boca abierta al menos por un minuto, hasta que los niños comenzaron a desnudarse para entrar en calzones a la fría agua.

-Tris, hijo. No subas tan alto, puedes hacerte daño.


El niño que ya tenía los cabellos tan largos que le cubrían las orejas asintió mirando a su padre.


-Estaré bien – grito de vuelta Tristan.


-¡Oh, vamos, Jimmy! Ya es casi un adulto – sonrió Keifer a su amigo de toda la vida: James; su hijo Noah, de piel morena y cabello negro, siguió a su primo hasta lo alto del acantilado. Ambos niños sonrieron a Ada que jugaba en la orilla del rio, juntando piedras negras para hacer un castillo. La niña agito la mano regresándoles el saludo y espero a que ellos saltaran.


-¡Salta, Tris! – invito Julien. El niño delgado y de brillantes ojos azules, iguales a los de su padre, estaba pegado a la pared de roca. Parecía un gato mojado, y aun así, quería demostrar valentía como su hermano mayor.


-Lo hará si tú saltas, Jules – dictamino Noah, que se sentía el rey del mundo a esa altura del rio. – ¿Cierto, Tris? – sonrió con complicidad a Tristan.


Tristan se inclino a ver el rio, y calculo la altura.


A esa tierna edad los 4 metros que los separaban del agua eran miles de metros para ellos. Se volvió a Noah y a su hermano con una enorme sonrisa.


-Yo saltare, no soy cobarde – anuncio serio.


Tomo aire y brinco.


Cuando el agua oprimió su pecho el aire se escapo de sus pulmones. Quiso salir a flote lo antes posible. El agua se arremolinaba entorno a él. Peleo con todas sus fuerzas, pero de nuevo el agua y la corriente y los remolinos que formaba la pequeña cascada no se lo permitían. Abrió los ojos y alcanzo a ver miles de burbujas que le turbaban la vista, después sintió una enorme mano ceñirle con fuerza la muñeca y después lo vio todo negro…


El sobresalto despertó a Luna que giro sobre su hombro y miro a Tristan adormilada.


-¿Estas bien? – se sentó en la cama y lo abrazo. –Solo fue un sueño, no pasa nada – aseguro.


-Voy  por un vaso de agua – beso la frente de Luna y salió de la cama.


No volvió hasta que estuvo seguro de caer dormido y de saber que a Luna la había vencido el sueño.





-Madre – se puso de pie también, siguiéndola hasta la parte de la oficina donde hacia las juntas. – ¿Recuerdas cuando papá nos llevaba al rio a nadar con el tío Keifer?


-Eso hace mil años, querido – dijo sin volverse para mirarlo.


-He tenido un par de recuerdos que…


-Querido – se giro y lo tomo del rostro, apretando un poco sus mejillas barbudas. –Eso está en el pasado, solo son sueños de un chiquillo de 5 años, amor.


-Lo sé, madre, solo…


-¿Qué es lo que te preocupa, cielo?


-Lo que dice Jules, ¿es cierto?


-¿Qué es lo que dice Jules? – la sonrisa que formulo en su rostro no lo convenció. Su madre estaba nerviosa, lo sabía. Nunca le tomaba el rostro a no ser que ella quisiera evitar que él mirara hacia otro lado.


-Que George no es nuestro padre.


-¡¿De dónde sacan tanta estupidez?! – grito soltando su rostro. Camino a la ventana y miro la ciudad.


-Contéstame.


-George es tu padre – dijo. Se giro hacia él. –Y punto – sentencio. –Ahora, ve a ver a Luna, ha estado nerviosa, seguro es por el juicio. Es todo, adiós.


-P…


-Es todo – agito su mano y regreso a su escritorio. Coloco las gafas de lectura sobre su nariz y comenzó a hojear un par de borradores que una hora antes le había enviado Lizzy.


Tristan suspiro. Su madre no le diría nada. Las respuestas que él necesitaba y que corrían por su mente, las buscaría en otro lugar.


Pero antes, necesitaba ver a Luna. Salió de la oficina de su madre.


-Hola, Tristan – se detuvo frente al escritorio de Monique.


-¿Eres la asistente de mi madre? – pregunto lo obvio, a lo que la chica rodo los ojos. Tristan contuvo una sonrisa burlona, no podía evitarlo; después de que ella estuvo encima suyo era lo mejor que su madre hubiera hecho por él.


-Si – bajo la mirada. Tristan pasó los ojos por su silueta. Había dejado atrás los vestidos diminutos donde mostraba sus largas piernas pálidas y caminaba orgullosa con esos stilettos de tacón de aguja; aunque no dejaba títere con cabeza pues ahora que pasaba la mayor parte del día sentada, usaba provocativos escotes que dejarían ciego a cualquiera, pero no a Tristan. – ¿Como estas? – paso una mano por su cabellera oscura, agitando las suaves ondas que su cabello largo. ¿Se suponía que ese ademan tenía que significar algo para él?


-Perfectamente, vine a ver a Luna. Buen día – se despidió cortes y camino hasta la oficina de Luna.


Toco con los nudillos.


-¡Pasa! – grito una voz desde adentro.


Entro. Encontró a Luna con unas gafas enormes pegada a la pantalla. Su cabello atado en una coleta, mostraba que había pasado las manos por su cabello y había soltado un par de mechones que enmarcaban su rostro. –Lizzy, aun me falta un retoque en las fotos de la perr… - Tristan aclaro su garganta. Luna subió la mirada de inmediato y jadeo. – ¡Tristan! ¿Qué haces aquí? – se puso de pie, rodeo su escritorio y lo abrazo del cuello.


-Vine a ver a mi madre, bueno… A ti – confeso. La tomo de la cadera y aspiro el aroma de su cuello. –Solo que pase a saludarla antes. Te extrañe, ¿sabes?


La noche anterior no habían dormido juntos, es decir en el loft que Tristan había comprado. Luna tenía que hacer un par de fotos para la edición de Mayo de la revista y tenía que ser en el pequeño estudio que estaba en su departamento. La sesión había terminado hasta altas horas de la noche y tenía además, que retocarlas un poco.  


-También te extrañe. Hoy vuelvo al loft…


-Que alegría – Tristan busco los labios de la chica, y una vez que los encontró se sacio de su sabor. –Iré… Te dejo, vuelvo más tarde por ti – dio un último beso sobre sus labios y la dejo en el suelo. –Te amo.


-Yo te amo el doble – aseguro Luna, levantando una ceja. Su mano acaricio la mejilla barbuda de Tristan. Adoraba cuando hacia eso.


-Mentiras. Nos vemos más tarde… - Luna lo acompaño hasta la puerta de su oficina. –Anda, no quiero que Dorothea te grite.


-No me gritara.


Tristan meneo la cabeza, divertido. En el pasillo, estaba Monique. Volteo los ojos. La chica retocaba su maquillaje y se pintaba aun más rojos los labios. Se giro a Luna y la tomo de la cadera para darle un beso tan caliente que Luna se humedeció de inmediato. Tristan tenía la necesidad de dejar muy claro a quién pertenecía, y que la única dueña de su corazón era Luna, no quería perderla por malos entendidos y porque la zorra de Monique, él no pensaba así de ella, pero sabía que Luna le diría zorra, lo estuviera acechando por las esquinas. Se negaba a perder al amor de su vida por una chica que no sabía lo que quería y que se rebajaba a ser simplemente una buscona.


-Te amo, Luna – la bajo de nuevo en el suelo.


-Lo sé – articulo Luna con las mejillas rojas. –Ella sabe que eres mío, Tris – dijo un segundo después. –Todo mío.


-Todo tuyo – finalizo. –Nos vemos más tarde.


Dicho eso, salió de la Editorial.


Aun en la calle, cuando iba montar su moto, podía sentir el sabor de Luna chocar contra su paladar. Sus ojos grises mirarlo con amor. Soltó un suspiro antes de calarse el casco y arrancar.


Solo tenía un lugar a donde ir, a donde pensaba que responderían sus dudas con total sinceridad sin darle la vuelta o evitarlo.


La galería de su padre estaba abierta como todos los días y el dulce aroma del café se mezclaba con la suave música que escuchaba apenas entrabas al local. En la barra estaba la mesera nueva, ahora que se había ido Jennifer a trabajar de planta a Sparks CO, su padre había buscado otra chica igual de activa que Jennifer. La chica de piel bronceada y ojos como la miel quemada le sonrió amable.


-Aquí está el menú – índico acercándole un tríptico colorido.


-¿Esta el señor Hoppus? – se sentó en los bancos altos de la barra, la chica le había dado la espalda mientras manejaba la maquina del café.


-Esta arriba, con Vincent – informo la chica. –No tardara… En un segundo te atiendo.


La chica salió detrás de la barra y entrego los café que acababa de preparar. Paso las manos por su largo cabello, angustiado en parte y ansioso la otra mitad.


Cuando la chica regreso le pidió un café americano y una dona glaseada. Traslado su angustia a una mesa alegada de la puerta, donde él podría maldecir a gusto y a sus anchas. Recargo la espalda en la pared de ladrillo rojo y se permitió mirar a la gente que entraba a la cafetería. Sus sentidos se inundaron del dulce sabor a caramelo y café que revoloteaba por el aire de la Galería. Y de pronto se vio sumergido en un nuevo sueño…


-¿Y crees que así de fácil podre olvidarme de mis hijos, Dory? – una voz fuerte, ronca, firme y notoriamente molesta se colaba por debajo de la puerta de su habitación.


Jules su hermano estaba profundamente dormido, abrazado a un dinosaurio verde de felpa que su padre le había comprado. Tristan miro a su hermano asegurándose de que estuviera dormido antes de bajar de su cama, que estaba al lado de la de él, en el otro extremo de la amplia habitación; camino de puntitas hasta la puerta y abrió un poco. La luz del pasillo entro, tuvo que entornar los ojos para acostumbrar sus pupilas al cambio de iluminación. Su habitación se veía gris, comparada con la blancura que brillaba fuera de ahí.


En el pasillo largo de piso de mármol blanco se veía la espalda de un hombre alto con cabello entrecano marrón. Se atrevió a asomar la cabeza, aun a gatas sobre la alfombra de su habitación, y alcanzo a ver un remolino de cabellos blancos. Su madre tenía los ojos marrones bien abiertos, las mejillas húmedas y hacia ademanes con las manos.


-Dory, no entiendo…. Yo te amo. Te amo… - el hombre intentaba acercarse a ella.


-¡No! No me amas, estabas con ella, la abrazabas… Ella, ella que era mi mejor amiga… ¡¿Cómo pudiste?!


-Dorothea, si, si la abrace, pero no significa nada para mí, yo te amo, te amo… ¡Maldición entiéndelo!


-¡NO! – rugió su madre y Tristan pego un brinco que le hizo golpearse la cabeza con el pomo de la puerta. El chillido que formulo, hizo que sus padres se giraran a él. Las lágrimas que cubrieron sus ojos no dejaban que los enfocara bien. Aunque no podía olvidar el par de ojos eléctricos y azules que lo sostuvieron de cerca entre brazos fuertes.


-Tranquilo, Tris, vas a estar bien. Solo fue un golpecito – la voz ronca, dura y amistosa de su padre calmo al niño e hizo que dejara de moverse mientras su madre examinaba detenidamente la cabeza de su hijo con un algodón impregnado de alcohol.


-No tiene nada, James, esta bien – Tristan busco la voz de su madre con los ojos. Su madre tenía una sombra debajo de los ojos, su rostro fino y nariz perfilada, sus ojos marrones y la sonrisa tibia que le regalo, no eran ni un fantasma de lo que había visto hace unos minutos.


-¿Papá? – susurro aun entre el cuidado de sus padres.


-Dime, Tris – la fuerte mano de su padre, despejo la frente de Tristan.


-¿Tu quieres a mamá?


-La amo, Tristan – dijo su padre. Y eso basto para que Tristan lo abrazara con fuerza. Su perfume, una mezcla de madera, con tabaco y whisky lo adormilo…





-James…


-¿Tristan, hijo?


Abrió los ojos. Esperaba ver al hombre que rondaba sus sueños, que era parte de una vida que tuvo cuando era un niño… Cuando era un niño, antes de que se…


-¡Me golpee la cabeza! Por eso no lo recuerdo – se puso de pie. –Si, si, lo conozco… - metió las manos dentro de su cabello mientras daba vueltas y sus recuerdos, que ahora los sentía más suyos, se arremolinaban a su alrededor.


-Tristan, hijo, ¿de qué hablas? – George intento detenerlo.


-George, George Hoppus – Tristan le miro. El hombre que estaba frente a él era su padre, o al menos eso le dijo su madre todo el tiempo. Con todo eso, no podía negar que lo quería, había estado con él todo el tiempo, apoyándolo, dándole consejos, todo lo que un padre hace con sus hijos, él lo hizo. Y aun así, la mentira estaba grabada en su mirada celeste, pero para nada como la del hombre de sus recuerdos o el tono altivo de su hermano. –Dime quien es mi padre, George – no lo pidió, lo ordeno.


-Soy tu padre, Tristan. ¿Qué es lo que pasa?


Tristan sonrió con sorna. Paso el dorso de su mano por su boca, sentía la bilis acumularse debajo de su lengua.


-Pasa que no eres mi padre, ni el de Julien. Solo dilo, acéptalo.


-Tristan, hijo… - George desvió la mirada. – ¿Como lo supiste? ¿Él te lo dijo? – Tristan no vio el miedo en su mirada, él solo podía leer la traición de un hombre que consideraba su amigo, su padre, sobre todo la traición y la mentira de su madre. Él mismo se sintió un rufián cuando miles de veces le dijo a Julien que estaba loco por pensar que George no era su padre o que eran medios hermanos. Ahora todo estaba claro.


-Así que esta vivo. Él, mi padre… - la voz salía de su garganta desgarrando su alma. Verlo a los ojos, a su padre, a la mentira que su madre creo para él, no era más que solo una daga que retorcían contra su corazón.


-Hijo… - Tristan levanto la mano, evitando que George lo tocara.


-No, no ahora… No puedo con esto… - tomo su chaqueta y empujo con el hombro a George que intento detenerlo.


Su hermano tenía razón después de todo. Su madre era una mentirosa. Pero… ¿Quién era su padre entonces?


Monto la motocicleta y arranco hacia ningún lugar. La presión en su pecho aumentaba, crecía, lento, dolorosamente asfixiándolo burlonamente. Tenía que pensar, tenía que alegarse de todos, de la mentira de su madre y pensar… Pensar…


Tomo la autopista e ignoro una llamada que resonaba en el bolsillo de su chaqueta cerca de su corazón. Solo habría una persona que lo llamaría; Luna. Podía apostar que lo había visto extraño y que por eso llamaba, solo que ahora él no podía hablar con tranquilidad, mucho menos con coherencia. Solo podía pensar en el viento colarse por su cabello, el motor de la motocicleta rugir entre sus piernas y sus manos aferradas al manubrio en un intento de no salir a golpear a George o a quien quiera que fuese su padre…


El repiqueteo de su móvil seguía vibrando en su chaqueta. Se detuvo y envió un mensaje.


“Iré por vino, dulce como te gusta. Te amo”.


Mintió, al menos en la parte del vino.


¿Tenia que correr a decírselo a su hermano? ¿Desatar una guerra en su familia y hacer pedazos a su madre como ella hizo con él y su hermano? Si él fuera tan miserable y ruin y el demonio de su hombro izquierdo fuera la voz de Julien eso haría. Sabía que su hermano primero le gritaría cosas a su padre, para que después le reventara la cara a George, y finalmente buscaría a su padre aunque no tuviera ni la menor idea de quién era. No podía buscarlo, no sabía su nombre… ¿o si?








-¿Diga?


-James, soy…


-Ya sé quién eres George, y también sé lo que no eres – dijo James Deline. Estaba sentado detrás de su escritorio, en su oficina en León. – ¿Que es lo que quieres? ¿O qué es lo que quiere Dorothea ahora?


-No sé como paso – comenzó, ignoro las preguntas retoricas. –Tristan esta recordando…


El aire de los pulmones de James escapo de su cuerpo. Se irguió sobre el asiento, donde antes tenía los pies sobre el escritorio y lanzaba dardos hacia la madera redonda que estaba detrás de la puerta, ya había al menos 3 dardos incrustados justo en el centro.


-¿A qué te refieres?


-La tarde en que los llevaste al rio y él cayo…


-¡Ya lo sé! Cuando se abrió la cabeza y decidimos dejarle crecer el cabello tanto como para que la cicatriz de su nuca no se viera, lo sé – gruño. –Él era un niño, se suponía que… -suspiro. –Dorothea, ¿lo sabe?


-Quería llamarte primero.


-Ya… - rasco su mejilla. –Bueno, todo lo que sube, tiene que bajar, ¿no es lo que dice la gente? Supongo que ya es hora de que “mis” hijos sepan que tu, el mariposon, no eres su padre…


-James, no estoy jugando.


-Yo tampoco – refuto. –Si mis hijos quieren saber que sigo aquí, de pie, justo en la ciudad que Dorothea me hizo abandonar… pues que lo sepan – sentencio.


Hace años había jurado jamás volver a Manhattan, eso después de que Dorothea creyera la mentira de que él la había engañado con su mejor amiga Vico. Eso fue un golpe duro para James y sus hijos. Tener que dejar todo atrás, incluso su apellido para desaparecer de la vida de sus dos únicos hijos, de su familia. Ojala jamás hubiera jurado nada, y ojala su orgullo le permitiera romper promesas… Promesas que lo hacían sentir con una fuerte soga al cuello, que con cada año que pasaba lejos de su familia se ceñía más y más a su carne. Atormentándolo cada noche, cada día… Bueno, al menos podía ver algo de luz en ese oscuro túnel de miseria al que él mismo se arrojo; uno de sus hijos, y podía jurar que el que más se parecía a él estaba a su lado casi todas las noches, en el bar. Verlo era un alivio silencioso. Se veía reflejado en él, y había algo que lo hacía aun más parecido a él, no solo el color de sus ojos, si no el cinismo de su voz y el acido de su mirada. Él era su hijo, no había duda, lo supo apenas el joven había ido a pedir empleo, justo antes de la fiesta de Emily, una de las inversionistas del bar y dueña del mismo.


-¿Estas escuchándote? ¡Eso destrozara a Dorothea!


-¿Acaso no fue ella quien firmo mi sentencia de muerte? – recordó. –Haciéndome jurar jamás acercarme a mis hijos, pero ¡Tú que sabes de eso! No son tus hijos…


-No pienses solo en ti, James – George rugió. Estaba perdiendo el control.


-Créeme, no lo hago. Si ellos me encuentran, dejare de ocultarme en las sombras, George. Y creo que deberías decirle eso a mi mujer…


-Ex mujer – apunto. –Se divorciaron, ¿recuerdas?

-Ella no me ha olvidado. Aun tiene mi apellido en lo más alto del mundo de la moda, ex amigo – ataco. –Y créeme, usar el apellido de mi madre cuando soltera no es tan malo, pero quisiera que todos me llamasen de nuevo James Van Gulick, de la misma forma en que firmo mis cheques y todo lo demás… Sigo aquí, George, quiero que lo tengas en mente. Adiós.


2 comentarios:

Violet dijo...

uuuyy!! ya se empieza a desentrañar el misterio del pasado de Tris y Jules!! que van a hacer cuando sepan quien es su verdadero padre??? ay B si que dejaste el capi en punto algido!!

Ale de Moesia dijo...

Dioses lo termine de leer acabo la tortura!! es decir cof cof los examenes!! xD Que puedo decir!! Ya puedo violar a gusto a George Hupus sin remordimiento xD jajajaja *Zapatazo* Ok ok... es decir!!! :3 Mi Suegro de adevis!!! jajajajaja aparecera!!! quiero que sea un perro del mal sarcastico xD jajajajaja digno padre de Jules y justo busco cualquier pista o acercamiento de ambos -.-!!! Necesito juntar MD para leermela y despues imprimirla y que me la firmes :3 Auch!!! quiero mas lo jurooo no me canso de leer (Me repito el capi anterior u.u) jajajajajaja necesito mi droga amore!!! Maldita delicia deliciosa!!! <3 <3 <3 Pliss!!! *-*

Las chicas del Té de Lemmon

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