marzo 08, 2012

El lado Oscuro: 8. Vino tinto

Antes de que me maten por tenerlas esperando tanto tiempo, que igual no fue mucho pero me gusta exagerar, les tengo una nueva entrega :} Espero que les guste, y como siempre he dicho: "Atentas a los detalles" :] Se cuidan harto, nos estamos leyendo :) Enjoy ^^

8. Vino tinto

No era huir lo que ella hacía, era dejar atrás las ataduras y volar libre como las aves. Surcar los aires, sintiendo la brisa bajo las alas. Ser libre como nunca lo había sido. Ahora solo tenía que encontrar un lugar donde vivir y un empleo. Con una maleta pendiendo de su hombro y una más jalándola, Winter Strong arribo a Brooklyn en busca de tranquilidad, dinero y… amor. Nada difícil para una chica de 24 años con la Universidad iniciada y una extensa experiencia en contestar teléfonos con amabilidad, lavar pisos, tender camas, abrir puertas, entre muchas otras habilidades de mucama de 24 horas.

Lo primero seria buscar un lugar donde vivir. Y para su buena suerte, encontró uno. El lugar era acogedor. En el primer piso de un edificio que estaba cerca de la estación del tren subterráneo, la renta no era muy alta y el lugar parecía no tener ratas y cucarachas como los anteriores que había visitado. Lucían como lugares de mala muerte, donde solo una estúpida necesitada – como ella – podría quedarse. Acepto de inmediato, y le dio el primer mes de renta más un anticipo al casero. El hombre, amable le dio la llave y le indico su nuevo hogar. Winter con media sonrisa y nerviosa, dejo las maletas en donde tenía que ir la salita y suspiro.

-Hogar dulce, hogar – el suelo de departamento estaba cubierto de polvo. La cocineta llena de cochambre y telarañas debido a que el lugar no se había rentado ni usado durante mucho tiempo.

Inspecciono el baño, que igual que las dos habitaciones que tenia, estaba completamente lleno de mugre y arañas. Cosas que no le importaron a Winter, por el momento.

Usando el mejor vestido que tenia y la mejor sonrisa que podía fingir, tomo el periódico y comenzó a buscar trabajo lo antes posible. No quería que el dinero de sus ahorros se acabara, mucho menos tener que pedirle a Bran la remuneración de sus 24 años de servicio más los de su madre. Ella no pediría limosnas a un niño creído y egocéntrico.

Termino por resignarse a un trabajo de limpieza, mientras recobraba sus estudios en la Universidad, esperando que no fuera demasiado tarde para obtener un título académico. Toco la puerta de una pequeña oficina, donde según el anuncio del periódico pedían una chica de limpieza, de algo a nada, esa sería su primera opción.

-¿Puedo ayudarte? – un hombre de cabello revuelto, gafas de armazón grueso, cuadradas, tenia los codos sobre su escritorio, la corbata desajustada, lucia cansado a pesar de tener, aparentemente, la misma edad de ella.
-Hola, si. Vengo por el anuncio de limpieza…
El hombre sonrió, divertido. Se puso de pie.
-¿Lo dices… en serio?
-¿Por qué habría de mentir? – cuestiono Winter. –En el periódico…
-Ya sé lo que dice el periódico – corto el tipo. –Solo que no me explico cómo es que alguien como tu – la señalo con su bolígrafo – viene por un puesto de afanadora. Simplemente no me cabe en la cabeza.
-Bien, necesito el empleo y de momento es lo único que puedo hacer…
-¿Limpieza, ah? ¿Lo único?
-Necesita alguien que mantenga limpio este lugar, yo puedo hacerlo rechinar de limpio – levanto los hombros. La mirada curiosa del tipo y la sonrisa divertida, la incomodaban. –Sino me va a dar el trabajo mejor me voy.
-¡No! Espera… Bien, lo lamento. Siéntate, soy Charles Cavanaugh, el gerente de Red & White. En realidad soy un poco de todo, mi secretaria se fue, mi contador me abandono, así que me dedico a todo. No creí que nadie viniera por ese pequeñísimo anuncio en el periódico, actualmente nadie lee los periódicos.
-Oh…
-Me refiero… - revolvió su cabello. –No sé qué diablos pensé al poner el anuncio. Como veras es una oficina pequeña con un almacén, y las entregas se hacen en el almacén grande, por pedidos que programo aquí mismo, el almacén es automatizado, así que no tengo nada de qué preocuparme. A menos que sean números, entonces – se tallo los ojos, quitándose las gafas – si estoy en problemas. ¿Algún trabajo anterior?
-Aaam, fui niñera muchos años y ama de llaves.
-Wow, eso ya no se escucha con frecuencia. ¿Para quién trabajabas?
-En California, los Hardenbrook. Mi madre me heredo el empleo.
-¿Por qué dejaste California?
-Quiero ser libre.
-Entiendo – los ojos azules del hombre la miraron atentos un minuto que paso lento. –Tienes el empleo. ¿Puedes empezar ya mismo?
-Seguro. ¿Es en serio?
-Me temo que si – sonrió. –Y un par de cosas más. También serás secretaria y… lo que necesite, ¿está bien? – la miro, esperando ansioso la respuesta.
-¡Claro! – sonrió Winter. Estiro la mano para cerrar el trato. – ¿Necesita alguna referencia…? Mi hermana vive en Manhattan tal vez pueda llamarla y…
-No, las miradas no mienten y tú no lo harás. Además – se puso de pie y ajusto su corbata – tengo un almacén atrás donde puedo cortarte en pedacitos – soltó una carcajada ante la cara de asombro de Winter. –Solo era una broma, tranquila. Vamos, te muestro donde será tu escritorio.

***

Winter contestaba llamadas, limpiaba, mantenía en orden el almacén, ayudaba con el inventario, enviaba vinos especiales a clientes distinguidos y sobre todo era estudiante en la Universidad de Nueva York. Medio día en Red & White y medio día en la escuela. Ella quería ser artista. Le gustaba pintar, tomar fotografías, escribir, dejar volar su imaginación.

Cuando no contestaba llamadas o atendía a los clientes, garabateaba en los márgenes de la agenda que  Charles, su jefe, le había obsequiado para que anotara los recados. Un día, la pillo garabateando enredaderas de enormes flores en los márgenes. Winter dio un brinco cuando él susurro detrás de ella “¿Qué haces?”. Después él rio divertido de su cara de susto, casi jurando que su blanca piel se había tornado transparente.

-¡No hagas eso de nuevo!
-Lo siento, te veías tan concentrada que no pude evitarlo.
-¡Ush! – bufo. – ¿Acostumbras molestar a tus empleadas?
-No, porque no hay empleadas a quienes molestar – le guiño un ojo. –Te invito a comer.
-Tengo que terminar unas cosas de la Universidad – se disculpo Winter.
-Ya veo… Quizá después.
-Bien. Después – tomo su saco y antes de salir agrego – Y solo soy Chuck, no Charles. Charles era mi bisabuelo, dicen que me parezco a él en los ojos. Yo lo dudo.
-Ok, Chuck.
-Adiós, Winter. Cierras.


Su vida era un tanto ajetreada. Trabajar y estudiar. La parte buena era que Chuck no era un jefe tirano, la dejaba hacer sus tareas en la oficina. Nunca la molestaba salvo para cosas de los pedidos y esas cosas. Tal vez solo para asustarla cuando ella fruncía el ceño, garabateando cosas, o escribiendo otras, leyendo a veces o picándole las costillas cuando se paraba de puntitas para bajar alguna caja de archivos o corchos extras para los vinos.

La suerte le sonreía. Solo podía pedir una cosa, que Melanie le contestara las llamadas que hacía a la Mansión cuando sabia que Bran no estaba. Lumiere contestaba en algunas ocasiones o la nueva mujer que era el ama de llaves, a notar por la voz, no era una jovencita, era más bien una mujer madura que seguramente la agencia les había mandado. Era de esperarse que el chef de la mansión soltara risillas divertidas cuando le contaba todo lo que sucedía en la casona. Decía que Bran ya casi no estaba ahí, que regañaba a Melanie por todo y que incluso ahora, los cigarrillos esporádicos se habían convertido en el desayuno, comida y cena del joven señor. Las botellas de whisky añejado peligraban por terminarse, y había hecho llorar a la pobre Melanie cuando ella, en un descuido nostálgico, había mencionado el nombre de Winter. La furia del joven señor había recaído en la pobre niña, que con sollozos incontrolables le había gritado que todo había sido su culpa, por no haber tratado bien a Winter como ella merecía, y que por su culpa no se había despedido de ella y que gracias a él, Winter la odiaba como a Bran. Escuchar todo aquello le rompía el corazón a Winter. Ella jamás podría odiar a Melanie. Nunca. Lamentaba no haberse despedido como era debido. Las notas sobre las almohadas eran solo para cobardes, Winter lo sabía, solo que no tuvo fuerzas para contener las lagrimas frente a la niña, mientras ocultaba el profundo amor y dolor que su tío despertaba en ella.

Así, Lumiere le contaba las noticias, y a cambio él pedía, con lujo de detalle, la vida de Winter en la Gran Manzana, a lo que Winter siempre decía: “No hay mucho que contar…”. Le platicaba de Chuck, de la Universidad, de los profesores, de su hermana que casi se muere de alegría al saber que por fin su pequeña hermana había decidido dejar California, donde, según Winter, era mesera en el bar de Max.

Después de todo, ser libre, era un poco aburrido…


 Winter de nuevo garabateaba un par de cosas en los márgenes mientras esperaba al cliente distinguido que Chuck le había dicho llegaría cerca de las 7 de la noche para recoger su caja de 6 botellas de vino. Algo bueno que tenía el empleo como secretaria-almacenista-contadora-limpiadora era que ella podía catar los vinos que llegaban de importación. E incluso, si alguien olvidaba uno, ella podía llevárselo a casa.

Eran cerca de las 7 cuando la campana que anunciaba que alguien entraba a la oficina sonó. Tacho la cita en la agenda de Chuck y jalo con cuidado la caja sellada que contenía las botellas.

-Buenas tardes…

Reconoció la voz y sonrió cuando el enorme rubio de ojos azules que había conocido semanas atrás en la cena con Bran. El hombre lucia imponente.
-Que pequeño es el mundo…
-Lo sé.
-¿Cómo estás? – Hunter tomo asiento frente a su escritorio.
-Muy bien… Tus botellas – termino de arrastrarlas hasta los pies de Hunter y soltó el aire contenido en sus pulmones. –No sabía que eras tú el cliente distinguido de Chuck.
-¿Chuck, uh? – levanto la ceja juguetón.
-Bueno, mi jefe… - volteo los ojos.
-Soy el abogado de su mejor amiga.
-Ya veo… Solo su abogado – hizo el mismo ademan que él con la ceja.
-¡Que va! Su amiga es linda, solo eso. Tengo en mente otras cosas…
-Muy bien – volvió a su asiento y revolvió unos papeles de un cajón para sacar la ficha de recibo. Una vez que la encontró la coloco frente a Hunter. –Solo firma aquí y aquí – señalo con su índice dos hojas, original y copia.
-Eres una exper– bromeo sacando un bolígrafo de la bolsa interior de su saco y firmo con un garabato elegante.
-Un poco. Gracias – tomo el recibo y lo guardo en su agenda. –Es todo. Disfruta tu pedido…
-Tengo la impresión de que me estas corriendo – entorno los parpados.
-No. Ok, si… - acepto. –Tengo tarea que hacer y estoy muy cansada…
-Te llevo a casa.
-No, no quiero ser una carga – negó rápidamente con la cabeza.
-Winter, no me hagas enojar, mido el doble que tu… - señalo.
-Ush – bufo. Tomo su chaqueta y su bolso. –Andando grandulón.
-Esa voz me agrada – tomo la caja de vino y desfilo detrás de ella hasta la salida, espero a que Winter cerrara y la guio a su Avenger rojo.
-Lindo auto – comento subiendo al asiento del copiloto. Hunter subió del otro lado después de guardar la caja de vino en el maletero.
-¿A dónde te llevo?
-Sigue derecho… - señalo el camino. –Por cierto, ¿para que tantas botellas de vino?
-Un amigo planea una sorpresa para su novia.
-Oh, que tierno – sonrió con las mejillas tornándose rosadas.
-Aunque puedo robarle una, te apuesto a que él no se dará cuenta. ¿Quieres?
-No lo sé…
-Mañana, a las 8, después de que dejes la oficina. Es viernes y… Winter, ya te estoy rogando…
Se detuvo en un semáforo. Winter miro hacia afuera, nerviosa. Hunter era un tipo guapísimo, de eso no tenia duda. También lucia como un hombre tierno, y tenía una sonrisa que la entibiaba.
-¿Estas consciente de que estoy rogando, Winter? – le tomo la mano para que ella lo mirara.
-Me encantaría salir contigo – contesto finalmente.
-Perfecto – beso el torso de su mano y avanzo en cuanto el semáforo se puso en verde.
-Una calle más adelante y doblas a la derecha y después... 
-No me digas que vives en el edificio de la amiga de Chuck – admiro.
-Bueno, no conozco a mis vecinos. Paso todo el día en la calle.
-Eso responde todo. Nos vemos entonces,  a las 8 – sonrió.
-Si. Con cuidado – se despidió con la mano y salió del auto, entro al edificio.


Al otro día unas extrañas cosquillas en el estomago la recorrían lentamente hasta cada extremidad de su cuerpo.

‹‹Es la emoción››

Los nervios, quizá. Nunca había tenido una cita. Nunca. No sabía cómo actuar en una, era algo nuevo para ella. ¿Qué debía ponerse? ¿Cómo diablos tenía que actuar? Su hermana siempre rezaba “Se tu misma”.

-Ser yo misma… - se dijo frente al espejo de cuerpo completo que estaba detrás de la puerta de su habitación.

Se había decidido por  vestir unos jeans ajustados y una blusa blanca y un blazer que hacia juego con sus zapatos de piso, el cabello recogido en una coleta y el maquillaje natural. No quería lucir desesperada ni mucho menos.

El timbre sonó a las 8 en punto. ¡Vaya, el hombre era puntual!

Tomo aire por la boca un par de veces hasta que llego a la puerta. Abrió con una sonrisa y el rubio le regreso una enorme y resplandeciente sonrisa que lo hacía ver aun más encantador de lo que ya era. La tensión se fue en cuanto lo vio con una margarita.

-Para ti – le entrego la flor, ella la tomo.
-Gracias – pego la flor a su nariz y se sonrojo más. Era fácil ver que sus mejillas se teñían rojas, debido al color de su pálida piel.
-¿Lista? – ahueco su brazo para que ella pasara su mano en medio.
-Creo – apago la luz de su pasillo y después aseguro la puerta.
Pasaron por el lobby y al salir Winter busco su auto rojo. No lo encontró.
-La ciudad es muy linda de noche… - le dijo.
-Supongo – levanto los hombros. – ¿Dejaste tu auto en casa?
-No – señalo hacia atrás – lo deje en aquella calle. Solo que quería caminar de la mano de una hermosa asistente y estudiante de la Universidad – levanto una ceja.
-Viviré con las mejillas sonrojadas siempre que pases a mi lado, Hunter – murmuro mirando sus pies. 
-No es mi culpa que seas hermosa, seguro que muchos andan tras de ti… Incluso Bran – comento con naturalidad, como quien habla del clima.
Un tema bastante precario  para Winter. Ella trago y desvió la mirada de sus pies. Hunter la mirada, y de inmediato se percato de lo delicado del tema. Aclaro su garganta y se detuvieron para esperar el paso peatonal en un cruce.
-Conocí a Bran cuando éramos unos adolescentes idiotas – rompió el silencio. –Jamás supe de ti… Supongo que también vivías en California.
-Ajá.
-¿Ibas a la escuela con nosotros?
-Bran iba a escuelas públicas, fuimos juntos, aunque nunca fuimos súper amigos – la amargura de su voz casi se podía comparar con un limón.
-Cierto… Lo conocí un día en la playa, cuando surfeábamos. ¿Te gusta surfear, Winter? – se notaba a leguas que quería hacerla hablar. Era abogado y sabia cuando alguien ocultaba algo. Con ella, quería saber todo. Incluso lo que celosamente ocultaba.
-No soy muy buena, jamás lo intente – eran las palabras exactas para zanjar el tema. Pero Hunter no se daría por vencido.
-Quizá algún día volvamos juntos a California y surfeemos todos, incluso Bran.
-Preferiría que no – atajo seria. Sus labios llenos y tenuemente rojos se tensaron.
-¿Tu y Bran…?
-Ve directo al grano, Hunter – gruño deteniéndose y mirándolo. –Quieres saber si Bran y yo tuvimos algo que ver, ¿ah?
-No quería incomodarte… Soy un preguntón – se disculpo.
-Yo diría que eres un entrometido. Pero está bien, Bran es tu amigo. Sientes curiosidad de saber si él y yo tuvimos algo que ver…
-Winter, en serio, lo lamento. No quería… - pero era demasiado tarde.
-Bran y yo no tuvimos nada que ver – corto su disculpa. –Él esta perdidamente enamorado de esa rubia hermosa, preciosa, Samantha. ¿La conoces, ah? Es preciosa… - jadeo teatralmente. –Y me da gusto por él. Aunque Bran y yo, no somos realmente amigos – continúo. –Él era mi jefe y yo una simple empleada. Cuidaba a Melanie y también de su casa. Es todo lo que tienes que saber de mí y de Bran. ¿Estamos claros?

El silencio se hizo pesado entre ellos, en medio de la acera, estorbando a los transeúntes. Cosa que le importo un cacahuate a Winter.
-Solo quería saber algo de ti…
-Claro – soltó su brazo. –Tan solo hubieras preguntado. Mi vida en California no es algo que me haga hablar por horas. Mi día libre era los sábados, cuando iba a beber al bar de un amigo, me perdía en alcohol y me revolcaba con… - cayo de inmediato. –Con nadie que te importe.
-Tienes razón, con quien estés no es algo que me importe – rasco su nuca, incomodo. Nunca una chica lo había puesto en su lugar de esa forma tan… Sin gritos. Era curioso. Ella era bastante tranquila, lo único que denotaba su molestia eran sus labios y quizá sus cejas. Sus ojos azules seguían brillantes, sus hombros relajados.

Winter tomo aire.

-No sé cómo actuar en una cita – susurro avergonzada ahora. –Nunca he tenido una y… Toda mi vida la pase en la mansión con Bran, cuidando de Melanie y ayudando a mi madre cuando ella vivía. Mis días libres eran cortos. No puedo hacer mucho en 24 horas. A veces mi hermana me visitaba, pero ella no sabe que yo era el ama de llaves de Bran, ella lo odia.
-Ya veo… Lamento incomodarte, Winter, en serio. Es que no siempre puedo dejar al abogado que llevo dentro en casa, tú me intrigas.
-¿Si? ¿Por qué?
-Cuando te vi con Bran aquel día en el restaurante… La verdad es que Bran no tiene… Como dijo él… amigas. Mucho menos de la infancia. Así que quise saber de ti de inmediato. Casi me rompe la cara cuando le pregunte por ti y como te había conocido. Era como si… él no quisiera hablar de ti, con nadie.
-Y el abogado no se ha ido – bromeo.
Hunter soltó una carcajada.
-Creo que no se irá nunca. Lo que me pregunte toda la noche, después de que dejaste el restaurante, era porque Bran estaba tan molesto una vez que te fuiste. Si mencionaba tu nombre, temía que en cualquier momento me enterrara el cuchillo en el cuello. Lo que digo es que fue un duro golpe que nos abandonaras…
-Lo que dices es que si le importo tanto a Bran y cuál fue la razón de que actuara como un animal, ¿ah? – resumió.
-Si.
-Supongo que le dolió que ya nadie más iba a limpiarle los mocos por las mañanas y que nadie más iba a resumirle las noticias en pos-it ‘s amarillos a la hora del almuerzo.
-¿Todo eso hacías por él?
-Es un ricachón excéntrico – levanto los hombros con naturalidad. Estaba tan acostumbrada a sus estupideces que prácticamente las realizaba con los ojos cerrados. –Ya sabes lo que dicen: Eres pobre, estás loco; eres rico, eres excéntrico. Tan simple como eso.
-Supongo que si. Él estaba tan acostumbrado a ti que al renunciar no supo que hacer – reflexiono.
-Tal vez.
-Bien – la miro serio. –Basta de preguntas. Vamos a cenar… - le tomo la mano y la arrastro por la calle. Contando chistes y mostrándole la ciudad. Como debió de haber hecho desde un principio. Solo que la curiosidad lo carcomía de a poco.


Winter comía con tanta propiedad que a cada mordida de su hamburguesa él quedaba cada vez más sorprendido. Incluso al chupar la kétchup de su dedo la miro con la boca abierta. Ningún condimento de su hamburguesa doble carne y queso con piña había caído de entre los panes con ajonjolí.
-¿Pasa algo? – limpio las comisuras de su boca.
-Eres tan… Educada – dijo admirado. Él comía como un crio a sus 26 años. Incluso su barbilla quedaba cubierta de mostaza y que decir de su hamburguesa, quedaba sin la tapa y la rebanada de piña desaparecía mucho antes que la pieza de carne.
-¿Educada? – levanto una ceja sin entender ni una palabra. Le dio un sorbo a su vaso de soda con hielo.
-Olvídalo, solo observa.
Los dedos de Hunter terminaron llenos de kétchup y mostaza, su barbilla también y una tapa de su hamburguesa se deslizo hasta caer al plato, en conjunto con la piña; las comió juntas y después el resto de la hamburguesa. Por último chupo sus dedos y le puso más kétchup a las papas fritas que compartía con Winter.
-Ya veo cual es el problema – se inclino a quitarle la mostaza de los labios con un dedo y lo chupo. –Eres un bobo – sonrió divertida y le robo la patata frita que sostenía entre los dedos.

Hizo una mueca.

-Supongo que si. Es que tú eres toda formalidad. Por poco siento que ibas a sacar los cubiertos para comerla como toda una damita – se mofo.
Winter no esperaba ese comentario. Entrecerró los ojos.
-Puedo ser una salvaje como tú, si lo deseo.
-No me digas… - rodo los ojos, provocándola.
-Si te digo – refunfuño.
-Demuéstralo, princesa – presiono.

Winter abrió la boca, indignada. Tomo la kétchup y apretó la botellita. El liquido espeso rojo aterrizo en una mejilla de Hunter. Ella echo a correr, tomando la margarita que le había regalado.

Saco un par de billetes antes de correr en pos de Winter. Estuvo a nada de no alcanzarla, porque ella brinco una banquita del parque y esquivo a las parejitas que caminaban de la mano como una escapista profesional.

Ella corría a gran velocidad y se sentía libre al sentir el viento chocar contra sus mejillas y alborotar su cabello. Las sensaciones se incrementaban al sentir su corazón bombear adrenalina. Los sentidos se agudizaron. Era una sensación magistral sentirse libre por primera vez. Salir, saber lo que era una cita en un viernes por la noche. No sentirse usada. Claro que el sexo con Bran no era malo, al contrario. Solo que era solo eso, sexo.

¿Cómo sería sentirse amada? ¿Deseada? ¿Necesitada?

Se detuvo cuando esos pensamientos cruzaron su mente.

Ella quería descubrir cada uno de esos sentimientos. Cada uno de esos deseos. Sensaciones. Decir y actuar como quisiera. No tener que tragarse sus palabras por temor a los enojos de Bran. Ser ella misma, de hoy en adelante.

Hunter la atrapo.

-¡Te tengo! – rio como un niño grande.
-¡Uuuuh! – rodo los ojos. –Que miedo que tengo.
-Deberías, princesa – la libero de la prisión de sus brazos, él tomo aire. –Eres rápida, maldición. Y ni siquiera estas tomando aire, eso me molesta – la señalo llevándose una mano al pecho.
-No estás en forma, grandote – golpeo sus hombros. –Mañana nos veremos para correr, se ve que lo necesitas, mira toda esa flacidez – picoteo sus costillas.
-¿Flacidez? – casi pudo sentirse ofendido, pero sabía que ella bromeaba. –Ya veremos quien canta victoria mañana, princesa – le picoteo las costillas, pero ella comenzó a reír descontrolada.
-¡Basta, basta! – se retorcía. Corrió de nuevo, huyendo de la enormidad de Hunter que parecía no querer dejarla en paz. Ni a ella ni a sus costillas.
-Vale, vale – levanto ambas manos. –Ya no te hare daño, regresa acá, princesa.



Regresaron a su departamento cerca de la media noche. Con la promesa de que irían juntos a correr para terminar con la flacidez de Hunter. ‹‹Te comerás tus palabras, princesa›› había prometido Hunter antes de que ella entrada al edificio. ‹‹Mira como tiemblo›› Winter agito las manos en respuesta a esa grácil amenaza.

Un beso en el dorso de la mano de Winter por parte de Hunter dieron fin a su primer cita. La primera de muchas.

3 comentarios:

Violet dijo...

AaaaaaHhhhh, si que si, me gusto mucho ver a Winter tan siendo ella misma!!! y Hunter, mmmhhmm, me lo como, esta buenisimo!!! con razon Luna se pone de nervios cuando habla con el...
Y Chuck!!! lo amoooo!!! tan lindo como es el.... se an otara entre los pretendientes de Win?? mmm...
Aunque como los capis anteriores estuvieron llenos de lujuria... como que lo esxtrañe.. uff ya se soy una cochina!!! jaja!
Graciassss...

Violet dijo...

Entonces, Winter no ha tenido mas amantes que Brandon?? en serio? ni una aventurilla en la Universidad, hijole, si es asi, pobre!! si tiene que empezar a vivir esta muchachita!! jaja! antes de que regrese con Bran (si lo hace) deberia tener sus buenos encamamientos!!!

¡¡bamh!! dijo...

Jajajaja, siiii, tienes razon, lo estoy pensando seriamente. ¡¡Que sufraaaaaaaaaa, Bran!! xD ò_ó

Las chicas del Té de Lemmon

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