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Se inclinó a besar su cuello, a morder sus hombros y su mandíbula. Las puntas de sus pechos le hacían cosquillas. Y eso, créanlo o no, era delicioso. Ansioso, Robert removió su cuerpo debajo de ella, sintiendo así la cálida humedad de la unión de sus piernas. Ella estaba lista para él. Y joder, que él estaba más que dispuesto a calmar el ardor de sus intimas partes.
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