junio 04, 2011

Maldita delicia, segunda temporada. Capitulo IX

Lamento el retraso creanme. Pero se que les gustara el capitulo. Yo me quede en schock D: cuando lo escribia XD Y se mi Cricri, que te volveras loca ;) Te conozco mosco. Te amo, no lo olvides tampo. Gracias por esperarme; ayer ya no alcance a subirlo porque moria de sueño. Pero aqui lo tienen, enjoy y buen fin de semana! :)










9. El Club de la Pelea


Renata Cotty


-¿Dime en verdad que fue lo que paso con tu mano, Nats? – ¿por quinta? Nah, realmente había perdido la cuenta de cuantas veces Vince me había preguntado acerca de mi mano. Y de como me había hecho la cortada que reposaba en el centro de mi palma.
-Ya te dije, choque con un mesero y le ayude con las botellas rotas, me distraje y me corte, eso es todo – repetí por millonésima vez. Claro, mi hermano no me creía.
Me había encontrado en el pasillo de la cocina del bar León, con la cara como zombie y restos de sangre en el trapo con el que Julien me había envuelto la mano. La sangre no fue lo que lo altero, sino mi estado de shock.
¿Y quién demonios no lo estaría? Julien Van Gulick me tenía sentada sobre una de las mesas de metal, mientras cuidadoso verificaba que mi mano no tuviera vidrios dentro. De cierta forma fue la cosa más sexy que alguien hubiera hecho por mí. Ok, quizá no sexy, pero tenerlo ahí, frente a mí, me tenía… si, como mi hermano suponía, en estado zombie. Además de que fue él quien me tomo de la cadera y me subió a la mesa. ¡Dios! Era tan fuerte.
-Mmm – Vince me contemplaba. Odiaba que hiciera eso, me sentía bajo rayos X.
-Tengo trabajo – me puse de pie y deje a mi hermano en la mesa.
-Venga ya – se puso de pie también. –Ya ha pasado una semana desde la fiesta de Jennifer y tú… - me señalo. Esto no era nada bueno. –Aun tienes esa cara – acuso.
-¿Qué cara? – me hice la inocente. Siempre funcionaba.
-Esa cara. Vamos, Nats, te conozco. Eres mi única hermana. Sé que caras pones y la razón de ellas.
¡Mierda!
-No sé de qué demonios estás hablando, Vince. – le di la espalda ocultando mi cara nerviosa. Seguro que esta si me delataría. Tome mi bolso y mi abrigo y me dirigí a la puerta.
-¿Qué paso en la cocina con el tipo que te curo? – me detuvo jalando mi bolso.
-Nada – en parte era verdad. –Solo me lavo la mano, y listo. ¿Cuál es tu problema, Vince? – pregunte molesta ahora. Odiaba tener que responder preguntas tontas. O quizá preguntas que me ponían en evidencia.
-Es que… pondría las manos al fuego. Porque sé que hay algo más…
Bufe.
–Algo más. Deja de ver series de TV con el hermano de Luna…
-¡Ah! Eso me recuerda… ¿Si tuviste algo que ver con el amigo de Jack, por qué no estuviste con él el día de la fiesta?
Mi hermano era tan perceptivo. Un metiche si me preguntan. Y la respuesta a su pregunta era simple: Estoy perdidamente enamorada de Julien Van Gulick.
-¿Qué es lo que te sucede? Tú te acuestas con miles de chicas y no pasas la tarde con ellas, ¿o sí?
-No… - rasco su nuca. Ahora avergonzado. –Lo sé, lo siento, eres libre… Solo, no quiero que te rompan el corazón, no puedes culparme por eso.
-Lo sé, Vince - acaricie su mejilla barbuda. -Siempre podrás patearle el trasero a aquel que me lastime. Solo que ahora... no hay nadie.
-Bien – suspiro rendido y aliviado. –Ahora largo. Este papel de hermano preocupado me tiene estresado.
-Lo sé – bese su mejilla y camine ahora sí, a la puerta. –Nos vemos más tarde.
-De eso quería hablarte – murmuro.
-¿De qué? – con una mano en el picaporte me detuve y lo mire.
-Me mudare. Acepte el loft que el Sr. Hoppus me ofreció y… Bueno, ya no estaré tan preocupado por ti, y podre vivir una vida tranquila. Lejos de los gritos tuyos y de Luna cada que miran Spartacus.
-Oh… - no esperaba que mi hermano se fuera tan pronto. –Está bien. ¿Me dirás donde es para ir a visitarte?
-Solo si prometes no llevar la serie de Spartacus en tu bolso. Y no gritar a media noche: ¡Tómame Spartacus! – imito el tono de mi voz. –Y claro, podrás llevar a Luna siempre que ella no grite: ¡Tómame Gannicus! – le salió a la perfección el tono de voz de mi amiga que me reí.
-Ok, pero no prometo nada. Esos Gladiadores pueden con nosotras…
-Dime algo que no sepa, Nats – rodo los ojos.
-Cierto. Entonces… - deje la puerta y abrace a mi hermano. –Te amo.
-Lo sé, nena. Yo también te amo, y créeme no extrañare nada de esto. Ni los desayunos sustanciosos, los buenos días, ni las charlas tontas.
-Yo menos – sonreí. –Llámame cuando te instales.
-Lo hare – prometió con un cabeceo. Me abrazo de nuevo, amenazando con sacarme los pulmones y después me dejo en el suelo con el cabello despeinado. –Anda, ahora a trabajar, que Cartón ha vuelto y clama su lechita.
-Ah trabajar duro entonces – le bese la mejilla y finalmente, salí por la puerta.




Por el camino sopese la idea de ya no vivir con mi hermano bajo el mismo techo. Me había acostumbrado tanto a él, que incluso podía esperar media hora con la vejiga llena mientras mi hermano se duchaba por las mañanas. Así de extrema estaba la costumbre. Claro que también él tenía derecho a una vida tranquila. A una vida que no llevara lavar los platos sucios del desayuno, obligado por mis severas miradas. Sabía que él hacía todo lo que le ordenara con gusto, incluso si gruñía cuando me molestaba por dejar la tapa del WC arriba. Todo lo hacía con una sonrisa oculta. Ahora podía hacer y deshacer a su antojo, bajo su propio techo.
Llegue al trabajo con una sonrisa grabada en el rostro, no podía dejar de recordar mi encuentro con Julien en la cocina. Que si bien no tuvo una charla trivial, nuestras miradas se cruzaron un par de veces, acelerando mi corazón.
-¿Esa cara? – pregunto ceñudo William.
-Nada… - negué con la cabeza y entre a mi oficina.
-Rens… eres como un libro abierto. Más cuando las cosas pintan de maravilla.
-Tienes razón – acepte. Mis caras me delataban, y tenía que empezar a tomar clases de póker, porque si no todos sabrían incluso, cuando tuviera un orgasmo visual.
-Tu día pinta de maravilla supongo. Un tipo, te trajo esto… - dejo sobre el escritorio una caja con perforaciones. Imagine de inmediato que era. Sonreí. Dentro había un gato color humo. El gatito, que era pequeñísimo, maulló apenas lo tome en mis manos.
-¡Aaaw! – lo acaricie y la bola de pelos ronroneo. –Es tan lindo, ¿no?
-¿El gato o tu amigo? – pregunto sin pizca de gracia.
-El gato por supuesto – voltee los ojos.
-Oh, sí, si es lindo… - estornudo. –Lo siento, soy alérgico – otro estornudo. –Por favor, no lo acerques a mi oficina… - se limpió la nariz con un pañuelo. –Nos vemos más tarde.
Estornudo un par de veces más en el pasillo. Pobre. Yo amaba los gatos.
-Hola, pequeño… - acaricie las orejas del gatito. Busque alguna nota dentro de la caja. Encontré una que decía: “Un pajarito me conto que te encantan los gatos. Este diablillo no se despegó de mí en cuanto entre al refugio. Espero que lo cuides mucho. Atte.: Lex”
-Aún no sé qué nombre ponerte – le dije al gatito que jugaba con mis dedos. –Pero seguro que mi amiga Luna sabe cómo llamarte.
Lo deje en la caja.
Toda la tarde me la pase jugando con la bola de pelos gris. Amaba los gatos y este era toda una monada. No paraba de jugar ni de ronronear apenas me acercaba para acariciarlo y posarlo en mi regazo. Si pudiera, sin duda tendría un refugio de animales, pero vivía en un departamento pequeño. Y Cartón apenas se había dignado a regresar. Condenado gato. Me tenía con el alma en un hilo. Aun no soportaba la idea de que los gatos son más libres y aventureros que los perros. De cierta forma, los gatos se parecían a los hombres. Salían de las cosas a hurtadillas apenas las estrellas iluminaban el cielo, y no regresaban a menos que necesitaran comida y un baño. En cambio los perros permanecían meneando la cola, aun si los dejabas encerrados mucho tiempo. ¡Diablos! Quería un hombre que pareciera un perro, pero que fuera fiero como un gato salvaje. ¡Carajo! Sí que estaba averiada. Comparando humanos con animales recién domesticados.
Volví a casa con mi gato aun dentro de la caja. Pase a comprar su comida a una veterinaria y después camine un par de cuadras hasta la Galería.
El Sr. Hoppus estaba detrás de la barra. Mi hermano charlaba con una chica de cabellera negra. Me acerque y su risa la reconocí como Jennifer. Nadie se reía de esa manera. Tan graciosa.
-Hola, chicos – salude al entrar. Jennifer se giró y sonrió.
-Hola, Reni, ¿y eso? – miro la caja.
-Es un regalo – dije, saque al gato y se lo mostré.
-Woh, no me gustan los gatos – dijo frunciendo la nariz.
-Oh, cierto, lo olvide. Mira, Vince… - mi hermano sonrió y lo tomo entre sus brazos.
-¿Y cómo se llama esta bola de pelos? – le acariciaba detrás de las orejas.
-Aun no lo sé, iré a pedirle ayuda a Luna…
Jennifer asintió. –Ella es buena con los nombres, aunque si me pides mi opinión le falta un tornillo. No dudo que lo llame como a su ordenador portátil… - volteo los ojos con diversión.
-Sí, lo se… - tome de nuevo a mi gato.
-Una monada… - el Sr. Hoppus se acercó.
-Lo sé. Es hermoso…
-¿Quién te lo dio? – pregunto Jennifer.
-Lex… - mi hermano se aclaró la garganta. –El amigo de Jack… - informe cuando Jennifer me miraba sin entender.
-¡Ah! Así que tú y Lex…
-No. Solo somos amigos, creo.
No sabía qué demonios era con Lex. Esperaba que fuéramos amigos. Era muy lindo y tierno. Sexy y salvaje. Cualquier chica podía bien enamorarse de él, y yo podría, lo estuve. Solo que ahora mi mente estaba ocupada por un Van Gulick.
-Bueno, solo venía a saludar.
-Ya saque mis cosas, Nats – dijo mi hermano una vez que me coloque el bolso sobre el hombro.
-Muy bien.
-Tu hermano estará cerca de ti, Renata –el Sr. Hoppus poso una mano sobre mi hombro. –Justo vivirá arriba – miro el techo.
-¿Cómo dice? – no entendí ni una palabra.
-Sí, -todos salimos siguiendo al Sr. Hopus – ahí está el loft que le rentare.
-¿No es genial? – pregunto Vince, entusiasmado.
-Al menos no llegaras tarde – comente.
-Hey, eso me ofende – entrecerró los ojos.
-Lo sé, por eso lo dije – le mostré la lengua.
Vince me tomo del cuello y removió mi cabello. Aún más.
-Eres un demonio.
-Sí, lo sé.
-Y que lo digas, si ella sola es el demonio, con Luna son el Infierno – Jennifer fingió estremecerse.
-Mejor me voy antes de que se desaten los fuegos del averno – les dije. Bese a mi hermano y abrace a Jennifer.
-Sin duda eres una monada, solo espero que Cartón no se ponga celoso ahora que volvió.
Mi gato me miraba curioso. Quizá preguntándose qué tan loca estaba. Y vaya que no tenía ni una idea de mi estado mental. La razón de haber ido a la Galería, no fue para ver a mi hermano, que si lo extrañaría y todo. La verdadera razón ustedes también la saben. Era para ver si tenía suerte y me topaba con mi Dios personal: Julien Van Gulick.
No tuve suerte.

-¡Hey!
Di un brinco por la voz ronca y molesta.
-¿Qué no puedes mirar al frente?



¡Oh Dioses del Olimpo!
-¿Y también perdiste el sentido común? – tomo mis hombros. -¡Hey! Reacciona – chasco los dedos frente a mí.
Era guapísimo. Un Dios, un ángel, un… una delicia. Una Maldita Delicia.
No podía ver sus ojos, me veía reflejada en los cristales de sus gafas oscuras.
-Por favor, dime que estas bien. No necesito una muerta clamando el dinero de mi madre. No otra.
-¿Una muerta? – regrese de Julienlandia.
-Nada, olvídalo. ¿Estás bien?
-Eso… creo.
-La próxima vez fíjate antes de cruzar las calles, estuve a nada de plancharte la corbata – sonreí. -¿Dije algo gracioso?
-Si…
Alzo una ceja. Se quitó las gafas y tallo sus ojos, frustrado.
-Niña… Atiende las calles, ¿vale?
-Seguro… - asentí.
Ya no estaba tan estupidizada por él. Ok, a quien engaño. Solo había vuelto a mí el habla, no podía articular alguna frase coherente. Alguna que pudiera describir que tan sexy se veía con esos jeans y su playera blanca y ese saco gris abierto.
Me miro entrecerrando los ojos.
-¿Qué traes en esa caja? – sin mi permiso abrió la tapa. –Oh… - el gato maulló. Julien sonrió. ¡Sonrió! Serio y con cara de pocos amigos era sexy. Con esa sonrisa podía tirarme al piso y llorar de felicidad. -¿Cómo se llama esta bola de pelos? – saco al gato y lo acaricio.
-Aún no tiene nombre.
¡Cuatro palabras! ¡Cuatro! Ya era ganancia, ¿no?
-Ok. Mira, mira, si tu madre no te consigue un nombre pronto todos comenzaran a llamarte de forma poco… creíble y respetable. Como “Chiquitín”, “Felpudo”, y esas tontas cosas de chicas.
-Hey, soy una chica – recordé. Julien me miro.
-Lo se… - se volvió al gato. La bola de pelos ronroneaba y jugaba con sus dedos.
-Le gustas…
-Trabaje un tiempo en una veterinaria. Me gustan los animales. Claro, algunos son mejores que otros – dijo más para sí mismo. –Incluso puedo decirte de que veterinaria es este rufián – lo levanto frente a sus ojos. –Sí, ajá… Una amiga trabaja ahí.
-Mentira.
Julien sonrió mirándome.
-Me atrapaste… - acuno al gato entre sus brazos. -¿Tienes frio, amigo?
Un pitido de una bocina hizo que el gato se asustara, y con él, mi pulso regreso.
-¡Mueve tu porquería del camino!
-Ya voy… ¡Estúpido idiota! –rugió de regreso Julien. –Sube… - cabeceo en dirección al auto y subió con mi gato aun entre sus brazos.
Abrí la boca para decir algo. Pero mi lado irracional. Ese que a veces me domina. Y esta era una de las buenas cosas de ese lado irracional. Subí al auto y me puse el cinturón. Si, su auto era un cacharro viejo, pero era un clásico. Si, otra forma de llamar a los autos viejos y con la pintura original dejándonos ver el metal del vehículo.
Julien lo arranco y pensé que el auto temblaría. Pero no fue así. Un rugido sonoro salió del auto. Un rugido que anunciaba un auto en buenas condiciones.
-Planeo pintarlo y dejarlo como nuevo – decía mientras doblaba una esquina y tomaba la avenida principal. –Saque a este bebé de la chatarra. ¿Puedes creer que iban a convertirlo en un cubo de metal inservible? – bufo. –Eso ya no es de Dios… ¿A que no rufián? – pregunto al gato.
En respuesta el gato le lamio los dedos.
-Sí, te entiendo, también tengo hambre.
No podía despegar los ojos de él. Era… extraño. No había una mejor manera de definirlo. Era como si de pronto su lado bueno saliera, el que estaba oculto en ese lado hostil.
-¿Tienes hambre? – sus ojos celestes se cruzaron con los míos.
-Yo…
Sonrió de lado. Se detuvo en un semáforo.
-Soy Julien, odio que me digan Jules, así que evítalo, ¿de acuerdo?
-Seguro, Julien.
Los vellos de los brazos se me enchinaron. Decir su nombre en voz alta me provocaba pensamientos impuros.
-Y quita esa cara, no acostumbro secuestrar a nadie con el estómago vacío – bromeo.
-Si… - asentí y mire mis manos. Aun llevaba la caja entre mis brazos.
-¿Cómo te llamas por cierto? Tu si tienes nombre, supongo – acelero.
-Renata… - dije evitando que mi voz sonara como un gemido.
-Mucho gusto, Renata. ¡Mueve tu culo! ¿Quieres que te pase de la mano? – le grito a un conductor inclinándose sobre mí. Respire con trabajo. Estas cosas no podían pasarme a mí. Agradecía a Dios, no estar mal del corazón. Porque ya se hubiera detenido hace muchos kilómetros atrás.
-Baja y llévame de la mano, imbécil – el conductor vecino se bajó de su auto dando un portazo.
-Eso es bebé – susurro con una sonrisa enorme en su rostro. Julien me dio al gato y bajo.
¡Dios!
Rodeo el auto y se quitó el saco.
-Venga, quita tu chatarra o te obligare a quitarla – subía las mangas de su playera blanca.
-Oh niño, quiero verte obligarme – el conductor del otro auto era un tipo obeso con barba de candado. Si me preguntan, parecía un luchador profesional.
Sentía mi corazón latir en mi garganta, y esta vez no era de excitación. Julien sonrió.
-Créeme cerdo, no querrás que te obligue.
-Niño, no juegues con fuego – el tipo obeso se quitó la chaqueta.
En una escena de 3 segundos. Ambos se lanzaron a los golpes. Julien esquivo un puñetazo del hombre, y mientras el tipo gordo se doblaba de dolor por el golpe que le habían propinado en el estómago, aprovecho para darle un rodillazo en la quijada. El gordo se limpió la sangre de la boca y sonrió antes de escupir la sangre.
-¡Dale duro, Fred! – alguien dentro del auto le dio una llave mecánica al gordo. El tipo la tomo y le zambo un derechazo en la cara a Julien. Jadee.
Julien cayó al piso. Tenía la ceja abierta y salía mucha sangre de su rostro. Aun así, Julien sonreía. El tipo estaba más loco que una maldita cabra.
-¡Cuidado! – grite un segundo antes de que el gordo intentara patearle la cara. Julien giro y estirando su pierna logro que el gordo trastabillara y cayera al piso. Julien lo monto y empezó a darle de golpes.
-Ahora-juega-limpio – decía separando las palabras con un golpe. –Maldito-gordo-de-mierda – más y más golpes.
-¡Basta! ¡Déjalo! – el acompañante del auto que resultó ser una mujer ya entrada en años. Tenía las manos en el rostro. Julien la miro. –Todo suyo, princesa – un golpe más y Julien se puso de pie. –Y la próxima vez deja que te pase de la mano, amigo – regreso al auto, tomo su saco que había dejado en el cofre, y arranco de ahí.
-¡Imbécil! – bufo limpiándose la sangre del rostro con el puño de su playera. –Odio que no peleen limpio – decía cruzando a velocidad de multa, las calles.
Había anochecido. Tenía al gato contra mi pecho. Jamás había visto algo tan… salvaje. Loco, inconsciente. Julien disfrutaba de pelear en las calles. ¡Dios! Le faltaban más que solo un tornillo. Sé que debería estar asustada. Pero no lo estaba. Mi pulso estaba agitado, sí. Pero no por el miedo. Era sorpresa quizá. La adrenalina corría por mis venas. Me sentía protagonista de la película Fight Club. Solo que era Julien un mejor protagonista que Brad Pitt y Edward Norton.
Estaciono su auto frente a un edificio viejo. ¿No era él un Van Gulick? ¿No podía darse el lujo de vivir en un edificio con portero y Valet Parking? Bueno, tal vez no.
-Venga, - estiro su mano abriéndome la puerta del copiloto. Lo mire un segundo, antes de tomar su mano con fuerza y salir a trompicones del auto – no suelo ser… - comenzó y se detuvo. –Ok, si, si soy un maldito loco. ¿Quieres pasar un momento? No te hare daño. Ya tuve suficiente con la llave mecánica – se pasó la mano libre por su barbilla.
Asentí. Confiaba en él. Muy estúpidamente, confiaba en él.
Soltó mi mano apenas subimos los escalones de la entrada del edificio. En el pasillo un par de perros comenzaron a ladrarme, mi gato se enterró en mi pecho, temblando de miedo.
-¡Basta ya! O hare que les corten las bolas – amenazo a los perros. Éstos lo miraron como si entendieran y se fueron chillando a la calle. –Perros locos – bufo caminando hacia las escaleras.
¿Qué demonios hacia yo siguiéndolo? Ah sí, estaba totalmente embobada con su trasero.
-Y dime, Renata. ¿Qué tal estuve? – sonrió cuando llegamos a su piso.
-¿Sobre qué? – regrese la pregunta confundida.
-Olvídalo, aun estas en shock – encendió la luz de su salita al entrar a su departamento. Que consistía en un sofá-cama y una mesa de centro frente a un gran televisor de pantalla de plana. La cual se veía rara ahí. Es decir, parecía ser lo único nuevo de ese lugar.
Camine detrás de él hasta su cocina.
-Odio que me sigan, niña – se giró enfrentándome. –Puedes dejar al gato en el piso.
Asentí y regrese a la sala. Me senté en su sofá-cama, apartando la ropa y las cobijas revueltas. Deje al gato en el piso, pero no se separó de mis piernas. Él también se sentía un extraño aquí.
-¡Hey! ¿Puedes venir? Necesito una mano – grito.
Me puse de pie y camine hacia la luz de uno de los cuartos. Era el baño. El cual, como supuse, estaba muy sucio. No cabía duda que un soltero vivía aquí.
-Me mude apenas, el lugar era barato. Pero el baño apesta – hizo un mohín. –En la cocina hay una toalla, ¿puedes…?
-Seguro – asentí y salí del baño. La cocina era la puerta casi frente a la del baño.
Su cocina era pequeña, unas parillas sin horno, un microondas y un frigobar, con una alacena con un par de vasos, platos, y cubiertos metidos dentro de una taza. Halle la toalla que decía y regrese al baño.
Lo encontré inclinado en el lavabo lavando su cara. Se había quitado la playera blanca y tenía una camiseta blanca sin mangas. Perdí el aliento con las partes de su cuerpo al desnudo. Cada musculo en su lugar, sin un ápice de grasa. Todo, todo, todo en su lugar.
-¿Te gusta lo que ves? – me pillo mirándolo.
-¿Qué…? – me hice la inocente, esperando que funcionara le arroje la toalla.
-Nada – sonrió. Oh no, de nuevo esa sonrisa encantadora. –Lamento… - se limpió la cara. Dejo la toalla un poco roja – el desorden. No suelo… Nunca tengo visitas – informo.
-Se nota – alce ambas cejas. Una mueca divertida apareció en su rostro.
-Por fin hablas. Pensé que el gato te había comido la lengua.
Oh no, solo que eres demasiado sexy para ser verdad.
-No, aun no.
-Qué bueno, las chicas mudas no son mi estilo. Recuerdo – dejo la toalla y salimos del baño – que me llamaste imbécil de mierda en León.
-Oh. Yo…
-No te disculpes – interrumpió. –Sé que algunas veces… - carraspee. –Muy bien – sonrió – muchas veces soy un imbécil de mierda. Aunque no puedes culparme. Si vivieras la vida que yo vivo… - miro su estancia.
-Puedo ayudarte – hablo mi lado irracional. Puedo jurarlo.
-¿Y porque querrías ayudarme, Renata? Apenas me conoces. Y no es una buena impresión que me haya peleado con alguien en nuestro primer encuentro… - entrecerró los ojos, mirándome con detenimiento. Alce los hombros.
-No lo sé – acepte. –Solo quiero ayudarte. Siempre hay una razón para ser un hijo de perra – agregue con una sonrisa.
Suspiro profundamente. Humedeció sus labios. Medito un par de minutos. Minutos en los que me sentía bajo rayos X. ¿Acaso hoy era el día en que todos me miraban traspasándome las entrañas, o qué?
-Sí, tienes razón, siempre hay una razón para todo. Y Renata, te agradecería tu ayuda. Te pagare…
Negué con la cabeza.
-No quiero dinero.
-¿Me estás diciendo que me ayudaras gratis? Estas loca. ¿Ya viste este lugar? Es un nido de ratas. Demonios, no sé cómo acepte vivir bajo este techo. Apesta – jadeo.
-Lo sé, ya lo vi – mire sus ojos celestes. –Pero quiero ayudarte.
-Gracias – esa sonrisa de nuevo. –En serio gracias. ¿No hay truco en esto, cierto? – miro alrededor. -¿No estoy en cámara escondida o algo? ¿Punk'd? ¡Sal ahora Ashton! – grito.
-Solo hay una condición…
-Ahora vienen los peros… - camino a su sofá-cama y se tumbó.
-Enséñame a pelear como tú.
Subió la mirada y se puso de pie.
-Es un trato – estiro su mano, la estreche con una sonrisa.

Una corriente eléctrica me traspaso. Un trato con el Diablo, sin duda.

3 comentarios:

Ada Parthenopaeus dijo...

OOOOOOOHHHH!! sI difo que moje cucooos me crees jdoer... es Juellien si que se la yunou y me encnataa,... yo dire TOMAME JULLIEN.... oh me rei con mcuahs parte jadeo con otras y pido a gritooos un puto besooooooy saber que sucedio con mi Rosty porque no fue a la fiesta Dioos me matas B

Ale de Moesia dijo...

Osea aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa Beu amor mi vida mi media naranja mi imprimacion mi tua!! Osea estoy en medio de mi orgasmoooo lo juro estoy ufff feliz jajaja julien Tomame ahora mismo!!! aaaa por dios un Gato nuevo como en la vida real por dios siii soy asi de irracional al conocer a las personas!!! algunas claroo por dios que se mude conmigoooo lo amooo estoy irrevocablemente y totalmente enamorada de Julien con todo mi jodido corazon!! Me hizo el dia!!! Me lo lei 4 veces amooor!! osea aaa haces que mi corazoncito lata como loko!! y pobre will alergico!! Dx jajaja eso le resta puntos cof cof y Lex mi vida le debo agradecer el gatooo aaaa dios Y la pelea mis dioses!!! Me hubiese gustado verla xD imaginate!! io lo curo despues jajaja y su casucha!! neee q se venga...conmigoo jajaja ah y que viva con io por fa!!! jajaja Dios!! Esa Rens admite estar enamorada... es tan dificil admitirlo y estarlo... te haces vulnerable u.u pero aaaa Le enseñaran a peliar xD dios Beu te amooo escribes osea super genial!!! me tienes asi!! =D con una sonrisa boba y sonriendo!!! Quieroo mas!!! TE AMOOOOOOO!!!

VioletaHerondale dijo...

La mejor parte sin duda es el gato! que apuesto se llamará rufián? xD aww amo los gatos tanto como esa perra ¬¬

ps* Lex podrías regalarme un gato? ^^

Julien quédatela!!! corre! xD

Las chicas del Té de Lemmon

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