marzo 09, 2012

Maldita delicia, tercera temporada. Capitulo 8

¡Este pinche blogger hijo de su repepin chamaco! xD
Me hizo sudar, se los juro. Ahora tengo más hambre que hace rato al leer el magistral capitulo que mi Ale me obsequio de mi celta hermoso maravilloso, divino, apetitoso y SOLO M I O :D ♥ Joder, un no me repongo xD ¿Te dije que te amaba mi Ale? PUES TE AMO♥ :D ^^
Ahora si.... a darle que es mole de olla, como dicen en mi pueblo xD
No recordaba que este capitulo tuviera tanta informacion y sorpresas, changos! Ya me emocione máaaaaas! :3 No me odies mi Ale♥ Te amo y lo hago de corazon (:
Sin más ni más, las dejo, te dejo mi Ale, disfrutando de este mangar - jajaja, me echo flores xD - enjoy ^^
Nota: No olviden darle click en un asterisco que hay por ahi, no son los 3 asteriscos que separan, no, solo es uno ;) Y darle play al videin del sountrack :D


8. Deja que se oculte el sol
Tristan visito a Christine principalmente por petición de Luna. La chica no podía olvidar esa mirada ausente de Christine, se sintió desdichada ella misma, y sabia que Tristan iría a visitarla si ella se lo pedía. Él perjuraba que no volvería a ese lugar, su piel se enchino y el aroma a hospital seguía en sus fosas nasales, incluso si solo lo recordaba.

Dejo su identificación en la caseta de vigilancia y le dieron un gafete con la leyenda: Visitante; cruzo el amplio lobby y después un pasillo largo, sintió las piernas pesadas y por más pasos que daba no encontraba el final del pasillo. Su pulso comenzó a acelerarse, tuvo que detenerse y sostenerse de la pared. La vista se le nublo.

-¿Estas bien? – escucho una voz femenina a lo lejos, y deseo con todas sus fuerzas que fuera Luna la que lo sostenía antes de que cayera al suelo.



Cuando finalmente abrió los ojos y un aroma fuerte penetro su cabeza, sintió el mareo de nuevo, solo que ahora sabía que no se desmayaría. ¿Qué demonios había pasado?

-¿Mejor?

Busco con la mirada a la dueña de esa voz.

-Si – dijo e intento ponerse de pie.

-Tranquilo, te diste un buen golpe en la cabeza… - lo tomo del brazo y verifico su presión. – ¿A quién vienes a ver? – pregunto contando sus latidos.

-Christine Wild – respondió, tendido en la cama mirando hacia la pequeña ventana que tenía a su izquierda, donde el sol de primavera se asomaba. Odiaba con todo su ser las ventanas con barrotes. Le recordaban el internado en Londres y después en Francia a donde su madre lo había enviado.

-Hey, tranquilo – la chica de mirada tranquila y cantarina voz, lo tomo del hombro. Tristan se giro para verla, un estetoscopio pendía de su cuello, una bata blanca era su vestimenta y el cabello oscuro despeinado enmarcaba su rostro de piel clara y sonrisa amable. –Se ve que no te gusta este lugar.

-Odio los lugares cerrados – confirmo. Trago audiblemente. –Necesito tomar aire – se sentó en el borde de la cama. Entonces se dio cuenta de que estaba en un pequeño cubículo, era un consultorio, estaba sobre una mesa de observaciones. Recostado en pequeño catre, podría decirse, ya que tocaba el suelo con sus botas negras. –Me siento mejor, gracias – sonrió torciendo una mueca.

-Bien – asintió la chica y le acerco un cono de papel lleno de agua. –Bébela, te sentirás mejor… Christine esta en el jardín, le gusta el sol por las tardes – sonrió y lo dejo solo en el consultorio.

Ahora que lo pensaba, no sabía nada de Christine, salvo quizá, sus malas costumbres. Como irse de juerga cada fin de semana, algunas veces entre semana, él nunca fue con ella, no se sentía a gusto con su compañía. Sabía que le gustaban las cosas caras y ostentosas, pero realmente no conocía nada de ella. Nada.

Angustiado, apuro el cono de agua, arrugo el recipiente de papel y lo arrojo al cubo de la basura. Se puso de pie y salió con rapidez de ese pequeño lugar, comenzaba a sentir que su pecho se apretaba. Prácticamente voló al jardín trasero. El aire vespertino inundo sus pulmones y de inmediato se sintió libre. Ahora solo faltaba que Luna lo tomara de la mano y lo perforara con esos ojos grises que él tanto disfrutaba ver.

-Hey, Tristan…

Se giro hacia la voz, de pie bajo la sombra de un árbol frondoso.

-Hola – sonrió por cortesía, Jared acortaba la distancia entre ellos y cuando estuvo lo suficientemente cerca, le estrecho la mano en un saludo muy masculino. –Christine esta justo ahora en su terapia de grupo… - informo.

-Ya… Supongo que vengo otro día.

-Venga, hombre. Podemos charlar en lo que termina su terapia, vamos – lo guio hacia unas mesas y sillas de jardín. A regañadientes, Tristan lo siguió.

-Violet me dijo que te desmayaste en el pasillo, ¿estas bien? – entrecerró los ojos, inquisidor.

-Bien, gracias – asintió. –Solo sentí un bajón de presión – mintió. Era más difícil confesarse ante un ente masculino, que ante esa mirada tierna de aquella chica. Además, no quería que se burlaran de él.

-¿Todo en orden? Luces pálido.

-Muy bien, gracias – dijo ahora con un poco más de tensión en la voz.

-Vale, hombre. Lo lamento… - levanto las manos en son de paz. –No era mi intención incomodarte, solo que en realidad te vez mal…

-Estoy algo cansado realmente, ¿Qué eres doctor?

-No… Solo soy voluntario trabajando aquí. ¡Ah! Ya entendí… - se carcajeo al entender la hostilidad de Tristan. –Soy algo lento para el sarcasmo, a veces – explico.

-Ya veo… Voluntario, ¿ah? ¿De la cárcel te mandaron aquí o qué? – pregunto acido.

-Algo parecido. La verdad yo decidí entrar aquí por voluntad propia. Lo cierto es, que me identifico con muchos de los internos. Nadie más puede entender lo que les pasa por la mente que alguien que estuvo en el mismo hoyo que ellos…

-Lo lamento.

-No tienes por qué. Todos tienen una razón para caer en cualquier tipo de adicción; y cada una de ellas, te va comiendo lento y por dentro… Christine, por ejemplo, - lo miro con detenimiento, examinándolo, Tristan se sintió bajo el lente de un microscopio – se dejo arrastrar por la bebida para no sentirse sola.

Tristan bajo la mirada. ¿Era él culpable de lo que le pasaba a Christine?

-Supongo que soy parte del problema de ella.

-Nadie es culpable… Son cosas que pasan. Solo que uno decide continuar igual o cambiar.

-¿Qué te trajo aquí? – pregunto en una muestra desesperada de cambiar de tema.

-Mi hermana – miro a lo lejos, con ojos soñadores. Recordándole a Tristan la mirada perdida de su hermano cuando se quedaba callado y pensaba en cosas que solo él sabía.

-¿Ella te trajo aquí?

-Algo por el estilo – sonrió amargo y lo miro finalmente. –Ella murió en un accidente de autos… y después de muchas estupideces que hice, decidí internarme. No podía seguir así, mi límite fue otra mujer, otra hermosa mujer…

El dolor con el que contaba su pasado paralizo a Tristan. Su mirada celeste, altiva hacia apenas un par de minutos, se oscureció de tristeza. Sus codos subieron a la mesa y sus dedos se removían nerviosos sobre la mesa, un par de marcas en las muñecas, intentando pasar desapercibidos por los puños de su camisa, no pasaron por alto ante la mirada curiosa de Tristan.

El dolor de Jared había sido tan grande que intento quitarse la vida incontables veces. Intentando huir de un mundo sin su hermana. Sin su dulce presencia. Ella era como un ángel, el ángel salvador de su vida. Fue un idiota, un inconsciente. El accidente había sido todo su culpa. Cruzarse un alto, término con la vida de su hermana. Y ese accidente que involucro otra mujer, unos ojos verdes. Fue todo su culpa y el dolor lo comía por dentro.

-Por eso estoy aquí – finalizo sus recuerdos dolorosos con una media sonrisa. –La única que puede salir del hoyo en el que esta es ella, Tristan. Claro que necesita tu apoyo, pero solo ella puede decidir si sale o no. No trates de entenderla, no puedes. El vacio que crece en ella, solo ella lo puede llenar. Ni tú, ni nadie más.

Tristan asintió en silencio.

-Tengo que irme – se puso de pie como robot. –Volveré… Gracias – no espero a que Jared se pusiera de pie, huyo de ese lugar.



Subió a su auto, bajando el capo de inmediato. No quería sentirse prisionero de ningún lugar nunca más.

El número que conocía a la perfección salió de sus dedos directo a los botones de su móvil. Y esa voz que tanto adoraba escuchar contesto al quinto tono como casi siempre:

-Hola, ¿Qué sucede? – así contestaba siempre. Era curioso, era como si supiera que algo malo o raro pasara.

-Necesito verte – estuvo a nada de gemir, introdujo la llave en la ranura y encendió el auto.

-Estoy por salir de la editorial, ¿vienes por mí?

-Ya mismo. Te… - trago y miro el estacionamiento, casi desierto de la Clínica. –Ya voy para allá…

-Con cuidado, te espero… – escucho que Luna colgó y él hizo lo mismo.

Cruzo media ciudad en silencio, escuchando su propio latido. Sintiendo como los semáforos en rojo duraban una eternidad, sintiendo como si la gente caminara tan lento que apenas se movía. La desesperanza crecía en su pecho. El aire le faltaba. Las manos le sudaban.

Realmente desconocía la razón. Solo quería salir de esa Clínica alejada de la ciudad. No sentirse prisionero de esas cuatro blancas y puras paredes. El olor a medicamentos y esterilización lo marearon. Jamás se había sentido tan miserable, y no solo por el dolor de los internos, sino por el dolor de su pasado. Las cuatro paredes de su habitación en el Internado en Londres, el más prestigiado de toda Inglaterra, según su madre. Para él no era más que una prisión con cimientos antiguos. Lo único que le gustaba era el aroma de la biblioteca, que para su suerte era enorme, y el futbol americano del cual formaba parte del equipo. No había más nada que le gustara de ese sitio olvidado de Dios.

Bajo de un salto del auto y le arrojo las llaves al portero, gritando que lo cuidara solo unos minutos. Subió corriendo las escaleras con la esperanza de que Luna lo esperara arriba. Afortunado, la encontró platicando con Lizzy en el pasillo. Esta vez su pecho se acelero de felicidad. Acorto la distancia que los separaba y la levanto en el aire tomándola de la cadera.

-¡Tristan! – jadeo abrazándolo del cuello, apenas dándole unos segundos para verlo y reconocerlo por su perfume, cuando él la beso.

-Vámonos de aquí – urgió contra la boca roja de ella. Errática, Luna asintió. Entraron a trompicones al ascensor. –No quiero volver a la clínica, no sin ti.

-¿Tan mal esta Christine? – el tono de preocupación se podía ver a través de su mirada de cielo nublado. Era autentica preocupación.

-No la vi, estaba en su terapia. Solo que no quiero volver sin ti a ese lugar.

Luna acaricio su rostro. Atormentado, él la miraba. Como si estuviera perdido, como un niño.

-¿Qué sucede?

-Los lugares cerrados me ponen mal… - Luna abrió los ojos, asustada. –No, el ascensor no. Otros lugares, como la clínica, el internado en Londres, mi casa…

-¿Por qué?

-Mi madre nunca fue a visitarnos al Internado. Yo sentí que se había olvidado de nosotros. Había chicos ahí que eran huérfanos y no tenían nada más que ese lugar. Julien solo pedía ver a mi madre, pero ella decía que estaba muy ocupada, George, mi padre siempre nos visitaba, al menos una vez al mes nos llevaba al centro de Londres. Después Julien se fue a Francia, el ama la música, y el programa de artes era muy bueno, me dejo. Solo… Él era más pequeño y más rebelde que yo, así que mi madre concentro toda su energía en él. George igual… Me quede solo, en esas cuatro enormes paredes de roca.

-Tristan… - susurro Luna. –Tranquilo, – lo tomo de la mano – yo matare los monstruos debajo de tu cama – sonrió.

-Luna, lo digo en ser…

-Y yo también – corto seria.

Salieron del ascensor. Subieron al auto.

-¿A dónde quieres ir? – pregunto Tristan mirando el camino frente a ellos, el cielo se veía rojizo naranja.

-A donde tú quieras… - le tomo la mano que mantenía firme en el volante. –A tu enoooorme casa – canturreo.

-No quiero volver a ese lugar – gruño. Luna lo soltó. –Quiero mudarme – anuncio. –Ahora mismo.

-Bien… - asintió lentamente, sin saber que decir.

-Diablos, Luna – jadeo. –Por favor, baja del auto.

Luna abrió la boca. Abrió el cinturón y bajo. Se quedo un minuto observándolo, pero Tristan no se movía. Sostenía el volante como si de eso dependiera su vida. Espero un poco más. Él seguía en la misma posición, hasta que de pronto el techo desmontable del auto comenzó a subir y a cubrir por completo a Tristan. Espero.

El sol comenzaba a ocultarse. La ciudad comenzaba a oscurecer. Las luces de las calles se encendieron, y Tristan seguía sin moverse. ¿Cuánto tiempo tenía que esperar?

Bufo.

Estaba cansada de esperar.

-Adiós… - murmuro y comenzó a caminar directo al tren subterráneo. Saco su móvil e intento llamar a su amiga. Necesitaba algo de beber, algo con qué desahogarse. Entre los contactos encontró a Hunter Trott. Con una sonrisa infantil toco la palabra “Llamar”, que se encontraba al lado de su nombre.

-¡Luna! – llamo Tristan que se acercaba detrás de ella con el cabello revuelto y su pulso agitado.

-Ya me iba… Quizá necesites más tiempo para aferrarte al volante – sonrió divertida esta vez, lejos de estar molesta. –No se vaya a caer…

-Luna…

-Tristan… - imito el tono de su voz. –No me estoy burlando, en serio que no. Ok, si – acepto. –Pero no me burlo de tu pasado. Si no quieres volver a la Clínica, está bien. Sé que lo hiciste porque te lo pedí. Christine en serio se veía muy mal. Me recordó a mí cuando… Jensen me dejo – sus ojos se cristalizaron. –Cuando me dijo que  no era nada para él en su vida y se fue por 5 años, lejos – las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos. –No sé cómo no caí en lo mismo de Christine. Seguro que yo si me hubiera matado de no ser por mi hermano, Lex, mis amigas… Ella no tiene nadie, Tristan. Solo a ti… Y no quisiera que le pasara nada, porque la entiendo.

-No, no Luna, no – la abrazo. –Yo no soy como Jensen. Y si no siento nada por ella es porque simplemente no lo siento. Ella jugo conmigo, y no me estoy justificando, en serio creí que podíamos llegar a ser algo más. Pero solo yo estaba aportando en esa relación.

-Entiendo – limpio sus lágrimas y sorbió su nariz. –No está loca, solo es una mujer desesperada y sola. Aunque es una perra por decirme que era tu amante – gruño.

-No eres mi amante.

-¿Qué soy entonces? – cuestiono, intrigada.

-El amor de mi vida – respondió de inmediato. Ella jadeo. – ¿Quieres viv…?

-¡Luna!

Luna giro hacia la voz y abrió la boca debido a la sorpresa.

-¡¡Papá!!

Su padre se acercaba a ella con los brazos abiertos y ella sin más corrió hacia su padre, que con fuertes brazos la estrecho en su cuerpo con ternura.

-¿Cómo estas? – se despego de ella mirándola fijamente. Alcanzo a ver pequeñas muestras de unas lágrimas que osaron cruzar sus mejillas.

-Estoy bien. ¿Cuándo llegaste? ¿Y mamá?

-Ya sabes cómo tarda en bajar de la camioneta – dijo con una resplandeciente sonrisa.

-¡Hija! – su madre llego detrás de ellos y la abrazo. Su madre se parecía más a Luna, la piel morena y esos ojos enigmáticos como los de Luna, lejos de ser grises, eran bastante misteriosos. Su cabello corto y un poco rizado.

-¡Mamá! – chillo Luna. – ¿Qué diablos hacen aquí?

-Solo de visita – respondió su padre rascando su mejilla. Mentían, Luna lo sabía.

-Que gusto tenerlos aquí…

-¿Quién es él…? – Luna había olvidado por completo a Tristan. Sus mejillas se sonrojaron de nuevo y jalo a su madre de la mano hasta acercarse a Tristan.

-Él es Tristan – sonrió Luna, sin algo mejor que decir. –Tristan mis padres, Jeffrey y Marla…

-Que tal, mucho gusto – el aludido estiro la mano para saludar a los padres de Luna. Nervioso como solo puede estar un crio al conocer a los padres de la mujer de la que está enamorado. Trago audiblemente cuando estrecho la mano de Jeffrey Phellan, el hombre casi tan alto como él, de espalda ancha y con cuerpo de jugador de americano, fornido. Sus cejas pobladas oscurecían sus ojos marrones, la barba perfectamente cuidada que cubría sus mejillas lo hacía ver más temible. Aunque la sonrisa era igual a la de Luna, idéntica a la que formulo cuando Luna sonrió, y Jeffrey Phellan de inmediato se relajo, sus hombros tomaron una postura más amable y su ceño dejo de fruncirse.

Marla Phellan, era punto y aparte. La mujer menuda y delgada de rostro en forma de corazón y labios delgados. Era una mujer amorosa y comprensible. Aunque ante ella se sintió bajo un lente de rayos X. La mirada profunda de investigador, Luna solo pudo heredarla de ella.

-¿Cuánto tiempo se quedaran? – pregunto Luna después de las tensas presentaciones.

-Solo un par de días, Lu – informo su padre. –Tengo que viajar a la Inauguración de las oficinas en Suiza…

-¿Llevaras a mamá contigo? – cuestiono un tanto alarmada.

-Por supuesto, a donde va tu padre, voy yo – sonrió Marla Phellan, y unas arruguitas se formaron a los lados de sus ojos. Luna suspiro aliviada.

-Pasamos a saludar, vamos a ir a cenar y luego al Hotel donde nos hospedamos – Jeffrey anuncio, tomo la mano de Marla.

-Saben que pueden quedarse conmigo.

-No queremos molestarte, Luna. Además, solo tienes una cama y tienes que descansar – su madre le tomo la mano. –Nos vemos después… Tu hermano planea una cena para antes de irnos a Suiza. Invita a tus amigos, queremos conocerlos – finalizo con una sonrisa.

-Seguro que si, queremos conocerlos – Jeffrey paso la mirada por Tristan y después en su hija. –Hasta pronto, Tristan – volvió a estrechar con fuerza su padre.

-Hasta pronto, señor Phellan – dijo casi ahogándose con sus palabras desesperadas.

-Mucho gusto, Tristan – Marla Phellan era todo sonrisas.

Y después de un par de abrazos los vieron caminar en la dirección contraria a la estación del tren subterráneo.

Tristan soltó el aire contenido en sus pulmones. Luna sonrió y lo tomo de la mano.

-No te dañara – lo tranquilizo.

-No sé si creerte – dramatizo, echo hacia atrás su cabello. – ¿Crees que tenga que cortarme el cabello?

-¡No! – jadeo. –No te lo cortes, no… - lo tomo del cuello. –A mi me encantas justo así – se puso de puntitas para darle un suave beso. – ¿Me llevas a casa?

-Con gusto.



Tristan olvido por completo que iban a subir a su auto, camino de la mano con Luna por la acera hasta llegar al tren subterráneo. Juntos subieron a los vagones y entre empujones llegaron al departamento de Luna.

-Tu padre luce como jugador de futbol americano, de esos enormes…

Luna rio.

-¿Te parece? – busco las llaves de su departamento. –Pero no es peligroso – agrego ante el silencio de Tristan. – ¿Gustas una taza de café?

-Seguro.

Entro después de ella al departamento. Luna dejo su bolso y su abrigo en su sala y entro a la cocina a preparar la cafetera. Tristan espero en la mesita de su comedor, mientras Luna llevaba las tazas y la azúcar.

-En mi familia estamos chapados a la antigua – comento sentándose frente a él.

-¿Entonces tendré que pedirle permiso a tu padre para poder salir contigo? – con una ceja arriba le regreso la mirada cargada de suficiencia, pero totalmente dispuesto si Luna contestaba afirmativamente. *

-No – frunció los labios, imaginando la escena. –Eso no.

-¿Te refieres a algo de nuestra relación… que no tiene que ver con los permisos de tu padre?

-Ajá – lo miro de reojo.

-Ya veo… - subió una mano a la mesa y busco la mano de Luna que tomaba una chuchara. – ¿Quieres ser mi novia?

Luna casi subió a la mesa para besarlo.

-Quiero suponer que eso es un sí.

Con una carcajada, Luna agrego:

-Es un enorme sí.


***


-¿Y donde esta Tristan Van Gulick?

¡Ay no!

Ezra formulo la misma pregunta por vigésimo tercera vez. Siempre con el tonito agudo de su infantil voz y esa mirada traviesa diabólica celeste que se asomaba a través de esos vivaces ojos.

-No lo sé, él salió hace un buen rato, niño – gruño por lo bajo Julien.

El niño estaba a su cargo. Mary había tenido que salir a casa de su yerno, asuntos familiares, se había disculpado la mujer. Y por supuesto Julien no pudo negarse, ¿Quién en su sano juicio se negaría ante esa maternal mirada? La única mirada maternal que alguien le hubiera lanzado antes.

-¿A dónde fue Tristan Van Gulick? – Ezra se lanzo al sofá donde Julien estaba recostado, salto sobre su estomago y sintió el aire abandonar su cuerpo.

-¡Diablos! – jadeo incorporándose.

-Lo lamento… - el niño se alejo con pequeñas motas rojas surcando sus mejillas regordetas y abrazo con más fuerza el balón ovalado de futbol americano.

-¿Dónde demonios esta tu madre? ¿Por qué siempre pasas el día entero en la casa de Tristan? ¿Eh? – cuestiono sin nada de tacto y con furia en la voz, exasperado.

-Mi mamá está muerta – susurro mirando el suelo.

¡Mierda!

-Lo lamento…

-Ya tiene mucho tiempo – continuo el niño sin haber escuchado a Julien y su estúpida disculpa. Sin embargo las mejillas se humedecieron de inmediato. Julien se sintió miserable. Nunca había hecho llorar a un niño. –Papá me cuida… - agrego limpiando sus mejillas con el puño de su suéter de punto azul marino.

-¿Sabes? Yo tampoco pase mucho tiempo con mi madre – intento remediar el daño, y tomo al niño de los hombros, para limpiar sus ojos rojizos y su nariz con un pañuelo.

-¿Ella te quería mucho como mi mami? – lo miro con ojos soñadores.

-Supongo que sí – reflexiono Julien. – ¿Qué te parece si vemos “Back to the Future III”? ¿Te gustan los vaqueros? – saco de la vitrina donde Tristan solía guardar sus DVD’s la colección completa remasterizada de su saga favorita de todos los tiempos.

-¡Si! – aplaudió el niño soltando el balón y dando un brinco hacia el sofá.

-Si… - suspiro Julien. Aliviado al fin de que los temas dolorosos de su pasado y de la vida del niño no salieran a colación.



Vieron las 3 películas con palomitas y soda hasta que se hartaron y estuvieron a punto de estallar. Ezra dormía en el sofá sobre las piernas de Julien que hacia zapping en la televisión sin mucho interés. El día, después de todo, no había sido tan malo. El niño, Ezra, después de todo no era tan insoportable como alguna vez creyó. No merecía una vida miserable como él la había tenido. Al final, uno escoge su camino. Y él realmente quería ser feliz. Sonreír con facilidad como lo hacía Ezra, hacer comentarios bobos y hacer lo que quisiera sin temor al qué dirán.

Marco el número de Renata que se sabía de memoria, tenía la mala habilidad de aprender los números sin proponérselo. Y ese número en especial lo aprendió cuando ella lo rezo con rapidez con la esperanza de que él jamás lo memorizara.

Ella respondió al segundo tono, con esa voz rítmica y un tanto arisca que al final resultaba sensual por donde quiera que él la escuchara.

-¿Hola?

-Hey, ¿Cómo estas? – se acomodo sobre el sofá sin despertar a Ezra.

-¿Julien?

-El mismo que viste y calza – sonrió, aunque ella no pudiera verlo.

-Oh…

-¿Es un mal momento?

-Algo así…

-Bien, que estés bien. Adiós – colgó de inmediato.



Repitió la tercera entrega de la saga de Back to the Future. Sonrió como estúpido cuando el Doctor Emmett Brown bailaba con Clara Clayton. Y realmente se sintió miserable cuando el Doc, finalmente se queda con Clara en el viejo pueblo.

-¡Que asco me doy! – bufo. Apago la TV.

-¿Julien? – era Mary que entraba a la sala.

-Aquí – levanto un brazo.

-Querido, gracias por cuidar a Ezra. Oh que maravilla, está dormido – sonrió.

-Descuida, Mary. No presento problema alguno.

-Ahora no te molestara más, se irá al otro lado del globo en unas semanas…

-¿Por qué?

-Su padre se irá un tiempo a Londres y bueno, no quiere perderlo de vista, es su adoración – sus ojos brillaron.

-Su padre…

-Billy es un buen hombre… - tomo asiento a lado de Ezra. –Mi pequeño tiene el rubio cabello como él, aunque los ojos los heredo de mi hija. Fue un duro golpe que Erika…

-No tienes porque decirme nada, Mary. El niño es un chico fuerte, a pesar de todo lo que ha pasado a su corta edad…

-Son esos pequeños detalles lo que te hacer convertirte en un hombre como lo eres tu ahora, Jules – lo miro. Las arrugas de su rostro le daban la experiencia necesaria para hablar de esa forma. –William tuvo que criar a un niño de 4 años él solo. No me pidió ayuda, hasta ahora. Manejar la empresa de su padre y hacer que fuera un rotundo éxito tanto o más de lo que quería su padre y su abuelo es un orgullo para él, y cuando mira a Ezra correr a sus brazos, él es un hombre diferente, demuestra un orgullo diferente.

-¿Qué empresa es la que maneja, Mary? – la curiosidad de Julien lo estaba poniendo nervioso. Como si un rompecabezas se estuviera terminando de armar.

-Nor…

-¡Voy a mudarme! – anuncio Tristan saliendo del ascensor, dando pasos largos decididos a la sala.

Julien le regreso la mirada molesto, como un niño cuando le quitan su programa favorito de la TV. Mary sonrió contenta, siempre le había gustado ver felices a sus otros niños, como los llamaba continuamente.

-¿A dónde piensas ir? – pregunto acido, Julien.

-A un loft pequeño cerca del taller… - levanto los hombros restándole importancia.

-¿Eso tiene que ver con la morena?

Tristan sonrió abiertamente.

-Todo en mi vida tiene que ver con ella, Jules – lo señalo y subió a la planta de arriba a hacer las maletas.

-¡Que maravilla! – aplaudió Mary.

-Si, ¿verdad? – ironizo Julien. – ¡Que jodida maravilla! – finalizo acido.

2 comentarios:

Violet dijo...

Fue mi imaginacion o realmente toque a Tristan?? ahi estuve?? de verdad?? que me emocione mucho!! fue un regalo precioso, y justo a tiempo que el lunes es mi cumple!!! jaja! ay B-B si tienes un tino, que seras vidente??
Uffff!!!! William se va y es el papa de Ezra, al fin Julien tendra oportunidad con Nata??, si es una suertuda para tener ese pedazo de carne para ella!!! si le tocan los mas buenotes!! jajaja! me encantoooo!! sigo con la duda del papa de los Van Gulick y te juero que hasta en un papelito me puse a escribir quien esta emparentado con quien y no doy, me birnque algun renglon seguramente!!
Y si, si, si... ya veo mas cerca que Luna y Tristan nos den una escena de esas que nos ponen a mil!!!
Gracias Beu, gracias , gracias!!!!!

Ada Parthenopaeus dijo...

aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaahhhh! PORQUE tabt suspenseenseee ya s´e de quien es Erza y no creo que a Julien le guste muchooooo Beu ade como la ley pero llego

Las chicas del Té de Lemmon

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